El blog de HArendt - Pensar para comprender, comprender para actuar - Primera etapa: 2006-2008 # Segunda etapa: 2008-2020 # Tercera etapa: 2022-2025
viernes, 14 de marzo de 2025
[ARCHIVO DEL BLOG]Los intelectuales hispanoamericanos y la Guerra Civil española. Publicado el 27/03/2013
Del poema de cada día. Hoy, Museo viviente de patologías I, de Esther M. García
MUSEO VIVIENTE DE PATOLOGÍAS
I
La familia es lo único que mata.
Su belleza no reside
en los elementos que la conforman,
sino en la armoniosa proporción
con la que un miembro de ella
destruye a otro miembro de la misma.
La familia es vaho marino
que exuda el bronco sueño
de un jardín negro donde florecen
las más diversas patologías.
Toda familia es una enfermedad
y el deber de todo miembro enfermo
es sobrevivirle.
ESTHER M. GARCÍA (1987)
poetisa mexicana
miércoles, 12 de marzo de 2025
De las entradas del blog de hoy miércoles, 12 de marzo de 2025
Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz miércoles, 12 de marzo de 2025. Procesar a un cómico por un delito de blasfemia, dice en la primera de las entradas del blog de hoy el filósofo Bernat Castany [Héctor de Miguel ante el juez, ‘in dubio diarreo’. El País, 11/03/2025] no solo va contra la libertad de la que debe gozar todo creador, sino contra la sana función social que supone la sátira. En la segunda, un archivo del blog de fecha 17 de marzo de 2012, se mostraba la protesta unánime del pueblo y la prensa de Canarias contra el Consejo de Ministros del gobierno de España que había aprobado la autorización a la petrolera REPSOL para iniciar prospecciones en aguas canarias, en concreto en las proximidades de las islas de Fuerteventura y Lanzarote. La tercera trae hoy el poema titulado Tres, de la poetisa canadiense Anne Carson, que comienza con estos versos: Tres mujeres silenciosas en la mesa de la cocina./La cocina de mi madre es oscura y pequeña pero del otro lado de la ventana/está el páramo, paralizado con hielo./Se extiende hasta donde alcanza la vista. Y la cuarta y última, como siempre, son las viñetas de humor, pero ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν" (toca marchar); volveremos a vernos mañana si las Euménides y la diosa Fortuna lo permiten. Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos míos. HArendt
Del in dubio pro-reo al in dubio diarreo
Procesar a un cómico por un delito de blasfemia no solo va contra la libertad de la que debe gozar todo creador, sino contra la sana función social que supone la sátira, comenta en El País [Héctor de Miguel ante el juez, ‘in dubio diarreo’. 11/03/2025] el filósofo Bernat Castany Prado. “Me he cagado de miedo”, exclama el dios Dioniso, en Las ranas de Aristófanes, después de ver a Can Cerbero en la puerta del Hades. Y yo me pregunto ¿cómo es que nadie denunció y procesó a Aristófanes, al igual que el colectivo ultracatólico Abogados Cristianos y el juez Carlos Valle han hecho con el cómico Héctor de Miguel, por bromas menos blasfemas que ésta? Pues no es porque aquéllos fueran menos creyentes que nuestros agelastas, sino seguramente porque lo eran más. Porque, cuando Agustín de Hipona dijo aquello de que “fe sin dudas es fe muerta”, apuntaba al hecho de que todo aquel individuo o institución que no se expone a la otredad, esto es, a aquello que lo niega, y lo amenaza, no sólo verá debilitada su capacidad de respuesta digamos inmunológica, sino también su propia vitalidad. Por eso, todas las culturas, sociedades y religiones, que se sienten —o se quieren— fuertes, permiten, y fomentan, espacios de extrañeza. Lo cual, no sólo explica la existencia de las Dionisias y las Saturnales entre griegos y romanos, donde lo blasfemo era esencial en los rituales de aischrología, sino también las misas del burro y la risa pascual, en la Baja Edad Media, donde las obscenidades que propiciaban los mismos sacerdotes evocaban el alegre triunfo de la Resurrección.
Unos siglos más tarde, lord Shaftesbury (padre de ilustrados) afirmará, en su Carta sobre el entusiasmo, de 1708, que los “entusiastas”, o fanáticos, no deben ser reprimidos, ya que la represión tiende a aumentar “la causa de su perturbación”, dándoles la ocasión de verse “como mártires”, y tomarse “todavía más en serio”, cuando lo mejor sería cortocircuitar su mortífera seriedad, y rebajar su sentimiento de autoimportancia. Porque, no sólo en el interior de los entusiastas, sino en el de todos los ciudadanos, “yacen sustancias inflamables, siempre listas para arder con sólo una chispa”, que deben ser atemperadas mediante “la ironía y el humor”. Y que ni Dios (metafórica y literalmente) debe considerarse exento, puesto que considerar libre de toda broma a un solo grupo o doctrina supondría un privilegio, que acabaría infectando de seriedad a todo el resto de la sociedad. Por eso, en tanto que embajadora de la otredad y censora de nuestro entusiasmo, la comicidad debería gozar de autonomía e inmunidad, como los bufones o moriones medievales, que gozaban de una cierta “legalidad” específica (que no siempre funcionaba...).
Más aún, existe un tipo de comicidad, que podemos llamar excretoria, que tiene la importante función de expulsar la suciedad psicológica que el comercio con el mundo le hace acumular. En el chiste obsceno, cruel o anárquico, por seguir la clasificación de Freud, nuestra alma relaja por un momento sus esfínteres morales, y expulsa nuestras pasiones negativas (que haber haylas), como la violencia, la rabia o el resentimiento, que se han ido acumulando en su interior, propiciando esa “catarsis cómica” de la que Aristóteles seguramente habló en el libro perdido de su Poética, con el que soñó Umberto Eco, en El nombre de la rosa. Transformando las inmundicias en inmundelicias, esa comicidad excretoria también evita que explotemos. De ahí también los insultos públicos ritualizados, que buscan disolver las tensiones colectivas en batallas cómicas, habituales en el África occidental, en las payadas gauchas, las peleas de gallos, y en las cenas entre amigos y amigas (también de los de la parte demandante de la primera parte). Y como esta doble función excretoria y atemperante es la que cumplen también cómicos como Héctor de Miguel, acallarlos sería como vertir toneladas de Fortasec y cafeïna en la red de abastecimiento de agua.
Y ahora una concessio. Puede que, del mismo modo que no defecamos en cualquier parte, tampoco debemos recurrir a la comicidad excretoria ante un público indiscriminado, porque aquello que decimos en broma podría ser interpretado literalmente. Como decía el insigne Pierre Desproges, se puede reír de todo, pero no con cualquiera. Sin duda, las redes sociales han hecho mucho daño al respecto. Y aún más esa legión de personas y movimientos iliberales que aprovechan este tipo de ambigüedades, para difundir con una mano los prejuicios más inicuos, mientras se rasgan las vestiduras con la otra ante el chiste más inocuo. Por eso quizá es necesaria una cierta vigilancia, mejor moral y social que legal, claro, aunque no siempre sea suficiente, que regule el tráfico entre las regiones vecinas de lo cómico y de lo serio.
Dicho esto, los cómicos deberían gozar de inmunidad, y no sólo porque sus obras gocen de una cierta autonomía, como las artísticas, que no son meramente miméticas, sino también porque cumplen las importantes, y difíciles, tareas de explicitar verdades insospechadas o incómodas, de habituarnos a la diferencia, de excretar nuestras bajas pasiones y, sí, de reforzar nuestras respectivas fes dentro de un marco democrático. Ya ven que es un tema complicado, y es normal que todos tengamos dudas al respecto. Pero esas mismas dudas no deberían hacer sino reforzar nuestra adhesión al principio del in dubio pro reo. El problema es que hay muchos que prefieren embarrar con la estrategia del in dubio diarreo.
[ARCHIVO DEL BLOG] Canarias, unida contra el petróleo. Publicado el 17/03/2012
El poema de cada día. Hoy, Tres, de Anne Carson
TRES
Tres mujeres silenciosas en la mesa de la cocina.
La cocina de mi madre es oscura y pequeña pero del otro lado de la ventana
está el páramo, paralizado con hielo.
Se extiende hasta donde alcanza la vista
a lo largo de kilómetros planos hasta un cielo blanco sólido no iluminado.
Mamá y yo estamos masticando lechuga cuidadosamente.
El reloj de la pared de la cocina emite un bajo zumbido irregular que salta
una vez en el minuto justo de las doce.
Tengo a Emily pág. 216 abierta y apoyada sobre la azucarera
pero furtivamente estoy observando a mi madre.
Miles de preguntas chocan contra mis ojos desde adentro.
Mi madre está estudiando su lechuga.
Paso a la pág. 217.
“En mi fuga a través de la cocina tropecé con Hareton
quien ahorcaba una camada de cachorros
desde el respaldo de una silla en la puerta. . .”
Es como si a todas nos hubieran bajado dentro de una atmósfera de vidrio.
De tanto en tanto un comentario atraviesa el vidrio.
Impuestos en el lote de atrás. No es un buen melón,
falta para los melones.
La peluquera del pueblo encontró a Dios, cierra la tienda cada martes.
De nuevo hay ratones en el cajón de los repasadores.
Pequeñas bolitas. Mordieron
los bordes de las servilletas, si supieran
lo que cuestan las servilletas de papel hoy en día.
Esta noche llueve.
Mañana llueve.
Ese volcán en las Filipinas otra vez activo. Esa que no me acuerdo el nombre
Anderson se murió no Shirley no
la cantante de ópera. Negra.
Cáncer.
No estás comiendo tu guarnición, ¿no te gustan los pimientos?
Por la ventana puedo ver hojas muertas que atraviesan las tierras planas
y residuos de nieve herida por la mugre de los pinos.
En el centro del páramo
donde la tierra desciende hacia una depresión,
el hielo ha comenzado a abrirse.
Llegan aguas abiertas y negras
cuajadas como la ira. Mi madre habla repentinamente.
Esa psicoterapia no te está ayudando tanto, me parece.
No lo estás superando.
Mi madre tiene esa manera de resumir las cosas.
A ella nunca le había gustado Law
pero le gustaba la idea de que yo tuviera un hombre y que continuara con mi vida.
Pues él es de los que toman y tú de las que dan espero que funcione,
era todo lo que dijo después de haberlo conocido.
Dar y tomar eran sólo palabras para mí
en ese momento. Nunca antes había estado enamorada.
Era como una rueda que bajaba rodando una colina.
Pero temprano esta mañana mientras mamá dormía
y yo estaba abajo leyendo la parte de Cumbres Borrascosas
donde Heathcliff se aferra a la celosía durante la tormenta sollozando
¡Entra! ¡Entra! al fantasma del tesoro de su corazón,
caí de rodillas sobre la alfombra y también sollocé.
Ella sabe cómo ahorcar cachorros,
esa Emily.
No es como tomarse una aspirina, sabes, le respondo débilmente.
La Dra. Haw dice que el duelo es un proceso prolongado.
Ella frunce el ceño. ¿Y qué se logra
con todo ese remover el pasado?
Oh —extiendo las manos—
¡Yo me impongo! La miro directamente a los ojos.
Ella sonríe. Sí lo haces.
ANNE CARSON (1950)
poetisa canadiense