martes, 14 de noviembre de 2023

De la amnistía que viene

 






La amnistía que viene
JOAN RIDAO MARTIN
13 NOV 2023 - El País - harendt.blogspot.com

Desde la inmediación que me proporciona haber intervenido en su redacción, me propongo explicar de forma sucinta la proposición de ley sobre la amnistía que ha registrado este lunes el PSOE en el Congreso de los Diputados, todavía sin el concurso de la mayoría de fuerzas políticas que dan apoyo a la investidura por algunas diferencias de criterio. Aunque mi aproximación pretende ser jurídica, basta constatar el empate infinito de opiniones en este terreno para deducir que se trata, también, de una cuestión política. Para empezar, porque no estaríamos aquí si la aritmética pos-23-J no hubiera tenido efectos taumatúrgicos, pero también porque, como reza la exposición de motivos, nos hallamos ante una medida excepcional que exonera de responsabilidad un amplio haz de conductas determinantes de responsabilidad penal, administrativa o contable acaecidas durante un fenómeno político sin parangón como el proceso independentista catalán, que tensó las relaciones a nivel institucional y social y que dio lugar a una severa respuesta en términos coercitivos, tanto con la aplicación del artículo 155 como con la iniciativa de jueces y tribunales. Esa excepcionalidad es la que anuda la amnistía al interés general, uno de los presupuestos habilitantes de la futura ley y el fundamento que debería permitir superar el canon de igualdad de la misma por tratarse de ley singular, que se aparta del dogma de la generalidad de las leyes, para beneficiar a un amplio colectivo de personas, algo ampliamente aceptado por el Tribunal Constitucional en sentencias como la SSTC 147/1986 o la 129/2013.
Por otro lado, y es relevante, los que suscriben la proposición expresan claramente en su proemio su deseo de reconducir las diferencias existentes a la vía política, de mejorar la cohesión social e integrar las diferentes sensibilidades políticas en el contexto de una democracia no militante donde cabe todo tipo de ideas. No en vano, el propio Tribunal Constitucional ha dicho que la Constitución no aborda, ni puede, todos los problemas que puede suscitar el orden constitucional, y que corresponde a los actores políticos y a los poderes territoriales resolver los problemas por la vía del diálogo y la cooperación (STC 42/2014). Y así ha sido en todas las amnistías de la historia de España, desde la preliberal de Oñate (1839), tras la primera guerra carlista, pasando por la de 1931 (tras la dictadura de Primo) y 1936 (después de la revolución de octubre de 1934), hasta llegar al decreto ley de 1976 y la Ley 46/1977 tras la dictadura franquista.
Ello es así porque esta amnistía se articula sobre la base de principios y valores como el pluralismo político, presente en una Constitución como la de 1978 integrada en la tradición liberal-democrática que ha iluminado el Estado social y democrático de derecho contemporáneo. Y también sobre el principio de justicia, dado que los hechos que se propone cubrir nunca deberían haberse perseguido penalmente, pese a ser inconstitucionales. El propio Tribunal Supremo, en su sentencia de 2018 sobre el procés (página 269) reconoció que “bastó una decisión del Tribunal Constitucional para despojar de inmediata ejecutividad a los instrumentos jurídicos que se pretendían hacer efectivos”, remachando que “la conjura fue definitivamente abortada con la mera exhibición del BOE que publicó la aplicación del 155″.
Lo deseable hubiera sido desechar el derecho penal de la trinchera y dar una respuesta como la de Canadá ante el desafío secesionista de Quebec, en forma legal (ley de la claridad) o de la jurisdicción constitucional (opinión consultiva del Tribunal Supremo). Y no solo eso; la amnistía se inspira en el principio de la justicia porque, como también se señala entre sus motivos, se enmarca en el contexto de la justicia punitiva del siglo XXI, ya sea restaurativa, como la que ha servido para resocializar a jóvenes presos en Portugal, como la llamada transicional, que busca la reconciliación y la paz social en momentos de cambio de régimen o de graves conflictos sociales. Así sucedió en Francia tras la guerra de Argelia, o en Alemania o Italia, países donde la jurisdicción constitucional ha validado la amnistía en supuestos de “sublevaciones populares” o en “tiempos de grave dificultad”, con el saldo de más de 50 decisiones de ese tipo en Europa tras la II Guerra Mundial.
Y ello se refleja claro está en el derecho de la UE. Para ello, la proposición cita la Decisión Marco del Consejo de 13 de junio de 2002 (artículo 3) y el Acuerdo de Comercio y Cooperación UE-Reino Unido pos-Brexit (artículo 600), además de la doctrina de Luxemburgo (sentencias de 29 de abril y de 16 de diciembre de 2021). Y, a otro nivel, se ajusta a la doctrina del Tribunal de Estrasburgo, que ha afirmado la bondad de la amnistía con el solo límite de las violaciones más graves de los derechos humanos (STEDH de 27 de mayo de 2014, caso Margus contra Croacia). Es por ello por lo que la futura ley delimita el ámbito objetivo de la amnistía, describiendo con amplitud y generosidad los actos vinculados a la consulta del 9-N (2014) y el referéndum del 1-O de 2017 (artículo 1), de su preparación o de sus consecuencias, realizados entre 2012 y la fecha del registro de la proposición, así como otras acciones, aunque no se encuentren directamente relacionadas con las consultas o incluso hayan sido realizadas con posterioridad con la intención de reivindicar, promover o divulgar la secesión, o los actos de colaboración o los de protección de los responsables de las anteriores conductas. Seguidamente, identifica los hechos que quedan excluidos (artículo 2), en el entendido de que no todo delito puede ni merece ser amnistiado, por ejemplo, las torturas y las penas o tratos inhumanos o degradantes (artículo 3 del Convenio Europeo de Derechos Humanos) o los delitos de terrorismo que hubieran producido un resultado de muerte o la pérdida o inutilidad de órganos y que se hallen comprendidos en la definición de la Directiva (UE) 2017/541 del Parlamento Europeo y del Consejo, de 15 de marzo de 2017.
Por último, por lo que se refiere al consabido argumento de que la amnistía no está prevista en la Constitución, o peor, que está expresamente prohibida, hay que decir que claro está que el hecho de no estar prevista no supone interdicción alguna. Como refiere la proposición, hay decenas de leyes y otras disposiciones en el ordenamiento estatal y autonómico que la contemplan (Ley de Enjuiciamiento Criminal, Ley de Memoria Democrática, decretos que regulan cuestiones disciplinarias del personal de justicia o policías, etcétera). Además, el Tribunal Constitucional ha destacado que se trata de una libre opción del legislador y no ha apreciado restricción constitucional directa alguna (sentencias de 1983 y 1986), declarándola apta especialmente en momentos de “consolidación de nuevos valores”. El argumento de que está prohibida es simplemente un argumento a minori ad maius: si la Constitución prohíbe lo menos (el indulto general), también prohíbe lo más (la amnistía). Pero, como bien razonó el Tribunal Constitucional y reproduce la proposición, la relación entre amnistía e indulto es cualitativa, no cuantitativa: el indulto lo otorga el Gobierno por decreto en casos de utilidad pública, por razones de justicia y equidad. La amnistía la aprueba el Parlamento por ley orgánica y por razones políticas. Lo cual nos lleva a un postrero y decisivo argumento: la amnistía no vulnera la separación de poderes ni la exclusividad de jurisdicción porque, como dice la propia Constitución, el poder judicial se halla sometido al imperio de la ley. Y esa ley emana del único poder del Estado con legitimación democrática directa y autorizado a actualizar de forma permanente la voluntad constituyente de 1978: el Parlamento. Joan Ridao es profesor de Derecho Constitucional de la Universidad de Barcelona. 











De la España de todos

 







Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz martes. Mi propuesta de lectura para hoy, de la escritora Luz Sánchez-Mellado, va de la España de todos. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. harendt.blogspot.com









¡Viva España!
LUZ SÁNCHEZ-MELLADO
09 NOV 2023 - El País -harendt.blogspot.com

Anoche vi frente a frente a un español feliz y tranquilo. Reporto el prodigio en esta columna de última página, aunque, tal y como está el patio, debería ir a cinco y en primera plana. Fue de pura chiripa, en la sede en Madrid de la Real Academia Española, uno de esos solemnes lugares donde pareciera que nunca pasa nada. Salía de un despacho, desconectada del mundo un par de horas, cuando me topé con un revuelo de cámaras, micrófonos y colegas del oficio con la expectación de las grandes ocasiones impresa en el rostro, y me quedé a ver quién las provocaba. En esas, entró un caballero alto y flaco, barba y pelambrera canas, lentes montadas en varilla de plata y traje y corbata de los de ir a las bodas, y declaró estar encantadísimo de la vida y más contento que unas Pascuas. Era don Luis Mateo Díez, Quijote octogenario, según propio autorretrato, agradeciendo su flamante Premio Cervantes. Caí enamorada.
Lo que vino después fue el canto de amor a la vida y la escritura de un viejo narrador sin azúcar ni acíbar. Dijo que la edad es un cuento, pero que el cuerpo pesa. Que la vida es incómoda, pero merece la pena. Y que la felicidad constante no existe, pero su equivalente realista es gozar de la tranquilidad suficiente para dormir sin más reconcome que el de las propias tripas digiriendo la zozobra de estar vivo. Daba gusto escucharlo, dilatándose en las respuestas, gustándose al ver que gustaba, pidiendo más preguntas cuando estas se acabaron por las prisas, aunque nadie quisiera irse, él el primero. Apuesto a que, de haber sido la hora del vermú y no la del cierre de los periódicos y los telediarios, habría convidado a una ronda a los presentes para celebrarlo. Al salir del templo de las letras, templado el cuerpo y el ánimo por la alegría del premiado, el frío de la noche y el estruendo de un helicóptero me sacaron del hechizo. Era la Policía vigilando las violentas protestas contra las legítimas negociaciones del legítimo candidato a presidente del Gobierno para ser investido. Muchos iban envueltos en la bandera de España, como si fuera suya en exclusiva. No les cabe en la cabeza que España somos todos.
































[ARCHIVO DEL BLOG] Prejucios, ideología y política. [Publicada el 15/12/2013]










Permítanme comenzar con una cita de Isaiah Berlin en su libro "El poder de las Ideas" (Espasa-Calpe, Madrid, 2000). Dice así: "Libertad e igualdad, espontaneidad y seguridad, felicidad y conocimiento, compasión y justicia, todos ellos son valores humanos fundamentales que el hombre busca por sí mismo. Sin embargo, cuando son incompatibles, no pueden ser conseguidos, es necesario elegir, y, con frecuencia, cuando se persigue un fin determinado se deben aceptar trágicas pérdidas. Pero si esto, tal y como yo creo, no es tan solo verdadero empíricamente, sino también conceptualmente -es decir, que se deriva del mismo concepto de estos valores-, entonces la idea de un mundo perfecto en el que se llevan a cabo todas las cosas buenas es incomprensible y, de hecho, es conceptualmente incoherente". El caso es que aunque lo que dice Berlin sea opinable, y más en política, como asevera el antiguo aforismo "elegir es descartar". 
Hace unos días me reprochaba en privado un lector del blog que no aporto nada más que una ingente información confusa. Quizá tenga razón: solo aporto información que me parece interesante, eligiendo y descartando, pero cuando tomo partido lo expongo claramente y sin tapujos. En todo caso, la intención de este blog era y es un intento de interpretar el mundo a través de las miradas y las palabras de los otros. ¿Podía ser de otra manera?, supongo que sí, pero esa es la que yo elegí descartando otras: la de una mirada escéptica sobre lo que leo, veo y oigo a mi alrededor. Y a fuer de repetitivo recuerdo mi definición de escéptico, mi única aportación original a la teoría política junto a la definición de Canarias como un estado de ánimo rodeado de agua por todas partes; y ella es la de que un escéptico es un optimista chamuscado por la realidad. Y es que los hechos son los hechos, como decía el sabio, aunque cada uno los interprete a su manera.
¿Son las ideologías meros prejuicios en el sentido político positivo que daba al término Hannah Arendt? ¿O son meras anteojeras que nos permitan circular por la vida política sin excesivos esfuerzos de pensamiento como aduce el profesor Arias Maldonado en los artículos que reseño más adelante? En cualquiera de los casos suponen elegir y descartar.
Hay un precioso librito de Hannah Arendt: "¿Qué es la política?" (Paidós, Barcelona, 1997),  de apenas 150 páginas, que dedica varias de ellas al asunto de los prejuicios en política. Dice en una (pág. 49): "En nuestro tiempo, si se quiere hablar sobre política, debe empezarse por los prejuicios que todos nosotros, si no somos políticos de profesión, albergamos contra ella. Estos prejuicios, que nos son comunes a todos, representan por sí mismos algo político en el sentido más amplio de la palabra: no tienen su origen en la arrogancia de los intelectuales ni son debidos al cinismo de aquellos que han vivido demasiado y han comprendido demasiado poco. No podemos ignorarlos porque forman parte de nosotros mismos y no podemos acallarlos porque apelan a realidades innegables y reflejan fielmente la situación efectiva en la actualidad y sus aspectos políticos. Pero estos prejuicios no son juicios. Muestran que hemos ido a parar a una situación en que políticamente no sabemos -o todavía no sabemos- cómo movernos". 
Un poco más adelante (pág. 97) vuelve sobre el mismo tema, clarificando el papel de los prejucios en política: "Los prejuicios representan siempre en el espacio público-político fundadamente un gran papel. Se refieren a lo que sin darnos cuenta compartimos todos y sobre lo que ya no juzgamos porque casi ya no tenemos la ocasión de experimentarlo directamente. Todos estos prejuicios, cuando son legítimos y no mera charlatenería, son juicios pretéritos. Sin ellos ningún hombre puede vivir porque una vida desprovista de prejuicios exigiría una atención sobrehumana, una constante disposición, imposible de conseguir, a dejarse afectar en cada momento por toda la realidad, como si cada día fuera el primero o el del Juicio Final". 
El artículo de Manuel Arias Maldonado, profesor de Ciencia Política en la Universidad de Málaga, al que hacia referencia más arriba se publicó en tres entregas, entre los días 25 de noviembre y 9 de diciembre del presente año en Revista de Libros con el título de "La guerra de trincheras". Las tres entregas son, en realidad, un único comentario crítico, de reconocimiento, a la personalidad de Antonio Muñoz Molina,  Príncipe de Asturias de las Letras de este año, y a su libertad de juicio, expresada en su último libro "Todo lo que era sólido" (Seix Barral, Barcelona, 2013).
"¿En qué condiciones -se pregunta el profesor Arias- son producidas las ideas políticas y como circulan en una sociedad? Es una pregunta importante -dice-, porque parece razonable pensar que la vitalidad de una democracia dependerá en gran medida del buen funcionamiento de su maquinaria argumentativa. Quien se proclama poseedor de una ideología, sea cual sea, está legitimando el conjunto de sus jucios u opiniones a partir de su correspondencia con una serie de valores e instrumentos analíticos abrazados, en detrimento de otros, después de un largo proceso de decantamiento intelectual. El liberal -continúa- tirará enseguida de la mano invisible y el marxista de la lucha de clases, si bien el grado de sofistificación intelectual del ideólogo correspondiente producirá distintos grados de sofistificación expresiva. Las dos nociones tradicionales de ideología parecen confundirse: la idelología como falsa conciencia de la realidad (el obrero que ignora su propia alienación) y la ideología como cuerpo de valores sustantivos a los que uno se adhiere (proclamarse socialista, conservador, ecologista, liberal). Fácilmente propendemios a instalarnos en la ideología, ignorando las novedades o desmentidos que provengan de la realidad. Y el movimiento inductivo, que va de la observación a las ideas, será reemplazado por un movimiento deductivo que va, contrariamente, de las ideas a la observación. En lugar de ser una suerte de punto de llegada sometido a constante reevaluación, la ideología -concluye- se convierte en un punto de partida inamovible. Ahí está, naturalmente, el problema".
Les aconsejo la lectura del artículo en cuestión. Seguro que les resultará provechoso. Sean felices, por favor. Y como decía Sócrates: "Ιωμεν", vámonos. Tamaragua, amigos. HArendt












lunes, 13 de noviembre de 2023

Del comportamiento grupal

 







Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz lunes. Mi propuesta de lectura para hoy, del escritor Fernando Aramburu, va del comportamiento grupal. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. harendt.blogspot.com








Comportamiento grupal
FERNANDO ARAMBURU
07 NOV 2023 - El País - harendt.blogspot.com

En mi manada de lobos, mantenemos la tradición antigua del comportamiento gregario. No conocemos una opción diferente del conformismo natural. Para practicarlo necesitamos un líder. Si no, ¿cómo va a ejercer uno de subordinado? Dicho líder o macho alfa ostenta el cargo en colaboración estrecha con una hembra destacada entre las de su clase. Ambos equivalen a lo que en el plano humano vendrían a ser un presidente y una vicepresidenta. El jefe dice: Jamás caminaremos en esta dirección. Y todos a un tiempo apartamos la mirada del rumbo vedado por el jefe. El cual, otro día, tras un intercambio de susurros con la hembra directora, ordena que vayamos hacia donde antes no debíamos ir. Nosotros damos media vuelta y allá vamos, felices de obedecer.
A los profanos en materia lobuna, les aclararé que el jefe es ese ejemplar alto y de buena planta, ¿lo ven?, que está subido a la roca. Suele expresarse con aullidos vigorosos, es siempre el primero en probar bocado y exhibe a todas horas (rabo levantado, orejas tiesas) un porte dominante. Los demás, de acuerdo con nuestra posición jerárquica, mostramos distintos grados de sumisión. Los hay que permanecen por oficio junto al jefe listos para defenderlo, si hace falta, a dentelladas. Y los que, a cambio de su benevolencia, se tienden a sus pies y le presentan la yugular como diciendo: Mátame si quieres, pero si toleras mi presencia y me proteges te seguiré adondequiera que vayas y te serviré a ciegas, mandes lo que mandes. Están por último los que, no bien el jefe ha terminado de aullar, le lamen el hocico. A estos los veréis subir a lo alto de la colina o arrimarse a la linde del bosque, donde se entregarán a la sonora tarea de elogiar los principios y justificar las decisiones aulladas por el macho alfa. En mi manada, a estos lamedores de hocico se les recompensa de costumbre con los trozos más sabrosos de nuestras presas.




























[ARCHIVO DEL BLOG] Pensar para comprender, comprender para actuar. [Publicada el 17/12/2018]










Comprender no es perdonar, dijo Hannah Arendt. Y su pensamiento comprometido, sagaz, respetado y discrepante se contempla en evolución desde sus primeros escritos de juventud hasta los de su madurez en un reciente libro que con el título Ensayos de comprensión  acaba de publicar la editorial Página indómita (Madrid, 2018), reseñado por el profesor y exministro de Cultura César Antonio Molina. 
Estos 41 ensayos de Hannah Arendt [de cuya muerte se cumplieron el pasado 4 de diciembre cuarenta y tres años], dice el profesor Molina, fueron escritos entre los años 1930 y 1954, es decir, prácticamente todos ya en el exilio, dado que la pensadora abandonó Alemania en el año 1933. Hasta ahora permanecieron inéditos en libro y estaban dispersos. Hay un eje central en todos estos textos, el mismo que en casi toda su obra: los acontecimientos políticos del siglo XX no tienen precedentes históricos y, por este motivo, entre otros, es necesario analizarlos y tratar de explicarlos y comprenderlos. Perdonarlos o justificarlos es ya otra cosa. Reflexiona en el mismo momento en que esos acontecimientos se están llevando a cabo, pero también la autora nos advierte que la derrota del fascismo y del comunismo solo era parcial y temporal y que la reaparición de los totalitarismos estaría amenazando a Europa. Tarde o temprano, tendría que actuar en defensa de su democracia recién restaurada. Un elemento eficaz sería la unión supranacional del continente.
Comprenderlo todo no era perdonarlo todo. ¿Cómo reconciliarnos con un mundo en el que tales maldades son posibles? El adoctrinamiento había destruido por completo la actividad de la comprensión. La monstruosidad de los crímenes hacía parecer ridículo cualquier castigo. Arendt nunca se vio como filósofa, tampoco como pensadora política. La filosofía era la acción de pensar, mientras que la política, la de actuar. Su obra parte y se crea en el espacio de tensión. La filosofía: objetiva, neutral, en nombre de todos. La política: partidista, no neutral. Desde Platón todos los filósofos (excepto Kant y poco más) fueron reticentes hacia esta última. Arendt se declaró ajena a esa hostilidad y trató de aunar ambos mundos. Su labor se basó en el pensar, conocer, analizar, comprender y escribir, esta última la tarea más compleja y comprometida.
Uno de los grandes males que aquí se analizan es el nacionalismo. Esta ideología fanática y sectaria provocó ideas terroríficamente interesantes, fantásticas y complicadas. Sus creyentes cayeron en la trampa de sus propias ilusiones. El nacionalismo creó una utopía y una voluntad de modificar la realidad. Todo esto lo llevó al poder. Solo como utopía, el pensamiento puede oponerse a la realidad distinta que él mismo creó. La gran crisis europea del siglo XX y en la que ya volvemos a estar avanzado en el XXI, proviene de las reiteradas crisis de la nación-Estado.
Arendt cita un panfleto clandestino de la resistencia holandesa donde se comentaba que los problemas centrales de la paz venidera serían los de cómo lograr la formación de unidades más amplias en el terreno político y económico, preservando al mismo tiempo la autonomía cultural. La paz solamente podría ser salvaguardada por una autoridad europea superior: Consejo Europeo, Federación o unos EE.UU. de Europa. Lo fundamental era crear un sentimiento de solidaridad europea. Y ese sentimiento tenía que basarse en principios democráticos que desterrasen los fantasmas totalitarios no del todo extirpados. Ahora comprobamos que, una vez más, tenía razón.
Arendt no echa la culpa a todos los alemanes, sino solo a aquellos que participaron amparados en la obediencia, una eximente a la larga. Tras la paz se vieron las dificultades que hubo para identificar a unos y a otros, a pesar de la diezmada población. La Nada de la que surgió el nazismo puede definirse, en términos menos místicos, como el vacío resultante del casi simultáneo colapso de las estructuras sociales y políticas europeas. Las mentiras y las falsas promesas llenaron ese vacío. La estructura de clases europea había estallado, también el Estado-nación había producido parados y desclasados que se lanzaron a crear ese nuevo orden europeo, sin saber ni siquiera lo que era. Todo quedó subordinado al Partido que, a su vez, se entregó a la policía: las SS y la Gestapo. A partir de entonces la única ley fue el terror. Arendt critica a Churchill porque los aliados evitaron la guerra ideológica dándoles ventajas a los nazis, cuyo legado racista pervive.
¿Desde cuándo es un crimen cumplir órdenes? ¿Desde cuándo es una virtud rebelarse? Este es otro de los asuntos capitales de este volumen. La conciencia de culpa desapareció del hombre-masa parado. La responsabilidad de todos desapareció por los crímenes cometidos contra sus semejantes. La aparente vergüenza por lo realizado nunca fue suficiente. Se demostró que la Humanidad era una gran carga para los seres humanos.
Pero la autora de «Los orígenes del totalitarismo» escribe también duras críticas contra el comunismo. Se escandaliza de la irresponsabilidad de tantos intelectuales europeos comprensivos con Stalin, otro igual asesino que Hitler. También critica a los intelectuales norteamericanos «más aislados de la realidad política que ninguna otra intelligentsia». Y si el fascismo no era una invención de Hitler o Mussolini, tampoco el comunismo lo fue de Stalin. Por cierto, la condena a Marx también es total. Los campos de concentración, el terror y los asesinatos en masa habían sido objetivos semejantes. La deconstrucción del individuo se había llevado a cabo de manera paralela en ambas ideologías, aunque una se había alzado victoriosa sobre la otra.
Este libro es de una actualidad premonitoria. Advierte a las democracias europeas (ella murió en 1975) que permanezcan alerta, que eviten los nacionalismos, que profundicen en una Europa federada y fuerte, que estén atentas a la URSS (hoy de nuevo Rusia), que hagan una gran labor pedagógica explicando lo que fueron los totalitarismos y los males que acarrearon. Y, además de todo esto, evitar el conformismo pues amenaza a la libertad en una sociedad de masas. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt 












domingo, 12 de noviembre de 2023

Del día que el PP se echó, definitivamente, al monte

 





El silencio de Díaz Ayuso y la cárcel de Sánchez
JORDI AMAT 
12 NOV 2023 - El País - harendt.blogspot.com

No era la primera vez que la presidenta de la Comunidad de Madrid interrumpía su discurso. Es una estrategia óptima para caldear el ambiente. Escuchas cómo poco a poco se va extendiendo el griterío, decides si quieres que se imponga esa consigna, dejas de hablar, mides cada segundo, todo va muy rápido, pero tienes tiempo para pensar, sigues en silencio y así consigues que la proclama resuene aún con más fuerza. Ejemplo práctico un domingo a mediodía en la Puerta del Sol. Isabel Díaz Ayuso —la líder pop y populista del nacionalismo conservador español— proseguía con su discurso sobre la agonía nacional. Estableció una dialéctica sobre la situación de libertad política que se vive entre Cataluña y el País Vasco y el resto de España. Dijo que ellos no se rendirían. Ocurrió justo en ese instante. Captó el mensaje airado, rabioso y vengativo de la ciudadanía que en masa se transforma en algo distinto. Y entonces dejó de hablar. Ella no lo diría, pero estaba animando a que lo gritasen enfurecidas los miles de personas congregadas. “Pedro Sánchez, a prisión”.
Al instante, desde casa, pensé en Josep Borrell. Fue fácil rescatar el momento. Se conserva en la web de Televisión Española —el medio de comunicación que ayer fue estigmatizado con el mismo grito que se escuchaba durante el procés: “prensa española, manipuladora”—. Borrell y su discurso del 8 de octubre de 2017 en Barcelona casi al final de la manifestación constitucionalista. No estuve allí, pero recordaba un detalle de su intervención. Habían hablado todos los ponentes con un discurso repetido y confrontativo. Borrell, por el contrario, habló como un demócrata europeo que reclamaba con firmeza que los derechos cívicos de todos los catalanes y de sus representantes fueran respetados. Alertó de las consecuencias dramáticas que podía tener que el presidente Puigdemont declarase unilateralmente la independencia. Y después de pronunciar su nombre, empezó a escucharse un grito obsesivo, punitivo, nefasto, que ayer se repitió en todas las convocatorias organizadas por el PP: “Puigdemont, a prisión”.
Aquel 8 de octubre, a diferencia de lo que este domingo hizo Díaz Ayuso, Borrell escuchó. Levantó una mano del atril y con el dedo empezó a decir que no. Hubiese sido fácil animar al odio. Pero primero dijo no con el dedo y después lo dijo diversas veces. Cuatro o cinco. “No chilléis como las turbas del circo romano. A la prisión solo va quien dice el juez”. Y continuó, con énfasis, con lo siguiente: “Os pido por favor que extrememos el respeto”. Esa frase la repitió. Porque en ese momento un político de verdad sabe que se juega su credibilidad no como líder de un movimiento, sino como ejemplo de conducta democrática. Díaz Ayuso, que había acusado a Sánchez de pisotear la separación de poderes, optó por no defender la democracia, sino por alentar el grito que pide el encarcelamiento del presidente del Gobierno por un proyecto de ley que aún no se ha registrado en el Congreso.
Alberto Núñez Feijóo, en lugar de impugnar esa deriva antidemocrática, cuestionó la legitimidad del Gobierno que pueda formarse en los próximos días con el argumento que el Partido Popular fue la lista más votada el 23 de julio. Así no se refuerza nuestra institucionalidad. Se resquebraja. Estamos en un momento crítico. Extrememos todos el respeto. Jordi Amat es escritor.