jueves, 30 de enero de 2025

De las viñetas de humor de hoy jueves, 30 de enero de 2025

 































miércoles, 29 de enero de 2025

De las entradas del blog de hoy miércoles, 29 de enero de 2025

 





Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz miércoles, 29 de enero de 2025. La narración del fracaso, se dice en la primera de las entradas del blog de hoy, se enfrenta al sentido dominante de modernidad como época que rechaza todo principio de autoridad y de verdad que no hayan sido previamente sometidas al tribunal de la razón. La segunda del día es un archivo del blog de agosto de 2015, y titulado Reiterpretando a Platón, contra políticos e historiadores que parecen ver la Historia con anteojeras, es decir, que solo ven de la Historia la parte que les interesa, obviando la complejidad de la misma. El poema del día, en la tercera, se titula Insomnio, y comienza con estos versos: Tú y tu desnudo sueño. No lo sabes./Duermes. No. No lo sabes. Yo en desvelo,/y tú, inocente, duermes bajo el cielo. Y la cuarta, como siempre, son las viñetas de humor. Pero ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Nos vemos mañana si la Fortuna lo permite. Sean  felices, por favor. Tamaragua, amigos míos.












De la narración del fracaso

 






El Glosario del fracaso, editado por Valerio Rocco Lozano en la colección Pensamiento de la Editorial del Círculo de Bellas Artes, supone uno de los resultados del proyecto de investigación «Fracaso. Revertir las genealogías del fracaso; siglos XVI-XIX», financiado por la Unión Europea, escribe en Revista de Libros [Narrando el fracaso, 07/01/25] la profesora de la UNED Marcela Vélez León, reseñando el libro Glosario del fracaso, de Valerio Rocco Lozano (ed.), Círculo de Bellas Artes, Madrid, 2021. La obra, que en su construcción colectiva refleja la interdisciplinariedad del equipo del proyecto, aborda conceptualmente la noción de «fracaso» desde una óptica transversal y novedosa, partiendo de interpretaciones alternativas e inusitadas de la modernidad. Y es que, ya desde la «Introducción» (pp. 9-27), Rocco señala la línea directriz de la obra, a saber: en tanto la modernidad puede ser dicha de muchas maneras, la propia noción de «fracaso», en cuanto plenamente moderna, también habrá de serlo.

Frente al sentido dominante de modernidad como «la época histórica, el gesto político y la actitud científica que aglutina el rechazo de todo principio de autoridad y toda fuente de verdad que se quieran legitimadas sin haber sido previamente sometidas al tribunal de la razón» (p.10) —sentido que está en la base del paradigma reduccionista que comprende la modernidad como puramente científica—, la pregunta que orienta las contribuciones de quienes participan en este volumen colectivo apunta a la posibilidad de comprender la Neuzeit en otros términos. Ya importantes aproximaciones filosóficas del siglo XX tomaron este hecho en cuenta, apuntando a la existencia de una dialéctica de la ilustración (cfr. Adorno y Horkheimer), por ejemplo, o a una crisis de las ciencias de europeas (cfr. Husserl) como explicación coherente de las paradojas de la modernidad. No obstante, ampliando la reflexión hacia la experiencia propia del individuo concreto, el ser de carne y hueso que es, al fin y al cabo, quien fracasa, las contribuciones de este libro toman como punto de partida un tercer sentido de modernidad, a saber, la modernidad literaria que, tal como señalara Milan Kundera, supone la emergencia de un paradigma alternativo en el que la literatura, como saber narrativo, abre parcelas de lo real más allá de la abstracción de la modernidad racionalista, y, en definitiva, muestra el fracaso como condición vital e indisociable de la existencia humana. Así, la noción de «fracaso» deja de ser subsidiaria del éxito, entendido como el triunfo cuantitativo y cuantificable, instrumental y útil. El objetivo principal de la obra es, pues, la narración del fracaso, y en ese sentido, se propone una «metaforología del fracaso» (cfr. Rocco Lozano, p. 150), es decir, una narración de las «figuras del fracaso» (cfr. Zazo, p. 233) que incorpora nuevos terrenos semánticos y existenciales sin los cuales resulta incompleta la comprensión del fracaso en la modernidad.

El volumen recorre conceptual, etimológica, literaria, filosófica e históricamente las nociones de «bancarrota» y «pobreza» (cfr. Martínez Bermejo, pp. 29-42 y pp. 263-279 respectivamente), «caída» y «tropiezo» (cfr. De los Ríos, pp. 43-58 y pp. 313-326 respectivamente), «culpa», «declive» y «deuda» (cfr. Arroyo, pp. 59-69, pp. 71-86 y pp. 131-138 respectivamente), «derrota» y «exilio» (cfr. Sánchez Usanos, pp. 87-100 y pp. 157-168 respectivamente), «desastre» y «pérdida» (cfr. Castro García, pp. 101-114 y pp. 249-262 respectivamente), «desengaño» (cfr. Aranzueque, pp. 115-129), «error» y «naufragio» (cfr. Rocco Lozano, pp. 139-155 y pp. 201-216 respectivamente), «mancha» y «ruina» (cfr. Garrocho Salcedo, pp. 169-181 y pp. 281-294 respectivamente), «monstruo» y «ocaso» (cfr. Blanco Martínez, pp. 183-199 y pp. 217-230 respectivamente), así como «olvido» y «suicidio» (cfr. Zazo, pp. 231-248 y pp. 295-312 respectivamente); un conjunto de conceptos que, en cuanto constelación de sentido, permite una aproximación profundamente rica y singular a la modernidad del fracaso.

Comenzando, en la mayoría de las ocasiones, por la exposición etimológica de cada uno de los términos, los capítulos navegan por los vericuetos lingüísticos, pero también sociales, históricos, e ideales, de cada uno de los términos abordados. O dicho de otro modo: aproximándose tanto desde la historia de la experiencia como desde la historia conceptual, el Glosario ofrece un plexo de sentido que permite pensar, por las proximidades y distancias léxicas de la familia semántica que compone la obra, en nuevas narrativas del fracaso. Ahora bien, para llevar a cabo esta tarea hay una pregunta inicial que es de recibo destacar: ¿desde dónde abordar la narración del «fracaso», teniendo en cuenta su carácter moderno, pero sin caer en los habituales clichés o lugares comunes sobre la modernidad? Este «desde» tiene una connotación temporal que hay que tomar en consideración cuando se piensa el «fracaso» en relación con un período histórico —esto es: temporal— bien concreto. Esto no implica, como supondría una perspectiva simple y reduccionista, que el conjunto que propone el Glosario haya de limitarse a la época que en general se denomina moderna, sino que, precisamente, ese cuerpo propiamente moderno hunde sus raíces en tiempos, pensadores, lugares y palabras que se remontan hasta Platón y Aristóteles, pero también a Aristófanes, Esquilo, Eurípides, Hesíodo y Homero. Entrecruzando literatura, ciencia, política, economía, filosofía, o historia,  el Glosario recoge los hilos de esa antigüedad que se lee en la modernidad de Dante, Maquiavelo, Shakespeare, Montaigne, Kant o Hegel, tanto como en la de Borges, Heidegger, Machado, Marx, Foucault o Derrida. Las innumerables briznas contempladas y atendidas por los diferentes capítulos ofrecen a quien se asome al Glosario un nuevo universo de significación del fracaso, cuyo sentido aparece ahora plenamente atravesado por el carácter vitalista y existencial de aquella otra modernidad que explora los rincones de cada ser humano en su cruda facticidad, emotividad y aventura. En definitiva, el Glosario del fracaso ofrece, además de un diccionario, muy bien seleccionado, del campo semántico del concepto de «fracaso» —que aporta, en primera instancia, una aproximación conceptual y etimológica para expertos y especialistas del campo de la historia—, una perspectiva de conjunto cuya principal riqueza es la narración alternativa al propio autorreconocimiento de la modernidad que, desde nuestra contemporaneidad, se hace cada vez más necesaria e indispensable en cuanto saberes de nuestras historias, narraciones de nuestros fracasos.

Marcela Vélez es profesora en el Departamento de Filosofía de la UNED. Doctora internacional en Filosofía y Ciencias del lenguaje, ha realizado estancias de investigación en Goldsmiths College de la Universidad de Londres y en el Institut für Philosophie de la Friedrich Schiller Universität de Jena. Es directora de la revista académica Antítesis. Revista iberoamericana de estudios hegelianos y vicepresidenta para España de la Sociedad Iberoamericana de Estudios Hegelianos. Sus líneas principales de investigación son Filosofía de la historia, Idealismo alemán, Teoría Crítica y Filosofía política.
















[ARCHIVO DEL BLOG] Reinterpretando a Platón. Publicado el 26/08/2015











El título de "Padre" de la "Historia" se lo disputan dos ilustres griegos, Heródoto y Tucídides, que vivieron entre el 484 y el 400 a.C. Personalmente, como historiador, no sabría a cuál dar mi voto para resolver la controversia. La "Historia" de Heródoto me encanta por su amenidad; de Tucídides, su "Historia de la guerra del Peloponeso" me resulta fascinante. Por mí, les concedería el premio, "ex aequo", a los dos. No sé lo que pensará al respecto el sociólogo Amando de Miguel, pero en el diario El País de ayer, en su artículo "Memoria histórica: Miseria de la Historia", arremetía con bastante dureza, a cuenta de la aplicación y desarrollo de la Ley de Memoria Histórica, contra políticos e historiadores que parecen ver la Historia con anteojeras. Es decir, que solo ven de la Historia la parte que les interesa, obviando la complejidad de la misma. Y es que, como decía Voltaire, "la verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura". Creo que tiene buena parte de razón en su crítica, pero no paso de ahí.
También Platón plantea en su "República", cuestiones de Historia. Pero de historia futura, basada en el pasado. Para Platón, que vivió la crisis total de la democracia ateniense tras su derrota a manos de Esparta en la guerra del Peloponeso (431-404 a.C.), el modelo ideal de Estado no es su Atenas natal, sino Esparta. Una Esparta ideal regida por filósofos, quizá por él mismo, pero eso sí, inmóvil, anclada en un estado social absolutamente rígido e impermeable a cualquier cambio. Un ideal basado en un pasado mítico, perfecto e inalterable donde cada hombre y cada clase tiene su lugar y su función y cualquier novedad resulta un peligro para el Estado.
Cualquier comparación entre Platón y Mariano Rajoy es una mofa inaceptable, una ofensa al primero de ellos que yo no voy a cometer. Sin Platón y sin sus enseñanzas, y las de su maestro, Sócrates, el mundo sería mucho peor de lo que es; si Mariano Rajoy hubiera seguido de registrador de la propiedad el mundo no creo que lo echara en falta, y seguro, España estaría mucho mejor de lo que está. Da la impresión de que el señor presidente del gobierno estuviera intentando trasladar a la sociedad española el ideal de Estado inmovilista que Esparta representó y que Platón defendió implícitamente, con argumentos brillantes, en la "República". ¿De qué otra manera cabría entender el anuncio del vicesecretario de Comunicación del PP, Pablo Casado, de que su partido renuncia a toda idea de reformar la Constitución en su programa electoral? Y ello, alegando que "cualquier intento de reforma podría servir para que los secesionistas tengan un resquicio para reescribir la historia de España". 
Es evidente que el señor Rajoy es un artista reconocido en lo de mezclar churras con merinas, pero que su cinismo y desvergüenza llegue a estos extremos resulta difícil de asimilar. Pero bueno, ahí esta. Cierto es que tal y como se presenta el panorama de las nuevas Cortes que surjan en diciembre, cualquier reforma constitucional que no cuente con el apoyo de PP y PSOE, sea cuales sean las otras fuerzas presentes en el Parlamento, está condenada al fracaso por loable que resulte la pretensión. De ahí que cupiera esperar, al menos hasta el anuncio reciente citado, alguna esperanza de consenso. No hay tal. De momento, y aunque en política casi todo es posible en cuestión de alianzas, ese es el "estado de la cuestión". Es decir, que una hipotética reforma de la Constitución no es para el gobierno y el partido que lo sustenta una "Cuestión de Estado", sino mero oportunismo electoral y que donde dijeron "digo" ahora dicen "Diego"... Y aquí, seguimos, inmóviles, camino del desastre. Y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν", nos vamos. Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt



















El poema de cada día. Hoy, Insomnio, de Gerardo Diego

 






INSOMNIO



Tú y tu desnudo sueño. No lo sabes.

Duermes. No. No lo sabes. Yo en desvelo,

y tú, inocente, duermes bajo el cielo.

Tú por tu sueño, y por el mar las naves.


En cárceles de espacio, aéreas llaves

te me encierran, recluyen, roban. Hielo,

cristal de aire en mil hojas. No. No hay vuelo

que alce hasta ti las alas de mis aves.


Saber que duermes tú, cierta, segura

—cauce fiel de abandono, línea pura,

tan cerca de mis brazos maniatados.


Qué pavorosa esclavitud de isleño,

yo, insomne, loco, en los acantilados,

las naves por el mar, tú por tu sueño.



Gerardo Diego (1896-1987)

poeta español




















De las viñetas de humor de hoy miércoles, 29 de enero de 2025

 


































martes, 28 de enero de 2025

De las entradas del blog de hoy martes, 28 de enero de 2025

 







Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz martes, 28 de enero de 2025. El presidente iba a Davos a destacar los excelentes resultados económicos, sociales y medioambientales en España, se dice en la primera de las entradas del blog de hoy, titulada De la deriva autoritaria de las redes sociales, pero acabó diciendo que las redes sociales están erosionando la democracia porque disminuyen la profundidad del debate con titulares breves, distorsionan nuestra realidad con desinformación y se han convertido en herramientas para sustituir votos por me gustas. La segunda es hoy un archivo del blog de febrero de 2020, titulado Les nacerán monstruos, en el que se comentaba que uno se empieza a morir cuando la percepción de sí mismo está tan alejada de la que tienen los demás que corres el riesgo de ser la persona que un día detestaste. La tercera es el poema titulado Cuerpo-naufragio, que comienza así: Como carroñeros rescatan mi cuerpo/mal sepultado junto a las rocas. Les habla/de conciencias tranquilas que abandonaron/de padres que supieron amar. Y la cuarta, como siempre, son las viñetas de humor. Pero ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Nos vemos mañana si la Fortuna lo permite. Sean  felices, por favor. Tamaragua, amigos míos.










De la deriva autoritaria de las redes sociales

 







El presidente iba a Davos a destacar los excelentes resultados económicos, sociales y medioambientales en España, pero acabó diciendo que las redes sociales están erosionando la democracia porque disminuyen la profundidad del debate con titulares breves, distorsionan nuestra realidad con desinformación y se han convertido en herramientas para sustituir votos por me gustas, dice en El País [Una solución para la deriva autoritaria de las redes sociales, 24/01/2025] la escritora y ensayista Marta Peirano. Son cosas que otros habían advertido antes que Sánchez e, incluso, antes de las redes sociales. Intelectuales, académicos e historiadores, de Neil Postman y Michel Foucault a Achille Mbembe, David Graeber, Giorgio Agamben o James C. Scott, han descrito esta forma y clase de comportamientos como una arquitectura de la opresión.

La red social es sólo su manifestación más exitosa, porque combina la ubicuidad del smartphone y el magnetismo de una máquina tragaperras con la aceptación social de la tele y la opacidad de un paraíso fiscal. Pero nos ha hecho falta ver a Elon Musk, Mark Zuckerberg, Jeff Bezos, Sundar Pichai y Tim Cook respaldar a Donald Trump en la inauguración de su nuevo mandato como si fueran miembros de su gabinete para entender para entender que la vulneración sistemática de derechos, la propagación de mentiras y la insidiosa presencia de sus tecnologías en nuestras vidas eran las señales de que esa arquitectura no sólo existe sino que funciona, y vive un momento de burbujeante expansión.

No todo han sido Casandras. Ha habido actores del mundo de la tecnología, como Richard Stallman; del derecho como Lawrence Lessig y de la ciencia, como Tim Berners-Lee, que nos han ofrecido alternativas a esa arquitectura. Visiones cuya ejecución más significativa hemos descartado como utópica, porque la misma arquitectura de la opresión que tratan de resistir nos ha convencido de su ingenuidad. Mark Fisher nos dejó un nombre para eso: realismo capitalista. La arquitectura de los oligarcas nos parece ya tan inevitable como el sol y las montañas. Una profecía autocumplida, que parece reflejarse en las propuestas del presidente.

“Si corregimos los muchos errores y hacemos las cosas bien, aún podemos convertir estas plataformas en un espacio de diálogo, participación y libertad para mejorar nuestras sociedades y fortalecer nuestras democracias”. Presidente, la arquitectura de la opresión no puede ser desmantelada utilizando las mismas estructuras y lógicas que la crearon. Las herramientas del poder no nos sirven para desmantelar el poder.

Acabar con el anonimato en las redes es un proyecto tan antiguo como internet, y una mala solución contra la propaganda. Gestionar las amenazas que implica vivir en un mundo interconectado requiere compromisos pero, en democracia, la habilidad de disentir sin ser perseguido políticamente y la seguridad personal de los más vulnerables deben ser protegidas. El Reglamento sobre la identidad digital europea se hizo efectiva en mayo de 2024, con más de 500 científicos y expertos en ciberseguridad, privacidad y derechos digitales en contra. Incluso si pudiera implementarse de forma suficientemente segura, el potencial de abuso es excesivo, especialmente ahora que hay partidos antidemocráticos rozando algunos de los gobiernos clave de la unión. En democracia son los ciudadanos los que vigilan al Gobierno, y no al revés. Invertirlo sólo puede generar menos democracia, no más.

Reforzar las capacidades y competencias del Centro Europeo para la Transparencia Algorítmica es urgente y necesario, pero no suficiente. Las plataformas compiten de forma desleal con sectores estratégicos de nuestras economías, no a través de sus algoritmos sino gracias a sus infraestructuras. Más del 80% de las tecnologías digitales europeas son importadas, como recordaba recientemente Francesca Bria. Hemos delegado el desarrollo y el mantenimiento de nuestras infraestructuras críticas para la banca, el comercio minorista y los medios de comunicación. No podemos recuperar el control para corregir esos muchos errores sin acceder a ellas. Por eso TikTok tiene 90 días para vender al menos arte de sus activos a una empresa estadounidense, antes de ser desterrada de EE UU. La Ley para la Protección de los Estadounidenses contra Aplicaciones Controladas por Adversarios Extranjeros está diseñada para que ninguna empresa china, india o europea pueda hacer en EEUU lo que la alianza de oligarcas tecnológicos y líderes populistas está haciendo aquí.

La semana pasada, Joe Biden se despidió de la Casa Blanca hablando de “una oligarquía de extrema riqueza, poder e influencia”, un discurso que recordaba al de otro presidente americano, en enero de 1961. “Debemos protegernos contra la adquisición de influencia injustificada, ya sea buscada o no, por parte del complejo militar-industrial”, advirtió Eisenhower, quien añadió: “La posibilidad de un desastroso aumento de poder fuera de lugar existe y persistirá.” Son manifestaciones de la misma máquina. Sólo conoce la expansión.

En los últimos años, Biden y el Partido Demócrata han sido fundamentales para el avance de esa oligarquía. Sigue alineada con sus valores, como demuestra perdonando a toda su familia en lugar de denunciantes como Edward Snowden o Julian Assange. Pero también sobrevivirá a Trump. Su interfaz ya no serán los vídeos en una pantalla de cristal templado, sino una voz en nuestra cabeza, más adictiva, centralizada, extractiva y manipuladora que nunca. “Realmente veo la IA como un potenciador”, ha dicho en Davos Vimal Kapur, presidente de Honeywell. Podemos ayudarla a propagarse o apoyar una infraestructura pública, comunitaria y abierta. No es utópico ni poco realista. Es la solución.