miércoles, 21 de mayo de 2025

DE LA VIDA COMO TEATRO

 






La idea de que la vida es un teatro se remonta a la antigüedad, escribe en Nueva Revista José Manuel Grau Navarro, doctor en Periodismo y licenciado en Ciencias Físicas, reseñando el libro de Richard Sennett “El intérprete” (Anagrama, 2024). Cuando el poeta romano Juvenal declaró que «toda Grecia es un escenario y todos los griegos son actores». Pero «el pensamiento en cuestión oculta más de lo que revela», porque «las marcas, la iluminación y el vestuario son recursos no verbales que se utilizan en todo tipo de representaciones, al igual que la cadencia de las palabras y los sonidos, y el movimiento expresivo de brazos y pies». Todo eso contribuye a la performance, y la performance constituye un «arte impuro», según Sennett, sociólogo y profesor emérito de la London School of Economics y de la Universidad de Nueva York. Es creador de Theatrum Mundi, una fundación que investiga sobre cultura urbana. Ha recibido numerosos premios y honores. Es autor de El declive del hombre público, entre otras obras.

La palabra performance, según recoge el diccionario académico, es la «actividad artística que tiene como principio básico la improvisación y el contacto directo con el espectador». Junto a ese significado concreto, es cada vez más frecuente el uso de la voz performance con el más general de «función que se representa ante un público», a veces con un sentido figurado como en «La era de la política performance», para significar «La era de la política  ‘espectáculo’, ‘representación’ o ‘actuación’».

Richard Sennett explora en El intérprete (Anagrama, 2024) el impulso humano hacia la interpretación, hacia el acto performativo. Porque se interpreta sobre el escenario en los teatros, pero interpretamos todos en nuestra vida diaria y, por descontado, los dirigentes políticos. Todos interpretamos algún papel. El mundo es un escenario.

Cuando a alguien se le reprocha que tiene cara de Jano, se quiere decir «que no es honrado; que la cara que presenta al mundo no es la de la persona que es en realidad». Pero los romanos no pensaban que Jano fuera un hipócrita, nos recuerda Richard Sennett en El intérprete (Anagrama, 2025). Jano era «el dios de las transiciones, de los pasajes, de las posibilidades. El primer día de enero lleva su nombre porque en él se cruza un umbral temporal. Antiguamente se colocaban placas con el rostro de Jano sobre los dinteles de puertas y portales a fin de marcar el paso de la calle al interior de la casa». Como dios de las transiciones y transformaciones, «inauguraba el viaje en el tiempo y el espacio, pero dejaba abierto el destino».

El arte escénico realizado con el buen espíritu de Jano (dios de las transiciones y transformaciones) «se centra en el proceso más que en un producto acabado y fijo». Con el tiempo, «las actuaciones mutan porque no existe una interpretación fija; el buen artista está siempre buscando formas de renovar una obra, de hacerla avanzar, de hacerla de manera diferente. Del mismo modo, un espectáculo abierto pide a los espectadores que participen en el progreso de la expresión en lugar de contemplar pasivamente el viaje de los intérpretes. Deberían participar como críticos, como jueces. Si el arte janusiano es abierto, no carece de forma. A medida que acumula experiencia, el artista aprende los puntos concretos en los que la expresión puede cambiarse y cómo».

Sennett no piensa que «practicar un arte abiertamente, bajo el signo de Jano, vaya a disolver el poder de las actuaciones manipuladoras y malignas», porque «la expresión maligna es demasiado convincente en lo emocional». Otro de sus principios es que «el pasado critica el presente».

Sennet resume de este modo su ensayo: «El “Libro 1” analiza los poderes inquietantes, ambiguos, peligrosos de la expresión escénica. El “Libro 2” examina dónde tienen lugar las representaciones y, más concretamente, la separación gradual de los escenarios de las calles. El “Libro 3” se centra en cómo, en un momento crucial de la historia, el artista da un paso adelante como persona singular. El “Libro 4” fija la mirada en el espectador, que hoy en día desempeña un papel eclipsado. El “Libro 5” explora cómo podría atenuarse de alguna manera la tristeza mediante formas más dignas de actuación. El “Libro 6” imagina cómo la interpretación podría elevar tanto la política como la vida cotidiana».

Como violonchelista, aunque por una lesión en la mano tuvo que dedicarse a la sociología, Sennett sabe por experiencia propia que «el gran peligro es reducir el arte escénico a una simple manifestación, una representación de la sociedad. Los problemas éticos de la interpretación son más profundos, están dentro del arte». Leer una historia no es en absoluto lo mismo que verla representada en un escenario, ni verla en forma de película. «Aun así, la conexión ética es más fuerte que el medio: las tres pueden tanto dañar como inspirar».

Ville y cité «son términos franceses que designan dos aspectos de la vida urbana. La ville es el lugar físico en el mapa, sus edificios y espacios; la cité designa los comportamientos y creencias de las gentes que habitan el entorno físico. Ambos aspectos no encajan perfectamente». Aplicado al arte escénico, «el escenario es un edificio físico, y la calle, una alineación física de espacios en torno. La ville material de la representación consiste también en atuendos, máscaras y maquillajes, decorados pintados, la iluminación de los teatros, la tecnología de los estudios de grabación». La cité del arte, por el contrario, «consiste en los significados de un texto, los esfuerzos del artista para interpretarlo y las necesidades, deseos y valores que el público aporta a la representación. Una vez más existe tensión entre la ville del arte y su cité, entre su materialidad y sus significados. Y tal tensión conforma la experiencia de una representación, al crear su originalidad y su complejidad».

En una entrevista con ocasión de la publicación de su libro en español, Sennett afirma de Donald Trump que es «un gran performer, que consigue transmitir la sensación de que todo lo que dice es nuevo, algo que se le acaba de ocurrir». Trump tiene un poder expresivo que «seduce a la gente, pero que no está al servicio del arte. Por eso digo que se trata únicamente de herramientas que se usan para revelar algo más profundo». Los poderes expresivos que Sennett analiza «son sencillamente herramientas. No son la causa de comportamientos autoritarios. Esa causa hay que buscarla en razones económicas o sociales. En el caso de Putin, por ejemplo, su éxito deriva del fracaso del neoliberalismo. Su autoritarismo no responde a su teatralidad». Para que triunfen los argumentos sobre las emociones, Sennett aconseja cambiar «el marco en que pensamos para expresarnos. No puede ser un marco de expresión dominado por las pasiones de las personas. Debe ser otro tipo de teatro. El teatro de nuestro comportamiento en la calle, cada día, con extraños. Por eso me interesa tanto todo lo que tiene que ver con la cortesía, con el civismo». Por el contrario, «la mayoría del teatro político se centra en la eliminación del rival. La representación, la performance, busca el rechazo de aquellos que son diferentes a nosotros, de cualquier tipo de solidaridad. Es el modo en que se hace desaparecer la realidad. Todo se reduce a nosotros mismos y a nuestros sentimientos». La respuesta a una experiencia como esa, que tiene más de social que de ideológica, «consiste en acudir a lugares y espacios donde no seas tanto un espectador como un individuo presente, en contacto con otros que son distintos a ti».

En otra entrevista,  que se puede consultar aquí, Sennett subraya: «Lo que motiva a ambos [Elon Musk y Donald Trump] es, lamentablemente, el poder y el dinero, no la ideología. De lo contrario, esto habría tomado un camino diferente. De Trump se dice que es transaccional. Un lenguaje en código para decir que si algo no le está dando poder, lo dejará de inmediato. Así que lo que está sucediendo este mes es que están viendo cuánto poder pueden conseguir. Si hay resistencia, se detendrán. Pero él no es un ideólogo en el sentido de que, incluso si está fracasando, continuará». 

El libro de Sennett, con ocasión de su publicación original en inglés bajo el título de The Performer, en 2024, fue sintetizado así por su editorial, la Yale University Press:  «En The Performer, Richard Sennett explora las relaciones entre la interpretación artística (en particular, la música), la política y la experiencia cotidiana. Se centra en las dimensiones corporales y físicas de la interpretación, más que en las palabras. Sennett está particularmente atento a cómo los rituales de la vida cotidiana se convierten en performances. El libro se basa en la historia y la sociología, y, de forma más personal, en los inicios de la carrera del autor como violonchelista profesional, así como en su trabajo posterior como urbanista y pensador social. Traza la evolución de los espacios escénicos en la ciudad; el surgimiento de actores, músicos y bailarines como artistas independientes; la desigualdad entre intérprete y espectador; las incómodas relaciones entre la creación artística y los rituales sociales y religiosos; y los usos y abusos de la actuación por parte de los políticos. El arte escénico, con sus dos caras, es a la vez destructivo y civilizador».

En The Times Higher Education, Sennett afirmaba: «No me interesan mucho las identidades de los artistas, ya sean negros, homosexuales… Si eres un músico negro, luchas por lo mismo que cualquier otro músico, no por cómo ser negro, sino por cómo actuar bien. Me interesa la parte artística de la actuación». The Performer también hace la sugerencia aleccionadora de que el «remedio liberal e ilustrado estándar para cambiar las actitudes de las personas», es decir, «más información y más educación», puede no ser suficiente.

La lectura de El intérprete no siempre es fácil, como se desprende de la opinión de los lectores: «The Performer es un texto académico, pero el estilo cálido, con divagaciones e incluso relajado de Sennett podría hacer que el lector olvide este hecho, para su propio beneficio. […]. Si bien el estilo narrativo de Sennett hace que sus ideas sean más fáciles de procesar, también tiende a sonar monótono. […]. Hay poca variación en el tono o el ritmo, y no me habría importado que hubiera pasajes más densos o más teóricos, aunque solo fuera por variedad. Aun así, como música y actriz ocasional, considero que The Performer es una lectura que vale la pena y me encantaría recomendárselo a mis colegas con más talento». La cita la tomamos de una lectora llamada Jo y se puede consultar en Goodreads. Emma Smith realiza una crítica parecida en The Times Literary Supplement. José Manuel Grau Navarro es Director de Nueva Revista, doctor en Periodismo (Universidad de Navarra) y licenciado en Ciencias Físicas (Universidad Complutense de Madrid). Ha sido corresponsal de ABC y director de Comunicación del Ministerio de Educación. Creador de Lotrives.



















[ARCHIVO DEL BLOG] ESPAÑA Y EUROPA, A LA DERIVA. PUBLICADO EL 10/08/2013











Dos artículos de muy similar calado, el primero de un historiador y el segundo de un economista, centrados en un mismo asunto: la crisis española y europea, desde la perspectiva política y desde la económica y financiera. Los traigo hasta el blog para que ustedes puedan sacar sus propias conclusiones. 
De economía no entiendo absolutamente nada, a pesar de haber estudiado un curso de Economía Moderna en la Universidad de Nueva York, y con el "Samuelson", en la UNED. De historia, evidentemente, un poco más; lo mismo que de teoría política. Pero mis opiniones al respecto son irrelevantes. Si acaso, insistir en mi rechazo al sistema electoral español, a mi juicio, causa principal de la mayor parte de nuestros problemas de representación política, que ya he explicitado "ad náuseam" en el blog y que no es cuestión de repetir, pero que pueden resumirse en: 1. Abandono del sistema proporcional por otro mayoritario simple, de distritos electorales uninominales en todos los ámbitos de representación (local, autonómico y nacional); 2. Ley de Partidos con primarias abiertas y obligatorias en todos los niveles internos de funcionamiento, Congresos bianuales obligatorios a fecha fija, y absoluta transparencia económica y financiera controlada por órganos externos a las propias organizaciones partidistas.
El primero de los artículos citados, "Política, democracia y la marca España", del historiador y catedrático de la Universidad de Zaragoza, Julián Casanova, publicado en El País del pasado día 7, plantea dos premisas: que el presidente del gobierno no va a dimitir, pase lo que pase, porque no se siente culpable de nada, y segundo que las Cortes Generales no cumplen su función si los proyectos se imponen, sin lugar a debate, por la mera fuerza de la mecánica electoral.
Desde que apareció en Inglaterra John Locke mediado el siglo XVII, dice, y ya hace años de eso, en algunos países de Europa comenzó a gestarse la idea de que el soberano ya no era portador del poder absoluto de base teológica y que frente al mismo se contraponía la voluntad política del pueblo, convertida en principio casi universal, conquistado de forma gradual a través de revoluciones, conflictos y guerras. Esa voluntad quedó consagrada a partir de 1945, tras la derrota de los fascismos, cuando para proteger al individuo de las arbitrariedades del poder se fijaron claramente los límites y las funciones del mismo, algo, por lo que parece, en España todavía no nos hemos enterado, añade. Nos estamos alejando, dice, de forma acelerada de la democratización de la sociedad en un proceso de consolidación de estructuras antidemocráticas del poder. No solo estamos ante una crisis económica profunda de largo alcance, continúa, sino que está en juego la propia conservación y desarrollo de la democracia. Sin alternativas políticas ante ese deterioro, concluye, vendrán tiempos peores y España y la democracia caminarán en direcciones opuestas.
El segundo de los artículos citados lleva por título "España: Emergencia nacional y crisis de deuda", está escrito por el economista Ignacio Muro, miembro del grupo "Economistas frente a la crisis, y aparece publicado en El País de hoy. 
El actual diseño de la UE, dice en él, es fuente de asimetrías y el capitalismo financiero se encuentra absolutamente cómodo con los ajustes. Cuando se califica la situación actual como de emergencia nacional, añade, no solo se debe entender en el sentido de desastrosa o fuera de control, sino también como símbolo de que esta crisis está evolucionando de tal forma que vuelve a situar los intereses nacionales y la voluntad nacional como principio activo de la política. Empieza a ser innegable que, por encima de las políticas de ajuste, la carga de la deuda externa público-privada es, en los países del Sur, la pieza que hoy bloquea el arranque de la economía productiva y que su única solución (quita mas reestructuración de vencimientos) choca con los (des)equilibrios de poder y la ruptura de consensos en una Europa polarizada entre deudores y acreedores.
La conclusión a la que llega es que una salida basada en la culpabilización de los países del sur no hará sino ahondar en más desequilibrios. Con lo cual, termina, quedaría demostrado que el actual diseño de la UE no sólo la incapacita para enfrentarse a crisis asimétricas, sino que, en sí misma, empieza a ser fuente de asimetrías, desigualdad fiscal y divergencias competitivas. Justo lo contrario que lo que aspiraba a ser. Sean felices por favor. Y como decía Sócrates, "Ιωμεν". Tamaragua, amigos. HArendt

















EL POEMA DE CADA DÍA. HOY, A LO LARGO DEL MURO, DE MÁRIO CESARINY

 







A LO LARGO DEL MURO



A lo largo del muro que habitamos


Hay palabras de vida, hay palabras de muerte

Hay palabras inmensas que nos esperan

Y otras, frágiles, que han dejado de esperar

Hay palabras iluminadas como barcos

Y hay palabras, hombres, palabras que guardan

Su secreto y su posición


Entre nosotros y las palabras, en silencio,

las manos y los muros de Elsenor


Y hay palabras y palabras nocturnas, gemidos

Palabras que suben ilegibles a nuestras bocas

Palabras de diamante, palabras jamás escritas

Palabras imposibles de escribir

Porque no tenemos cuerdas de violín

Ni toda la sangre del mundo, ni todo el abrazo del aire

Y los brazos de los amantes escriben muy fuerte

Mucho más allá del azul donde mueren, oxidados

Palabras maternales, solo sombra, solo sollozos

Solo espasmos, solo amor, solo soledad deshecha


Entre nosotros y las palabras, amurallado

Y entre nosotros y las palabras, nuestro deber de hablar.




***




AO LONGO DA MURALHA 



Ao longo da muralha que habitamos


Há palavras de vida há palavras de morte

Há palavras imensas,que esperam por nós

E outras frágeis,que deixaram de esperar

Há palavras acesas como barcos

E há palavras homens,palavras que guardam

O seu segredo e a sua posição


Entre nós e as palavras,surdamente,

As mãos e as paredes de Elsenor


E há palavras e nocturnas palavras gemidos

Palavras que nos sobem ilegíveis À boca

Palavras diamantes palavras nunca escritas

Palavras impossíveis de escrever

Por não termos connosco cordas de violinos

Nem todo o sangue do mundo nem todo o amplexo do ar

E os braços dos amantes escrevem muito alto

Muito além da azul onde oxidados morrem

Palavras maternais só sombra só soluço

Só espasmos só amor só solidão desfeita


Entre nós e as palavras, os emparedados

E entre nós e as palavras, o nosso dever falar.




***




MÁRIO CESARINY (1923-2006)

poeta portugués























DE LAS VIÑETAS DEL BLOG DE HOY MIÉRCOLES, 21 DE MAYO DE 2025

 

































martes, 20 de mayo de 2025

DE LAS ENTRADAS DEL BLOG DE HOY MARTES, 20 DE MAYO DE 2025

 





Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz martes, 20 de mayo de 2025. Los seres humanos tenemos dos grandes herramientas intelectuales: el pensamiento crítico y la bondad, máxima creación de la inteligencia, pero creo que necesitamos una vacuna que nos proteja contra la insensatez, escribe en la primera de las entradas del blog hoy el filósofo José Antonio Marina. En la segunda, en un archivo del blog de mayo de 2018, el escritor Fernando Aramburu decía: Los escritores, consagrados o no, harían bien en asistir de vez en cuando a los clubes de lectura, no como de costumbre a perorar de lo suyo, sino a escuchar, calladitos en un rincón, los comentarios razonados de los lectores y, de paso, a tomar nota de cómo estos diseccionan, analizan, sufren o disfrutan los textos que otros escribieron. El poema del día, en la tercera, se titula Epístola del amor, está escrito por el poeta montenegrino Bozidar Prorocic, y comienza con estos versos: Te preguntas qué es amor;/¿tan sólo una palabra/o un antiguo voto? Y la cuarta y última, como siempre, son las viñetas de humor, pero ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν" (toca marchar); volveremos a vernos mañana si las Euménides y la diosa Fortuna lo permiten. Sean  felices, por favor. Tamaragua, amigos míos. HArendt











DE LA VACUNA CONTRA LA INSENSATEZ

 








Los seres humanos tenemos dos grandes herramientas intelectuales: el pensamiento crítico y la bondad, máxima creación de la inteligencia escribe en El, País [Vacuna contra la insensatez, 15/05/2025] el filósofo José Antonio Marina. No estoy hablando de forma metafórica, comienza diciendo Marina, creo que necesitamos una vacuna que nos proteja contra la insensatez. Ahora tenemos los conocimientos necesarios para elaborarla porque se ha investigado mucho para explicar por qué nuestra inteligencia es tan vulnerable a las falsas noticias, las técnicas de persuasión, la manipulación afectiva, los sesgos cognitivos, las efervescencias políticas, los dogmatismos religiosos. ¿Qué nos pasa? Si somos tan inteligentes, ¿por qué nos cuesta tanto trabajo aprender? ¿Por qué repetimos nuestros errores una y otra vez?

La filosofía platónica culpó de ello al cuerpo, tumba del alma. La teología cristiana al pecado original. La ciencia proporciona una explicación más verosímil. La inteligencia humana no apareció de repente. Es el fruto de una larga evolución que no respondió a un diseño previo, sino a soluciones a salto de mata, parciales, que en muchos casos fueron “chapuzas evolutivas”, para salir del paso. El premio Nobel François Jacob decía que la evolución no funciona como un ingeniero que diseña un proceso, sino como un manitas (un bricoleur) que aprovecha lo que tiene a mano. La evolución del cerebro muestra una superposición de “tecnologías neuronales” diferentes. La “tecnología emocional”, límbica, es muy antigua. La “tecnología reflexiva”, prefrontal, es muy moderna. Ambas “tecnologías” no están bien acopladas. Si el diseño fuera perfecto, las personas que sienten miedo a viajar en avión lo perderían al saber que es un medio de transporte mucho más seguro que el automóvil. Pero esto no sucede. Una persona que no cree en fantasmas ni en almas en pena puede sentir miedo de estar a solas de noche en un cementerio.

Estos fallos de diseño nos vuelven vulnerables porque nos hacen caer en “errores previsibles” y universales. Los sesgos cognitivos estudiados por los psicólogos funcionan tan implacablemente como las ilusiones perceptivas. Sabemos que son falsas, pero aun así nos impresionan. Un manipulador como Donald Trump sabe que el efecto de una mentira, aunque se reconozca su falsedad, no desaparece. Se llama técnicamente sesgo de anclaje. “Calumnia, que algo queda”, decían los antiguos. Por eso el factchecking no es eficaz: no se puede recoger el agua derramada. Los diseñadores de campañas políticas manejan con pericia estos automatismos. Por ejemplo, el poder motivador de la palabra “cambio”. Todo el mundo sabe que es un truco publicitario, pero eso no impide que continúe siendo eficaz y por eso usado. Recordaré algunos ejemplos. Felipe González: “Por el cambio” (1982). Artur Mas:” Comienza el cambio” (2008). Mariano Rajoy: “Súmate al cambio”, (2011). Ciudadanos: “El cambio” (2015). Podemos: “La marcha del cambio” (2015). Pedro Sánchez: “El cambio que une” (2015). ¿No les parece esta insistencia un poco ridícula? ¿Por qué resulta eficaz una palabra que no significa nada concreto? Porque aprovecha un fallo universal de la inteligencia, su vulnerabilidad al “efecto halo”. La asociación con palabras motivadoras —aspiracionales, se dice ahora— convierte en motivadoras expresiones vacías, “significantes sin significado”, que decía Podemos, en un alarde de sinceridad, siguiendo a Ernesto Laclau.

Conocemos bien estas “chapuzas evolutivas” y sabemos cómo aprovecharnos de ellas. Son expertos en hacerlo los ilusionistas, los timadores, los captadores para sectas, los publicitarios, los predicadores, los agitadores sociales, los manipuladores afectivos, los políticos populistas. Conocen muy bien las vías de acceso a la mente de las personas. Desde el comienzo de la historia se han utilizado técnicas de persuasión, para convencer a la gente. Ahora ha aparecido una sofisticada industria de la persuasión. Vivimos en una democracia hipertecnificada, pero crédula.

Comprendemos mejor nuestra vulnerabilidad mental si la comparamos con la inmunología biológica. El organismo es vulnerable a la acción de agentes patógenos externos —virus, bacterias, hongos— y para defenderse ha creado sistemas inmunitarios, que identifican a esos agresores e intentan desactivarlos. La situación en el nivel mental es análoga. Nos rodean muchos agentes que quieren dirigir lo que creemos, pensamos, compramos, votamos, consentimos. Les interesa que nuestro sistema inmunitario mental esté deprimido, que seamos vulnerables a los eslóganes, consignas, memes, anuncios, patógenos que pueden alterar nuestro modo de pensar. He inventariado tres tipos de patógenos mentales: falsas noticias, virus mentales e ideologías.

Este enfoque nos permite analizar bien el problema, estudiar las grietas en nuestro sistema defensivo, identificar los virus, y poner en funcionamiento vacunas que nos protejan, por ejemplo, contra los manipuladores. Tradicionalmente la filosofía ha sido una “fábrica de anticuerpos”, pero en la actualidad yace debilitada por el activo virus posmoderno, que niega la posibilidad de justificar verdades y valores universales. Piensa que es el poder quien decide lo que es verdadero y lo que es falso. Al admitirlo, se ha puesto a los pies del poderoso. ¡Que más quiere un tirano que tener a su lado un filósofo que le diga que no hay realidad, sino relatos sobre la realidad, y que lo importante es hacerse con el relato! Es exactamente lo que dijo Kellyanne Conway, consejera presidencial de Trump, para justificar una mentira: “Son hechos alternativos”. El asunto no es nuevo. En 2004, Karl Rove, asesor del presidente George W. Bush, se blindó contra cualquier crítica diciendo “¡Ahora somos un imperio y cuando actuamos creamos nuestra propia realidad!” Foucault hubiera estado de acuerdo. No me extraña que Daniel Dennett —el filósofo estadounidense más actual— haya escrito: “Lo que hizo la posmodernidad fue verdaderamente malvado. Es responsable de que practicar el cinismo sobre la verdad y los hechos fuese algo respetable”.

Afortunadamente, la inmunología mental nos proporciona soluciones. Nos permite identificar los virus mentales y poner a punto las vacunas contra ellos. Además, ofrece dos supervacunas, que actúan como máxima estructura de protección. Una es el pensamiento crítico. La capacidad de reconocer errores y corregirlos. Otra es el comportamiento ético. La eficacia del pensamiento crítico es fácil de comprender, pero considerar la acción ética como una supervacuna merece una explicación. Lo diré estrepitosamente: la máxima creación de la inteligencia es la bondad, que es nuestro máximo nivel solucionador. Esta afirmación suena disparatada porque hemos convertido la bondad en una meliflua resignación sentimentaloide. ¡Qué miopía! La bondad es la genial constructora de la felicidad pública, la enérgica creatividad que produce la justicia. La teleología de la inteligencia nos lleva en la línea teórica a la ciencia y en la práctica a la ética. Y la práctica está por encima de la teoría. Por ello el test definitivo de inteligencia debería ser el test que midiera la bondad. La bondad es la vacuna definitiva. Ya está dicho y veo a mis colegas psicólogos y filósofos echarse las manos a la cabeza. No tienen razón. Defenderé mi tesis con un argumento muy esquemático. El lector puede contestar afirmativa o negativamente a cada paso: “La función de la inteligencia es resolver problemas” (¿Sí o no?). “Los problemas pueden ser teóricos o prácticos. Los teóricos se resuelven cuando se conoce la solución, mientras que los prácticos se resuelven al ponerla en práctica, que suele ser lo más difícil”. (¿Sí o no?). “Los problemas prácticos más transcendentales afectan a la felicidad y a la dignidad de la convivencia y llamamos ética al conjunto de las mejores soluciones”. (¿Si o no?). “A la puesta en práctica de las soluciones éticas es a lo que llamamos bondad”. Si ha aceptado todos los pasos, tiene que concluir que la bondad es la gran manifestación de la inteligencia. Si ha negado alguno, hágamelo saber. Estaré encantado de rebatir su rechazo.

Si realmente quisiéramos resolver los problemas, si realmente deseásemos ser felices —cosa que dudo— comenzaríamos una campaña masiva de vacunación intelectual a todos los niveles, antes de que nuestro sistema inmunitario mental entre en cero energético. José Antonio Marina es filósofo. 












[ARCHIVO DEL BLOG] LA BAZA DEL LECTOR. PUBLICADO EL 24/05/2018











Los escritores, consagrados o no, harían bien en asistir de vez en cuando a los clubes de lectura, no como de costumbre a perorar de lo suyo, sino a escuchar, calladitos en un rincón, los comentarios razonados de los lectores y, de paso, a tomar nota de cómo estos diseccionan, analizan, sufren o disfrutan los textos que otros escribieron, comenta en el diario El Mundo el escritor Fernando Aramburu.
Tampoco estaría de más, continúa diciendo, que acompañasen a los escritores los críticos de oficio para que tratasen asimismo de entender la manera como los destinatarios naturales de los libros se enfrentan a estos con determinadas expectativas, criterios dispares de interpretación y hábitos de lectura que no son en modo alguno desdeñables, aunque esta clase de opinantes acaso no se exprese con terminología académica. 
Abrigo el presentimiento de que escritores y críticos obtendrían de las reflexiones en voz alta de los lectores provecho abundante para sus respectivos trabajos. A veces son tales las divergencias de gusto e interpretación que uno está tentado de pensar que los participantes en el debate no han leído el mismo libro. Idénticas palabras en idéntico orden suscitan reacciones a menudo opuestas. Es cosa común que un lector se haya entusiasmado con lo que un segundo aborreció y a otro más allá le causó indiferencia. Bien examinado, todos tienen razón, claro que cada uno conforme a su perspectiva particular, lo mismo el que se aprestó a la relectura inmediata por el afán de repetir un placer que el que, irritado o aburrido, no logró sobrepasar las primeras veinte páginas.
Ciertas aserciones lanzadas con tirachinas bucal, si no vienen acompañadas de argumentación, son irrebatibles, como no ignora el ventajista de pro, y se pueden aplicar con mejor o peor puntería a cualquier escrito sin excluir las obras maestras. Así, por ejemplo, tildar de cursi un poema o afirmar, a la manera de quien revienta cohetes, que una novela, no importa cuál, es maniquea; sus personajes son planos y el número de sus páginas, excesivo. Estos veredictos de goma lo mismo valen para un criminal que para un santo. Claro que si la rueda de contertulios secunda en masa o calla corroborante, la sentencia sin apoyo de pruebas, pelada de razones, sentará al menos por una tarde jurisprudencia literaria.
Al margen de como se redacte y se presente, un texto no es nada mientras sus múltiples componentes no sean desentrañados en mentes lúcidas. La sustancia narrativa de una novela no está por así decir encerrada en las hojas de un libro ni en la pantalla de un dispositivo de lectura, sino gracias a estos artilugios en la conciencia donde dicho texto activa su significación y se expone a ser traducido a emociones. La lectura no consiste, pues, tan sólo en un acto de desciframiento. También es, inevitablemente, experiencia subjetiva a partir de un conjunto de estímulos.
He visto denigrar una obra de ficción, no mal escrita a mi entender, porque el protagonista estaba caracterizado con rasgos repulsivos. Era un tipo que mortificaba a la esposa, golpeaba a los hijos. Luego el desenlace no le deparaba castigo alguno. A mí, en viejos tiempos, metido en peleas dialécticas, me sacaba de quicio la sentimentalización de la lectura. Un día comprendí que esta variante de la repercusión literaria no sólo es lícita y provechosa e intensa y placentera, sino que los libros me dejaban mayor huella cuando incurría en la ilusión de creérmelos en vez de dedicar esfuerzo intelectual a confundir la lectura con la autopsia de la lengua, el estilo y la estructura.
Me faltan dedos en las manos para contar las veces que a un contertulio se le hincharon las venas del cuello porque el autor de la obra comentada era de derechas o era de izquierdas, porque el libro rebasaba las setecientas páginas de letra diminuta o porque el desenlace de la historia no era el deseado. En vano exploraremos el ancho mundo en busca de un lector objetivo.
No existen lecturas de calidad que merezcan el calificativo de neutrales. Cada cual acude a los libros con su experiencia vital, su conocimiento de los asuntos humanos, sus gustos y predilecciones, sus dudas y certezas, sus manías y convencimientos. Una lectura implica un reflejo de signos en una superficie de subjetividad, en la cual también incide un haz de connotaciones, prejuicios y cualesquiera adherencias personales que se nos ocurran. Como nos caiga mal un autor, ya podrá hacer maravillas literarias que no nos arrancará un elogio ni aunque nos lo suplique de rodillas.
Pensemos en un enunciado sencillo: El gato se lamía la pata. Dudo que oponga resistencia intelectiva al lector adulto conocedor de la lengua española. Si un instrumento apto para dar forma gráfica a los contenidos del cerebro humano nos permitiera observar el gato imaginado por mil lectores de la frase en cuestión, no encontraríamos dos felinos iguales. Veríamos gatos de todas las razas y colores en escenarios que cada lector habría evocado a voluntad o quizá impelido por alguna fuerza oculta de su subconsciente.
La pantalla interior donde se proyecta el sentido otorgado por los lectores a un sistema de signos también varía en uno mismo con el curso de los años. Alberto Manguel atribuye acertadamente una propiedad acumulativa al ejercicio de la lectura. Uno lee condicionado por lo que ha leído con anterioridad. Juzgo improbable que el lector que éramos a los quince años continúe dictándonos nuestros gustos, intereses y preferencias al cabo de las décadas. Ya no es sólo que hayamos cambiado como personas, ganando en experiencia lo que acaso perdemos en salud, sino que unos libros nos llevan por fuerza a otros y unos libros anulan a otros, o los iluminan por flancos hasta entonces desconocidos, o estimulan en nosotros la formación de un paladar literario del cual antes carecíamos.
Para comprobarlo no hay como practicar la relectura. El libro aquel que antaño fue para nosotros de cabecera, el que ojeábamos una y otra vez con la convicción del deleite seguro, hoy nos parece punto menos que una muestra de escritura insustancial y casi nos da vergüenza confesar en el corro de contertulios que un día lo tuvimos por lo más grande que habían dado hasta la fecha las letras universales. ¿A qué lector asiduo no le ha sucedido que halle de pronto gusto en la novela que tiempo atrás lo aburrió a muerte o se emocione con los versos de aquel poeta al que de joven no lograba sacar jugo? Me da a mí que al escritor, para mejorar, para no sucumbir al craso error de creer que ya lo sabe todo, le convendría conocer a fondo las maneras innumerables como los libros llegan a repercutir en la dimensión íntima de quienes los leen. Igual de válido es el consejo para aquellos que tienen por oficio el juicio crítico.







EL POEMA DE CADA DÍA. HOY, EPÍSTOLA DEL AMOR, DE BOZIDAR PROROCIC

 







EPÍSTOLA DEL AMOR




Te preguntas qué es amor;


¿tan sólo una palabra


o un antiguo voto?

Quizás la huella en el corazón del soñador

o un roce en las noches de nuestro otoño.

Bebo el amor y a ti te bebo

mientras sobre la mesa languidecen las copas de vino

A menudo siento inmensa tristeza

Un suspiro de dolor cae sobre nosotros;

sobre la almohada del anhelo escribo una epístola


mientras la oscuridad me envuelve totalmente 




***



POSLANICA LJUBAVI


Pitaš se šta je ljubav;

da li samo riječ

ili zavjet drevni?

Možda sanjara trag u srcu 

ili dodir u noćima naše jeseni. 

Pijem ljubav i tebe pijem 

dok na stolu čaše vina venu

Često osjetim tugu pregolemu 

Nad nas se krik bola spusti; 

na jastuku čežnje poslanicu pišem 

dok me tama sasvim ne obusti.



***




BOZIDAR PROROCIC (1979)

poeta montenegrino