Les pido disculpas por mi insistencia en mencionar de nuevo a los clásicos, de manera especial, a los griegos. Me gusta decir que casi todo lo importante que se ha escrito o dicho después de ellos es una mera paráfrasis de lo que ellos dijeron mucho mejor. Con toda seguridad es exagerado por mi parte, pero es así como lo siento. Deformación profesional como estudioso de la Historia y amante apasionado de una época y unos hombres que pusieron los cimientos de eso que llamamos Occidente.
No se me ocurre mejor manera de homenajearlos que trayendo hasta el blog, en esta sección de "Un clásico de vez en cuando", a Las suplicantes, de Esquilo, que pueden leer en el enlace de más arriba, o ver si lo desean un fragmento de la misma representado en noviembre de 2013 por la Escuela de Teatro y Danza de Extremadura, en el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida. También pueden verlo en el vídeo de más abajo.
Esquilo (525 a.C-456 a.C.) fue un dramaturgo griego, predecesor de Sófocles y Eurípides, considerado como el primer gran representante de la tragedia griega. Nació en Eleusis, Ática, lugar en el que se celebraban los misterios de Eleusis. Pertenecía a una noble y rica familia de terratenientes. En su juventud fue testigo del fin de la tiranía de los Pisistrátidas en Atenas. Luchó en las batallas de Maratón, Salamina y Platea contra los persas. Alguna de sus obras son el resultado de sus experiencias de guerra. De la importancia de su obra da fe el hecho de que se permitiera que sus obras fueran representadas en el agón («certamen») en los años posteriores a su muerte, junto a las de los dramaturgos vivos; un honor excepcional. De toda su extensa obra sólo se conservan siete piezas, seis de ellas premiadas, y fragmentos de otras tantas.
Las suplicantes de Esquilo está datada hacia el 465 a.C. Su trama es la historia de las cincuenta Danaides, que conducidas por Dánao, su padre, han llegado a Argos huyendo de los hijos del rey de Egipto, que pretendían obligarlas a casarse con ellos. Una vez en Argos, se hacen suplicantes de Zeus, ascendiente suyo, refugiándose en su altar. Temerosas de ser forzadas por sus perseguidores, suplican a Pelasgo, rey de Argos, por el derecho a no ser entregadas a quienes ellas no quieran y a disponer de su propio cuerpo frente a la violencia masculina, amenazando en caso contrario con suicidarse ahorcándose con sus ceñidores y cinturones en las estatuas de los dioses que hay en el altar. Pelasgo, temeroso de indisponerse con Egipto, consulta con el pueblo, que decide protegerlas. La situación que plantea Esquilo es la del dilema que supone la decisión de Pelasgo, pues sea esta cual sea, conducirá a la desgracia de su pueblo: si acoge a las Danaides, supondrá la guerra con los egipcios; si decide entregarlas a sus perseguidores, supondrá la cólera de Zeus por romper las reglas de la hospitalidad.
Esquilo
Esquilo (525 a.C-456 a.C.) fue un dramaturgo griego, predecesor de Sófocles y Eurípides, considerado como el primer gran representante de la tragedia griega. Nació en Eleusis, Ática, lugar en el que se celebraban los misterios de Eleusis. Pertenecía a una noble y rica familia de terratenientes. En su juventud fue testigo del fin de la tiranía de los Pisistrátidas en Atenas. Luchó en las batallas de Maratón, Salamina y Platea contra los persas. Alguna de sus obras son el resultado de sus experiencias de guerra. De la importancia de su obra da fe el hecho de que se permitiera que sus obras fueran representadas en el agón («certamen») en los años posteriores a su muerte, junto a las de los dramaturgos vivos; un honor excepcional. De toda su extensa obra sólo se conservan siete piezas, seis de ellas premiadas, y fragmentos de otras tantas.
Las Danaides
Las suplicantes de Esquilo está datada hacia el 465 a.C. Su trama es la historia de las cincuenta Danaides, que conducidas por Dánao, su padre, han llegado a Argos huyendo de los hijos del rey de Egipto, que pretendían obligarlas a casarse con ellos. Una vez en Argos, se hacen suplicantes de Zeus, ascendiente suyo, refugiándose en su altar. Temerosas de ser forzadas por sus perseguidores, suplican a Pelasgo, rey de Argos, por el derecho a no ser entregadas a quienes ellas no quieran y a disponer de su propio cuerpo frente a la violencia masculina, amenazando en caso contrario con suicidarse ahorcándose con sus ceñidores y cinturones en las estatuas de los dioses que hay en el altar. Pelasgo, temeroso de indisponerse con Egipto, consulta con el pueblo, que decide protegerlas. La situación que plantea Esquilo es la del dilema que supone la decisión de Pelasgo, pues sea esta cual sea, conducirá a la desgracia de su pueblo: si acoge a las Danaides, supondrá la guerra con los egipcios; si decide entregarlas a sus perseguidores, supondrá la cólera de Zeus por romper las reglas de la hospitalidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario