lunes, 19 de agosto de 2019

[CLÁSICOS DE SIEMPRE] Hoy, con "La suegra", de Terencio




Mosaico latino representando una escena de La suegra, de Terencio


En la mitología griega Talía era una de las dos musas del teatro, la que inspiraba la comedia y la poesía bucólica o pastoril. Divinidad de carácter rural, se la representaba generalmente como una joven risueña, de aspecto vivaracho y mirada burlona, llevando en sus manos una máscara cómica como su principal atributo y, a veces, un cayado de pastor, una corona de hiedra en la cabeza como símbolo de la inmortalidad y calzada de borceguíes o sandalias. Era hija de Zeus y Mnemósine, y madre, con Apolo, de los Coribantes. 

Continúo con esta entrada la sección dedicada a las obras de autores grecolatinos, subiendo al blog la comedia La suegra, de Terencio, que pueden leer desde el enlace anterior y ver desde este otro, en vídeo, intepretada por alumnos del Colegio Nacional de Buenos Aires, Argentina. 

Publio Terencio Afro fue un autor de comedias durante la República romana. Se desconoce la fecha exacta de su nacimiento, aunque Suetonio menciona que murió en 159 a. C. a la edad de treinta y cinco años. Esto da el año 194 a. C. como fecha de su nacimiento. Sus comedias se estrenaron entre 170 y 160 a. C. A lo largo de su vida escribió seis obras, todas conservadas. En comparación, su predecesor Plauto escribió alrededor de ciento treinta obras y actualmente solamente disponemos de los textos de veintiuna de ellas.

La suegra, cuyo título original es "Hecyra", probablemente sea una de las comedias más recordadas de Terencio por no haberla podido representar íntegra hasta el tercer intento. Se han conservado dos didascalias de esta obra, según las cuales, la obra se representó por primera vez siendo ediles curules Sexto Julio César y Gneo Cornelio Dolabela, (primeros de abril del año 165 a. C.). Según la didascalia transmitida por Α, conocido por códice de Bembino, la obra fue representada en los Juegos Megalenses, mientras que en la didascalia transmitida por Σ, conocido como «recensión caliopea», se dice que la obra se representó en los Juegos Romanos. La primera vez que se representó se hizo sin prólogo. No pudo ser representada íntegramente la primera vez. La segunda vez que se representó la obra fue durante el consulado de Gneo Octavio y Tito Manlio (año 164 a.C). Se volvió a representar en los Juegos Fúnebres en honor de Lucio Emilio Paulo. Repuesta por tercera vez siendo ediles curules Quinto Fulvio y Lucio Marcio (160 a.C). Según ambas didascalias, la música la compuso Flaco, un esclavo de Claudio. La comedia fue interpretada con flautas iguales. La acción transcurre en una calle de Atenas.

La obra se inicia cuando el esclavo Parmenón explica a dos amigas, la cortesana Filotis y a la anciana Sira, que su joven amo, Pánfilo, muy enamorado de la cortesana Báquide, cediendo a los ruegos de su padre, Laques, ha renunciado a ser su “protector” para casarse con Filúmena, hija de una vecina. Fiel a su primer amor, Pánfilo se abstiene de consumar su matrimonio, con la esperanza de que Filúmena, cansada de su desprecio, tome la iniciativa de deshacer la unión; pero, en vista de la paciencia y del tacto de la mujer y de la brusquedad con la que lo trata Báquide, celosa, Pánfilo se aparta de ésta y se enamora de su mujer. 

Mientras tanto ha muerto un pariente lejano y el joven tiene que emprender un largo viaje para recoger la herencia. En la ausencia, Filúmena vive sola con Sóstrata, la madre de Pánfilo, ya que Laques está en el campo trabajando; suegra y nuera han vivido en armonía, hasta que un día, nadie sabe por qué, Filúmena vuelve a casa de sus padres. La razón de la huida de Filúmena es la violación de la que fue víctima dos meses antes de casarse, y del embarazo de la misma. Protegida por su madre, la joven decide hacer desaparecer el fruto de su desgracia, pero Pánfilo, volviendo de su viaje, para en casa de sus suegros en ese mismo momento y huye indignado al comprender que el recién nacido no puede ser suyo. 

Mirrina le suplica que no descubra la infidelidad de su esposa, incluso propone anular el matrimonio. Ésta es la resolución que toma Pánfilo, ligado a su mujer, pero a la vez rechazando ser el segundo plato de Filúmena. Laques y Fidipo, los padres de la pareja, no comprenden la resistencia de Pánfilo, que se excusa con el respeto debido a su madre, pero aun así Sóstrata decide retirarse al campo para no interponerse en la reconciliación de la pareja. Pánfilo persiste en la negativa a pesar de estar entre acorralado entre los dos ancianos, pero comienza a dudar y parece inclinarse interiormente hacia lo que le pide el corazón. Pero Fidipo descubre el parto, salva a la criatura antes de que haya tiempo de exponerla y, mientras él y Laques, convencidos de que es hija de Pánfilo, lo van presionando cada vez más, éste se siente firmemente convencido de que debe romper el matrimonio, que le obligaría a adoptar el hijo de un desconocido. Los dos ancianos ya no ven otra explicación a su negativa que la sospecha en la que tienen que reprender a su viejo amor por Báquide, y Mirrina les hace creer más en esta sospecha. Los ancianos deciden alejar a Báquide de Pánfilo.

Finalmente esto provoca el desenlace, en el que Báquide sabe convencer al viajo Laques de su inocencia: Pánfilo la dejó de ver después de su boda y no ha vuelto a saber de él. Entonces, conviene que Báquide vaya a ver a Mirrina y a la muchacha, y les convenza, al menos a ellas, de que no es necesaria la disolución del matrimonio. Báquide accede, mostrando una generosidad inesperada, y va a ver a madre e hija, éstas reconocen en su dedo un anillo que el violador le robó a Filúmena. Báquide recuerda que el anillo se lo dio Pánfilo una noche que él iba ebrio después de violentar a una desconocida, y así se descubre que Pánfilo es el padre de la criatura, y el marido enamorado triunfa al ver desaparecer su desgracia imaginaria, y al sentirse obligado a una reconciliación que deseaba de corazón.







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Entrada núm. 5171
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