Hoy, 4 de diciembre, se cumplen treinta y nueve años de la muerte en la ciudad de Nueva York, donde residía, de la teórica política estadounidense de origen alemán, Hannah Arendt. Una de sus biógrafas, la profesora francesa Laure Adler, cuenta en su libro "Hannah Arendt" (Destino, Barcelona, 2006) que la tarde de aquel día había invitado a su casa a unos amigos para los que preparó la cena ella misma. Terminada esta, pasaron a un saloncito de la casa para charlar, pero nada más sentarse, dio un profundo suspiro y murió a causa de un infarto de miocardio. Tenía 69 años recién cumplidos. Está enterrada en el campus universitario del Bard College, en la ciudad de Annandale-on-Hudson, Nueva York, en el que su esposo, Heinrich Blücher, había sido profesor.
Nacida en Hannover (Alemania) el 14 de octubre de 1906, Hannah Arendt comienza sus estudios de Filosofía en la Universidad de Marburgo, donde tiene como profesores a Martin Heidegger, Nicolai Hartmann y Rudolf Bultmann, estudios que continúa en la Universidad de Friburgo con Edmund Husserl y que culmina con su doctorado en la Universidad de Heidelberg bajo la dirección de Karl Jaspers. A pesar de su impresionante currículo académico filosófico, ella nunca se considero a sí misma como filósofa sino como teórica de la política, a cuyo estudio dedicó prácticamente toda su vida como pensadora y profesora en las universidades estadounidenses de Princeton, Chicago y Berkely, a donde se trasladó en 1941 huyendo del régimen nazi que la había privado de la nacionalidad alemana por su condición de judía.
Mi primer contacto académico con la persona y la obra de Hannah Arendt tiene lugar cuando curso la asignatura de Teoría Política, en la facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la UNED, a través de la serie de libros de "Historia de la teoría política" del profesor Fernando Vallespín. Yo había oído hablar de Hannah Arendt con anterioridad, pero no había leído ninguna de sus obras. Es ahora, cuando lo que hasta ese momento era una obligación académica se va a convertir en una pasión. Y tras "Sobre la revolución", el primero de sus libros que leo, le siguen (no por el orden en que los cito): "Los orígenes del totalitarismo", "La condición humana", "Eichmann en Jerusalén", "Entre el pasado y el futuro", "¿Qué es la política?", "Karl Marx y la tradición del pensamiento político occidental", "La promesa de la política", "Tiempos presentes", y algún otro que me dejo en el teclado... Y por supuesto, las dos espléndidas biografías que sobre ella escriben Elizabeth Young-Bruehl (Alfonso el Magnánimo, Valencia, 1993) y la citada más arriba de Laure Adler, de las que volveré a hablarles más adelante.
Como decía en mi entrada de hace unas semanas en la conmemoración del 108 aniversario de su nacimiento, traer a Hannah Arendt a este blog no necesita justificación alguna. Basta con que en el buscador del mismo pongan su nombre para que puedan percibir el sentimiento de admiración que el autor del mismo siente por ella. ¡Hasta el seudónimo con el que firma sus entradas es un homenaje a su memoria!
El catedrático de filosofía Fernando Savater le dedicó en la presentación de la edición para el Círculo de Lectores del libro de Hannah Arendt quizá más emblemática, "La condición humana", unas páginas no por breves menos admirativas hacia su persona y su obra, que reproduzco literalmente a pesar de extensión: A Hannah Arendt, dice sobre ella el profesor Savater, le debemos la reflexión filosófica sobre política más genuina de este siglo. Digo genuina, no simplemente acertada o sugerente. Por supuesto, su gran libro sobre los orígenes del fenómeno totalitario, su comparación entre la revolución americana y la francesa a la luz de las libertades públicas, sus esbozos sobre la violencia o sobre la crisis de la educación, están siempre llenos de originalidad inspiradora incluso para quienes menos comparten su análisis (¡con la posible excepción de sir Isaiah Berlin, que siempre le tuvo una ojeriza teórica sin desmayo!). Pero su filosofía política, continúa mas adelante, es genuina porque no aspira al final de la política, sino a su esclarecimiento y prolongación. Me explico, dice, el filósofo que se dedica a la epistemología no ansía llegar a una visión del conocimiento capaz de cancelar su progreso ulterior, ni el que piensa sobre moral pretende que llegue el momento feliz en que la moral sea cosa del bárbaro pasado... ¡aunque fuese gracias a la victoria definitiva del Bien! Pero el noventa por ciento de los filósofos políticos parecen considerar que la actividad política misma, su agitación, sus constantes cambios de proyecto o ideal, etcétera, son algo a erradicar cuanto antes. El ejercicio contradictorio de la política (necesariamente contradictorio, porque si no faltaría la libertad que lo hace posible) proviene para ellos de ambiciones, caprichos o accidentes igualmente detestables. De ahí su empeño por promulgar el "final de la historia" o la "utopía", objetivos simétricos aunque el primero sea conservador y el segundo, supuestamente revolucionario. En ambos casos (y en otros adyacentes, aunque menos graves) se da a entender que la culminación de la política llegará cuando ya no sea necesario hacer política. Por el contrario, Arendt permanece siempre estusiástica y lúcidamente fiel a la política como actividad. Y la vincula en cuanto tal a la concepción de la vida humana como algo más que la acumulación de labores reproductivas o fabricación de objetos. Para ella, creo que acertadamente, hacer política es también hacer humanidad. Desde el punto de vista genérico de esta colección, La condición humana es particularmente interesante porque muestra las posibilidades del ensayo para abordar de una manera casi "aérea" perspectivas amplísimas que un tratadista minucioso no lograría agotar satisfactoriamente salvo que perpetrase toda una biblioteca de agobiantes volúmenes. Y desde luego porque en este caso el resultado de tal perspectiva sintetizadora merece realmente la pena. Hasta aquí, las palabras del profesor Savater sobre Hannah Arendt.
Concluyo esta entrada de hoy, rendido homenaje de admiración a la personalidad y la obra de Hannah Arendt en el aniversario de su muerte, invitándoles a la lectura de la reseña crítica que de las dos biografías citadas más arriba, titulada "Amistad y amor mundi: la vida de Hannah Arendt", realizara en su día en Revista de Libros el profesor Jordi Ibáñez Fanés. Estoy convencido que les resultará más que interesante.
Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt
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sábado, 3 de diciembre de 2022
[ARCHIVO DEL BLOG] Hannah Arendt (1906-1975. In memoriam. [Publicada el 4/12/2014
De pedirle cuentas a los pijos
Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz domingo. Mi propuesta de lectura de prensa para hoy va de pedirle cuentas a los pijos, porque como dice en ella el escritor Manuel Jabois, por alguna secreta razón hay gente que cree que al “haberse hecho a sí misma” la vida les debe algo muy especial, y dedica el resto de sus años no a disfrutarla, sino a cobrárselo. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Nada más por mi parte salvo desearles que sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos.
Pedirle cuentas a un pijo
MANUEL JABOIS
30 NOV 2022 - El País
Una de las mejores lecciones políticas que recibí en mi vida me la dio, gratis, un amigo hace varios años en Pontevedra. Al salir de un pub vimos apoyado en la puerta a un mítico pijazo de la ciudad, engominado anacrónicamente y fumando como si el pitillo le debiese algo; mi amigo le extendió la mano boca abajo mientras el otro la miraba medio enloquecido. “¿Perdona?”, dijo. Y mi amigo, sin mirarlo, respondió: “El sello, por favor, que a lo mejor volvemos”. El señor (debía de tener 30 años, pero los pijos pata negra saltan de los 20 a los 55) montó en cólera porque, aunque ahora se puso de moda entre ciertos agrandados aparentar buen rollo con la chusma hasta que aparece el negocio o la oportunidad, la impresión que le debió dar ver a mi amigo con sus pintas tratándolo a él, gerifalte local, de portero de discoteca, le desbordó. Dio una lección política, también él. Yo no sabía dónde meterme de la risa que me estaba dando; el hombre me conocía, porque yo trabajaba en Diario de Pontevedra, y en un momento de su perorata descontrolada, me señaló pálido y me dijo: “Y tú… Tú me conoces, ¿no pudiste haberle dicho quién soy?”. ¿No pudiste parar este accidente? ¿No pudiste poner freno a esta locura? ¿Qué va a ser de mí ahora? ¡Se me está poniendo cara de recoger vasos!
Desde entonces, cuando intuimos, allá donde estemos, que alguien es un imbécil irremediable por cuestión de clase, nos dirigimos a él para preguntarle si hay mesa libre o si nos puede traer la cuenta. La gran mayoría (yo defiendo que la gran mayoría de este país es gente afable y educada, lo que pasa es que los medios tenemos querencia por la minoría, para difundirla e incluso para ponerla en nómina) reacciona con gracia o cortesía, si bien alguno siempre se lo toma a la tremenda, y te dice quién es recitando sin respirar todos los apellidos, que parece que los bautizaron para que se murieran por falta de aire en el colegio, o sus profesiones, o lo que sea aquello que les hace incompatible con servir. Como si ellos no sirviesen, o como si su oficio no tuviese una servidumbre mayor, y unos peajes más tremendos, que el de cualquier oficio más humilde.
Con el tiempo uno aprende que el peligro real no es el hombre desquiciado que sale de casa vestido de punta en blanco como siempre y con la misma actitud de nacimiento por cuestiones que, perezosamente, prefirió no esquivar o acogió con euforia, sino el que sale de casa vestido única y exclusivamente para que no le confundan con el servicio; el que tiene una sola misión en la vida: que nadie le confunda con el que podría ser por razones familiares, con el que podría ser por razones económicas cuando le vaya un poco mal, con el que quizás ya fue cuando las cosas empezaban y hubo que partirse la espalda. Responden más airadamente si les confundes con otro porque es de lo que huyen: estuvieron o deberían estar, y están seguros de no volver nunca. Por alguna secreta razón creen que al “haberse hecho a sí mismos” la vida les debe algo muy especial, y dedican el resto de sus años no a disfrutarla, sino a exigir que se les devuelva el esfuerzo del principio en forma de estatus y aprobación de su nueva clase social prestada. De forma tan ensimismada que, si les pides la cuenta para vacilar porque les ves muy chulos, cualquier día estallan y la cobran.
viernes, 2 de diciembre de 2022
[ARCHIVO DEL BLOG] "Las Benévolas", de Jonathan Littell. [Publicada el 3/12/15]
Las Euménides eran fuerzas primitivas anteriores a los dioses olímpicos que no estaban sometidas a la autoridad de Zeus. Moraban en el Érebo o Tártaro del que solo viajaban a la Tierra para castigar a los criminales vivos. A pesar de su carácter divino los dioses del Olimpo mostraban hacia ellas una profunda repulsión no exenta de temor reverencial y no toleraban su presencia. Por su parte, los mortales las temían pavorosamente y huían de ellas. En cierto sentido, representaban la rectitud de las cosas dentro del orden establecido como protectoras del cosmos frente al caos.
Diez meses después de ese artículo de Vargas Llosa la editorial barcelona RBA publicaba en español la novela, ahora ya con el título de "Las Benévolas", mucho más ajustado a su original francés que el del artículo citado. Compré el libro nada más ponerse a la venta, exactamente tal día como hoy de 2007. Y como suele ser habitual en mí, tras ojear las primeras páginas, algunas intermedias, y las finales..., lo dejé en la alacena de la biblioteca familiar durmiendo el sueño de los justos. Quizá abrumado por sus 991 páginas de texto apretado, aunque muy legible, y sin apenas puntos y aparte que dejaran un momento para el respiro. Eso fue en 2007, pero hace unas tres semanas decidí asumir de nuevo el reto de su lectura, e incapaz de abandonarla, lo que son las coincidencias, la concluyo el mismo día que la compré pero ocho años después.
Hace unos pocos días escribí en el blog sobre la novela de Littell. Fue en una entrada que hacía referencia al triste aniversario de la "Kristallnacht", el episodio que puso en marcha el inicio del proceso de exterminio de los judíos de Europa por el régimen nazi. Hoy, por su acreditada excelencia, me limito a recomendarles la lectura de "Las Benévolas", reseñando algunas de las cosas que Mario Vargas Llosa decía sobre ella en su artículo.
El lector sale de "Les Bienveillantes", dice nuestro Premio Nobel, la novela de Jonathan Littell que acaba de ganar el Premio Goncourt en Francia y que ha alcanzado en ese país un éxito de público sin precedentes, asfixiado, desmoralizado y a la vez estupefacto por ese viaje a través del horror y la oceánica investigación que lo ha hecho posible. No recuerdo haber leído nunca un libro que documente con tanta minucia y profundidad los pavorosos extremos de crueldad y estupidez a que llegó el nazismo en su afán de exterminar a los judíos y demás "razas inferiores" en su breve pero apocalíptica trayectoria.
¿Cuántos alemanes sabían lo que ocurría en los campos de exterminio?, se pregunta nuestro comentarista. Como revela el personaje central de la novela, es cierto que se guardaban las apariencias y que, por ejemplo, en los informes, reglamentos, órdenes, se utilizaban eufemismos como "saneamiento", "curación" o "limpieza" y que, incluso buen número de las decenas de millares de personas directamente implicadas en hacer funcionar la complicada maquinaria del aniquilamiento de millones de personas, no hablaban de eso sino de manera figurada -salvo en las borracheras- y no querían saber nada más fuera de la parcela que les concernía. Pero lo evidente es que era mucho más difícil no saber lo que ocurría que saberlo, pues, en los extremos de enloquecimiento a que llegó el régimen en su obsesión homicida contra los judíos, a partir de 1943 ésta pasó a ser la primera prioridad del nazismo, antes incluso que ganar la guerra. No se explica de otro modo el esfuerzo gigantesco para montar un sistema de transportes masivos a lo largo y a lo ancho de Europa a fin de alimentar las cámaras de gaseamiento y los hornos crematorios, y los presupuestos crecientes y la asignación de personal y de recursos técnicos, que, contra el parecer de los jerarcas del Ejército alemán, que veían en esto un debilitamiento de su capacidad bélica, llevó a cabo el nazismo, decidido a acabar con los judíos aun a costa de una derrota militar. Todos sabían, aunque no quisieran saberlo.
Espero haber suscitado, al menos, su interés por esta inmensa novela de Jonathan Littell. Creo que merece con creces su lectura. A mí me ha resultado, lisa y llanamente, apasionante.
Entrada núm. 2509
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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)
Del legalismo de la ultraderecha
Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz sábado. Mi propuesta de lectura de prensa para hoy va del legalismo de la ultraderecha española, del que como dice en ella el politólogo Víctor Lapuente, lo lógico es pensar que, si gobiernan, las políticas de Vox serán socialmente dañinas, terribles en muchos sentidos, pero transitarán dentro del carril constituciona. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Nada más por mi parte salvo desearles que sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos.
La derecha y el Derecho
VÍCTOR LAPUENTE
29 NOV 2022 - El País
Hay dos razones para ser conservador: defender los valores de la comunidad o preservar el orden legal. Y nuestra derecha es muy legalista, por tradición y vocación. Tanto el PP como Vox están, en comparación con sus correligionarios europeos y con las derechas periféricas, abarrotados de personas que han estudiado Derecho, ya ejerzan en el sector privado o en los grandes cuerpos de la administración. Escasean los empresarios, activistas sociales o telepredicadores. Eso tiene efectos positivos, pero también negativos, y ayuda a entender la especificidad de la derecha española.
La principal ventaja es que nuestra derecha es poco revisionista. Le cuesta aceptar los cambios, como el divorcio, el aborto o el matrimonio homosexual. Pero, una vez incorporado un avance en la ley, no suelen tocarlo. El legalismo explicaría por qué, en relación con la derecha continental, a la nuestra históricamente le costó tanto aceptar el orden democrático y por qué creo que le costaría tanto romperlo ahora. Aun teniendo una de las ultraderechas más radicales de Europa, quizás la ideológicamente más cercana a Viktor Orbán, cuesta imaginar a Vox recortando las libertades civiles más que otros teóricamente más moderados, como Giorgia Meloni, Marine Le Pen o Donald Trump. Lo lógico es pensar que, si gobiernan, las políticas de Vox serán socialmente dañinas, terribles en muchos sentidos, pero transitarán dentro del carril constitucional.
La mayor desventaja es que nuestra derecha prefiere el pleito al acuerdo. Tienen una concepción sagrada de la ley, y casi más bien del Antiguo Testamento, de las tablas de la ley grabadas en piedra, que del Nuevo, del quien esté libre de pecado que tire la primera piedra. Su prioridad no es mantener los lazos de la comunidad, sino los renglones de la legalidad. Así, toda la derecha responde de forma hiperbólica a la reforma del delito de sedición, arguyendo que “rompe” la igualdad de los españoles ante la ley y “desprotege” el orden constitucional.
¿Toda? No. En las derechas de la periferia ibérica, incluidas algunas franquicias del PP, se combate a la izquierda con otros parámetros, anteponiendo la estabilidad social a la de la ley. No son ilusos ni tibios, sino pragmáticos y clásicos, fieles al lema del padre del conservadurismo, Edmund Burke: “un Estado sin medios para impulsar cambios es un Estado sin medios para su conservación”.
jueves, 1 de diciembre de 2022
[ARCHIVO DEL BLOG] ¿De dónde vienen nuestras ideas políticas? [Publicada el 2/12/2019]
De la sensación de fin del mundo
Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz viernes. Mi propuesta de lectura de prensa para hoy va de la sensación de fin de mundo que se experimenta ahora, y que como dice en ella la investigadora cultural Berta Ares, recuerda a la que se vivió en los años veinte, cuando la mentira y la manipulación de los ideales configuraron el nuevo orden tras la Gran Guerra. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Nada más por mi parte salvo desearles que sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos.
miércoles, 30 de noviembre de 2022
[ARCHIVO DEL BLOG] Aprender a decir no: el gesto de Rosa Park. [Publicada el 1/12/2015]
El 1 de diciembre de 1955, hoy hace sesenta años, una mujer negra de 42 años llamada Rosa Louise Park, sube a un autobús de transporte público de la ciudad de Montgomery, Alabama (Estados Unidos) y se sienta en una de las zonas reservadas a los blancos. El conductor del autobús la requiere para que abandone ese asiento y se coloque en la parte del vehículo reservada a los ciudadanos de color. Rosa Park se niega a levantarse y ceder su asiento a una persona de raza blanca. El conductor del autobús la denuncia y Rosa Parks, tras pasar por el juzgado, es encarcelada por haber perturbado el orden con su conducta. Ese hecho, aparentemente trivial, es la chispa que pone en marcha el movimiento pro-derechos civiles de la población negra de los Estados Unidos.
En respuesta al encarcelamiento de Rosa Park, Martin Luther King, un pastor bautista relativamente desconocido en ese tiempo, organiza una protesta contra la compañía de autobuses públicos de Montgomery en la que colabora también la activista y amiga de la infancia de Rosa Parks, Johnnie Carr. En ella se convoca a la población negra a organizarse para moverse por la ciudad por sus propios medios y no tomar los autobuses urbanos. La huelga tiene un éxito fulgurante. La compañía de autobuses entra en déficit, y poco después las autoridades locales dan por acabada la práctica de la segregación racial en los autobuses. Este suceso provoca la generalización de protestas similares en otras ciudades del Sur de los Estados Unidos contra esa y otras prácticas segregacionistas.
Un año después de este suceso la lucha judicial contra la ley segregacionista de la ciudad de Montgomery y del Estado de Alabama llega a la Corte Suprema de los Estados Unidos, que declara inconstitucional la segregación en los transportes públicos de todos los Estados Unidos.
Rosa Parks se convierte en un icono del movimiento de derechos civiles. Se va a vivir a Detroit, Michigan, a principios de 1960, y comienza a trabajar para el famoso congresista negro del partido demócrata John Conyers, en una relación que durará más de veinte años.
En 1999 recibe la Medalla de Oro del Congreso de los Estados Unidos de América. Muere a los 92 años, y sus restos son honrados en la Rotonda Central del Capitolio, en Washington, convirtiéndose en la primera mujer y la segunda persona de color en recibir este honor.
Ocho años después del gesto de Rosa Park, concretamente el 28 de agosto de 1963, veo emocionado por televisión pronunciar un memorable discurso a aquel casi desconocido pastor protestante de ocho años antes llamado Martin Luther King. Pero no es el discurso de Luther King lo que más me impresiona. A mis diecisiete años esas cosas se me escapan. El recuerdo que más persistentemente ha quedado grabado en mi memoria es el de una inmensa multitud de gentes, negros y blancos, hombres y mujeres, niños y ancianos, caminando hacia el "Lincoln Memorial" de Washington con pancartas y gritos, repitiendo una y otra vez el mismo eslogan: "Freedom, now!" (¡Libertad, ahora!). A mí, que era de "francés", se me quedaron grabadas a fuego en el alma.
No dejen de ver este vídeo: son los diecisiete minutos más trascendentales de la historia reciente de los Estados Unidos de América y tuvieron lugar ese 28 de agosto de 1963. Un discurso casi tan trascendental como aquel que otros hombres ansiosos de su libertad pronunciaron un 4 de julio de 1776 en la ciudad de Filadelfia, Pensilvania, aunque sus compatriotas negros tardarían aun 187 años en verlo convertido en realidad tangible.
Y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν", nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt