sábado, 17 de agosto de 2024

Del Supremo, la amnistía y la política

 






Todas las leyes de amnistía son selectivas y discriminatorias

JOSÉ ANTONIO MARTÍN PALLÍN

15 ago 2024 - El País - harendt.blogspot.com


La ley de amnistía, que entró en vigor el pasado 10 de junio, establece un plazo máximo de dos meses para que los órganos judiciales se pronuncien sobre su aplicación (sin perjuicio de los ulteriores recursos, que no tendrán efectos suspensivos) o planteen cuestiones de inconstitucionalidad ante el Tribunal Constitucional, e incluso sopesen la posibilidad de acudir al Tribunal de Justicia de la Unión Europea suscitando la llamada cuestión prejudicial, es decir si la amnistía es compatible con los Tratados fundacionales de la UE. El plazo se cumplió el pasado sábado.

La amnistía ha sido cuestionada política y jurídicamente desde todos los ámbitos posibles. Se ha dicho que está prohibida por la Constitución, lo que es rotundamente falso. También se alega que ataca el principio de división de poderes porque interfiere en la función de juzgar y hacer ejecutar lo juzgado, que corresponde a los jueces y tribunales. El indulto y una ley de amnistía desmontan esta objeción. Inasequibles al desaliento, algunos esgrimen que ataca el principio de igualdad y no discriminación del artículo 14 de la Constitución. En este último punto centra su argumentación el auto dictado por el Tribunal Supremo el pasado 24 de julio para denegar la aplicación de la amnistía a un recurrente en casación que había sido condenado por desórdenes públicos.

En mi opinión, nos encontramos ante una resolución judicial original, contradictoria, incongruente y salpicada de expresiones que atentan contra el principio de la división de poderes y que no pueden ser vertidas en un texto judicial. Su incongruencia es notoria cuando en sus primeros párrafos admite que “se ha dicho, con razón, que toda ley de amnistía, en la medida en que se trata de una norma excepcional y singular, comporta un tratamiento diferenciado entre ciudadanos”. Sorprendentemente en otra parte de la resolución dice de forma textual: “Consideramos, en fin, que la norma cuestionada repugna al derecho constitucional a la igualdad ante la ley, resultando por entero arbitrarias las razones que se aducen para justificar el tratamiento claramente discriminatorio que la norma impone”. Es difícil encontrar dos párrafos tan radicalmente contradictorios.

El auto admite que no es usual hacer citas doctrinales en las resoluciones judiciales; no obstante, invoca la autoridad académica de 26 catedráticos que cuestionan la constitucionalidad de la amnistía sin analizar críticamente las opiniones favorables. Como era de esperar, tanta cita nos proporciona alguna perla, como la del catedrático Pablo de Lora Deltoro: “En la ley se despliega una exposición de motivos que asume prácticamente por entero el fabuloso —de fábula—, recuento histórico del llamado ‘conflicto catalán’ que propala el nacionalismo y el independentismo en Cataluña”. Lógicamente, el Supremo asume esta tesis.

Nada más lejos de la realidad. Insignes escritores y políticos coinciden en que la cuestión catalana nace de unos conflictos históricos que nunca han sido abordados. Consciente de su existencia, Azaña propugnó la buena vecindad entre Cataluña y España y la posibilidad de una futura independencia. Ortega y Gasset sostenía que el problema catalán era un conflicto que no podía resolverse y que la única solución era que catalanes y el resto de los españoles aprendieran a conllevarse. Antonio Maura reconoce la existencia del conflicto catalán. Manuel Chaves Nogales escribió que el separatismo era la gran sustancia que se utilizaba en los laboratorios políticos de Madrid como reactivo del patriotismo y en Cataluña como aglutinante de las clases conservadoras. José María Gil Robles, Salvador de Madariaga, Joaquín Satrústegui o Iñigo Cavero firmaron en 1962 (Congreso de Múnich) que, cuando en España se instaurase la democracia, se tuviese en cuenta la específica singularidad de Cataluña.

El auto podía habernos ilustrado sobre la existencia, en algún lugar del mundo, de una amnistía que no haya sido discriminatoria y selectiva. Pero no es necesario ir muy lejos. Nuestra ley de amnistía de 1977 es un verdadero monumento a la desigualdad. Como regla general, amnistía solamente los actos de intencionalidad política, cualquiera que hubiese sido su resultado. Amnistía los delitos cometidos por los funcionarios y agentes del orden público contra el ejercicio de los derechos de las personas. En otras palabras, amnistía solo las torturas de los policías de la Brigada Político-Social y no las cometidas por policías y guardias civiles para arrancar confesiones a delincuentes comunes. ¿Cabe mayor desigualdad?

Si se entra en el terreno estrictamente político, el auto recuerda que la soberanía nacional no reside en las Cortes Generales, sino en el pueblo español. Se le olvida decir que, según la Constitución, las Cortes Generales representan al pueblo español y ejercen la potestad legislativa. En una demostración de beligerancia política, olvida el contenido de la sentencia condenatoria de los líderes independentistas y califica lo acontecido como un intento de golpe de Estado felizmente fallido. Sostiene, como el PP y Vox, la existencia de un vínculo inseparable entre la aprobación de la ley de amnistía y la investidura del presidente del Gobierno. Para hacer esta afirmación hay que despojarse de las togas y ocupar los escaños de la bancada de la oposición.

Finalmente, se manejan numerosas sentencias del Tribunal Constitucional que nada tienen que ver con la amnistía y se olvida de la que verdaderamente ha abordado la cuestión de la constitucionalidad de la amnistía. El 12 de enero de 1984, se publicó la Ley 1/1984, de 9 de enero, que añadía un nuevo artículo a la Ley 46/1977, de 15 de octubre, de Amnistía. Su constitucionalidad fue cuestionada por algunas magistraturas de Trabajo y fue resuelta por la sentencia 147/1986 de 25 de noviembre, en los siguientes términos: ”La naturaleza del proceso por el que este Tribunal conoce de las cuestiones de inconstitucionalidad obliga a comenzar nuestro análisis por los problemas estrictamente vinculados a la Ley 1/1984″, es decir, su constitucionalidad.

Recuerda que, como ya ha tenido ocasión de afirmar este tribunal, la amnistía que se pone en práctica y se regula en ambas leyes es una operación jurídica que, fundamentándose en un ideal de justicia (STC 63/1983), pretende eliminar las consecuencias de la aplicación de una determinada normativa —en sentido amplio— que se rechaza hoy por contraria a los principios inspiradores de un nuevo orden político. Esta tesis es aplicable enteramente al caso presente. Pero lo más importante, en mi opinión, es el párrafo en el que descarta la inconstitucionalidad de la amnistía de una manera rotunda argumentando que ”es erróneo razonar sobre el indulto y la amnistía como figuras cuya diferencia es meramente cuantitativa, pues se hallan entre sí en una relación de diferenciación cualitativa”. Como es sabido, el indulto se concede por un real decreto ley firmado por el rey como jefe del Estado, y la amnistía solo puede promulgarse por una ley orgánica aprobada por el Parlamento. La sentencia del Constitucional es terminante: ”La amnistía es siempre una institución excepcional, que en parte desconoce las reglas usuales de evolución del ordenamiento jurídico”. No entiendo las razones por las que el tan mencionado auto elude la cita de esta sentencia.

Por último, yo aconsejaría a mis colegas que no intentasen en vano plantear la cuestión prejudicial al Tribunal de Justicia de la Unión Europea sobre la compatibilidad de la amnistía con los Tratados Fundacionales de la UE. Ya han respondido tácitamente el tribunal y las instituciones europeas. Si no fuera compatible, habría que expulsar a Francia, Portugal e Italia del grupo de países que configuran la Unión. José Antonio Martín Pallin ha sido fiscal y magistrado del Tribunal Supremo.













[ARCHIVO DEL BLOG] Como elefante en una cacharrería. [Publicada el 08/08/2017]











La situación actual de Venezuela, si no fuera por lo dramático de la misma, se podría representar con ese chascarrillo tan español de que parece que un elefante ha entrado en una cacharrería. Personalmente nunca he entendido muy bien la admiración acrítica de buena parte de la izquierda (española y europea) hacia la "revolución" cubana, y lo que significó en su momento, ni tampoco ahora a su secuela al sur del Caribe, la Venezuela de Chaves, y sobre todo de Maduro. Supongo que será por mi mucha ignorancia, o por su superlativa ingenuidad (la de sus admiradores), porque por mi capacidad de disfrute masoquista desde luego que no es. El régimen bolivariano se mantiene hoy gracias a un aparato represivo, militar, policial y de inteligencia diseñado y controlado por oficiales y funcionarios cubanos, comenta en un reciente artículo la escritora venezolana, residente en España, Ana Nuño (1957), doctora en Filología Inglesa por la Universidad de la Sorbona y fundadora de la editorial barcelonesa Reverso. El problema es convencerlos para que se vayan. Y a cambio de qué, dice en él.
Las imágenes no destacan por su novedad. Dos docenas de indios amazónicos —hombres, mujeres y muchos niños— acampan a cielo abierto al borde de una autopista. La voz en off informa que estamos en Boa Vista, capital del Estado brasileño de Roraima, limítrofe con Venezuela. Pobreza, mendicidad, abandono: nada nuevo bajo el sol americano. Salvo por el detalle de su origen. Esos indios que, pese a todo, sonríen a la cámara, son warao. Uno de ellos, un hombre joven, resume su odisea. Semanas de viaje, a pie la mayor parte del trayecto, para recorrer los 900 kilómetros que separan Tucupita, la capital del Estado Delta Amacuro, de Pacaraima, primera población tras la frontera meridional de Venezuela.
Los warao —entre 20.000 y 30.000 actualmente— son uno de los cuatro principales grupos indígenas de Venezuela. Por primera vez abandonan sus viviendas, espoleados por el hambre, las enfermedades, la falta de medicinas, la violencia de militares y bandas armadas. Sí, esta es la novedad. Los warao han sobrevivido a todo, a 300 años de conquista y colonización, a las sangrientas montoneras del siglo XIX, a los buscadores de caucho, los garimpeiros, la tuberculosis y el sida sin moverse de su hogar ancestral, ese Orinoco que debe su nombre a la lengua que hablan desde hace milenios. A lo que no se ven capaces de sobrevivir es al socialismo del siglo XXI.
No solo ellos huyen de su país natal. Los warao acompañan en su suerte migratoria a los más de 12.000 ciudadanos venezolanos que han entrado y permanecen en Brasil desde 2014. Solo en los últimos diez meses, más de 350.000 han emigrado a Colombia. Según Human Rights Watch, las solicitudes de permisos de residencia en Argentina por venezolanos han aumentado en más del doble desde 2014, y en más de cuatro veces el número de visas otorgadas por Chile. Desde 2017, venezolanos son los primeros en la lista de solicitantes de residencia en Uruguay, y la de Perú ha sido tramitada por más de 10.000 solo en lo que va de año. En 2016, Venezuela se convirtió en el primer país de origen de solicitantes de asilo en Estados Unidos. Y estas cifras son anteriores a la debacle de julio, causada por la imposición por el régimen venezolano, tras cuatro meses de protestas cívicas reprimidas con pavorosa violencia armada, de una Constituyente que busca eliminar todo vestigio de legalidad constitucional y que anuncia la muerte oficial de lo poco que quedaba de democracia en el país.
La crisis migratoria venezolana —ya puede llamársela por su nombre— comenzó a gestarse mucho antes de la etapa madurista del chavismo, y es apenas la ola más avanzada del tsunami que amenaza a los países de la región. La gravísima crisis humanitaria que sufren los venezolanos ha sido causada por un gobierno que ha destruido 40% del PIB per capita en solo cuatro años, y hoy Venezuela es, como documenta el equipo de trabajo dirigido desde Harvard por el economista Ricardo Hausmann, el país más endeudado del mundo. “La catástrofe económica de Venezuela —señala Hausmann— eclipsa cualquier otra de la historia de Estados Unidos, Europa Occidental, o el resto de América Latina”. Después de años de dilación en la búsqueda de soluciones, parece que la comunidad internacional y en primer lugar los países de la región, que serán los más afectados por el tsunami venezolano, dan muestras de querer intervenir. Sí, intervenir: no hay por qué asustarse. El derecho de injerencia humanitaria, en un caso como el venezolano, reclama ser ejercido. Sin rodeos, pero con inteligencia.
Las sanciones económicas, por ejemplo, no serían efectivas con un Gobierno como el venezolano, que se ha mantenido incólume a pesar del derrumbe económico y material del país. No es la primera vez que un régimen tiránico decide sacrificar a sus ciudadanos antes que entregar el poder. Fue lo que hizo Ceaucescu en los años ochenta, es lo que lleva tres décadas haciendo Mugabe en Zimbabue, es lo que hace Bachar el Asad con Siria o lo que queda de este país. Si Estados Unidos impusiera sanciones al petróleo venezolano, la población apenas sufriría más de lo que ya padece. Entre 2013 y 2017, la producción de petróleo en Venezuela, que ya se había contraído casi un cuarto en la década anterior, se redujo un 17%, y la calidad del que ahora exporta se ha degradado tanto que uno de los principales importadores estadounidenses, la refinadora Phillips 66, ha recortado sus importaciones de crudo venezolano en más de dos tercios en lo que va de este año. Las sanciones al petróleo venezolano son superfluas, el régimen ya ha destruido su producción.
Un régimen que se mantiene económicamente con la venta a más de media docena de países, incluidos China y Rusia, de actuales y futuras explotaciones petrolíferas de la Faja del Orinoco y del llamado Arco Minero, un territorio de más de 110.000 kilómetros cuadrados rico en bauxita, hierro, coltán, diamantes y oro. Por no hablar del narcotráfico, principal fuente rentista de al menos uno de los cuatro bandos que hoy anidan en las Fuerzas Armadas (FANB). Tras 18 años de gobierno indiviso, el chavismo ha logrado al fin “diversificar” la economía del país, aunque no para bien de los venezolanos.
Si la crisis venezolana no es atajada, el tsunami puede afectar gravemente también a otros países de la región. El país es un polvorín de desgobierno, con múltiples focos de violencia aun dentro de la FANB, y armado hasta los dientes. Más de 15 millones de armas ligeras se calcula que circulan entre una población de 31 millones, y sobrecoge pensar que el armamento militar de origen ruso en el que Chávez invirtió millardos de dólares, incluidos misiles superficie-aire portátiles, pueda nutrir alguna red de contrabando de las muchas alentadas por el Gobierno.
El régimen venezolano hoy se mantiene gracias a un aparato represivo, militar, policial y de inteligencia diseñado y controlado por oficiales y funcionarios cubanos. Este es el elefante del título. Todos lo saben, dentro y fuera de Venezuela, pero se suele esquivar el asunto. Tal vez porque la extraordinaria resiliencia del castrismo augura una difícil solución al desastre venezolano. Y porque Venezuela es, para Cuba, no solo un respaldo económico (aunque en menos cantidades, Venezuela sigue entregando petróleo casi gratuitamente a la isla) sino el último bastión de sus ambiciones geopolíticas. Todo un símbolo para la Revolución y único sostén franco de la dictadura más longeva de América. Cómo convencer a Cuba de que retire a sus “asesores” (el número ha disminuido, pero eran 45.000 cuando Maduro llegó al poder). Y a cambio de qué, sobre todo.
Esta será, sin duda, concluye diciendo Ana Nuño, la tarea más difícil para quienes se sienten a negociar el futuro de Venezuela. Que sea muy pronto, antes que nada quede de la Tierra de Gracia. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt





 





El poema de casa día. Hoy, En el balcón, de Paul Verlaine (1844-1896)

 






EN EL BALCÓN


En el balcón las amigas miraban ambas como huían las golondrinas

Una pálida sus cabellos negros como el azabache, la otra rubia

Y sonrosada, su vestido ligero, pálido de desgastado amarillo

Vagamente serpenteaban las nubes en el cielo

Y todos los días, ambas con languideces de asfódelos

Mientras que al cielo se le ensamblaba la luna suave y redonda

Saboreaban a grandes bocanadas la emoción profunda

De la tarde y la felicidad triste de los corazones fieles

Tales sus acuciantes brazos, húmedos, sus talles flexibles

Extraña pareja que arranca la piedad de otras parejas

De tal modo en el balcón soñaban las jóvenes mujeres

Tras ellas al fondo de la habitación rica y sombría

Enfática como un trono de melodramas

Y llena de perfumes la cama vencida se abría entre las sombras.


Paul Verlaine (1844-1896). Poeta francés









De las viñetas del blog del sábado 17 de agosto de 2024

 





















viernes, 16 de agosto de 2024

De las entradas del blog de hoy viernes, 16 de agosto de 2024

 






Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz viernes, 16 de agosto de 2024. No solo es perfectamente razonable que un chaval de 16 años pueda participar en política, dice en la primera de las entradas de hoy el escritor Sergio del Molino, también es necesario para contrarrestar el peso de los tramos altos de la pirámide poblacional. En la segunda de ellas, un archivo del blog de agosto de 2016, el autor del blog reflexiona en voz alta sobre el federalismo, algo de lo que lo suelen hablar todos sin mucho fundamento ni conocimiento de causa. La tercera de hoy la ocupa el famoso poema Adiós del poeta español Claudio Rodríguez. Y para terminar, como siempre también, la cuarta con las viñetas de humor de la prensa del día. Espero que todas ellas les resulten de interés. interesantes. Y ahora, como decía Sócrates, nos vamos. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico; al menos inténtenlo. Nos vemos mañana si la  diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. harendt.blogspot.com









Del voto a los 16

 






Que voten los jóvenes para evitar la gerontocracia

SERGIO DEL MOLINO

14 ago 2024 - El País - harendt.blogspot.com


Todo el mundo habla de los jóvenes, pero pocos los han visto. En este proyecto de geriátrico llamado Europa, la juventud será pronto un exotismo, pura mitología. La gente dirá “he visto a un joven” como antes juraban ver licántropos, cuélebres, hadas y elfos. Correrán historias de tiempos antiguos en que las manadas de jóvenes galopaban libres por las calles de París levantando adoquines, y casi nadie se lo creerá. Aún no hemos llegado a eso, pero los jóvenes empiezan a ser huidizos: criaturas extrañas que bailan en TikTok y lloran cuando Taylor Swift les hace el símbolo del corazón.

No es extraño que muchos viejos se estremezcan ante la idea de que esos seres incomprensibles puedan votar. Sumar ha presentado una proposición no de ley para que se acometa una reforma de la ley orgánica electoral que adelante la edad de ejercicio del sufragio activo a los 16. La cosa, aprobada con apoyo del PSOE, ha pasado medio inadvertida entre tanto episodio de Mortadelo y Puigdemont, pero promete ser uno de los espectáculos políticos del curso que viene. La bancada del PP y de Vox ya se ha puesto a gruñir que no. Se entiende la oposición popular. La de Vox, no, pues tiene muchas simpatías entre los varones jóvenes y saldría beneficiado.

Que los jóvenes son tarugos sin ideas políticas será un argumento que muchos aplaudirán, pero de tarugos sin ideas políticas está Europa llena, y nadie les niega el derecho a votar monstruosidades. Un chaval de 16 años en España ya puede trabajar, puede emanciparse, tiene una autonomía notable para decidir sobre muchas cuestiones y puede exigírsele alguna responsabilidad penal desde los 14. No solo es perfectamente razonable que pueda participar políticamente en los asuntos de una nación que tanto le exige, también es necesario para contrarrestar el peso insoportable de los tramos altos de la pirámide poblacional. Si no ampliamos el censo electoral por abajo, España y Europa se convertirán en gerontocracias, y la democracia representativa no recuperará jamás su prestigio ni su vigor.

En un censo dominado por viejos, serán los problemas de los viejos los que marquen la agenda, como de hecho ya sucede: las pensiones reciben más atención que los salarios. Así, ¿cómo van a sentir los jóvenes que participan en el presente y construyen el futuro? Y en términos globales, ¿cómo va a afrontar los debates existenciales un sistema político conservador, asustadizo y despreocupado de un mañana que no va a vivir? Antes de que los jóvenes se conviertan en criaturas mitológicas, urge incorporarlos a la república. Cuanto antes. Mañana ya es tarde. Sergio del Molino es escritor.











[ARCHIVO DEL BLOG] Reflexiones sobre el federalismo. [Publicada el 21/08/2016]










Una digresión previa... Sé que abuso de los puntos suspensivos, pero no es tanto un recurso estilístico -que sí lo es también- como algo que aflora desde mi subconsciente por culpa de esa duda de la que hablaba Dante que figura el pie de algunas de las entradas del blog. La Ortografía de la RAE le dedica a ellos, a los puntos suspensivos, y a su correcto uso, nada menos que siete páginas: "Cuando su uso responde a necesidades expresivas de carácter subjetivo, -dice- funcionan como indicadores de modalidad, pues aportan información sobre la actitud o intención del hablante en relación con el contenido del mensaje [...] Pausa transitoria en el discurso que expresa duda, temor o vacilación".  ¿Queda claro el por qué del abuso?... ¿No?... ¡Vaya por Dios!, pues lo siento...
¿Y qué decir sobre ese "pues tanto como saber me agrada dudar" dantesco?... Mi siempre admirada Hannah Arendt, para la que "saber" y "comprender" son los dos ejes sobre los que pivotan todas sus obras, atribuyó a la teoría política la tarea de indicarnos cómo comprender y apreciar la libertad en el mundo y no la de enseñarnos como cambiarlo: "Cambiarlo -dice- es cosa de aquellos [¿los políticos?] que aman actuar concertadamente y no del solitario trabajo de los teóricos".
El origen de esta entrada está en una interesante conversación mantenida hace unos días, vía mensaje privado a través del Facebook, con el cabeza de lista de una de las candidaturas españolas al Parlamento europeo. Ni que decir tiene que no coincidimos en casi nada, pero que agradezco muy sinceramente la deferencia que tuvo conmigo al permitirme esa conversación fluida y amistosa durante unos minutos que me supieron a poco. Entre los asuntos comentados, saltó el de la opción federal...
De federalismo están hablando mucho en estos últimos tiempos nuestros políticos. Sin mucho rigor, la verdad sea dicha. ¿Por insuficiencias teóricas o por mero oportunismo? Probablemente por las dos cosas. Y es que como dice Roberto Luis Blanco Valdés, catedrático de Derecho Constitucional en la Universidad de Santiago de Compostela en su libro Los rostros del federalismo (Alianza, Madrid, 2012) "no hay federalismo, sino federalismos", tantos como Estados federales (o teóricamente federales) existen.
La experiencia federal carece de ensayos prácticos en nuestro país. El proyecto de Constitución federal de 1873, aun aprobado por las Cortes republicanas, no llegó a promulgarse, y sin embargo dio lugar y ocasión a lo que se ha denominado la "revolución cantonal" de la que tanto fruto literario sacaron Benito Pérez Galdós en La Primera República (1911), o Ramón J. Sénder en Mr. Witt en el Cantón (1935). Como planteamiento teórico el federalismo español tiene su mayor y mejor ponente en la figura de Francesc Pi i Margall, expresidente de la República, pero también merecen atención al respecto los planteamientos que expusiera José Ortega y Gasset en La redención de las provincias (1931).
Escuchar hoy a algunos políticos españoles hablar de federalismo es como hacer un brindis al sol. Ninguno pasa del enfático: "¡Hay que federalizar España!", pero no añaden nada más... Ni la menor puntualización; si acaso, una mención de pasada a la necesidad de convertir el Senado en la Cámara territorial que la Constitución parecía prever... 
De federalismo he escrito en numerosas otras ocasiones. Soy un federalista convicto y confeso. Incluso en la página cabecera que sirve de presentación a "Desde el trópico de Cáncer" lo enunció explícitamente cuando lo considero "el marco idóneo en el que desenvolver el autogobierno de los pueblos y los Estados". Por esa firme convicción traigo a la entrada dos artículos  que reflejan con bastante exactitud lo que sus autores, y yo mismo, meramente secundándolos, entendemos por federalismo: El horizonte federal de España (2011), de Javier Tajadura, profesor de Derecho Constitucional en la Universidad del País Vasco, y el titulado Déjense fotografiar con la bandera española (2014), del diplomático Juan Claudio de Ramón. 
Les invito a compartir el artículo, Federalismo y soberanía, del profesor Francesc Trillas Jané, en El País de hace unos días, que pone los puntos sobre las íes del estado de la cuestión, más que interesante.
Pero si de verdad quieren ustedes saber en qué consiste el federalismo no tienen más remedio que recurrir a la lectura de El Federalista, un fascinante libro escrito por los "ilustrados" norteamericanos James Madison, Alexander Hamilton y John Jay a finales del siglo XVIII, que recopila todos los artículos de prensa publicados por los mismos bajo el seudónimo de "Publius" entre 1787 y 1789 en defensa del proyecto de Constitución federal de los Estados Unidos de América. Todo un clásico, quizá el mejor libro de ciencia política de la Historia, cuya lectura, estudio y comprensión, para muchos tratadistas, equivale -con suficiencia- a una maestría de postgrado en dicha materia. Pueden descargarlo, íntegro, en Internet sin coste alguno. Espero que disfruten de su lectura, así como de los otros enlaces de la entrada. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt












El poema de cada día. Hoy, Adiós, de Claudio Rodríguez (1934-1999)

 








ADIÓS

Cualquier cosa valiera por mi vida
esta tarde. Cualquier cosa pequeña
si alguna hay. Martirio me es el ruido
sereno, sin escrúpulos, sin vuelta
de tu zapato bajo. ¿Qué victorias
busca el que ama? ¿Por qué son tan derechas
estas calles? Ni miro atrás ni puedo
perderte ya de vista. Esta es la tierra
del escarmiento: hasta los amigos
dan mala información. Mi boca besa
lo que muere, y lo acepta. Y la piel misma
del labio es la del viento. Adiós. Es útil
norma este suceso, dicen. Queda
tú con las cosas nuestras, tú, que puedes,
que yo me iré donde la noche quiera.

Claudio Rodríguez (1934-1999)
Poeta español








Las viñetas de hoy viernes, 16 de agosto de 2024

 













jueves, 15 de agosto de 2024

De las entradas del blog de hoy jueves, 15 de agosto de 2024

 






Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz jueves, 15 de agosto de 2024. ¿Vivimos en el presente dando por reales las sombras?, se pregunta en la primera de las entradas del blog de hoy la escritora Raquel C. Pico. Si los esclavos en la caverna de Platón debían descubrir que las sombras no eran la verdad, comenta en ella, en el mundo actual habría que discernir qué hace parte del juego de espejos que crea una sociedad hiperconectada. La segunda de las entradas de hoy es antecedente directo del archivo del blog de ayer sobre la reforma de la Constitución. Publicada el 9 de septiembre de 2015 expresa las opiniones del autor del blog al respecto. La tercera de hoy es un bello poema, como casi todos los suyos, del poeta francés Charles Baudelaire (1821-1867) y lleva el sugerente título de A la una de la mañana. Y para terminar, como siempre también, la cuarta con las viñetas de humor de la prensa del día. Espero que todas ellas les resulten interesantes. Y ahora, como decía Sócrates, nos vamos. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico; al menos inténtenlo. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. harendt.blogspot.com







Del mito de la Caverna en el siglo XXI

 






Platón y el mito de la caverna (en el siglo XXI)

RAQUEL C. PICO

13 ago 2024 - Revista Ethic - harendt.blogspot.com


Desde que creó en el siglo V a. C. la Academia de Atenas, la voz de Platón ha sido uno de los pilares de la filosofía universal. El filósofo griego bebió de las bases de sus predecesores, sentó las nuevas para quienes lo siguieron y, especialmente, buscó llevar a la práctica su pensamiento filosófico. Al fin y al cabo, Platón tenía claro que la filosofía era fundamental para el buen gobierno.

Y es ahí donde se enmarca su emblemática caverna, ese mito que aparece en La República y que sirve a Platón para hablar de forma alegórica de dos mundos que capturan la profundidad del conocimiento. Por un lado, está el mundo de las ideas, ese que solo se conoce gracias a la razón, y, por otro, el mundo de lo sensible, que se captura por los sentidos y que, precisamente por eso, no es del todo fiable.

Dos voces —la de Sócrates, su maestro, y la de Glaucón, el aprendiz de gobernante— desgranan la historia. «Imagina una cueva subterránea que tiene a lo largo una abertura que deja paso libre a la luz», dice Sócrates. Ahí viven «encadenados desde la infancia» unos hombres. Son, de modo literal y de modo figurado, esclavos. Solo pueden ver lo que tienen delante, las sombras de las cosas que pasan por delante de la luz (y que otras personas hacen y escogen desde fuera de la cueva). Esa es su realidad.

Pero ¿qué ocurre cuando esa realidad choca con la real, es decir, con la del mundo de las ideas? Si uno de los esclavos fuera «arrancado» de la caverna y lanzado al mundo que está más allá de las sombras, accedería al fin a los conocimientos: vería por primera vez el sol; descubriría que lo que estaba viendo eran solo simulaciones; que la verdad es otra. Una verdad que a lo mejor querría compartir con sus compañeros de cueva, pero hacerlo no será tan sencillo.

Acostumbrado a ver la luz real, cuando vuelva a la caverna le costará volver a ver en el mundo de las sombras. Sus compañeros, al ver su difícil reincorporación, desconfiarán aún más del mundo exterior, les parecerá peligroso. En lugar de aceptar que el retornado ha descubierto que la vida en la caverna es un eco deformado del mundo real, percibirán que salir de la oscuridad solo causa problemas e intentarán evitarlo. «Si a alguien se le ocurriese liberarlos para sacarlos de allí y llevarlos a la región superior, ¿no intentarían capturarlo para darle muerte?», pregunta Sócrates a Glaucón. «Seguro que sí», responde. «Esa es, querido Glaucón, la imagen de la condición humana».

La historia de la caverna aborda los diferentes niveles del conocimiento, el enfrentamiento entre el mundo sensible y el mundo de la razón. El sol se convierte en un símbolo de «la idea del bien», de aquello que lo ilumina todo y permite captar la verdad, que se produzca la aletheia, ese momento en el que se desvela la esencia. Platón no solo cuenta cómo se produce el descubrimiento del conocimiento, sino también el complejo camino hacia la ética. Y quizá sean todas estas capas —y lo que nos lleva a pensar sobre las zonas grises de lo que sabemos y lo que no— lo que hace que el mito de la caverna siga todavía resonando.

Sin embargo, hablar de mito no es exactamente correcto, de acuerdo con Aida Míguez, profesora de Filosofía de la Universidad de Zaragoza, pues Platón usa imágenes, símiles y alegorías en sus obras, no mitos: «Esa imagen de la caverna forma parte del proyecto de denuncia: Platón denuncia la mercantilización del saber en general». La caverna es un «artefacto»; un relato que ayuda a comprender el punto que elabora el filósofo, según explica Bernat Torres, profesor de la Facultad de Humanidades de la Universitat Internacional de Catalunya. La caverna está en un contexto concreto. La República habla al futuro gobernante, se centra en cómo educarlo y cómo debe aprender a serlo. Y «no podemos aprender la tradición occidental sin Grecia», apunta Míguez.

¿Podemos usar la alegoría de la caverna para entender el presente? Hoy en día, el mundo parece, cada vez más, un juego de espejos, en el que lo que es y lo que se ve no son exactamente lo mismo. Si tuviésemos que resumir la actualidad en palabras clave, se usarían términos como policrisis, incertidumbre, desconfianza, fake news o posverdad. Así, la alegoría parecería un atajo potencial para entender los matices de un contexto cada vez más complejo.

No obstante, Míguez es reacia ante la idea de rescatar del pasado para comprender el presente, de escudriñar claves que solventen los problemas y las preguntas del ahora en un escrito de la Grecia antigua. Para la profesora, los diálogos de Platón «son obras de arte» y, según su postura, no usamos otras obras de arte como palanca para entender el hoy. Por eso, afirma que deberíamos «tener conciencia del abismo histórico que separa a los griegos de nosotros» y no atribuir elementos al pensador, puesto que, por ejemplo, lo que leemos no es su voz sino la de sus personajes: «No se puede reducir a Platón a tres tesis». Así, sostiene que: «Lo que la gente conoce hoy es un cliché cultural».

Por el contrario, Torres señala que «leer a Platón siempre ayuda»: sus palabras son una palanca para tener una visión más crítica, para pensar y cuestionar. Esto pues, al fin y al cabo, la esencia de la caverna es invitar a reflexionar sobre la realidad, intentar ir al origen de lo que se sabe y de lo que no. Y sí, Torres también recuerda que el tiempo ha pasado y que hay cosas inconmensurables, que entre lo que era normal entonces y lo que lo es ahora puede haber abismos, pero la esencia sigue siendo la misma: «Platón nos hace reflexionar sobre muchas cosas, casi todas las importantes de la vida». Puntualmente, en la alegoría de la caverna, nos está diciendo que hay que ser suspicaces; invita a sustraerse de la vida política para mirarla desde fuera y volver a entrar en ella con la conciencia de sus complejidades.

En un mundo que se siente cada vez más polarizado y en el que los matices inevitables de la realidad cada vez son más pasados por alto, esta interpretación es especialmente atractiva. Lo que La República captura es que no puede existir una pasión por el poder y el dinero a la hora de acercarse a la política, sino que debe hacerse desde la honestidad. Platón, recuerda Torres, conocía muy bien la corrupción, que está muy lejos de ser un invento moderno, y apunta que La República puede ser un diálogo sobre lo que debería saber un gobernante de hace dos milenios, pero «ahí está retratando la vida política de cualquier sociedad». Raquel C. Pico es escritora.








[ARCHIVO DEL BLOG] Sobre la reforma de la Constitución. Cuestiones previas. [Publicada el 09/09/2015]










Antes de entrar en materia conviene asumir como premisa previa que la estupidez, en política, suele ser consecuencia de la ignorancia preñada de soberbia. En las discusiones acerca de la necesaria reforma de la Constitución de 1978, que nadie en su sano juicio pone en duda salvo el gobierno del PP, hay estupidez, ignorancia y soberbia a raudales.
Vayamos por partes. El artículo 167 de la Constitución establece que para una reforma parcial y limitada de la misma, por ejemplo, como las llevadas a cabo para aprobar las dos únicas modificaciones que esta ha tenido desde su promulgación, es necesario el voto favorable del 60% de cada Cámara, es decir, del Congreso y del Senado. 
Si el Senado no aprobase la reforma remitida por el Congreso, o la modificara, se constituiría una comisión paritaria de congresistas y senadores que elaborarían un texto consensuado común que volvería a someterse a votación, en las mismas condiciones, tanto en el Congreso como en el Senado. 
Si tampoco ese texto obtuviese el acuerdo del 60% del Senado, pero sí hubiese obtenido el voto favorable de la mayoría absoluta del mismo, el Congreso podrá votarlo de nuevo y aprobarlo si obtiene al menos el voto favorable del 67% de la Cámara.
Ni que decir tiene que si al inicio de todo el proceso la propuesta de reforma no hubiera obtenido en el Congreso el voto favorable del 60% de los diputados, no hay reforma y el texto queda desechado.
Esas son las condiciones para una reforma parcial. Si lo que se pretende es una reforma total de la Constitución, es decir, elaborar una Constitución de nueva planta, o una parcial que afecte al Título Preliminar de la misma; a la Sección Primera (De los derechos fundamentales y libertades públicas) del Capítulo II del Título I; o al Título II (De la Corona), la cuestión se agrava. 
El artículo 168 de la Constitución establece que, en ese caso, la decisión de proceder a esa reforma total o agravada de la Constitución deberá ser aprobada (y que quede claro que hablamos solo de la decisión de proceder a esa reforma, no de aprobarla) por los dos tercios (el 67%) de cada Cámara (Congreso y Senado), momento tras el cual las Cortes Generales serán disueltas y se procederá a convocar elecciones generales a Cortes.
Las nuevas Cortes Generales que salgan de esas elecciones deberán, a continuación, y por ese orden:
1. Aprobar por mayoría del 67% de cada Cámara la necesidad de reforma total o parcial de la Constitución.
2. Elaborar y aprobar la reforma parcial o la nueva Constitución por la misma mayoría del 67% tanto en el Congreso como en el Senado.
3. Someter el texto aprobado a referéndum nacional.
Ante lo expuesto, me parece que conviene pararse un momento ante tanta palabrería insustancial como la que se oye o se lee y recapitular sobre el asunto en cuestión.
A mí, que no soy constitucionalista, pero sí amante de la teoría política y del derecho constitucional, se me plantean algunas cuestiones que me parecen de interés.
La primera, es que hay que ponerse de acuerdo previamente en si queremos una reforma de la Constitución parcial, una reforma profunda de la misma, o una nueva Constitución. La segunda, es que hay que ponerse de acuerdo en qué se quiere reformar y para qué. La tercera, es que hay que ponerse de acuerdo en cuándo iniciamos esa reforma. Y la cuarta, saber con quienes contamos para promoverla.
Lo que sigue a continuación son solo opiniones personales mías al respecto, y en todo caso, un mero esbozo. Pienso que hay que ir a una reforma agravada de la Constitución (la que se recoge en el artículo 168 de la misma) que aborde como mínimo una reforma en profundidad del sistema electoral; incluya nuevos artículos (o perfeccione los existentes) sobre derechos y libertades fundamentales de los ciudadanos; modifique la estructura territorial del Estado (Título VIII de la Constitución) y establezca con claridad las competencias de este y de las comunidades autónomas; modifique el título dedicado a la Justicia y al Tribunal Constitucional; establezca un Senado que, de verdad, represente a las Comunidades y Ciudades Autónomas; y cree y establezca nuevos mecanismos de control, absolutamente necesarios, del gobierno por parte de las Cortes Generales; y por último, que regule las competencias del Rey como Jefe del Estado y establezca la modificación del orden sucesorio actual. Seguro que hay más, pero estas son las que me parecen prioritarias.
Eso en cuanto a las dos primeras cuestiones. En cuanto a la tercera, es decir, el cuándo proceder a esa reforma constitucional, está claro que hay que esperar a la constitución de las nuevas Cortes Generales que salgan de las elecciones previstas para diciembre de este año. A partir de ahí, se podrían ir planteando reformas parciales de la Constitución que no exigieran el procedimiento agravado del artículo 168. Y para las que sí lo exigieran, plantearse el estudio de esas reformas a un plazo mínimo de dos o tres años que permitieran buscar un acuerdo o consenso suficiente entre las fuerzas políticas presentes en el parlamento para poder proceder a votar su necesidad a mediados de 2018, disolver las Cortes y convocar elecciones anticipadas que ratificaran la decisión de reforma y la llevara a cabo. Y en cuanto a la cuarta cuestión, resulta imposible saber a ciencia cierta que configuración parlamentaria van a arrojar las próximas Cortes, pero en todo caso parece claro que ni izquierda, ni centro ni derecha cuentan, ni van a contar, con escaños suficientes para llevar a cabo reforma alguna por sí solos. El acuerdo previo, al menos en lo fundamental, resulta absolutamente necesario; de ahí lo de tomarse las cosas con cierta calma y no pifiarla de nuevo por las prisas.
Así pues, señoras y señores diputados; señoras y señores senadores; señoras y señores de la oposición; señoras y señores del gobierno; profesores; académicos; intelectuales; escritores; artistas; empresarios y trabajadores de todas clases; señoras y señores; españolas y españoles; ciudadanas y ciudadanos..., ¿por qué no nos ponemos ya a trabajar en ello? Y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν", nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt 











El poema de cada día. Hoy, A la una de la mañana, de Charles Baudelaire








A LA UNA DE LA MAÑANA

¡Por fin solo! No se ve más que el volante de unos coches gastados y cansados. Durante una hora, si no hay descanso, todavía hay silencios. ¡Al final de la pérdida de la dignidad humana, sólo hay una manera de que pueda sufrir!

¡Para el final! Me permites descansar en un baño de tinieblas. La primera, doble vista del círculo. Esta segunda nota, creo, ha de amentar mi soledad, fortalecerá los muros que me separan del mundo.

¡Vida horrible! ¡Ciudad horrible!

Recapitula el día: ver a varios hombres de letras, uno de los cues me preguntó si se puede ir a Rusia por tierra —sin duda tomaba a Rusia por isla—; disputo generosamente con el director de una revista, que ante cada objeción repitió: ésta es la fiesta de los honrados; Por tanto, sugiero que ya están escritos por sobornos.

Saludar a unas veinte personas, quince de ellas desconocidas; Salir con apretones de manos, en igual proporción, sin tener que tener cuidado de comprar unos guantes.

Sufrir, ver el tiempo durante la lluvia, en casa de una corsetera, lo que me hizo preguntarme si sería un traje. Hablando con el director de un teatro, para que, a petición suya, me dijera: “Prueba el acero dirigido a Z; es, de todos mis autres, el más pesado, el más tonto, el más celebre; con el podría usted conseguir algo.

Alabarme, ¿por qué?, de diversas acciones que nunca llegan y dejan de cobardemente otras fechorías que sitúan al estudiante en Cabo, delito de fanfarronería, delito de respeto humano; Negar a amigo cierto favor easy y dar una recomendación por escrito a un cabal tunante cabal.

Descontento de todos, descontento de mí, quisiera rescatarme y recobrar a poco de orgullo en el silencio y en la soledad de la noche.

Almas de los que amé, almas de los que canté, fortalecedme, sostenedme, alejad de mí lamenta y los vahos corruptos del mundo.

Tú, Señor mío, concédeme la gracia de producir algunos versos de gente buena, que mi mismo pruebe que no somos los últimos de los hombres, que no somos inferiores a los que desprecian.

Charles Baudelaire (1821-1867). Poeta francés