miércoles, 30 de octubre de 2024

De las viñetas de humor de hoy miércoles, 30 de octubre de 2024

 































martes, 29 de octubre de 2024

De las entradas del blog de hoy martes, 29 de octubre de 2024

 






Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz martes, 29 de octubre de 2024. Podemos trivializar los centenarios y definirlos como la suma de 99 años de olvido y uno de recuerdo, se comenta en la primera de las entradas del blog de hoy en relación con el próximo centenario de las más importante generación literaria del pasado siglo: la del 27. La segunda de ellas, un archivo del blog de octubre de 2011, era una decidida defensa de lo público frente a la ola privatizadora que nos corroe hoy más que ayer y más que nunca. La tercera, el poema del día, comienza con estos versos: Hasta que el pueblo las canta,/las coplas, coplas no son,/y cuando las canta el pueblo,/ya nadie sabe el autor. Seguro que todos ustedes ya han adivinado quién es... Y la cuarta, como siempre, son las viñetas de humor del día. Espero que todas ellas les resulten de  interés. Y ahora, como decía Sócrates, nos vamos. Nos vemos de nuevo mañana si la diosa Fortuna lo permite. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Tamaragua, amigos míos. HArendt













De la Generación del 27 del XXI

 






Faltan 27 meses para que estemos en 2027, escribe en El País [27 meses para el 27, 26/10/2024] la filóloga Lola Pons. Concedo que la cifra con que marco un jalón de inicio podría haber sido otra: 26 meses, o 34. Pero 27 son las letras del alfabeto español y es poético pensar que Dios sí que juega a los dados con la creación literaria. Un símbolo es convencional, pero resulta representativo; un centenario es evocador, pero está vacío hasta que se llene de un contenido a la altura de aquello que se celebra. Estas líneas son mi petición de que el centenario de la generación del 27 sea planeado en América y España como exige su relevancia, y que en la preparación de la efeméride hagamos la deóntica previa que la trascendencia de ese grupo nos exige.

Podemos trivializar los centenarios y definirlos como la suma de 99 años de olvido y uno de recuerdo. Más o menos así resumía Jorge Luis Borges la aparente hipocresía de celebrar cien años de algo (“noventa y nueve años olvidadizos y uno de liviana atención es lo que por centenario se entiende”). Lo decía a propósito del tricentenario del fallecimiento del poeta cordobés Luis de Góngora que se preparaba para 1927 en Sevilla, en unos actos donde participaba un grupo de jóvenes poetas que, por buscar el norte de su inspiración, fueron al sur a retratarse en la capital hispalense y dieron lugar a la foto icónica de la generación del 27.

Desde su surgimiento hasta la actualidad, la bibliografía nos ha ido ampliando los perfiles de los integrantes del grupo del 27: hemos reivindicado a las mujeres que no salieron en la foto, hemos recuperado textos inéditos; en el canon se han consagrado o desplazado algunos de los autores. Pero, más allá de la valiosa investigación filológica sobre esta etapa, se ha mantenido lo que ya en su tiempo se percibió: la coincidencia feliz de talento, trabajo y ambiente histórico que fertilizó en el primer tercio del siglo XX en España y que dio lugar a creadores y creaciones que, en la literatura, las artes plásticas o la música fundaron o refundaron nuestra cultura. Cuando en las redes de la Universidad de Sevilla veía esta semana una sucesión de vídeos donde estudiantes y profesores recitaban versos del famoso Romance sonámbulo de Lorca (el “Verde que te quiero verde”) bajo el rótulo de #27ParaEl27 me admiraba imaginar cuánta gente que nunca ha leído ni memorizado poesía conoce estos versos, pese a su oscuridad.

En el siglo XXI, habituados a conmemorar aniversarios de renombre, e incluso habiendo celebrado ya el siglo de nacimiento de algunos de los miembros de este grupo, ¿qué sentido tiene dar un toque de corneta para ponderar los cien años de una foto donde no están todos los que fueron? No cabe otra manera de honrar el pasado del grupo del 27 que ponerlo a dialogar con nuestro presente para auspiciar un centenario que tenga contenido más allá de lo arqueológico. 2027 puede ser un buen año para reconciliarnos por fin con la memoria histórica, para buscar a las nuevas sinsombrero en las sinvelos, para redefinir sin populismo ni paternalismo nuestras relaciones intelectuales con la América hispanohablante, para diagnosticar el estado del mundo editorial un siglo después de las revistas que fundaron los miembros de este grupo. En todo ámbito donde hubo o hay cultura, los intelectuales de hace un siglo nos dieron ejemplo de novedad y esfuerzo.

Con 27 meses por delante, planteo la necesidad de que en este tiempo pensemos sobre el papel de las universidades entonces y ahora. Porque, lejos de estar despegadas del mundo de la creación, las universidades fueron para estos escritores un apoyo imprescindible, no una simple profesión de la que vivir. Desde el 27 se deja de alimentar el estereotipo romántico del escritor como figura maldita visitada por una inspiración arrebatada. La figura de los poetas-profesores (lo son varios de esta generación) hace convivir en una sola persona al creador y al intelectual, ayudando a que se valorase la escritura literaria como trabajo y dando lugar a que algunos de sus escritores ocuparan posiciones importantes dentro de las instituciones. El profesor universitario se hace cómplice de una vida cultural que transcurre fuera de su mundo laboral: muchos auspician la fundación de revistas y ayudan a imprentas dedicadas a la suicida misión de vivir de editar poesía. Se contagia al estudiantado el deber social que desde la Institución Libre de Enseñanza se exigía a quienes disfrutaban del privilegio de la educación. Que algo lanzado por esa generación se llame “misiones pedagógicas” no es caprichoso: esta es la época en que se despierta en la intelectualidad el interés por la pedagogía, y extender la educación se trata con el mismo compromiso que asume quien evangeliza. La universidad americana es el refugio de muchos de ellos cuando salen de España exiliados. Hay decenas de razones.

La llamada generación del 27 no es una suma de individualidades ni un mero grupo de amigos: la institución universitaria fue crucial en su desarrollo. Su universidad era otra universidad, cierto: en España no llegaban a una docena las universidades públicas (hoy son medio centenar), el número de estudiantes era menor, las mujeres universitarias eran una anécdota prometedora y las políticas de acceso a la educación superior alimentaban el sentido de élite entre los licenciados. Pero sobre ese panorama, los creadores del 27 dan una vuelta a lo que ellos ofrecen y demandan de la universidad.

Hoy tenemos una universidad con un alarmante absentismo, con un profesorado al que se han impuesto políticas de promoción que lo llevan a primar la publicación de investigaciones cortas y a no premiar la coordinación de actividades con los alumnos; la docencia pesa poco, la estadística de cuántos nos citan pesa más, tener alguna actividad de creación fuera de la universidad es munición para que el colega hostil sostenga el tópico de que el sitio del profesor está en la azotea sin vistas de la torre de marfil.

Desde Puerto Rico, en los años 40, en unas conferencias sobre la Defensa del estudiante y de la universidad, Pedro Salinas manifestaba: “No puede ser la Universidad una simple mandataria de la sociedad sino que debe ser algo más: una directora”. Tenemos 27 meses por delante para parecernos a lo mejor que tuvo, de manera fugaz y prometedora, esa universidad de hace casi cien años. Lola Pons Rodríguez es filóloga.















[ARCHIVO DEL BLOG] En defensa de lo público: Emilio Lledó. Publicado el 07/10/2011











La filosofía no suscita excesivo interés en la sociedad española. El pensar por el pensar, sin finalidad económica o de prestigio inmediatos, no vende. Expulsada en la práctica del currículo de los estudios de secundaria y del bachillerato, no atrae como disciplina académica sino a unas docenas de estudiantes "rara avis", o que la escogen como una asignatura "maría" que no les va a exigir excesivo esfuerzo. Y fuera de esos ámbitos, el vacío más absoluto. Lamentable, pero cierto. Así nos va.
El escritor y cineasta David Trueba aludía a ello, a esa absoluta falta de interés social por dicha materia en el diario El País del pasado miércoles, en un artículo titulado, precisa y escuetamente, así; "Filosofía". Situación esta que nos convierte, a su juicio, en una excepción dentro del mundo civilizado. Trueba se refiere en concreto al tratamiento de la Filosofía en el medio televisivo, con programas que divulguen su contenido bien temáticamente o mediante el concurso de entrevistas a lo más destacado de nuestros pensadores. La filosofía, que nos acompaña desde siglos, -dice-, debería dar una pista a la televisión sobre lo que es permanente, pero ella se pliega sumisa a lo provisional.
Y sin embargo, los filósofos, han sido generalmente, y casi siempre, gente comprometida con su tiempo y con sus contemporáneos. La nómina es impresionante, desde Sócrates y Platón, hasta Savater. No suelen caer en la tentación de la política como actividad pública,  quizá curados en salud por la experiencia de Platón, que acabó vendido como esclavo por meterse en ella, pero sí que denuncian con convicción los males de su tiempo. Por ceñirnos a España, lo hicieron en tiempos recientes Ortega, D'Ors, Zubiri, Marías, Aranguren...
Emilio Lledó es hoy, con toda seguridad, a sus 84 años, el más importante e influyente de los filósofos españoles vivos. Y es el único de los filósofos citados anteriormente que he conocido y tratado en persona, como alumno suyo que fui, durante su etapa de profesor en la UNED entre 1978 y 1987. Él me abrió las puertas al conocimiento de Platón, Aristóteles y San Agustín durante un Seminario que impartió en el Centro Asociado de la UNED en Las Palmas a mediados de los años 80. No puedo saber la impresión que ese Seminario causó entre mis otros compañeros, pero para mí, y lo he comentado en alguna otra ocasión en el blog, supuso un punto de inflexión en la forma de acercarme a la Historia de la Filosofía y al pensamiento filosófico en general, algo que no domino pero que me cautiva, y que se convirtió en la experiencia más gratificante de mi vida como universitario, una relación con la universidad que se ha prolongado, con altibajos, desde 1964 hasta 2006. 
No ha sido el profesor Lledó, contrariamente a los citados anteriormente, un filósofo dado a las declaraciones o manifestaciones de carácter político, y mucho menos, partidistas, aunque siempre ha hecho gala de un talante claramente democrático y de carácter progresista, si es que este término aun designa algo reconocible en el panorama político español. 
Muy harto tiene que estar de la situación de torpeza, inoperancia y desvergüenza de nuestra clase política cuando a unas semanas del inicio de una campaña electoral como la que se avecina y adivina, a cara de perro, y en la que parece que todo va a valer con tal de destruir al adversario, se lanza a la palestra de la opinión publicada con un artículo (El País, 4.10.2011), que titula, nada menos: "¿Quién privatiza a los políticos?", en busca, dice, de las razones de la degeneración intelectual de parte de la clase política, y para descubrir las razones ocultas de ese "tsunami" privatizador que asola la democracia española. 
La defensa de lo público hace vivir la democracia, dice, Y añade poco más adelante: el verdadero sustento de la sociedad, de la vida colectiva tan importante como la vida de la naturaleza, es la educación, la cultura, la ética. Ellas son las verdaderas generadoras de riqueza ideal, moral y material.
Parece que la raíz de todas esas razones ocultas privatizadoras, sigue diciendo, con independencia de determinadas claves genéticas, brota también de la educación, de los ideales que, al abrirnos al mundo del saber y la cultura, hayan acertado a enseñarnos aquellos en cuyas manos está alumbrar la inteligencia y la sensibilidad. Las opiniones que se clavan en las neuronas y que determinan la forma de actuar sobre las palabras y sobre aquello a que esas palabras nos empujan, proviene de esos reflejos condicionados que, desde la infancia, han aprisionado nuestra manera de ver e interpretar el mundo.
Podemos intuir, concluye, que la degeneración intelectual de buena parte de la clase política, y de los llamados emprendedores -los que, por ejemplo, emprendieron la destrucción de nuestras costas-, procede de esos conglomerados ideológicos en los que se mezclan, con la indecencia, alguno de los males a que se ha aludido. ¿Quién privatiza a los políticos? ¿Quién nos devolverá, en el futuro, la vida pública, los bienes públicos, que nos están robando? Eso me pregunto yo también, mi admirado y querido profesor Lledó.. 
Como anexo a la entrada pueden ver en YouTube un vídeo que recoge la entrevista que en mayo del pasado año el periodista David Cantero realizó al profesor Lledó para la 2 de TVE. De nuevo el editor del vídeo ha equivocado la fecha situándola en el mes de julio de ese mismo año. No tiene mayor importancia el dato pero lo aclaro por si acaso. Espero que tanto mi entrada como el artículo del profesor Lledó y el vídeo les resulten interesantes. Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt 












El poema de cada día. Hoy, La copla, de Manuel Machado (1874-1947)

 






LA COPLA


Hasta que el pueblo las canta,

las coplas, coplas no son,

y cuando las canta el pueblo,

ya nadie sabe el autor.


Tal es la gloria, Guillén,

de los que escriben cantares:

oír decir a la gente

que no los ha escrito nadie.


Procura tú que tus coplas

vayan al pueblo a parar,

aunque dejen de ser tuyas

para ser de los demás.


Que, al fundir el corazón

en el alma popular,

lo que se pierde de nombre

se gana de eternidad.


Manuel Machado (1874-1947)

Poeta español














De las viñetas de humor de hoy martes, 29 de octubre de 2024

























lunes, 28 de octubre de 2024

De las entradas del blog de hoy lunes, 28 de octubre de 2024








Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz lunes, 28 de octubre de 2024. Si algo no tenemos los enfermos de ELA es tiempo que perder, se dice en la primera de las entradas del blog de hoy, y con esa claridad inapelable, el exfutbolista Juan Carlos Unzué conminaba a los diputados y diputadas del Congreso a tramitar la ley para la atención integral de personas con esclerosis lateral amiotrófica. La segunda, un archivo del blog de agosto de 2017, iba de la posibilidad de que el efecto liberador de la literatura, sacara al lector de su aislamiento e innato narcisismo, proyectándolo hacia los personajes, comprendiendo mejor sus motivos y reconociéndolos como hermanos. La tercera, el poema del día, se titula Planeta animal, y es de la poetisa rumana Ana Blandiana, reciente Premio Princesa de Asturias 2024. Y la cuarta, como siempre, son las viñetas de humor del día. Espero que todas ellas les resulten de  interés. Y ahora, como decía Sócrates, nos vamos. Nos vemos de nuevo mañana si la diosa Fortuna lo permite. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Tamaragua, amigos míos. HArendt








De la política eficiente

 






“Si algo no tenemos los enfermos de ELA es tiempo que perder”. Con esta claridad inapelable, el exfutbolista Juan Carlos Unzué conminaba a los diputados y diputadas del Congreso a tramitar la ley para la atención integral de personas con esclerosis lateral amiotrófica. Lo cuenta en El País [Política sin ruido, 24/10/2024] la politóloga Pilar Mira. Fue en febrero de 2024, dice, cuando el exportero y exentrenador reprochó entonces a sus señorías su incapacidad para ponerse de acuerdo. La primera propuesta de esta norma la había presentado Ciudadanos en 2021. Tres años después no solo no se había aprobado, sino que se tramitaban de manera paralela tres proyectos de ley diferentes. Unzué les pidió voluntad y empatía. Que rescatasen la iniciativa, se pusiesen de acuerdo y la aprobasen. O lo que es lo mismo: que las ayudas llegasen cuanto antes a las personas que padecen una enfermedad neurodegenerativa como esta y a las personas que las cuidan. Porque las buenas intenciones y las palabras bonitas están muy bien, pero lo que cuentan son las acciones, dijo.

Después de meses de trabajo de los grupos parlamentarios, el PSOE, el PP, Sumar y Junts alcanzaron un acuerdo en septiembre. Las tres propuestas dieron paso a una nueva ley, consensuada por progresistas y conservadores. Por los partidos del Gobierno y el grupo que lidera la oposición. Por los nacionalistas de Puigdemont, los integrantes del Ejecutivo que depende de sus votos y los populares que sobreactúan criticando esa dependencia. La nueva versión acaba de ser aprobada en el Congreso por unanimidad.

En tiempos donde los juzgados son una extensión de la escena política, las intervenciones parlamentarias aspiran a encajar en el minuto de oro del informativo y los portavoces repiten sin parpadear la frase sonora con rima escrita por equipos de comunicación que se toman demasiado en serio el trabajo de redactar chascarrillos, no debería pasar desapercibido que una ley se apruebe por unanimidad. En especial una ley como esta. Esta votación ilumina de manera fugaz ese trabajo parlamentario que no queda tan bien en cámara, pero que es el importante: el de la hormiguita negociadora que aborda los problemas y construye. Y nos recuerda que la política real no es la efectista, sino la del BOE. Debajo de la sobreactuación y el ruido, hay espacio para resolver los problemas sociales.

Esa constatación resulta a la vez esperanzadora y amarga. Esperanzadora porque señala el camino y recuerda que es posible recorrerlo. ¿Por qué no encarar del mismo modo el problema de la vivienda? ¿Por qué no abordar la inmigración desde un pacto de Estado que rechace la deshumanización y proteja a las personas? Esa visión pragmática y constructiva debe ser la actitud ante los principales retos de nuestro presente.

Amarga porque, aunque sea posible actuar de ese modo, parece que ha de hacerse a hurtadillas. Resulta cansino que la apuesta que se subraya sea el ruido, la palabra gruesa, la enésima sobreactuación, la indignación y el efectismo sin medir la desafección que genera este comportamiento. A estas alturas deberíamos tener muy claro que mover el marco hacia el ramalazo populista calienta el terreno para quien tiene menos escrúpulos. Sobran ejemplos en la historia y en el pasado reciente. Que nuestras instituciones y nuestra democracia sean sólidas no son argumentos para erosionarlas a cambio de un beneficio partidista a corto plazo.

No dar respuesta a los retos de nuestro tiempo no es una alternativa, pues no van a desaparecer sin más. Abordar los problemas desde su complejidad exige el diseño de políticas también complejas, que combinen los niveles de actuación. Y para ello es necesario huir del ruido y tejer acuerdos. Gobernar con responsabilidad, pero también ejercer una oposición responsable. Porque lo que cuenta son las acciones, si no las cuidamos seremos coleccionistas de tiempos perdidos. Pilar Mera es politóloga y profesora en la UNED.












[ARCHIVO DEL BLOG] Habitaciones vacías. Publicado el 12/08/2017










Un prototipo del hombre ilustrado, cultivado, refinado, puede ser, por ejemplo, George Steiner (1929) dice el escritor y periodista Ignacio Vidal-Folch en un reciente artículo. Una eminencia en la crítica de la literatura. Que padece la tendencia, muy común entre los hombres provectos (y que a los jóvenes suele parecerles bastante irritante), a considerar que todo lo que vale la pena en el mundo ya ha desaparecido o está en trance de desaparecer...Además de su viva inteligencia y sus conocimientos enciclopédicos, otro aspecto que hace fascinante el trato con Steiner es su sostenida costumbre del autoanálisis y la tendencia a decir lo que piensa aunque no siempre le haga quedar bien. 
Profesor, crítico y teórico de la literatura y de la cultura, escritor políglota, trilingüe perfecto en alemán, francés e inglés, profesor emérito del Churchill College de la Universidad de Cambridge y del St Anne's College de la Universidad de Oxford, y autor de un hermosísimo libro que les recomiendo encarecidamente: Errata. Examen de una vida (Siruela, Madrid, 2009), se define como una persona extraterritorial. Su ámbito de interés principal es la literatura comparada. Su obra como crítico tiende a la exploración, con reconocida brillantez, de temas culturales y filosóficos de interés permanente, contrastando con las corrientes más actuales por las que ha transitado buena parte de la crítica literaria contemporánea. Su obra ensayística​ ha ejercido una importante influencia en el discurso intelectual público de los últimos cincuenta años.
En Un largo sábado, continúa diciendo Vidal-Folch, libro de entrevistas que se publicó el año pasado y al que me referí en esta revista en julio de 2016, dice algunas verdades inesperadas sobre el efecto de las humanidades (o sea, el conjunto de disciplinas relacionadas con la cultura humana) en el comportamiento práctico: «¿Es posible -y formulo esta pregunta después de 60 años de magisterio y de amor por las letras- que tal vez las humanidades puedan volverle a uno inhumano? ¿Que lejos de hacernos mejores, lejos de aguzar nuestra sensibilidad moral, la atenúen? Nos alejan de la vida, nos dan tal intensidad con la ficción que a su lado la realidad pierde color». Bien, es una sospecha terrible: te conmueve la lenta muerte de madame Bovary mientras va padeciendo los dolores del envenenamiento por arsénico, a lo largo de páginas y páginas de melodiosas frases de Flaubert; pero los naufragios diarios -¡tan prosaicos!- de las pateras en el Mediterráneo te dejan frío; piensas un momento «qué putada» y cambias de canal.
He citado una frase de Un largo sábado pero ahora al leer otra larga entrevista que le han hecho a Steiner en Expresso, que es la revista de información general más leída e influyente de Portugal, constato que al cabo de un año el viejo profesor sigue dándole vueltas a este interrogante moral: la posibilidad de que la cultura, que nos permite ponernos en la piel del otro -y concretamente ése es el supuesto efecto de la literatura, a la que él ha dedicado su vida: sacar al lector de su aislamiento e ignorancia del otro, sacarle de su innato narcisismo, proyectar su imaginación hacia los personajes de manera que comprenda mejor sus motivos y los reconozca como a hermanos- en realidad tenga el efecto contrario y nos insensibilice.
Ahí Steiner, de 88 años, comenta su costumbre de dedicar dos horas cada mañana a leer en las diferentes lenguas que domina, para que no se le oxiden, para no olvidarlas. Y a renglón seguido, se refiere a la llegada a Europa de cientos de miles de refugiados, a los que en los próximos años es inevitable que seguirán millones; y define ese proceso como una «invasión»; y esa invasión incruenta, que llevará consigo sus valores, creencias, costumbres y religiones, inevitablemente desfigurará el rostro de Europa... Luego habla de Shakespeare y de Dante... y luego vuelve a tocar el tema de este artículo: la incapacidad del hombre medianamente culto -y si usted está leyendo este artículo, sin duda lo es- para llevar al terreno de la práctica los buenos sentimientos solidarios que su educación humanista le ha inoculado: «Vivo solo con mi mujer en esa casa, que es bastante grande», dice Steiner. «Pienso que podríamos alojar a algún refugiado, cederle algunas habitaciones, hay espacio de sobra. Pero... no lo hacemos». Sí, por más que te sepas de memoria a Cervantes y a Shakespeare, ceder esas habitaciones... es harina de otro costal. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt












El poema de cada día. Hoy, Planeta animal, de Ana Blandiana (1942)

 





PLANETA ANIMAL


Menos culpable, aunque no inocente,
En este universo donde
Las leyes de la naturaleza deciden
Quién debe matar a quién
Y el que más mata es el rey
¡Con qué admiración se filma
Al león plácido y feroz que despedaza al cervatillo!
Y yo, al cerrar los ojos o al apagar el televisor,
Siento que participo menos en el crimen,
Aunque en la llama de la vida
Hay que verter siempre sangre,
La sangre de otro.

Con menos culpa, aunque no inocente,
Compartí mesa y mantel con los cazadores,
Sin embargo, me gustaba acariciar las orejas largas
Y sedosas de las liebres,
Arrojadas en un túmulo
Sobre el mantel bordado.
Culpable, aunque yo no fuera quien
Apretara el gatillo,
Y me tapara los oídos,
Horrorizada por el ruido de la muerte
Y por el olor a sudor desvergonzado de los que dispararon.
Menos culpable, aunque no inocente,
Aun así, más inocente que tú,
Autor de esta perfección sin piedad,
Que has decidido todo
Y luego me has enseñado a poner la otra mejilla.


Ana Blandiana (1942)

Poetisa rumana. Premio Princesa de Asturias 2024