sábado, 24 de mayo de 2025

[ARCHIVO DEL BLOG] VULNERABLES. PUBLICADO EL 03/06/2020











La cultura dominante hoy, basada en que escribimos nuestro destino, nos paraliza en momentos de crisis, comenta en el A vuelapluma de hoy [El guion de tu vida. El País, 24/5/2020] el profesor de Ciencia Política de la Universidad de Gotemburgo, Víctor Lapuente. 
"Llamas al médico y te dice que tienes un virus mortal -comienza diciendo Lapuente-. Un virus más letal que la covid-19, porque mata al 100% de los infectados. Y más inteligente, porque te provocará la muerte cuando y como él quiera: mediante una afección cardiorrespiratoria repentina, camuflado bajo un cáncer lento, o de cualquier manera caprichosa. 
Si esto te sucediera, querrías replantearte tu vida. Pues ya deberías haberlo hecho, porque todos llevamos ese virus —el de la muerte— dentro. Este experimento mental fue usado hace años por un pensador iconoclasta, Sam Harris, para poner de relieve el distanciamiento de nuestras sociedades hacia la muerte. Hoy, otro virus, este real, nos ha puesto a todos de golpe frente al espejo de nuestra vulnerabilidad. Un horrible experimento a escala planetaria.
Hemos construido nuestro mundo moderno en un lugar alejado de la muerte. No la discutimos en la sobremesa. No llevamos a los niños a los entierros. Mantenemos nuestra atención embriagada con una sucesión perpetua de entretenimientos: series de televisión, videojuegos, deporte, pilates. Ejercitamos todos nuestros músculos, menos los que nos preparan para el combate final. No para ganarlo, eso es imposible; sino para aceptarlo.
Hablamos mucho sobre cómo la crisis del coronavirus reivindicará el papel de la ciencia en nuestra sociedad, pero también deberíamos aspirar a que revitalice la filosofía y literatura clásicas. No solo porque son fuente de conocimiento eterno, sino por puros motivos empíricos: la pandemia, algo excepcional para nosotros, era, antaño, lo normal. El emperador Marco Aurelio escribió sus meditaciones estoicas en un periodo repleto de pestes y guerras. Shakespeare, quien esquivó varias plagas en su infancia, dio forma a dramas como el Rey Lear en cuarentena por la peste bubónica.
Estos pensadores nos dan lecciones muy útiles, empezando por la premisa de Epicteto de que somos actores en un guion escrito por otros. Y, por eso, debemos luchar. La cultura dominante hoy, basada en que escribimos nuestro destino, nos paraliza en momentos de crisis. Entender que la vida es incierta nos da fuerzas. Como señala la psicóloga Brené Brown, solo es valiente quien se expone, quien es vulnerable: el soldado que sabe que puede morir, la estudiante que puede suspender. No escribimos el guion de nuestra vida, pero podemos interpretarlo con coraje". Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt







DEL POEMA DE CADA DÍA. HOY, SED, DE JUANA DE IBARBOUROU

 






LA SED 



Tu beso fue en mis labios

de un dulzor refrescante.

Sensación de agua viva y moras negras

me dio tu boca amante.


Cansada me acosté sobre los pastos

con tu brazo tendido, por apoyo.

Y me cayó tu beso entre los labios,

como un fruto maduro de la selva

o un lavado guijarro del arroyo.


Tengo sed otra vez, amado mío.

Dame tu beso fresco tal como una

piedrezuela del río.




JUANA DE IBARBOUROU (1892-1979)

poetisa uruguaya




















DE LAS VIÑETAS DEL BLOG DE HOY SÁBADO, 24 DE MAYO DE 2025

 







































viernes, 23 de mayo de 2025

DE LAS ENTRADAS DEL BLOG DE HOY VIERNES, 23 DE MAYO DE 2025

 





Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz viernes, 23 de mayo de 2025. Los populares deberán definir posiciones en su próximo congreso, comenta el escritor Ignacio Peyró en la primera de las entradas del blog de hoy, y  aquí entra Cataluña; porque es imposible ser partido nacional sin ser partido catalán. La segunda es un archivo del blog de julio de 2019 en el que la escritora Marta Sánchez, partiendo del dicho de que no se debe "morder la mano que te da de comer", se pregunta quién formularía esta conseja que ejemplifica el punto en que confluyen sabiduría popular y pensamiento dominante. La tercera es un poema titulado Cuando era niña, de la poetisa helvética Erika Burkart, que comienza con estos versos: Cuando era niña y repartía coronas,/el agua me llevaba, el espejo me dejaba entrar,/en forma de pájaro el demonio se acercaba a mí,/la pared estaba empapelada de cielo. Y la cuarta y última, como siempre, son las viñetas de humor, pero ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν" (toca marchar); volveremos a vernos mañana si las Euménides y la diosa Fortuna lo permiten. Sean  felices, por favor. Tamaragua, amigos míos. HArendt










CATALUÑA Y EL PP

 







Los populares deberán definir posiciones en su próximo congreso, comenta el escritor Ignacio Peyró en El País [Un PP “a calzón quitao”, 16/05/2025] y  aquí entra Cataluña; es imposible ser partido nacional sin ser partido catalán, comienza diciendo Peyró, Alejandro Fernández es de los pocos políticos españoles capaces de pronunciar las palabras “Michael Oakeshott” sin atragantarse, toda una rareza en un país donde los propios conservadores tienden a interpretar el término “conservador” como un insulto y a esconder sus convicciones como si fueran una sífilis. Resulta curioso, por tanto, que Fernández haya llamado la atención en esta vida por dos manifestaciones que hubiesen dejado sin palabras a don Jaime Balmes: versionar una canción de Lady Gaga —“Ale-Alejandro”— en su campaña a la alcaldía de Tarragona en 2011 y publicar, ya estos días y como líder del PP en Cataluña, un libro bajo el título A calzón quitao. En concreto, uno de esos libros-bomba que ilusionan poco al mando de los partidos pero entretienen mucho a los cargos y las bases: si Proust llevó el chismorreo a la literatura, no vamos ahora a descubrir el poder del factor humano —a quién alabas, a quién omites, a quién mandas wasaps— en la política.

Vista la extensión, para nada apabullante, y el poder efectivo del partido, tienta pensar que un libro sobre el PP catalán no debiera provocar mayor interés que la liguilla de petanca del Alto Alberche: otro epifenómeno local. Tiene además el PP catalán un rasgo que comparte con el PSOE madrileño: el hecho de ser pocos casa muy bien con estar mal avenidos. Y, sin embargo, el libro merece la atención de todos aquellos que, en tiempos de calentamiento precongresual, atienden a la derecha. Quien lamente el adocenamiento de los partidos, en A calzón quitao encontrará no se sabe si un manifiesto o un testamento político, pero en todo caso un muy desusado ejercicio de temeridad. Quien deplore la astenia de nuestros conservadores en materia de convicciones, encontrará fibra y desparpajo. Y un detalle que no es un detalle: el libro cuenta con el respaldo expreso —un prólogo con envío a Feijóo— de Cayetana Álvarez de Toledo, que tiene un ascendiente indudable a la hora de sancionar qué debe entrar y qué no en la ortodoxia del PP. Véase que la convivencia de Cayetana con Feijóo es uno de los indicadores por los que leemos que en el partido se apuesta por que su presidente pase de Génova a La Moncloa. Un motivo para no desesperar mientras Sánchez, tantas veces tenido por provisional, dura a ojos del PP lo que una era geológica.

En un partido por lo general cómodo en las ambigüedades ideológicas, amigo del agua templada, el próximo congreso servirá para desterrar aquel grito de guerra filisteo —“¡más carpas y menos ideas!”— que surgió, precisamente, de un prohombre del PP catalán. Ya no se trata de encarnar un estilo: es hora de definir posiciones. Y aquí entra Cataluña. Por principio: es imposible ser partido nacional sin ser partido catalán. Y también por recuento: es un electorado que una y otra vez da al PSOE y quita al PP. Pese a todo, si el libro de Fernández puede leerse como una elegía, también se puede leer como una esperanza: de sus páginas se concluye que lo raro es que el PP catalán no haya desaparecido. Con todo, quizá lo más sabio sea leerlo como unos ejercicios espirituales para preparar el congreso: examen de conciencia y espíritu de enmienda.

Esto implica quitarse algunas ilusiones. Hay que cerrar con siete llaves los reservados del Majestic. Los noventa no volverán. Aquella convicción dirigista de que España se fragua como un acuerdo entre élites de Madrid y élites de Barcelona ni siquiera funcionó. Para una parte de la derecha española, la retórica pactista fue una manera de lavar su conciencia ante la cesión de competencias a cambio de llegar al poder. Pero para otra fue un adanismo bienintencionado. En cualquier caso, el pactismo hizo agua toda vez que el nacionalismo no quiso comprometerse con el gobierno del Estado. Al final, logró algo mejor que competencias: una primacía simbólica por la cual los nacionalistas —digan lo que digan las urnas— no solo hablan por el nacionalismo catalán sino por toda Cataluña. Nada muy alentador para los tuyos, reducidos así a una anomalía del sistema. Es singular que esto lo hiciera un partido de centroderecha de vocación nacional.

El mito del Majestic, sin embargo, como un sebastianismo propio de nuestra derecha, es el que ha orientado este tiempo su relación con el nacionalismo. Es el mito melancólico de la España que fue posible. Opera cada vez que, sepultada cualquier noción de catalanismo integrador, se busca el animal más bien mitológico del nacionalista moderado. Opera cada vez que algún pepero llega desde Madrid para cortejar la condescendencia —el Cercle, el civet— de las élites filogubernativas locales. Y opera cada vez que, después de permitir todos los radicalismos a los suyos, un nacionalista perdona la vida a la “derecha civilizada”, como esa noble francesa que cogió la mano de su criada y le dijo: “¡Anda! ¡Pero si tú también tienes cinco dedos!”

Como ha ocurrido tantas veces —franquismo, comunismo— a las élites responsables de los desmanes del procés se les han pasado por alto las culpas a condición de no dar mucho la lata. Hay melancolía para todos: si fue simbólico sacar la estelada al balcón, aún más lo ha sido retirarla. En un parecer sobre su pasado reciente, los catalanes votaron a Illa como ibuprofeno para la resaca independentista y paracetamol contra la inflamación. Un voto arrepentido, de repliegue conservador, que Illa ha querido vestir a la vez con lealtad institucional y paternalismo pujoliano. ¿Seguirá ahora en esa línea o —como parece— empieza el solapamiento con ERC? Igual da: el mayor valor del libro de Fernández, tras repasar la gloria y la caída de Ciudadanos, es la identificación de un no nacionalismo abandonado pero todavía consistente y explícito. A ver si le compran la mercancía en el congreso de su partido. Cisnes más negros han volado. Ignacio Peyró es escritor y director del Instituto Cervantes en Roma.
















[ARCHIVO DEL BLOG] HAMBRIENTA. PUBLICADO EL 27/07/2019










Que te paguen por tu trabajo no te obliga a decir amén, comenta la escritora Marta Sanz. "No muerdas la mano que te da de comer". Me pregunto quién formularía esta conseja que ejemplifica el punto en que confluyen sabiduría popular y pensamiento dominante, comienza diciendo. Pese a que “popular” y “dominante” en nuestro contexto deberían ser términos antagónicos, la sabiduría popular no representa un contrapunto al pensamiento dominante, sino que suele naturalizarlo. Porque el “no muerdas la mano que te da de comer” no ha nacido del caletre de un jornalero o una recolectora de fresas, sino de quien subcontrata su fuerza de trabajo y su cuerpo todo: de la patronal —también de sus bardos y bardas—, a la que no le convienen revueltas ni peticiones de aumentos de sueldo ni que le muerdan la mano. No. Cuando las barbas de tu vecino veas pelar, no generes mecanismos de protesta para seguir siendo la mujer barbuda o el inquilino de la comunidad de rasurados que tiene un aire a Bakunin. Asume que no hay remedio. ¿Sabiduría popular? Sabiduría de caciques. Sumisión, gobernabilidad espuria, miedo. Me produce desazón la gente refranera. “No muerdas la mano que te da de comer”. ¿Y si te da de comer mal? Traslademos la recomendación a esta época pseudolíquida —la licuadora de clases sociales se ha atascado con fibras de pulpa y vulva—; esta época de órganos directivos invisibles, que mandan mucho, de megabytes y voces pregrabadas, que atienden (¿?) reclamaciones telefónicas; época en la que intempestivamente perduran y sobreviven recolectoras, jornaleros.
Aquí y ahora hay que intentar pegarle siempre un mordisco a la mano que te alimenta: la del periódico que te contrata y da voz para que desdigas algún apunte de su línea editorial o te solidifiques en ella; la de la fundación que te paga para intervenir en un congreso; la del banco, que también a través de su fundación patrocina charlas incendiarias. Morder esas manos no es ingratitud: que te paguen por tu trabajo no te obliga a decir amén. Lo otro sería esclavismo ideológico, abyección, mafia. Como te pago y tú aceptas mi dinero, chitón. Oigo al doblador de Marlon Brando en El padrino, que conoce bien los riesgos que corremos mis empleadores, mi independencia y yo misma. Los empleadores son libres —de libre mercado— y tienen motivos en los que hoy no voy a insistir para realizar sus contrataciones. Lo no habitual es poder decidir para quién se trabaja, y puede que nuestra honestidad —hablar de independencia me parece un exceso— pase por ser conscientes de que, por mucho que se vaya de verso suelto, en orquestas, empresas, instituciones o cooperativas asamblearias, las disonancias terminan por empastarse, una luz suaviza las diferencias —luz amarilla en el Blues del amo de Gamoneda— y solo se atisba, por debajo de la sábana, el bulto móvil de un puño que quiere dibujarse contra la blanca planicie. Con la acidez del estómago no agradecido, agradezco que me contraten y me dejen alimentar la fantasía de que muerdo mano, mejilla, pezuña de vaca; de que soy la mujer barbuda, y de que Dios es un sectario por no ayudarme si no madrugo. Aunque los caníbales tengan otros rostros, parece que ladrando muerdo y, al parecerlo, a lo mejor muerdo un poquito. Si no viviéramos en esta apariencia de pluralidad —apariencias y formas son importantísimas, incluso a veces dejan de ser significantes para colonizar significados—, volvería la niebla del sindicato vertical y la resurrección de Fraga Iribarne. Las listas de mala gente que adoctrina —no que camina— ya están en marcha. ¡Ñam! Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt

















EL POEMA DE CADA DÍA. HOY, CUANDO ERA NIÑA, DE ERIKA BURKART

 






CUANDO ERA NIÑA

 


Cuando era niña y repartía coronas,


el agua me llevaba, el espejo me dejaba entrar,


en forma de pájaro el demonio se acercaba a mí,


la pared estaba empapelada de cielo y



techo y pared del mundo, sala redonda,


el pastor era un Dios


y la deidad un pastor,


imágenes de partituras hechas de pájaros y alambres


sonaban a contraluz,


las espigas se mezclaban con las estrellas, la hierba


albergaba flores errantes y ángeles dormidos,


el rayo de la fuente


grutas de cristal en mí cavaba,


 


se desbordó el tiempo –


espumaba en racimos de mariposas y en nieve temprana,


se coagulaba – había una campana siempre –


en rojos dilatados y un azul martín pescador.


El cielo llevaba en hombros


el segundo cielo que cayó, cuando


 


ya no era yo una niña,


la tierra giraba,


los corazones giraban,


la cruz del árbol,


el árbol se separó del bosque,


el amor se separó


en yo-tú-él-ella,


el sol en la niña,                                            


la niña desapareció en el sol.




***



ALS ICH EIN KIND WAR


Als ich ein Kind war und Kronen verteilte, 

trug mich das Wasser, der Spiegel ließ mich ein, 

in Vogelgestalt nahte mir der Dämon, 

die Wand war mit Himmel tapeziert und der Himmel

Dach und Wand der Welt, Rundstube, 

der Hirte war ein Gott 

und die Gottheit ein Hirte, 

Notenbilder aus Vögeln und Drähten 

klangen im Gegenlicht, 

die Ähren mischten sich mit den Sternen, das Gras 

barg wandernde Blumen und schlafende Engel, 

der Strahl des Brunnens 

grub Kristallgrotten in mir,

es floss die Zeit über-

schäumte in Schmetterlingstrauben und frühem Schnee, 

gerann – es gab immer eine Glocke – 

in gedehnten Rottönen und einem blauen Eisvogel. 

Der Himmel trug auf Schultern 

den zweiten Himmel, der fiel, als


ich kein Kind mehr war, 

die Erde drehte sich, 

die Herzen drehten sich, 

das Kreuz des Baumes, 

der Baum trennte sich vom Wald, die Liebe trennte sich 

in Ich-Du-Er-Sie, 

die Sonne im Mädchen, 

das Mädchen verschwand in der Sonne.



***




ERIKA BURKART (1922-2010)

poetisa suiza