Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz lunes. Frente a un tecnocapitalismo cada vez más vertiginoso, escribe en El País la socióloga Olivia Muñoz-Rojas, la única manera de recuperar la sensación de control de nuestras vidas es parar un tiempo más o menos largo. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Y nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. harendt.blogspot.com
Pausas intencionadas y liderazgo consciente
OLIVIA MUÑOZ-ROJAS
02 MAY 2024 - El País -harendt.blogspot.com
Mucho se ha escrito ya sobre la decisión de Pedro Sánchez de tomarse una pausa para meditar su continuidad en la presidencia del Gobierno. Sin entrar a especular sobre sus verdaderas motivaciones (¿fue un pronto, una estrategia o ambas cosas?), la noticia inicial me llevó a indagar sobre las pausas estratégicas y los silencios conscientes como tendencia actual en el mundo del liderazgo, especialmente en el mundo empresarial. “¿Es la pausa la clave para convertirse en un líder consciente?”, se preguntaba Janice Marturano en la revista Forbes hace un par de años. Kevin Cashman, autor de varios best-sellers sobre liderazgo, es contundente: “Si los líderes de hoy no se toman un momento para detenerse, reflexionar, ganar perspectiva y elevar su liderazgo, seguiremos enfrentando crisis económicas, personales y colectivas”, escribe en The Pause Principle.
En respuesta a la presión que ejerce un mundo digital tan veloz como voraz sobre cada vez más personas en nuestras sociedades, en particular líderes y personajes públicos, numerosos coaches aconsejan tomarse pausas a diario para desconectar del ruido incesante de noticias, correos electrónicos y mensajes en las redes y reconectar con el momento presente. Marturano, autora de Mindfulness en el liderazgo (2017), describe las pausas intencionadas como “un momento en el día en el que percibes el caos interno y externo y decides prestar atención intencionadamente al momento presente… a menudo dirigiendo tu atención hacia una sensación física, como tu respiración o la sensación de tus pies enraizados en el suelo”. El resultado, explica, es que uno consigue “ver con mayor claridad lo que está sucediendo y cómo responder a ello”, en lugar de reaccionar en la inmediatez, desde emociones como la cólera, la frustración o el miedo.
A veces, no bastan pequeñas pausas diarias. A Buda se le atribuye la cita “para escucharte a ti mismo, necesitas días de silencio”. De Cristo se cuenta que pasó 40 días de ayuno y oración en el desierto. Numerosos líderes han experimentado históricamente con la meditación y el retiro como herramientas de autoconocimiento, a veces sin proponérselo: Nelson Mandela atribuía su apuesta por la política del perdón y la reconciliación a los años de silencio e introspección que vivió en la cárcel. Para Lao Tse, el silencio es una fuente de fortaleza. (Para Sun Tzu, incluso una herramienta política.)
En la actualidad, la neurociencia avala los beneficios de practicar el silencio y la meditación. Muchas empresas, deseosas de mejorar la productividad de sus asalariados, incorporan cada vez más rutinas de este tipo, desde las micropausas para remediar la fatiga ocular y muscular hasta pausas másprolongadas para la meditación, la desconexión tecnológica e incluso la formación. Para algunos críticos, estas prácticas no son sino una solución rápida, incluso un placebo, para asegurar la supervivencia de un sistema económico y social estructuralmente viciado e impedirnos realizar los cambios colectivos necesarios para vivir mejor de manera sostenible. Para los defensores de la meditación y la práctica de la consciencia (mindfulness), los efectos de estos pequeños ejercicios cotidianos pueden tener un gran impacto sobre nuestra manera de vivir y abordar los retos que se nos presentan, como individuos y como sociedad.
Es sintomático que la necesidad de presionar el botón de pausa se haya convertido en un tema recurrente en nuestra cultura popular. Cuántas películas de Hollywood no habremos visto —Trabajo basura, Camino salvaje, La vida secreta de Walter Mitty son solo algunos ejemplos— donde los protagonistas deciden interrumpir su vida o abandonar abruptamente sus carreras, porque ya no pueden más o no le ven sentido a lo que hacen. En algunos casos, regresan renovados a su vida anterior; en otros, inician nuevos proyectos. En casi todos, la pausa les permite (re)descubrir su verdadero yo, sus genuinos valores, pasiones e intereses, lo que les ayuda a alcanzar una vida más armónica. El fantasma o fantasía de la pausa forma parte de nuestro inconsciente colectivo como promesa de una vida libre, al menos momentáneamente, de las constricciones y preocupaciones que nos imponen nuestro entorno y la sociedad en su conjunto, evocando la posibilidad de (re)tomar nuestro propio camino.
Frente a un tecnocapitalismo cada vez más vertiginoso que todo lo permea, empezando por la política, aparentemente la única manera que tenemos de recuperar la sensación de control sobre nuestras vidas es sustrayéndonos a su rigor por un tiempo más o menos prolongado. Es posible, además, que, tras la experiencia inédita de los confinamientos y el parón de la mayoría de nuestras actividades sociales y públicas durante la pandemia, en nuestro inconsciente haya sedimentado la idea de que es posible darle al botón de pausa sin que el mundo se caiga. Quizá, como sugiere Cashman, deberíamos empezar por normalizar las pausas, quitándoles su aura de excepcionalidad. En el caso de los líderes políticos, hablamos de la oportunidad de retirarse discretamente, sin mayores explicaciones, de la presencia física y digital en momentos de especial tensión para reflexionar, decidir o responder con mayor clarividencia. Olivia Muñoz-Rojas es doctora en Sociología por la London School of Economics e investigadora independiente.