Pantocrátor de San Clemente de Tahull (Lérida)
Escribo esta entrada un Domingo de Ramos, después de asistir con mi mujer, mis hijas y mis nietos a las procesiones del día en el barrio de Triana, de la ciudad de Las Palmas (Canarias), donde vivimos. No soy creyente, pero no tengo ninguna animadversión al fenómeno religioso ni a las religiones. Fui religioso en su momento, pero eso no viene ahora a cuento. Mi realidad actual es que no necesito la existencia de ningún dios para dar sentido a mi vida ni dotarla de espiritualidad. Y sin embargo, me apasionan la religión y la historia de las religiones. ¿Cómo he llegado a eso? No tengo una respuesta clara...
La primera lectura seria que recuerdo sobre ello fue "Cristo y las religiones de la tierra. Manual de historia de las religiones", la monumental obra de Franz König. Luego le seguirían casi todas las del teólogo suizo Hans Küng, entre ellas y principalmente, "Ser cristiano", "¿Existe Dios?", "El cristianismo. Esencia e historia", y "El judaísmo. Pasado, presente, futuro". Más adelante leí el "Tratado de historia de las religiones", del antropólogo rumano Mircea Eliade, y la "Carta a un religioso", de la filósofa francesa Simone Weil. También me causó profunda impresión "Por qué no soy cristiano", del filósofo británico Bertrand Russell. Y, por supuesto, las lecturas , también, de teólogos católicos como Rahner, Schillibeeckx y Tamayo, o del protestante Karl Barth.
Quizá, sólo quizá, mi mayor aproximación a la posible aceptación de una idea de la divinidad la haya encontrado en la formulada por el filósofo portugués de origen sefardita Baruch Spinoza, en la Ámsterdam del siglo XVII. A día de hoy, pienso sinceramente que la neurobiología permite radicar y explicar la idea de dios como una creación del cerebro humano. Es lo que vino a decir Javier Sampedro, doctor en Genética y Biología Molecular, en un interesante artículo titulado "Dios habita en el cerebro", o como me gustaría decir a mí, siguiendo a Spinoza: que Dios somos nosotros.
Sean felices, por favor. Y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt
Sean felices, por favor. Y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt
Baruch Spinoza (Ámsterdam)
Entrada núm. 2053
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Pues tanto como saber me agrada dudar (Dante Alighieri
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