jueves, 16 de marzo de 2023

[ARCHIVO DEL BLOG] 15-M: ¿Qué queda de su espíritu? [Publicada el 07/08/2011]











Reseña el escritor boliviano Hugo Estenssoro en su artículo "El hemisferio intelectual" (Revista de Libros, junio 2011), un durísimo juicio sobre los intelectuales tomado del autor de "1984", "Homenaje a Cataluña", o "Rebelión en la granja", que dice así: "Tal vez la observación más inmisericordemente lúcida sobre la cuestión de los intelectuales sea la de George Orwell (1903-1950) cuando indica, un poco al desgaire, que hay cosas que sólo un intelectual puede tragarse". Pocas líneas después, ya de su cosecha, Estenssoro se despacha contra la clase política: "Los políticos y los criminales comunes, tienden a ver en el espejo una imagen diferente a la que el resto de la humanidad cree ver en ellos". Y aún en la misma página dice sobre el mundo académico que su "bárbara jerga disimula mal la escasez de información concreta, ordenada y coherente". Pero no siempre es así, al menos para mí, aunque en términos generales comparta el juicio de Estenssoro. Para confirmarlo, ahí están los escritos y opiniones del español José Luis Sampedro, el estadounidense de origen británico recientemente fallecido Tony Judt, o el israelita David Grossman.
El hecho es que un artículo de un escritor israelí, David Grossman, a quien admiro profundamente, titulado "Una ventana a un futuro diferente", (El País, 7/8/2011) sobre los movimientos de protesta social que están, revolviendo más que socavando, los cimientos de la aparentemente monolítica sociedad israelí, me ha llevado a reflexionar sobre el hecho de si aún queda algo válido de aquella esplendorosa explosión de entusiasmo ciudadano que sacudió a la amodorrada, de nuevo aparentemente, juventud y sociedad española el pasado 15 de Mayo. Lamentablemente, mi juicio, personal y apresurado, es que aquel estallido de energía se está evaporando y diluyendo en una heterogénea mescolanza de demócratas convencidos de "¡Democracia real, ya!", los indignados (con razón, la mayoría, y con poco juicio, algunos) parados, hipotecados, revienta-manifestaciones-interesados, antipapistas, provocadores a sueldo, antisistemas y meros juerguistas. Siento que mi juicio sea tan duro, pero es como lo veo.
Para mí, lo mejor del "15-M" se resumió en "Más cerca del consenso de mínimos", un reportaje de Carmen Pérez-Lanzac, en El País del 26/5/2011,  a los pocos días de estallar el espontáneo movimiento de protesta protagonizado sobre todo por nuestros jóvenes. Y  ese consenso consistía en la necesidad perentoria de acometer una: 
1º. Reforma electoral encaminada a una democracia más representativa y de proporcionalidad real y con el objetivo adicional de desarrollar mecanismos efectivos de participación ciudadana.
2º. Lucha contra la corrupción mediante normas orientadas a una total transparencia política.
3º. Separación efectiva de los poderes públicos.
4º. Creación de mecanismos de control ciudadano para la exigencia efectiva de responsabilidad política.
Añadamos a eso la exigencia de que los responsables de la crisis lo paguen social, económica y penalmente (algo por cierto, que no está en manos de los gobiernos nacionales europeos, o al menos solo en las suyas), que las autoridades de la Unión Europea -sobre todo- y de los Estados Unidos, supediten de una vez ver por todas la economía a la política, poniendo coto a los especuladores internacionales financieros y las ínfulas endiosadas de las agencias privadas de calificación, y que la educación -de la infantil a la universitaria- y la formación profesional y laboral de nuestros jóvenes sea la prioridad absoluta de todos los gobiernos. Todo lo demás, sinceramente, pienso que son zarandajas. 
Les recomiendo que vean los vídeos que acompañan la entrada: un extenso resumen de lo acontecido en los primeros días que siguieron al estallido del movimiento del 15-M, y la extensa entrevista que el periodista Iñaki Gabilondo realizó con tal motivo al pensador, escritor, economista, y siempre polémico, José Luis Sampedro, y por supuesto, que lean el artículo de David Grossman, y el reportaje de Carmen Pérez-Lanzac.
Si lo desean, pueden dejar constancia de la opinión que les ha merecido la entrada en las casillas que figuran al pie de la misma.
Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt











miércoles, 15 de marzo de 2023

De la edad y el deseo

 





Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz jueves. Mi propuesta de lectura de prensa para hoy, de la escritora Nuria Labari, va de la edad y el deseo. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos.
harendt.blogspot.com







Cómo convertirse en “un viejo asqueroso”
NURIA LABARI
11 MAR 2023 - El País
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“Al ser un hombre de más de 60 años, la imagen que tengo de mí mismo se ve severamente comprometida. Una cosa es verme desplazado hacia los márgenes del mercado sexual, pero sentir que me he quedado permanentemente excluido es una perspectiva terrible. Lo único peor es haberte autoexpulsado de ese mercado con el argumento de que, dado que nadie en su sano juicio podría sentirse atraída por ti, lo mejor para todos los implicados es que dejes de tener cualquier contacto sexual con el mundo, cualquier identidad sexual”. Quien esto escribe es Geoff Dyer, uno de los escritores más modernos y rompedores del panorama internacional. “Un tesoro nacional”, según lo ha definido Zadie Smith.
Geoff Dyer tiene 67 años. Es alto y delgado y luce una de esas cabelleras silver que tanto se cotizan ahora en la publicidad. Juega al tenis semanalmente y la última vez que fue al Burning Man —ese evento sin otra ley que la libertad que se celebra durante siete días al año en el desierto de Nevada— tenía 64 tacos. Dyer es además uno de mis escritores favoritos y, por alguna razón que no entiendo, a sus 67 espléndidos años se siente “un viejo asqueroso”.
“Ahí estás por la mañana siendo encantador y divertido, ni siquiera flirteando, con la atractiva mujer de poco más de 30 años que despacha en la panadería, y por la tarde eres un asqueroso”, explica en su último libro, Los últimos días de Roger Federer (Random House), que aborda precisamente el tema del paso del tiempo y el ocaso de la vida. Y sigue: “¿Por qué? Debido a esa ligera vacilación, a ese interrogante —'No me he portado como un asqueroso, ¿verdad?’—que sentiste de vuelta a casa, mientras agarrabas la baguette aún caliente. La preocupación por evitar una posible asquerosidad puede volverte asqueroso. ¿Cómo sucedió esto? Como todo lo demás, es algo que se acerca sigilosamente”.
Y no puedo dejar de sorprenderme con esta declaración un poco víctima y un poco tóxica que hace mi admirado Dyer respecto de sí mismo en cuanto “sujeto asqueroso” y de los hombres de más de sesenta por alusiones. Es verdad que existe una forma asquerosa de mirar a las mujeres. Pero esa mirada asquerosa no tiene 14 ni 20 ni 80 años, aunque desde luego existe y cualquier mujer es capaz de reconocerla. Sin embargo es, a todas luces, una asquerosidad transgeneracional. La pregunta es por qué Geoff Dyer no se ha sentido dueño de esta asquerosidad hasta cumplidos los 60. ¿Qué es lo que ha cambiado en él o para él con la edad?
En primer lugar, creo que ha cambiado él mismo. O, peor aún, que se ha negado a cambiar. Hay un narcisismo en el escritor de prestigio que le hace sentirse centro de todas las miradas, también de las miradas eróticas. Sin embargo, hay un momento en que hasta el escritor de éxito deja de ser joven. Hasta los tesoros nacionales envejecen. Y es posible que llegado el momento no sean capaces de soportar (o aceptar) la propia decadencia física o motora. Y en ese momento el viejo se retrae, se “autoexpulsa” del “mercado sexual” —como el propio Dyer confiesa— y renuncia al juego de la seducción. Un juego que por supuesto no tiene edad y donde la aproximación al otro ha de ser siempre muy cuidadosa, porque estás vulnerando el territorio físico e íntimo de otra persona. Pero, por alguna razón, quizás por sus propios prejuicios, Dyer ya no quiere correr ese riesgo. Y esta renuncia personal al erotismo es, tristemente, la génesis del “viejo asqueroso”. Porque, cuando el viejo se retrae, empieza a comer con la mirada. Ya no se acerca, ya no se arriesga, ya “ni siquiera flirtea”. Decide que no puede tocar, pero que va a mirar. Entonces no está tan claro que te sientas asqueroso porque seas viejo sino tal vez por haber aceptado que la satisfacción de tu libido proviene únicamente de mirar. Y esta renuncia implica también la renuncia de la delicadeza que el erotismo exige. No hay riesgo, no hay nada que perder y, por tanto, la mirada ya no es íntima (y cuidadosa) sino invasiva. Y entonces, sí, puedes terminar mirando como un “asqueroso”. Porque, puestos a mirar, ¿por qué Dyer se preocupa de la mirada de las mujeres que tienen 30 y no se fija en la mirada de las que tienen 60?
Para mí es evidente que Dyer, además de tener 67 años, tiene una mirada edadista sobre la realidad que quizás ha cultivado desde su juventud y que ahora se vuelve contra él. Pero ¿de dónde nace esta mirada? ¿Por qué hay gente dispuesta a creer que el mero hecho de cumplir años nos convierte en seres asquerosos? Nuestra sociedad es cada día más vieja —España será en 2050 el país más viejo de Europa, según la ONU— y, al mismo tiempo, nuestra cultura es cada día más edadista. Hoy la juventud es un valor en sí mismo, igual que la energía, el consumo, el despliegue de presencia o la acción. Todo tiene que ser joven, activo, nuevo y muy rápido, igual que el consumo. De modo que la autoexclusión funciona en Dyer como castigo tanto como potenciador de una “mirada asquerosa” sobre los cuerpos de las mujeres más jóvenes. Pero esta autoexclusión tiene origen en un estigma muy profundo y del que a menudo es difícil escapar. Porque, en cierto modo, el estigma de la edad se parece a la educación patriarcal en el sentido de que está por todas partes. Incluso las matemáticas son edadistas y el medio ambiente y la misma idea de futuro, del que se habla de forma compulsiva y que parece pertenecer únicamente a quienes tienen años por delante, por mucho que sea imposible saber quiénes son esos.
Entonces ¿qué hacemos? No queda otra que atacar el estigma. Y evidentemente solo podemos hacerlo entre todos. Igual que el feminismo deben liderarlo las mujeres, pero necesita de los hombres, la lucha contra el edadismo deben liderarla los mayores, pero necesita de los jóvenes. La asquerosidad no tiene edad y los viejos deberían ser los primeros en saberlo. Por lo demás, a mí la vida sexual de Dyer me importa bien poco. En cambio, su salud literaria sí es de mi incumbencia, porque es un escritor a quien amo y deseo seguir disfrutando. Por eso le recuerdo desde aquí que cuando un escritor mata la mirada erótica que lo ata a la vida, también aniquila su escritura. Esto lo dijo otro de los grandes, Theodor Kalifatides. Y es de primero de lucha edadista aprender de los grandes. El erotismo, el cuerpo y el deseo son, a cualquier edad, irrenunciables. Y cualquier otra idea es una verdadera asquerosidad.






























[ARCHIVO DEL BLOG] No matarás. [Publicada el 30/05/2014]





 



A los hombres y mujeres de Amnistía Internacional

La prohibición de matar no es solo un precepto bíblico. Como dice uno de los personajes de "La peste", de Albert Camus, creo que es algo que está impreso en los genes humanos, aunque a primera vista no lo parezca: "El mal que existe en el mundo -comenta ese personaje- proviene casi siempre de la ignorancia, y la buena voluntad sin clarividencia puede ocasionar tantos desastres como la maldad. Los hombres son más bien buenos que malos [...] El alma del que mata es ciega y no hay verdadera bondad ni verdadero amor sin toda la clarividencia posible".
Tuve la tentación de escribir una entrada con este mismo título: "No matarás", horrorizado y asqueado por las reacciones en las redes sociales al asesinato el pasado 12 de mayo de la presidenta de la diputación provincial de León, Isabel Carrasco. Al día siguiente del asesinato llegué a poner en mi página de Facebook una nota al respecto: "Me parece repugnante las cosas que se están diciendo y leyendo en las redes sociales sobre el asesinato de la presidenta de la diputación provincial de León. Estoy llegando al convencimiento de que no es la democracia la que funciona mal en España, sino la mente de algunos españoles. A mí, personalmente -decía en ella- me avergonzaría vivir en una democracia que estuviera a merced de gentuza como esa que celebra un asesinato si el asesinado no es de los suyos". Luego, con el transcurso de los días, la noticia se convirtió en una especie de culebrón que me desanimó por completo a comentarla en el blog, pero quedó el hecho incontrovertible del escandoloso proceder de algunos ante la muerte violenta de aquel que no consideran de los suyos.
La abolición de la pena de muerte en los Estados de la Unión Europea es un hecho del que me siento legítimamente orgulloso. Poco a poco, muy despacio, cada vez son más los Estados del mundo que la proscriben en sus ordenamientos jurídicos. La vergonzosa muerte justo hoy hace un mes de Clayton Lockett en Oklahoma (Estados Unidos), de un fallo cardíaco tras "fallar" los procedimientos de ejecución "normales" previstos, ha puesto de nuevo el asunto en cuestión en ese país en el que ya estuvo abolida durante unos años por una resolución del Tribunal Supremo basada en la declaración constitucional de que no se podrán aplicar penas degradantes ni humillantes a los condenados. Celebraría que este vergonzoso hecho animara a la justicia norteamericana a abolir definitivamente la pena de muerte en toda la Unión.
No sé si habrá sido casual o intencionado que hace unos días una cadena de televisión repusiera en España la película "La vida de David Gale" (2003), un impresionante alegato contra la pena de muerte del director norteamericano Alan Parker, interpretada por Kevin Spacey, Kate Winslet y Laura Linney, que me dejó insomne toda la noche, aunque supongo que algo habrá influido también el hecho, simultáneo en el tiempo, de haber leído prácticamente de un tirón y sin solución de continuidad "Eichmann en Jerusalén", de Hannah Arendt; "Viaje al fin de la noche", de Louis-Ferdinand Céline; "El corazón de las tinieblas", de Josep Conrad; y la mencionada "La peste", de Albert Camus. Como para desasosegar al espíritu más templado...
Por cierto, pueden descargar la película desde el buscador de Google sin problema alguno. Y ahora sean felices, por favor, y como decía Sócrates,  "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt















martes, 14 de marzo de 2023

De la ciencia y la gente

 







Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz miércoles. Mi propuesta de lectura de prensa para hoy, del filósofo Daniel Innerarity, va de la ciencia y la gente. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos.
harendt.blogspot.com








La ciencia y la gente
DANIEL INNERARITY
10 MAR 2023 - El Paísharendt.blogspot.com

Somos muy conscientes de que el conocimiento científico es de vital importancia para resolver los problemas que tiene la humanidad y, al mismo tiempo, sabemos que la ciencia ya no es lo que era, algo de unos pocos, indiscutible, lejano y seguro. Un conjunto de circunstancias ha convertido a la ciencia, más que nunca, en un asunto de todos. La idea de ciudadanía científica es uno de los elementos incluidos en las recientes leyes de la Ciencia y en la de Universidades. ¿A qué se debe esta mutación del conocimiento científico? Podría explicarse esta transformación como el resultado de que cuatro distinciones que han guiado el desarrollo de la ciencia han dejado de ser tan nítidas y rotundas: entre los laboratorios y el mundo, entre el sistema científico y los otros sistemas sociales, entre los expertos y los legos, entre la verdad científica y la opinión pública.
Comencemos con la primera distinción. Muchas técnicas científicas consistían precisamente en aislarse, como muestra la idea tradicional de laboratorio. El científico tradicional trabajaba con modelos y simulaciones que podían ser repetidos y probados de modo seguro. Era posible experimentar previamente con animales, materiales o software. El saber se producía en un lugar concreto y determinado, bajo control, y desde allí se expandía —pasado el tiempo y los requisitos necesarios— al resto del mundo.
Pero el hecho de que el saber científico y el desarrollo tecnológico implique riesgos y nuevas inseguridades significa que se ha desbordado la delimitación entre los laboratorios y el resto del mundo. Nuestras inquietudes proceden de que el laboratorio actual sea todo el planeta, de que, por así decirlo, estamos experimentando con nosotros mismos. Cuando hablamos de energía nuclear, configuración financiera del mundo, organismos genéticamente modificados o uso de determinadas sustancias químicas, apenas se pueden trazar los límites entre la producción metódicamente controlada del conocimiento científico y su aplicación en contextos sociales y ecológicos abiertos. Los experimentos se hacen a escala uno igual a uno, en tiempo real, sin que exista la posibilidad de repetir el experimento, reducirlo o acumular conocimientos acerca de las causas y consecuencias de nuestras acciones.
Si no hubiera consecuencias secundarias, con procesos reversibles, la ciencia podría contar con la absolución para sus experimentos fracasados, y conforme a estos parámetros se configuró la autonomía de la ciencia y la libertad de investigación. Pero el sistema científico es cada vez más consciente de que ha de anticipar sus efectos sobre un mundo del que ya no está cómodamente separado por la limitación de un ámbito experimental.
La segunda frontera se refiere a que el ideal de autonomía de la ciencia ha venido acompañado por un proceso de separación de la ciencia respecto de la sociedad. Hoy asistimos a una demanda de reintegración de la ciencia en la sociedad, fundamentalmente en el seno de las responsabilidades sociales y políticas que le corresponden.
El incremento de la relevancia social de la ciencia ha venido acompañado por una creciente intervención de la sociedad en la ciencia, algo que exige revisar el tradicional ideal de autorregulación. La ciencia es una actividad que influye en su contexto social pero que también depende de él. Como organización, necesita que se le asignen recursos, en tanto que institución social requiere legitimación. Por eso es muy lógico que, junto con el respeto hacia su autonomía, hayan aumentado también los controles públicos hacia una actividad que no puede ser juzgada únicamente por quienes la hacen. La “ciencia que se regula a sí misma” es, junto con el mito de la autorregulación del sistema económico, el último escándalo de la sociedad democrática (Peter Weingart). De hecho, a partir de los años noventa el contrato social por la ciencia ha sido renegociado y se puede afirmar que hemos pasado de una cultura de la autonomía científica a una cultura de la responsabilidad.
La tercera distinción que se desdibuja en la actual constelación del conocimiento es la que diferenciaba netamente a las personas expertas frente a los demás. En una sociedad del conocimiento la gente posee más capacidades cognitivas. Surgen nuevas organizaciones y grupos de intereses que contribuyen a debilitar la autoridad de los expertos. Lo que en algún momento fue un poder exotérico del saber, ahora es públicamente debatido, controlado y regulado. La democratización de la ciencia no significa abolir la diferencia entre el experto y el que no lo es, sino en politizar esa diferencia. El círculo de quienes pueden y deben valorar la calidad y oportunidad del saber científico para la resolución de determinados problemas es más amplio que el de los expertos de la correspondiente disciplina. Con esto no se quiere decir que haya que votar sobre la verdad de las cuestiones científicas o que todas las opiniones valgan lo mismo, sino que hacemos bien en escuchar a los no expertos, sobre todo cuando la autoridad de los expertos ya no es siempre y en todo unánime e incuestionable.
El discurso de la sociedad del conocimiento se focalizaba en la producción del saber y, por tanto, en los expertos, mientras que el relato de la sociedad del riesgo, al poner el énfasis en los que padecen ese riesgo —consumidores, electores, ciudadanía— sitúa en un plano secundario la distinción entre expertos y no expertos. En cualquier caso, y también por razones epistemológicas, es importante que la ciencia no desacredite los impulsos o irritaciones “de fuera” como ignorancia o histeria. Nuestro gran desafío consiste en cómo llevar a cabo la reintegración social de la ciencia cuando sabemos que están en juego asuntos demasiados importantes como para dejarlos únicamente en manos de los especialistas.
La última distinción que es preciso volver a trazar es la que supone que la verdad científica y la opinión pública son dos cosas absolutamente distintas, lo que modifica también nuestro modelo de transferencia del conocimiento a la sociedad.
La relación entre la ciencia y la sociedad no debe entenderse como la popularización de unas formas de saber entendidas jerárquicamente. Según aquel modelo, el sistema científico producía verdades que eran dadas a conocer a la opinión pública, generalmente como simplificación y vulgarización. El público era más bien pasivo e indiferenciado, incompetente a la hora de juzgar el saber transmitido. El proceso de comunicación discurría en una única dirección. Posibilitar el retorno de “la gente” a la ciencia es algo más que proporcionarle una imagen más cercana, humana o comunicativa, aun cuando esto sea muy importante.
La democracia exige hoy una cierta recuperación de soberanía popular sobre las cosas y los procesos naturales bajo las condiciones de la actual complejidad. Hace tiempo hablaba Hans Magnus Enzensberger de unos “golpistas en el laboratorio” que quieren poderes absolutos y no someter sus decisiones a procesos de deliberación pública. No se trata de cuestionar la validez de la ciencia como hacen los negacionistas sino de corregir esa inexactitud social que muchas veces procede de que una ciencia se impone sobre otras o no somos capaces de interiorizar su impacto en la sociedad. Garantizar el pluralismo en la producción de la ciencia es un combate muy similar al que se libró en otro tiempo contra las monarquías absolutas para dejar de ser súbditos y pasar a codefinir el mundo común.






























[ARCHIVO DEL BLOG] El Real de Las Palmas. [Publicada el 24/06/2008]










Hoy hace 530 años de la fundación del Real de Las Palmas, la actual ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, capital de la isla de Gran Canaria. Cierto, todos cumplimos años, también las ciudades, y quizá no sea para tanto el hecho, pero no es muy habitual que una ciudad sepa la fecha exacta de su fundación, de su nacimiento y mucho menos de las circunstancias y anécdotas que dieron lugar a ello; no, al menos, en esta vieja tierra que es España. Pero no es el caso de Las Palmas. Se sabe la fecha exacta de su fundación, los motivos que la provocaron y de las vicisitudes que tuvo que afrontar en sus primeros momentos de existencia...
Este es el relato que de su fundación hizo el historiador y prócer canario, paradigma de la Ilustración en las islas, don Josep de Viera y Clavijo (1731-1813) en su libro "Noticias de la historia de Canarias". (Tomo I. Cupsa Editorial, Madrid, 1978) en edición de Alejandro Cioranescu.
Dice Viera y Clavijo: "Libradas las referidas órdenes, se hicieron a la vela desde el Puerto de Santa María, a 28 de mayo de 1478, tres navíos bien pertrechados de municiones de guerra y boca, y surgieron en el de las Isletas de Canaria, a 24 de junio por la mañana. Aunque esta navegación fue de un mes, asegura Abreu Galindo que se hizo con próspero viento. Y habiendo desembarcado la tropa en aquel arenal, sin que hubiese quien la inquietase, fue la primera obra en la que se ocupó la de cortar algunos ramos de palma, con los cuales se formó una gran tienda, a cuya sombra erigieron un altar. Como era día de San Juan Bautista, celebró la misa el deán Bermúdez; y todos los soldados la oyeron devotamente, pidiendo a Dios con las armas en la mano les favoreciese en el exterminio de aquella pobre nación que iban a invadir. Después hizo marchar su gente el general Rejón hacia el territorio de Gando, con la mira de reedificar la torre que habían construido los Herrera y fortificarse en sus contornos; más habiendo llegado al barranco o rio de Guiniguada, donde está la ciudad de Las Palmas, se presentó repentinamente al ejército una mujer anciana, vestida al uso del país, la que en buen castellano dijo a los nuestros que adónde iban; que el territorio de Gando quedaba todavía lejos y el camino era fragoso; que hallándose con avisos del desembarco, el guanarteme de Telde andaba acaudillando sus súbditos, y que aquel sitio de Guiniguada era un lugar más fuerte, inmediato al mar, bien provisto de agua y de leña, cubierto de palmas, álamos, dragos e higuerales y el más propio para trazar un campo, desde donde se podría recorrer toda la isla.
Como estas advertencias eran tales, que el general español no debía haber esperado a que una mujer canaria se las hiciese, al instante la tomaron por guía y fijaron el campo en el paraje que ella les señalaba. Pero apenas habían hecho alto las tropas y empezaban a levantar sus tiendas, se desapareció la canaria incógnita con admiración universal, Juan Rejón, que sin ser escrupuloso era devoto de Santa Ana, se persuadió o quiso persuadir a los otros que la madre de María Santísima, bajo la figura de aquella buena mujer, había descendido del cielo a dirigirle en el primer paso de su campaña; por tanto, dio orden para que se edificase allí una iglesia con la advocación de Santa Ana, cuyo patronato se ha conservado siempre.
La noticia de esta piadosa creencia (que también pudo ser estratagema política de Rejón para animar sus tropas) es de fray Juan Abreu Galindo; pero los demás escritores o la omiten o la reducen a circunstancias más regulares. Estos sólo dicen que habiendo sorprendido las espías españolas a cierto isleño anciano que pescaba en la ribera del mar, les dio aquel saludable consejo, sin añadir que el anciano se desapareciese ni que le tuviesen por ningún santo los cristianos que le cogieron.
Como quiera que fuese, no hay duda que se formó el campo español en las márgenes del Guniguada; a una legua corta del puerto; que lo fortificaron con una gran muralla de piedra y troncos de palma; que se construyó un torreón y un largo almacén para las provisiones; que se intituló, desde luego, el "Real de Las Palmas", a causa de la gran copia que había de ellas, todas frondosas y eminentes, y que se edificó la pequeña iglesia de Santa Ana, ermita ahora de San Antonio Abad".
Eso ocurría hoy hace 530 años. Había nacido la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria... ¡Felicidades, Las Palmas!... HArendt