El blog de HArendt - Pensar para comprender, comprender para actuar - Primera etapa: 2006-2008 # Segunda etapa: 2008-2020 # Tercera etapa: 2022-2025
jueves, 29 de mayo de 2025
miércoles, 28 de mayo de 2025
DE LAS ENTRADAS DEL BLOG DE HOY MIÉRCOLES, 28 DE MAYO DE 2025
DE LA VIDA QUE BULLE Y NO VEMOS
La inmensa mayoría de la materia viva bulle en el mar y bajo nuestros zapatos sin que le prestemos atención, comenta en El País [¡Salvad a los microbios!, 24/05/2025] el divulgador científico Javier Sampedro. Los aficionados al campo, comienza diciendo Sampedro,ese lugar donde los pollos se pasean crudos, como dijo el poeta, tienden a olvidar que la peste, la tuberculosis y el sida son también obra de la madre naturaleza. Y a los conservacionistas, por tanto, ni se les ocurre incluir a los microbios en su lista de especies amenazadas. Pero las bacterias y los virus llevan en la Tierra más tiempo que ningún otro ser vivo, y todos nosotros —las adelfas, los jaguares y las personas— provenimos de ellos en línea directa. Los ciclos del carbono, el nitrógeno y el oxígeno, en los que se basa la vida en el planeta, dependen por entero de los microbios. A la Tierra le da igual que desaparezca el oso panda o el ser humano, pero sin bacterias y virus esto no funcionaría en absoluto.
Un grupo de conservacionistas, no muy grande por el momento, está intentando convencer a sus colegas de que hay microbios que deben considerarse especies amenazadas. Los activistas celebran esta semana una reunión en el Instituto Oceanográfico Scripps, de la Universidad de California en San Diego, donde reivindican a los olvidados del mundo microbiano: las bacterias, arqueas, protistas, hongos unicelulares y virus que nos dan el aire que respiramos, digieren los alimentos en nuestras tripas, fabrican el pan y la cerveza, fijan el nitrógeno de nuestros cultivos y nos permiten entender la biología en sus niveles más fundamentales.
Escribe un 1 y ponle 31 ceros detrás. Ese es el número de microbios en la Tierra. Casi todos han pasado inadvertidos hasta hace poco porque no crecen en cultivo, pero ya no hace falta que lo hagan: basta sacar un cubo de agua del mar y secuenciar todo el ADN que salga de ahí. Así se descubren cada día miles de especies de bacterias y virus que hasta ahora habían pasado por debajo del radar de los microbiólogos. En esas ristras de letras genéticas a, g, t, c se esconden secretos profundos de la vida actual y su pasado remoto, ventanas de conocimiento que nunca habíamos tenido oportunidad de abrir, soplos de aire fresco para un nuevo amanecer del entendimiento.
En Cuatro Ciénagas, en el estado mexicano de Coahuila, una bacteria llamada Bacillus coahuilensis es capaz de sintetizar sulfolípidos. Explicaré esto. Cualquier bacteria, como cualquiera de nuestras células, está rodeada de una membrana hecha de fosfolípidos, unas moléculas largas de grasa (lípidos) que llevan un átomo de fósforo en un extremo (fosfo). Pero ‘Bacillus coahuilensis’ se ha saltado esa norma y, por alguna razón, utiliza azufre (sulfo) en vez de fósforo. La razón, sospechan los científicos, es que la bacteria ha evolucionado en un ambiente donde el fósforo escasea, como tal vez ocurría en la Tierra primitiva. Lo más interesante es que Bacillus coahuilensis se está ramificando en varios linajes que muestran nuevas formas de metabolizar el azufre y el fósforo. Es un asiento de primera fila para contemplar el drama de la evolución en pleno segundo acto.
Todo eso desaparecerá como lágrimas bajo la lluvia si Bacillus coahuilensis se extingue. Y esta bacteria prodigiosa está amenazada. Los micro-conservacionistas presentarán sus ideas en el Congreso Mundial de Conservación que se celebrará en octubre en Abu Dabi, Emiratos Árabes Unidos. De momento solo cuentan con 100.000 dólares de la Fundación Gordon y Betty Moore, lo que quizá resulte insuficiente para salvar el mundo. Bruce Willis cobraba más por hacer lo mismo.
Lo que vemos captura nuestra atención, pero lo más importante suele ser lo que no vemos. El 95% del universo es materia oscura y energía oscura, y nos pasamos el día preocupados por el otro 5% al que pertenecemos. De modo similar, la inmensa mayoría de la materia viva bulle en el mar y bajo nuestros zapatos sin que le prestemos la menor atención. Error. Javier Sampedro en genetista.
[ARCHIVO DEL BLOG] EL OASIS CONTAMINADO DE LA EDUCACIÓN. PUBLICADO EL 18/09/2019
EL POEMA DE CADA DÍA. HOY, CASA DEL [DES]ALIENTO, DE ROCÍO ÁGREDA
CASA DEL [DES]ALIENTO
La pequeña casa que construiremos
ya no existe
la poesía china y el canto de los pájaros
el harapiento deseo
el día la noche
la escritura la d e s escritura
la obra la d e s o b r a
la noche infinita
pienso en tus manos y
en vengar una línea de Sherwood Anderson
lo antes posible.
pienso en tu boca
nunca se es tan valiente como para abandonar esta casa diminuta
donde tus palabras son pequeñísimas jaulas de oro
para las niñas polinizadas por una imagen
por una forma paradójica
del abandono
estoy seducida
estoy ciega
vivo solo por [a través de] un encantamiento
sí. también hay crimen en la poesía.
ROCÍO ÁGREDA (1981)
poetisa boliviana
martes, 27 de mayo de 2025
DE LAS ENTRADAS DEL BLOG DE HOY MARTES, 27 DE MAYO DE 2025
Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz martes, 27 de mayo de 2025. Sin poder real, el papa Francisco y José Mujica eran el reverso de la ruidosa hiperpolítica digital, y cuando hablaban parecían estar escuchando, comenta en la primera de las entradas del blog de hoy el escritor Santiago Alba. El roce y el contacto son parte esencial de nuestra cultura latina, afirma en la segunda de hoy, un archivo del blog del 4 de junio de 2020, la escritora Irene Vallejo, y por eso, dice, necesitamos espacios de encuentro. El poema del día, en la tercera, se titula Emily Dickinson, está escrito por la poetisa colombiana María Gómez Lara, y comienza con estos versos: Nací el mismo día que Emily Dickinson/casi dos siglos después/y las cosas han cambiado un poco/desde entonces. Y la cuarta y última, como siempre, son las viñetas de humor, pero ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν" (toca marchar); volveremos a vernos mañana si las Euménides y la diosa Fortuna lo permiten. Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos míos. HArendt
DOS VIEJITOS EJEMPLARES
Sin poder real, el papa Francisco y José Mujica eran el reverso de la ruidosa hiperpolítica digital, y cuando hablaban parecían estar escuchando, comenta en El País [Viejos que mueren en plena juventud, 20/05/2025] el escritor Santiago Alba. Cuando decimos que no es la naturaleza sino la historia o la cultura la que determinan nuestras vidas, comienza diciendo Alba, creemos trasladarnos así del reino del determinismo biológico al de la libertad humana. Ahora bien, mucho me temo que la cultura y la historia dejan hoy a los individuos menos libertad que la naturaleza, de la que escapamos continuamente por distintas vías: tecnológicas, médicas, sociales, artísticas. Es más fácil, quiero decir, cambiar de sexo que de clase social, cambiar de nombre que de lengua, retrasar la muerte que aumentar las pensiones. Es más fácil huir de la enfermedad que de la propia época. Es más fácil también volar y hacerse un trasplante de riñón que apagar el ordenador o salirse de las redes. Aún más: si el Antropoceno representa la victoria total de la cultura sobre la naturaleza, resulta que hoy es más fácil para los humanos cambiar el clima que transformar las condiciones históricas en las que los humanos destruyen sin cesar, mediante gestos honestos y pequeños, el medio ambiente.
Treinta años después de la proclamación del fin de la Historia, nos sentimos más atrapados que nunca en su lazo, como lo demuestra el creciente deseo, frente a ella, de retornar a una naturaleza que nuestra propia nostalgia confirma como otro producto humano igualmente asfixiante. Hay pocas ideas tan opresivas, en efecto, como la sospecha fundada de que las danas y los incendios y los virus son también obra nuestra (o de una naturaleza que hemos hurgado hasta el emborronamiento). ¡Con lo liberadora que era una salvaje tormenta antigua, el viejo huracán que llegaba soplando del Pleistoceno! En este sentido, el genocidio de Gaza nos proporciona varias imágenes terribles: es al mismo tiempo un crimen, una tragedia y una metáfora; los 360 kilómetros cuadrados de la Franja, con sus dos millones de habitantes encerrados en su interior sin escapatoria posible y bombardeados día y noche desde el aire, escenifican la claustrofobia de una Humanidad que, con más o menos ventajas y más o menos sufrimiento, según la clase social y el territorio, siente que no puede huir ya fuera de la Historia, pero tampoco transformarla para hacerla de nuevo —o por fin— habitable.
Parafraseando a Castelar, podríamos decir que la Historia ha cansado a los humanos. Hay demasiada Historia y demasiada poca vida en nuestras vidas, lo que, en un contexto de sobrestimulación tecnológica, se traduce, como sugiere Sánchez Cuenca, en una profunda desconfianza hacia cualquier forma de intermediación institucional e intelectual; conduce a una despolitización colectiva acompañada de la más febril hiperpolitización digital y de la más salvaje polarización de los afectos: vivimos “un frenesí impotente” en el que “la sociedad se nos presenta como una acumulación sin fin de casos Dreyfus”, según la feliz expresión de Xan López en su indispensable El fin de la paciencia.
En este contexto de saturación histórica y despolitización colectiva, han muerto dos ancianos, uno argentino, otro uruguayo; uno jesuita experonista, otro socialista exguerrillero; uno se llamaba al principio Jorge y al final Francisco; el otro al principio Facundo y al final Pepe. Dos viejitos estrictamente coetáneos, nacido uno en 1936, el otro en 1935, muertos con 22 días de diferencia, a los que el siglo XX había separado y el siglo XXI unió de forma inesperada. ¿Qué tenían en común? ¿Por qué su muerte ha despertado este fervor de admiración general? ¿Por qué a las izquierdas un viejo cura conservador nos resultaba tan cercano? ¿Por qué incluso la revista Telva ha elogiado, por su parte, la sabiduría vital de un rebelde uruguayo que en su juventud robaba bancos?
Apunto dos conjeturas. La primera es que ninguno de los dos tenía ningún poder real para cambiar directamente las cosas. Mujica había sido presidente de un país de juguete durante cinco años, entre 2010 y 2015, y su militancia política se limitaba a la emisión de frases hermosas y certeras (cuando le preguntaban) y a la exhibición humilde de una dignidad contagiosa y sin pretensiones. Francisco, por su parte, presidía, es cierto, la institución más antigua del mundo, pero cuya eficacia mundana reside en el puro discurso, que Bergoglio usaba no sólo al margen, sino contra el clericalismo hipócrita y sotanil de la Iglesia. En un mundo cansado de la Historia y de la intermediación institucional, los dos se movían en la misma línea horizontal que la ultraderecha tuitera que zapa la democracia global. Sin poder y en medio de la ruidosa hiperpolítica digital, constituían, sin embargo, su reverso. Ocupaban la misma cúspide de visibilidad que las grandes estrellas de la música o del balón, las cuales mantienen relaciones directas con sus seguidores, sin mediaciones políticas, pero la ocupaban de tal manera que, cuando hablaban, no parecían estar hablando, sino escuchando. La palabra que es escuchada porque parece escucharnos es lo que llamamos “autoridad”, la cosa más rara del mundo y, en realidad, cuando ocurre, la más eficaz: una jerarquía que no emana del poder ni de la fuerza ni del dinero sino de la palabra misma.
La otra conjetura atañe a este carisma dicursivo en un contexto cansado de intermediarios. Quiero decir que las palabras de Francisco y Pepe contenían una fuerza movilizadora que ya solo atribuimos a las imágenes. En un atinadísimo artículo, el bloguero Curb decía de Mujica lo que cabe decir también de Bergoglio: “Lo que emocionaba es que no hablaba de un programa electoral, ni de una reivindicación particular, ni siquiera de un derecho conquistado. Hablaba de una causa. Una causa por la que vivir. Hablaba de la necesidad de fundar otra vida, otra cultura y otra civilización que nos permitiera estar menos solos, menos presos del mercado, más dueños de nosotros, más felices en común”. Podría decirse que dos hombres viejos han reintroducido la vieja consigna del “hombre nuevo”, que en realidad solo triunfó a finales del siglo XX, tras la derrota del socialismo, con la destructiva mutación antropológica del neoliberalismo. El “hombre nuevo” de Francisco y Mujica, dos ancianitos conservadores, pregonaba el retorno, en realidad, de un “hombre antiguo”, más antiguo que Marx, hecho con retales semivictoriosos de luchas seculares: la igualdad, la fraternidad, la compasión, la felicidad sostenible. ¿Qué causa es ésa? La causa, si se quiere, de la sociedad contra la Historia; esa sociedad que, según Margaret Thatcher, no existía y que la ultraderecha quiere llenar de nuevo de falsa biología, autenticidad natural e identidad excluyente.
En vísperas de las decisivas elecciones rumanas, el escritor Iulan Bocai recordaba que el problema de Rumania no es que no funcionen los trenes o la sanidad; no es que no haya Estado sino que no hay ya sociedad. Y advertía contra “la retórica de la salvación y del cambio radical” y contra la incapacidad “de imaginar un futuro político si no es en clave excepcional, como algo que debe surgir de una ruptura total, es decir, precisamente como una imposibilidad”. La izquierda debería tener mucho cuidado para no contagiarse del juego de la ultraderecha retóricamente rupturista. A una población cansada de la Historia no se le puede ofrecer más y más Historia; no se le puede ofrecer la reproducción de una contienda histórica solo funcional al trumpismo español. La ruptura total es imposible y, por eso mismo, no deseable. En España, donde la sociedad aún existe, y además tenemos (por ahora) trenes y sanidad, hay que recordar que la supervivencia de las instituciones democráticas depende del deseo social de conservarlas; y que ese deseo no se alimenta solo de medidas económicas. Escuchemos a los dos viejitos muertos mientras sigan vivos y jóvenes.