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jueves, 11 de julio de 2013

El fin de la Historia puede esperar. (Reedición de la entrada publicada el 31/7/2008)




Francis Fukuyama




¿Se equivocó el historiador y politólogo norteamericano Francis Fukuyama cuándo en 1989 anunció el Fin de la Historia? El polémico artículo, "El Fin de la Historia", publicado en el verano de 1989 en la revista "The National Interest", tuvo su continuación y profundización en su libro "El fin de la Historia y el último hombre" (Planeta, Barcelona, 1992), que produjo un efecto devastador en los medios intelectuales y académicos de medio mundo, y fue ensalzado y criticado a partes iguales.

Fukuyama expone en su libro una polémica tesis: "La Historia humana,
como lucha de ideologías ha terminado, con un mundo final basado en una democracia liberal que se ha impuesto finalmente tras el fin de la Guerra Fría. Inspirándose en Hegel y en alguno de sus exegetas del siglo XX, como Alexandre Kojève, afirma que el motor de la historia, que es el deseo de reconocimiento, el thimos platónico, se ha paralizado en la actualidad con el fracaso del régimen comunista, que demuestra que la única opción viable es la democracia liberal tanto en lo económico como en lo político. Se constituye así en el llamado pensamiento único: las ideologías ya no son necesarias y han sido sustituidas por la economía. Estados Unidos, es por así decirlo, la única realización posible del sueño marxista de una sociedad sin clases. En palabras del propio autor: El fin de la historia significaría el fin de las guerras y las revoluciones sangrientas, los hombres satisfacen sus necesidades a través de la actividad económica sin tener que arriesgar sus vidas en ese tipo de batallas" (1).

Para otro gran pensador, el filósofo alemán Karl Marx, la lucha entre las clases sociales es el motor de la historia. Es decir que el conflicto entre clases sociales en sentido marxista, esto es, la relación de los diferentes grupos de una sociedad con los medios de producción, ha sido la base sobre la que se produjeron los hechos que dan forma a la historia. Esta lucha se da entre dos clases sociales antagónicas características de cada modo de producción. Se produce por lo tanto una polarización social solo por el hecho de nacer bajo una de las clases sociales que existen en cada momento de la historía. (.../...) Para Marx el fin último de la historia es la eliminación de las clases sociales cuando la clase más desvalida y universal (el proletariado creado por el modo de producción capitalista) consiga "emancipar" a toda la humanidad".

Fukuyama habla de un presente que no se conforma con la realidad que estamos viviendo; Marx hablaba de un futuro que no se ha realizado, y cuya única experiencia histórica real, aparte de un fracaso de proporciones inabarcables, ha significado el sufrimiento de millones de personas y generaciones enteras sacrificadas a una ideología.

El periodista y subdirector de El País, Lluís Bassets, escribe hoy en su blog ("Del alfiler al elefante"), un gran artículo, que transcribo más adelante, con el título de "La nueva lucha de clases", en el que comenta algunas de las razones del estrepitosos fracaso de la "Ronda de Doha" impulsada por la Organización Mundial del Comercio. Para Bassets, "Estamos ante una nueva lucha de clases, pero no es como la que describieron Marx y Engels entre proletarios y burgueses. Ahora es entre las clases medias de los países en fuerte desarrollo y las clases medias de los países ya desarrollados por el reparto del pastel global. (.../...) Es un momento crucial de transferencia de recursos de los ricos de toda la vida a los nuevos ricos productores de energía. Y también de capacidad adquisitiva de unas viejas clases medias a otras nuevas. Las de los países emergentes van a consumir más y las clases medias europeas y norteamericanas deberán acomodar sus hábitos de consumo a la nueva situación del mercado".

La "clase media", el motor de la Historia en occidente, parece declinar de manera acelerada en este mismo occidente que hasta hace sólo un momento despreciaba al resto del mundo... Marx y Fukuyama dan la impresión de haber errado en sus predicciones... Quizá nos lo tengamos merecido. Pero como buen escéptico (un optimista empedernido chamuscado por la experiencia) no pierdo la esperanza en un mundo mejor... Sean felices, por favor. Y como decía Sócrates, "Ιωμεν". Tamaragua, amigos. HArendt





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Dubai (Emiratos Árabes Unidos)





"La nueva lucha de clases", por Lluís Bassets
Del blog "Del alfiler al elefante", El País, 31/07/08

La buena globalización ha terminado. Quedan atrás los tiempos benéficos de desaparición de fronteras para el comercio, producto de grandes acuerdos multilaterales. Los más pesimistas trazan un cuadro tenebroso de regreso al proteccionismo y a los bloques comerciales. El fracaso de la Ronda de Doha de negociaciones para liberalizar el comercio mundial es una pésima señal en un momento de incertidumbre económica. Y cuando soplan malos vientos hasta los liberales más doctrinarios se convierten en partidarios de salvar los muebles de cada uno mediante el intervencionismo gubernamental. Sólo una sorpresa presidencial en Washington para el próximo año puede introducir un cambio de atmósfera que desatasque la Ronda de Doha. Y la sorpresa no es que sea Obama el presidente, sino que no salga proteccionista según una sólida tradición demócrata que ya desmintió Bill Clinton, acogido con prevención por los partidarios del libre comercio y luego en cambio entronizado como el presidente que más ha impulsado la globalización.

Cada vez se ve más claro que los dos mandatos de Bush han sido los años perdidos del siglo XXI. Naciones Unidas no se ha reformado. Su Consejo de Seguridad quedó herido de muerte después del debate sobre la guerra de Irak. La Unión Europea se halla exactamente en el mismo Tratado de Niza en que se encontraba cuando Bush se instaló en la Casa Blanca. Es evidente el fracaso de los esfuerzos por reducir las emisiones contaminantes a la atmósfera, tal como se proponía el protocolo de Kyoto, debido principalmente a su boicot por el país que más ha contaminado en la historia. Y ahora fracasa la Ronda de Doha, también iniciada en el año mismo inaugural de Bush. Si Clinton actuó de abono y oxígeno para el crecimiento mundial y la aparición de una amplia sociología de clases medias en Asia y América Latina, Bush es el presidente que ha roto sus reglas en nombre del unilateralismo norteamericano y de sus derechos como superpotencia. Ahora, las potencias emergentes que le pisan los talones, China e India sobre todo, quieren también seguir sus pasos en cuanto a unilateralismo, sobre todo en comercio y medio ambiente.

Era casi imposible que la última tanda de negociaciones emprendida en Ginebra la pasada semana consiguiera cambiar el sentido de la marcha del mundo. Todo el voluntarismo y optimismo a chorros de Pascal Lamy, el director general de la Organización Mundial de Comercio, no ha podido con el espíritu del tiempo, que es proteccionista y hostil al multilateralismo, fiel al pésimo ejemplo predicado y ejercitado desde la Casa Blanca. El escollo que ha hundido el barco han sido las cláusulas de salvaguarda para la agricultura de esos países emergentes, más que escamados por anteriores oleadas liberalizadoras, en las que el abatimiento de barreras dejó sin defensa a los agricultores más pobres frente a la invasión de productos agrarios de países ricos. Aunque China e India se han encastillado en la defensa de la agricultura, en realidad han querido desafiar a Estados Unidos, y en menor medida a la Unión Europea, en un gesto que corresponde a la nueva estructura geopolítica del mundo. La pugna que se ha manifestado en Doha indica el signo de los tiempos: es la misma que se expresará en las negociaciones sobre cambio climático, entre los países ascendentes que aspiran a contaminar más en los próximos años, para contar con márgenes de crecimiento y de ensanchamiento todavía mayor de sus nuevas clases medias, y los países ricos que ya se han comido su ración de atmósfera y gracias a ello gozan de su situación privilegiada.

Estamos ante una nueva lucha de clases, pero no es como la que describieron Marx y Engels entre proletarios y burgueses. Ahora es entre las clases medias de los países en fuerte desarrollo y las clases medias de los países ya desarrollados por el reparto del pastel global. Y quienes tienen las de perder son las clases más pobres, que no cuentan con Estados fuertes que les defiendan y se ven arrolladas por el ímpetu de los que suben (chinos e indios) y los miedos de los que bajan (europeos y norteamericanos). Es un momento crucial de transferencia de recursos de los ricos de toda la vida a los nuevos ricos productores de energía. Y también de capacidad adquisitiva de unas viejas clases medias a otras nuevas. Las de los países emergentes van a consumir más y las clases medias europeas y norteamericanas deberán acomodar sus hábitos de consumo a la nueva situación del mercado. Esta lucha de clases no lleva a ninguna revolución, pero puede producir tensiones e incluso enervar indirectamente alguna situación conflictiva. De ahí la importancia de una distensión en Oriente Próximo y sobre todo entre Irán y Occidente. Pero donde estos arbitrajes deben producirse es en la OMC y en el panel de Naciones Unidas sobre cambio climático. Si su resolución no es multilateral, no podemos albergar duda alguna de que estamos sembrando las semillas de grandes conflictos que crecerán ya bien entrado el siglo XXI. 




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La ciudad-estado de Singapur






Entrada núm. 1907
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Pues tanto como saber me agrada dudar (Dante Alighieri)

domingo, 30 de enero de 2011

Urgente: ¿Arde el Islam?






El presidente egipcio Hosni Mubarak





Contra lo que pueda parecer a primera vista los comentarios vertidos en este blog no son análisis políticos fundamentados. Ni lo son, ni lo pretenden. Son meras reflexiones muy personales, a vuela pluma, sobre lo que otros opinan o escriben con mucho mejor criterio y fundamento. Hay en él más preguntas que respuestas, y como expongo en mi firma electrónica, tengo muy claro que "la verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" y que "tanto como saber, me agrada dudar". También suelo repetir que lo importante es lo comentado, no lo que yo comento. Lo recuerdo para que no se malinterprete en demasía lo que escribo a continuación sobre la rebelión popular que en estos mismos instantes sacude al islam norteafricano.

El subdirector de El País, Lluís Bassets, en su blog Del alfiler al elefante, da hoy algunas claves de lo que está pasando en su comentario "De la calle árabe a la plaza de la democracia". Soy bastante escéptico al respecto (ya saben mi definición de escéptico: un optimista chamuscado por la realidad), pero parece que algo ha comenzado a moverse en el aparente monolítico mundo islámico. Y aunque es muy posible que ese movimiento no haya hecho más que empezar, también lo es que salgamos de guatemala para caer en guatapeor. Las claves que da Bassets parecen indicar que no, que esta vez las cosas van por otros derroteros. Es cierto que el Islam nunca ha sido monolítico ni en lo religioso, ni en lo social, ni en lo político, y conviene estar atentos. Occidente debería aprender de los errores del pasado. Y aunque "esos cerdos", como decía el muy pragmático exsecretario de Estado estadounidense Henry Kissinger fueran "nuestros cerdos", convendría en esta ocasión no caer en el mismo error de siempre: apoyar a los corruptos y dejar en la estacada a los que piden libertad. Sean felices. Tamaragua, amigos. HArendt








Henry Kissinger






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Entrada núm. 1347 -
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"Pues, tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)

martes, 22 de diciembre de 2009

Bienvenidos al mundo real...




Logo Oficial de la Conferencia de Copenhague, Dic. 2009





¡Señoras y señores!..., ¡bienvenidos al mundo real!... La Conferencia sobre Cambio Climático de Copenhague, auspiciada y celebrada bajo el manto de Naciones Unidas, ha dejado entre otras muchas, dos lecciones reales: 1) El mundo es como es, y no como nos gustaría que fuera; y 2) En este mundo real sólo hay dos que corten "el bacalo", China y USA, y todos los demás vamos de comparsas. Y el que sean dos, se lo debemos a Obama, porque si no es por él, sólo hay "UNO": China.

No soy abogado, pero me muevo con bastante comodidad en el mundo del Derecho y las Leyes, y se por experiencia que cualquier mal acuerdo es preferible a un buen juicio. El que nadie haya salido contento de Copenhague es una buena señal, lo crean o no. Porque en Copenhague podía haber habido ganadores "absolutos: por poner un solo ejemplo, los que querían que fracasara la Conferencia; entre ellos, el "Quinteto de la Dignidad": Venezuela, Cuba, Nicaragua, Bolivia y Sudán, y por supuesto, China, y los "negacionistas" del occidente capitalista.

Como buen escéptico que soy, es decir, un optimista chamuscado por la realidad, también me parece positivo, y si lo calibran y piensan, creo que a ustedes también, el "papelón" que han hecho, individualmente, Merkel, Sarkozy y Brown: ninguno. Y eso es bueno, porque les obliga a replantearse que en este mundo "a dos", los 27 gobiernos de la Unión Europea, individualmente, no son nada, pero juntos, pueden, sólo pueden, quizá, ser los "terceros"... Ellos verán. Supongo que siempre quedarán estúpidos dispuestos a seguir siendo cabeza de ratón en su ratonera en lugar de cola de león al aire libre. Ese es su problema. No dejen que sea el nuestro.

Sobre la Conferencia en sí, y sobre la nueva gobernanza mundial "a dos" que se nos viene encima, comienzan a conocerse algunos entresijos que las apresuradas crónicas televisivas o periodísticas, algunas interesadas en un sentido o en otro, no han trasladado al público. Les sugiero la lectura de las entradas de ayer y hoy del Blog "Del alfiler al elefante" que escribe el periodista Lluís Bassets. Por supuesto, es sólo una opinión, pero resulta interesante... Bienvenidos al mundo real, señoras y señores. ¡Ah!, y felicidades a los que les haya tocado el Gordo de Navidad. A los demás, nos toca seguir barajando... Tamaragua, amigos. (HArendt)





China-USA: Ellos son los que mandan




Blog "Del alfiler al elefante"
21 diciembre, 2009 - Lluís Bassets
ASÍ SE GOBIERNA EL PLANETA

La nueva forma de gobernar el mundo está ya en marcha y apenas ha suscitado titular alguno en los periódicos. Todo lo que se ha acordado en Copenhague en la conferencia sobre el cambio climático ha sido obra del acuerdo bilateral entre Washington y Pekín, el nuevo directorio del planeta, formado por las dos mayores potencias contaminantes. No es extraño que la resolución haya sido recibido de uñas por casi todos, aunque finalmente el pleno de la conferencia adoptara resignadamente el acuerdo sin votarlo bajo la burocrática forma de tomar nota. Más que en cualquier otra reunión internacional se ha visto esta vez quien corta de verdad el bacalao en el mundo.

Se llama acuerdo, pero es una mera declaración de intenciones. Será la base para intentarlo de nuevo en México dentro de un año. No hay cifras de reducción de emisiones, aunque sí las hay de objetivo: limitar el incremento de la temperatura a dos grados centígrados como máximo. Los expertos aseguran que por este camino no será posible, ni siquiera cumpliendo con estas intenciones. Los países en desarrollo querían que el objetivo fuera un grado y medio. Han aparecido en cambio cuantificaciones de la ayuda que las naciones ricas deben suministrar a las más pobres para compensarlas por las limitaciones de emisiones: 100.000 millones de dólares al año a partir de 2020.

Obama necesitaba un acuerdo muy inconcreto, que le permita obtener del Congreso un mandato para negociar recortes cuantificados. Wen Jiabao quería regresar a Pekín sin ceder ni una pulgada de su soberanía nacional en cuanto a la inspección internacional sobre el cumplimiento de los compromisos de reducción. Ambos han conseguido lo que querían porque han sido ellos, a partir de la iniciativa norteamericana, los que han fabricado el Acuerdo de Copenhague.

A quienes no les gusta hay que recordarles que Clinton firmó Tokio, el Congreso lo rechazó y Bush ya ni siquiera se planteó la posibilidad de firmar acuerdo alguno, limitado incluso por su profundo escepticismo respecto a la influencia de las emisiones en el clima del planeta. China, a rebufo de la actitud negacionista del Washington conservador, se lo miraba tranquilamente desde la barrera, y ahora en cambio se ha integrado en el proceso.

Quienes creen que Copenhague ha sido un fracaso lamentable y sobre todo se apuntan al catastrofismo deberían recordar de dónde venimos. Hay siempre una conferencia de retraso, es verdad. Pero Obama ha puesto de nuevo a Estados Unidos en la negociación y ha arrastrado a China. Quizás contra Bush vivíamos mejor y Naciones Unidas podía aprobar bellas resoluciones a las que se adherían incluso regímenes nada ejemplares. Pero el mundo real es el que consiguió en Copenhague que se reconozca por primera vez el problema, se decida emprender un camino de reducciones de emisiones y se propongan objetivos de inversiones en los países en desarrollo.

Ciertamente, el mundo que se ha dibujado estos días está lleno de nubarrones y turbulencias. Juntar a 15.000 personas durante quince días para que al final sea la reunión entre Obama y Wen donde se decida todo debe ser bastante fastidiado para quienes sueñan en un gobierno mundial dirigido parlamentariamente por los representantes de los estados soberanos.

También debe ser muy difícil de tragar para muchos otros: por ejemplo, nuestros amados líderes europeos, empezando por Merkel, Sarkozy y Gordon Brown, para los que Obama tuvo atenciones y gestos, que no pudieron ocultar el mayor peso de la reunión de los emergentes, donde China y Estados Unidos terminaron de trenzar el acuerdo. En ella no había, por no haber, ni un sólo europeo, ni viejo ni nuevo, ni de la Comisión ni del Consejo. Estaban el indio Singh, el brasileño Lula, el sudafricano Zuma y naturalmente los dos grandes.

La reunión de los cinco (los jefes de estado y gobierno más algunos asesores, 15 personas en total) a puerta cerrada donde se fraguó el acuerdo pasará a la historia. Obama y Wen se habían citado para una reunión bilateral, pero el primer ministro chino estaba prolongando su reunión con los tres emergentes, de forma que Obama irrumpió en la sala y se incorporó a la mesa. En este encuentro del que sabemos muy poca cosa, el negociador chino Xie Henhua, que acompañaba a Wen, tuvo una intervención airada advirtiendo a Obama con el dedo, que no fue traducida por indicación del primer ministro.

El propio Wen asumió el protagonismo del encuentro, en paralelo a Obama. No se puede obviar el dinamismo y protagonismo del presidente norteamericano en la recta final de la reunión para conseguir un texto final con la firma de los principales contaminantes. No todos los presidentes que ha tenido Estados Unidos son capaces de una actuación de este tipo. Clinton sí, pero Bush hijo no. Obama se jugaba mucho en este envite, y no podía de ninguna manera regresar con las manos vacías a Washington.

Lo mismo pensaron los representantes de los 183 países que dieron por bueno el acuerdo: la única alternativa era el fracaso absoluto, hasta poner en peligro el propio proceso multilateral de reducción de emisiones. Y sólo cinco países preferían cualquier cosa, incluido el fracaso absoluto, antes que regalar algo a Estados Unidos: Venezuela, Bolivia, Nicaragua, Cuba y Sudán. La lista habla por sí sola





Consejo Europeo: Convidados de piedra




Blog "Del alfiler al elefante"
22 diciembre, 2009 - Lluís Bassets
MODESTAS VICTORIAS

Esa reunión en la que se coló Obama, el pasado viernes en el Bella Center de Copenhague, dará mucho que hablar. Tanto, que pasará a la historia como uno de esos momentos decisivos en que todo se juega por una iniciativa inesperada. Si el presidente norteamericano hubiera seguido esperando al primer ministro chino Wen Jiabao, que no había acudido a la cita que tenían concertada, o la hubiera anulado, en vez de irrumpir en la sala donde estaba reunido con los representantes de Brasil, India y Sudáfrica, se habría encontrado probablemente con que le servían un acuerdo cocinado enteramente por China y los otros tres emergentes, que le hubiera dejado en muy mal lugar o hubiera incluso dinamitado el proceso de revisión del protocolo de Kioto.

Se entiende que a muy pocos les guste el Acuerdo de Copenhague, pero nadie podrá discutirle al presidente norteamericano uno de sus éxitos más difíciles y personales, que a su regreso en Washington ha podido juntar a la inminente aprobación de su reforma del sistema de salud, después de recoger el compromiso del último de los 60 votos que necesita en el senado. Antes de terminar el año, Obama ya tiene en el bolsillo sus dos primeras victorias. Hasta este pasado fin de semana era un jugador de simultáneas de ajedrez con todas las partidas abiertas, según imagen brillante de Henry Kissinger. Ahora ya ha conseguido vencer en dos de ellas.

Sabemos muy bien qué dirán sus críticos: que son victorias pírricas. Sobre todo desde la izquierda. Desde la derecha más bien se dirán cosas de sentido contrario. Sobre todo los negacionistas del cambio climático y quienes prefieren que el Estado no interfiera en la organización de los sistemas sanitarios. Unos y otros deben saber que las únicas victorias posibles en el nuevo mundo multipolar, de poderes limitados y obligadamente negociadores, son así: victorias modestas, frágiles, temporales incluso; que luego requieren obstinación para mantenerlas. No hay otras. La alternativa a estas victorias probablemente es la nada, el statu quo.

Respecto al cambio climático, el éxito de Obama se cifra únicamente en que evitó el fracaso. Las consecuencias de una conferencia sin resultado alguno habrían sido incalculables. Quienes aseguran que la negociación a cinco y a puerta cerrada ha ninguneado el sistema multilateral de Naciones Unidas tienen razón; pero imaginemos si no sale nada de Copenhague el sábado. La fórmula de salvación, ese acuerdo que es sólo una declaración, aprobado por el sistema de tomar nota porque no hay consenso real, embarca sin embargo a los dos principales contaminantes en el proceso, China y Estados Unidos, sabiendo que el tercer contaminante, la Unión Europea, está embarcada incondicionalmente.

Las modestas victorias de Obama contrastan con las discretas derrotas de dos estrellas del firmamento internacional. El brioso Nicolas Sarkozy hizo todo lo que pudo para apuntarse algún tanto, incluyendo la apertura de una negociación por su cuenta con Brasil, y tuvo que contentarse con subirse al carro de Obama sin rechistar. Angela Merkel recibía la apelación de canciller del Clima, pero en la negociación de Copenhague quedó también en la cuneta. Veremos cómo asimilarán el fracaso los europeos y si consiguen recuperarse del batacazo.

Si la victoria de Obama es modesta la de China es tan estridente como discreta la cobertura de sus medios de comunicación (para algo funcionan allí las consignas y hay disciplina de partido). A la superpotencia emergente se debe el peligroso final de la cumbre, que estuvo a punto de naufragar. China estaba muy cómoda hasta ahora, agazapada detrás de los países del Tercer Mundo y como si fuera uno de ellos, lanzando pullas contra los países industrializados.

Bush les sentaba de maravilla a los chinos, porque no tenían que salir a jugar esta partida. En ausencia de Bush, han tenido que dejar que los países más pobres exigieran reducciones imposibles a los más ricos: China no quiere reducción cuantificada alguna y menos fuera de su directo control político. Pero tampoco quiere aparecer como unilateralista ni insolidaria con los países en desarrollo.

El único que podía sacar a los chinos a la pista de baile era Obama, aunque fuera a rastras, como así sucedió. Probablemente hubieran preferido un fracaso total de la Cumbre, pero no querían cargar con la responsabilidad y la imagen internacional, que les convertiría en una superpotencia ya no tan tranquila ni pacífica y con una cierta prepotencia imperial. De ahí sus cesiones, con las que ganan tiempo y margen para empezar una negociación en la que todavía no están implicados.




Naciones Unidas: reforma inaplazable





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Entrada núm. 1263 -
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"Pues, tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)

jueves, 31 de julio de 2008

*El fin de la Historia puede esperar...




¿Se equivocó el historiador y politólogo norteamericano Francis Fukuyama cuándo en 1989 anunció el Fin de la Historia? El polémico artículo, "El Fin de la Historia", publicado en el verano de 1989 en la revista "The National Interest", tuvo su continuación y profundización en su libro "El fin de la Historia y el último hombre" (Planeta, Barcelona, 1992), que produjo un efecto devastador en los medios intelectuales y académicos de medio mundo, y fue ensalzado y criticado a partes iguales.

Fukuyama expone en su libro una polémica tesis: "La Historia humana, como lucha de ideologías ha terminado, con un mundo final basado en una democracia liberal que se ha impuesto finalmente tras el fin de la Guerra Fría. Inspirándose en Hegel y en alguno de sus exegetas del siglo XX, como Alexandre Kojève, afirma que el motor de la historia, que es el deseo de reconocimiento, el thimos platónico, se ha paralizado en la actualidad con el fracaso del régimen comunista, que demuestra que la única opción viable es la democracia liberal tanto en lo económico como en lo político. Se constituye así en el llamado pensamiento único: las ideologías ya no son necesarias y han sido sustituidas por la economía. Estados Unidos, es por así decirlo, la única realización posible del sueño marxista de una sociedad sin clases. En palabras del propio autor: El fin de la historia significaría el fin de las guerras y las revoluciones sangrientas, los hombres satisfacen sus necesidades a través de la actividad económica sin tener que arriesgar sus vidas en ese tipo de batallas" (1).

Para otro gran pensador, el filósofo alemán Karl Marx, "la lucha entre las clases sociales es el motor de la historia. Es decir que el conflicto entre clases sociales en sentido marxista, esto es, la relación de los diferentes grupos de una sociedad con los medios de producción, ha sido la base sobre la que se produjeron los hechos que dan forma a la historia. Esta lucha se da entre dos clases sociales antagónicas características de cada modo de producción. Se produce por lo tanto una polarización social solo por el hecho de nacer bajo una de las clases sociales que existen en cada momento de la historía. (.../...) Para Marx el fin último de la historia es la eliminación de las clases sociales cuando la clase más desvalida y universal (el proletariado creado por el modo de producción capitalista) consiga "emancipar" a toda la humanidad".

Fukuyama habla de un presente que no se conforma con la realidad que estamos viviendo; Marx hablaba de un futuro que no se ha realizado, y cuya única experiencia histórica real, aparte de un fracaso de proporciones inabarcables, ha significado el sufrimiento de millones de personas y generaciones enteras sacrificadas a una ideología.

El periodista y subdirector de El País, Lluís Bassets, escribe hoy en su blog ("Del alfiler al elefante"), un gran artículo, que transcribo más adelante, con el título de "La nueva lucha de clases", en el que comenta algunas de las razones del estrepitosos fracaso de la "Ronda de Doha" impulsada por la Organización Mundial del Comercio. Para Bassets, "Estamos ante una nueva lucha de clases, pero no es como la que describieron Marx y Engels entre proletarios y burgueses. Ahora es entre las clases medias de los países en fuerte desarrollo y las clases medias de los países ya desarrollados por el reparto del pastel global. (.../...) Es un momento crucial de transferencia de recursos de los ricos de toda la vida a los nuevos ricos productores de energía. Y también de capacidad adquisitiva de unas viejas clases medias a otras nuevas. Las de los países emergentes van a consumir más y las clases medias europeas y norteamericanas deberán acomodar sus hábitos de consumo a la nueva situación del mercado".

La "clase media", el motor de la Historia en occidente, parece declinar de manera acelerada en este mismo occidente que hasta hace sólo un momento despreciaba al resto del mundo... Marx y Fukuyama dan la impresión de haber errado en sus predicciones... Quizá nos lo tengamos merecido. Pero como buen escéptico (un optimista empedernido chamuscado por la experiencia) no pierdo la esperanza en un mundo mejor... HArendt





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Dubai (Emiratos Árabes Unidos)





"La nueva lucha de clases", por Lluís Bassets.

La buena globalización ha terminado. Quedan atrás los tiempos benéficos de desaparición de fronteras para el comercio, producto de grandes acuerdos multilaterales. Los más pesimistas trazan un cuadro tenebroso de regreso al proteccionismo y a los bloques comerciales. El fracaso de la Ronda de Doha de negociaciones para liberalizar el comercio mundial es una pésima señal en un momento de incertidumbre económica. Y cuando soplan malos vientos hasta los liberales más doctrinarios se convierten en partidarios de salvar los muebles de cada uno mediante el intervencionismo gubernamental. Sólo una sorpresa presidencial en Washington para el próximo año puede introducir un cambio de atmósfera que desatasque la Ronda de Doha. Y la sorpresa no es que sea Obama el presidente, sino que no salga proteccionista según una sólida tradición demócrata que ya desmintió Bill Clinton, acogido con prevención por los partidarios del libre comercio y luego en cambio entronizado como el presidente que más ha impulsado la globalización.

Cada vez se ve más claro que los dos mandatos de Bush han sido los años perdidos del siglo XXI. Naciones Unidas no se ha reformado. Su Consejo de Seguridad quedó herido de muerte después del debate sobre la guerra de Irak. La Unión Europea se halla exactamente en el mismo Tratado de Niza en que se encontraba cuando Bush se instaló en la Casa Blanca. Es evidente el fracaso de los esfuerzos por reducir las emisiones contaminantes a la atmósfera, tal como se proponía el protocolo de Kyoto, debido principalmente a su boicot por el país que más ha contaminado en la historia. Y ahora fracasa la Ronda de Doha, también iniciada en el año mismo inaugural de Bush. Si Clinton actuó de abono y oxígeno para el crecimiento mundial y la aparición de una amplia sociología de clases medias en Asia y América Latina, Bush es el presidente que ha roto sus reglas en nombre del unilateralismo norteamericano y de sus derechos como superpotencia. Ahora, las potencias emergentes que le pisan los talones, China e India sobre todo, quieren también seguir sus pasos en cuanto a unilateralismo, sobre todo en comercio y medio ambiente.

Era casi imposible que la última tanda de negociaciones emprendida en Ginebra la pasada semana consiguiera cambiar el sentido de la marcha del mundo. Todo el voluntarismo y optimismo a chorros de Pascal Lamy, el director general de la Organización Mundial de Comercio, no ha podido con el espíritu del tiempo, que es proteccionista y hostil al multilateralismo, fiel al pésimo ejemplo predicado y ejercitado desde la Casa Blanca. El escollo que ha hundido el barco han sido las cláusulas de salvaguarda para la agricultura de esos países emergentes, más que escamados por anteriores oleadas liberalizadoras, en las que el abatimiento de barreras dejó sin defensa a los agricultores más pobres frente a la invasión de productos agrarios de países ricos. Aunque China e India se han encastillado en la defensa de la agricultura, en realidad han querido desafiar a Estados Unidos, y en menor medida a la Unión Europea, en un gesto que corresponde a la nueva estructura geopolítica del mundo. La pugna que se ha manifestado en Doha indica el signo de los tiempos: es la misma que se expresará en las negociaciones sobre cambio climático, entre los países ascendentes que aspiran a contaminar más en los próximos años, para contar con márgenes de crecimiento y de ensanchamiento todavía mayor de sus nuevas clases medias, y los países ricos que ya se han comido su ración de atmósfera y gracias a ello gozan de su situación privilegiada.

Estamos ante una nueva lucha de clases, pero no es como la que describieron Marx y Engels entre proletarios y burgueses. Ahora es entre las clases medias de los países en fuerte desarrollo y las clases medias de los países ya desarrollados por el reparto del pastel global. Y quienes tienen las de perder son las clases más pobres, que no cuentan con Estados fuertes que les defiendan y se ven arrolladas por el ímpetu de los que suben (chinos e indios) y los miedos de los que bajan (europeos y norteamericanos). Es un momento crucial de transferencia de recursos de los ricos de toda la vida a los nuevos ricos productores de energía. Y también de capacidad adquisitiva de unas viejas clases medias a otras nuevas. Las de los países emergentes van a consumir más y las clases medias europeas y norteamericanas deberán acomodar sus hábitos de consumo a la nueva situación del mercado. Esta lucha de clases no lleva a ninguna revolución, pero puede producir tensiones e incluso enervar indirectamente alguna situación conflictiva. De ahí la importancia de una distensión en Oriente Próximo y sobre todo entre Irán y Occidente. Pero donde estos arbitrajes deben producirse es en la OMC y en el panel de Naciones Unidas sobre cambio climático. Si su resolución no es multilateral, no podemos albergar duda alguna de que estamos sembrando las semillas de grandes conflictos que crecerán ya bien entrado el siglo XXI. (Blog "Del alfiler al elefante", El País, 31/07/08)





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Distrito financiero de Shangai (China)