lunes, 18 de marzo de 2019

[CUENTOS PARA LA EDAD ADULTA] Hoy, con "Cleopatra", de Mario Benedetti







El cuento, como género literario, se define por ser una narración breve, oral o escrita, en la que se narra una historia de ficción con un reducido número de personajes, una intriga poco desarrollada y un clímax y desenlace final rápidos. Desde hace unos meses vengo trayendo al blog algunos de los relatos cortos más famosos de la historia de la literatura universal. Obras de autores como Philip K. Dick, Franz Kafka, Herman Melville, Guy de Maupassant, Julio Cortázar, Alberto Moravia, Juan Rulfo, Jorge Luis Borges, Edgar Allan Poe, Oscar Wilde, Lovecraft, Jack London, Anton Chejov, y otros.

Continúo hoy la serie de Cuentos para la edad adulta con el titulado Cleopatra, de Mario Benedetti (1920-2009), escritor, poeta, dramaturgo y periodista uruguayo integrante de la generación del 45, como, entre otros, Idea Vilariño y Juan Carlos Onetti. Su prolífica producción literaria incluyó más de ochenta libros. Su extensa obra abarcó los géneros narrativos, dramáticos y poéticos, así como el ensayo. El cantautor español Joan Manuel Serrat musicalizó varios de sus poemas en el disco El sur también existe, y la cantante argentina Nacha Guevara cantó sus poemas en el disco Nacha Guevara canta a BenedettiLes dejo con su: 


CLEOPATRA
por 
Mario Benedetti


El hecho de ser la única mujer entre seis hermanos me había mantenido siempre en un casillero especial de la familia. Mis hermanos me tenían (todavía me tienen) afecto, pero se ponían bastante pesados cuando me hacían bromas sobre la insularidad de mi condición femenina. Entre ellos se intercambiaban chistes, de los que por lo común yo era destinataria, pero pronto se arrepentían, especialmente cuando yo me echaba a llorar, impotente, y me acariciaban o me besaban o me decían: Pero, Mercedes, ¿nunca aprenderás a no tomarnos en serio?

Mis hermanos tenían muchos amigos, entre ellos Dionisio y Juanjo, que eran simpáticos y me trataban con cariño, como si yo fuese una hermana menor. Pero también estaba Renato, que me molestaba todo lo que podía, pero sin llegar nunca al arrepentimiento final de mis hermanos. Yo lo odiaba, sin ningún descuento, y tenía conciencia de que mi odio era correspondido.

Cuando me convertí en una muchacha, mis padres me dejaban ir a fiestas y bailes, pero siempre y cuando me acompañaran mis hermanos. Ellos cumplían su misión cancerbera con liberalidad, ya que, una vez introducidos ellos y yo en el jolgorio, cada uno disfrutaba por su cuenta y solo nos volvíamos a ver cuando venían a buscarme para la vuelta a casa.

Sus amigos a veces venían con nosotros, y también las muchachas con las que estaban más o menos enredados. Yo también tenía mis amigos, pero en el fondo habría preferido que Dionisio, y sobre todo Juanjo, que me parecía guapísimo, me sacaran a bailar y hasta me hicieran alguna “proposición deshonesta”. Sin embargo, para ellos yo seguía siendo la chiquilina de siempre, y eso a pesar de mis pechitos en alza y de mi cintura, que tal vez no era de avispa, pero sí de abeja reina. Renato concurría poco a esas reuniones, y, cuando lo hacía, ni nos mirábamos. La animadversión seguía siendo mutua.

En el carnaval de 1958 nos disfrazamos todos con esmero, gracias a la espontánea colaboración de mamá y sobre todo de la tía Ramona, que era modista. Así mis hermanos fueron, por orden de edades: un mosquetero, un pirata, un cura párroco, un marciano y un esgrimista. Yo era Cleopatra, y por si alguien no se daba cuenta, a primera vista, de a quién representaba, llevaba una serpiente de plástico que me rodeaba el cuello. Ya sé que la historia habla de un áspid, pero a falta de áspid, la serpiente de plástico era un buen sucedáneo. Mamá estaba un poco escandalizada porque se me veía el ombligo, pero uno de mis hermanos la tranquilizó: “No te preocupes, vieja, nadie se va a sentir tentado por ese ombliguito de recién nacido.”

A esa altura yo ya no lloraba con sus bromas, así que le di al descarado un puñetazo en pleno estómago, que le dejó sin habla por un buen rato. Rememorando viejos diálogos, le dije: “Disculpa, hermanito, pero no es para tanto”, ¿cuándo aprenderás a no tomar en serio mis golpes de kárate?

Nos pusimos caretas o antifaces. Yo llevaba un antifaz dorado para no desentonar con la pechera áurea de Cleopatra. Cuando ingresamos en el baile (era un club de Malvín) hubo murmullos de asombro, y hasta aplausos. Parecíamos un desfile de modelos. Como siempre, nos separamos y yo me divertí de lo lindo. Bailé con un arlequín, un domador, un paje, un payaso y un marqués. De pronto, cuando estaba en plena rumba con un chimpancé, un cacique piel roja, de buena estampa, me arrancó de los peludos brazos del primate y ya no me dejó en toda la noche. Bailamos tangos, más rumbas, boleros, milongas, y fuimos sacudidos por el recién estrenado seísmo del rock-and-roll. Mi pareja llevaba una careta muy pintarrajeada, como correspondía a su apelativo de Cara Rayada.

Aunque forzaba una voz de máscara que evidentemente no era la suya, desde el primer momento estuve segura de que se trataba de Juanjo (entre otros indicios, me llamaba por mi nombre) y mi corazón empezó a saltar al compás de ritmos tan variados. En ese club nunca contrataban orquestas, pero tenían un estupendo equipo sonoro que iba alternando los géneros, a fin de (así lo habían advertido) conformar a todos. Como era de esperar, cada nueva pieza era recibida con aplausos y abucheos, pero en la siguiente era todo lo contrario: abucheos y aplausos. Cuando le llegó el turno al bolero, el cacique me dijo: Esto es muy cursi, me tomó de la mano y me llevó al jardín, a esa altura ya colmado de parejas, cada una en su rincón de sombra.

Creo que ya era hora de que nos encontráramos así, Mercedes, la verdad es que te has convertido en una mujercita. Me besó sin pedir permiso y a mí me pareció la gloria. Le devolví el beso con hambre atrasada. Me enlazó por la cintura y yo rodeé su cuello con mis brazos de Cleopatra. Recuerdo que la serpiente me molestaba, así que la arranqué de un tirón y la dejé en un cantero, con la secreta esperanza de que asustara a alguien.

Nos besamos y nos besamos, y él murmuraba cosas lindas en mi oído. También me acariciaba de vez en cuando, y yo diría que con discreción, el ombligo de Cleopatra y tuve la impresión de que no le parecía el de un recién nacido. Ambos estábamos bastante excitados cuando escuché la voz de uno de mis hermanos: había llegado la hora del regreso. Mejor te hubieras disfrazado de Cenicienta, dijo Cara Rayada con un tonito de despecho, Cleopatra no regresaba a casa tan temprano. Lo dijo recuperando su verdadera voz y al mismo tiempo se quitó la careta.

Recuerdo ese momento como el más desgraciado de mi juventud. Tal vez ustedes lo hayan adivinado: no era Juanjo, sino Renato. Renato, que, despojado ya de su careta de fabuloso cacique, se había puesto la otra máscara, la de su rostro real, esa que yo siempre había odiado y seguí por mucho tiempo odiando. Todavía hoy, a treinta años de aquellos carnavales, siento que sobrevive en mí una casi imperceptible hebra de aquel odio. Todavía hoy, aunque Renato sea mi marido.

FIN






Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt 



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domingo, 17 de marzo de 2019

[ESPECIAL DOMINICAL] Victoria y crisis de la democracia



La Victoria de Samotracia, Museo del Louvre, París


Victoria y crisis de la democracia son las dos caras de la misma moneda, dejó dicho el politólogo Giovanni Sartori (1924-2017), Premio Príncipe de Asturias de las Ciencias Sociales 2005, porque el éxito democrático deja a nuestras democracias sin el vínculo o la cohesión que se deriva de la existencia de una amenaza externa. Entendámonos: las democracias siempre se han encontrado en situaciones críticas. ¿Qué hay de peculiar en la crisis que ha llegado después de la victoria de la democracia sobre el comunismo? Mi respuesta viene de lejos: la causa principal de nuestros problemas actuales es el pensamiento débil. Y tras el pensamiento débil se encuentra a menudo un pensamiento crítico, que a fin de cuentas tiene poco de crítico. 

La crítica no puede ser nunca pura negatividad. La verdadera actitud crítica debe permanecer siempre abierta a la autocrítica. A saber, abierta a criticarse, en primer lugar, a sí misma. Más aún, el pensamiento crítico se debe enfrentar siempre a dos interrogantes. El primero: ¿cuál es mi objetivo? El segundo: ¿tengo alguna otra cosa que proponer? Se trata de preguntas que pocos plantean y a las cuales nadie ofrece una respuesta. Así termina por prevalecer una refutación vacía: lo que me divierte llamar contrismo. Se trata de la pendiente a la Derrida por la que se desliza nuestra cultura, empeñada en deconstruir todo y en no construir nada. Lo que puede llegar a ser divertido, incluso, pero que nos deja exactamente en el mismo punto de partida. 

Sin embargo, y por venir a la actualidad, es la fuerza de la tecnología, la era del vídeo-poder, lo que más me asusta. Cuando el fin de la cultura de la Ilustración se alía con el fin del hombre de Gutenberg, la democracia se pone verdaderamente en peligro. Sobre todo porque se expone a niveles de competencia política insosteniblemente bajos. 

Se trata de un punto en el que deben evitarse los malentendidos. Una democracia sin enemigos se convierte en una forma política sin alternativas legítimas, sin rivales en el plano de la legitimidad. Y quien no tiene enemigos puede terminar por convertirse en el peor enemigo de sí mismo. En la historia de la humanidad nunca se había dado un momento igual en el que personas se encuentran viviendo en sociedad sin un gran enemigo al que temer y al que combatir. Vivir sin enemigos externos se parece a vivir flotando en estado de ingravidez. Sin embargo, ¿las presiones que nos mantienen unidos resistirán a las fuerzas que nos inducen a separarnos? Mi impresión es que mientras cada vez resulta más difícil resistirse al poder de atracción de la democracia, al mismo tiempo resulta más difícil sostener una democracia exitosa. 

El principio de legitimidad que inspira todas las sociedades modernas señala que los cargos políticos deben ser desempeñados por políticos electos y responsables frente a los electores. Bajo este principio la democracia se ha convertido en the only game in town. Y haría falta una cantidad industrial de mal gobierno y estupidez para devolver a la escena a un gobierno, del tipo que sea, autocrático. Por tanto, el punto no es tanto el hundimiento de la democracia como tal, como su capacidad para crear condiciones de buen gobierno. 

Por desgracia no veo perspectivas particularmente halagüeñas. Ni siquiera en lo tocante al proceso de democratización, es decir, a la posibilidad misma de alcanzar mejores o más elevados estándares de democracia. En el plano de la retórica nos desenvolvemos a lo grande, pero en el plano de los hechos la sondeocracia y la videocracia están generando una democracia sin demos. Sin un pueblo digno de su nombre. Y así llegamos al problema de la demo-inflation. A saber, de la inflación o de la protuberancia del pueblo. La teoría de la democracia se ha encontrado siempre con dificultades cuando se ha enfrentado este tema. ¿Cuál es el verdadero pueblo? Normalmente se responde que si hoy el demos tiene carencias mañana mejorará -en preferencias y competencias- con el crecimiento de la democracia, porque es el kratos del pueblo el que crea (cualitativamente) al pueblo. Como diría Benjamin Barber es la "democracia fuerte" la que alimenta y nutre un "demos fuerte".

Sin embargo, ¿es realmente así? Lo que es cierto es que nuestras democracias se están dirigiendo hacia una presencia cada vez mayor de directismo. Vale decir con ello hacia un escenario donde los procedimientos directos van desplazando y reemplazando progresivamente a la democracia representativa (indirecta). Pero la democracia directa en cuestión es, en realidad, una democracia demoscópica y, por tanto, una democracia monitorizada por los encuestadores. 

La democracia participativa requiere que un número creciente de personas tome parte activamente en la política y que la participación constituya, por sí misma, un proceso educativo: participando se aprende. De este modo se vendría a formar ese "demos fuerte" que mencionábamos antes. Pero en la variante de la democracia demoscópica el pueblo se reduce a una muestra representativa de ciudadanos, a un millar de individuos que responden con monosílabos a un puñado de preguntas. Resulta evidente que en la sondeocracia no se produce participación, ni nadie desarrolla un interés genuino por la política. Y así no hacemos sino alimentar, de facto, un demos débil animado a no saber y no hacer. 

Además de las encuestas que sondean nuestras opiniones tenemos, también, una montaña de datos que confirman que las personas no saben, y no entienden, las cuestiones políticas sobre las que se les pide que manifiesten su opinión. Por tanto, sabemos bien, sin sombra de duda, que el estado de la opinión pública es pobre. Y que se está deteriorando progresivamente a la par que empeora la calidad de los medios de comunicación y la enseñanza en las escuelas. La consecuencia de todo ello es que estamos construyendo peligrosamente un sistema político basado en el pueblo a través de una expansión inducida del demos que, al final, nos deja ante un pueblo de cartón, un público de ficción, que en realidad no existe. 



Giovanni Sartori, recibiendo el Príncipe de Asturias en 2005.


Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt 



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[TRIBUNA DE PRENSA] Lo mejor de la semana. Marzo, 2019 (III)





Dicen que elegir es descartar, y estoy acuerdo con ello. Aquí les dejo algunos de los artículos de opinión publicados en la prensa diaria que durante la pasada semana he ido subiendo al blog en la columna Tribuna de prensa. Asumo la responsabilidad de su elección y de la posibilidad de equivocarme. Como dijo Hannah Arendt, espero que les inviten a pensar para comprender y comprender para actuar, pues la vida, a fin de cuentas, no va de otra cosa: pensar, comprender, actuar. Se los recomiendo encarecidamente. Creo que merecen la pena, pero si no es así, la próxima vez acertaré. 


La maldad en campaña electoral, por Cristina Monge

Y desde los enlaces de más abajo puede acceder a algunos de los diarios y revistas más relevantes de España, Europa y el mundo, actualizados continuamente.

The Washington Post (EUA)
El País (España)
Le Monde (Francia)
The Times (Gran Bretaña)
El Mundo (España)
Gazeta Wyborcza (Polonia)
La Vanguardia (España)
Canarias7 (España)
El Universal (México)
Clarín (Argentina)
La Voz de Galicia (España)
NRC (Países Bajos)
La Stampa (Italia)
Le Figaro (Francia)
Tages Anzeiger (Suiza)
Excelsior (México)
Die Welt (Alemania)
El País Semanal (España)
Revista de Libros (España)
Letras Libres (España)
Litoral (España)
Jot Down (España)
Der Spiegel (Alemania)
Política Exterior (España)
Cidob (España)
Concilium (España)
Le Nouvel Afrique (Bélgica)
Time (EUA)
Life (EUA)
Cambio16 (España)
Jeune Afrique (Francia)
Tiempo (España)
Newsweek (Estados Unidos)
Nature (Estados Unidos)
Paris Match (Francia)
National Geographic (Estados Unidos)
Expresso (Portugal)
Les Temps Modernes (Francia)
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[PARLAMENTO] Diario de sesiones de las Cortes Generales. Marzo, 2019 (III)






Las Cortes Generales representan al pueblo español y están conformadas por el Congreso de los Diputados y el Senado. Ambas Cámaras ejercen la potestad legislativa del Estado, aprueban sus Presupuestos, controlan la acción del Gobierno y tienen las demás competencias que les atribuye la Constitución. 

En los Diarios de Sesiones de las Cámaras se reflejan literalmente los debates habidos en los plenos y las comisiones respectivas y las resoluciones adoptadas en cada una de ellas. Los demás documentos parlamentarios: proyectos de ley, proposiciones de ley, interpelaciones, mociones, preguntas, y el resto de la actividad parlamentaria, se recogen en los Boletines Oficiales del Congreso de los Diputados y del Senado. 

Desde este enlace pueden acceder a toda la información parlamentaria de la presente legislatura, actualizada diariamente. Les recomiendo encarecidamente que la exploren con atención si tienen interés en ello. Y desde estos otros a las páginas oficiales de las principales instituciones políticas nacionales, europeas y locales:



INSTITUCIONES EUROPEAS


INSTITUCIONES LOCALES


Desde estos otros enlaces pueden acceder a los Diarios de Sesiones de los plenos de ambas cámaras, así como a los de sus comisiones y los de las mixtas de las Cortes Generales, habidas en la semana precedente:  


I. CORTES GENERALES
(Sin sesiones)

II. CONGRESO DE LOS DIPUTADOS
(Sin sesiones)

III. SENADO
(Sin sesiones)

Esta es la agenda prevista para la semana próxima tanto en el Congreso como en el SenadoY desde estos otros enlaces pueden acceder al programa que RTVE ofrece semanalmente sobre la vida parlamentaria y al blog de las Cortes Generales dedicado a la Conmemoración del 40º aniversario de la Constitución.




Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt 



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sábado, 16 de marzo de 2019

[A VUELAPLUMA] La fragilidad de las palabras





Las palabras huyen, dice el escritor nicaragüense Sergio Ramírez, Premio Cervantes 2017, y para un escritor de empeño diario no existe vacío más absoluto y aterrador que el de la página en blanco, algo que puede ser ya un lugar común, pero no por eso es menos verdadero.

Las mesas de conversación literaria en el Festival Correntes d'Escritas celebrado en Póvoa de Varzim, comienza diciendo, giran alrededor de versos sacados de las poesías de Sophia de Melo Breyner, la gran escritora portuguesa muerta en 2004.

“En el punto donde la soledad y el silencio/se cruzan como la noche y como el frío/esperé como quien espera en vano/tan nítido y preciso era el vacío...”, dice la estrofa de cuyo último verso he debido sacar mi propia reflexión.

Para un escritor de empeño diario no existe vacío más absoluto y aterrador que el de la página en blanco. Esto puede ser ya un lugar común, pero no por eso es menos verdadero.

El miedo a lanzarse a la nada tecleando la primera letra de una palabra que se enlazará en una frase que tememos desde ya fallida; de allí la parálisis de los dedos que se resuelve en la vacilación, el intento frustrado que quedará lejos de lo que la idea busca decir. Entonces las tachaduras repetidas, la frustración ante la mañana de trabajo que avanza sin frutos, las hojas arrugadas que llenan el cesto de papeles.

Robert Graves dice en Adiós a todo eso, que nunca olvidó el consejo del director de la escuela secundaria que dejaba en 1914 para irse las trincheras al empezar la primera guerra mundial: “recuerda esto, tu mejor amigo es el cesto de papeles”.

Cuando viví en Berlín Occidental en los años setenta del pasado siglo, como escritor en residencia, me sentaba todas las mañanas del mundo frente a la máquina, dichoso de que una fundación benéfica me pagara solamente por escribir.

Me convertí entonces en el mejor cliente de la papelería de la esquina en mi barrio de Wilmersdorf. Enemigo de las tachaduras, sacaba del carro hoja tras hoja, que iban a dar al cesto que de manera tan fiel custodiaba mi trabajo a mis pies.

Era porque no solo pretendía la página perfecta en términos de la escritura, eso que nunca se consigue, sino también en cuanto a la estética visual: nada de tachaduras. Una manía doble: buscar el párrafo exacto y, además, limpio ante el ojo.

Ahora, la página en blanco tiene en la pantalla de la computadora esa misma pureza del papel. Pero ya no hay el problema estético de la página que debe parecer perfecta a la vista. No hay borrones innobles, no hay tachaduras que despiertan la ira reprimida que trae consigo digitar mal más de una vez. Cada párrafo es visualmente puro porque el ojo no tiene pretexto para las inconformidades.

Pero es una perfección mentirosa, porque la página digital lo único que sabe es guardar falsas apariencias. Si dejáramos esa página sin reparos ni castigos, estaríamos andando por el camino de la mala escritura, aquella que pretende no necesitar nunca correcciones.

Y aunque corrijo muchas veces en la pantalla, en algún momento hay que imprimir esa página para llevarla al mundo real del papel, y entonces, empezar a corregir con el lápiz afilado, a luchar cuerpo a cuerpo con las palabras hasta el amanecer, como Jacob con el ángel, hasta derrotarlas, aunque terminemos descoyuntados.

Vladimir Nabokov explica este desajuste entre palabra e idea en La verdadera vida de Sebastián Knight: Hay que cruzar ese “abismo que se abre entre la expresión y el pensamiento”…“ninguna idea real puede decirse que exista sin las palabras hechas a su medida…”

Hacer que las palabras se acerquen lo más posible a las imágenes desplegadas en la mente. La palabra exacta, dice Flaubert. “Todo el talento de escribir no consiste, después de todo, más que en la escogencia de las palabras” escribe en una carta Louise Colet.

La palabra que calza como anillo al dedo. La pieza adecuada, el tornillo, la biela, colocados en el lugar preciso de la máquina para que pueda andar con armonía, sin notas desafinadas ni ruidos molestos.

“Yo persigo una forma que no encuentra mi estilo”, dice Rubén Darío en un soneto en que late esta ansiedad por la búsqueda de la exactitud verbal, sólo para lamentarse adelante: “Y no hallo sino la palabra que huye…”.

O como se reclama Octavio Paz en Las palabras: “Dales la vuelta/ cógelas del rabo (chillen, putas)/azótalas/…haz que se traguen todas sus palabras…”

La página en blanco está llena de sombras, de palabras fugitivas. Hay que buscar atraparlas, y eso significa atrapar la gracia. La escritura es un milagro provocado. Y no pocas veces un milagro una y otra vez corregido.





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