martes, 3 de septiembre de 2024

Las viñetas de humor del hoy martes, 3 de septiembre de 2024

 





















lunes, 2 de septiembre de 2024

De las entradas del blog de hoy lunes, 2 de septiembre de 2024

 





Hola, buenos días a todos y feliz lunes, 2 de septiembre de 2024. Vamos a explorar una de las cuestiones más difíciles y profundas que cabe imaginar, dice en la primera de las entradas del blog de hoy el científico genetista Javier Sampedro: ¿y si la consciencia humana fuera un fenómeno cuántico? En la segunda, un archivo del blog de hace justamente diez años, se hablaba de los mitos y tergiversaciones de la historia, aprovechando un artículo del historiador Ángel Viñas, de hace ya quince años sobre las mentiras y falsedades del pacto Hitler-Stalin. La tercera reproduce hoy en el poema de cada día el titulado Acaso la poesía, del poeta español José Manuel Caballero Bonald. La cuarta, como siempre, son las viñetas de humor de hoy. Espero que resulten de su interés. Y ahora, como decía Sócrates, nos vamos. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico; al menos inténtenlo. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos.









De la consciencia como fenómeno cuántico

 







Bueno, ya está bien de vacaciones, ¿no?, dice el científico genetista Javier Sampredo [¿Y si la consciencia es un fenómeno cuántico? El País, 31/08/2024]. Olvídate de la subóptima paella del chiringuito, despídete de los daiquiris con sombrillitas y enciende todas tus neuronas, que vamos a explorar una de las cuestiones más difíciles y profundas que cabe imaginar: ¿y si la consciencia humana es un fenómeno cuántico? Todo esto empezó con Bertrand Ru­ssell, en realidad. Junto con Alfred North­­ Whitehead, el gran filósofo británico abordó a principios del siglo XX una tarea monumental: diseñar un autómata que pudiera deducir todo el conocimiento partiendo de un pequeño grupo de reglas de inferencia obvias y de axiomas, o verdades autoevidentes. Por ejemplo, todos los ángulos rectos son iguales. Parece evidente, en efecto, pues todos miden 90 grados. Otro axioma: dos cosas que son iguales a una tercera son iguales entre sí. También es difícil dudar de eso, desde luego. Puedes pensar que son verdades de Perogrullo (tautologías, en la jerga), y eso es lo que pretenden de hecho, pero la lógica matemática es una disciplina mental extremadamente adusta, donde cualquier afirmación, por obvia que nos parezca, debe hacerse explícita con meridiana claridad, como diría Rajoy. Hay poderosas razones para ello.

Russell y Whitehead avanzaron muchísimo en el proyecto y lo publicaron en sus Principia Mathematica de los años diez, causando gran sensación en el mundillo. Pero poco después, en 1930, el mejor lógico matemático de la época, un amigo de Einstein llamado Kurt Gödel, descubrió una inconsistencia interna que torpedeó la línea de flotación de aquel autómata generador de todo el conocimiento que habían soñado los filósofos británicos. Si lee esto un matemático se me va a cabrear, pero el asunto tiene que ver con la paradoja de Epiménides, un filósofo cretense de siglo VI antes de Cristo que dijo: “Todos los cretenses mienten”. Siendo él cretense, tiene que estar mintiendo, luego no es cretense. Una versión más general podría ser: “Esta frase es falsa”. Si es falsa es cierta, y si es cierta es falsa. Una paradoja milenaria.

Gödel mostró de forma brillante que cualquier sistema de axiomas y reglas de inferencia, como el autómata de Russell, puede deducir un teorema que dice “esto no es un teorema”. Si es un teorema, no es un teorema, pero si no lo es, sí lo es. Es el equivalente matemático de la paradoja de Epiménides. Si quieres profundizar en esta idea esencial, lee el mejor libro de divulgación científica que se ha escrito nunca, Gödel, Escher, Bach: un eterno y grácil bucle, del físico y escritor Douglas Hofstad­ter. Es de 1979, la versión española tiene 777 páginas, y a veces requiere clavar los codos, pero cambiará para siempre tu forma de pensar. Venga, ya te he dicho que se acabaron las vacaciones.

Roger Penrose, premio Nobel de Física en 2020, en plena pandemia, hizo hace mucho una lectura radical de la idea de Gödel. Según él, si el teorema “esto no es un teorema” nos parece una paradoja, es porque nuestra consciencia sabe que eso no puede ser un teorema, pese a que la pura inferencia lógica nos dice que sí lo es. Entonces, ¿de dónde hemos sacado eso que sabemos pese a la evidencia contraria? En un salto que solo un físico matemático podría ejecutar, Penrose propuso que solamente una teoría que combinara la física cuántica con la relatividad de Einstein podría deshacer la paradoja y explicar la consciencia humana.Y los neurocientíficos Hartmut Neven y Christof Koch, dos pesos pesados del gremio, se lo han tomado en serio. Han diseñado una serie de experimentos para determinar si la consciencia es esencialmente un fenómeno cuántico. Quieren “salvar la distancia entre los sistemas microscópicos y macroscópicos, como el cerebro, y ofrecer respuestas al misterio de la consciencia”, en sus propias palabras. Eso sí que es un principio de curso de altura. Javier Sampedro es científico genetista.














Mitos y falsedades. 75 años del inicio de la II Guerra Mundial. [Archivo del blog. 02/09/2014]









Acabo de terminar la lectura de una magnífica novela que me recomendó mi hija Ruth sobre la Gran Guerra, la de 1914, de la que se cumple este año el centenario. Se trata de Nos vemos allá arriba (Salamandra, Barcelona, 2014), del escritor francés Pierre Lemaitre, que ha ganado, entre otros, el Premio Goncourt 2013 por este libro. No es una novela sobre la guerra, pero sin el trasfondo bélico de la misma sería imposible de entender. Pero no quería hablar de ella, aunque se la recomiendo encarecidamente, sino sobre la otra "gran guerra", esa de cuyo inicio se cumplieron ayer 75 años con la invasión de Polonia por las tropas alemanas. Es decir, de la II Guerra Mundial. 
Hay mitos y mitos. Destruir los falsos mitos, los que se construyen sobre datos erróneos, tergiversados, mal interpretados o lisa y llanamente inventados o prefabricados con alevosía y premeditación es labor primordial de los historiadores.
Entre mis libros de cabecera hay uno, Lecciones sobre la filosofía de la historia universal, de G.W.F. Hegel (1770-1831), al que le profeso especial estima. Lo tengo en dos ediciones, una de la Biblioteca Universal-Círculo de Lectores (Barcelona, 1996) y otra de Alianza Universidad (Madrid, 1980).
Es en esta última en la que figura un extenso y clarificador prólogo del filósofo José Ortega y Gasset (1883-1955) en el que hay una frase que contrapone la labor del "filósofo" a la del "historiador". No me me resisto a reseñarla: "Tener 'ideas' es cosa para los filósofos. El historiador debe huir de ellas. La idea histórica es la certificación de un hecho o la comprensión de su influjo sobre otros hechos. Nada más, nada menos".
Hace justamente cinco años el historiador Ángel Viñas dedicó en El País a la efeméride un documentado artículo titulado "Un tiempo de sangre y fuego", en el que desmontaba algunos falsos mitos, entre ellos, el existente sobre el pacto Stalin-Hitler que para algunos fue el paso previo necesario para la invasión, pero también sobre otros antecedentes que tuvieron como escenario la guerra civil española de 1936-1939. Les recomiendo su lectura, y por supuesto, la de la intersantísima novela de Pierre Lemaitre citada al comienzo. Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt











El poema de cada día. Hoy, Acaso la poesía, de José Manuel Caballero Bonald (1926-2021)

 







ACASO LA POESÍA


La palabra poesía contiene una premonitoria dosis de perplejidad, develación, incertidumbre. Algo iluminativo va a traspasar la declinante piel del tiempo cuando ya el tiempo no sea más que un amasijo de páginas sobrantes. Se abrirá la azarosa espesura del abecedario y otras nuevas palabras se irán desposeyendo de sus signos. Nada de lo visible podrá prevalecer en esa vacilante pulsión indagatoria que subyace debajo de los verbos. La palabra poesía es ya en sí misma una proximidad ineficiente, un atisbo de luz en el confín del páramo, una simulación ambigua de la vida: lo que queda después de haber malbaratado todas las acepciones del decir.


José Manuel Caballero Bonald (1926-2021). Poeta español











Las viñetas de hoy lunes, 2 de septiembre de 2024

 



















domingo, 1 de septiembre de 2024

De las entradas del blog de hoy domingo, 1 de septiembre de 2024

 








Hola, buenos días a todos y feliz domingo, 1 de septiembre de 2024. En la tragedia actual de la conversación pública, comenta en la primera de las entradas de hoy del blog el neurocientífico Mariano Sigman, sería bueno recordar que la risa nos libera y nos une, aun en los momentos más difíciles. En la segunda, un archivo del blog de enero de 2013, se criticaba duramente el modelo de democracia al uso, citando las opiniones al respecto de expertos y académicos. La tercera recoge, en el poema de cada día, el titulado Decir, hacer, del poeta mexicano Octavio Paz. La cuarta, como siempre, son las viñetas de humor de hoy. Espero que resulten de su interés. Y ahora, como decía Sócrates, nos vamos. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico; al menos inténtenlo. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos.









Del humor como instrumento de supervivencia

 





En la tragedia actual de la conversación pública sería bueno recordar que la risa nos libera y nos une, comenta el neurocientífico Mariano Sigman [El humor nos salva, El País, 31/08/2024] aun en los momentos más difíciles. Me encuentro a Carlos Páez, comienza diciendo, en un desayuno en México. Llega en traje de baño azul con un estampado de veleros, una camiseta Lacoste negra, gafas de sol, un rosario vasco colgado del cuello y una cruz alargada que le cubre una buena parte del bíceps que acaba de tatuarse en Playa del Carmen. El sobreviviente de la tragedia de los Andes dice que no ve la cruz como símbolo de lo tachado y de la muerte, sino de las aspas del helicóptero que le dio la bienvenida a la vida. Cuando las vio creyó que ahí terminaba esa historia insólita con la que se estrelló a los 18 años, pero más de medio siglo después ahí sigue en el encierro de su hit, de la canción que no puede dejar de cantar.

Me cuenta que, ya pasados unos años, en un avión le ofrecieron el menú y dijo: “No, mejor tráigame la lista de pasajeros”. Y ahí descubro, sorprendido, que podemos hablar en ese registro en el que el humor aliviana la tragedia, y le cuento de la historia de Zeke, que en su librería de La Plata ubicó el libro Viven en la sección de gastronomía. El humor es el mejor antídoto para transitar los temas más incómodos, para poner en marcha la fábrica cerebral de nepente, la droga que vertió Helena en la crátera del vino para poder hablar con Telémaco, que no sabía si su padre Ulises había sobrevivido a la guerra de Troya.

Coincidimos en un congreso, y en su charla Páez recorre las historias archiconocidas del avión partido al medio, de la avalancha y de comerse a sus amigos muertos. No hay nada nuevo en lo que cuenta, pero sí en cómo lo cuenta: lo hace en tono de humor y no de tragedia. Dice que la madre lo encuentra después de 70 días en el hospital, y que, cuando ya se está yendo, él le da los 70 dólares con los que había despegado para que le compre algo de ropa y la madre lo mira y le dice: “Carlitos, ¡no gastaste nada!”. Y que hace 10 años sube a un avión, que cierra las puertas y enciende motores, y pasan minutos no se mueve y una señora le grita: “Tenía que venir usted para que pase algo en este avión”. Y luego, que apenas vueltos de la tragedia, un periodista argentino le pregunta: “¿Ustedes sabían que estaban en territorio argentino, a 14 kilómetros de un hotel?”. Y le contesta: “Sí sabíamos, pero como nos parecieron mejores los chilenos caminamos 70 kilómetros”.

El humor nos salva. En la tragedia actual de la conversación pública sería bueno recordarlo. Robert Levenson, el profesor de Psicología de la Universidad de Berkeley que ha estudiado exhaustivamente el devenir de distintas parejas en el tiempo, hizo un experimento de lo más curioso en el que convocó a unas cuantas parejas al laboratorio y las expuso a todo tipo a conversaciones estresantes. Las reacciones eran de lo más variadas en tono y emociones, y en medio de este menjunje descubrió que aquellas que afrontaban el estrés con humor resultaban ser, retrospectivamente, las más duraderas y las que tenían mejor convivencia. Es decir, la risa nos une.

Ese era el rol de Carlos Páez, el menos entrenado, un niño mimado que ni siquiera había hecho su maleta y que, de repente, encontró en el humor una herramienta para sacar a todos de ese enredo imposible. La risa sincrónica produce una cascada de endorfinas, una sustancia análoga a los opioides que amaina el dolor y da una sensación de bienestar que permite, como el nepente, superar las conversaciones más ásperas. No existen, que yo sepa, experimentos análogos al de Levenson llevados de la arena de la pareja a la conversación política, salvo un estudio de Dean Yarwood sobre los beneficios del humor en el Congreso de Estados Unidos, pero todo hace suponer que el mecanismo debería ser idéntico y que poder alivianar cada tanto la aspereza plomiza de la chicana constante con la grasa del humor no puede ser un mal ejercicio.

Hay un precedente célebre en la política española en días de mucha mayor cordialidad. En 1994, luego de muchas horas de sesión, la secretaria de la Mesa del Parlamento andaluz Hortensia Gutiérrez del Álamo tuvo que llamar por tercera vez a una votación y algo disparó un ataque de risa que se propagó sin remedio entre los parlamentarios hasta obligar a su presidente, Diego Valderas, a suspender la sesión. Es imposible ver el vídeo sin contagiarse.Reírse cada tanto de uno mismo, desde una discusión de tráfico hasta el hemiciclo, da liviandad, nos tempera y a veces nos salva. Años después, los sobrevivientes volvieron al lugar del accidente. Nando Parrado no quiso ir al sitio donde yacían muertas su hermana y su madre, y les dejó una carta de la que Carlos solo cuenta la última frase: “Chicos, si se llegan a perder, la salida es para el otro lado”. Mariano Sigman es neurocientífico. 








La democracia, reseteada. [Archivo del blog. 21/01/2013]











Decía el sociológo aleman Max Weber (1864-1920) en El político y el científico (Alianza, Madrid, 1967) que hay dos formas de hacer política: una, la de los que viven para la política; otra, la de los que viven de la política. Paradójicamente, Weber piensa que son mucho más importantes los segundos que los primeros. Sobre todo en una democracia representativa como la nuestra, la de la tradición liberal occidental.
Y ahora, un repaso a los críticos. El escritor Javier Marías no se corta un pelo en su desprecio a la clase política. En "Más idiotas de lo que parecen" (El País Semanal, 20/1/2013) centra su crítica en la persona del presidente del gobierno, aunque también mete en la misma cesta al del Tribunal Supremo y a uno de los portavoces del PP. ¿Se pasa? No lo creo, aunque el artículo resulte más sarcástica de lo que es habitual en él.
Otro al que se le ve bastante harto es al también escritor Manuel Vicent en su artículo "Descarga" (El País, 20/1/2013). Pienso, como él, que el gobierno, el partido que lo sustenta, y la clase política en general, están jugando con fuego y que esto puede estallar en cualquier momento. El problema no es que se quemen ellos -la pandilla de sirvergüenzas que han engolfado el país, la democracia y la política- en la explosión, el problema es que podemos arder todos.
Mal, muy mal está la situación cuando un profesor tan prestigioso y siempre ponderado como Fernando Vallespín, en su "Sin palabras" (El País, 17/1/2013) se ve empujado a escribir tan durísimo alegato y solicitar el "reseteo" o reinicio de la democracia española y la necesidad imperiosa de un nuevo pacto constitucional.
Jesús Ferreiro, otro escritor, le canta las cuarenta en "¿Liberalismo o barbarie?" (El País, 18/01/2013) a la "casta financiera" y se pregunta que tiene o le queda de "liberal" y si veremos alguna vez a algún banquero en la cárcel. Tengo la impresión de que no. Y no me pregunten la razón de mi escepticismo; hoy no tengo excesiva predisposición al chiste fácil.
Y sobre el sentido de la palabra "liberal" en política y en economía, palabra -por cierto- de origen español, escribe también Álvaro Delgado-Gal. Lo hace en "Neoliberalismo y corrupción" (Revista de Libros, enero/febrero 2013) un documentado artículo que, dada la nula predisposición del autor hacia la "izquierda", resulta doblemente esclarecedor para comprender las falacias del neoliberalismo rampante que nos está asfixiando.
Personalmente no tengo excesiva confianza en las presuntas virtudes de la democracia en red como medio de participación política, si es que con ello se pretende sustituir la democracia representativa y parlamentaria. Hace ya un tiempo, en un libro que ha merecido la consideración de convertirse en un clásico de la ciencia política (La democracia y sus críticos, Paidós, Barcelona, 1993) el profesor Robert A. Dahl (1915), quizá el mayor estudioso de la democracia del siglo XX,  dedicó el último capítulo del mismo a formular un bosquejo de iniciativas sobre como podría ser la democracia del mañana en un país democráticamente avanzado.

En base a lo expuesto por Dahl en el libro citado, pienso que una fórmula mucho más factible de democracia participativa que la defendida por los partidarios de la democracia "directa" en red podría ser la de la constitución de "consejos populares" de entre cincuenta y cien personas, elegidos por sorteo entre los ciudadanos mediante un procedimiento similar al de los jurados,  a los que el gobierno debería someter obligatoriamente antes de su envío al parlamento las bases de cualquier proyecto legislativo, para que en audiencias públicas y con participación de representantes de todos los grupos políticos dichos consejos dictaminaran, aunque los dictámenes no fueran vinculantes para el parlamento, sobre su oportunidad y conveniencia.
Post scríptum 1: El País de hoy aporta al debate que nos ocupa un interesante artículo titulado "¿Qué hacer con la corrupción?" , escrito por los  los profesores  José Antonio Gómez y César Molinas, en el que se insta a la elaboración de una nueva ley de partidos políticos, similar a la alemana, que les obligue a la transparencia económica y la democracia interna, arrebantando el omnímodo poder de sus dirigentes y devolviéndolo a los militantes, simpatizantes y votantes de los mismos. ¿Necesario?, sí, por supuesto. ¿Difícil?, también; pero no imposible. Se lo recomiendo.
Post scríptum 2: "Resetear" no es palabra española aceptada, aún; de ahí el entrecomillado. Reiniciar sería el término más correcto en nuestro idioma, pero la he conservado en el título de la entrada porque es así como la cita el profesor Vallespín en su artículo.
Post scríptum 3: Termino por hoy con este artículo de la escritora Lucía Etxebarría titulado "¿Rajoy es tonto y analfabeto?" (Revista Digital AllegraMag, 20/1/2013) en el que la afamada novelista nos anima a difundir lo que a estas alturas es un secreto a voces, que el señor presidente del gobierno, don Mariano Rajoy, y el partido que lo sustenta son, además de unos incompetentes manifiestos, unos sinvergüenzas, cínicos e hipócritas sin remedio. Nada nuevo... Y sean felices, por favor, a pesar de las dificultades y del gobierno que padecemos. Y como decía Sócrates, "Ιωμεν". Tamaragua, amigos. HArendt












El poema de cada día. Hoy, Decir, hacer, de Octavio Paz (1914-1998)

 






DECIR, HACER


A Roman Jakobson

Entre lo que veo y digo,
Entre lo que digo y callo,
Entre lo que callo y sueño,
Entre lo que sueño y olvido
La poesía.
Se desliza entre el sí y el no:
dice
lo que callo,
calla
lo que digo,
sueña
lo que olvido.
No es un decir:
es un hacer.
Es un hacer
que es un decir.
La poesía
se dice y se oye:
es real.
Y apenas digo
es real,
se disipa.
¿Así es más real?
Idea palpable,
palabra
impalpable:
la poesía
va y viene
entre lo que es
y lo que no es.
Teje reflejos
y los desteje.
La poesía
siembra ojos en las páginas
siembra palabras en los ojos.
Los ojos hablan
las palabras miran,
las miradas piensan.
Oír
los pensamientos,
ver
lo que decimos
tocar
el cuerpo
de la idea.
Los ojos
se cierran
Las palabras se abren.


Octavio Paz (1914-1998). Poeta mexicano








Las viñetas de hoy domingo, 1 de septiembre