sábado, 19 de julio de 2025

DE LAS VIÑETAS DE HUMOR DE HOY SÁBADO, 19 DE JULIO DE 2025

 











































viernes, 18 de julio de 2025

DE LAS ENTRADAS DEL BLOG DE HOY VIERNES, 18 DE JULIO DE 2025. 89º ANIVERSARIO DEL INICIO DE LA GUERRA CIVIL (1936-1939)

 





Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz viernes, 18 de julio de 2025, 89º aniversario de la última y más dolorosa de las guerras civiles que hemos padecido los españoles a lo largo de nuestra historia No somos los únicos. Europa ha sido durante siglos una permanente guerra civil entre pueblos y naciones hermanos. Conviene recordarlo para evitar toda tentación de reabrirlas. La variante más extrema del capitalismo desastre, comenta en la primera de las entradas del blog de hoy la escritora Marta Peyrano, protagoniza el informe que Francesa Albanese, relatora de Naciones Unidas para los Territorios Ocupados Palestinos presentó, antes de ser sancionada por el gobierno de Trump. En la segunda, un archivo del blog de junio de 2020, reproducía una interesante aportación del historiador Eduardo González Calleja, dedicada a las diferentes formas de abordar por los historiadores la represión durante la guerra civil y la postguerra española. El poema del día, en la tercera, se titula Romance, está escrito por el poeta Luis Felipe Vivanco, y comienza con estos versos: Contigo, tierra de España,/contigo y solo contigo./Mañana contigo muerto,/pero hoy ya contigo vivo. Y la cuarta y última, como siempre, son las viñetas de humor, pero ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν" (toca marchar); volveremos a vernos mañana si las Euménides y la diosa Fortuna lo permiten. Sean  felices, por favor. Tamaragua, amigos míos. HArendt











DE LA ECONOMÍA DEL GENOCIDIO

 







La variante más extrema del capitalismo desastre protagoniza el informe que Francesa Albanese presentó, antes de ser sancionada por el gobierno de Trump, comenta en El País [Vuelve la economía del genocidio, 14/07/2025] la escritora Marta Peyrano. El orden del día, comienza diciendo Peyrano, la breve novela histórica con la que Éric Vuillard ganó el Goncourt en 2017, empieza con la reunión secreta de 24 industriales alemanes con el presidente del Reichstag, Hermann Göring, y el nuevo canciller. Están los dueños de Opel, Krupp, Siemens, IG Farben, Bayer, Telefunken, Agfa y Varta. Faltan exactamente trece días antes de las elecciones de marzo de 1933. Allí le dan el dinero para financiar la campaña que lleva a los nazis al poder. Semanas después, aprobarán la ley de “habilitación’ que permitirá a Hitler promulgar leyes sin interferencia del presidente o del parlamento. En 1938 anunciarán la anexión “pacífica” de para la “reunificación del pueblo alemán”.

Los broligarcas alemanes se beneficiaron mucho de esa reunión. El nazismo acabó con los sindicatos, reprimió la competencia, y aportó generosos contratos para construir el “esfuerzo de guerra total”. Los CEO confiscaron propiedades, fábricas y recursos en los países ocupados y aprovecharon la mano de obra de los campos de concentración. Francesca Albanese, académica, abogada y relatora especial de Naciones Unidas para los derechos humanos en los territorios ocupados de Palestina desde 2022, lo llama la Economía del Genocidio. Es el tema del informe que ha provocado la sanción de EEUU.

En su primer informe, Genocidio como Borrado Colonial. Albanese argumentaba que tanto la ocupación como la guerra son parte de una operación colonial de desplazamiento forzado y reemplazo sistemático de Palestina para constituir el Eretz Yisrael. La Tierra Prometida por Dios al pueblo de Israel en la Biblia hebrea es el argumento sionista para reclamar todos los territorios entre el río Jordán y el Mediterráneo. El segundo se titula De la economía de la ocupación a la economía del genocidio, y describe la maquinaria corporativa que impulsa y facilita ese proyecto colonial.

El entramado incluye fabricantes de armas, pero también a los productores de energía y compañías de construcción necesarios para ejecutar el reemplazo. Por ejemplo, los bulldozers de Hyundai, Volvo o Caterpillar Inc. que llegan a pulverizar lo que queda de los hogares e infraestructuras palestinas y preparar el suelo para su reconstrucción. Después están los “facilitadores”; bancos y fondos de inversiones que han comprado los bonos del tesoro que Israel emitió para financiar la guerra, inflando su valor. Las acciones de las empresas listadas en la bolsa de Tel Aviv han subido el 179% desde el inicio del asalto en Gaza. Han ganado 157.900 millones de dólares, mientras la población local se enfrenta al paro, esquiva misiles y navega la inflación.

Entre los facilitadores hay universidades de prestigio internacional como el MIT o el TUM de Munich, porque colaboran con empresas de defensa o tecnológicas en el desarrollo de sistemas de control, seguimiento, represión y destrucción de la vida civil palestina. Y a Microsoft, IBM, Palantir, Amazon y Google, que han aportado sistemas de vigilancia y reconocimiento biométrico, para sus circuitos cerrados de vigilancia, muros inteligentes, y drones autónomos letales.

Los Relatores Especiales están protegidos por la Convención sobre los Privilegios e Inmunidades de la ONU desde 1946, precisamente para garantizar que los regímenes autoritarios no puedan sancionarlos o encarcelarlos por hacer su trabajo. Si Trump y Netanyahu consiguen acabar con su investigación, la economía del genocidio crecerá sin obstáculos ni testigos. Marta Peyrano es escritora y periodista.



















[ARCHIVO DEL BLOG] LA REPRESIÓN DURANTE LA GUERRA CIVIL Y LA POSGUERRA ESPAÑOLA. PUBLICADO EL 10/06/2020












Reproduzco en esta ocasión, en la sección del blog dedicada a la Historia, una interesante aportación del profesor Eduardo González Calleja, catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad Carlos III de Madrid, dedicado a las diferentes formas de abordar la represión durante la guerra civil y la postguerra española, que a pesar del tiempo transcurrido desde su publicación no ha perdido actualidad. Lo hacía en un artículo [De campos, cárceles y checas. Maneras de ver la represión durante la Guerra Civil y la posguerra. Revista de Libros, marzo 2004], en el que reseñaba dos publicaciones de aquellos momentos que abordaban el tema desde ópticas diferentes. La primera: "Una inmensa prisión. Los campos de concentración y las prisiones durante la Guerra Civil y el franquismo", de Carme Molinero, Margarida Sala y Jaume Sobrequés (Barcelona, Crítica, 2004); la segunda: "Checas de Madrid. Las cárceles republicanas al descubierto", de César Vidal (Barcelona, Belacqua/Carrogio, 2004).
"El estudio de la represión política durante la Guerra Civil y el franquismo es una línea historiográfica que ha ido adquiriendo una creciente solidez en los últimos veinticinco años -comenzaba diciendo el profesor González Calleja-. La atención creciente que se otorga en la actualidad a la organización penitenciaria no debe explicarse sólo como una manifestación sectorial de la fascinación por los temas vinculados al control social y la represión, sino que obedece también a causas externas (el renovado interés que suscitan en Europa las grandes experiencias coactivas y genocidas de signo totalitario) y domésticas (la apertura de nuevas fuentes documentales, pero también el nuevo valor otorgado a los relatos autobiográficos). Todo ello ha permitido que los estudios sobre el mundo carcelario hayan transitado rápidamente desde las aproximaciones pioneras a los primeros grandes estados de la cuestión. Este último es el caso de Una inmensa prisión, que recoge las actas parciales del congreso «Los campos de concentración y el mundo penitenciario en España durante la guerra y el franquismo » que en octubre de 2002 reunió en Barcelona a más de doscientos investigadores nacionales y extranjeros.
La obra comienza por negar el paralelismo entre el sistema represivo nazi (que, como señala Michel Leiberich, creó los campos de concentración no como instituciones correctoras de delitos individuales, sino como «fábricas de la muerte» sobre colectividades) y el del franquismo, que no pretendió el exterminio físico deliberado, ya que el espíritu vindicativo de clase antepuso la explotación de los trabajadores, sobre cuyas espaldas recayó la tarea de reconstrucción nacional. El libro puede leerse a diversos niveles. Es, en primer lugar, un recorrido bastante omnicomprensivo por las sucesivas etapas del «universo carcelario»: desde los campos de prisioneros y los batallones disciplinarios de trabajadores de la guerra a las colonias penitenciarias y las cárceles de posguerra, con su diversidad de sistemas de explotación: talleres, destacamentos o colonias militarizadas, que proporcionaron el mayor contingente de trabajadores al Servicio Nacional de Regiones Devastadas, pero también a la Iglesia, la Falange o las empresas privadas. Javier Rodrigo, autor de una muy reciente obra sobre los campos de concentración de la guerra y la inmediata posguerra, nos muestra su evolución desde su puesta en marcha como solución provisional en la depuración ejercida sobre el Ejército Popular hasta sus sucesivas reestructuraciones con el fin de perfeccionar las tareas básicas de clasificación, exclusión, explotación y reeducación con tendencia totalitaria. Desde el otro lado de la frontera, Francesc Vilanova nos ofrece un diagnóstico de la errática política de los gobiernos franceses ante «la retirada» de 440.000 refugiados republicanos en marzo de 1939. Mientras que los últimos gobiernos galos de la preguerra aplicaron una política de extranjería supeditada a la preocupación por la seguridad nacional y el mantenimiento del orden público, la drôle-de-guerre obligó a que los campos fueran difuminando su perfil concentracionario y se adaptaran al esfuerzo de guerra con la incorporación de contingentes republicanos a las compañías de trabajadores extranjeros, a la Legión Extranjera y a los batallones de marcha. El régimen de Vichy mantuvo a su vez una actitud contradictoria, descartando repatriaciones masivas a España y favoreciendo la huida hacia América o la incorporación al mercado laboral a través del Service du Travail Obligatoire, pero también toleró la intromisión de la Gestapo, que condujo a la deportación de muchos republicanos hacia el mucho más nivelador y destructivo «universo concentracionario» nazi.
Ángela Cenarro hace un recorrido institucional desde la derogación de las reformas penitenciarias republicanas en los inicios de la guerra a la concesión del «derecho al trabajo» a los prisioneros con la creación en 1938 del sistema de Redención de Penas por el Trabajo. En la paulatina definición del «universo penitenciario » franquista, señala la incongruencia entre el paternalismo caritativo desplegado por curas y funcionarios, y la utilidad económica y propagandística derivada del sistema carcelario, que generó un fuerte desfase entre un proyecto regenerador y reeducativo de marcado corte autoritario y la realidad cotidiana de la arbitrariedad y la corrupción. Abundando en la caracterización de ese «universo carcelario», Ricard Vinyes propone su extensión al entorno familiar exterior, a las redes de intereses económicos, a las sociedades de beneficencia de la Iglesia y el Estado, y a las organizaciones políticas clandestinas. La función de este sistema no fue vigilar y castigar, sino doblegar y transformar, ejecutando un conjunto de operaciones sociales, políticas, culturales y económicas destinadas a obtener la transformación existencial completa de los reclusos y de sus familias, desposeyendo moral y materialmente a los mismos para destruir de ese modo su identidad colectiva.
Ejemplos ilustrativos de la heterogeneidad, provisionalidad y arbitrariedad del microcosmo penitenciario franquista son los que aportan cuatro estudios concretos. El testimonio de Nicolás Sánchez Albornoz sobre su experiencia como contable en el destacamento penal de Cuelgamuros pone de relieve que la redención de penas fue una importante fuente atípica de ingresos netos para el Estado, donde «la represión cedió su furor vengativo para crecer como negocio y abrir los brazos a la corrupción». Se trataba de liberar al Estado de la carga del mantenimiento de los presos y de generar ingresos en su calidad de mano de obra barata o gratuita sometida a innumerables motivos de exclusión. Esta singular función del Estado como proveedor de trabajadores para la empresa privada también queda de manifiesto en el trabajo de José Luis Gutiérrez Molina sobre la servidumbre casi medieval desplegada en las colonias penitenciarias militarizadas que participaron en las obras públicas y las subcontratas privadas para la construcción del Canal del Bajo Guadalquivir. En ocasiones, este tipo de prestaciones no reportaron sólo beneficios económicos, sino de otro tipo más sutil, como muestra el análisis de Francisco García Alonso sobre el batallón disciplinario puesto bajo la autoridad del arqueólogo falangista Martín Almagro Basch para realizar las campañas de excavaciones en Ampurias en 1940-1943. Por último, el estudio de Santiago Vega sobre la vida cotidiana (en sus diversas facetas de alimentación, horario, comunicaciones, cultura y propaganda, convivencia, disciplina, salud e higiene, trabajo o vida religiosa) en la Prisión Provincial de Segovia des- cribe con detalle los métodos empleados para lograr la paulatina disolución del concepto y de la identidad de prisionero político, «patologizando» la delincuencia política (objetivo de los estudios del psiquiatra Antonio Vallejo-Nágera) hasta asimilarla a una inadaptación que requería reeducación.
Un último nivel de lectura lo brindan los estudios sobre fuentes: Carles Feixa y Carme Agustí analizan los discursos autobiográficos y memorialistas (con una caracterización especial de los elaborados por mujeres) que se han ido multiplicando desde el final de la transición; María Campillo describe los testimonios literarios de narradores-supervivientes (Primo Lévi, Joaquim Amat-Piniella o Jorge Semprún) como el único arma de que disponen las víctimas en su búsqueda de justicia. Por último, Manel Risques hace un recorrido por los fondos documentales depositados en los archivos militares generales (Madrid, Segovia, Ávila o Guadalajara) y regionales, así como en los archivos judiciales ahora disponibles para la investigación, que están renovando completamente el estudio de la represión y de la violencia en las dos zonas combatientes durante la Guerra Civil y en el franquismo.
En su clásico Surveiller et punir, Michel Foucault advertía que el análisis de la prisión es fundamental para reflexionar sobre las relaciones de poder que se establecen entre el Estado y la sociedad. En ese sentido, el sistema penitenciario fue la plasmación más evidente e inmediata de esa política de exclusión social masiva desplegada por el Nuevo Estado, que ampliaba su radio de acción punitiva a los familiares, limitando sus ingresos, erosionando su patrimonio o arrebatando la tutela de los hijos. Una política de la sumisión que alcanzó un carácter tan indiscriminado que, como dice Sánchez Albornoz, «en materia de libertad, la cárcel y la calle se diferenciaban sólo en grado». Trabajos como el que analizamos tienen la virtud de mostrarnos el camino recorrido en poco tiempo y de plantearnos las eventuales líneas de investigación que deben ser profundizadas como un intento de evaluación global del beneficio económico que reportó al Estado la aplicación de la política de redención de penas por el trabajo en el contexto de la economía autárquica del régimen franquista.
Lamentablemente, no puede decirse lo mismo de la obra de Vidal, cuya falta de originalidad arranca desde su mismo título, tomado de una novela del periodista de ABC Tomás Borrás —el inventor del «complot comunista» de la primavera de 1936— que ni siquiera aparece aludida en la bibliografía final. Estamos ante un ejemplo señero del «método» de confección de libros que ha dado notoriedad a este escritor: una porción de páginas de relleno que envuelve la inanidad total a la hora de tratar el tema que es presunto objeto de análisis (sólo se dedican 26 páginas a la actividad «chequista » en Madrid de un total de 364); un aparato «crítico» repleto de notas improcedentes o de relleno, con siglas que quizá pertenezcan a fuentes ignotas, con una bibliografía contextual que se exhibe pero que no se emplea, trufada de títulos deliberadamente poco accesibles al lector español, que se citan de forma incompleta o que no aparecen en la relación final. El repertorio bibliográfico, con obras repetidas o redundantes, asignaciones falsas, inserciones inexplicables y olvidos clamorosos6, es un caos absoluto que hubiera hecho las delicias de Southworth.
Los apéndices documentales son otro ejemplo contundente de esta falta de seriedad y de criterio: el número I (relación de checas de Madrid) aparece repetido literalmente en el texto y sin alusión alguna a las fuentes empleadas para su confección; el número II es una «antología documental» tan peregrina que repite sistemáticamente párrafos ya introducidos en el cuerpo de texto; el número III es una mera transcripción del martirologio depositado en el santuario de la Gran Promesa de Valladolid; y el número IV (relación de asesinados) es un listado pretendidamente alfabético, que revela su absoluta inutilidad al estar plagado de errores (véase a título ilustrativo las entradas 578, 719, 2186 o 3664), no señalar el lugar y la fecha de las ejecuciones, y no citar las fuentes para su elaboración, como tuvo el decoro de hacer Rafael Casas de la Vega en su catálogo de víctimas, que Vidal vampiriza descaradamente.
Pero la obra no plantea sólo reparos formales que la hubieran hecho inaceptable como simple trabajo de curso, sino problemas de fondo que proceden en primer lugar de una visión profundamente distorsionada de la historia de España. Este autoproclamado «liberal» desarrolla la «tesis» de que las matanzas organizadas en zona republicana fueron el resultado de un proceso revolucionario que se inició «a fines del siglo XIX» y que, tras su derrota provisional en 1917 y 1934, logró el triunfo a partir de 1931; victoria que incluía «por definición» la práctica de exterminio de segmentos enteros de la sociedad. Este proceso revolucionario transecular habría sido protagonizado, en informe cargamontón subversivo, por la consabida amalgama «rojo-separatista » de comunistas (¡ya a comienzos del siglo XX!), republicanos «de clase media» (sic, pág. 46), anarquistas «partidarios de la acción directa » (sic, pág. 48), socialistas cuya actuación habría sido invariablemente ilegal durante décadas, y los «denominados nacionalismos», especialmente el catalán, cuya trayectoria histórica, a decir del autor, «encajaba mal en un proceso modernizador de signo liberal». Según parece, el catalanismo nunca sintió reparos en «acabar con un sistema político que se oponía a la consecución de sus metas» (pág. 45), especialmente el muy radical Cambó, que habría urdido en fecha indeterminada una «alianza vasco-catalana» para que el sistema constitucional saltara por los aires (pág. 50).
Pero la antología del disparate no se detiene ahí: la oposición se convierte en responsable de la proclamación de la Dictadura; Azaña se habría hecho republicano en 1930; los firmantes del «Pacto de San Sebastián» (a los que acusa de intentar derribar el orden constitucional, olvidando el «pequeño » detalle de su suspensión desde septiembre de 1923) se transformaron automáticamente en el primer gobierno de la República; la masacre de Arnedo habría sido un «motín armado socialista»; la huelga general campesina de junio de 1934, una «ofensiva revolucionaria»; y la izquierda en bloque habría provocado el «golpe de Estado nacionalista-socialista» de 1934. Como culminación de todo ello, tras el 18 de julio, el Frente Popular habría confirmado esa «cosmovisión antisistema y antiparlamentaria que incluía entre sus características las del exterminio del adversario considerado como tal a segmentos íntegros de la población » (pág. 78), ya que las matanzas las realizaron «organizaciones que desde hacía décadas consideraban moralmente lícita la eliminación física del adversario político» (pág. 81). En fin, un puro dislate, que no es sino la reiteración de la vieja tesis teleológica catastrofista urdida por la derecha ultrarreaccionaria decimonónica de la democracia como antesala del comunismo. Un argumento que, como es bien sabido, utilizó largamente el franquismo como baza de legitimación del golpe militar de 1936, pero al que Vidal da una vuelta de tuerca más al pretender la homologación de estos asesinatos con el Holocausto judío.
Haría bien este autor en reconsiderar la tipificación del genocidio a la luz de las últimas aportaciones de la historiografía europea sobre el tema. En todo caso, su afirmación resulta difícilmente sostenible cuando se constata que a la represión «incontrolada » causada por la guerra y la revolución en sus primeras semanas le sucedió una justicia popular «institucionalizada» que trató de atajar las manifestaciones más arbitrarias y sangrientas de aquélla, «normalizando» el aparato represivo al hilo de la evolución militar y política de la zona republicana. No se trata de minusvalorar la represión indudable que existió en el bando republicano, sino de contextualizarla y explicarla en sus características, estructura y actuación. Es en ese aspecto donde nos llevamos una última decepción. El autor no explica la evolución de estos centros de detención y tortura en ese necesario contexto histórico, exhibiendo nuevos documentos o proponiendo perspectivas de análisis renovadas (cosa que hace Javier Cervera en su libro sobre la «quinta columna» madrileña.), sino que opta por la consabida descripción de los crímenes, con sesenta años a sus espaldas, empleando como citas de autoridad la Historia de la Cruzada, los testimonios de ex comunistas como Castro Delgado o Hernández (mientras que los de Prieto o Azaña son insidiosa y sistemáticamente rechazados) y el libro La dominación roja en España. Causa general instruida por el Ministerio Fiscal, que es «saqueado» de forma tan inmisericorde que nos podemos lamentar de la perpetración de un último «fusilamiento» en masa. Ni que decir tiene que, en su opción por destacar la truculencia de los asesinatos sobre la explicación de las estructuras del terror, Vidal no se detiene un momento en considerar los dilemas metodológicos que muchos especialistas se han planteado a la hora de explotar el ingente fondo documental de la Causa General, cuyo origen eminentemente punitivo exige una previa labor de depuración y crítica de informaciones y cifras, cruzando datos con la prensa, los testimonios orales, las memorias de personajes, los registros civiles o los archivos políticos.
En definitiva, Vidal no deja «al descubierto» las cárceles republicanas, sino su incompetencia para tratar con solvencia este tema. Es un exponente más de esa producción bibliográfica paralela (difícilmente se puede hablar de historiografía) de la Guerra Civil que tanto fascina al profesor Payne, pero que en su apuesta por la denuncia histérica antes que por el análisis sereno dificulta que el tema de la represión política se encamine hacia su definitiva normalización historiográfica". Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



















EL POEMA DE CADA DÍA. HOY, ROMANCE, DE LUIS FELIPE VIVANCO

 







ROMANCE


Contigo, tierra de España,
contigo y solo contigo.
Mañana contigo muerto,
pero hoy ya contigo vivo.

Contigo y con las distancias
leonadas de tu mutismo.
Contigo y con tus barbechos.
Contigo y por tus caminos.

Contigo y tus encinares,
y en cabeza, el novillo.
Contigo y con tus barrancos
donde la flor del espino.

Contigo y con tus laderas
de primavera y estío:
contigo en chortales verdes
y en pastizales pajizos.

Contigo en cerros de piedra
para el olor del tomillo.
Contigo en grietas de tesos
y en arroyos repentinos.

Contigo y con tus azadas
que riegan huertos raquíticos.
Contigo en pueblos que aplasta
la luz de un cielo agresivo,

Contigo y con tus ciudades
de agrestes rincones íntimos.
Si en tu Segovia me pasmo,
en tu Ávila me alucino.

Contigo, tierra de España.
Primero contigo niño,
pero hoy ya contigo hombre.
Contigo y con tu castigo.




LUIS FELIPE VIVANCO (1907-1975)
poeta español




















DE LAS VIÑETAS DE HUMOR DE HOY VIERNES, 18 DE JULIO DE 2025

 







































jueves, 17 de julio de 2025

DE LAS ENTRADAS DEL BLOG DE HOY JUEVES, 17 DE JULIO DE 2025

 






Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz jueves, 17 de julio de 2025. Observar algunas actitudes de sumisión europeas ante Trump, como las expuestas hace unos días por el secretario general de la OTAN, el neerlandés Mark Rutte, evocan el trato que recibía el célebre emperador romano Calígula (37/41 d.C), afirma en la primera de las entradas del blog de hoy la escritora portuguesa Lidia Jorge. En la segunda, un archivo del blog de agosto de 2017, la historiadora Ana Merino, decía que las mujeres nos hacíamos fuertes en las oposiciones y los concursos públicos, pero que en las jerarquías de los espacios privados la meritocracia no contaba. El poema del día, en la tercera, se titula Canto a Teresa, es del poeta José de Espronceda, y comienza con estos versos: ¿Por qué volvéis a la memoria mía,/Tristes recuerdos del placer perdido,/A aumentar la ansiedad y la agonía/De este desierto corazón herido? Y la cuarta y última, como siempre, son las viñetas de humor, pero ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν" (toca marchar); volveremos a vernos mañana si las Euménides y la diosa Fortuna lo permiten. Sean  felices, por favor. Tamaragua, amigos míos. HArendt











DE CALÍGULA. SU CABALLO Y EL PELOTEO DE MARK RUTTE

 






Observar algunas actitudes de sumisión europeas ante Trump, como las expuestas hace unos días por el secretario general de la OTAN, el neerlandés Mark Rutte, evocan el trato que recibía el célebre emperador romano Calígula (37/41 d.C), afirma en El País [Embajada a Calígula, 13/07/2025] la escritora portuguesa Lidia Jorge. 

1. En 1959, comienza diciendo Jorge, se celebró en Aix-en-Provence un encuentro, conocido como el Rencontre de Lourmarin, en la que participaron célebres escritores e intelectuales de distintos países europeos, cuando la antigua CEE aún era conocida como la Europa de los Seis. Agustina Bessa-Luís fue la única figura portuguesa que participó en la reunión, y esta experiencia daría lugar a un libro de viajes titulado Embaixada a Calígula. De este habría mucho que hablar, pero lo que nos interesa por ahora es que Agustina, con su mirada perspicaz, encontró en esta fórmula una síntesis admirable de los actos de vasallaje que uno se ve obligado a realizar cuando el interlocutor es cruel e irrazonable, si es que no está loco, como en el caso de Calígula, y esto cabe aplicarlo siempre a todo.

2. No puede sorprendernos, por lo tanto, que las negociaciones diplomáticas que se despliegan hoy a diario en el mundo nos revelen las señales de sumisión que los débiles han de mostrar ante los fuertes, lo que da como resultado una dolorosa imagen de las relaciones internacionales, evidente a los ojos del mundo entero. Los mensajes adulatorios, sinceros o falsos, que Mark Rutte envió al presidente de los Estados Unidos de América en vísperas de la Cumbre de la OTAN en La Haya del 24 de junio, y la procesión que siguió y que se nos vendió como una prodigiosa victoria conjunta, solo demuestran que, en efecto, las embajadas que se suceden en sumo grado han sido concebidas bajo los vientos de la pura coacción, visto que nos hallamos ante la figura de lo imponderable. No puedo ocultar que, en este momento, Europa me duele como un agudo dolor ciático que me atenaza medio cuerpo y me llega al corazón. Y por eso pienso en Calígula, o en la leyenda que rodea su figura.

3. Hay pocas certezas históricas acerca de él. Lo que se sabe seguro es que su apodo proviene de un gesto de cariño, un homenaje a las pequeñas sandalias militares que le pusieron de pequeño. También se sabe que gobernó solo cinco años, entre el 37 y el 41 d. C., y que puso en marcha medidas positivas para el pueblo, pero que fue refinando su crueldad, arbitrariedad y extravagancia emocional hasta el punto de que sopesó otorgarle a su caballo el rango de cónsul. Como muchos otros de su especie, Calígula padecía el síndrome de la inmortalidad, ese estado de perversión resultante de una sensación de poder absoluto mezclada con la autoestima de un dios. No necesitamos manuales a tal propósito; hoy asistimos a constantes performances de tal clase de criaturas. Con todo, hay que decir que cualquier correspondencia entre la leyenda de Calígula y el comportamiento de los emperadores modernos sería un despropósito. Ciñámonos a los hechos.

J.D. Vance no le cortó la cabeza a Zelenski, solo se burló de su atuendo y lo puso de patitas en la calle, lo cual es infinitamente más benévolo que echar veneno en el pescado de tu huésped. Tampoco envió un ejército para pasar a cuchillo a los europeos, simplemente nos llamó asnos y despreciables. Y el presidente de los Estados Unidos no lanzó una bomba atómica sobre toda Gaza; al contrario, prometió convertirla en una Riviera, con todos los palestinos enterrados bajo tierra o en las tierras de un país vecino. Es fundamental distinguir: Calígula sufría porque deseaba lo imposible, y en este caso, el emperador más prominente solo parece desear disfrazarse de papa e ir a Oslo a recibir el Premio Nobel de la Paz, lo cual es bastante posible. No debemos confundirlos. Sin embargo, dejando de lado las diferencias, a los europeos les conviene ir determinando entre ellos los niveles apropiados de tratamiento servil, dadas además las amenazas que se ciernen sobre nuestro territorio por parte de los otros dos emperadores inmortales ubicados en Oriente. Para asunto tan letal, no dispongo de soluciones, pero sí de experiencia en términos de deferencia.

4. Por razones que no vienen al caso, hace unos años tuve que consultar con un lingüista para comprender cómo se manejaban los grados de tratamiento en la Birmania del siglo XVII. Descubrí con horror que, en el habla coloquial birmana, hace apenas trescientos años, la cortesía llegaba al extremo de usar fórmulas como estas en el tratamiento común: “Yo, humilde cerdito, que vivo en mi cochambrosa choza, no soy digno de entrar en el palacio del gran elefante con su imponente trompa...” A lo que el interlocutor, al que se le había tratado de elefante, debía responder: “Yo, el más humilde de los cerditos, te pido que entres en mi humilde cabaña donde no entra ni un rayo de sol...” Es obvio que, en aquel entonces, tales imágenes no pasaban de metáforas muertas, de nulo significado, pero aun así, hoy en día, pueden dar ideas para Twitter. Otro ejemplo, tomado de las antiguas colonias portuguesas, es menos creativo, pero aun así estimulante. Un ciudadano letrado de Angola, deseando agradecer a un juez el resultado de un proceso que lo favorecía, escribió una carta de elogiosa prosa que remataba así: “Y para concluir, alto magistrado, aquí me hallo a los pies de Vuestra Excelencia, con un caluroso aplauso”.

Llegados a este punto, solo puedo pedir a los dirigentes europeos que se pongan de acuerdo con el pueblo para pactar señales de advertencia de que su sumisión a los nuevos amos de la guerra es fingida, para que sepamos que no nos están ofendiendo. Al contrario, simplemente están siendo pragmáticos. Antes de hablar en público, que convengan con nosotros en chasquear los dedos, en levantar las cejas, en cualquier suerte de signo diacrítico, algo que nos haga deducir que están participando en un acto de cinismo. Si digo esto con humildad, es porque sostengo que solo aquellos con ideas para la reconstrucción tienen derecho a criticar la derrota.

5. Lo cierto es que ideas no me faltan, pero lamentablemente son todas retóricas, no milagrosas. La Unión Europea que mi generación vio construir está amenazada, al igual que el mundo entero. Quizá sea apropiado, por lo tanto, volver al 13 de julio de 1959, al Rencontre de Lourmarin. Agustina desconfiaba de la excesiva militancia de los organizadores del encuentro, asoció la Embaixada a Calígula con una «majestuosa mediocridad» y se marchó rápidamente hacia Italia. Pero hubo quienes fueron más pacientes y escribieron un reflexivo artículo sobre el debate que tuvo lugar en aquellos días históricos. Ese fue el caso del español Julián Marías, quien en un momento dado escribió: «Europa, más que un nombre, es un verbo transitivo: europeizar».

Es hermoso, y tenía razón. Y Europa cumplió, europeizándose, expandiéndose de 6 a 27 estados. Transcurridos 66 años, sin embargo, la tendencia se ha invertido. Entre el desmoronamiento de Ucrania y la traición de nuestros aliados, somos tan frágiles que ni siquiera podemos condenar el genocidio perpetrado por Netanyahu, y en su lugar acusamos de terroristas a los jóvenes que llevan el pañuelo a cuadros al cuello. Por lo tanto, en estos tristes tiempos, lo único que podemos pedir es que, por lo menos, los dirigentes europeos no necesiten recurrir a palabras como “Yo, humilde cerdito...” Pero si no les queda más remedio en beneficio de todos nosotros, que por lo menos nos hagan alguna señal. Así nos iremos a la cama con la idea de que podemos perder mucho, pero no todo. Que nos quede la honra y la vergüenza para que podamos salvarnos. Lídia Jorge es escritora. Su último libro publicado en España es Misericordia (La Umbría y la Solana). Traducción de Carlos Gumpert.





















[ARCHIVO DEL BLOG] LA CONDICIÓN FEMENINA. PUBLICADO EL 02/08/2017












Las mujeres nos hacemos fuertes en las oposiciones y los concursos públicos, pero en las jerarquías de los espacios privados la meritocracia no cuenta. Cuando entramos en la madurez, pareciera como si muchas sociedades quisieran olvidarnos, comenta en El País la profesora Ana Merino, catedrática en Historia y escritora y directora del MFA de escritura creativa en español de la Universidad de Iowa, en Estados Unidos.
Cuando era niña, comienza diciendo la profesora Merino, me fascinaban las mujeres con abanico. Todavía me fascinan, sobre todo ahora, que yo también ando sumergida en esa edad en la que el abanico se puede transformar en un complemento indispensable. Me sonrío mientras lo agito alrededor del cuello y me doy aire en el pecho acalorado. Algo tan folclórico como el abanico estaba lleno de claves en los juegos de mi niñez. Cerrado me recordaba a las varitas mágicas de las hadas. Era un objeto misterioso que al abrirse te sorprendía con dibujos y adornos florales. Mis favoritos, ya entonces, eran los que recogían escenas de los tapices de Goya. Las mismas escenas que adornaban las cajas metálicas de los caramelos blandos de café que tanto me gustaban aunque se quedaran pegados en las muelas. Miraba a las mujeres de cierta edad abanicarse y jugar con las varillas y la tela, abrir y cerrar lo que yo creía que eran sus varitas mágicas. Hadas de carne y hueso que me imaginaba dando consejos sabios. Pensaba en el hada Azul que consolaba a Pinocho y lo perdonaba. Pensaba en todas esas hadas que vienen a salvarnos del mal, en las heroínas de nuestra infancia, en esas hermosas mujeres que existían para compensar todos los despropósitos de un mundo injusto.
Todas se veían elegantes con ese objeto que se abría como la cola de un pavo real. Me encantaba observarlas en los vagones del metro, en las salas de espera de la consulta del médico, en las peluquerías o en la cola del mercado; de pronto lo sacaban por sorpresa mostrando sus dibujos, y lo agitaban resoplando con una sonrisa inmensa y las mejillas sonrojadas. Todavía hoy las busco, y me acuerdo de mi niñez analizando sus gestos y la elegancia de sus sencillas coreografías. El calor súbito que desprendían estaba lleno de mensajes que yo entonces no sabía descifrar. Nadie te prepara para entender esa nueva etapa de tu madurez. Entras en ese periodo de la vida que la biología llama climaterio en el que poco a poco cesa la función reproductora. A casi todas nos toca empezar a acostumbrarnos a ese calor súbito, a las sudoraciones nocturnas y a esas odiosas infecciones urinarias que tuvimos durante la juventud y que creíamos desterradas para siempre. De pronto nuestro cuerpo nos regala dolores de cabeza tremendos, y absurdas noches insomnes donde los pensamientos se vuelven abismos. Tratamos de revelarnos ante esos síntomas porque queremos sentirnos igual de ilusionadas con la vida que décadas atrás. Pero estamos comenzando otra etapa y nos confunde la extraña tristeza de nuestro pecho suspirando por su cuenta. Tenemos que acostumbrarnos a una realidad donde nuestro cuerpo va cambiando sus ritmos y deja de regirse por los ciclos de la matriz para volverse independiente de esas pautas biológicas para las que fue diseñado.
Con el paso del tiempo aparecen nuevas texturas en nuestro cuerpo cansado y quejoso que tienen que aprender a convivir con nuestra mente todavía ilusionada y luminosa. Tenemos nuestros pensamientos sumergidos en la energía vital de la juventud que se alarga porque cada día nos sentimos más seguras y estamos llenas de ideas y proyectos. Nuestro pensamiento es vitalista. Nos sentimos siempre jóvenes. Somos como aquellos replicantes que se negaban a desconectarse. Aquellos androides de vida operativa limitada que quieren revelarse y se lamentan de su suerte. Nos invade la misma angustia que sienten los replicantes, el mismo deseo de esos androides que todavía quieren seguir existiendo. Y es que, cuando las mujeres entran en la madurez, pareciera como si muchas sociedades quisieran olvidarse de ellas. Si miramos las estadísticas, solo unas pocas alcanzan puestos relevantes en empresas y grandes compañías. Las proporciones en la industria privada siguen siendo demasiado desequilibradas. Nos hacemos fuertes en las oposiciones y los concursos públicos, pero en las jerarquías de los espacios privados la meritocracia no cuenta. No cuenta la inteligencia y el esfuerzo sobresaliente que pondría a muchas mujeres con una larga experiencia en los más altos cargos de gestión empresarial.
En esta nueva época de nuestra existencia que somos sabias como el hada Azul, que tenemos la pericia de la vida descifrada y aprendida, la sociedad no sabe bien qué hacer con nosotras. Y es extraño, porque somos grandes lectoras. Leemos sobre todo en la edad del abanico y la madurez, y tal vez sea porque estamos más vivas que nunca y tenemos ganas de sumergirnos en otras vidas. Y la literatura es ese lugar atemporal que se inventa otros mundos, y nos da sosiego y esperanza. Podemos vivir muchas vidas ahora que nuestro cuerpo cambia sus ritmos y ya no segrega las mismas hormonas. Ahora que nos enfrentamos al discurrir del tiempo sin sentir el peso de una sociedad que en nuestra juventud nos obligaba a medirnos con la iconografía de las modelos, las cantantes, las famosas mediáticas o las actrices. Tantas horas que hemos perdido dialogando en silencio con los espejos. Nuestra imagen se ha aburrido de esas absurdas ansiedades donde parecía que nuestra cara y nuestro cuerpo hablaba por nosotras con gestos mudos y desesperanzadores. 
Con la madurez adquirimos la seguridad de las hadas, nos sentimos capaces de enfrentar el futuro con serenidad y entereza. Si algo no nos gusta, nos abanicamos diez veces para que al menos nada nos robe el aire y las ganas de existir. Tal vez con todos estos años de sabiduría que nos acompañan, hemos aprendido a dialogar con los instantes y tengamos mucho de esas diosas del destino, de esas hilanderas tan temidas, de esas parcas que tan bien conocían los hilos de la vida. Hemos llegado muy lejos en este presente, y en esta etapa todavía desprendemos energía y ganas de crecer. No nos resistimos a pasar a un segundo plano porque las miradas de la sociedad busquen superficialidad y entretenimiento vacío. Nosotras, libres ya de complejos, estamos mejor que nunca y disfrutamos del presente que nos toca vivir. Somos las hadas, las magas, las reinas, las diosas, las sabias, las poderosas, las luchadoras, las tenaces trabajadoras.
Enfundadas en un cuerpo que ya no necesita seguir las pautas de una sociedad obsesionada con las apariencias, concluye diciendo, inventamos las mitologías de una nueva existencia. Somos las mujeres del abanico que al abrirlo ofrecen al mundo años de experiencia y conocimiento, de sabiduría genuina e inteligencia, de trabajo, de empatía y amor. Nuestra biología no lo sabe, porque aunque el destino nos haya elegido para convertirnos en superheroínas y engrandecer las sociedades y que todos prosperemos, nadie parece saberlo. A estas alturas de nuestra carrera no pedimos discriminación positiva, simplemente queremos que se lean nuestro currículum. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt