martes, 13 de febrero de 2024

De carlistas, señoritos y tractores

 






Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz martes. Las élites urbanas se llevan las manos a la cabeza mientras ven como Vox se inflitra en el discurso del campo, comenta en El País el escritor Sergio del Molino, pero hasta ahora no han prestado la menor atención a sus quejas. Les recomiendo encarecidamente la lectura de su artículo y espero que junto con las viñetas que lo acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. HArendt. harendt.blogspot.com







  

Lecciones de las guerras carlistas para las tractoradas de hoy
SERGIO DEL MOLINO
07 FEB 2024 - 05:00CET


Mi colega Víctor Amela y yo compartimos una fascinación muy friqui por el carlismo del XIX, que en su caso se explica porque su familia procede de la comarca de Els Ports, territorio carlistón. Yo no tengo disculpas autobiográficas: me alucina el carlismo por su rareza, pertinacia y burricie. Si la historia de España fuera Star Trek, los carlistas serían los klingons. Hablando con Amela el otro día, me descubrió un libro de tres diputados liberales de tiempos de Espartero: Historia de la guerra última en Aragón y Valencia, publicado en 1845 y rescatado en este siglo en edición crítica por el profesor Pedro Rújula, uno de los mayores expertos en el carlismo histórico.
La lectura contiene enseñanzas muy actuales que enriquecen el debate de hoy sobre el campo, la extrema derecha y las sequías que avientan las tractoradas. Historia de la guerra última es obra de tres turolenses: Francisco Cabello, nacido en Torrijo del Campo; Francisco Santa Cruz, nacido en Orihuela, pero asentado en Griegos y la sierra de Albarracín, y Ramón María Temprado, de Villarluengo. Eran tres liberales en una provincia carlista, y vivieron la primera guerra ídem en sus carnes. Con su libro querían contarles a los liberales de Madrid, señoritingos que no habían visto a un carlista ni en retrato, a qué se enfrentaban y cómo podía un Estado liberal prevenir futuras guerras.
Su resumen: las élites tenían que dejar de mirarse el ombligo matritense y pisar más el campo, construir carreteras y ferrocarriles y hacerse presentes en esas comarcas. Los carlistas se alimentaban del resentimiento labriego de unos aldeanos que se sentían abandonados —con razón— en el culo del mundo. El único remedio era acogerlos en el cuerpo político de la nación.
Salvando todas las distancias históricas, en el fondo, seguimos en las mismas. Las élites urbanas se llevan las manos a la cabeza al ver cómo Vox se infiltra en los discursos y las organizaciones campesinas (el consejero voxero de Agricultura de Aragón, Ángel Samper, es un dirigente histórico de Asaja, por ejemplo), pero hasta ahora no han prestado la menor atención a sus quejas. Curiosamente, Cabello, Santa Cruz y Temprado eran muy críticos con los indultos y amnistías que el Gobierno isabelino otorgaba a los carlistas, y abogaban por ser menos generosos con los insurrectos y más atentos con los campesinos. Qué dirían hoy de un Gobierno paralizado por amnistiar a la carta a un señorito de la élite catalana, mientras los tractores de los agricultores arruinados cortan las carreteras porque nadie les ha hecho ni caso. Sergio del Molino es escritor.



































 


[ARCHIVO DEL BLOG] Republicanismo: la ética en la política. [Publicada el 23/02/2013]













Salvo los "hooligans" del partido Popular, inasequibles al desaliento, creo que la mayor parte de los espectadores televisivos del reciente debate "Sobre el estado de la nación" no hayan sacado otra conclusión que la de que nuestro presidente del gobierno, su grupo parlamentario, y casi todos los diputados del Congreso viven en un mundo irreal, como la Alicia de Carroll, ajeno a las preocupaciones reales de los ciudadanos españoles. Confieso que no lo he seguido en directo, mi índice de masoquismo no llega a tanto, pero sí a través de los resúmenes en prensa y televisión. Y me ha gustado especialmente el análisis que del mismo se hace en mi blog amigo "La república heterodoxa".
Nada nuevo: ese debate plurianual, que se celebra cuando al gobierno de turno le parece y le conviene, y en las condiciones que al gobierno de turno le parece y le conviene, es una mera pantomima de cara a la galería que no sirve para nada. La vida política española ya no está en las Cortes, está en las calles de sus ciudades.
Lo que los españoles de a pie están haciendo ahora mismo en la calle es una historia que no me siento en condiciones de contar, no por falta de ganas, sino por que no sé hacerla. Es en la calle donde la política real se está ejerciendo en estos momentos en España. Y aunque aparentemente no lleve a ningún lado, como prueba la iniciativa popular sobre los deshaucios aceptada a debate por el Congreso que con toda seguridad quedará como al PP le convenga, merece la pena intentarlo.
En Entre el pasado y el futuro. Ocho ejercicios sobre la reflexión política (Península, Barcelona, 2003) dice Hannah Arendt que "la acción política genera nuevos espacios de libertad, porque la acción es lo que hace surgir perpetuamente el milagro de lo distinto y lo inesperado incluso en un mundo dominado por los procesos automáticos y los comportamientos previsibles. Es la acción política la que genera libertad, aunque no la "produzca" en el mismo sentido que una mesa es el "producto" final de la actividad del carpintero. La acción no "hace", no "produce", y cuando oímos hablar de grandiosos objetivos políticos (construir un mundo democrático, por ejemplo) nos movemos en el malentendido de la fabricación en la que el fin (producto) sigue a los medios (fabricación). Pero esto es un tipo de pensamiento equivocado porque la acción es un fin en sí misma, es en ella y a través de ella que los seres humanos pueden aspirar a la libertad. Ésta no es el producto de instituciones o reglas, sino de la acción humana, inestable, contingente e impredecible, que es el único lugar donde se general y sobrevive. Los seres humanos contemporáneos están tan fascinados por las posibilidades del pensamiento técnico-productivo que lo usan en un campo en el que resulta sencillamente inaplicable: el de la acción humana. Y en eso reside buena parte de los malentendidos políticos actuales".
He tomado el largo párrafo anterior de un artículo del profesor Rafael del Águila, uno de los más grandes teóricos políticos españoles, fallecido en enero de 2009, que lleva el título de "Entre la acción y la reflexión" y en que comenta el citado libro de Hannah Arendt. Lo publicaba en el segundo número de Revista de Libros, hace justamente dieciséis años. Artículo y libro que no solo no han perdido actualidad sino que la ganan día a día.
¿Puede una persona declararse monárquico y partidario, simultáneamente, del republicanismo político sin caer en la incongruencia?. Yo lo soy: lo declaro expresa y públicamente en la presentación de este blog, en el apartado "Sobre el autor": "Monárquico por sentimiento, lealtad y convicción personal, se declara de izquierdas, progresista y socialdemócrata. En la estela del republicanismo cívico, entiende la política como ejercicio virtuoso de cosa pública, el federalismo como el marco idóneo donde desenvolver el autogobierno de los pueblos y los Estados y la democracia como procedimiento y fin en sí misma".
No creo ser incongruente. Y me atrevo a sacar esto a relucir porque declararse monárquico o republicano no es otra cosa que decantarse por una u otra forma de configuración de la Jefatura del Estado, no una opción para la acción política, en la que partidarios de una u otra forma de Estado pueden estar absolutamente de acuerdo
Hace pocas semanas leía en uno de los blogs del diario El País una interesante entrevista al catedrático de Sociología de la Universidad de Barcelona, Salvador Giner, en la que se mostraba muy crítico con la concepción de la sociedad actual acerca de la moral y la ética en la política, y en general, y se hacía referencia a su más reciente publicación al respecto: El origen de la moral. Ética y valores en la sociedad actual (Península, Barcelona, 2012). Me interesó lo que planteaba y pedí a la Biblioteca Pública del Estado en Las Palmas que me lo buscara, pues no lo tenían en depósito. Menos de una semana después estoy leyéndolo con fruición y provecho. Y lo que son las casualidades, en su capítulo noveno, "Ciudadanía", encuentro un apartado titulado "Virtud pública y republicanismo" (páginas 281-283), que refleja muy bien lo que expreso en la presentación de "Desde el trópico de Cáncer" y corrobora mi profundo sentimiento de admiración por Hannah Arendt. Perdónenme la insistencia, pero no me resisto a trascribirlo en su integridad:
"La concepción republicana de la politeia posee antiguas y profundas raíces. Tras un largo período de relegación, si bien no de completo olvido, experimentó un renacimiento notable, que se remonta a la obra de algunos filósofos morales del siglo XX como fuera Hannah Arendt. El esfuerzo por consolidar el republicanismo como alternativa a las otras concepciones democráticas del orden político tiene consecuencias de alcance para la teoría moral de la democracia.
El republicanismo comparte algunos rasgos con el liberalismo. Su énfasis principal, empero, recae sobre la fraternidad o solidaridad, así como sobre el altruismo. (Son las virtudes cívicas, las de su moral pública.) Ello sega sella su ligazón con la justicia social y la redistribución equitativa de recursos, así como con su visión del ciudadano como ser dotado de virtud cívica. Esto incluye participación en lo público, responsabilidad ante el interés común tal y como se plasma en la res publica y al que se llega a través de la deliberación. De igual modo, el republicanismo no se ciñe a la vida política, sino que suele preocuparse de que la actitud participativa penetre todos los niveles de la vida social: la empresa, la convivencia del barrio, la cultura en el espacio público, en las instituciones privadas y en el seno de los movimientos sociales. He aquí algunos de los elementos esenciales para una concepción genuinamente republicana de la buena sociedad.
Llama la atención en esta concepción de la politeia su afinidad con la interpretación multidimensional del ciudadano. No osaría afirmar que todos los amigos del recién descrito ciudadano "avanzado" sean republicanos implícitos o subconscientes. Me limito a indicar afinidades electivas, inclinaciones compartidas por ambos, es decir, entre la hipotética ciudanía republicana y lo que constituye una ciudadanía plena o avanzada. Las demandas que emanan de los ciudadanos que apoyan la multidimensionalidad para que se ejercite la fraternidad o solidaridad a través de una política social efectiva orientada sobre todo hacia quienes son ciudadanos precarios -por pobreza, marginación social o cualquier forma de discriminación regular- coinciden con las del republicanismo. Lo mismo ocurre con la exigencia de derechos participativos en la industria y la empresa, en la vida comunitaria, en la conversación pública y en la esfera política. Los avisos contra el exceso del profesionalismo en las instituciones que eliminan nuestra condición de partícipes y nos transforman en seres pasivos -pacientes tratados como objetos en la sanidad y medicina públicas, por ejemplo- responden también a una conciencia solidaria o civismo social, por así decirlo que es concomitante con la filosofía política del republicanismo. Todos, incluso los pacientes y hasta muchos condenados a prisión por la justicia, deben tener derecho a la voz y la palabra, y a ser tratados con respeto." 
Como ven, nada más alejado del republicanismo cívico que la teoría y la praxis de nuestro gobierno y de buena parte de la oposición.
Por cierto, hoy se cumplen treinta y dos años del más ignominioso hecho de la reciente historia política española: el intento de golpe de Estado de 1981. No voy a hacer referencia alguna más a él.
El vídeo que acompaña la entrada es el primero de una serie de cuatro en el que se recoge la conferencia pronunciada por el sociólogo Salvador Giner en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, en Madrid, sobre la "Sociedad civil" y su relevancia en los tiempos actuales. Los tres restantes pueden verlos accediendo al canal YouTube desde el enlace anterior.
Sean felices, por favor, a pesar del gobierno. Y como decía Sócrates, "Ιωμεν". Tamaragua, amigos. HArendt











lunes, 12 de febrero de 2024

De la spanish enseñanza

 







Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz lunes. Es necesario revisar el sistema de enseñanza bilingüe, en el que el español se usa en el patio y el inglés en la pizarra, comenta en El País la filóloga Lola Pons; porque el momento actual se parece a la situación de dos lenguas (una familiar y otra prestigiosa) que se da en países de África con sus lenguas coloniales y creo que una parte del reciente desastre de Pisa tiene que ver con esto. Les recomiendo encarecidamente la lectura de su artículo y espero que junto con las viñetas que lo acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. HArendt. harendt.blogspot.com














La ‘Spanish’ enseñanza
LOLA PONS RODRÍGUEZ
28 ENE 2024 - El País - harendt.blogspot.com

Los nombres de las autonomías son, entre otros, Andalusia o Balearic Islands; nos regula la Spanish Constitution, en geografía no hay que pasar por alto la Castilian Meseta y son hitos históricos the Caliphate of Córdoba, the Irmandiño revolt o the Spanish Armada. Hay libros de texto de muchos estudiantes de colegios e institutos españoles que están por completo escritos en inglés; son los que se usan en las asignaturas que se etiquetan como “no lingüísticas” (por ejemplo, música, historia o biología). Se hace así por la implantación del modelo AICLE (Aprendizaje Integrado de Contenidos y Lenguas Extranjeras, en inglés CLIL), una metodología muy generalizada en España desde los inicios del siglo XXI y por la que se enseñan en una segunda lengua (normalmente en inglés) los contenidos de varias asignaturas de cada curso. El establecimiento de este sistema en España lleva asociada la contratación de asistentes de conversación y, claro está, el uso de libros de texto adaptados.
Sé que no hay opinión unánime en nada que tenga ver con educación y contribuyo hoy al coro de la disonancia: expreso mis dudas hacia este sistema y animo a que desde los gobiernos autonómicos, que son quienes tienen en España mayoritariamente las competencias en educación, debatan sobre su continuidad.
Pensemos en el alumno. Si el objetivo de este sistema es mejorar el inglés a través del contenido, la ecuación está mal planteada: el contenido no puede convertirse en un medio y el aprendizaje de una lengua extranjera no es la única meta. Tener competencia en una segunda lengua es deseable, de hecho parece imprescindible en el mundo actual, pero no todos los estudiantes lo consiguen y eso no debería convertir en fracaso su paso por otras materias. ¿Es justo que condenemos a quien no tiene buen nivel de inglés a que tampoco tenga buen nivel de historia?
Pensemos en el profesorado. Incluso si suponemos a todos los docentes un óptimo nivel de competencia lingüística en la lengua extranjera, ¿están preparados para impartir en ella los contenidos que aprendieron en una universidad donde se les ha dado clases en español?, ¿no es una incoherencia que les pidamos que trabajen en un modelo bilingüe pero que preparen luego a los estudiantes para una Ebau (selectividad) en español?
Pensemos en el nivel de inglés. En asignaturas de primaria se da un desequilibrio entre el nivel de la propia materia de inglés y el que contiene el libro de ciencia, historia o música. En las asignaturas impartidas en inglés se requiere traducir la terminología, por lo que la comunicación lingüística se convierte a menudo en una competencia trabajada sobre todo pasivamente, de forma anticomunicativa, lo peor para avanzar en una lengua extranjera.
Pensemos ahora en el español, que es la gran víctima de este modelo. Al inicio de la educación obligatoria, en Primaria, la mayor parte de los niños sabe hablar con pleno dominio, lo que no conocen es la variedad elaborada de la lengua española, que se aprende en todas las materias escolares, no solo en la asignatura de Lengua. Sacar al español de las explicaciones de historia política, de desarrollo natural o de estructuras sociales consolida la equivocada idea de que el inglés es la única gran lengua europea para la exposición técnica y científica. El español se usa en el patio y el inglés en la pizarra; se parece a la situación de dos lenguas (una familiar y otra prestigiosa) que se da en países de África con sus lenguas coloniales. Por el camino, se reduce el empleo del español como lengua para la reflexión crítica razonada: mala cosa en una democracia.
Pensemos, por último, en el nivel de lo estudiado. Muchos docentes se quejan de que se llega a una menor profundización de los contenidos y, de hecho, la Comunidad de Madrid anunció en diciembre pasado que reintroducía el uso del español en la asignatura de Historia a petición de los profesores. El seguimiento realizado a alumnos implicados en este sistema ofrece resultados dispares, y en la bibliografía abundan estudios donde se insiste en que el nivel de contenidos no sufre por el inglés. Aun sin dudar de tales estudios, hay algo que no me gusta de este modelo: para garantizar que lo básico se ha entendido, se tiende a volver al positivismo del siglo XIX: la clase se va en insistir sobre hechos y fechas básicos, pero no en debatir, resolver o argumentar, porque el nivel de inglés no alcanza.
Sé que lo más español en el asunto de la enseñanza es que no haya consenso político. Pero formulo aquí mis argumentos sobre este asunto sin salir del centro educativo, el lugar donde convergen los alumnos, sus profesores y los materiales que intermedian entre ellos. Tengo por delante un libro de Secundaria que trata sobre “The Disaster of ‘98″ y, creo que una parte del reciente desastre de Pisa tiene que ver con esto. Lola Pons es filóloga.



































[ARCHIVO DEL BLOG] Mis pasiones confesables: una de ellas, la política. [Publicada el 11/02/2013]










En la presentación de "Desde el trópico de Cáncer" comento que entre mis pasiones confesables, aparte de mi familia, están la lectura, el paseo, mis amigas, los perros, los gatos, Europa, la teoría política, la historia, el café, y el buen wiski; no siempre por ese orden, matizo ahora... Más adelanto intentaré justificar esta, aparentemente, extemporánea declaración.
Los sábados es mi mejor día de la semana. Es el día en que me siento "más mejor"; un canarismo precioso, ¿no es verdad?. No me pregunten la razón porque no tengo ninguna explicación clara al respecto, pero es cierto que el día en que suelo desenchufarme con fortuna de los agobios diarios y me siento mejor que los restantes días de la semana. Normalmente, aprovecho para ir dando un paseo matinal por la avenida marítima que discurre de sur a norte por la costa oriental de Las Palmas, desde mi casa hasta la Biblioteca Pública del Estado, situada en el parque de San Telmo. De una hora a hora y cuarto, más o menos, a paso tranquilo. El pasado sábado lo hice de nuevo. Fui a devolver dos libros: "Historia mínima de España" (Turner/Colegio de México en España, Madrid, 2012), de Juan Pablo Fusi, y "Tiempos presentes" (Gedisa, Barcelona, 2002), de Hannah Arendt, y traerme otros dos que había solicitado recientemente: "Informe sobre España. Repensar el Estado o destruirlo" (Crítica, Barcelona, 2012), de Santiago Muñoz Machado, y "El azar de la mujer rubia" (Alfaguara, Madrid, 2012), de Manuel Vicent. Me queda por terminar "Las élites españolas ante el cambio de régimen políticos. Lógica de Estado y dinámicas centro-periferias en el siglo XX" (Centro de Investigaciones Sociológicas/Siglo XXI, Madrid, 2004), del sociólogo y profesor de la Universidad de Montpellier, William Genieys.
Pero vuelvo con lo de las pasiones confesables: Sí, la política es una de ellas; no como ejercicio profesional o vocacional de servicio a la "cosa pública" -que de todo hay, no lo dudo- sino más bien como objeto de estudio y análisis histórico y teórico. Quizá por eso me entusiasman el Derecho Constitucional Comparado y la Teoría Política. De niño quería ser senador, no diputado ni procurador en Cortes, sino senador, como los de los Estados Unidos pero en España. Para cuando hubo senadores en España, ya se me había pasado la vocación. Estuve metido en actividades políticas durante el régimen franquista, la transición y, luego ya, en la etapa democrática. Nunca ocupé cargo alguno remunerado, ni por casualidad. Me hubiera gustado ser diputado del Parlamento europeo, no por el sueldo -sustancioso, por otra parte-, sino porque para mí, antinacionalista confeso, Europa es mi madre patria sentida y anhelada; la única patria común que me merece la pena, pero en la política activa partidista y profesional hay que tragarse muchos sapos y un servidor tiene las tragaderas estrechas...
Me leí el libro de Vicent que citaba más arriba de un tirón, sin pausas. En unas horas de soledad amigable y compartida. No les desvelo la trama de la ficción por si deciden leerlo; yo se lo recomiendo encarecidamente. Los cercanos a los sesenta lo disfrutarán seguro. Solo les adelanto que salen todos los que significaron algo en la transición democrática pero que la historia está centrada en la relación, íntima y profunda, entre tres personajes: Adolfo Suárez, el rey Juan Carlos y Carmen Díez de Rivera. que jugaron un papel esencial en la misma. ¿Se acuerdan de ella?... La llamaron la "Musa de la Transición".
Fue  aquella una fantástica epopeya que estoy seguro muchos de nosotros echamos de menos ahora, una epopeya en la que los políticos jugaron solo a hacer "Política" (con mayúscula, como pedía el rey en su último mensaje navideño) pensando más en los intereses del pueblo español que en los suyos estrictamente partidistas. De los tres personajes centrales de esta historia tuve la fortuna de conocer personalmente a dos de ellos.
Hay pocas cosas que me emocionen hasta el llanto, quizá la música -a pesar de que tengo un oído fatal-, un fragmento literario bien estructurado (y bello), o la muerte absurda e inesperada de un ser querido. Leyendo a Vicent me he tenido que morder los labios para no ponerme a llorar como un chiquillo; sentimental que es uno. En este enlace pueden leer lo que el propio autor escribe sobre su libro en "El Huffington Post".
Sobre la transición española a la democracia (1976/1978) se ha dicho y se siguen diciendo muchas tonterías, sobre todo por los que no la vivieron. Por supuesto que se cometieron fallos y errores, pero la prudencia y el bien común, y traer la democracia a España, se antepuso a todo. En palabras del sociólogo e historiador Juan José Linz, citado por Genieys en su libro sobre las élites españolas, "la transición se basó en un pacto que vinculó tanto a los rupturistas como a los reformistas". Otro politólogo citado en el mismo libro, Richard Gunther, añade que "el éxito de la consolidación democrática se debió al tránsito de la desunión a la unión consensual de las élites, caracterizado por el hecho de que los partidos aceptaron el juego democrático". Termino con otra cita de Giovanni Sartori: "El triunfo de la democracia liberal frente a sus enemigos exteriores (es decir, frente a la malignidad de la política) la deja indefensa ante un enemigo interior: las malas políticas. La democracia puede triunfar en el terreno de los principios, pero en la práctica, en su ejercicio, puede tener que soportar fuertes ataques". Como ahora en España, o en Italia, profesor Sartori, por ejemplo; añado yo...
Sobre la necesidad ineludible de una nueva transición política española y un reformado en profundidad pacto constitucional, trataba el editorial del diario "El País" del pasado día 9, que proponía acometer diez reformas absolutamente prioritarias para sacar a España de la crisis social, política, institucional y económica en que la incompetencia e irresponsabilidad de unos y otros la ha sumido. Y sean felices, por favor, a pesar del gobierno. Y como decía Sócrates, "Ιωμεν". Tamaragua, amigos. HArendt













domingo, 11 de febrero de 2024

De los huesos de la ternura

 






Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz domingo. En las cambiantes fortunas del tiempo, comenta en El País de hoy la escritora Irene Vallejo, con sus quiebras, devaluaciones y pérdidas, lo que hemos dado de nosotros mismos a los demás resultará ser la más segura de nuestras inversiones. Les recomiendo encarecidamente la lectura de su artículo y espero que junto con las viñetas que lo acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. HArendt. harendt.blogspot.com








Los huesos de la ternura
IRENE VALLEJO
14 ENE 2024 - El País - harendt.blogspot.com

Cuando a mi padre le diagnosticaron cáncer, brotaron mis majestuosas, negras, hinchadas ojeras. El uniforme de quienes cuidan está tejido con la seda de las noches rasgadas y los jirones de sueño. Tal vez por eso simpatizo inmediatamente con la gran familia de los exhaustos, con esos ojos que bostezan desde un periscopio de sombra. Fuimos bebés, seremos viejos, sufriremos enfermedades. Con suerte, habrá en la familia personas generosas dispuestas a atendernos. Pero pagarán un precio: dejar el trabajo, malabarismos horarios y descalabros salariales, la desaparición del tiempo propio, aislamiento, ansiedad, los insomnios y el cansancio prohibido, el bucle de exigencia y exasperación, correr tensas y disparatadas de una tarea a otra sin alcanzar nunca a cumplir lo bastante. Un glacial sentimiento de expulsión. La sociedad entera descansa sobre esos esfuerzos no remunerados, sigilosos, sumergidos, a veces incluso penalizados.
Hace 25 siglos, el poeta Sófocles llevó a escena el callado exilio de quienes deciden cuidar. Edipo en Colono muestra al poderoso rey de otros tiempos, ahora caído en desgracia: expulsado de su ciudad, viejo, ciego, maltrecho y con las manos vacías. Su figura inspiraría el ocaso del Rey Lear, de Shakespeare. Mientras los hombres de la familia pelean por el trono, Antígona —su hija, su hermana— se adentra en un mundo hostil para ser los ojos del anciano que no ve. Calzada de barro, despeinada y nómada, la chica mendiga cada día alimento para ambos. Lejos de su ciudad, con aspecto magullado, ni ella ni su padre son bienvenidos. La miseria siempre resulta sospechosa, delincuente: algo habrán hecho mal para ser pobres. Cuando Edipo muere, Antígona le ha dedicado los mejores años de su juventud. Lejos de agradecerle sus renuncias, la familia la compadece por seguir soltera: está mortalmente cansada, pero no casada. En la tragedia, Sófocles contrapone dos formas nítidas de entender la vida: los personajes que se mueven por ambición o los que cuidan de otros. Y entre todos, ¿quién es la rebelde, la perseguida, la proscrita, la peligrosa? Antígona, con su pelo alborotado y sus ojeras violeta.
Antígona desestabiliza el orden imperante cuando decide atender a quien cae, en lugar de correr en auxilio del vencedor. Esta disyuntiva se sigue planteando en el presente, es el punto de fricción entre dos teorías y dos actitudes: la visión compasiva frente a la competitiva. La comunidad o la cápsula, el sálvese quien pueda o el salvémonos juntos. Son los dos polos entre los que oscilamos en épocas de inclemencias y, en el fondo, tanto al asociarnos como al ensimismarnos, buscamos lo mismo: estar a salvo. Empáticos un día, egocéntricos al siguiente, dudamos entre ambas vías tratando de alcanzar la seguridad, el añorado refugio. Antígona, tras ser princesa y mendiga, tuvo clara su —subversiva— visión. En las cambiantes fortunas del tiempo, con sus quiebras, devaluaciones y pérdidas, lo que hemos dado resultará ser la más segura de nuestras inversiones.
Nuestro bienestar es un trabajo en equipo, pero el viejo dilema resurge una y otra vez. Cuando el mundo parece tambalearse, se alzan voces que proclaman un ideal de dorada autonomía, de fuerza, de victorioso aislamiento. Se destinan afilados discursos políticos y enormes sumas a financiar la desconfianza, el quien no corre vuela, la polarización y la privatización del propósito vital. Quienes aporrean nuestros oídos con el apocalipsis suelen vender algún remedio mesiánico: nuestro miedo es el mejor medio para lograr sus fines. Bajo esa promesa salvadora, ahogan las raíces del apoyo mutuo y rompen las redes del tejido común —la hospitalidad, el amparo a los frágiles—. Sin embargo, en campos como la biología evolutiva, la psicología y la sociología están aflorando sólidos indicios de que los seres humanos somos más colaboradores y menos egoístas de lo que nos hacen creer y nos espolean a ser. Además, recientes investigaciones revelan evidencias neuronales de nuestra predisposición a cooperar. El naturalista Edward O. Wilson explica en Génesis que prosperan más y sobreviven mejor aquellas especies que practican el altruismo. También existe el gen generoso. Pero si ahogamos ese impulso en precariedad y agotamiento, no quedarán fuerzas disponibles para coser alianzas. Y desde los territorios del cuidado, cada vez más abandonados a su suerte, veremos que la factura y la fractura seguirán creciendo; en palabras del peruano César Vallejo, cómo nos van cobrando el alquiler del mundo.
Cuenta la leyenda que los hijos de Edipo se enfrentaron por el trono paterno, uno sitiando la ciudad de Tebas con un ejército y otro defendiéndola. En un día de ira, los dos se asesinaron mutuamente: el símbolo de toda guerra civil. El nuevo rey, su tío Creonte, decidió honrar con un grandioso funeral a los leales a la ciudad, pero prohibió bajo pena de muerte enterrar a los atacantes, ordenando que las fieras devorasen los cuerpos de los enemigos de la patria. Ahí transcurre Antígona, otra obra de Sófocles protagonizada por la mujer pálida que reclama su derecho a dar sepultura también al hermano rebelde. Para el vencedor nunca faltarán honores, ella se preocupa por el perdedor. Al caer la noche, otra vez descalza, desobedeciendo el mandato, entierra a escondidas el cadáver prohibido. Al trágico final de esta historia no le falta su punto de negrísima ironía, cuando el nuevo rey dicta sentencia: el cuerpo del muerto será exhumado y abandonado a los perros, mientras a ella la enterrarán viva. La lógica de un mundo al revés. Ese despropósito sigue sucediendo, ahora y aquí, tan cerca: los vivos sepultados bajo montañas de escombros en bombardeos cotidianos, los desaparecidos perpetuos a quienes se niega la certeza de la muerte y el cementerio. Todo ello pese al paso de los milenios, que —pomposa y bigotudamente— declaramos civilizados.
Sófocles convirtió a su vagabunda ojerosa en un arquetipo de indomable piedad. En una de las relecturas más recientes del mito, El tercer país, Karina Sainz Borgo desdobla a la tebana en dos personajes. Angustias, madre migrante, busca sepultar a sus hijos recién nacidos después de una travesía de kilómetros con las criaturas guardadas en cajas de zapatos. Visitación regenta un cementerio perdido en la frontera entre Venezuela y Colombia, donde entierra cuerpos que nadie reclama, o cuyos familiares apenas disponen de dinero para darles tumba. Ambas recuperan el rostro exiliado, vagabundo, fugitivo y desheredado de Antígona. Otra reminiscencia de Sófocles, Las sepultureras, de Taina Tervonen, aborda la historia real de una experta en ADN y una antropóloga forense que identifican huesos humanos en las fosas de un país inconsolable —Bosnia–Herzegovina— para devolver los muertos a sus familias. Todas ellas saben que los vivos, sobre todo los vivos, necesitan descansar en paz.
La etimología de “cuidar” procede del latín cogitare, “pensar”; “médico” deriva de “meditar”. La máxima cogito ergo sum podría dar lugar a un audaz “cuido, luego existo”. Mientras parecen avanzar los argumentos implacables que nos empujan a una carrera ciega y despiadada, Antígona encarna la comunidad del cuidado, la mirada ojerosa que decidió ser generosa. La llamada a poner el sentido común al servicio del sentido de lo común. Permitir que los egoísmos nos atomicen es un desatino: somos el destino de los demás. Irene Vallejo es filóloga y escritora y Premio Nacional de Ensayo 2020 por su libro El infinito en un junco.






[ARCHIVO DEL BLOG] Nombres de mujer: Aisha, Leonarda, Marilyn, Vanessa, y otras... [Publicada el 19/10/2013]











Hace unos años el escritor y premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa escribió un hermoso artículo lleno de elogios por la actriz británica y decidida activista proderechos civiles Vanessa Redgrave. Dicho artículo me hizo recapacitar sobre el enorme privilegio de vivir, a pesar de todos los "tsunamis" financieros, políticos y sociales que se nos vengan encima, en este acorralado puerto a la defensiva que llamamos Occidente. Sobre todo si uno es mujer.
Hoy es noticia que Francia, sí, la del lema universal de "Liberté, Egalité et Fraternité" y un gobierno socialista, permite volver a Leonarda, la niña kosovar de etnia gitana expulsada hace unos días del país, pero no al resto de su familia, algo que la niña, con suma dignidad, parece que ha rechazado. La crítica no va solo hacia Francia, ha sido un acto que, incluso dentro de su discutible legalidad, sume en la vergüenza a la Unión Europea en su conjunto. 
Mucho más terrible y de una crueldad inusitada, resultó la pasmosa indolencia con que en este Occidente del que presumimos como eje de la civilización reaccionó hace ahora justamente cinco años ante la lapidación de una joven somalí de 13 años años, de la que sólo supimos su nombre: Aisha Ibrahim, acusada de adulterio. Ni una palabra del Secretario General de las Naciones Unidas, ni del Papa, ni de los candidatos a presidir los Estados Unidos, ni del presidente de Rusia, ni del Dalai Lama, ni de los líderes musulmanes moderados, ni de Dios... De nadie, salvo de los familiares y unos cuantos vecinos y amigos de Aisha, y de unas descomprometidas palabras de condena de los en aquellos momentos hipersensibilizados presidentes de Francia y de la Unión Europea. De vergüenza.
Amnistía Internacional sí dio la cara en aquel momento, aunque no sirvió para nada, y sigue dándola a diario, y gracias a su labor se salvan muchas Aishas en el mundo. ¿Será posible ver el día en que las religiones y los dioses, y sus intérpretes varios, dejen de jodernos a los pequeños e insignificantes humanos y que podamos vivir, equivocarnos y morir en paz?
No recuerdo quien dijo que en Filosofía y Literatura, después de los clásicos griegos, todo era mera paráfrasis... Lo comparto plenamente. Será por eso que mis tres personajes preferidos de ficción son mujeres y producto de los trágicos griegos. Dos de ellos de Eurípides: Ifigenia, la inocente y desventurada hija de Agamenón y Clitemnestra, sacrificada a los dioses en aras de la victoria aquea sobre los troyanos; Medea, la repudiada y vengativa esposa de Jasón, inmisericorde ante la traición del amado; y la tercera, mi favorita, la valiente y heroica Antígona, de Sófocles, hija de Edipo y Yocoasta, que afronta con serenidad la condena a muerte que le es impuesta por rendir honores fúnebres a su hermano, rebelde al gobierno constituido.
Y si tuviera que nombrar a únicamente tres mujeres contemporáneas a las que admiro profundamente, me quedo con la imagen de infinita tristeza y soledad de la actriz norteamericana Marilyn Monroe, la valiente fragilidad y sensibilidad de la filósofa francesa Simone Weil, y la descarada independencia de juicio crítico de la politóloga estadounidense Hannah Arendt. Estas dos últimas lúcidas críticas de su tiempo, ambas intelectuales de prestigio, y judías. ¿Será casualidad esto último?... No creo que ellas se hubieran callado ante la actualidad de Leonarda, los muertos en Lampedusa ni la vil "ejecución" de Aisha. Vaya dicho en homenaje de todas las Aishas del mundo que nunca subirán a los altares, por muy mártires que sean... Sean felices, por favor, y como decía Sócrates: "Ιωμεν", vámonos. Tamaragua, amigos. HArendt