miércoles, 20 de diciembre de 2023

De la incertidumbre

 






Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz miércoles. Mi propuesta de lectura para hoy, del escritor Juan José Millás, va de la incertidumbre. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. harendt.blogspot.com










Citar a Gramsci queda bien
JUAN JOSÉ MILLÁS
17 DIC 2023 - El País - harendt.blogspot.com

Cuando el hombre llegó a la Luna en 1969, mi obsesión era llegar a fin de mes, de ahí que no prestara la atención debida al acontecimiento. Significa que las contrariedades íntimas no deberían sobrepasar ciertos límites; de otro modo, quienes las padecen se quedan al margen de la historia (por desgracia, no llegar a fin de mes jamás ha gozado de la categoría de suceso histórico). Pero cuando el malestar doméstico se desborda, afectando a porcentajes considerables de la población, el ambiente se satura de vendedores de crecepelo, de salvadores de la patria, de exégetas del Séptimo Sello (o del Octavo, ahora no caigo) y de metodistas pentecostales. Todo apunta a que nos hallamos frente a uno de esos periodos de desasosiego colectivo que posee sin embargo cualidades específicas.
En 1969 teníamos incertidumbre ante el futuro, sí, porque había futuro. Ahora padecemos de una incertidumbre sin futuro, porque el ultraliberalismo económico ha acabado con él después de devorar el paisaje. La incertidumbre sin futuro viene a ser como un ataque de ansiedad incapaz de transformarse en migraña sensible a los analgésicos convencionales. La ansiedad a palo seco, la ansiedad que no se somatiza, nos hunde en la depresión, en la miseria. De ahí que en nuestros días muera más gente de la que nace (la familia media está compuesta por la pareja y un perro o, en su defecto, un gato), de ahí también el éxito de anomalías del tamaño de Milei, de Trump, de Bolsonaro…
La ausencia de horizonte, provocada por la imposibilidad de los jóvenes de conseguir un trabajo mínimamente estable, con un sueldo decente, y de acceder por tanto a una vivienda digna, conduce a variedades de desánimo colectivo que se traducen, por poner otro ejemplo, en un número alarmante de suicidios o intentos de suicidio entre nuestros adolescentes.
Lo normal, citando a Gramsci, que siempre queda bien, es echarle la culpa del panorama a que lo analógico no acaba de morir y a que lo digital no acaba de nacer, pero no es eso, no es eso. Es que, después del domingo por la tarde, debería venir el lunes por la mañana. Y lo que llega es otro domingo por la tarde, etcétera.






























[ARCHIVO DEL BLOG] Anunciación. [Publicada el 23/11/2019]









A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. Ellos tienen, sin duda, mucho que decirnos. Les dejo con el A vuelapluma de hoy, de la escritora Leila Guerriero, sobre la quietud, el trance o la euforia, que a veces nos acomete sin saber muy porqué. Como si le estuviéramos diciendo adiós a todo.
No puede invocarse -dice Guerriero-. Acontece. Como el sudor o la intranquilidad. Me ha sucedido al salir a correr. Al flotar en el agua bajo un sol legionario en las islas del mar de Andamán. Al darme cuenta, a las tres de la tarde, de que todavía faltaba tanto. Al abrir mi costurero y ver el centímetro de hule, los hilos, los alfileres, esa pulcritud casera, pasmosa, diminuta. O quitándole los tréboles a las macetas del balcón. Sí. Sobre todo quitándole los tréboles a las macetas del balcón. Me pasó muchas veces. Algunas las recuerdo. Una noche de mi infancia, cuando estaba en casa de mi abuela y mi padre llegó a buscarme inesperadamente con dos entradas para el cine. Una tarde de verano, mientras cortaba el pasto y miré una rosa de color naranja que parecía un gajo de fuego. Un atardecer de domingo en invierno: tenía mucho frío y regresaba a casa después de haber estado en un campo, de haber perdido unos anteojos de sol sin que me importara, y estaba sucia y cansada y sentía el peso hermoso de la vida acá. Me pasó durante muchos días en los años noventa, mientras pintaba un balcón escuchando la radio y mirando de reojo películas malas en un televisor antiguo que funcionaba mal. Es una especie de licantropía blanca. Una anunciación, una santidad incontenible. No es un alivio ni una tregua. Es un momento estático. Un bloque de tiempo. Como si el mundo se quedara quieto y exudara geometría. No es euforia. Es un tironeo sin exaltaciones, una inmersión bautista. Un trance. Una levitación en la que entiendo todo. Hace mucho que no me sucede. Pero eso no me importa. Lo que me importa es saber cuántas veces más me sucederá antes de que todo se acabe. ¿Cuatro, cinco? Siento como si le estuviera diciendo adiós a todo. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt












martes, 19 de diciembre de 2023

Del perdido crédito moral de la UE en Gaza

 





Borrell avisa que Europa está perdiendo estatura moral mientras el martirio de Gaza continúa sin remisión
RICARDO MIR DE FRANCIA
19 DIC 2023 - El Periódico - harendt.blogspot.com

En el norte de Gaza una excavadora sacaba durante el día los cuerpos de las víctimas de un bombardeo israelí en Jabalia cargándolos en el balde como pilas de ropa vieja. En el sur de Gaza, el mayor de los pocos hospitales que siguen funcionando fue atacado dos veces en las últimas 48 horas, mientras sus médicos amputan sin anestesia y "tropiezan con cuerpos de niños muertos" al tratar de abrirse paso por salas y pasillos, según Médicos Sin Fronteras. En la capital de Gaza, decenas de familias cristianas atrapadas en la iglesia de la Sagrada Familia han agotado su "última lata de maíz" y no pueden salir porque soldados y francotiradores de Israel "disparan a todo aquel que pone un pie fuera", según ha contado una diputada en el Parlamento británico.
No son más que unos pocos fotogramas del martirio televisado de 2,3 millones de personas, atrapadas sin agua potable, luz o combustible desde hace casi dos meses y medio. Bombardeadas día y noche. Abocadas a la indigencia en un mar de ruinas que esconden miles de cadáveres. Nueve de cada diez gazatíes han sido expulsados de sus casas por el fuego israelí y las órdenes de sus tropas, que siguen volando edificios e instituciones en uno de los castigos colectivos más sistemáticos de las últimas décadas. La respuesta del Estado judío a los 240 secuestrados y las 1.139 personas asesinadas por Hamás el 7 de octubre, según la cifra actualizada de víctimas.
A ese castigo colectivo en curso se suma el uso del hambre como arma de guerra, el desplazamiento forzoso, la destrucción deliberada de los medios de vida y el patrimonio cultural de Gaza, así como toda clase de impedimentos para la entrada de ayuda humanitaria, practicas tipificadas como crímenes de guerra. A los que tampoco escapa Hamás, aunque a una escala menor.
La credibilidad de Europa. Todo eso está sucediendo con la activa complicidad de Estados Unidos y la Unión Europea, supuestos guardianes del orden internacional y las leyes que lo sustentan. El primero pone las armas, proporciona inteligencia, financia al Ejército israelí y ha bloqueado hasta la fecha los intentos de un alto el fuego en el Consejo de Seguridad de la ONU. Los estadounidenses no están contentos. El 57% desaprueba la gestión de Joe Biden en Gaza, de acuerdo con una encuesta de 'The New York Times', frente al 37% que la bendice. Una brecha que es todavía mayor entre los jóvenes, esenciales para que el demócrata pueda ser reelegido. Las redes han agujereado la realidad cóncava que históricamente han vendido sus medios y por el camino han roto el pensamiento único en EEUU respecto al conflicto. Esa es la verdadera 'amenaza existencial' que enfrenta ahora Israel si quiere mantener su proyecto colonial, sustentado por la ocupación y el apartheid, una empresa completamente al margen de la ley.
Europa, por su parte, se hunde en la irrelevancia. Incapaz de reclamar el final de la guerra por sus divisiones internas y preso de sus dobles estándares, que están arruinando su credibilidad fuera de sus fortificadas fronteras, como ha reconocido este martes Josep Borrell. "Estamos perdiendo nuestra estatura moral en el resto del mundo, incluido Oriente Próximo", ha dicho el jefe de la diplomacia europea en una conferencia en la ciudad italiana de Aosta. Borrell ha reconocido que el continente está dilapidando sus relaciones con el Sur Global, que "no eran buenas antes del 7 de octubre y ahora son peores", y ha explicado la parálisis de Bruselas por las distintas sensibilidades de sus países miembros. "Hay un cierto número de países listos para apoyar a Israel hasta el final porque tienen un complejo de culpa por el Holocausto, un sentimiento que no todo el mundo comparte".
El papelón es evidente. Con casi 20.000 muertos --de ellos, un mínimo de 8.000 niños-- y 52.500 heridos, Bruselas sigue sin pedir un alto el fuego. No sale de las "pausas humanitarias", un concepto que ni siquiera existía antes de que comenzara el asalto sobre el "gueto de Gaza", como lo llamó recientemente la escritora judía Masha Gessen, tras compararlo con el gueto de Varsovia destruido por los nazis.
Enfermedades y malnutrición. Pero lo peor podría estar por llegar. La mayoría ha dejado de comer todos los días en una Gaza donde hay más niños que adultos. Entre los desplazados hay un váter para cada 700 personas. Se defeca en cubos o en la calle, todo ello según la ONU y las organizaciones humanitarias. Muchos no se han cambiado de ropa en más de dos meses. Se duerme en chabolas levantadas con palés y plásticos. Hace frío al caer el sol. Y no quedan apenas medicamentos. "Los casos de diarrea entre los niños superan los 100.000 y hay más de 150.000 casos de enfermedades respiratorias agudas entre los civiles", ha dicho este martes el portavoz de UNICEF, James Elder. "Con la malnutrición al alza entre los niños de Gaza, las enfermedades diarreicas se están volviendo letales". Elder ha subrayado que si no hay un alto el fuego y se restablece el agua potable, la higiene y el acceso a la comida, "las muertes de niños por enfermedad podrían superar a las de los bombardeos".
Israel no quiere un alto el fuego. Lo considera un regalo a Hamás, una traición a las víctimas inocentes del 7 de octubre. Este martes ha anunciado que se habría hecho con el control del campo de refugiados de Jabalia, en el norte, y ha matado a Subhi Ferwana, descrito como uno de los financieros de los radicales islamistas, al que responsabiliza de canalizar millones para sus fuerzas militares. Tras el desaguisado de los tres rehenes abatidos por los militares israelíes, el Gobierno de Netantayahu quiere ahora otra pausa para intercambiar rehenes. Pero Hamás no quiere más canjes "mientras continúe la guerra genocida de Israel". Dice eso sí, que está abierto a cualquier iniciativa para acabar con la guerra.











De los matices en el mapa territorial

 






Matices en el mapa territorial
JOSEP MARIA VALLÈS
19 DIC 2023 - El País - harendt.blogspot.com

Quien desee honestamente que Cataluña siga vinculada a España de un modo estable —y a la vez suficientemente cómodo para una mayoría de españoles y para una mayoría de catalanes—, debe considerar los presupuestos jurídico-constitucionales. Pero no solo ni principalmente. Debería reparar también en otras características persistentes que se han manifestado en ambas sociedades durante estas últimas décadas. Sabemos bien que una y otra contienen un grado notable de diversidad interna. Pero algunos datos relevantes reflejan matices significativos en las actitudes predominantes en el conjunto de España y en Cataluña.
Para empezar y durante años, ha sido patente la considerable diferencia entre el comportamiento agregado de los electores catalanes y el de los electores de la mayor parte de España. Sus preferencias electorales se han distribuido de forma muy dispar. En todas las comunidades autónomas se dan diferencias electorales. Pero Cataluña —junto con el País Vasco, Navarra y Canarias— está entre las que más se alejan de la pauta dominante. De esta discrepancia en el comportamiento electoral se deriva inmediatamente un diferente sistema de partidos parlamentarios, tanto en su representación autonómica como en su representación en las Cortes.
Existe también un claro contraste en la valoración del autogobierno que cada comunidad autónoma ha conseguido. Lo señalan las encuestas. Frente al caso singular de alguna comunidad donde predomina la opinión de que la autonomía conseguida es excesiva y debería reducirse, en la mayoría de las comunidades se aceptan como suficientes las competencias de que disponen. Por el contrario, una mayoría notable en Cataluña —al igual que en el País Vasco, Navarra y Canarias— aspira a ensanchar el ámbito de su capacidad de gobierno, con o sin aspiraciones a la independencia.
Sin atender a estas variables, no se explicarían tampoco las reacciones que ha suscitado la política territorial del gobierno Sánchez durante los últimos meses. El punto que ha condensado esta discrepancia ha sido la propuesta de aprobar una amnistía para dirigentes y activistas implicados en el fallido procés de independencia. Así lo han revelado las respectivas posiciones mayoritarias: de rechazo a la amnistía en España y de apoyo en Cataluña. Las representaciones patronales —de ámbito español y de ámbito catalán— se han pronunciado también de manera sutilmente diferente. Se ha dado asimismo un claro contraste de opinión entre la jerarquía católica de España y la de Cataluña. Ocurre algo parecido en las líneas editoriales de los grupos mediáticos privados: favorable en los que tienen sede en Cataluña y mayoritaria y pugnazmente adversa en Madrid, con alguna excepción. Menos verificable por dispersa es la reacción de la intelligentsia universitaria y literaria. Pero las voces de algunos de sus representantes más conspicuos han sonado con fuertes y claras disonancias en Cataluña y en el resto de España. Solo las dos confederaciones sindicales mayoritarias han coincidido en apoyar la propuesta de amnistía. No es un dato menor.
Por lo demás, es interesante constatar que los catalanes favorables a la amnistía superan en mucho el porcentaje de quienes se declaran partidarios de la independencia. Lo mismo ocurre con la aspiración a un mayor autogobierno que desborda igualmente el ámbito del independentismo. Lo cual refleja que la sociedad catalana no se reparte exclusivamente entre partidarios y detractores de la independencia: cuenta también con un contingente muy respetable de ciudadanos que desean modificar la relación actual con el Estado sin llegar a la separación.
De este mapa de actitudes y opiniones se desprenden a mi juicio dos conclusiones. La primera es la necesidad de conocerlo y asumirlo. A pesar de la abundancia de datos, no parece que predomine una visión suficientemente ajustada de la situación. Quizá por falta de difusión. Pero también por una manipulación deliberada en su comunicación que persigue ocultar algunos elementos y deformar otros. No es extraño que así ocurra cuando están en juego importantes intereses —a veces más ligados a poderes corporativos que estrictamente partidistas— y cuando se maneja a menudo con muy pocos escrúpulos un inflamable caudal de recursos emocionales.
La segunda conclusión es que una aproximación constructiva a la cuestión territorial en general y a la llamada cuestión catalana en particular necesita tener muy presente esta persistente y multifacética diversidad. Desmiente la idea de una división simplificada y compacta entre unionistas y separatistas, entre nacionalistas españoles y nacionalistas catalanes, entre constitucionalistas y no constitucionalistas. A este respecto, la respuesta de la militancia del PSOE a la consulta interna sobre los pactos de investidura es otro dato de interés. Empeñarse en ignorar las tonalidades varias de este mapa de opiniones y actitudes prolongará la costosa y crónica conflictividad que padecemos. Solo una esforzada tarea política y cultural podrá conducir a la aceptación honesta de esta compleja realidad y articular un sistema de relaciones territoriales más estable. Paso a paso y a medio plazo. Josep M. Vallès es catedrático emérito de ciencia política














De la libertad de expresión

 






Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz martes. Mi propuesta de lectura para hoy, del historietista Darío Adanti, va de la libertad de expresión. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. harendt.blogspot.com







El estado de la libertad de expresión (una biopsia de andar por casa)
DARÍO ADANTI
13 DIC 2023 - El País - harendt.blogspot.com

En su libro Qué significa todo eso, el físico Richard Feynman lamentaba que el principio de incertidumbre de la mecánica cuántica no hubiera permeado en la cultura popular. Feynman lo resume así: “Ser conscientes de que nada puede ser establecido de forma exacta”. Esto mismo me pasa cuando trato de establecer el estado de la libertad de expresión en España. Diría que este derecho fundamental se ha ido contrayendo peligrosamente en las últimas décadas pero que, al mismo tiempo, nunca antes habíamos tenido tanta diversidad de opiniones participando del debate público. Intentaré una aproximación al tema desde la incertidumbre. Vamos al lío.
Nuestra democracia nació tutelada por la dictadura y con la Santa Iglesia adoctrinando en el nacionalcatolicismo durante décadas desde el sistema educativo. El caudillo nos encasquetó una monarquía como garante de que no caeríamos en las garras de la pérfida república y teníamos a ETA sembrando de cadáveres las calles hasta ya entrado el nuevo milenio. No es de extrañar que el código penal vigente, aprobado dos décadas después, herede delitos arcaicos como los ultrajes a España, sus instituciones y sus símbolos, las injurias a la corona o la ofensa a los sentimientos religiosos. No es de extrañar que muchos de nuestros conciudadanos no lleguen a entender por qué esto atenta contra la libertad de expresión ni por qué se debería reformar el delito de enaltecimiento del terrorismo.
Así y todo vivimos en una democracia plena. Con lo complicado del parto, la criatura no nos salió ni tan mal, oiga. Pero, como suele pasar, con los años la cosa mejoró y empeoró al mismo tiempo.
Con el nuevo milenio amanecimos a las nuevas tecnologías, la globalización y el terrorismo islamista. En nombre de la seguridad la lucha antiterrorista impuso límites a la libertad de expresión. Cayó Lehman Brothers, se pinchó la burbuja inmobiliaria y empezó la crisis del 2008. ETA dejó las armas un par de meses antes de que la crisis se llevara puesto, también, a ZP.
Ante la movilización social por las políticas de austeridad y utilizando el terrorismo yihadista como coartada, el nuevo gobierno de Rajoy reformó el código penal y promulgó las conocidas como leyes mordaza, que castigan la resistencia, desobediencia y falta de respeto a la autoridad, la negativa a identificarse y la difusión no autorizada de imágenes de miembros de las fuerzas de seguridad. Por entonces hizo su aparición pública Abogados Cristianos al demandar a Javier Krahe por un vídeo hecho en 1977. El ministro del interior, Jorge Fernández Díaz, declaró a Hazte Oír “organización de utilidad pública”. Estos grupos de ultraderecha relacionados con la secta fundamentalista el Yunque empezaron a demandar a todo el que osase meterse con la fe verdadera. Se multiplicaron así las demandas por ofensa a los sentimientos religiosos.
Las redes sociales, que prometían ser el ágora soñada, terminaron siendo parroquias sectarias que amplifican el fanatismo
A medida que los escándalos deterioraban la imagen de la Casa Real al punto de hacer abdicar al ahora emérito y que los casos de corrupción en el Partido Popular salpicaban al gobierno, crecía la protesta al mismo ritmo que las demandas. Artistas, tuiteros, cantantes, activistas, fotógrafos y periodistas fueron pasando por los tribunales. Y a pesar de que ETA ya no existía, se multiplicaron los acusados por enaltecimiento del terrorismo etarra por simples chistes de humor negro.
Triunfó la moción de censura y empezó un gobierno de coalición progresista que prometió derogar las leyes mordazas y reformar el código penal. Pero…
Pero llegó la pandemia y, ante la protesta de sectores de la derecha y los negacionistas, el nuevo gobierno se valió de las leyes de Seguridad Ciudadana de Rajoy durante el estado de alarma para hacer cumplir el confinamiento. Luego, la falta de acuerdo con EH Bildu y ERC bloqueó la reforma en la pasada legislatura y las leyes mordaza siguen hoy ahí, como si nada. Y a esto hay que sumarle los artículos sobre el adoctrinamiento que permite penalizar una búsqueda por internet, o sobre el discurso de odio, redactado tan ambiguamente que podría utilizarse —como recomendó una fiscal en una célebre circular— para castigar a quienes insultan a los neonazis.
Llegamos a la actualidad y las redes sociales, que prometían ser el ágora soñada, terminaron siendo parroquias sectarias que amplifican el fanatismo y crean esferas estancas donde no existe el diálogo sino la polarización y la bronca. Se implanta la certeza como impostura para mayor efectividad de los algoritmos a la hora de trazar perfiles de consumo despreciando los matices y convirtiendo al que opina lo contrario en hereje digno de censura. Dejamos así a la libertad de expresión en manos de empresas multinacionales cuyo objetivo no es el bien común sino incrementar sus ganancias.
No nos engañemos, vivimos en una democracia plena y muchos colectivos vulnerables que ayer no tenían voz, hoy se hacen oír y participan en el debate público. Sí, pero en tiempos en que los valores democráticos están siendo cuestionados por muchos de aquellos que han tenido la suerte de nacer en democracia, con una crisis del capitalismo global que es tierra fértil para el populismo y el fanatismo, con una emergencia climática como el mayor reto de la historia de nuestra especie, con la certeza como valor identitario y de mercado y la duda que, dicen aún, ofende.
Resumiendo, el código que rige nuestra convivencia está pidiendo a gritos una reforma que blinde la libertad de expresión. Tenemos todos los ingredientes para que una merma aún mayor de este derecho fundamental pueda implementarse desde a legalidad en el caso —nada improbable, por cierto— de que la ultraderecha llegue al gobierno nacional el día de mañana.
Como escribió Feynman sobre la aplicación del principio de incertidumbre en el campo de la opinión pública: “Es mejor decir algo y no estar seguro que no decir nada en absoluto”. Esta es mi opinión pero, bendita incertidumbre, no estoy del todo seguro.


































[ARCHIVO DEL BLOG] Los héroes infantiles de Hidalgo Bayal. [Publicada el 15/11/2017]











Haciendo un recuento de tipos buenos y malos, uno constata que no siempre se ha mostrado contrario a los agresores, comenta en el diario El Mundo el escritor Fernando Aramburu, reseñando el reciente libro de Gonzalo Hidalgo Bayal titulado La princesa y la muerte (Tusquets, 2017). La simpatía por ellos y por sus fines se nos impuso alguna que otra vez, por imperativos de la ficción, sobre las normas morales comúnmente admitidas al menos fuera del arte. O quizá ni siquiera eso, por cuanto nuestra conciencia no se sintió poco ni mucho concernida a propósito de quienes, dentro del marco de la imaginación, se empeñaban en causar daño y hasta en matar. La felicidad de la literatura narrativa, del cine y el teatro depende en no pequeña medida de unos buenos malos, esto es, de unos malos adecuadamente construidos, suscitadores de acción dramática, de episodios interesantes y complejos.
¿Incurro en un error si afirmo que el Coyote tiene en el mundo hartos más adeptos que el Correcaminos? Es cierto que el pobre y flaco carnivorous vulgaris nunca logra merendarse al ave veloz y que esta, libre de golpes, caídas, rasguños, y de la ley de la gravedad, siempre va muy por delante de su nunca consumada condición de víctima. Las energías empleadas por el Coyote para urdir trampas y la suma descomunal de dinero que le habrán costado los artilugios letales de la marca ACME, no sólo no conducen al fin esperado, sino que en todas las ocasiones se vuelven contra él, causándole tantos descalabros y quemaduras como humillaciones. Uno se pasó la infancia deseando que el Coyote atrapara alguna vez al supersónico pajarraco. Y todavía, ya en la edad de las canas, uno se conformaría con que al menos lograra arrancarle un mechón de plumas.
Mirando aquella estupenda serie de animación de Warner Bross, al niño le surgía la posibilidad de extraer una enseñanza. La vida depara fracasos; afrontémoslos con perseverancia y método; combatamos la frustración; no nos desmoralicemos ante los infortunios. No está mal para agregarle unos gramos de carácter al cuerpo. Te puedes despeñar por un precipicio de medio kilómetro de altura; te caerán rocas y yunques en la cabeza; te atropellarán trenes y camiones. ¿Y qué? Te levantas y sigues. Los niños simples pensábamos así y, en el colegio, no desconocíamos la bofetada ni el reglazo. Nuestra candidez sin desbastar nos protegía de las inclemencias de la tristeza. Una tarde, décadas después, llevamos a nuestros hijos al cine a ver, pongamos por caso, Buscando a Nemo, de Pixar Animation Studios. Salieron conmovidos, ansiosos de acariciar lo que fuera: un gorrión, una margarita, el pomo de una puerta. ¿Cómo les ibas a poner luego en el plato, a la hora de la cena, un salmonete frito con su cola, su raspa y las bolitas turbias de sus ojos? Lo habrían mirado a uno como se mira a un asesino.
El kitsch y la sentimentalización de las narraciones infantiles se me hace a mí que son más perniciosas para la salud mental de los menores que aquellas historias tradicionales, de una crueldad sin paliativos que hoy llenaría los consultorios de los psicólogos de tiernas criaturas estremecidas. El dramaturgo Juan Mayorga atribuye a Disney Channel el contagio de comportamientos de sumisión entre los menores de edad. A los niños de antaño, el que un lobo se zampara a una abuela con camisón y gorro de dormir o una bruja le diera una manzana envenenada a una chica, el que un dragón tostara con su aliento a un jinete o una vieja verrugosa comiera niños cocidos en un caldero, no nos quitaba el sueño ni hacía de nosotros, de la noche a la mañana, vegetarianos. Uno no ha olvidado que el chiripitifláutico Capitán Tan salía en la tele con pistola y cartuchera, y no digamos ya los Hermanos Mala Sombra. Me pregunto si la pedagogía actual permitiría lo que la censura de la época no tachaba.
Así las cosas, incluso en los cuentos tradicionales menos aptos para niños melindrosos, lo normal es que en el desenlace el malo reciba su castigo y a continuación el orden social se restablezca. El cazador rajaba la panza del lobo dormido, sacaba de su estómago a la abuela aún no digerida, rellenaba al malvado con piedras, le cosía el vientre y lo tiraba al pozo o al río. Normal, ¿no? Como remate, la princesa solía casarse con el príncipe y, no vegetarianos ellos, comían perdices. Hoy día todo este guiso narrativo resultaría poco ecológico. No me refiero a la boda en el palacio real, sino a la acción de envolver piedras con un lobo vivo, asunto que hasta podría sacar de sus casillas a las asociaciones animalistas.
Esta norma del desenlace consolador que pena las malas acciones y premia las buenas la conculca Gonzalo Hidalgo Bayal en los veintiún relatos que integran La princesa y la muerte (Tusquets, 2017), de publicación reciente. En ellos, el personaje reparador termina o bien colgado en la horca o bien decapitado, y no por error sino en cumplimiento de la ley, que no admite salvedades en su aplicación. Ni siquiera las lágrimas sinceras del monarca depositario del poder supremo pueden suspenderla. Tampoco caben las penas intermedias en el mundo imaginario de Hidalgo Bayal. No sé, veinte docenas de latigazos, dos décadas de mazmorra, el destierro. Un comportamiento castigado por el fuero conduce en línea recta al cadalso. Da igual que uno haya salvado a la princesa raptada y tenga derecho a desposarla. Las ejecuciones se cumplen sin demora, la muerte prevalece y pasamos al siguiente cuento, en el que nuevamente al honrado, al valiente, al generoso, un desliz de última hora les depara lo peor.
En el epílogo del libro, Gonzalo Hidalgo Bayal denomina "fábulas domésticas" a estas historias suyas de princesas, caballeros, reyes, dragones y héroes con más empeño que fortuna. La fluencia narrativa remeda la de los cuentos clásicos para niños; la prosa y la ausencia de moraleja final interpelan asimismo al público adulto. La idea de lo doméstico acaso proceda de las circunstancias que acompañaron a la invención de las historias. El autor se las contaba a su hija, ambos de paseo matinal por la playa aprovechando unas sucesivas estancias vacacionales en la costa. Si la niña le daba el visto bueno, Hidalgo Bayal se apresuraba a poner por escrito el relato a fin de no olvidarlo.
Dos muestras a modo de despedida y con la esperanza de hacer apetecible este libro delicioso. Un esforzado caballero libra a los habitantes de una ciudad del acoso de un monstruo de siete cabezas. Como al final no acepta la corona que le ofrecen, lo mandan visto y no visto a la horca. El mismo destino le corresponde al hijo de un leñador que había sacrificado su vida por salvar la del rey. ¿Su delito? Participar años más tarde en un torneo reservado a caballeros y, además, ganarlo. Estas y otras historias engañosamente infantiles de Gonzalo Hidalgo Bayal tienen su miga. Más le valdrá al Correcaminos no meterse en una de ellas. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt


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lunes, 18 de diciembre de 2023

Del 20 de diciembre de 1973

 






20 de diciembre de 1973
FRANCISCO ACOSTA
18 DIC 2023 - El País - harendt.blogspot.com

El 20 de diciembre se cumplen 50 años del comienzo del juicio del Tribunal de Orden Público contra diez sindicalistas de Comisiones Obreras, el llamado Proceso 1001. A la misma hora de ese día, ETA atentaba contra el presidente del Gobierno de España, Luis Carrero Blanco, en una calle de Madrid, acabando con su vida. Estos dos acontecimientos marcarían el devenir histórico de nuestra nación.
En mi condición de ser uno de los condenados del Proceso 1001 me atrevo a discernir sobre estos hechos. Trataré de aclarar por qué aquellos sucesos estaban entrelazados; por qué la organización terrorista ETA escogió aquel día para llevar a cabo su acción. La petición de una condena de 162 años de prisión contra los diez sindicalistas de CC OO detenidos en una reunión en un convento de Pozuelo de Alarcón (Madrid) había provocado una ola de protestas y movilizaciones no sólo entre amplios sectores de la clase trabajadora, sino en diferentes capas de la sociedad española, que trataban de combatir al régimen franquista. Este movimiento tenía previsto confluir el 20 de diciembre con un protagonismo importante de la clase trabajadora, cuyo objetivo era realizar huelgas en los centros de trabajo y manifestaciones en las calles, haciéndolas coincidir con el comienzo del juicio. En paralelo, en los países democráticos europeos, y también en Estados Unidos, Australia o Japón, los sindicatos democráticos y otros sectores progresistas iniciaron numerosas protestas contra el régimen franquista exigiendo la libertad de los procesados.
Ante esta movilización sin precedentes, la organización terrorista ETA decidió aprovechar la coyuntura con una gran dosis de oportunismo; trató de quitar protagonismo al movimiento democrático de amplios sectores de la sociedad española contra la dictadura. Al hacer coincidir el atentado contra Carrero Blanco con nuestro juicio, ETA provocó un ambiente de rebelión de la extrema derecha y la neutralización de las luchas democráticas previstas, evitando así el debilitamiento que dichas acciones hubieran hecho a las estructuras del régimen. Se crearon además condiciones para la represión y el terror contra los procesos y sus allegados, y coadyuvó al mantenimiento de la condena de 162 años de prisión.
La incoación por parte de las estructuras gubernamentales y judiciales de la dictadura de esas brutales condenas, tenían como objetivo el escarmiento represivo al movimiento sindical y democrático que protagonizaba Comisiones Obreras desde los primeros años sesenta.
Durante el juicio pudimos comprobar cómo se mantenían las prácticas totalitarias de la dictadura. Al elegir una fecha muy cercana a las fiestas navideñas, se buscaba el aislamiento del juicio a todos los niveles.
El día 20 nos trasladaron, esposados, desde la cárcel en un furgón al Palacio de Justicia y, al entrar en la sala de vistas, nos dimos cuenta del ambiente tenso y enrarecido. Se notaba en la bancada de los abogados y en el estrado de los jueces; también nos extrañó que no hubiese público. Algo grave estaba pasando, porque nos trasladaron de nuevo a los calabozos del edificio. Allí nos enteramos del atentado contra Carrero Blanco. Al cabo de un rato vimos acercarse a un capitán de la Policía Armada, preguntó quién era Marcelino Camacho y le comunicó que estaba allí para garantizar nuestra seguridad personal y nos señaló, al fondo del pasillo, un destacamento de la Policía fuertemente armado. Pasada la hora del almuerzo volvieron a llevarnos a la sala de juicio. El ambiente seguía tenso, pero la sala ya estaba llena de personas y pudimos ver a nuestros familiares en las primeras filas. Un ujier nos colocó en el banquillo según la petición de condena. A Marcelino Camacho y los procesados que tenían mayor petición fiscal, delante, y a los demás, detrás.
Me di cuenta de que se intentaba proteger a Marcelino de un posible atentado por la espalda. Las facciones de la extrema derecha violenta que, tras conocerse el atentado contra Carrero, habían acudido a la plaza de las Salesas para amenazar a nuestros familiares y abogados, señalando las pistolas que tenían ocultas, habían entrado en la sala del juicio.
La culminación del atropello judicial del régimen contra el Proceso 1001 se cerraría el 27 de diciembre con la sentencia. El tribunal, ante una petición fiscal de 162 años de cárcel por una reunión de diez sindicalistas de Comisiones Obreras, se tomó poco tiempo para deliberar. Se trataba de dar un castigo ejemplar a Comisiones Obreras. En cierta manera también nos condenaban por el atentado contra el presidente del Gobierno.
Tras nuestro recurso ante el Tribunal Supremo en febrero de 1975, las condenas fueron rebajadas. La dictadura seguía debilitándose y la sentencia de este tribunal se ajustaba a la propia legalidad judicial franquista, que ellos mismos habían infringido el 20 de diciembre. Lo consideramos una gran victoria y al final de ese mismo año todos los condenados del Proceso 1001 estábamos en libertad. La llegada de la democracia estaba más cerca que nunca después de 36 años de dictadura. Francisco Acosta es cofundador de Comisiones Obreras y condenado en el Proceso 1001











De la Argentina del "Nunca más" a la motosierra

 






Del “nunca más” a la motosierra
LUCÍA LIJTMAER
18 DIC 2023 - El País - harendt.blogspot.com 

Al principio, justo antes de que empezara todo, lo que flota es un pedido, un ruego, un imperativo moral: nunca más. Cada relato, cada país, está construido a través de su lenguaje propio. Argentina no es una excepción. Aunque la historia de la democracia argentina no comience exactamente con este reclamo, sino el 10 de diciembre de 1983, cuando Raúl Alfonsín asume como presidente electo, la consigna se convierte en su seña de identidad. Al fin y al cabo, el nuevo presidente quiso asumir ese día y no otro por su poder simbólico: se trata de la fecha en que se conmemoran los derechos humanos en todo el mundo. Alfonsín sentaba las bases, frágiles e inestables en un principio, fuente de orgullo después, de lo que sería uno de sus baluartes: la recuperación de la dignidad colectiva y la valiente y férrea intención por sentar jurisprudencia mundial en materia de derechos humanos. Tras años infames que dejaban muertos, torturados y 30.000 desaparecidos por el terrorismo de Estado de la dictadura de Videla, la imagen serena de unas madres en una plaza reclamando justicia queda como lección. ¿Qué es un “desaparecido” sino un fantasma que sigue pululando en la conciencia hasta que reaparece para avergonzar a sus dirigentes? La democracia argentina se estrena haciendo historia con los juicios a las juntas militares en 1985, y en busca de memoria, justicia y reparación.
La casa está en orden: en mi recuerdo, estábamos pegados a la televisión. Las noticias que llegaban a España no eran tantas como para frenar la angustia en una era preinternet. Era 1987, justo diez años después de nuestra llegada a Barcelona, en plena dictadura. Entre llamadas, cartas y algún periódico argentino que se conseguía en Las Ramblas dimos cuenta de lo que pasaba ese abril. Tras varios días de tensión, se logró frenar una insurrección militar encabezada por Aldo Rico y otros carapintadas que cuestionaban los juicios impulsados por el Gobierno contra las juntas. En una joven democracia, tras medio siglo de golpes de Estado, Alfonsín declaró el freno al alzamiento con esa frase. Y su coletilla: “... y no hay sangre en la Argentina”. Ah, la sangre, siempre en juego.
Pizza con champán: los gustos gastronómicos del peronismo, encabezado por el siguiente presidente Carlos Saúl Menem, dibujan una época a través de esta mezcla: comida popular y lujo sofisticado es el paradigma de la década de los noventa argentina. Su propia cultura del pelotazo, la privatización de empresas estatales y la liberalización económica llevó al enriquecimiento desmesurado de algunos y definió el gusto por la ostentación y el consumo desaforado. Se institucionaliza viajar a Miami para comprar en los shoppings y el argentino es caricaturizado en los otros países latinoamericanos como el comprador compulsivo que exclama “deme dos” de cualquier cosa. Es la era del sueño de ser rubia platino como la popular presentadora de televisión Susana Giménez y un exultante menemismo que proclamaba que Argentina había entrado en el primer mundo.
Pero el lujo no es infinito y el champán francés también deja resaca. La liberalización y el flujo de capitales en un país de economía inestable, había basado su bonanza financiera en la premisa Reagan de que toda riqueza acaba goteando y llegando a las masas, fuera como fuera. Pero no fue así. La fuga de capitales y la recesión que se instaló a partir de 1998 y se agravó desmesuradamente en los años siguientes, marcando un antes y un después en la historia del país. Nadie recordaba una crisis económica como esa. El empobrecimiento masivo de millones de personas implicó una fractura social desconocida hasta el momento. Es la época del exilio económico de jóvenes y no tan jóvenes. El acento argentino regresa a Europa, mientras un presidente muy debilitado, Fernando de la Rúa, intenta hacer frente a la crisis. El ministro de Economía, Domingo Cavallo, instaura el corralito bancario para intentar frenar la sangría económica, limita fuertemente los movimientos económicos ciudadanos y la población estalla. Entre cacerolazos, piquetes y escraches como medidas de protesta, la crisis política e institucional es brutal. Se instala la furia y el descreimiento mediante el grito de “que se vayan todos” y De La Rúa abandona la Casa Rosada en helicóptero. Argentina deja el sueño del primer mundo mientras asumen y dimiten varios presidentes en diez días y en los barrios se instalan los mercados de trueque a ritmo de cumbia.
Ese momento resulta crucial para la sociedad argentina. Por una parte, se refuerza una idea, ya presente, de que el político es, por antonomasia, corrupto. Por tanto, la salvación del país no puede estar en manos de la “casta” política sino del antipartidismo. Esto tiene consecuencias inmediatas: la gente, que ya en 2001 se vio obligada a recurrir a la autoorganización —ya sea en asambleas, mercados de barrio o la acción colectiva— entiende esta manera de organización política como una necesidad. Los movimientos de base se convierten en una luz que prende con fuerza, y que sostiene ciertas deudas pendientes en un país que históricamente había resultado puntero en derechos civiles en América Latina.
El movimiento feminista se convierte en una punta de lanza de una fuerza inusitada, popular, y arrasadora. La revolución de las pibas, como declara la feminista Luciana Peker, es la responsable de los dos pilares más importantes de esos reclamos: el cese de la violencia machista y los feminicidios, bajo la consigna de Ni una menos, y la batalla en las calles primero y en las instituciones después en favor de la interrupción de los embarazos no deseados con el lema Será ley. Las mujeres de toda edad y condición se unen bajo una llamada educativa y plural: “educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir”, plantando cara a la Iglesia y al Estado, que finalmente aprueba la ley a favor del aborto. La oleada estalla en Argentina en la defensa de los derechos de las mujeres, conteniendo, de momento, el avance reaccionario que se instaura en otros países.
Pero el antipartidismo tiene también otras derivas. Tras los gobiernos de Cristina Fernández de Kirchner y Mauricio Macri, el regreso del peronismo con Alberto Fernández se enfrenta con una situación difícil. La pandemia de la covid hace mella en una sociedad ya muy castigada económicamente y los argentinos buscan el orgullo nacional en ámbitos extrapolíticos: Messi, el Papa o Bizarrap, los ídolos se miden a través del éxito internacional pero fuera de la grieta institucional y mediática cada vez más nihilista. Si todo político es corrupto, solo un outsider puede calmar a un país paranoico y con una inflación disparada. Y en esas instancias llega en tromba la supuesta antipolítica de Javier Milei. Un ultra libertario autodenominado anarcocapitalista, con una vicepresidenta que lleva décadas militando en favor del negacionismo de los horrores de la dictadura militar, y que promete, a través del sacrificio —sobre todo de los más pobres— el regreso triunfante de una primera potencia mundial que a duras penas existió. El populismo de ultraderecha también tiene su lema, su sintagma: “libertad”. Económica, por supuesto. Muy bien publicitada en 2023 a través de una motosierra imaginaria. Imaginaria, por favor. He aquí el ruego final. Lucía Lijtmaer es escritora.