Monumento a las Cortes y la Constitución de 1812 (Cádiz)
Hace unos días leía una frase atribuida al escritor norteamericano Mark Twain en la que se comentaba que había concluido una carta muy extensa con las siguientes palabras: "De haber tenido más tiempo hubiese sido más breve". Quizá sea ese mi problema: acuciado por mis obligaciones -siempre satisfactorias y agradables de abuelo a tiempo completo y de coyunturas familiares varias- al final las únicas horas de relativo sosiego de que dispongo son las de tantas y muchas de la noche. Y con ello, producto del cansancio, no dispongo del tiempo y paciencia suficientes para concretar mis digresiones literarias a unos justos términos de extensión...
A finales de los noventa, concluida hacía tiempo mi licenciatura en Geografía e Historia, me plantee la temeraria osadía de entrar en la universidad como docente. Se había sacado a concurso una plaza de profesor ayudante para la asignatura de Historia Contemporánea en la Universidad de Las Palmas y entre la documentación que era preciso aportar figuraba presentar un programa detallado de un apartado cualquiera de Historia Contemporánea de España para impartir en un curso académico.
Sin excesivo esfuerzo y con enorme ilusión elaboré un programa sobre Historia de España en el siglo XIX basado en dos textos académicos, libros que conocía bien, y que aún hoy me siguen pareciendo magníficas síntesis del acontecer español cultural, económico, político y social de ese siglo. Para mi, sin duda, el más significativo e importante de la Historia de España, pues fue aquél en que se fraguó la realidad, con todas sus luces y sombras, de la España de hoy,
Esos libros eran "La España del siglo XIX. 1808-1898" (Espasa Calpe, Madrid, 1980) del profesor Vicente Palacio Atard, y el impresionante tomo 5 de la "Historia Crítica del Pensamiento Español. Liberalismo y Romanticismo. Siglo XIX: 1808-1874" (Círculo de Lectores, Barcelona, 1993), del profesor José Luis Abellán. Desgraciadamente, en aquellos tiempos eso de los ordenadores era cosa de brujas y perdí la copia del programa, que supongo aparecerá un año de estos en cualquier lugar inesperado de mi ingobernable biblioteca familiar.
El mismo día en que se abría el plazo de presentación de las solicitudes me personé en el Departamento correspondiente. Allí me encontré con el secretario del mismo, que resultó ser un antiguo compañero mio de licenciatura, y me comentó entre jocoso, irónico, o simplemente cínico, que podía presentar mi solicitud si quería pero que la plaza ya estaba decidida y pre-adjudicada de antemano a un becario de dicho Departamento...
Decliné la oferta y seguí con mi actividad profesional ordinaria hasta cumplir en ella 41 años, 2 meses y 8 días de servicio, y obtener mi merecida jubilación. Nunca más volví a intentar entrar en el tiovivo endogámico-incestuoso en que se ha convertido la universidad española desde hace décadas.
No estoy muy al tanto de cuales son los fastos conmemorativos que el gobierno y las instituciones políticas y culturales españoles preparan para el 200 aniversario del inicio de las Cortes de Cádiz, que en septiembre se cumplen, y culminaron en 1812 con la aprobación de la primera Constitución liberal de Europa. Pero me temo que no van a estar a la altura que la circunstancia se merece.
El profesor Jean Meyer, de la División de Historia del Centro de Investigación y Docencia Económicas de México, escribe un brillante artículo con el título de "Al hilo de las celebraciones", sobre historia, historiadores y celebraciones patrias en el último número de Revista de Libros (el 160, abril de 2010). Y si bien lo hace comentando el libro "Historia y celebraciones. México y sus centenarios", (Tusquets. Ciudad de México, 2010) del historiador mexicano Mauricio Tenorio Trillo, y sobre el bicencentenario y centenario, respectivamente, de la Primera de la Guerra de Independencia (1810) y de la Revolución mexicana (1910), muchas de sus reflexiones pueden generalizarse a cualquier acto de ese tipo. Entrecomillo los textos de ambos profesores, crítico y criticado, indiferenciadamente. Y espero que del contexto pueden percibir cuál pertenece a uno y cuál a otro; en cualquiera de los casos, ambos merecen la pena.
Para comenzar, "celebrar, conmemorar y recordar, no es lo mismo", dicen. Y añaden: "cuando [nosotros] los historiadores participamos en centenarios y bicentenarios funcionamos como ciudadanos, miembros de la ciudad, de la "societas civilis", más que como estudiosos. De actuar como historiadores puros -apuntilla-, vendríamos a perturbar el concierto memorioso de la celebración. [.../...] La empresa conmemorativa -siguen diciendo- no es ingenua, sino intencional, premeditada y funcional. ¿Qué vamos a celebrar, qué vamos a recordar? ¿Qué celebraron y recordaron las generaciones anteriores y las presentes?".
Un poco más adelante enfatizan: "Puede ser que, para quien aprende historia, la patria esté en lo que aprende; para quien escribe historia, la patria debe estar en poder discutirla y en nunca escribirla del todo, siempre reescribirla". "La historia y la patria son una forma de ceguera, también una forma de visión, irrenunciables. [.../...] Es el olvido tanto como la memoria nuestro laboratorio, el de los historiadores". Y concluyen: "Mientras no abandonemos la idea de que la identidad es la base de la memoria, la cultura o la historia verdadera, no existirán las condiciones para la aparición de un nuevo horizonte historiográfico".
Termino yo también por hoy: ¿Sería mucho pedir que el Ministerio de Cultura, la Real Academia de la Historia, las Cortes Generales, el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales y/o la Junta de Andalucía promovieran y apoyaran una serie de RTVE que, superando el éxito de público de bodrios tan infumables como "Águila Roja" o "La conjura de El Escorial", recogieran en una cuidada y rigurosa recreación histórica los avatares políticos y personales de aquellos españoles que dieron lugar a las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812? Cosas más raras se han visto... En la sección de vídeos del Blog he puesto uno, de ámbito escolar, sobre las Cortes y la Constitución de Cádiz. Espero que les resulte interesante. Y sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt
Oratorio de San Felipe Neri, Cádiz, en el que se celebraron las Cortes (1810-1812)
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Entrada núm. 1292 -
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"Pues, tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)
4 comentarios:
Me parece muy interesante esta entrada. La he aprovechado para escribir una en mi propio blog (http://jardindehipotesis.blogspot.com/2010/04/se-acerca-el-2012.html).
Gracias. Un abrazo.
Muchas gracias, Rafael, por tu amable comentario. Me paso oor tu blog en unos momentos. Un saludo afectuoso desde Gran Canaria.
Me parece que no sabes apreciar "La conjura de El Escorial" es una comedia en toda regla. Y en sus peleas es todo un homenaje a Benny Hill.
Un saludo desde Altavista ;)
Visto así, no te puedo negar, querido amigo Anónimo, que tienes razón... Yo, desde luego, reconozco que me reí, pero de puro mala que era.
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