sábado, 6 de diciembre de 2025

DE LA TEORÍA DE LA TIERRA HUECA

 







Si uno pudiera golpear con su puño la Tierra, ésta sonaría hueca, como cuando damos en una falsa pared, escribe el filósofo Óscar Díaz en Revista de Libros (08/11/2025) reseñando el libro Las lunas antes del aterrizaje, de Clemens J. Setz, editado por H&O (Barcelona, 2025). El planeta no es una entidad completamente sólida, comienza diciendo, sino que posee un interior vaciado que podría estar habitado o contener estructuras desconocidas. Al menos, esto es lo que defienden los seguidores de la teoría de la Tierra hueca o tierrahuequistas, cuya hipótesis geofísica pretende engarzarse con un supuesto saber oculto que habría ido transmitiéndose desde las culturas más lejanas, sabedoras de la existencia de estos mundos intraterrenos: los griegos contaban con el Hades, los pueblos nórdicos hablaban de Svartálfaheim, pero también tenemos la conocida Agartha, los Patala hinduistas, la Comedia de Dante o, por qué no, la reciente serie de Disney+, Paradise. En el Fedón, Platón escribió que «viviendo en alguna concavidad de la tierra creemos vivir encima de ésta, y llamamos cielo al aire, como si éste fuera el cielo y los astros se movieran en él» (109d). He aquí el humus que nutre estas ideas, a partir de lo que cabría denominar, usando un sintagma de Harold Bloom, una mala lectura creativa (a creative misreading).

Esta teoría atraviesa la vida de Peter Bender, nacido en Alemania en 1893, a quien seguimos en su proselitismo por las páginas de Las lunas antes del aterrizaje, última novela de Clemens J. Setz, merecedora del Premio del Libro Austriaco 2023, y segundo de sus libros en ser vertido al español tras Las abejas y lo invisible, también publicado por H&O, y que cosechó fantásticas críticas hasta colarse en las listas de las mejores obras del 2023. Pero ¿quién fue Peter Bender? Un predicador, un ideólogo político, un piloto, un exteniente de la Primera Guerra Mundial, un místico fervoroso, un escritor, un protofeminista. Tal vez. Aunque, sobre todo, un miembro de esa constelación de personajes que poblaron el turbulento imaginario esotérico del siglo XX; su figura, tan desconocida en España, encarnó como pocas la colisión entre pseudociencia, fe visionaria y las fuerzas oscuras del totalitarismo. Después de servir en la guerra, profundamente marcado y espiritualmente quebrado, igual que tantos otros, se desencantó de la razón ilustrada y el orden establecido, buscando sentido en los márgenes: ocultismo, ciencias alternativas, saberes arcanos.

Así, abrazó una versión extrema de la teoría de la Tierra hueca, que tuvo resonancias a lo largo del período de entreguerras. A su juicio, no vivimos sobre la Tierra, sino en sus entrañas; esto es, en el interior de una esfera gigantesca, con el cielo y los astros al centro. Los primeros círculos del nacionalsocialismo se hicieron eco de ella, amigos como eran de abrazar a raudales teorías alternativas y doctrinas esotéricas. Recuérdese el surgimiento de la ariosofía, que veía en los egipcios las huellas de los últimos atlantes arios; asimismo, Hitler creyó posible dar con la ya mencionada Agartha, y eso respaldó sus incursiones en el Tíbet, hasta el punto de que encontramos monjes tibetanos en la defensa de Berlín en 1945. Por paradójico que resulte, Bender, cuya esposa era judía, fue arrestado por la Gestapo y terminó sus días en el campo de concentración de Buchenwald. El hombre que postulaba que habitamos dentro de la Tierra terminó sepultado por las fuerzas reales del fanatismo que tan a menudo cortejan estas fantasías.

En su esfuerzo por acercarnos al personaje, Clemens J. Setz ha logrado una biografía literaria o una novela biográfica ejemplar, capaz de analizar el gen conspiranoico que ha llegado a nuestros días sirviéndose del hombre Peter Bender, y esto lo emparenta generacionalmente con novelas como Los escorpiones de Sara Barquinero. Este logro viene acompañado de un estilo personalísimo y una genuina originalidad lingüística. El trabajo de Setz siempre combina lo clínico y lo lírico: puede describir con precisión quirúrgica una sensación corporal, una anomalía del comportamiento o una escena violenta, y en el párrafo siguiente lanzarse a una reflexión casi filosófica o a una digresión de internet culture. Hay algo ensayístico en su narrativa, pero siempre al servicio de lo literario. Su prosa está cargada de referencias cruzadas, listas, fragmentos documentales, recortes a veces ficticios a veces reales, y citas y palabras inventadas. Así, en esta novela transita de una prosa seca ―incluso áspera― a una maravillosa y preciosísima vena naif: Un día, a la hora de comer, la madre le habla de san Jerónimo en su celda, seguramente porque se le han ido acabando las historias y los cuentos de hadas. El chico sabe lo que son las celdas. Las ha visto en los panales, parecidas a las valvas de una cáscara de nuez. Pero ¿cómo se encogió san Jerónimo hasta caber dentro de una colmena o de una nuez? Peter sale corriendo de casa porque no le caben dentro más preguntas […].

O en este otro pasaje: Llega a casa un imán con forma de cerradura. Se pasea con él y en todas partes encuentra contacto mágico. Pero comete un error: se lo lleva al campo y lo acerca a las flores, a la tierra, a los troncos de los árboles… y todo es inmune, ¡todas las cosas! No se inclinan ni sienten sombra alguna de atracción. Qué quieto, qué falto de inteligencia y qué absurdo todo. ¡Qué engaño! Sólo funciona en casa, ¡no tiene nada que ver con el universo!

Las lunas antes del aterrizaje supone una labor de investigación encomiable (Setz buceó durante años en los archivos y, de hecho, algunas cartas, poemas o fotografías originales se encuentran en estas páginas) y demuestra una vez más la maestría narrativa de su autor al colocar en la platina del microscopio a un hombre que cabalgaba contradicciones, embebido por el Cantar de los Nibelungos, cabecilla de una teoría de la conspiración y víctima de otra, que tuvo sus pinitos en el movimiento separatista de Renania, propulsor de un nuevo concepto de relación sexoafectiva poliamorosa al que llamó «la cuadratura de los sexos», obsesionado por la huella vista por Robinson Crusoe en la playa, orador genial, narcisista, personaje de picaresca, emparentado a su entender con el Führer y con el diablo (Bender, Hitler, Luther), que veía lunas aterrizando en el planeta desde tiempos inmemoriales.

Cuando los nazis segaron la vida de Bender, aún soñaba con romper la cáscara del huevo y salir al exterior, como aquel cuento infantil en el que unas ranas viven dentro de un pozo ―ese era su mundo―, pero una de ellas logra escapar y dar una vuelta por los alrededores de la granja donde se halla. Luego, regresa y se lo explica a sus compañeras: «el mundo es más grande de lo que pensáis, no se limita a este agujero, sino que se extiende por los terrenos del granjero». Sí, el mundo es mucho más grande, pero no tanto como quieren las teorías de la conspiración. Herr Setz, con su hacer fragmentario, polifónico y profundamente obsesivo, consigue una novela que piensa por su cuenta, no una novela moralista, mostrando las costuras de aquellos que pretenden salirse de la realidad como el hombre que en el grabado Flammarion intenta sacar su cabeza fuera de la bóveda celeste.

















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