jueves, 17 de agosto de 2023

[ARCHIVO DEL BLOG] Sobre lecturas infantiles y canciones adultas. [Publicada el 27/05/2012]












Hace unos días intenté sin demasiado éxito excitar la curiosidad literaria de mi nieto mayor -tiene 7 años- con unos versos de "Las Flores del Mal", de Baudelaire. No le disgustaron pero reconozco que quizá fue excesivo por mi parte, así que me pasé a "La isla del tesoro" y me prestó un poco más de atención. Normal. 
He recuperado para el blog una antigua entrada, de febrero de 2008, en la que hablaba de mis primeras lecturas. No es un ejercicio de narcisismo; dejémoslo en nostalgia más bien, de un tiempo pasado que nunca volverá. La he reescrito para acomodar los tiempos verbales al momento actual.
Mi primer libro, el primero del que tengo recuerdo, me lo regaló la muchacha que ayudaba a mi madre en las tareas de casa. Se llamaba Cristina. Fue el 8 de febrero de 1954. El día que yo cumplía 8 años. ¿Qué como es posible que recuerde algo que ocurrió hace cincuenta y ocho años? Sencillamente porque el libro iba de un niño llamado Carlos que cumplía ocho años un ocho de febrero… Es difícil de olvidar una cosa así. Fue impactante para mi. Aún hoy, pasado tanto tiempo, me recuerdo con mis pantalones cortos y saltando como un loco al sofá del salón de nuestra casa, en la calle Batalla del Salado de Madrid, para leerlo. Después vinieron más libros y más lecturas, pero ese fue el primero, el inolvidable.
El segundo, ya un poco menos infantil, más serio, fue “La Isla del Tesoro”, regalo de mis abuelos maternos. No puedo recordar la fecha pero seguro que no fue mucho después de aquel inolvidable 8 de febrero de 1954. Y luego siguieron muchos más. Algunos de ellos están citados en el blog. Recuerdo con especial cariño "Leyendas heroicas de la antigua Grecia", y el de similar título: "Leyendas heroicas de la antigua Roma". Y otro sobre "Los nibelungos". Y las ediciones juveniles de "El paraíso perdido", y  "La Divina Comedia". Y también "El último mohicano", "La cabaña del tío Tom", "Las aventuras de "Tom Saywer", "Robinso Crusoe",  "Los viajes de Gulliver" o "Tarzán de los Monos. 
La primera vez que leí algo sobre la "Odisea" de Homero fue en el citado libro de “Leyendas heroicas de la antigua Grecia”. Recuerdo el título, pero no el autor. Era una versión para niños que me cautivó. Más tarde, en el Colegio Infanta María Teresa de Madrid, donde estudié entre los diez y los dieciséis años, tuve un profesor de Lengua y Literatura que nunca sabrá la conmoción que causó en mí y al qué nunca tuve la ocasión de agradecérselo. Se llamaba Mariano Abánades. Nos dictaba los argumentos de las principales obras de la literatura universal, y la vida de sus autores. Lo hacía de memoria, sin papeles delante. Y yo me quedé subyugado para siempre con sus relatos sobre el “Ramayana”, de Valmiki; el “Mahbarata”, de Vyassa; la “Divina Comedia”, de Dante; la “Iliada” y la “Odisea”, de Homero; la "Eneida" de Virgilio; el poema del "Mio Cid" o de "Los Infantes de Lara", “El Quijote”, de Cervantes; “Fuenteovejuna”, de Lope, o "La vida es sueño", de Calderón… Él despertó una pasión por la buena literatura que aún perdura en mi.
He leído varias veces la “Odisea” de Homero. La última, en la magnífica edición de 1996 del Circulo de Lectores para la Colección de Clásicos Griegos de su Biblioteca Universal. Y también me gustaron sobremanera las versiones del universal mito homérico en "La tejedora de sueños”, de Antonio Bueno Vallejo; “La hija de Homero”, de Robert Graves; o el singularísimo “Ulises”, de James Joyce.
Aquella entrada de febrero de 2008 me llevó a escribirla un artículo publicado por esas fechas en El País por el historiador José Andrés Rojo, titulado “Ulises, el primer turista sexual”, que mi hija Ruth, siempre atenta con las quisicosas de su padre tuvo la amabilidad de enviarme. Y en esas estaba, en aquella lejana fecha, cuando recuerdo que saltó en el navegador de mi portátil (sigo teniendo el mismo viejo cacharro) un aviso de noticia en El País sobre Jane Birkin, la cantante británica, que actuaba esos días en España, y que los de mi edad recordarán por su canción, suya y de su pareja, Serge Gainsbourg, titulada “Je t’aime… mois non plus” que escandalizó (¡Dios, con qué facilidad se escandaliza la gente aún hoy!) a media Europa a finales de los sesenta. Sean felices, por favor, a pesar del gobierno. Tamaragua, amigos. HArendt






miércoles, 16 de agosto de 2023

Del lenguaje como arma del odio

 






Hola, buenas tardes de nuevo a todos y feliz miércoles. Mi propuesta de lectura de prensa para hoy, del genetista Javier Sampedro, va del lenguaje como arma del odio. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. harendt.blogspot.com









El odio y la pureza
JAVIER SAMPEDRO
10 AGO 2023 - El País - harendt.blogspot.com

Las redes sociales no han inventado el lenguaje del odio. Algunos de los documentos legales y religiosos más antiguos que se conservan destilan odio y animadversión hacia los otros, los que no pertenecen a la secta, los que han tenido la mala suerte de nacer al otro lado de una frontera tan arbitraria como cualquier otra. Los nazis no necesitaron ni Twitter ni X —les bastó con la imprenta y la radio— para envenenar a un país entero con sus arengas racistas y sus delirios genocidas. Lo mismo hicieron los extremistas de Ruanda para deshumanizar y masacrar a la minoría tutsi de su país. El poder intoxicador no está en la tecnología de cada época, sino en el lenguaje de todas ellas, el mismo que nos sirve para difundir la cultura, las ideas innovadoras y el progreso de las sociedades. El lenguaje es la primera tecnología dual de la prehistoria, y sigue en muy buena forma.
La mayoría de las democracias occidentales, con la notable excepción de Estados Unidos, están intentando regular las redes sociales con la esperanza de bloquear los discursos del odio, al menos en sus formas más zafias y perniciosas. Sin duda hay cuestiones técnicas que habrá que ir resolviendo a medida que los intoxicadores afilen sus aguijones. Por ejemplo, ante la perspectiva evidente de que los modelos grandes de lenguaje (large language models, LLM), al estilo de ChatGPT, inunden las redes sociales de una desinformación masiva, los reguladores y algunos organismos internacionales están discutiendo la posibilidad de imponer una “marca de agua” en todos los textos generados por inteligencia artificial. Esto puede funcionar con un puñado de gigantes de Silicon Valley, pero desde luego no con la miríada de agentes oscuros que, con toda seguridad, van a utilizar esos mismos LLM para emponzoñar a la opinión pública.
El grueso del debate actual, sin embargo, no gira en torno a esas cuestiones técnicas, sino sobre la gran cuestión académica de la libertad de expresión. Esta es justo la razón por la que Elon Musk, el dueño de X, antes Twitter, que se define como un “absolutista de la libre expresión”, anda enredado en un dilema hamletiano sobre la conveniencia de bloquear la intoxicación digital y los mensajes de odio en su red social. Y también es la razón de que Estados Unidos se haya convertido en un pesadísimo lastre a las iniciativas internacionales de regulación.
De ahí el interés en analizar el lenguaje del odio y sus conexiones con la psicología humana. En los últimos años han florecido las investigaciones para detectar de forma automática los rasgos distintivos del lenguaje del odio. Aquí daría igual que los mensajes hayan sido generados en las grandes redes sociales o en los escurridizos sótanos de la desinformación política. No hay marca de agua. Es el propio lenguaje del odiador, o de su avatar robótico, el que le delata. Los últimos avances en este campo han hallado una relación directa entre el odio y la pureza moral. Los mensajes de odio emitidos por la extrema derecha están plagados del lenguaje de la pureza, como las conminaciones a resistir los deseos carnales en aras de una naturaleza divina superior. Por sus flagelos los conoceréis.






























[ARCHIVO DEL BLOG] La huelga. [Publicada el 29/09/2010]









"Se necesitan dos años para aprender a hablar y setenta para aprender a callar". La frase anterior es de Ernest Hemingway (1899-1961), escritor norteamericano, premio Nobel de Literatura y gran amigo y admirador de España y de los españoles. Yo voy camino de los sesenta y cinco y reconozco que aún no he aprendido a callar, pero estoy haciendo progresos, y además, pongo en ello la mejor voluntad. De ahí la abulia escribidora en la que estoy sumido sin excesivo remordimiento.
Entre la enorme cantidad de sandeces que he leído en estos días a favor o en contra de la huelga general planteada por los llamados "sindicatos de clase" (UGT y CC.OO.) contra la mini-reforma laboral aprobada por las Cortes Generales, destaca por su ecuanimidad y ponderación el artículo publicado ayer lunes en El País por José María Ridao, titulado "Huelga de caballeros", que pueden leer en este enlace.
José María Ridao (1961), escritor, periodista y diplomático en ejercicio (ha sido Embajador de España ante la UNESCO), refleja en su artículo la que estimo es la opinión más generalizada entre los ciudadanos españoles ante la huelga que ya ha comenzado en la España continental, y en Canarias, en apenas una hora: que es un paripé entre los sindicatos y el gobierno, que no va a servir para nada, que va a desgastar tanto a unos como a otros, y sobre todo, que va a provocar la deserción y el desinterés más absoluto de los españoles hacia la "cosa pública".
Ridao está formado en la diplomacia, y se le nota. Yo, lo diría más llanamente, nos están tomando el pelo todos: sindicatos, patronal, gobierno y oposición. Los sindicatos, porque convocar una huelga general a tres meses de la aprobación por el Parlamento de una ley que no les gusta, cuando han estado años negociando con la patronal esa misma reforma sin saber o querer llegar a un acuerdo, suena a camelo y ganas de salvar la cara ante su espantosa inutilidad e incapacidad negociadora y de presión. La patronal, porque resulta absolutamente impresentable que su máximo dirigente permanezca en el cargo casi un año después de haber sido denunciado por fraude a la Seguridad Social y a la Hacienda Pública, y de haber dejado en la calle a cientos de sus empleados, miles de sus clientes y destrozado unas empresas solventes. El gobierno, y especialmente su presidente, por decir apenas hace unas horas, que se sentaría a negociar con los sindicatos al día siguiente de la huelga; ¿no podía haberlo hecho antes; tan cargada tenía su agenda? La oposición, porque son una partida de sinvergüenzas, sin proyecto, sin ideas y sin programa, para los que "contra peor, mejor", aunque se lleven por delante a cuarenta millones de españoles.
Termino con dos anécdotas personales que me han dejado muy muy cabreado: una, la del  gilipollas que propuso que los abuelos no nos hiciéramos cargo de nuestros nietos el día 29; aparte de lo de gilipollas, no le contesto porque comprendo que pretender dialogar con un imbécil es duplicar la imbecilidad; la segunda, la del sindicalista canario que ha dicho (y se ha quedado tan fresco) que el día 29, no se podría garantizar la seguridad de los niños que acudieran a los colegios; una amenaza bastante poco subliminal que de estar en un país "normal", dirigido por gentes "normales", con instituciones que funcionaran "normalmente", le habría llevado ante la fiscalía y el juzgado. En un país "normal", claro... Sean felices a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt









martes, 15 de agosto de 2023

Del verano y la infancia

 






Hola, buenas tardes de nuevo a todos y feliz martes. Mi propuesta de lectura de prensa para hoy, del periodista José Luis Sastre, va del verano y la infancia. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. harendt.blogspot.com











Que el verano es la infancia
JOSÉ LUIS SASTRE
09 AGO 2023 - El País - harendt.blogspot.com

En el verano íbamos al huerto que cuidaba la familia, que ni siquiera era nuestro, y nos metíamos en la balsa de riego. De aquellas, aún podías bañarte en el río y encontrar en la montaña alguna fuente natural. Había chalés, pero no tantos, y era posible ir por las sendas hasta bajar al pueblo. En aquella balsa encalada a la que llegaban las ramas de los naranjos y de las higueras aprendimos a nadar varias generaciones de primos y echábamos las tardes y las horas cuando era impensable dedicar el tiempo a otra cosa más que a bañarse y a jugar y acudir a la mesa cuando te llamaban. A veces te aburrías, pero siempre pasaba algo: un bicho, una bici o una pelea de críos.
De noche, después de la sandía y de los higos, la familia formaba un corro y se oían las historias más disparatadas del pueblo y del pasado, de paisanos a los que casi nadie conocía. En esos casos, los mayores desenredaban sus frases como árboles genealógicos y te contaban que ese del que hablaban era el primo de uno, vecino del otro, que se mudó no sé dónde y volvió soltero. Que era imposible que no supieras quién era; y no se daban por vencidos hasta que tú, exhausto, capitulabas con un ya sé quién es. Todo lo importante se decía en voz alta, porque la palabra era lo que de verdad valía.
Es tramposa la nostalgia, que te lleva donde quiere; mitad verdad, mitad deseo. Hace que parezcan mejores las cosas y seguramente mejor que ahora no eran. Pero fue el momento en que a ti te tocó ser niño y eso sí que no podrá igualarse jamás: las tardes en que en vez de mirar el mundo en realidad lo descubrías. La memoria te trae a los años los recuerdos bonitos en imágenes cortas pero, al cabo, eso es el verano también: pasar por una playa y recordar la primera vez que te llevaron, los champús de fresa y de huevo que caían sobre ti en la ducha innegociable al regreso de la playa. Pasar por la casa y el huerto y evocar lo que compartiste con la gente que ya no está o con la que apenas guardas contacto, porque nos hacemos mayores y la vida sigue y, además, hubo herencias que repartir.
La nostalgia te trae las noches a la fresca, a la puerta de la casa, donde seguían las historias de las que lamentas no recordar más, no haber preguntado más. Aquel tiempo era eterno, porque de niños los veranos no acaban nunca. Hasta que un día de pronto un paseo, un olor o un paisaje te brinda un recuerdo con el que no contabas y te aparece la balsa y el baño y las horas llenas de todo en las que no hacías nada. Igual era eso. Que el verano es la infancia: y lo demás son recuerdos.
































[ARCHIVO DEL BLOG] Sobre hombres y dioses. [Publicada el 20/09/2014]










Una de las entradas más leídas del blog en los últimos cuatro años es la titulada "¿Dios somos nosotros? Reflexiones en Domingo de Ramos". Exactamente ha sido leída 2233 veces. Al final de la misma confieso que mi mayor aproximación a aceptar una posible idea de la divinidad estaría en la que formulara a mediados del siglo XVII en Ámsterdam el filósofo portugués de origen sefardí Baruch Spinoza, que es la de que "Dios somos nosotros". ¿Podría definirse eso como panteísmo? Si nos atenemos a lo que dice el diccionario de la RAE como panteísmo, diría que sí: "Sistema de quienes creen que la totalidad del universo es el único dios". Si sustituímos la palabra dios, como ente abstracto, por la palabra azar, no me arredra declararme panteísta. 
Unos meses después de mi llegada a Canarias, en 1967, mis padres me enviaron un enorme cajón desde Madrid con la totalidad de los libros que componían mi juvenil e incipiente biblioteca. No creo que pasaran de trescientos. Entre ellos, uno que era para mí la "joya" de la misma: "El fenómeno humano" (Taurus, Madrid, 1965), de Pierre Teilhard de Chardin. No solo por su contenido, sino porque con él venía escrito a máquina un extenso comentario de mi padre sobre el libro; aun guardo ambos como un tesoro. Nunca había oído a mi padre mostrar preocupación alguna por el fenómeno religioso; por el contrario, era un ateo bonachón y simpático que acompañaba a su mujer todos los domingos y fiestas de guardar a misa, y que salía discretamente durante las homilías a echarse un cigarrillo escapando así al control estricto de mi madre. Murió con 89 años en paz consigo mismo, que supongo es la mejor manera de morir.
Pierre Teilhard de Chardin (1881-1955) fue un famoso paleontólogo y filósofo francés que, además, era jesuita, y que aportó una muy personal y original visión de la evolución. Sobre todo en el libro citado más arriba: "El fenómeno humano". Su concepción de la evolución pretendió formular una síntesis de equidistancia entre la ortodoxia religiosa y la científica a través del desarrollo y explicación de conceptos como el de "Noosfera" y el "Punto Omega". Libro y conceptos fueron descalificados, atacados e ignorados tanto por la jerarquía católica como por la ciencia, aunque durante los pontificados de Pablo VI y Benedicto XVI la posición oficial de la iglesia católica sobre su obra se suavizó bastante. 
La tesis central de su pensamiento, que expone en "El fenómeno humano" es la de que la tendencia evolutiva del universo concurre hacia un Punto Omega al que define como una colectividad armonizada de conciencias para formar un solo y amplio grado de pensamiento a escala universal. O en román paladino, que diría el poeta, que la humanidad llegará a tal grado de comunicación íntima en cuanto a pensamiento a lo largo del proceso evolutivo que acabará por convertirse en un único ente pensante y consciente con todo lo creado y existente en el universo, momento en el cual llegará el Punto Omega de la evolución en el que esa entidad se hará una con su Creador.   
Si eso no es panteísmo, se le parece bastante. En todo caso confieso sin pudor que a mí me encantó "El fenómeno humano", libro que leí a los 19 años, que he releído numerosas veces desde entonces y que sigue siendo una obra capital en el intento de conciliar ciencia y religión que no deja indiferente al posible lector sea este creyente o no. Pueden descargar "El fenómeno humano", en este enlace. Disfrútenlo.
Toda esta larga digresión previa para reconocer al final que la causante directa e inspiradora de esta nueva entrada ha sido una vez más mi hija Ruth. La culpa, el artículo de El Mundo que me envía titulado "Sapiens, el mono que se convirtió en dios", escrito por Pablo Jáuregui, que reseña el libro del historiador israelí Yuval Noah Harari titulado "De animales a dioses. Breve historia de la humanidad" (Debate/Edicion 62, Barcelona, 2014). Pueden descargar comentario y libro en sus enlaces respectivos. De nuevo les animo a enfrascarse en su lectura. ¿Qué mejor manera de pasar el último domingo del verano?  
"De animales a dioses. Breve historia de la humanidad" termina, en palabras de su comentarista, con una inquietante reflexión: "A pesar de las cosas asombrosas que los humanos son capaces de hacer, seguimos sin estar seguros de nuestros objetivos y parecemos estar tan descontentos como siempre. Somos más poderosos de lo que nunca fuimos, pero tenemos muy poca idea de lo que hacer con ese poder". Tengo la impresión de que sí, que estamos bastante perdidos: no hay nada más que asomarse a la televisión, la prensa, o asistir a las peleas de patio de vecinos de nuestros dirigentes políticos para darse cuenta de ello. Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt