domingo, 29 de octubre de 2023

De las nieblas de la guerra

 





Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz domingo. Mi propuesta de lectura para hoy, de la escritora Marta Peyrano, va de las nieblas de la guerra. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. harendt.blogspot.com





En la niebla de la guerra
MARTA PEYRANO - El País
23 OCT 2023 - harendt.blogspot.com 

La certeza nos devuelve una cierta ilusión de control. Cuando un hospital lleno de niños y ancianos es bombardeado, sentimos emociones tan intensas que intentamos controlarlas con ayuda de un relato. El más satisfactorio contiene tres certezas: causa, culpable y solución. Evolutivamente, esta clase de relato ha sido una herramienta de supervivencia, pero también de progreso. En este videojuego es imprescindible identificar el mecanismo que nos destruyó en la última pantalla, la bala que mató a nuestros padres o el animal que se los comió. Son certezas que necesitamos para superar los obstáculos. Cuando el juego es lo suficientemente complejo, también es necesario distinguir las estrategias buenas de las malas. La supervivencia nos permite seguir jugando. La resiliencia nos permite avanzar.
La moral es una herramienta de control colectivo. Nos ayuda a identificarnos con los valores de la tribu y rechazar a aquellos que amenazan su supervivencia o estabilidad. Aquellos que asesinan civiles, decapitan niños o bombardean hospitales llenos de personas indefensas son universalmente identificados como enemigos de la tribu. Peor aún: son tan peligrosos que nadie puede estar a salvo mientras sigan viviendo. Son, literalmente, monstruos: animales humanos, ratas, cucarachas, Untermenschen. La certeza de que han cometido deliberadamente el crimen es la prueba que demuestra su inhumanidad. Pero la guerra es rica en atrocidades y pobre en certezas. Para eso existe la propaganda, una máquina de producir certezas que señalan aquello que debe desaparecer. Luchar contra la propaganda significa renunciar a la certeza. Tenerla no implica necesariamente entender la realidad.
Tengo un amigo judío que vive con su familia en Tel Aviv. La pasada semana, intercambiamos análisis balísticos y forenses de sonido, debatimos mapas de trayectorias y reportes de daños. Nada parece convincente. Todas las fuentes están comprometidas. Extrañamente, la falta de certeza me exasperaba más que a él y se lo dije. Me respondió: “Estoy tan sediento de la verdad como tú, pero debo admitir que se ha perdido en la niebla de la guerra. Incluso si se encontrara, sería difícil saber cómo informaría cualquier decisión”.
Ayer, mi amigo visitó la tienda de campaña de protesta de las familias cuyos seres queridos han sido secuestrados en Gaza. “Fui allí con mi hija. Solo pensar en que ella pudiera ser secuestrada”, me dice, “y tiritamos los dos”. “Nuestros ciudadanos han sido abandonados dos veces por nuestro Gobierno y están siendo utilizados como peones y vilipendiados por la izquierda global, a pesar de que algunos de los secuestrados y los fallecidos han dedicado décadas de sus vidas a luchar contra la ocupación y han salvado literalmente decenas de vidas palestinas”. El partidismo de este conflicto le parece desgarrador y enloquecedor. Mi amigo es uno de esos judíos que ha dedicado buena parte de su vida a luchar contra la ocupación.
Dicen que nuestra resiliencia depende de tres cosas: agencia, sentido de pertenencia y consciencia de uno mismo. El poder de decidir la propia vida, de formar parte de algo y responder a los retos de forma consciente, sin actos reflejos, sin automatizar. Lo opuesto a la resiliencia es la autodestrucción. “No sé quién bombardeó el hospital”, me dice mi amigo. “Sé que quienquiera que lo haya hecho no lo hizo a propósito, pero fue lo suficientemente imprudente como para permitir que ocurriera. Esto significa que ambos lados son culpables y que el juego de culpar nunca acabará”.
























[ARCHIVO DEL BLOG] Y Prometeo pagó por nosotros. [Publicada el 31/05/2015]





http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/5/5b/Heinrich_fueger_1817_prometheus_brings_fire_to_mankind.jpg





"Cuando la naturaleza estaba en su infancia
nuestros queridos abuelos vivían en la inocencia,
sin conocer lo tuyo y lo mío. ¿Qué iban a conocer si
no tenían nada? Estaban desnudos y es cosa muy
clara que quien nada tiene nada puede repartir".
(Voltaire, "Mélanges")



Dice el filósofo Xavier Rubert de Ventós, catedrático de Estética en la Universidad Politécnica de Cataluña de Barcelona, en su artículo "La red del pescador", que al titán Prometeo le castigaron los dioses por "curiosear más de la cuenta"... Una hermosa metáfora para contarnos que el castigo le fue impuesto por robar el fuego a los dioses y ofrecérselo a los humanos. 
Nos pasó "información privilegiada", diríamos hoy. Y por eso no solo se quedó sin empleo en el Olimpo sino que sufrió un horrible castigo a perpetuidad. Y todo, en el fondo, por amor a los hombres, para hacer de los humanos lo que somos ahora: personas libres e iguales en dignidad y sabiduría a los dioses, a los que acabamos destronando. Pero esa información ¿nos ha beneficiado?, ¿no hubiera sido mejor, quizá, permanecer en la ignorancia?
Todo el interesante artículo de Rubert de Ventós, plagado de citas filosóficas, está dirigido a hacer ver que el exceso de información existente hoy en día en la Red (la Red Global Mundial, traducción de su famoso y universal acrónimo WWW) puede generar confusión y acabar por dejarnos ciegos, mudos y colapsados. Pero él, y con él las bellas metáforas que cita de Castells, Aranguren, Nietzsche, Kant o Wiener, lo explican y justifican mucho mejor.... Y si tienen oportunidad de hacerlo no dejen de leer el "Prometeo encadenado", de Esquilo, o el "Frankenstein o el moderno Prometeo", de Mary Shelley. Entenderán, entonces, lo que los dioses no querían que supiéramos... 
En la era de las redes y las conexiones, -dice Daniel Innerarity, catedrático de Filosofía Política en la Universidad del País Vasco, en otro artículo tituladfo "Libertad como desconexión"-, la era de los links y la instantaneidad comunicativa, la peor tragedia cotidiana es tener que escuchar que el teléfono marcado está desconectado o fuera de cobertura, que alguien tarde demasiado (es decir, dos días) en contestar un correo electrónico. Y la pérdida de conexión equivale a la muerte comunicativa, donde uno queda al margen de las oportunidades vitales. Si el fallo o la lentitud en la conexión los experimentamos como un verdadero drama es porque la comunicación inmediata forma parte de las posibilidades que damos por supuestas en una sociedad de la instantaneidad interactiva. Pero hay que desconectar si queremos seguir viviendo a escala humana y no de las máquinas...
A algo similar nos invita Jonathan Crary, profesor de Teoría del Arte en la Universidad de Columbia en Nueva York, en su también reciente artículo "La vida sin pausa". Una vida sin pausa propia del capitalismo del siglo XXI que provoca conflictos que son inseparables de las configuraciones del sueño y la vigilia, la iluminación y la oscuridad, la justicia y el terror. Genera indefensión y vulnerabilidad. La fórmula 24/7 [24 horas al día, siete días a la semana] sirve para evocar una constelación de poderosos procesos de nuestro mundo contemporáneo caracterizados por la actividad, la acumulación, la producción, las compras, la comunicación, el juego, o cualquier otra cosa, incesantes. Ya sea en el trabajo o en el tiempo libre, existe una imposibilidad cada vez mayor de hacer una pausa, de estar desconectado. 24/7 significa la imposición generalizada a la vida humana de una duración sin interrupciones, de un tiempo homogéneo que ya no transcurre, que trasciende al tiempo del reloj y se define por un principio de funcionamiento y operación continuos.
En cualquier caso, gracias Prometeo por habérsela jugado a los dioses. Gracias por habernos dado la luz del entendimiento, la sabiduría y la palabra, que nos hace humanos. Sin ti, no hubiera sido posible. Aunque de vez en cuando, tengamos que desconectar para recuperar la lucidez, el ritmo y el sentido del tiempo. Yo lo hice ayer, y no me arrepiento. Pero hoy, como ves, he vuelto a las andadas... Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt












sábado, 28 de octubre de 2023

Del deber de conservar un espacio para la paz

 






Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz sábado. Mi propuesta de lectura para hoy, del historiador Yuval Noah Harari, va del deber de conservar un espacio para la paz. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. harendt.blogspot.com






El mundo debe conservar un espacio para la paz
YUVAL NOAH HARARI - El País
22 OCT 2023 - harendt.blogspot.com

Aviv Kutz, de 54 años, habitante del kibutz Kfar Aza, es amigo de infancia de un íntimo amigo mío. Aviv y su esposa Livnat, de 49 años, y sus tres hijos, Rotem (19), Yonatan (17) y Yiftach (15) llevan años viviendo en Kfar Aza. Aunque la familia Kutz ya había sufrido en su kibutz muchos ataques de Hamás con cohetes y fuego de mortero, padres e hijos continuaban teniendo esperanza en la paz. Todos los años, la familia Kutz organizaba una fiesta con lanzamiento de cometas, con la que pretendía crear un pequeño espacio de paz en una zona de guerra. Llamativas cometas, algunas con mensajes de paz, se lanzaban al cielo cerca de la verja fronteriza con Gaza. La hermana de Livnat, Adi Levy Salma, que participó en la fiesta en años anteriores, decía que “la idea es volar las cometas cerca de la verja, para demostrarle a Gaza que solo queremos vivir en paz”. La fiesta de las cometas de este año debía tener lugar el sábado 7 de octubre. “Fiesta de las cometas 2023″, decía la invitación, “nos vemos a las cuatro de la tarde en el campo de fútbol para decorar el cielo”. Pocas horas antes del inicio de la fiesta, terroristas de Hamás invadieron y ocuparon el kibutz. Fueron casa por casa, torturando, matando y secuestrando sistemáticamente a decenas de personas. Los cinco miembros de la familia Kutz fueron asesinados.
Uno se queda atónito ante tales atrocidades. ¿Por qué actúan así los seres humanos? ¿Qué esperaba conseguir Hamás? Su objetivo no era ocupar territorio y conservarlo en su poder. No tenía capacidad militar para mantenerse durante mucho tiempo en el kibutz frente al ejército israelí. Tres cosas hay que señalar para comprender los objetivos de Hamás. Primera, centró su ataque en el asesinato y secuestro de civiles, no de soldados. Segunda, los terroristas torturaron y ejecutaron a adultos, niños e incluso bebés de la forma más truculenta que se les pudo imaginar. Tercera, en lugar de intentar ocultar las atrocidades, Hamás se aseguró de que se difundieran, llegando incluso a filmar algunas de ellas para colgar esos espantosos vídeos en las redes sociales.
Esta es la definición misma del terrorismo, y ya habíamos visto cosas así con el ISIS. Al contrario que las operaciones bélicas convencionales, que generalmente pretenden ocupar territorios o reducir las capacidades militares, el terrorismo es una forma de guerra psicológica que aspira a aterrorizar. Al matar a cientos de personas con métodos espantosos y publicitarlo, organizaciones como el ISIS y Hamás tratan de aterrorizar a millones de personas. Además de difundir el terror, Hamás también pretende sembrar el odio en millones de personas del mundo, no solo en israelíes y palestinos.
Hamás no es como la OLP, otra organización palestina, y no debería equipararse al conjunto del pueblo palestino con Hamás. Desde su fundación, Hamás se ha negado tajantemente a reconocer el derecho de Israel a existir, y ha hecho todo lo que ha podido para desbaratar cualquier posibilidad de paz entre israelíes y palestinos, y entre Israel y el mundo árabe. El antecedente inmediato del actual ciclo de violencia reside en los tratados de paz firmados entre Israel y varios Estados del Golfo, y el esperado tratado de paz entre Israel y Arabia Saudí. Se esperaba que este no solo normalizara las relaciones entre Israel y gran parte del mundo árabe, sino que, en cierto modo, también aliviara el sufrimiento de millones de palestinos que viven bajo la ocupación israelí, y que volviera a poner en marcha el proceso de paz entre israelíes y palestinos. Nada puede alarmar más a Hamás que la posibilidad de que haya paz. Por eso lanzó su ataque, y por eso asesinó a la familia Kutz y a más de mil civiles israelíes. Lo que ha cometido Hamás es un crimen contra la humanidad en el más profundo sentido del término. Un crimen contra la humanidad no solo consiste en matar a seres humanos. También pretende destruir nuestra confianza en la humanidad. Cuando se asiste a cosas como la tortura y ejecución de unos padres delante de sus hijos, o al brutal asesinato de los más pequeños, se pierde cualquier confianza en el ser humano. Con lo que también nos arriesgamos a perder nuestra propia humanidad.
Los crímenes de Hamás no pueden justificarse echándole la culpa al comportamiento pasado de Israel. La suma de dos injusticias no conduce a la justicia. Mucho se puede criticar a Israel por haber sometido durante décadas a millones de palestinos a un régimen de ocupación, y por abandonar en los últimos años cualquier intento serio de alcanzar la paz con el pueblo palestino. Sin embargo, el asesinato de la familia Kutz y las muchas otras atrocidades cometidas por Hamás no pretendían reactivar el proceso de paz, ni probablemente liberen a un solo palestino de la ocupación israelí. Más bien, la guerra iniciada por Hamás causa un inmenso sufrimiento a millones de palestinos. Llevado por su fanatismo religioso, a Hamás parece que no le importa el sufrimiento humano, ni de los israelíes ni de los palestinos. En contra de lo que ocurre en la OLP, una organización laica, parece que lo que más interesa a los líderes y militantes de Hamás son sus fantasías sobre la vida en el otro mundo. Están dispuestos a arrojar este mundo a las llamas, y, de paso, a destruir nuestras almas, para que las suyas supuestamente disfruten de la felicidad eterna en la otra vida.
Debemos ganar esta guerra entre almas. En esta guerra contra Hamás, Israel tiene el deber de defender su territorio y a sus ciudadanos, pero también su humanidad. Nuestra guerra es contra Hamás, no contra el pueblo palestino. Los civiles palestinos se merecen disfrutar de paz y prosperidad en su patria, e incluso en medio del conflicto todas las partes deben respetar sus derechos humanos fundamentales. Esto no solo afecta a Israel; también a Egipto, que comparte frontera con la franja de Gaza, y que ha sellado parcialmente la frontera.
En cuanto a Hamás y sus partidarios, hay que excomulgarlos de la humanidad. No solo Israel, sino el conjunto de la comunidad humana debería considerar absolutamente intolerable el comportamiento de Hamás, al igual que antes lo hizo con el ISIS. Los ciudadanos israelíes no pueden vivir en lugares como Kfar Aza con Hamás al otro lado de la verja, del mismo modo que los de Irak y Siria no podían vivir con el ISIS a la puerta de casa. Decenas de miles de civiles israelíes ya han huido de las zonas fronterizas y no podrán regresar a sus casas hasta que se elimine esa amenaza. En un sentido más profundo, las vidas de todos los seres humanos se verán devaluadas y correrán peligro mientras se permita existir a organizaciones como Hamás y el ISIS.
Los objetivos de la guerra en Gaza deben quedar claros. Al final de la guerra, Hamás debería estar totalmente desarmada y la franja de Gaza quedar desmilitarizada, para que los civiles palestinos puedan vivir dignamente dentro de ella y los israelíes vivir sin miedo junto a la frontera. Hasta que esos objetivos no se alcancen, la lucha para mantener nuestra humanidad será difícil. En este momento, la mayoría de los israelíes es psicológicamente incapaz de empatizar con los palestinos. Nuestro propio dolor nos desborda y ni siquiera queda espacio para reconocer el dolor ajeno. Muchos de los que intentaron mantener esa paz, entre ellos la familia Kutz, están muertos o profundamente traumatizados. La mayoría de los palestinos se encuentra en una situación análoga: están demasiado invadidos por el dolor, no pueden ver el nuestro.
Pero, desde fuera, quienes no están invadidos por el dolor deberían hacer un esfuerzo para empatizar con todos los seres humanos que sufren, en lugar de limitarse a contemplar perezosamente una parte de la terrible realidad. Su labor es contribuir a mantener un espacio para la paz. Os encomendamos ese espacio de paz, porque ahora mismo nosotros no podemos mantenerlo. Cuidadlo bien, por nosotros, para que algún día, cuando el dolor comience a remitir, israelíes y palestinos podamos habitarlo.






















[ARCHIVO DEL BLOG] La Teoría de la Relatividad, el Big Bang y Dios. [Publicada el 30/11/2015]











No recuerdo haber estudiado en mis años de Bachillerato, entre 1956 y 1961, nada que tuviera que ver con la Teoría de la Relatividad formulada por Albert Einstein un 25 de noviembre de 1915. Supongo que había oído mencionarla en alguna ocasión, pero no, desde luego, en el colegio ni el instituto. Mi primer y único contacto con ella en esa época (a fin de cuentas soy de Letras y Sociales, y aunque cultivado, la Física Teórica se me escapa) estuvo motivado por una visita realizada a finales de los 50 a la Embajada de la República de El Salvador en Madrid. Ya he contado alguna otra vez en el blog que una de los entretenimientos de mi pandilla de amigos, todos del distrito madrileño de Chamartín, era visitar Embajadas, y alegando trabajos colegiales, pedir folletos, documentos y libros sobre el país "visitado". Dada la condición de extraterritorialidad de los edificios de las embajadas puedo decir, sin mentir en exceso, que "he estado" en una centena larga de países; en algunos de ellos, en muy numerosas ocasiones... Al menos, en todos los que mantenían representación diplomática en Madrid en aquellas fechas.
Divago, lo sé, pero está en mi naturaleza. Vuelvo a mi viaje a El Salvador, que dicho sea por cierto, "visité" varias veces. La Embajada de El Salvador tenía un servicio cultural excelente, y en cada ocasión que la visitábamos nos regalaban numerosos libros y folletos de todo tipo. Entre ellos, uno que aún guardo, titulado Teoría de la Relatividad General, de Albert Einstein. No eran comentarios sobre el libro de Einstein, era la Teoría de la Relatividad General, de Albert Einstein, en una cuidada edición en español... Ni que decir tiene que intenté leerla, pues lo de comprenderla me superaba, y lo que es peor, me sigue superando. No la entendí. Y así sigo, sin entenderla, aunque la acate. 
Con motivo del centenario de la Teoría de la Relatividad el diario El País dedicó hace unas semanas a la efeméride un interesante reportaje firmado por el profesor Daniel Mediavilla titulado La obra maestra de Albert Einstein cumple cien añosEl 25 de noviembre de 1915, dice el profesor Mediavilla, Albert Einstein presentó ante la Academia Prusiana de Ciencias, en Berlín, la teoría que acabaría por culminar su mito. La Relatividad General era una continuación de la Especial, la idea que había presentado diez años antes cuando era funcionario de la Oficina Suiza de Patentes. En aquel año milagroso de 1905, Einstein mostró cómo el movimiento modifica la percepción del espacio y del tiempo, pero la velocidad de la luz y las leyes de la física siempre son las mismas con independencia de la velocidad a la que se mueva el observador.
Con estos fundamentos, continúa diciendo, en 1907, Einstein tuvo la que consideró la idea más feliz de su vida. En uno de sus famosos experimentos mentales, se dio cuenta de que una persona en caída libre y alguien que flota en el espacio tendrían una sensación similar, como si la gravedad no existiese. Más adelante, observó también que estar de pie sobre la Tierra, atraído por la fuerza de la gravedad del planeta, no sería muy distinto de encontrarse en una nave espacial que acelerase para producir el mismo efecto.
A partir de esta intuición, añade, Einstein se planteó que tanto la gravedad como la aceleración deberían tener la misma causa, que sería la capacidad de objetos con mucha masa como los planetas o las estrellas para curvar un tejido continuo formado por el espacio y el tiempo, dos dimensiones que durante milenios se habían considerado separadas y absolutas en las que la materia existía e interactuaba. El efecto de esa curvatura y de los objetos moviéndose sobre ella es lo que percibimos como la fuerza de la gravedad o, explicado en las palabras de John Archibald Wheeler, el espacio le dice a la materia cómo moverse y la materia le dice al espacio cómo curvarse.
Las claves del éxito de Einstein, termina diciendo, fueron su desdén por la autoridad y un ego indestructible. Con el tiempo, y sobre todo a partir de la presentación de la Teoría de la Relatividad, el propio Einstein se convirtió en una de esas autoridades que él siempre había ignorado. En varias ocasiones, pese a haber sido capaz de transformar la física con sus teorías, no quiso aceptar algunas de sus derivadas más revolucionarias. Rechazó los agujeros negros, pero también se inventó una constante cosmológica para mantener el universo estático, pese a que sus fórmulas decían lo contrario. Tampoco aceptó las ondas gravitacionales, unas ondulaciones del tejido espacio temporal producidas por objetos cósmicos como los agujeros negros o las estrellas de neutrones y le costó aceptar la teoría del Big Bang, planteada por físicos como George Lemaître y consecuencia natural de las ideas presentes en la relatividad general.
Hace 100 años, concluye el profesor Mediavilla, Albert Einstein transformó nuestra visión del mundo, o al menos la forma en que los físicos son capaces de entenderlo. Según cuenta Ignacio Fernández Barbón, investigador del Instituto de Física Teórica, Einstein "era un genio, pero es probable que solo adelantase el descubrimiento de la Relatividad General en una o dos décadas". El avance conjunto de la comunidad científica habría acabado por dar con aquella forma de ver la realidad. Ni siquiera los genios como Einstein llegan a sus conclusiones desde la nada o son imprescindibles, pero pocos dudan de que él fue el mejor del siglo.
Unos días antes de ese reportaje sobre el centenario de la Teoría de la Relatividad de Einstein, el mismo diario había publicado otro artículo científico, firmado por el físico y profesor de investigación del CSIC Alberto Casas, titulado ¿Y antes del Big-Bang, qué había?, teoría que me resulta mucho más inteligible que la de la Relatividad, dicho sea de paso, aun sin tener muy en claro las razones. Esa es una pregunta habitual cuando se habla del origen del universo, dice el profesor Casas, y aunque parezca mentira, no es nueva. Hace 1.600 años, la cuestión fue suscitada en el ámbito teológico: "¿Qué hacía Dios antes de crear los Cielos y la Tierra?". Sin duda una buena pregunta, a la que San Agustín respondió con humor que Dios “preparaba el infierno para los que hacen este tipo de preguntas”. Aparte de esta broma, San Agustín fue más lejos y afirmó, con sagacidad, que no tiene sentido preguntar en qué empleaba Dios su tiempo antes de crear el tiempo. De forma semejante, la pregunta "¿qué pasó antes del instante inicial?" no tiene mucho sentido. Pero, naturalmente, esto puede parecer un mero juego de palabras. Nuestra intuición nos dice que cada instante está precedido por otro, por lo que la idea de un "instante inicial", parece absurda. El problema es que nuestra intuición se basa en nuestra experiencia directa, y esa experiencia es muy limitada. En cuanto nos salimos de las escalas físicas humanas", nuestra intuición suele fallar clamorosamente.
La teoría del Big Bang, sigue diciendo el profesor Casas, se basa, a su vez, en la teoría general de la relatividad, formulada por Albert Einstein en 1915, y que representa una de las cumbres del pensamiento humano. Según la teoría de la relatividad, el espacio y el tiempo no son, como podría parecer, magnitudes inertes e inmutables. Por el contrario, el espacio-tiempo, como un todo, se puede estirar y encoger, curvar y retorcer. Su textura se parece más a la de la goma que a la del cristal. Y su geometría está determinada por la materia y energía que contiene. Todo esto son conceptos revolucionarios y fascinantes. El espacio y el tiempo no son el escenario impasible de un gran teatro, dentro del cual tiene lugar una representación. La teoría nos dice que la forma de ese teatro y su evolución temporal están determinados por los actores que pululan dentro de él, es decir, la materia y energía que pueblan el universo.
Es importante subrayar que la teoría de la relatividad no es una mera especulación. Sus predicciones se han comprobado en una enorme variedad de situaciones físicas, hasta el momento sin un solo fallo, añade. Pues bien, cuando se aplica la teoría de la relatividad al universo como un todo, se encuentra que, necesariamente, este ha de pasar por una fase de expansión; es decir, el espacio mismo (con todo su contenido) ha de expandirse, igual que se hincha un pastel en el horno. Vista con los ojos de la teoría de Einstein, la expansión del universo se produce porque el espacio entre las galaxias está dilatándose; o, en otras palabras, se está creando espacio entre ellas. No solo eso, sino que el universo entero que observamos hubo de surgir de un solo punto, en un instante inicial denominado Big Bang.
La respuesta a la pregunta "¿qué había antes del Big Bang?" es que nunca hubo un "antes del Big Bang”. ¿Fin de la historia? Podría ser, pero no es seguro, responde Casas. Podemos decir, añade, que desde un segundo después del Big Bang en adelante, la descripción de la teoría es muy fiable. Pero nuestra intuición nos dice que cada instante está precedido por otro, por lo que la idea de un "instante inicial", parece absurda. Para ese instante inicial, ni siquiera disponemos de una teoría fiable. Es más, la propia teoría general de la relatividad, en su versión tradicional, muestra inconsistencias matemáticas en esas condiciones extremas. Por esta y otras razones, es una creencia extendida entre los físicos teóricos que la teoría necesita modificaciones. Y cuando se disponga de una teoría aún mejor, podría ser que encontremos sorpresas en torno al instante inicial. 
San Agustín afirmó, con sagacidad, que no tiene sentido preguntar en qué empleaba Dios su tiempo antes de crear el tiempo. En conclusión, termina diciendo el profesor Casas, posiblemente no hubo nunca un "antes del Big Bang", lo que en sí mismo no supondría una contradicción lógica. Sin embargo, el preciso instante inicial está bajo sospecha teórica, y hay modelos interesantes que proponen una historia anterior a ese instante cero de nuestro universo.
Quizá cuando tengamos una respuesta podamos preguntarnos donde estaba Dios antes del Big Bang. Y sobre todo que había hecho hasta entonces. Y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν", nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt












viernes, 27 de octubre de 2023

De la necesidad de justificar una amnistía

 





Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz viernes. Mi propuesta de lectura para hoy, del filólogo Jordi Amat, va de la necesidad de justificar una amnistía. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. harendt.blogspot.com










El silencio de Pedro Sánchez
JORDI AMAT - El País
22 OCT 2023 - harendt.blogspot.com

El silencio sobre la amnistía del equipo negociador socialista se interpreta en pura lógica partidista: cuánto menos ruido en la negociación, más probabilidades de llegar a un pacto. Pero desde hace semanas la controversia sobre esta ley está en el centro del debate político y, como mínimo por su actualidad, la ciudadanía merecería saber por qué el presidente del Gobierno en funciones cree que explorar esa vía jurídica es bueno a medio y largo plazo para el conjunto de los españoles. Pedro Sánchez debería empezar ya a tratar de convencer. Por ahora, va imponiéndose un relato opuesto al de la concordia, el que presenta la posible aprobación de la ley como un elemento seguro de desestabilización. Con ese propósito, se han aprobado estériles mociones de repulsa en instituciones de diversos niveles administrativos o se han organizado histéricas movilizaciones de salvación nacional con una inequívoca retórica insurreccional (escúchese la rueda de prensa de esta semana de los portavoces de las asociaciones del búnker Denaes y Pie en Pared). Hoy por hoy, si nada cambia, lo esperable es que la ley sea un factor de más polarización en el Congreso de los Diputados durante esta legislatura y, como sucedió con el recurso contra el Estatut, el Tribunal Constitucional podría situarse en una diana que solo puede degradar su autoridad otra vez y durante un largo periodo.
El debate sobre la amnistía ha sido planteado, aquí seguirá, y, hasta el momento, los líderes políticos se están comportando con preocupante irresponsabilidad. Esta semana, el president de la Generalitat, en el enésimo episodio de su competencia con Junts, planteó la cuestión en Madrid en una clave viejunamente procesista: la amnistía como primer paso de un recorrido que debe culminar con la celebración de un referéndum sobre la independencia de Cataluña. En la misma sesión, cuando Pere Aragonès se marchaba a la francesa del Senado, los presidentes autonómicos del Partido Popular transformaron la Cámara alta en un plató para la propaganda y, a través de sus eslóganes, reforzaron la estrategia de desgaste contra los socialistas anunciando que viene el lobo de la ruptura. Mientras tanto, la dirección actual del PSOE, entre la vieja guardia que dice cruz y el expresidente Zapatero que dice cara, apenas dice nada. Y si este silencio táctico evita que se compliquen las negociaciones con los soberanistas, al mismo tiempo facilita que el debate sea cada vez más un elemento de confrontación y se esté más lejos de crear las condiciones para una deliberación que permita actuar, al fin, como un catalizador para el consenso. Porque, sin consenso, esta ley, que implica un pacto refundacional del régimen, no conseguirá aquello que le da sentido.
Las leyes de amnistía de la Transición, que fueron la concreción jurídica de la política de reconciliación predicada durante dos décadas por la oposición comunista al franquismo, constituyeron el “fundamento moral del régimen” (para decirlo con una expresión del dylaniano Josep Maria Fradera). Veinte años después de su instauración, este régimen no logró resolver de manera satisfactoria la crisis constitucional provocada por la degradación del Estado autonómico. Una dinámica antipolítica desembocó en el colapso de 2017, vivido por buena parte de sus ciudadanos como una verdadera crisis nacional que muchos de ellos no han olvidado. Enfrentarse a las consecuencias penales de esas crisis en el Congreso de los Diputados podría debilitar al Estado, aunque sea mucho más robusto de lo que muchos nos quieren hacer creer, o puede relegitimar el Estado del 78. Esta es la vía que debería defender ya el presidente Sánchez. Es necesario, para decirlo con el sabio Juan Rodríguez Teruel, que explique “en qué condiciones [la amnistía] puede operar como una legítima y efectiva herramienta para devolver el embrollo derivado de la crisis catalana a unos parámetros más aceptables para una democracia de calidad”. Ese no era el propósito de los indultos que, al fin y al cabo, comprometían únicamente al Ejecutivo y eran esencialmente un perdón. La ley de amnistía, por el contrario, nos podría ayudar a todos a poder pasar página juntos. Solo eso la justifica y así tocaría contarlo.