sábado, 17 de septiembre de 2022

De la supervivencia de las monarquías

 




Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz sábado. Mi propuesta de lectura de prensa para hoy va de la supervivencia de las monarquías, porque como dice en ella el politólogo Víctor Lapuente, han rodado tantas cabezas coronadas (a veces, literalmente), que las que han sobrevivido han desarrollado una particular inmunidad, basada en el principio de minimizar el poder de los reyes y maximizar su simbolismo. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Nada más por mi parte salvo desearles que sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos.




Sangría azul
VÍCTOR LAPUENTE
13 SEPT 2022 - El País

La muerte de la reina de Inglaterra ha resucitado a las monarquías. Los reyes y reinas vivieron un saeculum horribilis: en 1900 había monarcas rigiendo los destinos, a menudo con puño de hierro, de 150 países en el mundo, pero a principios de este siglo apenas quedaban una cuarentena y, por lo general, con una potestad más ceremonial que real. Sin embargo, en la actualidad las monarquías apenas caen. La sangría azul se ha detenido. ¿Por qué?
Precisamente porque han rodado tantas cabezas coronadas (a veces, literalmente), que las que han sobrevivido han desarrollado una particular inmunidad, basada en el principio de minimizar el poder de los reyes y maximizar su simbolismo. Cuanto más alejada está la Corona de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial, mayores son sus opciones de perpetuarse en una sociedad democrática. No es que el rey o la reina estén por encima de la lucha política, como ocurría antaño, o como todavía defienden quienes exigen a Felipe VI una interpretación militante de la prescripció
n constitucional de que el monarca “arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones”. Más bien, deben estar al lado de la disputa partidista, sin que parezca que ayudan a un favorito. Y aquí hay margen de mejora en España, donde podemos distanciar más al monarca del proceso de investidura, tal y como recomienda el experto Ignacio Molina. De esta manera, evitaríamos repetir escenas que, desgraciadamente, serán más frecuentes en nuestra política fragmentada: ¿A quién debe llamar el rey para formar Gobierno? ¿Al líder de la lista más votada o a quien supuestamente tiene mejores apoyos parlamentarios?
Hay dos caminos para alcanzar el sano alejamiento de la Corona y la política: la Constitución o la tradición. En España, Japón o Suecia, la Constitución delimita tanto el papel del rey, que hemos alcanzado lo que el jurista Göran Rollnert Liern llama el “último estadio evolutivo de las monarquías”. Al contrario, la Corona británica retiene un poder teórico inmenso, en el ejecutivo, legislativo y judicial, amén de la Iglesia, pero la práctica tradicional lo ha constreñido. Eso parece una desventaja inicial para la monarquía británica: todo depende más de la persona y, vamos, Carlos III no atesora la destreza de Isabel II. Pero esconde una ventaja: la tradición siempre es más resistente que la Constitución.























viernes, 16 de septiembre de 2022

De que pague más el que más tiene

 




Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz viernes. Mi propuesta de lectura de prensa para hoy va de ese pensamiento tan novedoso de que pague más el que más tiene. Porque como dice en ella la escritora Marta Sanz, lo fundamental sería que, para cubrir trágicas fallas económicas y garantizar el buen funcionamiento de lo público, quienes más ganan paguen a su Estado lo que deben y es justo y proporcional respecto a sus ganancias. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Nada más por mi parte salvo desearles que sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos.







Holística
MARTA SANZ
12 SEPT 2022 - El País

En situaciones de dificultad económica, se produce un discurso reaccionario sobre la inconveniencia de reivindicaciones feministas, basuralezas o vallas de Melilla. “No toca”, dicen. También dicen que cualquier medida socializante pone en riesgo nuestra libertad individual: esa libertad individual de la que sobre todo disfruta el millón de personas ricas en España. La otra población española, la que no tiene tiempo porque no tiene dinero y no tiene dinero porque su sueldo no le da para cubrir sus gastos, reduce su libertad individual a correr de un supermercado a otro buscando mejores ofertas. Pero para hallar tesoros y gangas alimenticias se necesita disponer de todo ese tiempo que no se tiene. Así no hay quien ahorre, y eso mismo fue lo que yo le pregunté. Mientras, en los anuncios ―misóginos incluso cuando pretenden lo contrario―, mujeres de clase alta se dan pomada en las varices porque convierten las compras en una actividad deportiva que las mantiene todo el día de pie. “No toca”, dicen. Pero, cuando no se cubren las necesidades mínimas ―temperatura adecuada, carne una vez a la semana, vivienda digna―, se extreman los maltratos hacia mujeres que vuelven a casa para cuidar y liberar el campo laboral reservado a los cabezas de familia varones: si protestas, en otra exaltación perversa del círculo vicioso, quizá te parten la boca porque “no vales para nada”. “No toca”, pero tal vez volvamos a quemar carbón después de haber devastado formas de vida en torno a minas y centrales térmicas; la juventud se deprime; pedimos camareros nacionales ―con pajarita― y recuperamos eslóganes xenófobos: “Vete a trabajar a tu país”. La asfixia económica aplasta los derechos civiles como si la vulneración de los derechos civiles no se relacionase con la riqueza y el poder acumulado por unos sectores mediante la explotación de otros.
No se trata solo de la guerra ni de adoptar medidas urgentes útiles a corto plazo, pero que a la larga no servirán porque las contradicciones seguirán siendo las mismas. Micropunto positivo para el Papa de Roma: la ayuda asistencial cronifica la pobreza. Se trabaja desde los gobiernos subiendo el salario mínimo y pagando el paro a las empleadas del hogar. Sí. También podemos topar el precio de los huevos igualitariamente para las vecinas de Vallecas y los vecinos de Sotogrande, sabiendo que eso no es igualdad, sino buena voluntad e imaginación para que en Vallecas podamos seguir cuajando tortillas y para poner límite al desmesurado beneficio de las empresas intermediarias. Sin embargo, lo fundamental sería que, para cubrir trágicas fallas económicas y garantizar el buen funcionamiento de lo público, quienes más ganan ―¿a costa de quiénes?― e incluso han multiplicado sus ingresos después de la pandemia paguen a su Estado lo que deben y es justo y proporcional respecto a sus ganancias. No solidaria o caritativamente. Por ley. Propongo una mirada holística y una reforma fiscal. A lo mejor ese empeño suscita menos bronca ―déjenme soñar― que lo de los huevos, y nos permite hablar otra vez, sin acusaciones de frívola inoportunidad, del derecho al aborto ―¡no es obligatorio, por Diosa!― y de las niñas de 16 años que no viven en el seno de familias encantadoras y/o pudientes. Las personas más frágiles son las que deben ser protegidas por leyes que se interrelacionan igual que las fragilidades entre sí.




















De la ambivalencia entre progreso y libertad




 


Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz jueves. Mi propuesta de lectura de prensa para hoy va de la ambivalencia entre progreso y libertad, pues como dice en ella la politóloga Estefanía Molina, bajo la coletilla de que “lo personal es político”, voces del progreso llevaban tiempo esparciendo su moral sobre la vida privada, tratando de colonizar desde el lenguaje hasta la organización del hogar o la familia. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Nada más por mi parte salvo desearles que sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos.





Ayuso no os jodió la libertad
ESTEFANÍA MOLINA
09 SEPT 2022 - 05:00 CEST

La izquierda anda mustia porque cree que Isabel Díaz Ayuso les jodió la libertad. La prueba es que parece imposible reivindicar dicho término en público sin ser tildado de ayuser. Existe un contexto económico que aleja al progresismo de la bandera de la libertad, en su lucha contra la desigualdad creciente. Aunque cierta izquierda lleva tiempo prodigándose también en una especie de religión civil sobre la moral, la intimidad, o la vida pública, que constriñe de forma absorbente la libertad del individuo, y nada tiene que ver con Ayuso.
Muestra de esa dificultad de soltar el sambenito del autoritarismo es el paisaje internacional. Lo que se tildaba de bolivariano en España hace unos años es hoy la norma, el sentido común europeo, por el pánico a que siga escalando la pobreza. La guerra ha dado carta blanca para meter mano en sectores estratégicos como la banca o la energía. El Estado protector movió los hilos en pandemia con un colchón como los ERTE, cuando tuvo que meternos en casa a golpe de decreto.
Aunque la izquierda asume ese intervencionismo con legitimidad, algo que la absuelve de las críticas de la derecha. Se aprecia ahí un cambio paradigma en lo ideológico. Se entendería poco la pasividad de los poderes públicos si la luz estuviera por los cielos, o se produjeran desahucios masivos, como ocurrió tras la crisis de 2011. El edén de ese regulacionismo es que el Gobierno sugiera medidas heterodoxas frente a la inflación, como limitar el precio de ciertos alimentos, en aras de la justicia social.
Sin embargo, cierta izquierda venía resultando ya intrusiva, en un momento previo a ese contexto y mucho antes de que Ayuso irrumpiera confrontando con su modelo económico. Bajo la coletilla de que “lo personal es político”, algunas voces del progreso llevaban tiempo esparciendo a diario su moral sobre la vida privada del ciudadano, tratando de colonizar desde el lenguaje hasta la organización del hogar o la familia.
Primero, esto se aprecia en cómo la ultraderecha ha impregnado aspectos del discurso progresista, abonando un paternalismo sin límites. La izquierda nostálgica es su mayor producto; por ejemplo, critica que la familia tradicional no esté ya tan extendida atribuyéndolo solo a un factor de precariedad, obviando la parte de voluntad personal. Se lamenta que las mujeres no tengan hijos, que lleven vidas más disolutas, o rehúyan de los rituales de la fe religiosa, ya que pobrecitos, no saben lo que eligen, porque el malvado capitalismo se lo impide.
Ello supone renunciar a la autonomía de la voluntad, que es otro concepto habitual en libertad del progresismo. Su papel no es sermonear al prójimo en su esfera privada, sino procurarle que viva sin condicionantes, con verdadera autonomía. Por eso la izquierda no ve con buenos ojos propuestas como los vientres de alquiler, no solo por un tema ético, sino por la eventual explotación en que creen que puede derivar. Parecido ocurre con su apoyo a la eutanasia o el aborto, donde no media la moral colectiva, sino la libertad de elección del individuo.
Segundo, cierta izquierda ha tenido necesidad de meterse hasta en la cocina, por una incapacidad tácita de ofrecer medidas tangibles que combatan la miseria creciente. Se prodiga con cursilería en redes de afectos, o cuidados; teoriza sobre la lactancia, o los roles de pareja; aprecia conquistas en usar cierto vocabulario. E incluso, desliza puritanismo sobre la imagen pública de algunas mujeres. Dichas tendencias tienen una querencia por lo gestual, y son más fáciles de identificar por su simbolismo que por acciones concretas.
Tercero, parte de la izquierda llegó en 2015 a las instituciones a lomos de una repolitización colectiva de la sociedad española, fruto de la indignación por la crisis económica. Introdujo nuevas etiquetas sobre cómo debían vivir o vestir los políticos, qué salario cobrar, quién era casta o quién era pueblo. Esa exigencia de una implicación intensa o virtud participativa en los asuntos públicos evocaba el ideal de la polis ateniense. Quien se desentendía de lo público era tildado de idiota y apartado del resto.
Así pues, Ayuso apareció solo como un revulsivo que prometía a la ciudadanía desligarse de todos esos yugos, tanto en lo ético, como en lo económico. La derecha liberal se disfrazó de un “haz lo que te plazca”, banalizando otras causas nobles que la izquierda defiende por el bien colectivo: tú come el chuletón que te dé la gana, pon el aire a la temperatura que quieras, pasa de todo. Muchos compraron ese desasosiego en medio de tanta asfixia, mientras que el hastío y el miedo al empobrecimiento hizo el resto.
Pero si la líder madrileña se ha hecho con la bandera de los ciudadanos libres, supuestamente, no será porque todos ellos abjuren de la ayuda de lo público, del Estado, o lo colectivo. Ni siquiera será porque esta no haya pecado de dejes conservadores pese a su afán libertario. Si Ayuso parece hacerse con el mantra de la libertad en sentido amplio es porque a nadie le arrebatan lo suyo cuando lo defiende sin fisuras, y cierta izquierda cada vez tiene más afán de colarse hasta en el último resquicio de la vida del individuo.



















miércoles, 14 de septiembre de 2022

De los titulares de prensa

 




Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz miércoles. Mi propuesta de lectura de prensa para hoy va de los titulares de prensa, porque como dice en ella la catedrática de Filología, Lola Pons, si desequilibramos su peso y nos quedamos solo en su lectura, sin sumergirnos a nadar en el cuerpo, estaremos propiciando una prensa llena de textos que podrían ser meros rellenos. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Nada más por mi parte salvo desearles que sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos.







‘Lorem ipsum’
LOLA PONS RODRÍGUEZ
09 SEPT 2022 - El País

Es una cadena de palabras bastante común, la vemos muy frecuentemente pero nadie se detiene en ella. No significa nada. La frase fue generada por los impresores del siglo XVI recortando letras a una sentencia de Cicerón que hicieron, a un tiempo, incomprensible y célebre. La frase era “neque porro quisquam est qui dolorem ipsum quia dolor sit amet, consectetur, adipisci velit” (o sea, tampoco hay nadie que ame, persiga y quiera alcanzar el dolor mismo porque sea dolor) y es el origen de “lorem ipsum dolor sit amet”, la cadena de caracteres que emplean los diseñadores gráficos para rellenar blancos si quieren mostrar cómo queda un formato o un tipo de letra antes de insertar el texto definitivo. Lorem ipsum, repetido cuantiosas veces, está en muchas webs en formación, en borradores de carteles y en propuestas de portadas.
Nadie compraría un libro lleno de páginas con ese mensaje ni se informaría en un medio que contuviera esta cadena ininteligible de palabras vacías, pero no es disparate prever un futuro lleno de lorem ipsum si atendemos a nuestro comportamiento lector de los últimos años. Como consumidores de textos y alentados por las empresas que someten sus contenidos al tráfico de internet, tendemos a navegar por la Red al ritmo de atracción y sugerencia que nos dan los titulares, a veces sin clicar para ver el interior de los textos, a veces surfeando por ellos, leyendo en diagonal, sin que la ola de palabras nos roce apenas.
Que el título suponga un importante elemento en nuestra atención como lectores o que incluso pese sobre nuestra forma de interpretar los textos que están bajo él es un fenómeno propio de la sociedad moderna, completamente distinto y novedoso respecto a la forma de leer que tenían nuestros antepasados. En la Edad Media, los libros, entonces no impresos sino manuscritos, carecían de título, aunque sí tenían por lo general en su primera frase un aviso de su forma textual y de su contenido: aquí empiezan las coplas..., principia el libro de..., este es el tratado sobre... Los modernos historiadores de la cultura fueron, de hecho, poniéndoles título a las viejas obras medievales: en 1898 Ramón Menéndez Pidal llamó Libro de buen amor a los versos alcahuetes y faltones de un arcipreste del siglo XIV que nos regaló una gran obra literaria; el Poema de mio Cid, cuya primera página está perdida, empieza con un verso (“de los sus ojos tan fuertemente llorando”) impactante e inesperado, pero nos queda la intriga de cuál sería su verdadero inicio.
Hoy tenemos títulos por la acción de la imprenta, que generalizó el uso de portadas, grabados y rótulos en las páginas de los libros y terminó haciendo sistemática la práctica de titular. Un efecto interesante de la popularización de la prensa en el siglo XIX fue la convivencia de distintos títulos dentro de una misma plana. Los titulares se hicieron tan importantes que se convirtieron casi en un epítome de los medios de comunicación: “lo dicen los titulares”, señalamos, para significar que algo lo dicen los medios, ni siquiera solo la prensa.
Paradójicamente, los primeros periódicos no eran abundantes en titulares, incluso contenían noticias o apartados sin título. Las cosas han cambiado mucho: el hipertexto, la lectura en línea, ha dado lugar a la absoluta obligatoriedad técnica del titular. En este nuevo orden, el titular es tan importante que para muchos lectores y gestores es lo único importante, de manera que parecemos estar derivando en una conversión de lo escrito en mero relleno de los titulares, en lorem ipsum inevitables que son encabezados por el titular al que se concede el privilegio del tamaño y la exclusividad de nuestra atención. En la era actual, eso que llaman clickbait no nos habla ya de textos sino de contenidos, apartados de la exigencia discursiva de coherencia y globalidad que se reclama a un texto frente a la polimorfia que se puede permitir a unos contenidos; no se habla de leer sino de clicar.
Es normal que un diseñador gráfico considere el texto como un relleno: preocupado por el aspecto final, por el encuadre de los títulos, tiene a las palabras como una mancha de caracteres que disponer. Pero si desequilibramos en la prensa el peso de los titulares y como lectores nos quedamos en su lectura, sin sumergirnos a nadar en el cuerpo, estaremos propiciando una prensa llena de textos que podrían ser meros rellenos.
Los titulares llamativos son como bañistas de pie en el agua, braceando para captar la atención de los lectores que estamos en la costa y que no podemos ver la desigual hondura de cada parte de la playa. Para comprobar la profundidad, los lectores tendríamos que zambullirnos, nadar y esclarecer si esa llamada de atención que era el titular nos ha llevado a un olvidable baño de relleno y lorem ipsum o a un texto honesto, controvertible pero riguroso en intencionalidad y datos.
No he dicho, por cierto, que esa frase de Cicerón de donde sale el galimatías del lorem ipsum procede de la obra Sobre los límites del bien y del mal (De finibus bonorum et malorum). Y ese es el reto: ponernos límites como lectores ante lo que vacuamente pretende llamar nuestra atención.