lunes, 4 de agosto de 2025

DEL POEMA DE CADA DÍA. HOY, ENTRE IR Y QUEDARSE, DE OCTAVIO PAZ

 







ENTRE IR Y QUEDARSE 




Entre irse y quedarse duda el día,

enamorado de su transparencia.


La tarde circular es ya bahía:

en su quieto vaivén se mece el mundo.


Todo es visible y todo es elusivo,

todo está cerca y todo es intocable.


Los papeles, el libro, el vaso, el lápiz

reposan a la sombra de sus nombres.


Latir del tiempo que en mi sien repite

la misma terca sílaba de sangre.


La luz hace del muro indiferente

un espectral teatro de reflejos.


En el centro de un ojo me descubro;

no me mira, me miro en su mirada.


Se disipa el instante. Sin moverme,

yo me quedo y me voy: soy una pausa.




OCTAVIO PAZ (1914-1998)

poeta mexicano






















DE LAS VIÑETAS DE HUMOR DE HOY LUNES, 4 DE AGOSTO DE 2025

 

































domingo, 3 de agosto de 2025

DE LA AMISTAD COMO SALVAGUARDIA DE CASI TODO. ESPECIAL DE HOY DOMINGO, 3 DE AGOSTO DE 2025

 







Lo que toca hoy es brindar con buen vino por todos esos amigos —sólidos, líquidos, vertebrados, invertebrados, vivísimos, zombis, voluntariosos, despegados, leales, veletas o medio pensionistas— con quienes hicimos o hacemos camino al andar. Esas personas que nos gustan y nos ayudan a creer en algo tan escurridizo como la felicidad, escribe en la revista Ethic [Brindemos por los colegas, 18/07/2025] el director de la misma, Pablo Blázquez. Es una cuestión palpitante la de la amistad, comienza diciendo Blázquez. A ella han recurrido con frecuencia escritores y artistas, y son la tira los filósofos que han querido explicar qué significa esa forma tan especial de camaradería. «La amistad es libre y con compromiso», apunta el pensador Javier Gomá. Pero aunque la cuestión siempre estuvo ahí, latente, parece que en estos días pega más fuerte que nunca el anhelo de comprender qué papel juega en nuestras vidas. En Ethic podríamos crear ya una nueva sección con los estupendos textos que nos han llegado —Garrocho, Del Molino, Freire, Bergareche, Garcés, etc.— en torno a una cuestión que conecta con nuestra identidad e interviene en nuestra felicidad. Nuestras experiencias amistosas sirven, qué duda cabe, para cimentar nuestra arquitectura emocional. Incluso el cantante indie Sr. Chinarro se ha atrevido a lanzar recientemente una versión de los Purple Mountains con una traducción un punto libérrima de All my happiness is gone. «La amistad es oro puro, pero con la edad no perder amigos tiene su dificultad. Ahora voy haciendo extraños donde quiera que vaya», canturrea el de Sevilla rindiendo tributo al poeta y músico David Berman.

Podríamos decir que tiene sentido explorar —y, por supuesto, elogiar— la idea de la amistad en un mundo en el que la incertidumbre muerde y en el que hemos pasado por la licuadora instituciones como el matrimonio o la familia, que en su día fueron sacrosantas. En una sociedad que tiende a esa ambivalencia bipolar de la que ya hemos hablado: estamos más conectados que nunca a través de las tecnologías y se ha creado el absurdo espejismo de que podemos tener cientos de amigos, incluso miles, al otro lado de la pantalla, pero los gobiernos impulsan políticas públicas y crean ministerios para frenar lo que algunos informes catalogan como una epidemia de la soledad. Podríamos sostener que en una época como la nuestra tiene más sentido vital buscar y agarrarse al asidero de la amistad, pero quizá sería ese un ejercicio de narcisismo generacional y probablemente no tenga tanta importancia el momento que nos ha tocado vivir. Me gusta pensar que en cualquier tiempo de la historia, incluso en los estadios más primitivos, habría acontecido lo mismo, lo esencial: los amigos —los de verdad— nos hubieran salvado de nosotros mismos una y otra vez.

Ya en el siglo IV a.C, Aristóteles nos hablaba de tres tipos de amistad: amistad por utilidad (suele ser la más efímera e inconsistente, mirad cómo han acabado Ábalos, Koldo y Cerdán); por placer (qué bien me lo paso contigo; cómo me pirra tu conversación); y por virtud (las amistades verdaderas y plenas, esas que contamos con los dedos de una mano). El filósofo Jorge Freire sostiene que un amigo es el que está cuando toca estar. Entiendo su mirada, y la comparto parcialmente, pero no me conformo. A los buenos amigos me gusta poder asaltarles —y que me asalten, claro— con una razonable asiduidad. Les prefiero incluso inoportunos; que me llamen a la hora de la siesta pero que no dejen de llamar. Ya no somos unos chiquillos y nos comen las responsabilidades, pero no se puede vivir eternamente del pasado: eso sería una especie de hipoteca inversa de la amistad. «La amistad puede persistir incluso sin actividades en común, pero si esto se prolonga demasiado, se desvanecerá», dejó escrito Aristóteles en su Ética a Nicómaco hace dos mil cuatrocientos años. Sin esa constancia vocacional y comprometida, de lo que hablaríamos quizá es de una amistad pretérita o adolescente, de una relación zombi, y no desde luego de una amistad viva, coleante, actual. Permanece eso que fuimos algún día más que lo que realmente somos ahora. A veces, eso cuesta reconocerlo, pero ojo, porque sobre los vestigios de esa amistad pretérita suele anidar algo de incalculable valor. «Cada ruina es un templo», decía María Zambrano. Durante años se forjó un vínculo especial y una memoria compartida que siempre nos acompañarán. Y eso solo nos pasa con un puñado de personas.

«Los amigos de la cárcel son solo amigos en la cárcel», decía el poeta Leopoldo María Panero. Si seguimos el manual de estilo de Bauman, podemos hablar de amistades líquidas, y si tiramos de la jerga de Ortega, de amistades invertebradas. Las envidias y resentimientos acumulados también pueden hacer mella y el archivo popular nos recuerda, con ironía y crudeza, que no siempre es oro todo lo que reluce. «¿Con amigos así, quién quiere enemigos?», sentencia un moderno refrán. Frente a quienes se sienten solos y necesitan más compañía están quienes viven agobiados por tanto plan y sufren de ansiedad y resaca social. «Yo soy yo, y mi circunstancia», ya se sabe. Nunca fue fácil ajustar la oferta y la demanda de afectos, pero ese supuesto éxito social también puede ser el reflejo de un horror vacui —el miedo a una agenda en blanco o a un teléfono al que apenas llegan whatsapps— y de la incapacidad de disfrutar de ese lujo que para algunos, entre los que desde luego me encuentro, puede ser también la soledad. Pero ese ya es, quizá, otro asunto. Y lo que toca hoy es brindar con buen vino por todos esos amigos —sólidos, líquidos, vertebrados, invertebrados, vivísimos, zombis, voluntariosos, despegados, leales, veletas o medio pensionistas— con quienes hicimos o hacemos camino al andar. Esas personas que nos gustan y nos ayudan a creer en algo tan escurridizo como la felicidad. Pablo Blázquez es fundador y director de la revista Ethic.

















sábado, 2 de agosto de 2025

¡ESTAMOS DE CUMPLEAÑOS!... ESPECIAL DE HOY SÁBADO, 2 DE AGOSTO DE 2025

 






Hoy sábado, 2 de agosto de 2025, este blog de ustedes y mío cumple 19 años de vida. Este mismo día de 2008, ¡hace 17 años ya!, HArendt escribía en él lo siguiente: "Segundo aniversario. Hoy cumple dos años esta Bitácora de HArendt... Primero, y con diversos nombres, hasta quedar fijada con el de "Desde el Trópico de Cáncer", en el servidor de Blog.com: "https://ccampos1946.blog.com", donde aún puede visitarse. Desde hace tres meses, con su nuevo y espero que definitivo título de "A tres grados del Trópico de Cáncer hay unas islas...", que al final no prosperó y volvió al que sigue teniendo desde hace 19 años, en el servidor de Blogger.com: "https://harendt.blogspot.com". Dos años que significan 954 artículos publicados, unas 50 mil visualizaciones y una media de 13 mil visitas mensuales. Gracias de todo corazón. Es un enorme placer saber que tengo tal cantidad de amigos a los que me gustaría conocer. Un abrazo sincero a todos. Gracias... HArendt". Eso fue tal día como hoy de hace 19 años. Como podrán observar, ya no es posible encontrar el blog en la dirección electrónica “https://ccampos1946.blog.com”. Ha desaparecido. Como la Atlántida, las Hespérides, los Campos Elíseos, que estaban, dicen algunos, es las islas desde las que ahora mismo les escribo. Desde los 17 años que lleva en la dirección “https://harendt.blogspot.com”, este blog ha publicado 7854 entradas, ha recibido 3168 comentarios por parte de sus lectores, y 1584825 visitas. Pero el día 26 de agosto de 2020, su autor, HArendt, escribía en él una extraña entrada, a modo de despedida, casi a la francesa, con el siguiente tenor literal: “Despedida y adiós... Vicisitudes personales varias, ninguna grave por fortuna, cierto indisimulable cansancio, y un desencanto profundo sobre la marcha de la "res publica", me llevan por respeto a los lectores de este blog y a mí mismo, a su abandono. Gracias y adiós. Ha sido un inmenso placer compartir con ustedes esta página que el pasado día 2 de agosto cumplió catorce años de vida y 6271 entradas. Lo dejo abierto para quienes deseen seguir visitándolo, y si lo desean, podemos seguir en contacto en Facebook o Twitter. O quizá por aquí de nuevo, un día... Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos míos. Y hasta siempre.  HArendt”. Eso duró hasta el 5 de agosto de 2022, casi dos años justos. Al día siguiente, 6 de agosto de 2022, HArendt, cordial congénito, pero con una indisimulada dosis de cabreo, abría de nuevo el blog, sin más explicaciones, y escribía lo siguiente: “Respuesta y pregunta a una persona que se siente ofendida: Hola, buenos días. Retomo el blog para pedir a la persona que lleva días denunciando ante la plataforma Blogger antiguas entradas y viñetas publicadas en el mismo que me diga en que le ofenden las publicaciones concretas denunciadas. El humor no debería ofender a nadie. Y si lo hacen, en su caso, mis publicaciones, le agradecería en extremo que me dijera en qué y por qué. Supongo que no tiene usted intención de responderme; lo entiendo, pero le ruego que si no le gustan mis publicaciones entienda que hay otras personas que sí pueden disfrutarlas. Déjenos en paz, por favor. P.S.: Gracias también a la plataforma Blogger por atender tan rápida y efectivamente mis reclamaciones y restablecer las publicaciones denunciadas en su integridad. Quizá sea momento de volver. Veremos...HArendt”. Y volvió... Al día siguiente. Y aquí seguimos a día de hoy. Espero que el 2 de agosto de 2026 podamos celebrar, juntos, ustedes y yo, en paz y armonía, los 20 años de Desde el trópico de Cáncer. Me haría muy muy feliz. Sean felices ustedes también, queridos amigos y lectores de Desde el trópico de Cáncer. Siempre. O al menos, inténtenlo. HArendt
















DE LAS ENTRADAS DEL BLOG DE HOY SÁBADO, 2 DE AGOSTO DE 2025

 




Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz sábado, 2 de agosto de 2025. Mi vida entera ha consistido en el choque con la brutalidad y en la huida de ella: en presenciarla o sufrirla, en detectar sus síntomas, en rebelarme contra ella, casi siempre en vano, comenta en la primera de las entradas del blog de hoy el escritor Antonio Muñoz Molina. En la segunda, un archivo del blog de tal día como hoy de 2019, el escritor Félix de Azúa decía lo siguiente: En las piscinas de los grandes hoteles se junta una muestra exacta del género humano en versión democrática; hacía un siglo que no pisaba una piscina populosa, comienza diciendo; este año pude hacerlo y me ha quedado un cálido sentimiento de ternura. El poema del día, en la tercera, se titula Me basta así, es del poeta Ángel González, y comienza con estos versos: Si yo fuese Dios/y tuviese el secreto,/haría/un ser exacto a ti. Y la cuarta y última, como siempre, son las viñetas de humor, pero ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν" (toca marchar); volveremos a vernos mañana si las Euménides y la diosa Fortuna lo permiten. Sean  felices, por favor. Tamaragua, amigos míos. HArendt













DE LA BRUTALIDAD COMO HÁBITO DE CONDUCTA

 







Mi vida entera ha consistido en el choque con la brutalidad y en la huida de ella: en presenciarla o sufrirla, en detectar sus síntomas, en rebelarme contra ella, casi siempre en vano, comenta en El País [Sálvese quien pueda, 26/07/2025] el escritor Antonio Muñoz Molina. En los largos insomnios, ideas o imágenes inusitadas surgen como relámpagos en la oscuridad,comienza diciendo. En una sola noche sin dormir puede surgir entero un cuento o un poema. He llegado a pensar algunas veces que una novela aparece en la imaginación y se sostiene gracias a unos cuantos insomnios espaciados, que van alumbrando el camino que queda por delante. Esta madrugada, al cabo de muchas horas sin dormir, cuando ya está amaneciendo, he hecho uno de esos descubrimientos que le permiten a uno vislumbrar no ya detalles imaginarios que tienen toda la consistencia de lo concreto y lo verdadero, sino las líneas esenciales de una historia, la pura forma sumergida que la sostiene entera, o que convierte en ley de la naturaleza toda la proliferación de las observaciones singulares.

Pero en este caso el insomnio no está originado por una fiebre creativa, sino por una causa mucho más vulgar, de una contundencia irrefutable. No he dormido en toda la noche porque en la casa de al lado, con todas las puertas y las ventanas abiertas a lo que debería ser el regalo del aire de la madrugada, un grupo nutrido de gente joven y no tan joven está celebrando una fiesta en la que las carcajadas y los gritos de euforia alcohólica quedan sumergidos bajo un estruendo como de perforadoras de túneles cuyos golpes rítmicos contra la roca viva estuvieran amplificados por un equipo de sonido que bastaría para volver colectivamente sordos a los asistentes a un estadio. Hay gente que lo llama música. Pero no estoy en Madrid, en el vecindario del Santiago Bernabéu, escuchando el berrido oceánico de los seguidores de una de esas estrellas globales tan genéricas como la pizza o la Coca-Cola. Estoy en un pueblo interior, en una comarca que tiene algo de Edén regado por ríos de caudal jubiloso y protegido por un horizonte de montañas, uno de esos lugares que le permiten a uno sentirse fuera del mundo y a la vez habitar un mundo recogido y completo, como un arca de Noé en la que estuviera representada la variedad de las especies animales y vegetales y además de los paisajes: la vega fértil, las laderas de secano por las que trepan olivos y almendros austeros sobre la tierra roja, los montes de pinares, con cimas peladas en las que se encuentran ruinas de fortificaciones prehistóricas y de campamentos maquis de la posguerra, investigados con rigor y respeto por los arqueólogos.

Los dones de la mirada no son más ricos que los del oído. En el silencio del amanecer empieza a escucharse ese chirrido peculiar de las golondrinas, en sus idas y venidas urgentes entre el vértigo del cielo y los nidos de barro bajo los aleros. El sonido del caudal de los ríos viene acompañado por el de las copas de los fresnos, los chopos, los abedules, los cañaverales de las orillas. Por las noches es frecuente oír voces cercanas de personas a las que no se ve, pues hablan en un balcón, o en una calle de al lado, como cuando desde la cama, en las noches antiguas de verano, oíamos por la ventana abierta las voces de gente que pasaba. Sobre las hojas y las flores enormes de las calabazas vibra el zumbido laboral de las abejas. Pájaros cuyos nombres casi nunca llego a saber cantan en las copas de los manzanos, sobre las que vuela a primera hora de la mañana un cuervo majestuoso de voz ronca y alas de un negro de antracita con reflejos azules.

Todo ha desaparecido en esta noche de insomnio. Y entonces veo de golpe el patrón que ha regido una gran parte de mi vida, desde que tengo memoria, como cuando Darwin vio ante sí el diseño espléndido de la selección natural después de muchos años de observaciones meticulosas sobre los gusanos, los berberechos, los picos de los pinzones, las palomas mensajeras, las tortugas gigantes del Pacífico. Mi vida entera hasta el día de hoy ha consistido en el choque con la brutalidad y en la huida de ella: en presenciarla o sufrirla, en detectar sus síntomas, en rebelarme contra ella, casi siempre en vano, en constatar su predominio en la vida española, en encontrar su rastro en la historia del pasado y su perduración no mitigada sino exagerada en el presente; y también en examinarme a mí mismo para averiguar en qué medida puedo haberme contagiado de ella. No en vano me crié en un tiempo en el que curas, padres y maestros podían volverle la cara a un niño inerme de una bofetada, y en el que una reputada diversión infantil eran las charlotadas del bombero torero y los siete enanitos.

En los juegos de la calle y en los patios de la escuela asistí a la brutalidad de los grandullones y los crueles, en la universidad la de los policías de porras negras y uniformes grises, en el servicio militar la de los mandos y los veteranos serviles, en los años de Granada la de los guerrilleros fascistas que quemaban kioscos y asaltaban bares. He presenciado y sufrido la brutalidad clásica española ejercida por los matones reaccionarios, y por la simple burricie humana, pero también la otra brutalidad que consintió y muchas veces alentó y alienta la izquierda: la brutalidad de los represores y tristemente la de los antirrepresores, que en algún momento, allá por los ochenta, decidieron que la mala educación y la bronca, la imposición intolerante de la juerga, eran progresistas, y hasta tenían un alto interés cultural.

Uno busca un refugio y casi siempre alguna forma de brutalidad lo expulsa de él. En 1993, cuando mi mujer y yo reformamos nuestra primera casa juntos, descubrimos, nuestra primera noche en ella, que aquel recóndito paraíso no iba a ser posible. En los bajos del edificio había una especie de discoteca gay con la música tan fuerte que hacía temblar el suelo y las patas de la cama varios pisos más arriba. Fui a quejarme educadamente al dueño y aparte de encogerse de hombros deslizó contra mí una sospecha de homofobia. De la siguiente casa, un piso alto con una pequeña terraza en la que cabía todo el horizonte de Madrid, nos expulsó de nuevo el descontrol acústico de los bares, además de la esclarecida costumbre del botellón. Cada fin de semana, después de una noche sin dormir, amanecíamos al hedor de los vómitos y los orines en la acera. Había quien defecaba entre los coches aparcados, y quien prefería hacerlo, comprensiblemente, en la intimidad de nuestro portal. Por esa época, alguna autoridad pusilánime quiso poner algún límite a las horas de cierre de los bares. Hubo un manifiesto airado de intelectuales protestando contra aquel atentado a la libertad. Gente que vivía en urbanizaciones para ricos nos desdeñaba como reaccionarios a los que teníamos la desdicha de vivir dentro de la ciudad. Recuerdo a una dirigente célebre y radical que dictaminó: “Tampoco le pasa nada a la gente por no dormir alguna noche”. Quizás podía haber tomado la precaución de consultar a una de esas personas que madrugaban para trabajar, y que debían de ser sus votantes naturales; y haber pensado con algo de sensibilidad en los viejos, los niños pequeños, los enfermos, las personas cuyos derechos y cuya salud quedan abolidos por la bronca nocturna.

Me ofende la brutalidad de los conductores que dedican insultos atroces en un semáforo, y la de los moteros que atruenan un barrio entero con sus acelerones de obsceno exhibicionismo masculino, y la de los viajeros del metro que mantienen una conversación a todo volumen en el móvil sin la molestia de ponerse unos auriculares. Me llena de tristeza que la mala educación sea considerada en España un signo de autenticidad. En un sendero del campo, una especie de Mad Max montado en un artefacto con cuatro ruedas enormes siembra el pánico entre las criaturas que lo habitan, y a mí me sume en una desolación de derrotado. En el pueblo faltan varias semanas para que empiecen las fiestas, con sus vaquillas despavoridas entre la gente y sus comas etílicos juveniles, pero en la casa del otro lado del callejón los bárbaros llevan toda la noche entrenando. En España un ciudadano está tan inerme frente a la brutalidad como a la corrupción. Antonio Muñoz Molina es escritor y miembro de la Real Academia Española.



















[ARCHIVO DEL BLOG] LA ESPECIE. PUBLICADO EL 02/08/2019











En las piscinas de los grandes hoteles se junta una muestra exacta del género humano en versión democrática, comenta el escritor Félix de Azúa en un artículo de hoy en El País [La especie, 02/08/2019]. Hacía un siglo que no pisaba una piscina populosa, comienza diciendo. Este año pude hacerlo y me ha quedado un cálido sentimiento de ternura. En las piscinas de los grandes hoteles se junta una muestra exacta del género humano en versión democrática. Casi desnudos, sin máquinas que los distingan, los teléfonos son todos iguales y los clientes del hotel, también.
El espectro es antropológico. Van primero los niños chiquitos, sin movilidad, frágiles, agarrados a sus madres y con los ojos muy abiertos. Vienen luego los niños propiamente dichos, lo mejor de la especie, los cachorros prístinos, perfectos, vivísimos. Son originales, imprevisibles y escandalosos. No lo hacen adrede, pero molestan todo cuanto pueden. Sus padres sueltan incoherencias como: “¡Ven aquí, que te voy a dar un azote!”, y los niños van, aunque sea haciendo mohines. ¡Como lluvia de estío!
Lo que sigue son los adolescentes, arrogantes, tímidos, incompletos, soberbios, aplastados por su inseguridad y por la obligación que les ha caído de golpe: seducir. Lo intentan, aterrados por el fracaso, pero cuando sosiegan son la belleza misma. Sus padres, que se los miran con temor y orgullo, soportan ahora la carga más desgraciada, tienen que dar de comer, vestir, cobijar y contentar a toda la familia. Tarea ímproba y sin reconocimiento. Todos son iguales, aunque ciertos caracteres secundarios distingan a un ruso (un tercio de carne más) de un italiano (fino, moreno, peludo), son diferencias triviales. Y luego ya, en el último tramo, los abuelos, tipos sin futuro, sin agobios, sin angustias, a quienes todos ignoran menos los niños, y eso les basta.
Hay que reconocerlo. La especie humana es admirable y magnífica solo cuando está en pelotas. Gocen de la piscina y hasta septiembre. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Hoy, 2 de agosto, cumple este blog trece años de vida. Gracias de todo corazón por compartir esta aventura conmigo. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt


















EL POEMA DE CADA DÍA. HOY, ME BASTA ASI, DE ÁNGEL GONZÁLEZ

 






ME BASTA ASÍ



Si yo fuese Dios

y tuviese el secreto,

haría

un ser exacto a ti;

lo probaría

(a la manera de los panaderos

cuando prueban el pan, es decir:

con la boca),

y si ese sabor fuese

igual al tuyo, o sea

tu mismo olor, y tu manera

de sonreír,

y de guardar silencio,

y de estrechar mi mano estrictamente,

y de besarnos sin hacernos daño

-de esto sí estoy seguro: pongo

tanta atención cuando te beso-;

entonces,




si yo fuese Dios,

podría repetirte y repetirte,

siempre la misma y siempre diferente,

sin cansarme jamás del juego idéntico,

sin desdeñar tampoco la que fuiste

por la que ibas a ser dentro de nada;

ya no sé si me explico, pero quiero

aclarar si yo fuese

Dios, haría

lo posible por ser Ángel González

para quererte tal como te quiero,

para aguardar con calma

a que te crees tú misma cada día,

a que sorprendas todas las mañanas

la luz recién nacida con tu propia

luz, y corras

la cortina impalpable que separa

el sueño de la vida,

resucitándome con tu palabra,

Lázaro alegre,

yo, mojado todavía

de sombras y pereza,

sorprendido y absorto

en la contemplación de todo aquello

que, en unión de mí mismo,

recuperas y salvas, mueves, dejas

abandonado cuando -luego- callas…

(Escucho tu silencio.

Oigo

constelaciones: existes.

Creo en ti.

Eres.

Me basta.)




ÁNGEL GONZALEZ (1925-2008)

poeta español