lunes, 3 de febrero de 2025

El poema de cada día. Hoy, Para verdades el tiempo y para justicia Dios, de José Zorrilla

 






PARA VERDADES EL TIEMPO Y PARA JUSTICIA DIOS


I

Juan Ruiz y Pedro Medina,

dos hidalgos sin blasón,

tan uno del otro son

cual de una zarza una espina.

Diz que Pedro salvó a Juan

la vida en lance sangriento;

prendas de tanto momento

amigos por cierto dan.

Pasan ambos por valientes

y mañeros en la lid,

y lo han probado en Madrid

en apuros diferentes.

Ambos pasan por iguales

en valor y en osadía,

pero en fama de hidalguía

no son lo mismo cabales.

Que es Juan Ruiz hombre iracundo,

silencioso por demás,

que no alzó noble jamás

el gesto meditabundo.

Ancha espalda, corto cuello,

ojo izquierdo, torvas cejas,

ambas mejillas bermejas,

y claro y rubio el cabello.

Y aunque lleva en la cintura

largo hierro toledano,

dale, brillando en su mano,

más villana catadura.

Y aunque arrojado y audaz

en la ocasión, rara vez

carece su intrepidez

de son de temeridad.

Ágil, astuto o traidor,

hijo de ignorada cuna,

debe acaso a su fortuna

mucho más que a su valor.

Presentóse ha pocos años

de Indias advenedizo,

dizque con nombre postizo

cubriendo propios amaños.

Mas vertió lujo y dinero

en festines y placeres,

aunque fue con las mujeres

más falso que caballero.

Hoy pasa, pobre y oscuro,

una existencia común,

y medra o mengua según

los dados le dan seguro.

Hombre de quien saben todos

que vive de malvivir,

mas nadie sabrá decir

por cuáles o de qué modos.

Modelos en amistad

ambos para el vulgo son,

mas con Pedro es la opinión

menos rígida en verdad.

Porque es Pedro, aunque arrogante

y orgulloso en demasía,

mozo de más cortesía

y más bizarro talante.

De ojos negros y rasgados

con que a quien mira desdeña,

nariz corta y aguileña,

con bigotes empinados.

Entre sombrero y valona

colgando la cabellera,

y alto el gesto en tal manera,

que cuando cede perdona.

Mas si sombras de matón

tales maneras le dan,

tiénela más de galán

por su noble condición.

Que no hay en Madrid mujer

que un agravio recibiera,

que a su espada no tuviera

satisfacción que deber.

Ni hay ronda ni magistrado

que en revuelta popular.

no le haya visto tomar

ayuda y parte a su lado.

Tales son Ruiz y Medina,

de quienes, por concluir,

fáltame sólo decir

que amaban a Catalina.

Es ella una moza oscura,

de talle y de rostro apuesta,

mas tan gentil como honesta,

y como agraciada pura.

Ámala Ruiz, pero calla,

acaso porque su amor,

para mujer de su honor,

palabras de amor no halla.

Él con ansia la contempla

al abrigo del embozo,

pero el ímpetu de mozo

ante su virtud se templa,

que es tan dulce su mirar,

que su luz por no perder,

cuando se quiso atrever

sólo se atrevió a callar.

Y es tan flexible su acento,

que para no interrumpirle,

tener es fuerza al oírle

con los labios el aliento.

Medina, que fue soldado

sobre Flandes por Castilla,

y a los usos de la villa

de más tiempo acostumbrado,

suplicóla tan rendido,

tan cortés la enamoró,

que ella amor le prometió

como él fuera su marido.

«¡Eso sí!, ¡por San Millán!»,

dijo Pedro con denuedo;

y la calle de Toledo

tomó en resuelto ademán.


II


Contento Pedro Medina

con su amorosa ventaja,

mas a carreras que a pasos

iba cruzando la plaza.

Saltábale el corazón

a cada paso que daba,

y frotándose ambas manos

bajo la anchurosa capa.

Los labios le sonreían,

y los ojos le brillaban

al reflejo que en el pecho

despide la amante llama.

Las gentes le hacían sitio

porque cerca no pasara,

que, según iba resuelto,

que fuese audaz recelaban.

Mas él va tan divertida

en sus amores el alma,

que ni ve donde tropieza,

ni cura de los que pasan.

Topó al volver una esquina

una vieja, y al dejarla

derribada en tierra, dijo:

«Nos casaremos mañana.»


Enredósele el estoque

en el manto de una dama,

y rasgándole una tercia,

echála un voto de a vara.

Así dando y recibiendo

encontrones y pisadas,

dio por fin con la hostería

donde su amigo jugaba.

Fue a la mesa, y preguntando

a Juan si pierde o si gana,

pidió vino y añadióle:

-Cuando acabes, dos palabras.

Recogió Juan sus monedas,

y terciándose la capa,

sentóse al lado de Pedro

diciendo bajo: -¿Qué pasa?

-Me caso -dijo Medina.

Miróle Juan a la cara,

y frunciendo entrambas cejas

tosió, sin responder nada.

-¿Qué piensas? -preguntó Pedro.

-En ti y tu mujer pensaba

-contestó Juan suspirando,

con voz ronca y apagada.

-¿Supondrás que es Catalina?

-Y lo siento con el alma.

-¡Cómo!

-Porque tengo celos.

-¡Por San Millán!

-Yo la amaba.

-¿Y ella?

-Nunca se lo dije,

pero ocurrióseme…

-¡Acaba!

-Para decirla mi amor

escribirla hoy una carta.

Callaron ambos: Medina

remedio al caso buscaba,

el codo sobre la mesa,

sobre la mano la barba.


Al fin, como quien resuelve

negocio que aflige y cansa,

pidió papel y tintero,

diciendo a Juan: -¡Por mi alma,

que en mi vida en tal apuro

vacilar tanto pensaba;

y a no serte tú quien eres,

metiéralo a cuchilladas;

pero escribe, y que responda

a cual de nosotros mata!

Escribió Juan, más rasgando

al mejor tiempo la carta.

-Echemos -dijo- los dados,

y al que la mayor le caiga,

si es a mí, la escribo al punto;

si es ti, Pedro, te casas.

Tiró Juan, y sacó nueve;

y asiendo el vaso con rabia,

tiró Pedro, y sacó doce.

Con que los dos se levantan,

y atravesando la turba

que curiosa los cercaba,

parten la calle en silencio,

dándose entrambos la espalda.


III


Son, a mi pensar, los celos

delirio, pasión o mal

a cuyo influjo fatal

lloraban los mismos cielos.

A manos de tal pasión,

el más cuerdo desespera,

pues quien con celos espera,

atropella su razón.

Si con celos esperar

es importuna porfía,

ceder celoso en un día

cuanto se amó, no es amar.

De celos verse morir,

y en silencio padecer,

son celos tan de temer

cuanto duros de sufrir.

Y así, con celos amar

vale casi aborrecer,

pero con celos ceder,

es igual que delirar.

Si otro más favorecido

goza el bien que se perdió,

se habrá el disfavor sentido,

mas perdido el amor, no.

Porque en quien goza favor

sobra tal vez confianza,

y celos sin esperanza

suelen guardar más amor.

Si favor nunca tuvimos,

aún es suerte más cruel,

porque vemos ahora en él

cuanto bien haber pudimos.

Y así pienso que son celos

delirio, pasión o mal,

a cuyo influjo fatal

lloraban los mismos cielos.

Por eso llora Juan Ruiz,

celoso y desesperado,

el bien que Pedro ha ganado

más galán o más feliz.

Por eso en la soledad

se mesa barba y cabellos,

sin mirar que no está en ellos

su amante fatalidad.

¡Oh, que no fueron antojos

sus amorosos desvelos!

Que el amor que hoy le da celos

entróle ayer por los ojos.

«¿Y por qué no me atreví

-clama el triste en su aflicción

y hoy acaso esta pasión

pudiera arrancar de mí?

Mas volveré, ¡vive Dios!

¿Pero que he de conseguir

si la he dejado elegir

marido de entre los dos?»

Y a su despecho tornando,

semejábase, en su afán,

una fiera a quien están

dentro la jaula acosando.

Sin darse el triste solaz,

cruzaba el cuarto sin tino,

pero no hallaba camino

de dar al ánimo paz.

Silbaba al dejar rabioso

paso al comprimido aliento,

y hollaba con pie violento

el pavimento ruinoso.

Iba adelante y atrás

sin reflexión que le acuda,

a la par pidiendo ayuda

a Cristo y a Satanás.

Túvose un momento al fin,

y en el temblor que le aqueja

se ve bien que se aconseja

con un pensamiento ruin.

Volvió a girar otra vez,

y otra a tenerse volvió;

en esto dobló un reló

en una torre las diez.

Entonces, quedando fijo,

exclamó en la oscuridad:

«Hoy se casan, es verdad;

hace un mes que me lo dijo.»

Ciñó con esto el acero

con desdén a la cintura;

y salióse a la ventura,

la vuelta del Matadero.


IV


Es una noche sin luna,

y un torcido callejón

donde hay en un esquinazo

agonizando un farol,

un balcón abierto a medias,

por los vidrios de color

arroja al aire en tumulto

de danza el confuso son.

Se oye el compás fugitivo

que llevan con pie veloz

los que danzan descuidados

dentro de la habitación.

Y se ven cruzar sus sombras

una a una y dos a dos

en fantástica carrera

y en monótona ilusión.

La casa es la de Medina,

que en ella a fiesta juntó

sus amigos y parientes

después de traspuesto el sol.

Allí con franca algazara

festeja a la que adoró,

de quien aguarda esta noche

prendas de cumplido amor.

Está la niña galana

cual nunca el barrio la vio,

suelto en rizos el cabello,

que exhala fragante olor;

la falda de raso blanco

y acuchillado el jubón,

con vueltas de terciopelo

azul, de cielo el color;

con una hebilla de plata

ajustado el cinturón,

de donde baja en mil pliegues

un encaje en derredor;

y de un lazo de corales,

que Pedro la regaló,

lleva en una cruz de oro

la imagen del Redentor.

Tanta ventura en un día

nunca Pedro imaginó,

y así, anda desatentado

girando en la confusión.

A cada vuelta se mira

en los ojos de su amor,

y en la luz de aquellos soles

se le quema el corazón.

Y, en fin, para concluir,

se cantó, cenó y bailó,

como es costumbre en las bodas

desde entonces hasta hoy;

hasta que, cansados unos

del baile, otros del calor,

las viejas del tardo sueño,

los músicos de su son,

los muchachos de la bulla,

y los novios del honor

que les hacen sus amigos

en tan precisa ocasión,

despidiéronse uno a uno

echando sobre los dos

más bendiciones que plagas

causó a Egipto Faraón.

Quedáronse entrambos solos

la amada y el amador,

por vez primera en la vida

a merced de su pasión.

Mirábala embelesado

el amoroso español,

trémulo el rostro de gozo

y de dicha el corazón;

mirábale ella anhelante

encendida de rubor,

húmedos los negros ojos

con tiernísima afición.

Él diciéndola: «¡Alma mía!»,

diciéndole ella: «¡Mi sol!»,

entre el son de ardientes besos

de regalado sabor.

En esto en la estrecha calle

temible ruido sonó

de voces y cuchilladas

en medrosa confusión,

y al angustiado lamento

de uno que grita: «¡Favor!

¡Ayudadme, que me matan!»

Pedro a la calle bajó

con el estoque en la diestra

y en la siniestra el farol.

Asomóse Catalina

amedrentada al balcón,

llamando a Pedro afanosa,

de algún daño por temor.

Alzó Medina la cara,

y la luz con ella alzó,

pero apenas el reflejo

dio en el rostro de su amor,

una estocada traidora

por el costado le entró.

Lanzó un grito el desdichado

que partía el corazón;

lanzó la hermosa un gemido

de intensísimo dolor,

y el moribundo Medina

volviendo el gesto a un rincón,

hacia una imagen de Cristo,

de quien devoto vivió,

dijo expirando: «Soy muerto,

¡acorredme, Santo Dios!»

Y quedó tendido en tierra,

sin movimiento y sin voz.

Alzóse a su lado un hombre,

y exclamando con pavor:

«¡Maldita sea mi alma!»,

mató la luz y escapó.


V


Tuvieron así los años,

uno, dos, tres, hasta siete,

embozada en el misterio

aquella impensada muerte.

En vano acudieron pronto

vecinos a socorrerle,

para vengarle los hombres,

para mentir las mujeres.

En vano salieron unos

casi desnudos a verle,

y otros salieron jurando,

armados hasta los dientes.

Nada sirvieron entonces,

ni jubones ni broqueles;

Medina quedó sin vida,

y sin justicia el aleve.

En vano son las pesquisas

de los irritados jueces,

en vano son los testigos,

las citas y los papeles.

En vano el caso averiguan

una, dos, tres, quince veces;

cada vez más se confunden

los golillas y corchetes.

En vano sobre la rastra

anduvieron diligentes

olfateando la presa

los alanos de las leyes;

porque todos son testigos,

todos declaran contestes,

todos son los agraviados,

mas ninguno delincuente.

Hubo alborotos por ello,

y pendencias más de veinte;

mas Pedro, quedó sin vida,

y sin justicia el aleve.

Catalina le lloraba,

desconsolada y doliente,

minutos, horas y días,

noches, semanas y meses.

Un año estuvo en el lecho

con accesos de demente,

y un año a su cabecera

veló Juan Ruiz sin moverse.

Dio con la puerta en los ojos

a padrinos y parientes,

diciendo: «Mientras yo viva,

no faltará quien la vele.»

Y en vano le murmuraron

de tal conducta las gentes;

Juan se mantuvo constante

a la cabecera siempre,

sin que a sondear su alma

alcanzara algún viviente

a través de la reserva

y el misterio que mantiene.

Curóse al fin Catalina,

y el tiempo, que tanto puede,

siendo remedio y sepulcro

de los males y los bienes,

volvió la luz a sus ojos,

y el pudor volvió a su frente,

y el talismán de la risa

a sus labios transparente;

y salió ufana, diciendo

a cuantos por verla vienen

que la vida con que vive

sólo a Juan Ruiz se la debe.

Éste, a pretexto de amigo

del triste que en polvo duerme,

no se aparta de su lado

hasta que la noche viene.

Entonces a lentos pasos

la esquina inmediata tuerce,

y en las revueltas del barrio

como un fantasma se pierde.

Mas no faltó en él alguno

que a media voz se atreviese

a decir que cuando pasa

por ante el Cristo se tiene,

y el embozo hasta los ojos,

el sombrero hasta las sienes,

cruza azaroso la calle,

como si alguien le siguiese.

En estas conversaciones,

cada vez menos frecuentes,

pasaron al fin los años,

uno, dos, tres, hasta siete.


VI


Pagada la Catalina

de amistad tan firme y tierna,

de tanto afán y desvelos,

de tan rendida fineza,

escuchó a Juan una tarde,

los ojos fijos en tierra,

dulces palabras de amores

de la balbuciente lengua.

Instó un día y otro día,

quedó siempre sin respuesta;

volvió a sus ruegos Juan Ruiz

volvió a su silencio ella.

Pasése un mes y otro mes,

y tornó Ruiz a su tema,

y tornó a callar la niña

entre enojada y risueña.

Mas tanto lidió el galán,

tanto resistió la bella,

que al cabo la linda viuda

dijo a Juan de esta manera:

-Puesto que es muerto Medina

(¡Dios en su gloria le tenga!)

y por siete años cumplidos

mi fe le he guardado entera,

y él ha visto nuestro amor

allá en la vida eterna,

os daré, Juan Ruiz, mi mano,

y mi corazón con ella.

Amigo de Pedro fuisteis,

y yo os debo la existencia;

conque es justo, a mi entender,

os cobréis entrambas deudas.

Púsose Juan Ruiz de hinojos

a los pies de la doncella,

y asiéndola las dos manos

humildemente la besa.

Acordáronse las bodas,

mas Catalina aconseja

que sean cuando él quisiese,

pero que sin ruido sean.

Las malas mañas o antojos,

o tarde o nunca se dejan,

y Juan en su mocedad

gustó de bulla y de fiesta.

Así, aunque pocos convida

para que a las bodas vengan,

buscó unos cuantos amigos

que le alegraran la mesa.

Trajo vinos los mejores,

y viandas las más frescas,

y apuntó por hora fija

de noche las diez y media.

Gustaba Juan sobre todo

de cabezas de ternera,

y asábalas con tal maña,

que a cualquier gusto pluguieran.

Gozaba en esto gran nombre

entre la gente plebeya,

de tal modo, que le daban

el apodo de Cabezas.

Ocurrióle a media tarde

darse a luz con tal destreza,

y embozándose en la capa,

salió en busca de una de ellas.

Mataban aquella tarde

en el Rastro una becerra;

compró el testuz y cubrióle,

asido por una oreja.

Volvió a doblar el embozo,

y contento con la presa,

de la calle en que vivía

tomó rápida la vuelta.

Iba Juan Ruiz con la sangre

dejando en pos roja huella,

que marcaba su camino

sobre las redondas piedras.

En esto, entrando en su barrio,

al doblar una calleja,

dos ministros de justicia

le pasaron muy de cerca.

Él siguió, y pasaron ellos

advirtiendo con sorpresa

la sangre con que aquel hombre

el sitio que anda gotea.

Él siguió, y tornaron ellos

por sobre el rastro que deja,

hasta entrar en otra calle

oscura, sucia y estrecha.

En un rincón, embutida,

a la luz de una linterna,

de Cristo crucificado

se ve la imagen severa.

Paróse Juan; los corchetes,

que en el mismo punto llegan,

viendo que duda y vacila

en la faz de preso le cercan.

-¡Fuera el embozo! -gritaron-;

muestre a la luz lo que lleva.

Volvió los ojos al Cristo

Juan, y helósele en las venas,

a una memoria terrible,

cuanta sangre hervía en ellas.

-¡Fuera el embozo! -repiten,

y él, acongojado, tiembla,

sintiendo un cambio espantoso

que pasa en su mano mesma.

Quiso hablar, y atropellado,

un «¡Dejadme!» balbucea.

Deshiciéronle el embozo,

y mostrando Ruiz la diestra,

sacó asida del cabello

de Medina la cabeza.

-¡Acorredme, Santo Dios!

-grita aterrado, y la suelta;

mas la cabeza, oscilando,

entre los dedos le queda.

-¡Yo le maté! -clamó entonces-,

hoy ha siete años, por ella.

Y sin voz ni movimiento

cayó desplomado en tierra.


Conclusión


Y así fue que aquella noche

de sangrienta confusión,

en que al ruido de una riña

Pedro a la calle bajó

con el estoque en la diestra

y en la siniestra el farol,

no era en ella otro que Ruiz

quien llevaba lo mejor.

Como un imán a una aguja

arrastra constante en pos,

como una serpiente a un pájaro,

a una paloma un halcón

entorpecen y fascinan,

sin que ala ni pie veloz

para huirles les acudan,

a impulsos de su pasión

anduvo así Juan vagando

de la fiesta en derredor.

Y oía por las ventanas

de danza el confuso son.

Y vía cruzar las sombras,

una a una y dos a dos,

en fantástica carrera

y en monótona ilusión.

Así lloraba acosado

de sus celos y su amor,

cuando oyó de una pendencia

vivo y cercano rumor;

cerróse en ella a estocadas

tan sin acuerdo y razón,

que a cuantos hubo a las manos

adelante se llevó.

En esto acudió Medina,

y Catalina al balcón,

de la suerte recelando,

acelerada salió.

Mas al ver cuál afanosa

curaba ella de otro amor,

cegaron a Ruiz los celos,

el despecho le embriagó,

y al tiempo que alzaba Pedro

el brazo con el farol,

matóle a la faz de Cristo,

como villano, a traición.

De entonces, en los siete años,

después del hecho traidor,

ni una sola vez, de miedo,

por ante el Cristo pasó.

Llegó la primera al cabo,

y en ella al Cielo ocasión

de mostrar que hay infalibles

tribunales sólo dos

de irrevocable sentencia,

sin cotos ni apelación:

Para verdades el TIEMPO,

y para justicia DIOS.



José Zorrilla (1817-1893)

poeta español


















De las viñetas de humor de hoy lunes, 3 de febrero de 2025

 





























domingo, 2 de febrero de 2025

De las entradas del blog de hoy domingo, 2 de febrero de 2025

 






Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz domingo, 2 de febrero de 2025. La visión de Trump es la de un tirano que busca un poder sin responsabilidades, respeto ni reciprocidad, se dice en la primera de las entradas del blog de hoy. En la segunda, un archivo del blog de enero de 2018 se hablaba de quienes defienden los anglicismos tecnológicos alegando que cualquier alternativa en español “no significa lo mismo”, extendiendo así el injusto complejo de inferioridad de los hispanohablantes. El poema del día, en la tercera entrada de hoy, se titula Evidencia, y comienza con estos versos: ¿El Amor es tan sólo/el labio que le nombra;/una voz en la sangre/extrañamente amiga? Y la cuarta, como siempre, son las viñetas de humor. Pero ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Nos vemos mañana si la Fortuna lo permite. Sean  felices, por favor. Tamaragua, amigos míos. HArendt











Del síndrome de Ulises

 




Cada una de las 304 millones de personas migrantes internacionales ­–incluidos 37,6 millones de refugiados, 6,9 millones de solicitantes de asilo y 167,7 millones de trabajadores migrantes– carga con la herida de la pérdida. Y también llevan consigo la esperanza de construir un futuro prometedor lejos de su tierra, escribe en la revista Ethic [El síndrome de Ulises, 26/02/2025] la investigadora social Ana Mangas.

La migración, un fenómeno tan antiguo como la humanidad, suele ir acompañada de un proceso de duelo. Lejos de ser patológico, este es una respuesta emocional natural ante la pérdida y, con el tiempo, tiende a disminuir en intensidad, facilitando la adaptación a una nueva realidad. El venezolano Glener Morales, profesor de artes escénicas de 49 años, afirma que la migración forzada a España y en solitario «ha sido devastadora»: «Ya son nueve años sin mis afectos, costumbres, amistades, sin mi familia».

Existen contextos migratorios en los que «el estrés y el proceso de duelo son muy intensos», advierte el  profesor Joseba Achotegui. En 2002, tras décadas de trabajo en el ámbito de la migración y la salud mental, acuñó el término síndrome de Ulises para describir un cuadro de estrés reactivo asociado a un ]duelo migratorio extremo.

Este síndrome, que no se considera un desorden mental y es diferenciable de patologías como la depresión, se desencadena por factores como «la soledad forzada, el miedo, la indefensión y la falta de oportunidades», explica. Además, se acompaña de una serie de síntomas que van desde tristeza, llanto y ansiedad hasta insomnio, dolores musculares, trastornos digestivos y problemas de memoria, entre otros.

Cuando se le pregunta sobre esta sintomatología, N. M., doctora en Ciencias, de 43 años, originaria de Ucrania, comparte su experiencia. Desde hace dos años vive en Potsdam, Alemania, junto a su hija, con estatus de refugiadas de guerra. Aunque logró asentarse pronto laboral y económicamente, seis meses después de su llegada su estado mental empeoró. «Desarrollé un tic nervioso y decidí acudir a un psicólogo», afirma. Durante el primer año experimentó una fuerte ansiedad, nerviosismo, pensamientos repetitivos e insomnio.

Este patrón es común, explica María Ángeles Plaza, técnica superior de Inclusión para el Servicio Psicológico de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR). Este tipo de síntomas pueden manifestarse cuando la persona se siente ya segura. «Durante el tránsito migratorio, el sistema nervioso está en alerta y enfocado en la supervivencia. Una vez a salvo, comienza una nueva etapa en la que empiezas a sentir otras necesidades», describe.

El «insomnio es un síntoma bastante característico», señala Jesús Guerra, psicólogo del Programa de Protección Internacional de Movimiento por la Paz (MPDL). Este fue el caso de S. S., un hombre kurdo de 29 años procedente de Turquía. Los primeros meses en España fueron duros: no hablaba el idioma, desconocía la cultura, tuvo que enfrentarse solo a la burocracia. «Tenía ataques de nervios y no podía dormir», recuerda.

Los trámites burocráticos pueden convertirse en «procesos revictimizantes para las personas migrantes», advierte Guerra. Además, no es raro que «se enfrenten a actitudes discriminatorias por parte de la Administración».

Los solicitantes de refugio y asilo suelen verse obligados a tener que narrar una y otra vez, con detalles precisos, las experiencias vividas. Unos procedimientos que podrían aumentar su riesgo de estrés postraumático y dificultaría su recuperación plena, según denuncian varios expertos.

Charnelle, una mujer de 29 años originaria de Benín, sufrió graves episodios de violencia en su país y en Guinea Ecuatorial. Tras llegar a España, espera con sentimientos de «frustración y desprotección» la resolución de su proceso de asilo. Con la asistencia psicológica por parte de CEAR, trabaja para superar las experiencias traumáticas.

Sobre las dificultades de los procesos migratorios, Achotegui señala que, aunque «emigrar nunca ha sido fácil», hoy, «está perseguido». Desde su experiencia, observa que la gran diferencia entre «las migraciones de los años 80 y las actuales radica en tres aspectos: las rupturas familiares, la exclusión social estructural y la criminalización de la migración».

En un contexto en el que la migración es instrumentalizada con fines políticos y ha pasado a ocupar un lugar central en los debates electorales de medio mundo, la urgencia de «rehumanizarla», como defiende Achotegui, parece lejana.

De hecho, la retórica antiinmigración, que cobra cada vez más fuerza, podría estar ya impactando la salud mental de los migrantes en Estados Unidos. Un estudio revela que, en los últimos años, los niveles de estrés y malestar psicológico en esta población han aumentado exponencialmente debido a la creciente hostilidad de estas narrativas en este país.

En Europa, ante el auge de la ultraderecha, N. M. reconoce que en Alemania «hay manifestaciones xenófobas, aunque por ahora son casos aislados». Morales reflexiona sobre cómo los discursos de odio llevan a plantearse preguntas difíciles: «¿Es posible construir una vida en un país donde te perciben como un invasor?».

El duelo migratorio puede variar según diversos factores. No es lo mismo llegar al lugar de destino en avión que atravesar una ruta migratoria peligrosa. Además, la experiencia también se ve influenciada por el género y la edad, ya que ser mujer o menor añade desafíos.

Hoy, se estima que el 48% del número total de inmigrantes internacionales son mujeres. El 57% emigran acompañadas de sus hijos/as o familiares directos y el resto en solitario, según un reciente estudio, que apunta a que suelen partir «de condiciones de vulnerabilidad social y económica». A veces, como en el caso de Charnelle, algunas madres no pueden traer consigo a sus vástagos. Esta separación agrava su duelo.

A esto se suma que el 44% de las mujeres reportaron haber sufrido violencia de género en su país de origen, el 23% en la etapa de tránsito y un 31% ya residiendo en España. El tránsito migratorio suele ser una fase peligrosa para mujeres y niñas a causa de «embarazos, explotación laboral o sexual, dificultad para acceder a servicios de salud sexual y reproductiva, así como a productos menstruales, anticonceptivos y preservativos para prevenir embarazos no deseados o en caso de violencia sexual, el acceso legal al aborto voluntario, la profilaxis de ETS y VIH y la atención prenatal, parto y posparto».

En el caso de los menores, que representan el 13% de los migrantes internacionales, el duelo muestra características particulares. «Aunque son partícipes y protagonistas del proceso migratorio, este suele llevarse a cabo sin considerar su opinión o sin proporcionarles suficiente información sobre las razones», explica Plaza. Como consecuencia, el malestar suele manifestarse a través de «síntomas conductuales, como rabia, enfado, autolesiones, agresividad, trastornos de la alimentación, etcétera».

El duelo migratorio a veces requiere de apoyo psicosocial. Desde la perspectiva de Achotegui, el principal riesgo de no identificar el síndrome de Ulises no radica tanto en el desarrollo de un trastorno psicótico o depresivo, sino en la vulnerabilidad ante adicciones como «vías de escape ante el sufrimiento».

En cuanto al abordaje, existen una dimensión psicológica y otra social, explica Guerra. Desde su labor en MPDL, emplea tres conceptos: normalización, validación y resignificación. Esto implica comprender que lo que se experimenta es una respuesta natural ante una situación extraordinaria, reconocer y validar el sufrimiento, y, finalmente, reconstruir la identidad y la vida. Además, es fundamental «atender los síntomas, buscando herramientas para gestionarlos».

En el plano social, organizaciones como CEAR y MPDL desempeñan un papel crucial en el acompañamiento de personas refugiadas, solicitantes de asilo, etc. Su intervención abarca el acceso a necesidades básicas, el apoyo jurídico-social, el alojamiento en centros de acogida, la enseñanza del idioma, la formación profesional y los espacios de ocio.

Aún falta investigación sobre migración y salud mental, sobre los factores que influyen en el duelo migratorio y también su posible relación con psicopatologías como la depresión o el trastorno de estrés postraumático, según una reciente investigación psiquiátrica.

Las fuentes expertas señalan la necesidad de un sistema de salud mental digno para todos, población autóctona y migrantes. En esta línea, Guerra aboga por enfoques transculturales. «La salud mental se concibe de forma distinta en algunas sociedades no occidentales», explica, lo que hace «imprescindible comprender estas diferencias culturales» para ofrecer una atención adecuada. Otra cuestión es evitar la medicalización del duelo migratorio. En un sistema de salud mental desbordado, se recetan fármacos como solución ante la imposibilidad de ofrecer atención psicológica de calidad.

Por otro lado, los medios de comunicación desempeñan un papel clave en la sensibilización y la lucha contra prejuicios y estereotipos. Y la educación también es fundamental para mejorar la comprensión de las dinámicas migratorias.

En palabras de Morales, lo importante es tratar a «los migrantes como seres humanos, no como estadísticas», brindándoles «apoyo en los procesos burocráticos, el acceso a la salud y su integración en la sociedad».








De lo revolucionario de la verdad

 






La visión de Trump es la de un tirano que busca un poder sin responsabilidades y exige respeto sin reciprocidad, dice en El País [La verdad es un acto revolucionario, 27/01/2025] la escritora Marta Peirano, y decir la verdad al poder es un acto excepcionalmente raro, pero es aún más raro cuando el poder es abiertamente mezquino y rencoroso, y vive su momento de máxima concentración. Por eso todo el mundo contuvo el aliento cuando Mariann Edgar Budde dijo “ten misericordia de la gente de nuestro país que ahora tiene miedo” durante un oficio religioso tras la toma de posesión de Donald Trump.

La obispa episcopalista habló en la Catedral de Washington de los “niños gays, lesbianas y transgénero en familias demócratas, republicanas e independientes que temen por sus vidas” y de tener misericordia con los extranjeros “porque todos fuimos extranjeros en esta tierra”, delante de los poderosos que doblaron la rodilla y frente al presidente que dice haber sido “salvado por Dios para hacer América grande otra vez”.

Contuvimos la respiración porque sabíamos que el sermón no serviría para transformar al presidente o a su séquito, ni para salvar a aquellos que ha jurado perseguir y expulsar; pero también sabíamos que tendría consecuencias. Decir la verdad al poder es un acto exótico, valiente y revolucionario, porque no solo ilumina la verdad que pronuncia sino que revela el verdadero carácter del poderoso que la recibe. Trump consideró que el sermón le había faltado al respeto y que Budde, la primera mujer en servir como líder espiritual de la Diócesis Episcopal de Washington, debía pedirle perdón.

El respeto es importante para Trump. “A partir de hoy, nuestro país prosperará y será respetado nuevamente en todo el mundo”, dijo en su discurso inaugural. “Seremos la envidia de todas las naciones, y no permitiremos que se aprovechen de nosotros nunca más. (…) Recuperaremos nuestra soberanía. Restauraremos nuestra seguridad. (…) Estados Unidos recuperará su lugar legítimo como la nación más grande, más poderosa y más respetada del mundo, inspirando el asombro y la admiración de todo el mundo”.

Es la visión de un tirano que busca un poder sin responsabilidades y exige respeto sin reciprocidad. Pero es la visión que ha imantado a aquellos que se sienten ninguneados por personas, naciones, partidos, géneros, instituciones, culturas y razas que no han respetado la superioridad y el excepcionalismo blanco, masculino y estadounidense, y quieren ser admirados y envidiados por su poder, fortaleza y éxito a través de la dominación política, económica y territorial de Donald Trump.

Los votantes de Trump se sienten humillados, y viven su poder como antídoto contra la vergüenza, como viene explicando y catalogando en este periódico Máriam Martínez-Bascuñán. Trump se siente respetado cuando agarra a las mujeres por el coño y nadie le dice nada. Cuando cambia los nombres a las personas, amenaza con invadir territorios, recuperar canales y los hombres más poderosos del mundo lo celebran y se arrodillan ante él. Pero se siente humillado cuando la obispa de la catedral de Washington habla de compasión. “Su tono fue desagradable, y no fue convincente ni inteligente”, dijo. “El servicio fue muy aburrido y poco inspirador. ¡Ella y su iglesia deben disculparse!” La verdad es revolucionaria porque revela la verdadera naturaleza del poderoso. Está en su reacción, y no en las palabras de Mariann Edgar Budde.

Cuentan que, cuando Alejandro Magno encontró a Diógenes y le preguntó qué podía hacer por él, el filósofo le dijo que apartarse porque le tapaba la luz del sol. Alejandro entonces dijo: “Si no fuera Alejandro, desearía ser Diógenes”. Y lo dejó tomar el sol.












[ARCHIVO DEL BLOG] Nombrar y definir no son lo mismo. Publicado el 27/01/2018

 







Buena parte de quienes defienden los anglicismos tecnológicos alegan que cualquier alternativa en español “no significa lo mismo”. Y con ese argumento se sienten satisfechos para seguir adorando al becerro de oro y extender el injusto complejo de inferioridad de los hispanohablantes, escribe en El País de hoy el filólogo Álx Grijelmo.

Creen, por ejemplo, que “audio” no puede desplazar en ningún contexto a podcast, y que “programa” no debe sustituir a software, o que “en directo” pierde mucho frente a “en streaming”. Parten para ello de una premisa según la cual las palabras definen en vez de nombrar. Sin embargo, las palabras nombran; y a fuerza de nombrar algo, les damos una definición. Pero no en todos los casos son una definición.

Si las palabras definieran, un cine de verano tendría que cerrar el primer día del otoño y abrir al día siguiente de terminar la primavera, sin posibilidad de saltarse el plazo porque en ese momento dejaría de ser un cine de verano; un “ascensor” no podría descender; no nos comeríamos un “bollo suizo” fabricado en la panadería de la esquina, y “colgar el teléfono” sólo serviría para los primitivos aparatos de pared, por no añadir que la mesilla de noche debería desaparecer cada mañana.

Muchos términos se crearon o llegaron con una evocación inicial que el uso transformó, y que los hablantes adaptaron a sus necesidades. Pues bien, parece que ese proceso debería prohibirse para las palabras de la tecnología, que de este modo quedarían protegidas desde su nacimiento ante cualquier influencia del sentido común.

Algo así sucede con streaming, que designa en inglés una transferencia digital de datos, audio o vídeo en directo o en diferido, y que en este segundo caso se puede descodificar y reproducir sin necesidad de que se haya completado el proceso de descarga. Streaming no significaba originariamente en inglés “descarga progresiva” o “transmisión por secuencias”, sino que partió del sustantivo stream: “riachuelo”, “arroyo”, “corriente”, “chorro”…; de donde se formó el verbo to stream: “manar”, “derramar”, “dejar correr”. Por eso el dicho to go with the stream significa “ir con la corriente”, que es lo que hacen los defensores de la invasión anglófila. O sea, que van con el streaming. A partir de esos significados de stream relacionados con el agua, se creó en el mundo informático anglosajón la moderna acepción metafórica de streaming como chorro de datos o de información digital.

Los técnicos suelen defender la precisión de sus vocablos, y eso está bien para que se entiendan entre sí; pero no pueden pretender que su léxico inunde los textos destinados a personas que sentirán extraños esos términos, a veces desincentivadores. Así, cuando algo se transmite en directo por Internet se anuncia que se dará “en streaming”. Pero si se ofrece por televisión (incluso si es digital) leeremos la tradicional fórmula en español: “en directo”.

No pasaría nada, sin embargo, si un medio digital comunicase: “Ofreceremos en directo la ceremonia de mañana”. Y si se viera obligado a distinguir entre “en streaming” y “en directo” (aunque la razón técnica le resulte indiferente al usuario), ahí estaría la opción “en flujo”. Pero quien dijese en correcto español “lo transmitiremos en flujo” no podría presumir tanto como si lo hiciera en inglés, y además los sacerdotes de la tecnología y de los complejos le acusarían de amanerado, cursi, antiguo... Vamos, que le caería la del pulpo. Por ir contra la corriente. Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos míos. HArendt