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sábado, 4 de noviembre de 2017

[Galdós en su salsa] Hoy, con "El amigo Manso"



Estatua de Galdós (Pablo Serrano, Las Palmas GC)


Si preguntan ustedes a cualquier canario sobre quien en es su paisano más universal no tengan duda alguna de cual será su respuesta: el escritor Benito Pérez Galdós. Para conmemorar su nacimiento, del que van a cumplirse 174 años, he ido subiendo al blog a lo largo de los últimos meses su copiosa obra narrativa, que comencé con el primero de sus Episodios Nacionales, colección de cuarenta y seis novelas históricas escritas entre 1872 y 1912 que tratan acontecimientos de la historia de España desde 1805 hasta 1880, aproximadamente. Sus argumentos insertan vivencias de personajes ficticios en los acontecimientos históricos de la España del XIX como, por ejemplo, la guerra de la Independencia Española, un periodo que Galdós, aún niño, conoció a través de las narraciones de su padre, que la vivió. 

Nacido en Las Palmas de Gran Canaria, en las islas Canarias, el 10 de mayo de 1843 y fallecido en Madrid el 4 de enero de 1920, Benito Pérez Galdós fue un novelista, dramaturgo, cronista y político español, uno de los mejores representantes de la novela realista del siglo XIX y un narrador esencial en la historia de la literatura en lengua española, hasta el punto de ser considerado por especialistas y estudiosos de su obra como el mayor novelista español después de Cervantes. Galdós transformó el panorama novelístico español de la época, apartándose de la corriente romántica en pos del realismo y aportando a la narrativa una gran expresividad y hondura psicológica. En palabras de Max Aub, Galdós, como Lope de Vega, asumió el espectáculo del pueblo llano y con su intuición serena, profunda y total de la realidad, se lo devolvió, como Cervantes, rehecho, artísticamente transformado. De ahí, añade, que desde Lope, ningún escritor fue tan popular ni ninguno tan universal, desde Cervantes. Fue desde 1897 académico de la Real Academia Española y llegó a estar propuesto al Premio Nobel de Literatura en 1912. 

Subo hoy al blog su novela El amigo Manso, publicada en Madrid, en 1882, por la Administración de La Guirnalda y Episodios Nacionales. Esta edición de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, de la Universidad de Alicante, es la conservada en la Biblioteca Nacional de España, en Madrid.

El amigo Manso es la segunda novela del ciclo de las "Novelas españolas contemporáneas". Considerada por Montesinos "novela pedagógica",​ y por Ortiz-Armengol estudio "pirandelliano" de un personaje frente a su autor, es en su conjunto —y más allá de su lectura autobiográfica— un alegato contra la sociedad de la Restauración.

El Madrid "naturalista" de Galdós se muestra en esta novela pseudo-autobiográfica con su perfil más estrambótico. Sus cuatro protagonistas principales son: el quijotesco e idealista Máximo Manso, su discípulo Manolito Peña, Irene —Aldonza madrileña de Manso y, a la postre, su protegida— y su interesada tiastra Doña Cándida. Los cuatro y otros secundarios se mueven por las páginas de la novela convirtiendo la capital de España en una engañosa postal que, desde el piso de la calle de Espíritu Santo, en el que vive Manso, se va filtrando por "profundas, laberínticas y misteriosas cavidades"... por ellas van pasando "las sombras entrecortadas de las calles ... enroscándose en el suelo salpicado de luces de gas." En el aire falsamente romántico de ese Madrid nocturno flota un tentador aroma de olla de garbanzos que hace ridículo el drama de los personajes.

En la trama, reposada y dinámica a un tiempo, Máximo Manso se encariña de los otros dos personajes principales, Irene y Manolito, pero se equivoca de amada y de alumno porque, en una sabia reflexión final de lúcido Alonso Quijano "las cosas caen del lado al que se inclinan".







Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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miércoles, 25 de octubre de 2017

[Pensamiento] Joyce, el obsceno





Kevin Birmingham, comenta el editor y crítico literario Justo Navarro en Revista de Libros, ha querido escribir en El libro más peligroso (Madrid, Es Pop, 2016) la biografía de un libro»: Ulises, de James Joyce, desde su vaga concepción en 1904 a su conversión en un volumen de más de setecientas páginas condenadas a vérselas, hasta 1936, con censores, aduaneros, policías y jueces. Pero Ulises, que para Gran Bretaña y los Estados Unidos de América constituía un delito, para Valery Larbaud demostraba en 1922 que su autor, James Joyce, poseía una trascendencia similar a la de Sigmund Freud o Albert Einstein. T. S. Eliot, por su parte y por las mismas fechas, otorgó al método mítico-narrativo joyceano la «importancia de un descubrimiento científico».

Birmingham cuenta la historia de Ulises y la de su ambiente, los años en torno a la Primera Guerra Mundial, catástrofe que, según Birmingham, habría aportado a Joyce lo mismo que a dadaístas y a anarquistas, a Lenin y a Freud: la sensación de que la quiebra de Europa entrañaba un «presagio de algo revolucionario». El libro más peligroso narra las aventuras de la modernidad literaria, de las vanguardias de entreguerras: «Lo que llamamos modernismo [modernidad, diría yo] fue una colección dispersa de pequeñas insurgencias culturales impulsadas por un sentimiento general –en ocasiones indefinido‒ de descontento con la civilización occidental». La incomodidad de la época era moral, es decir, política, económica y estética, y Joyce fue muy de aquel tiempo de mapas en recomposición, «cuando se desmoronaban imperios y millones de personas cruzaban fronteras para intercambiar ideas nuevas y estilos radicales».

Irlandés errante desde 1904, exiliado por voluntad propia, vivió el resto de su vida entre Trieste, Roma, Zúrich y París: «Biblia de los desterrados» denominó un enemigo a Ulises. Antes de escribir ese monumental «museo de estilos» (así lo llama Birmingham) que iba a incitar la piromanía bibliofóbica en Europa y América, Joyce ya había reconocido su incapacidad de escribir sin ofender a nadie. Para los cuentos de Dublineses encontró en 1909, después de tres años de búsqueda, un editor que tardó tres años más en decidir que no publicaba un libro ultrajante para los dublineses de bien. El libro, ya impreso, fue enviado a la guillotina el 11 de septiembre de 1912. Salvo un ejemplar que dieron al autor, nunca salió de la imprenta. En Gran Bretaña, pero también en Estados Unidos, el gobierno no siempre tenía que mandar a la policía a secuestrar y quemar libros: bastaba con intimidar a literatos, editores e impresores. Los propios cajistas actuaban como censores: eliminaban palabras, o se negaban a componer el libro por miedo a terminar en la cárcel.

Y existían en uno y otro país sociedades privadas que tenían como objetivo la supresión del vicio. En Estados Unidos, la lucha contra la obscenidad era armada, en cumplimiento de la Ley Comstock, de 1873, que prohibía todo «libro, panfleto, imagen, periódico y grabado obsceno, o cualquier otra publicación de carácter indecente». A finales de los años veinte del siglo pasado, Ezra Pound, en una carta al presidente del Tribunal Supremo de su país, arremetía contra una ley «aprobada por una asamblea de babuinos e imbéciles», pero, gracias a la Ley Comstock, Ulises se consagró como icono de la indecencia, abominable o adorable, depende de quien lo mirara. Sobre Ulises pesaba además la ley contra la importación de material obsceno y subversivo. Publicado en París en 1922 por Shakespeare and Company, la librería de Sylvia Beach, Ulises se convirtió en material de contrabando transatlántico. La novela, tan codiciada como el alcohol, enriqueció su historial criminal cuando empezaron a aparecer en América falsificaciones de la edición parisiense.

Cuatro mujeres decidieron la suerte literaria de Joyce mientras las autoridades, para «proteger la sensibilidad femenina», entre otras cosas, se preocupaban de destruir su obra. Sylvia Beach editó heroicamente Ulises, y las responsables de las revistas The Egoist, en Londres, y The Little Review, en Nueva York, Dora Marsden y Harriet Shaw Weaver, y Margaret Anderson y Jane Heap (en los dos casos por recomendación de Ezra Pound), publicaron por entregas Retrato del artista adolescente (terminó la publicación en 1915), y medio Ulises (1918-1920), respectivamente. ¿Cómo eran estas revistas? Dora Marsden tenía clara la función de una revista radical: revolucionar «todos los aspectos de las relaciones humanas, intelectuales, sexuales, domésticas, económicas, legales y políticas». Margaret Anderson –con quien coeditaba Pound, en Londres, como Foreign Editor‒ compartía desde Nueva York simpatías anarquistas cuando fundó The Little Review en 1914. Junto con Jane Heap, entendió el arte como insumisión y acogió su revista al lema «Sin concesiones al gusto del público». Anderson y Heap acabaron ante los tribunales por James Joyce en 1917 y 1921. Una benefactora se hizo cargo de la multa que no podían pagar y les libró de la cárcel. Harriet Shaw Weaver no sólo editó a Joyce: financió desde 1914 a la familia Joyce y, en 1941, corrió con los gastos del entierro del genio.

A los problemas con los pirómanos obsesos de lo obsceno se unieron en enero de 1920 alusiones políticas de poco gusto. Llamar a la reina Victoria «the flatulent old bitch that’s dead» («la vieja zorra flatulenta que ya se ha muerto», episodio 12 de Ulises) sumaba la palabrota, bitch, a la blasfemia regia y provocó la reacción de las autoridades estadounidenses: The Little Review se vio perseguida por el servicio de Correos, vigilante, temeroso de que se le colara pornografía y subversión en las sacas de reparto. Anderson, Heap y Pound pidieron moderación a Joyce, que desobedeció todas las recomendaciones de prudencia. Anderson y Heap se quejaban en 1920: «Han quemado entera nuestra tirada de mayo». Los censores pirómanos disfrutaban además de colaboración ciudadana espontánea. Cuando el marido de la mecanógrafa encargada de transcribir el episodio de Ulises dedicado a Circe descubrió los papeles con que trabajaba su mujer, los tiró a la chimenea.

Aunque lo acusaran esencialmente de ser pornográfico, a Joyce lo manchaba también una sombra política. Adam Thirlwell, en su reseña de El libro más peligroso, ha destacado el vínculo entre ansiedad sexual y ansiedad política característico de 1920, cuando el miedo a lo obsceno se confundía con el miedo a lo subversivo. En Nueva York eran días de rebelión y represión, redadas policiales y bombas anarquistas, y seguía vigente la Ley de Espionaje, de 1917, propia de tiempos de guerra, contra cualquier irreverencia que discutiera la forma de gobierno de Estados Unidos. Cientos de miles de funcionarios de Correos vigilaban la distribución de opiniones peligrosas y pornografía. El máximo funcionario del control de la correspondencia entendía como peligrosa cualquier palabra rara, extravagante o difícil de entender. En 1918 concretó las únicas tres cosas que perseguía: el progermanismo, el pacifismo y el elitismo cultural.

El caso es que los comentarios sobre Ulises parecen cargados de alusiones políticas. Por ejemplo, Cyril Connolly, citado por Birmingham, comentaría en Enemigos de la promesa (1938) que «los Ulises se apilaban como dinamita en un sótano revolucionario» mientras esperaban en París su distribución de contrabando: el torbellino de la Primera Guerra Mundial había revuelto, mezclándolas, la estética y la política revolucionarias. Virginia Woolf, poco después de 1920, consideraba Ulises un libro de clase baja, sin cultura, propio de un obrero autodidacta («an illiterate underbred book; the book of an illiterate self-taught working man»). Woolf se negó a imprimir tal cosa en su editorial, Hogarth Press.

Más etiquetas infamantes le pegaron a Ulises en los mejores periódicos, firmadas por plumas de primera: blasfemia espantosa, bolchevismo literario. La prestigiosa The Quarterly Review definió la novela de Joyce como bomba feniana –es decir, nacionalista irlandesa, separatista‒ que hacía saltar por los aires el castillo de la literatura inglesa. Paul Claudel, embajador de Francia en Estados Unidos, realzó en 1931 el matiz religioso de las quejas: Ulises unía las «repugnantes blasfemias» de un apóstata cargado de odio a una «falta de talento diabólica». No podía faltar el ojo clínico, el vislumbre de lo patológico: en 1932, Carl Jung (que trataría poco después a Lucia, la hija esquizofrénica de Joyce) reseñó Ulises en la Europäische Revue y, entre el elogio obnubilado y el vilipendio puro, lo declaró «un caso de pensamiento visceral con severas restricciones cerebrales». Joyce agradeció mucho la atención del psiquiatra.

Pero Kevin Birmingham no recoge la frase de Jung en El libro más peligroso, excelente muestra del arte de la cita invisible, mosaico de citas sin que se noten los puntos de unión entre las piezas. Su «biografía» de Ulises es una hagiografía, una oportuna celebración de la obra maestra de James Joyce cuando, muchos años después, ha perdido su halo de heroicidad. Gesto histórico «de audacia estética, filosófica y sexual», Ulises, como todo «acto de rebelión» provocó adhesiones y repulsiones inquebrantables: su carácter herético, de clandestinidad o semiclandestinidad orgullosa, aumentaba la devoción de los fieles y la inquina de los enemigos. Hoy, en un momento en que modalidades nuevas y vergonzantes de censura empiezan a recuperar el prestigio de la censura de toda la vida, el halo de heroicidad suele atribuirse a las criaturas intrépidas que se atreven a intentar leer Ulises.

Pero «Ulises no sólo cambió el curso de la literatura, sino la propia definición de literatura a ojos de la ley», como dice Kevin Birmingham. El eje épico de El libro más peligroso son las batallas legales para conseguir la difusión libre de la novela de Joyce, primero por entregas en The Little Review y luego, a partir de 1922 y hasta 1936, en libro, empezando en Estados Unidos y acabando en Gran Bretaña. Tal como cuenta Birmingham, los defensores de la circulación libre de Ulises presentaban a Joyce no como representante del movimiento moderno, sino como héroe de las artes frente a la autoridad que quiere controlarlas y ponerlas a su servicio a costa de la libertad de expresión. El arte, por definición, no es obsceno, decían. En 1933, en Nueva York, el juez John M. Woolsey les dio la razón y Random House publicó Ulises el 25 de enero de 1934.

En esas fechas, cuando los nazis empezaban a ser los campeones de las hogueras dedicadas a reducir bibliotecas a cenizas, la quema de libros ya había perdido algo de su aura estético-religiosa. La sentencia de Woolsey sobre Ulises parecía marcar a la literatura como reveladora de lo que puede y no puede decirse, de los límites de lo permisible, de lo perseguible: la deslindaba como territorio de excepción donde no rigen los parámetros de lo obsceno. Esto quizá sea un recordatorio de la relación de la literatura de ficción con la realidad: lo que presenta la ficción no es real del todo, luego no es realmente perseguible, es decir, digno de ser tomado en serio. En este sentido, la literatura ocuparía en nuestro tiempo el lugar del antiguo bufón.

Como el bufón, no respetaría las convenciones estilísticas vigentes. Es lo que vio Arnold Bennett cuando se encontró, hace casi un siglo, con el mundo de Joyce: «Joyce lo expresa todo… ¡todo! El código ha quedado hecho añicos». Birmingham lo explica así: «Un velo de decoro separaba el mundo real de los mundos de ficción [...]. Nadie tenía el valor de escribir cómo era realmente la vida en Dublín» hacia 1900. A mí la manera joyceana de acercarse a lo real con el propósito de arrumbar todas las fantasías románticas, siempre fatalmente malogradas a fuerza de irrealidad, y de atenerse a los hechos materiales me recuerda la educación jesuítica de James Joyce. «Mi novela es la epopeya del cuerpo humano», decía, y yo pienso en la carnalidad de los ejercicios espirituales de San Ignacio.

Para perseverar en su ejercicio corporal-espiritual, Joyce hubo de imponerse a los censores gubernamentales, y eso es lo que cuenta, persuasivo, El libro más peligroso: la historia de una época en la que «redactar una crónica exhaustiva y veraz de nuestras vidas con intención de distribuirla era ilegal [...]. Una época en la que los novelistas ponían a prueba los límites de la ley». En aquel tiempo había novelas tan peligrosas que las echaban a la hoguera, recuerda Kevin Birmingham, quien dedica el libro «a mi padre, que me enseñó lo que es la libertad de expresión». Una pregunta: ¿han sido sustituidas las hogueras por hogueras virtuales?, concluye diciendo Navarro.

    



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martes, 24 de octubre de 2017

[Galdós en su salsa] Hoy, con "El abuelo"




Estatua de Galdós (Pablo Serrano, Las Palmas GC)


Si preguntan ustedes a cualquier canario sobre quien en es su paisano más universal no tengan duda alguna de cual será su respuesta: el escritor Benito Pérez Galdós. Para conmemorar su nacimiento, del que van a cumplirse 174 años, he ido subiendo al blog a lo largo de los últimos meses su copiosa obra narrativa, que comencé con el primero de sus Episodios Nacionales, colección de cuarenta y seis novelas históricas escritas entre 1872 y 1912 que tratan acontecimientos de la historia de España desde 1805 hasta 1880, aproximadamente. Sus argumentos insertan vivencias de personajes ficticios en los acontecimientos históricos de la España del XIX como, por ejemplo, la guerra de la Independencia Española, un periodo que Galdós, aún niño, conoció a través de las narraciones de su padre, que la vivió. 

Nacido en Las Palmas de Gran Canaria, en las islas Canarias, el 10 de mayo de 1843 y fallecido en Madrid el 4 de enero de 1920, Benito Pérez Galdós fue un novelista, dramaturgo, cronista y político español, uno de los mejores representantes de la novela realista del siglo XIX y un narrador esencial en la historia de la literatura en lengua española, hasta el punto de ser considerado por especialistas y estudiosos de su obra como el mayor novelista español después de Cervantes. Galdós transformó el panorama novelístico español de la época, apartándose de la corriente romántica en pos del realismo y aportando a la narrativa una gran expresividad y hondura psicológica. En palabras de Max Aub, Galdós, como Lope de Vega, asumió el espectáculo del pueblo llano y con su intuición serena, profunda y total de la realidad, se lo devolvió, como Cervantes, rehecho, artísticamente transformado. De ahí, añade, que desde Lope, ningún escritor fue tan popular ni ninguno tan universal, desde Cervantes. Fue desde 1897 académico de la Real Academia Española y llegó a estar propuesto al Premio Nobel de Literatura en 1912. 

Subo hoy al blog El abuelo. Novela en cinco jornadas, edición digital existente en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes de la Universidad de Alicante, basada en la de Madrid, Est. Tip. de la Viuda é Hijos de Tello, de 1897, localizada en biblioteca de la Universidad de Barcelona.

El abuelo es la novela que cierra el denominado ciclo "espiritualista" de las novelas españolas contemporáneas. Planteada como novela dialogada en cinco jornadas, el autor la adaptó para el teatro en cinco actos, y fue estrenada en el Teatro Español de Madrid el 14 de febrero de 1904.

Tras haber agotado en Perú su vida en una fracasada 'aventura americana' y casi ciego, el conde de Abrit regresa a su rincón natural en España al recibir la noticia de la muerte de su único hijo. En su solar familiar, el viejo aristócrata recibirá una nueva sorpresa del destino: una de sus dos nietas es ilegítima, fruto de la infidelidad de Lucrecia —su nuera de sangre irlandesa— con un pintor (Carlos Eraul). Decidido a descubrir cuál es su nieta de sangre acabará encariñándose con la que no lo es, creyendo él lo contrario. Paralelamente el antes orgulloso y rico aristócrata y ahora anciano empobrecido va sufriendo el desapego y el desprecio de cuantos le rodean en el que fuera su territorio ancestral. Apenas se salvan del cerco una familia de antiguos colonos y Dolly, la nieta que él ha creído su descendiente, la única que le ha demostrado respeto y cariño. Cuando, Lucrecia, su nuera y madre de Dolly, le confiesa que esa es la hija de su pecado, y su nieta de sangre es sin embargo la altiva Nell, el abuelo, antes atado al honor de la sangre, la tradición y el pasado, hace un descubrimiento aún más importante, "que la única ley verdadera es la del amor". 






Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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sábado, 14 de octubre de 2017

[Galdós en su salsa] Hoy, con "La sombra", "Celín", "Tropiquillos", y "Theros"



Estatua de Galdós (Pablo Serrano, Las Palmas GC)


Si preguntan ustedes a cualquier canario sobre quien en es su paisano más universal no tengan duda alguna de cual será su respuesta: el escritor Benito Pérez Galdós. Para conmemorar su nacimiento, del que van a cumplirse 174 años, he ido subiendo al blog a lo largo de los últimos meses su copiosa obra narrativa, que comencé con el primero de sus Episodios Nacionales, colección de cuarenta y seis novelas históricas escritas entre 1872 y 1912 que tratan acontecimientos de la historia de España desde 1805 hasta 1880, aproximadamente. Sus argumentos insertan vivencias de personajes ficticios en los acontecimientos históricos de la España del XIX como, por ejemplo, la guerra de la Independencia Española, un periodo que Galdós, aún niño, conoció a través de las narraciones de su padre, que la vivió. 

Nacido en Las Palmas de Gran Canaria, en las islas Canarias, el 10 de mayo de 1843 y fallecido en Madrid el 4 de enero de 1920, Benito Pérez Galdós fue un novelista, dramaturgo, cronista y político español, uno de los mejores representantes de la novela realista del siglo XIX y un narrador esencial en la historia de la literatura en lengua española, hasta el punto de ser considerado por especialistas y estudiosos de su obra como el mayor novelista español después de Cervantes. Galdós transformó el panorama novelístico español de la época, apartándose de la corriente romántica en pos del realismo y aportando a la narrativa una gran expresividad y hondura psicológica. En palabras de Max Aub, Galdós, como Lope de Vega, asumió el espectáculo del pueblo llano y con su intuición serena, profunda y total de la realidad, se lo devolvió, como Cervantes, rehecho, artísticamente transformado. De ahí, añade, que desde Lope, ningún escritor fue tan popular ni ninguno tan universal, desde Cervantes. Fue desde 1897 académico de la Real Academia Española y llegó a estar propuesto al Premio Nobel de Literatura en 1912. 

Subo hoy al blog, conjuntamente, sus novelas breves La sombra, Celín, Tropiquillos y Theros, publicadas en Madrid en 1890 por la Imprenta La Guirnalda. La edición que reproduzco es la existente en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes de la Universidad de Alicante.

La sombra fue escrita entre 1866 y 1867, y publicada como libro en 1871, tras haber ido apareciendo por entregas a partir de noviembre de 1870, en La Revista de España. La sombra estuvo esperando años a que Galdós tuviera otras obras de parecida categoría que le animaran a publicarla como libro. Fue con la llegada de Celín, Tropiquillos y Theros cuando esto se produjo. Destaca el carácter fantástico de las cuatro composiciones tratándose de un autor más bien aficionado al realismo.







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sábado, 30 de septiembre de 2017

[Galdós en su salsa] Hoy, con "Marianela"



Estatua de Galdós (Pablo Serrano, Las Palmas GC)


Si preguntan ustedes a cualquier canario sobre quien en es su paisano más universal no tengan duda alguna de cual será su respuesta: el escritor Benito Pérez Galdós. Para conmemorar su nacimiento, del que van a cumplirse 174 años, he ido subiendo al blog a lo largo de los últimos meses su copiosa obra narrativa, que comencé con el primero de sus Episodios Nacionales, colección de cuarenta y seis novelas históricas escritas entre 1872 y 1912 que tratan acontecimientos de la historia de España desde 1805 hasta 1880, aproximadamente. Sus argumentos insertan vivencias de personajes ficticios en los acontecimientos históricos de la España del XIX como, por ejemplo, la guerra de la Independencia Española, un periodo que Galdós, aún niño, conoció a través de las narraciones de su padre, que la vivió. 

Nacido en Las Palmas de Gran Canaria, en las islas Canarias, el 10 de mayo de 1843 y fallecido en Madrid el 4 de enero de 1920, Benito Pérez Galdós fue un novelista, dramaturgo, cronista y político español, uno de los mejores representantes de la novela realista del siglo XIX y un narrador esencial en la historia de la literatura en lengua española, hasta el punto de ser considerado por especialistas y estudiosos de su obra como el mayor novelista español después de Cervantes. Galdós transformó el panorama novelístico español de la época, apartándose de la corriente romántica en pos del realismo y aportando a la narrativa una gran expresividad y hondura psicológica. En palabras de Max Aub, Galdós, como Lope de Vega, asumió el espectáculo del pueblo llano y con su intuición serena, profunda y total de la realidad, se lo devolvió, como Cervantes, rehecho, artísticamente transformado. De ahí, añade, que desde Lope, ningún escritor fue tan popular ni ninguno tan universal, desde Cervantes. Fue desde 1897 académico de la Real Academia Española y llegó a estar propuesto al Premio Nobel de Literatura en 1912. 

Subo hoy al blog su novela Marianela. Publicada en 1878 por la Imprenta y Litografía madrileña La Guirnalda, cierra el conjunto de sus novelas de tesis. En ella aparecen algunos personajes que luego serán protagonistas en el ciclo de las novelas españolas contemporáneas. Marianela cuenta la historia de una chica pobre y fea, y de Pablo, un ciego de nacimiento que está enamorado de ella. La acción transcurre entre Socartes, pueblo minero, y Aldeacorba, zona agrícola, donde vive don Francisco Penáguilas con su hijo Pablo. La vida ha sido generosa con el señor de Penáguilas, pero todo su bienestar se halla ensombrecido por la ceguera de su hijo. Pablo es feliz al lado de su lazarillo, una muchacha que todos llaman la "Nela"; con ella pasea, habla y se deleita. Nela, por su parte, pobre huérfana que vive con la familia del capataz de las minas, Centeno, menospreciada por todos, incapaz de nada útil, solo siente alegría acompañando a Pablo. Las almas de los dos están compenetradas de tal manera, que Pablo un día le promete casarse con ella.

El ciego piensa que su lazarillo debe ser de extraordinaria belleza, expresión de su bondad. Pero a Socartes ha llegado el hermano del ingeniero, don Teodoro Golfín, famoso oftalmólogo, y uno de los motivos de su viaje es tratar de curar a Pablo. Don Francisco de Penáguilas ansía ardientemente que el doctor vea a su hijo, pues, aunque ha sido desahuciado por todos los grandes médicos, no se aviene con la fatalidad de que su hijo sea incurable. ¿Por qué la naturaleza al colmarle de bienes materiales le ha de negar lo único que puede hacerle feliz? Precisamente su hermano Manuel y él acaban de heredar de un primo, lo que viene todavía a acrecentar su fortuna. Fortuna que no tendrá finalidad, a no ser que Pablo obtenga el sentido de la vista, en cuyo caso se celebraría su matrimonio con su prima Florentina, muchacha bellísima, hija de Manuel. La operación de Pablo y el éxito del resultado desembocarán en un dramático final.

La edición que reproduzco es la existente en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes de la Universidad de Alicante. 




"Marianela", oleo de Cecilio Plá (1864-1934)



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viernes, 22 de septiembre de 2017

[Galdós en su salsa] Hoy, con "Gloria"



Estatua de Galdós (Pablo Serrano, Las Palmas GC)


Si preguntan ustedes a cualquier canario sobre quien en es su paisano más universal no tengan duda alguna de cual será su respuesta: el escritor Benito Pérez Galdós. Para conmemorar su nacimiento, del que van a cumplirse 174 años, he ido subiendo al blog a lo largo de los últimos meses su copiosa obra narrativa, que comencé con el primero de sus Episodios Nacionales, colección de cuarenta y seis novelas históricas escritas entre 1872 y 1912 que tratan acontecimientos de la historia de España desde 1805 hasta 1880, aproximadamente. Sus argumentos insertan vivencias de personajes ficticios en los acontecimientos históricos de la España del XIX como, por ejemplo, la guerra de la Independencia Española, un periodo que Galdós, aún niño, conoció a través de las narraciones de su padre, que la vivió. 

Nacido en Las Palmas de Gran Canaria, en las islas Canarias, el 10 de mayo de 1843 y fallecido en Madrid el 4 de enero de 1920, Benito Pérez Galdós fue un novelista, dramaturgo, cronista y político español, uno de los mejores representantes de la novela realista del siglo XIX y un narrador esencial en la historia de la literatura en lengua española, hasta el punto de ser considerado por especialistas y estudiosos de su obra como el mayor novelista español después de Cervantes. Galdós transformó el panorama novelístico español de la época, apartándose de la corriente romántica en pos del realismo y aportando a la narrativa una gran expresividad y hondura psicológica. En palabras de Max Aub, Galdós, como Lope de Vega, asumió el espectáculo del pueblo llano y con su intuición serena, profunda y total de la realidad, se lo devolvió, como Cervantes, rehecho, artísticamente transformado. De ahí, añade, que desde Lope, ningún escritor fue tan popular ni ninguno tan universal, desde Cervantes. Fue desde 1897 académico de la Real Academia Española y llegó a estar propuesto al Premio Nobel de Literatura en 1912. 

Subo hoy al blog su novela Gloria. Publicada en Madrid en 1877 por la Imprenta de José María Pérez, pertenece al denominado grupo de "novelas de tesis", y narra un drama de intolerancia religiosa con final trágico.  

La primera parte de la obra fue escrita en 1874, pero Galdós no retoma el manuscrito de la novela hasta dos años más tarde. Para esta segunda parte Galdós mantuvo una intensa y turbulenta correspondencia con José María Pereda a propósito del argumento y, en especial, sobre las tesis manejadas por el autor; un auténtico pulso literario sostenido por las opuestas posiciones de Pereda y Galdós, superadas gracias a la profunda amistad entre ambos escritores. 

Como había hecho en Doña Perfecta, Galdós recrea una ciudad provinciana imaginaria para ambientar su nueva tragedia, pero ahora en una villa marinera de Cantabria. Gloria, una muchacha de 18 años, es hija única de la familia Lantigua (cuyo apellido ya sugiere riqueza, tradición y severa práctica del catolicismo). Su monótona y apacible existencia, con un pretendiente de la burguesía conservadora de Ficóbriga, se verá alterada por un joven extranjero, un náufrago inglés que ha sido acogido en su casa con caridad cristiana y las preceptivas reservas. Se enamoran con tanta pasión que ella se queda embarazada. Es entonces cuando él le confiesa que no es protestante —como se temían—, sino judío de origen español y familia germano-inglesa. En este crítico pasaje de la trama concluye la primera parte con la muerte del padre de Gloria, del disgusto. En la segunda parte de la novela, el drama evolucionará hacia la tragedia, con un final "shakespeariano" con olor de Romeo y Julieta a la española.

La edición que reproduzco es la existente en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes de la Universidad de Alicante. El original de la novela se encuentra en la Biblioteca del Museo Canario, en la ciudad de Las Palmas. Disfrútenla. 




La casa natal de Benito Pérez Galdós, Las Palmas 



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jueves, 14 de septiembre de 2017

[Galdós en su salsa] Hoy, con "La Fontana de Oro"



Estatua de Galdós (Pablo Serrano, Las Palmas GC)


Si preguntan ustedes a cualquier canario sobre quien en es su paisano más universal no tengan duda alguna de cual será su respuesta: el escritor Benito Pérez Galdós. Para conmemorar su nacimiento, del que van a cumplirse 174 años, he ido subiendo al blog a lo largo de los últimos meses su copiosa obra narrativa, que comencé con el primero de sus Episodios Nacionales, colección de cuarenta y seis novelas históricas escritas entre 1872 y 1912 que tratan acontecimientos de la historia de España desde 1805 hasta 1880, aproximadamente. Sus argumentos insertan vivencias de personajes ficticios en los acontecimientos históricos de la España del XIX como, por ejemplo, la guerra de la Independencia Española, un periodo que Galdós, aún niño, conoció a través de las narraciones de su padre, que la vivió. 

Nacido en Las Palmas de Gran Canaria, en las islas Canarias, el 10 de mayo de 1843 y fallecido en Madrid el 4 de enero de 1920, Benito Pérez Galdós fue un novelista, dramaturgo, cronista y político español, uno de los mejores representantes de la novela realista del siglo XIX y un narrador esencial en la historia de la literatura en lengua española, hasta el punto de ser considerado por especialistas y estudiosos de su obra como el mayor novelista español después de Cervantes. Galdós transformó el panorama novelístico español de la época, apartándose de la corriente romántica en pos del realismo y aportando a la narrativa una gran expresividad y hondura psicológica. En palabras de Max Aub, Galdós, como Lope de Vega, asumió el espectáculo del pueblo llano y con su intuición serena, profunda y total de la realidad, se lo devolvió, como Cervantes, rehecho, artísticamente transformado. De ahí, añade, que desde Lope, ningún escritor fue tan popular ni ninguno tan universal, desde Cervantes. Fue desde 1897 académico de la Real Academia Española y llegó a estar propuesto al Premio Nobel de Literatura en 1912. 

Subo hoy al blog La Fontana de Oro. Publicada en 1870, es la primera de las novelas escritas por Galdós. La acción transcurre en Madrid durante los años del Trienio Constitucional (1820-1823) y toma su título del café situado cerca de la Puerta del Sol que con ese mismo nombre sirvió de lugar de reunión a artistas y tribuna oratoria para políticos liberales, y que aún persiste en su actividad. Escrita entre 1867 y 1868, en parte durante un viaje a Francia poco después de la Revolución de Septiembre, se mezclan los hechos históricos reales, con los asuntos personales de los personajes, siguiendo una pauta de construcción literaria similar a la de los Episodios Nacionales

Enmarcada en el reinado de Fernando VII, Galdós narra en sus páginas acontecimientos como el levantamiento del general Riego y la posterior entrada en Madrid, en mayo de 1823 del ejército francés conocido como los Cien Mil Hijos de San Luis para restablecer en el absolutismo al monarca. En la novela se suceden reuniones clandestinas de logias masónicas y sectas ultramontanas; actuaciones de grandes oradores como Antonio Alcalá Galiano; manifestaciones callejeras al son de la "Trágala"; escaramuzas entre milicianos liberales y realistas; fusilamientos en masa y ejecuciones en la Plaza de la Cebada tras la victoria absolutista... Un doble escenario en el que Galdós desenreda la pasión patriótica junto a una pasión de corte clásico que le sirve de hilo argumental.

El eje sentimental de la trama narra la pasión amorosa entre Lázaro, joven romántico y liberal, y Clara, huérfana en casa de un tío de ideología absolutista y carácter intransigente.​

El erudito galdosiano Joaquín Casalduero valora esta novela primera del escritor canario no solo como origen de toda su obra sino de la novela moderna en España.

La edición que reproduzco es la existente en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes de la Universidad de Alicante, publicada originariamente en Madrid, en 1906, por Perlado, Páez y Compañía. Disfrútenla. 




La Fontana de Oro, Madrid



Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

sábado, 9 de septiembre de 2017

[Galdós en su salsa] Hoy, con "La familia de León Roch"




Estatua de Galdós (Pablo Serrano, Las Palmas GC)


Si preguntan ustedes a cualquier canario sobre quien en es su paisano más universal no tengan duda alguna de cual será su respuesta: el escritor Benito Pérez Galdós. Para conmemorar su nacimiento, del que van a cumplirse 174 años, he ido subiendo al blog a lo largo de los últimos meses su copiosa obra narrativa, que comencé con el primero de sus Episodios Nacionales, colección de cuarenta y seis novelas históricas escritas entre 1872 y 1912 que tratan acontecimientos de la historia de España desde 1805 hasta 1880, aproximadamente. Sus argumentos insertan vivencias de personajes ficticios en los acontecimientos históricos de la España del XIX como, por ejemplo, la guerra de la Independencia Española, un periodo que Galdós, aún niño, conoció a través de las narraciones de su padre, que la vivió. 

Nacido en Las Palmas de Gran Canaria, en las islas Canarias, el 10 de mayo de 1843 y fallecido en Madrid el 4 de enero de 1920, Benito Pérez Galdós fue un novelista, dramaturgo, cronista y político español, uno de los mejores representantes de la novela realista del siglo XIX y un narrador esencial en la historia de la literatura en lengua española, hasta el punto de ser considerado por especialistas y estudiosos de su obra como el mayor novelista español después de Cervantes. Galdós transformó el panorama novelístico español de la época, apartándose de la corriente romántica en pos del realismo y aportando a la narrativa una gran expresividad y hondura psicológica. En palabras de Max Aub, Galdós, como Lope de Vega, asumió el espectáculo del pueblo llano y con su intuición serena, profunda y total de la realidad, se lo devolvió, como Cervantes, rehecho, artísticamente transformado. De ahí, añade, que desde Lope, ningún escritor fue tan popular ni ninguno tan universal, desde Cervantes. Fue desde 1897 académico de la Real Academia Española y llegó a estar propuesto al Premio Nobel de Literatura en 1912. 

Subo hoy al blog la novela titulada La familia de León Roch. La edición que reproduzco es la existente en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes de la Universidad de Alicante, publicada originariamente en Madrid, en 1878, por  Imprenta y Litografía La Guirnalda. La novela ha sido clasificada dentro del grupo de sus «novelas de tesis», siendo la última de ese ciclo, tras Doña Perfecta, Gloria y Marianela. Se trata de una obra de transición que relata la historia de un fracaso humano, proveniente de la distinta actitud religiosa de dos esposos, el uno ateo y librepensador, la otra, beata hasta el ascetismo, en un contexto social donde no cabe una vida soportada solo en actitudes racionales y científicas sin el peaje necesario a las supersticiones establecidas, es decir, sin disfraz de hipocresía.

La trama se desarrolla en Madrid, en un chalet de la zona de Prosperidad, y en Suertebella, una finca de recreo en la zona de Vista Alegre, en Carabanchel, con  apariciones fugaces de otros escenarios en el País Vasco, Castilla y León y Valencia. ​El argumento pone en juego un apasionado triángulo amoroso entre dos mujeres y un hombre en el ambiente de la clase alta madrileña de la segunda mitad del siglo XIX. León es un aplicado krausista, inteligente y heredero de una gran fortuna, que llega de Valencia acompañando a los marqueses de Fúcar (plebeyos enriquecidos sin excesivos escrúpulos), cuya hija, Pepa, está en secreto enamorada de él. Pero en Madrid, el intelectual va a caer bajo el embrujo del «temperamento ardiente, imaginativo y sensual» de María Egipcíaca, último eslabón de los arruinados marqueses de Tellería. 



Hipódromo de La Castellana, Madrid. (Finales del siglo XIX)



Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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