domingo, 21 de enero de 2018

[TRIBUNA DE PRENSA] Lo mejor de la semana. Enero, 2018 (III)





Dicen que elegir es descartar. Estoy de acuerdo, y asumo la responsabilidad que me quepa por mi elección. Aquí les dejo los Tribuna de prensa que durante la pasada semana he ido subiendo a Desde el trópico de Cáncer. Tres, como máximo, cada día. Como dijo Hannah Arendt espero que les inviten a pensar para comprender y comprender para actuar. La vida, a fin de cuentas, no va de otra cosa que de eso. Se los recomiendo encarecidamente. Creo que merecen la pena.

DOMINGO, 14 DE ENERO
Descrédito, por Manuel Vicent
Anacronismos en serie, por Álex Grijelmo
Proceso, deshecho, por Arcadi Espada

LUNES, 15 DE ENERO
El prestigio de lo hispano, por Jesús Andreu
La gran revolución, por Antonio Navalón
Derechos civiles, por Ana Merino

MARTES, 16 DE ENERO
Hacer ver, por David Trueba
Federalismo: unión o desintegración, por Joaquim Coll
Elemental, por Félix de Azúa

MIÉRCOLES, 17 DE ENERO
El coste de la identidad, por Armando Fernández Steinko
Mujeres liberan otra voz, por Catherine Millet (et alii)
El cerco a la ley, por Antonio Elorza

JUEVES, 18 DE ENERO
Obsolescencia, por Javier Sampedro
Ellas, puritanas; ellos, galantes, por Gabriela Cañas
Mujeres, francesas, por Arcadi Espada

VIERNES, 19 DE ENERO
La solución política funciona, por Félix Ovejero
Clarke, Kubrick y la hipótesis de la panspermia, por Jesús Mota
Mientras Alemania dormía, por Helmut K. Anheier

SÁBADO, 20 DE ENERO
Patada a seguir, por Manuel Arias Maldonado
Mal, por Fernando Savater
No es solo sexo, por Máriam Martínez-Bascuñán

Y desde los enlaces de más abajo pueden acceder a algunos de los diarios y revistas más relevantes de España y del mundo, actualizados continuamente. Espero que los disfruten:

The Washington Post (EUA)
El País (España)
Le Monde (Francia)
The New York Times (EUA)
The Times (Gran Bretaña)
Le Nouvel Observateur (Francia)
Chicago Tribune (EUA)
El Mundo (España)
La Vanguardia (España)
Los Angeles Times (EUA)
Canarias7 (España)
El Universal (México)
Clarín (Argentina)
L'Osservatore Romano (Vaticano)
La Voz de Galicia (España)
NRC (Países Bajos)
La Stampa (Italia)
Frankfurter Allgemeine Zeitung (Alemania)
Le Figaro (Francia)
Tages Anzeiger (Suiza)
Komsomolskaya Pravda (Rusia)
Excelsior (México)
Die Welt (Alemania)
El Nuevo Herald (EUA)
Revista de Libros (España)
Letras Libres (España)
Claves de Razón Práctica (España)
Cuadernos para el diálogo (España)
Litoral (España)
Jot Down (España)
Real Instituto Elcano (España)
Centro de Estudios Políticos y Constitucionales (España)
Der Spiegel (Alemania)
The New Yorker (EUA)
Política Exterior (España)
Cidob (España)
Concilium (España)
Le Monde Diplomatique (Francia)
Le Nouvel Afrique (Bélgica)
Time (EUA)
Life (EUA)
Revista Española de Ciencia Política (España)
Cambio16 (España)
Jeune Afrique (Francia)
Tiempo (España)
Historia y Política (España)
Newsweek (Estados Unidos)
Nature (Estados Unidos)
Historia National Geographic (España)
Paris Match (Francia)
Instituto Nacional de Estadística (España)
Y desde estos otros a los especiales sobre:




Bautizo ortodoxo en el río Jordán (Jericó, Palestina)


Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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elblogdeharendt@gmail.com
La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

[HUMOR EN CÁPSULAS] Para hoy domingo, 21 de enero





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios. Yo no soy humorista, así que me quedo con la primera acepción.

En la medida de lo posible iré subiendo al blog cada día las viñetas de mis dibujantes favoritos en Canarias7, El Mundo, El País y La Provincia-Diario de Las Palmas. Disfruten de ellas. 





Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: vámonos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt






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sábado, 20 de enero de 2018

[POLÍTICA] Un horizonte compartido






Eduardo Madina, exdiputado socialista en el Congreso, distanciado con la dirección actual de su partido, y víctima de un atentado de la ETA en el que perdió una pierna en su juventud, escribía hace unos días en El País sobre la necesidad de crear un horizonte compartido de país, y que es ahora, cuando se cumplen 40 años de la aprobación de la Constitución, cuando es un buen momento para que las fuerzas políticas acuerden un objetivo común en un proyecto para legar a quienes nacen ahora otros 40 años que merezcan la pena

Se cumplen 40 años de la aprobación de la Constitución, el instante originario de la recuperación democrática en España tras cuatro décadas de dictadura, comenzada diciendo. El año 2018 será probablemente un año de balances sobre el resultado de este recorrido democrático.

Es innegable que, desde la perspectiva histórica el balance solo puede ser positivo. El sistema nacido en el año 1978 y las decisiones que tanto la sociedad española como sus diferentes Gobiernos —con aciertos y errores— han ido tomando en estas cuatro décadas han llevado a nuestro país a la mejor situación de toda su historia.

España es hoy un Estado destacado dentro del mejor marco político existente en toda la geografía y la historia humana, la Unión Europea. Está situado entre los 20 mejores de la OCDE en calidad democrática y calidad de vida y entre los 30 más avanzados del mundo en el Índice de Desarrollo Humano de Naciones Unidas. Es un país que ha experimentado incrementos notables de esperanza de vida (de 74,5 años de media en 1978 a 83 en 2017), que ha mejorado sustancialmente sus indicadores de igualdad, que ha alcanzado cotas de desarrollo y cohesión social, de derechos y libertades públicas que no eran siquiera imaginables en los comienzos de la democracia.

El recorrido realizado en estas cuatro décadas se puede equiparar perfectamente al que iniciaron 33 años antes la mayoría de los Estados de Europa Occidental con la victoria aliada en la II Guerra Mundial.

Es por tanto evidente que en la evaluación de estos 40 años hay muchas más luces que sombras. Y en ese sentido, resultan llamativas las apelaciones despectivas contra eso que algunos denominan sombríamente “el régimen del 78”. Apelaciones realizadas precisamente por miembros de la generación nacida a las puertas de la democracia o en la democracia misma, la principal beneficiada por aquel acuerdo político, la que mejores condiciones y oportunidades ha tenido de cuantas haya habido en España. Ninguna lo tuvo mejor antes. Ninguna recorrió 40 años así —paz y desarrollo, democracia ininterrumpida, derechos y libertades— como los que han vivido quienes nacieron a partir de los años setenta.

De dicha generación —la mía— se esperaría algo más que un torrente de críticas al pasado. En primer lugar, se esperaría la demostración de alguna capacidad para relatar un proyecto completo de país. En segundo lugar, capacidad para llevarlo al campo del acuerdo político y, finalmente, voluntad de consenso de un horizonte común para la España de los próximos 40 años. ¿Es mucho pedir a nuestras fuerzas políticas un horizonte compartido? ¿Tienen capacidad para relatar cada uno el suyo para después ponerse de acuerdo en uno común?

Porque establecido el objetivo de país, la deliberación política queda para lo que debe, para el debate de cuáles son los mejores caminos para alcanzarlo, cuáles las mejores medidas, los marcos regulatorios y las leyes más eficaces, la distribución fiscal y la presupuestaria. Es decir, discutir sobre los distintos retos, sobre las distintas materias y los distintos asuntos, pero sabiendo para qué.

Sin embargo, es precisamente eso lo que más se echa en falta, un horizonte hacia el que apuntar. Y mientras lo echamos en falta, España va acumulando retos suficientes como para plantearse además si está centrando el debate político en sus propias prioridades.

El país se la juega en retos que, en algunos casos, son compartidos con los países de nuestro entorno y en otros son problemáticas propias producto de dinámicas endógenas negativas. Y de la resolución de los mismos dependerá que las generaciones futuras tengan otros 40 años de desarrollo y avances como los vividos en España en las últimas cuatro décadas.

La competitividad por valor añadido de la economía y la calidad del empleo. La sostenibilidad medioambiental de nuestro modelo de desarrollo. La transformación robótica y digital de la cuarta revolución tecnológica y sus inmensos desafíos éticos y jurídicos en las relaciones humanas. El reto migratorio y demográfico de una España envejecida y la sostenibilidad de un funcionamiento eficaz de los servicios públicos. La cohesión social que, en parte, se deriva de ello. La cohesión territorial. La brecha creciente entre la realidad urbana y la realidad rural. La definición de nuestra ciudadanía, su significado y sus límites, nuestros derechos y obligaciones, nuestras libertades públicas. La igualdad plena de las mujeres en una sociedad libre de asesinatos machistas y violencia de género.

Son sólo algunos ejemplos. Indudablemente, hay muchos más. Ejemplos de todo lo que se trata, en la conversación pública española, mucho menos y con menos profundidad de lo que debería. No son temas con quizá tanto atractivo como el que sorprendentemente ha tenido la cabalgata de Vallecas, pero son los retos donde el país se la juega. Es probable que merezcan más demanda y más atención.

Quizá el déficit de contenidos que vivimos obedezca, en parte, a que carecemos de un horizonte compartido de país que delimite y ordene las prioridades de la deliberación política y la conversación pública.

En 1978, las diferentes formaciones políticas consiguieron definir, pactar e implementar un objetivo de país al que supieron llevar a la gran mayoría de la sociedad española; una democracia asentada y un estado social y de derecho modernizado en una España que funcionara dentro del marco de la Unión Europea.

En el año 2018 también se podría plantear un horizonte compartido, un país con una economía altamente competitiva por valor añadido, formación y tecnología, con niveles elevados de cohesión social y de igualdad, donde la condición de ciudadanía fuera la más avanzada del mundo en derechos, obligaciones y libertades públicas.

Cuando se cumplen 40 años de la aprobación de la Constitución, ese sería el mejor compromiso de las principales fuerzas políticas con el futuro de la sociedad española; acordar un horizonte compartido de país. Un objetivo común en el que los principales dirigentes políticos podrían demostrar que son capaces de encontrarse y de hacer que nos encontremos. Una idea hacia la que caminar. Una idea que ordene y oriente el debate público. Un proyecto de país para legar a quienes están naciendo ahora otros 40 años que merezcan la pena. Cuatro décadas más. Mejores, incluso, que las últimas cuatro.




Dibujo de Eulogia Merle para El País



Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: vámonos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt






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[HUMOR EN CÁPSULAS] Para hoy sábado, 20 de enero





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios. Yo no soy humorista, así que me quedo con la primera acepción.

En la medida de lo posible iré subiendo al blog cada día las viñetas de mis dibujantes favoritos en Canarias7, El Mundo, El País y La Provincia-Diario de Las Palmas. Disfruten de ellas. 





Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: vámonos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt






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viernes, 19 de enero de 2018

[HUMOR EN CÁPSULAS] Para hoy viernes, 19 de enero





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios. Yo no soy humorista, así que me quedo con la primera acepción.

En la medida de lo posible iré subiendo al blog cada día las viñetas de mis dibujantes favoritos en Canarias7, El Mundo, El País y La Provincia-Diario de Las Palmas. Disfruten de ellas. 





Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: vámonos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt






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jueves, 18 de enero de 2018

[HUMOR EN CÁPSULAS] Para hoy jueves, 18 de enero





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios. Yo no soy humorista, así que me quedo con la primera acepción.

En la medida de lo posible iré subiendo al blog cada día las viñetas de mis dibujantes favoritos en Canarias7, El Mundo, El País y La Provincia-Diario de Las Palmas. Disfruten de ellas. 




Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: vámonos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt






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miércoles, 17 de enero de 2018

[A VUELAPLUMA] Nación frente a democracia en la Transición española





La pluralidad de proyectos periféricos se impuso frente a unas señas de identidad comunes en el proceso que llevó a la Transición española a la democracia , dice en El País el profesor Andrés de Blas Guerrero, catedrático de Teoría del Estado en la UNED . 

Entre las muchas sugerencias que se desprenden de la lectura del espléndido reciente ensayo de Santos Juliá sobre la Transición española, comienza diciendo Blas Guerrero, hay una, insinuada mejor que explicitada, que pienso merece un comentario. Se trata del dilema que entonces se planteó entre democracia y nación. En pocas palabras, el dilema consistió en priorizar la construcción de la democracia sobre la recuperación de una idea de nación española. No faltaban razones para esta decisión. Resulta evidente que los proyectos de nacionalismo español a lo largo de los siglos XIX y XX habían sido plurales y enfrentados. El proyecto de la tradición liberal-democrática dominante en líneas generales hasta la Guerra Civil se hubo de enfrentar al proyecto nacional-católico y de inspiración fascista triunfante con el franquismo. Como consecuencia de ello, cabía deducir una similar idea de pluralidad con referencia a la nación española. Aunque, en este punto, la acción de un Estado secular, la comunidad cultural mayoritaria y la proyección de un largo pasado restaban fuerza a la existencia de distintas visiones de la nación común, es cierto que la pluralidad enfrentada de proyectos nacionales debilitaba la coherencia de la nación de los españoles. En consecuencia, la reconstrucción de una idea nacional para nuestro país constituía una empresa azarosa, sujeta a enfrentamientos que no se presentaban en la idea de recuperar la democracia.

Los distintos actores del proceso de Transición se apuntarían a esta visión de la cuestión por distintas, pero coincidentes razones en el resultado final. Los reformistas provenientes del franquismo eran conscientes del papel que una particular idea de nación española había desempeñado, especialmente en su primer trecho de vida, en la dictadura. En su deseo de incorporarse a la restablecida democracia tenían una buena disculpa para orillar la recuperación de la nación. La izquierda española tenía su parcial inspiración en un marxismo de combate, en el olvido de la tradición liberal-democrática anterior a la Guerra Civil y en su lucha por hacerse un lugar al sol en Cataluña, y el País Vasco, unas eficaces explicaciones para alejarse de una idea de nación española. Ni que decir tiene que los nacionalismos periféricos, radicalizados por la acción de la dictadura y deseosos de sustituir la nación común por sus propias realidades nacionales, coincidían con aquellas actitudes.

Lo que se planteó entonces como una estrategia política prudente pondría de manifiesto con el paso del tiempo sus debilidades. No se prestó atención al dato de que todo Estado, incluso el más democrático, necesita para garantizar su buen funcionamiento el cimiento de una comunidad de ciudadanos conscientes de sus derechos y deberes. En última instancia, de una nación política fundamentada en una cosmovisión liberal-democrática. Incluso, dentro de un proyecto de construcción europea, el Estado y la nación siguen siendo artefactos funcionales para la vida de los europeos. Cuando se habla de la historicidad de las naciones se está haciendo referencia a un hecho cierto. Tan cierto como la historicidad de los Estados. Pero mientras estos últimos sigan desempeñando un papel importante en la vida de los pueblos resultará de todo punto precipitado predicar su superación. Lo mismo cabe afirmar de unas naciones políticas abiertas al reconocimiento de los valores del pluralismo, las lealtades compartidas y la tolerancia.

Se olvidó entonces también que el papel hurtado a la nación española habría de ser ocupado por otras realidades nacionales que aspiraban a sustituirla. Es verdad que el proceso constituyente de 1978 vino a rectificar parcialmente esta situación. Los debates constitucionales, la fórmula del artículo 2, la compatibilidad ampliamente aceptada de la idea de nación común y la de nacionalidades y regiones habría de suponer una parcial modificación de la actitud ante la cuestión hasta entonces dominante. Se produjo en este momento un consenso respecto a la cuestión nacional española que daba satisfacción a la mayor parte de las posiciones en conflicto. Sería necesario estudiar las causas e identificar a los responsables de que ese consenso aparezca hoy debilitado, hasta el punto de que sean en la actualidad muchas las voces, merecedoras de atención, a favor de una revisión del pacto de 1978. Lo que sí parece claro es que los pasos dados a lo largo del proceso de Transición anterior a la Constitución de 1978 dejarían una profunda huella en la política española. Una huella cuyo peso seguimos sintiendo en la actualidad.





Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: vámonos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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