Shirin Ebadi
El mundo de la diplomacia se desenvuelve mediante expresiones sobreentendidas que dicen lo que no dicen y que solo entienden los iniciados. Por ejemplo, cuando un diplomático dice "sí", en realidad está diciendo "quizá"; cuando dice "quizá", está diciendo "no"; y nunca dirá "no", porque eso no sería diplomático... Quizá sea esa la razón de que si le preguntáramos a un diplomático de la Unión Europea o los Estados Unidos de América cuál es la actual "bête noire" (otro término diplomático) de las cancillerías occidentales se nos fuera por la tangente, pero creo que no tendría duda alguna de que le estábamos preguntando por el régimen iraní.
No suelo caer en el maniqueo equiparamiento de régimen o gobierno, y pueblo o Estado. Por poner otro ejemplo, soy un decidido admirador y defensor del pueblo y del Estado de Israel, y con igual convicción condeno muchas de las actitudes y comportamientos de sus gobiernos actuales y pasados. Por la misma razón, siento una profunda simpatía por el pueblo iraní y su milenaria historia, y una igual de profunda animadversión por su régimen actual, heredero directo de la teocracia impuesta por el ayatolá Ruhollah Jomeini (1902-1989) en 1979.
Mi admiración y afecto por el pueblo iraní viene de antiguo, como mínimo, de hace cincuenta años. Ya lo he contado en el blog anteriormente en la entrada "Irán & USA" (1), de mayo de 2008, en la que relataba mis asiduas visitas, con catorce o quince años, a la Embajada Imperial del Irán en Madrid, muy próxima al domicilio de mis padres, y el trato siempre cordial que me dispensaban en ella, que ponía en relación con mi admiración simultánea en el tiempo por el pueblo norteamericano, nacida de algo tan inusual en un españolito de principios de los 60 como mi afición por el béisbol.
Lo recordé hace unas semanas leyendo un interesante artículo de la profesora María Jesús Merinero, catedrática de Historia Contemporánea en la Universidad de Extremadura, titulado "Añicos de Irán" (2), publicado en el número de octubre de Revista de Libros. Un artículo en el que se hace una severa crítica del reciente libro de los periodistas franceses Serge Michel y Paolo Woods "Puedes pisar mis ojos. Un retrato del Irán actual" (Alianza, Madrid, 2011), que la profesora Merinero tacha de sensacionalista, falto de rigor y plagado de prejuicios, estereotipos, ignorancia e intereses geoestratégicos, que ensombrecen, dice, los múltiples cambios que se han producido en la sociedad iraní, y que la hacen emerger como una sociedad afable, posmoderna, e inmersa en el éxtasis de la comunicación; en definitiva, confundiendo y mezclando, intencionadamente, pueblo iraní con régimen iraní. Régimen que los propios iraníes, añade, definen lisa y llanamente como dictatorial, más que como teocrático e infalible, despojándole así de la supuesta sacralización que los ultraconservadores del régimen quieren atribuirle para defender sus prácticas.
En apoyo de esta tesis sobre la realidad del pueblo y la sociedad iraní actuales, que lucha por imponerse al régimen político que los sojuzga, viene a sumarse la actividad incansable de la abogada y activista proderechos humanos iraní Shirin Ebadi (3), Premio Nobel de la Paz en 2003, primera ciudadana iraní y primera mujer musulmana en recibir este premio, en exilio forzado desde 2008,
Nacida en Hamadán (Irán) en 1947, con solo 23 años fue una de las primeras mujeres juez de su país, y a los 28 la primera presidenta de un tribunal iraní, Fue arrestada por primera vez en el año 2000 por defender a familiares de escritores e intelectuales asesinados en su despacho de abogado, que abrió tras ser expulsada de la carrera judicial. Tres años después le concedieron el Nobel de la Paz, que recogió en Estocolmo con la cabeza descubierta, lo que provocó nuevas críticas de los dirigentes iraníes. Hace tres años, el Gobierno iraní cerró el Centro de Defensores de Derechos Humanos que había creado en Teherán y comenzó un acoso implacable a su familia, además de amenazas de muerte que le impiden regresar a su país y le obligan a un exilio nómada, de país en país.
El País Semanal de hoy domingo publica una extensa entrevista con ella (4), realizada en Madrid el mismo día en que Gadafi era linchado en Libia por los opositores de su régimen, en la que se pronuncia decididamente por una separación estricta entre religión y política, y aunque aprovecha cualquier oportunidad para defender su religión critica el uso político que hacen los dictadores islamistas de la misma. Para Ebadi, la religión es importante pero asegura que los gobiernos antidemocráticos, como el iraní, justifican sus actos con la religión, pero que eso no es verdad, que lo que hacen no está de acuerdo con el islam.
A la pregunta de si ha cambiado algo en Irán en los últimos años responde con rotundidad que hoy la situación es peor que hace un año; mucho peor que hace ocho años, cuando recibió el Nobel, y claramente peor que cuando se le impidió volver a Teherán en 2009. Las cárceles están llenas, añade, y la cosa va a peor, aunque cada vez haya más personas en contra del gobierno, Al final de la entrevista dice sentirse apoyada en su lucha por el pueblo iraní, un pueblo que quiere la democracia y los derechos humanos.
Los vídeos que acompañan la entrada son sendos reportajes sobre la concesión del Premio Nobel de la Paz (5) a Shirin Ebadi, y la historia de la revolución iraní (6) entre 1978 y 2009, éste último en inglés. Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt
Ruhollah Jomeini
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Entrada núm. 1440 -
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