Miguel de Cervantes
Jeff Jarvis, profesor de periodismo en la City University of New York, mantiene un blog con más de 100.000 visitas. Hace unos meses escribió que en Internet, si no tienes algo que aportar, es mejor que te marches. Yo me lo he tomado muy en serio, así que mi abulia escribidora no es una pose estética, como decía mi hija Ruth acerca de ella en su entrada de hace unos días en el Blog, sino algo más. Y no lo es sólo por la política, pues mi cabreo con los políticos, los partidos, o con la misma política, no implica ni por asomo falta de aceptación, apoyo y defensa de la democracia. Es también por las palabras.
El escritor Jaime de Ojeda dijo hace tiempo que nuestra civilización había perdido reverencia y respeto por la magia de la palabra. Por supuesto que sí, basta con abrir un periódico, encender la televisión u oir una emisora de radio para encontrarnos con profanaciones del idioma que uno no sabe más bien si son producto de la ignorancia o, simplemente, de la estupidez. Adam Zagajewski, poeta y ensayista polaco, en su libro "En defensa del fervor", afirma que cualquier lengua, con tal que sea bien utilizada, puede abrirnos camino hacia la poesía, hacia el mundo. Quien escribe, dice Zagajewski, suele estar solo delante de una hoja en blanco o de la pantalla pálida del ordenador, que le clavan una mirada escudriñadora e impertinente. Que está solo, añade, aunque no escriba para sí mismo, sino para otros, y que inspirado y agobiado por la tradición, por una gran algarabía de voces muertas, intenta mirar hacia un futuro que calla inexorablemente y en el que los pensamientos que quiere expresar parecen no pertenecer a ninguna lengua humana, zumbando en sus adentros como un cuarto elemento al lado del aire,el agua y el fuego. Es un hermoso texto, ¿verdad?, pero a pesar de ello, o quizá por ello, yo me siento agobiado e inseguro cada vez que me enfrento con la pantalla en blanco de mi portátil.
El escritor Jaime de Ojeda dijo hace tiempo que nuestra civilización había perdido reverencia y respeto por la magia de la palabra. Por supuesto que sí, basta con abrir un periódico, encender la televisión u oir una emisora de radio para encontrarnos con profanaciones del idioma que uno no sabe más bien si son producto de la ignorancia o, simplemente, de la estupidez. Adam Zagajewski, poeta y ensayista polaco, en su libro "En defensa del fervor", afirma que cualquier lengua, con tal que sea bien utilizada, puede abrirnos camino hacia la poesía, hacia el mundo. Quien escribe, dice Zagajewski, suele estar solo delante de una hoja en blanco o de la pantalla pálida del ordenador, que le clavan una mirada escudriñadora e impertinente. Que está solo, añade, aunque no escriba para sí mismo, sino para otros, y que inspirado y agobiado por la tradición, por una gran algarabía de voces muertas, intenta mirar hacia un futuro que calla inexorablemente y en el que los pensamientos que quiere expresar parecen no pertenecer a ninguna lengua humana, zumbando en sus adentros como un cuarto elemento al lado del aire,el agua y el fuego. Es un hermoso texto, ¿verdad?, pero a pesar de ello, o quizá por ello, yo me siento agobiado e inseguro cada vez que me enfrento con la pantalla en blanco de mi portátil.
Y como me cuesta escribir, me entretengo en leer. Más ensayo que ficción, pero tampoco detesto ésta. En las últimas semanas he leído "Alicia en el País de las Maravillas" y "Alicia a través del espejo", en las magníficas versiones que para Alianza Editorial hiciera Jaime de Ojeda a partir de los textos originales de Lewis Carroll, con los dibujos, también originales, de John Tenniel. Como ocurre con la poesía, con cualquier poesía, una traducción, por buena que sea, jamás le hace justicia a un texto en su idioma original. Y menos aún a los textos de Carroll. Más o menos, lo mismo que le ocurre al "Ulises" de James Joyce, que estoy intentando leer por enésima vez en estos momentos. Hace justamente veintiún años que lo estoy intentando, desde que en octubre de 1989 lo compré en la versión que para la Editorial Lumen hiciera del mismo José María Valverde, y que le valió el Premio Nacional de Traducción de 1976. No me importa confesar que terminarlo de leer no es tanto un reto personal como un placer que afronto cada día con renovado entusiasmo.
Con placer también he leido en estas últimas semanas dos hermosísimos ensayos. De uno de ellos, "En defensa del fervor" (Acantilado, 2005), de Adam Zagajweski, regalo de mi madrileña sobrina, Marisa, en su última recalada veraniega en Gran Canaria, ya he hablado más arriba; el otro, "El misterioso caso alemán" (Alba Editorial, 2008), de la historiadora Rosa Sala, un intento de comprender Alemania a través de sus letras, como reza su subtítulo, me lo prestó mi hija Ruth, y me cautivó desde su primera página, recordándome por múltiples razones, y salvando las distancias, mi admirado "España en su historia. Cristianos, moros y judíos" (Círculo de Lectores, 1989), de Américo Castro. .
En cuanto a los clásicos, también he aprovechado mi abulia escribidora para releer el "Infierno", de Dante Alighieri (Seix Barral, 1973), en la magnífica edición rimada y bilingüe italo-española, de Ángel Crespo; las "Lecciones sobre la Filosofía de la Historia Universal" (Alianza, 1980), de G.W.F. Hegel, con el prólogo que para su primera edición en español en 1928 escribiera don José Ortega y Gasset; el tomo V de la "Historia Crítica del Pensamiento Español" (Círculo de Lectores, 1993), de José Luis Abellán, dedicado al estudio del liberalismo y romanticismo español entre 1808 y 1874; y "Sobre la Libertad" (Alianza, 1999), de John Stuart Mill, quizá una de las más vibrantes apologías que se hayan escrito nunca en defensa de las libertad de pensamiento y de expresión y de la tolerancia y el respeto debido a las creencias ajenas y a las minorías disidentes, prologado por un esclarecedor texto de Isaiah Berlin titulado "John Stuart Mill y los fines de la vida".
Y si de "ensayos", hablamos, forzoso es citar a quien dio nombre a esa forma literaria allá por el siglo XVI y a todo lo que esa palabra significa: Michel de Montaigne, del que terminé también de releer su tomo tomo II ("Ensayos", Ediciones Cátedra, 1993). Pueden acceder al texto completo de la obra en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. Les recomiendo la lectura sosegada del último capítulo de ese tomo II, titulado "Del parecido entre padres e hijos", seguro que lo disfrutan.
Ya puestos, y con esto termino, les animo a acceder a la edición electrónica e interactiva que de "El Ingenioso Hidalgo don Quijote de La Mancha", de Miguel de Cervantes, ha colocado en su pagina la Biblioteca Nacional de España. Merece la pena, se lo aseguro. Perdónenme el soliloquio, por favor. Y sean felices. Tamaragua, amigos. HArendt
Portada de la edición original del Quijote
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Entrada núm. 1318 -
http://harendt.blogspot.com
"Pues, tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)
4 comentarios:
Pue s ha estado bastante acompañado de letras para estar abúlico
Un saludo y buen finde
Sólo a la hora de escribir, querida amiga... Muchas gracias. Te deseo lo mismo: un buen fin de semana y felicidad.
Un beso.
Cualquier idea, nueva escritura, nueva incoporación, es un regalo que se hace para aquellos que desean leerlo. Nunca está de más el escribir. Gran parte de los libros escritos se han realizado en una época en la que nadie los leería. ¿Qué hubiera sido del mundo si Maquiavelo, en su exilio, hubiera decidido no escribir "El Príncipe", si nadie iba a leerlo? No nos prives de tus ideas, no es justo, y creo que somos muchos, los que aprendemos de lo que escribes. Ya sabes que soy un ferviente alumno tuyo. Un abrazo. Ramón
Muchas gracias, Ramón. No me preocupa el que no me lean; me preocupa el no tener nada que contar o no saber contarlo... Un abrazo.
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