miércoles, 1 de enero de 2025

De las viñetas de humor de hoy miércoles, 1 de enero de 2025

 





































martes, 31 de diciembre de 2024

De las entradas del blog de hoy martes, 31 de diciembre de 2024. Último día del año. ¡Adiós, 2024. Hasta siempre, y gracias!

 





Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz martes, 31 de diciembre de 2024, último día del año. Es difícil no dejarse arrastrar por la poderosa inercia de estas fechas; a ver, que levante la mano quien, en algún momento u otro en torno al 31 de diciembre, no se permita un breve repaso del año transcurrido y, sobre todo, un barrunto o esbozo de los 12 meses venideros comenta en la primera de las entradas del blog de hoy la escritora Rosa Montero. En la segunda, un archivo del blog de mayo de 2015, el autor del blog reconocía que aunque quizá sea cierto eso que se dice de que la política es el arte de lo posible, él se lamentaba la decisión adoptada ayer por la mayoría de nuestros diputados socialistas en el Parlamento europeo, y que no dejaba de producirle un enorme desasosiego e incomodidad. La tercera es un poema de la poetisa española Amparo Montejano, que comienza con estos versos: Solo tú y yo sabemos lo que siente mi alma,/fulgor de escondida estrella que brilla y … calla./Solo tú y yo sabemos lo que al dolor escapa:/un cielo, la luz, el aire, un amor … o nada. Y la cuarta, como siempre, son las viñetas de humor del día. Espero que todas ellas les resulten de  interés. Y ahora, como decía Sócrates, nos vamos. Nos vemos de nuevo mañana si la diosa Fortuna lo permite. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Tamaragua, amigos míos. HArendt









De balances y proyecciones personales al terminar el año

 






Es difícil no dejarse arrastrar por la poderosa inercia de estas fechas. A ver, que levante la mano quien, en algún momento u otro en torno al 31 de diciembre, no se permita un breve repaso del año transcurrido y, sobre todo, un barrunto o esbozo de los 12 meses venideros comenta en El País [Como el roble sobrelleva la sed, 29/12/2024] la escritora Rosa Montero. A mí me ocurre, al menos; en estos días siempre hago un pequeño balance del año que se acaba y una proyección a medias temerosa y a medias voluntarista del que comienza. Yo diría que les pasa a muchos; son los famosos propósitos de enmienda de los que se benefician tantos gimnasios, tantas academias de idiomas y tantos nutricionistas especializados en adelgazar, por mencionar solo tres de los negocios más solicitados en el siempre renovado y a menudo fracasado plan de mejora de uno mismo.

Pero acabo de mencionar una palabra clave, el fracaso, que me lleva a otra, más amplia y profunda, sobre la que quería reflexionar en este artículo: la frustración. Digamos que el fracaso tiene un ingrediente público y se desarrolla ante espectadores, mientras que en la frustración la derrota no es visible sino íntima y privada, de modo que quizá nadie sepa, más que tú, que ese ácido está corriendo por tus venas y envenenándote. La frustración, dice la RAE, es la acción y efecto de frustrar, es decir, de privar a alguien de lo que esperaba. Y me temo que ahora voy a sonar tan antigua como la abuelita Ciruela, pero tengo la desasosegada sospecha de que en nuestra sociedad, en el mal llamado Primer Mundo, nos encontramos cada día menos preparados para sobrellevar la frustración. El sistema de consumo acelerado en el que estamos inmersos, ensordecedora y artificialmente amplificado por las redes, nos impulsa a desear de manera loca, a desearlo todo aquí y ahora, sin reflexión ni pausas, sin límite o demora. Y las redes nos hacen ver un mundo mentiroso en el que los demás parecen poseer y ser cuanto quieren de inmediato. O sea, todos están genial, menos nosotros.

Llueve sobre mojado, por supuesto. La insatisfacción es uno de los rasgos distintivos del bicho que somos. Un poco de insatisfacción enardece y aviva, impele a los humanos a llegar a la Luna; pero su exceso, y por lo general se nos va la pinza, es una patología muy destructiva. Una de las frases más estremecedoras de Oscar Wilde dice así: “Para la mayoría de nosotros, la verdadera vida es la que no vivimos”. Seguro que en estas palabras también latía cierta referencia a la terrible sociedad represiva de la época, en la que, por ejemplo, ni gais ni mujeres podían ser quienes de verdad eran, pero sin duda en lo más profundo se refiere a la consabida insatisfacción humana. Y qué horror llegar a perder el sentido de tu realidad hasta ese punto, qué pena desperdiciar la vida, esta vida nuestra tan brillante, breve y única, en obsesionarnos con lo que no tenemos en vez de apreciar y disfrutar lo que poseemos.

Y si Wilde decía en sus tiempos eso, imaginaos ahora. Estamos tan maleducados emocionalmente y crecemos tan ajenos a lo que es cualquier frustración que el hecho de que se haya acabado el sabor del helado que íbamos a comprar puede amargarnos durante un buen rato. A la mitad de los niños los abarrotan de regalos y juguetes antes de que ni siquiera puedan desearlos, y la otra mitad, de economía precaria, viven la carencia como una humillación, como un fracaso público y estridente. Somos unos yonquis del deseo instantáneo. Unos analfabetos en frustración.

Un buen jardinero me dijo un día que, para crecer fuertes y sanos, los árboles tenían que pasar un poco de sed, porque así sus raíces se hundían en la tierra y el tronco se erguía mucho mejor anclado y más poderoso. Vivir es, por definición, perder, no poseer, no completar, no lograr nunca todo. Vamos dejando atrás posibilidades, opciones, sueños no cumplidos, además de nuestra infancia, nuestra adolescencia, nuestra juventud, y así sucesivamente. Gracias a todas esas pérdidas y esas carencias vamos desarrollando otras realidades. Otros presentes que hay que saber habitar. Olvidaos de aprender inglés en el nuevo año: me parece más provechoso aprender a soportar la frustración para así poder crecer mejor, más fuertes y con más raíces. Eso es lo que yo quisiera conseguir en los próximos 12 meses: vivir sin que los deseos desaforados me enloquezcan, no inventar mi futuro, sobrellevar las pequeñas y cotidianas pérdidas como el roble sobrelleva la sed e instalarme con consciencia plena en el presente. Ojalá. Feliz 2025, amigos.
















[ARCHIVO DEL BLOG] Equilibrios dialécticos y decepciones. Publicado el 17/05/2015]










Hace cinco años por estas fechas, la entonces vicepresidenta del gobierno de España, María Teresa Fernández de la Vega, se declarba orgullosa y satisfecha del voto expresado unos días atrás por los diputados socialistas españoles en el Parlamento europeo en favor de la Directiva de Retorno. Lo hicieron en el mismo sentido que el Partido Popular y los fascistas de la Liga Norte. Y en contra de sus correligionarios europeos, que mayoritariamente optaron por el no o la abstención. 



Voto del Parlamento europeo sobre la Directiva de Retorno:

A favor: 369 votos
Partido Popular: 217 votos
Liberales: 57 votos
Europa de las Naciones: 40
Partido Socialista: 34 votos
No inscritos: 15 votos
Independientes: 6 votos

En contra: 197 votos
Partido Socialista: 100 votos
Izquierda Unida: 37 votos
Verdes: 36 votos
Independientes: 11 votos
Liberales: 7 votos
No inscritos: 5 votos
Partido Popular: 1 voto

Abstenciones: 106 votos
Partido Socialista: 49 votos
Partido Popular: 27 votos
Liberales: 20 votos
No inscritos: 5 votos
Independientes: 3 votos
Verdes: 2 votos



Supongo que ese orgullo y satisfacción de la vicepresidenta no fue extensivo al voto emitido por los también diputados socialistas españoles Josep Borrell y Raimón Obiols, que lo hicieron en contra de la Directiva, y de Martí Graus, que optó por la abstención.
Dicen que la política es el arte de lo posible, y por tanto es posible que la decisión adoptada ayer por la mayoría de nuestros diputados socialistas en el Parlamento europeo haya sido la correcta, pero no deja de producirme un enorme desasosiego e incomodidad. 
Tanta renuncia a la utopía y tanto canto al realismo acabaron por desencantar a un gran número de votantes. A mí entre ellos... Y al columnista Enric González que en El País de aquellos días escribía una escueta y dolorida reseña, titulada "Europa", que comparto plenamente. Cinco años después seguimos igual, tirando a peor. Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt














El poema de cada día. Hoy, Solo tú y yo, de Amparo Montejano

 







SOLO TÚ Y YO



Solo tú y yo sabemos lo que siente mi alma,

fulgor de escondida estrella que brilla y … calla.

Solo tú y yo sabemos lo que al dolor escapa:

un cielo, la luz, el aire, un amor … o nada.


Mas, sé que el temor que agita mi cuerpo en calma,

el llorar atormentado, el delirio y la nostalgia,

es fruto ardiente de un beso (mítico) de esperanza.

Llegará el día en que pueda recibir mi parte y… ¡basta!


#


Si tú me escuchas,

si contemplas en mi rostro

el surco de ácidas lágrimas.

Si de veras me has querido,

si tú igualmente has sentido

el dolor que te descarna,

dime sinceramente,

¡dile a la Muerte austera!

que, si hay un muerto por dentro,

¿qué importa el vivo de fuera?

Que venga y calle mi rostro.

Que venga y que apague el alma.

Que venga y que se me lleve…

¡Que arranque la carne! …, agria.


#


Solo tú y yo sabemos lo que siente mi alma,

fulgor de escondida estrella que brilla y … calla.

Solo tú y yo sabemos lo que al dolor escapa:

tú, ¿yo?… La expresión, el arte… ¡La muerte helada!



Amparo Montejano (1975)

poetisa española



















De las viñetas de humor de hoy martes, 31 de diciembre de 2024

 






























lunes, 30 de diciembre de 2024

De las entradas del blog de hoy lunes, 30 de diciembre de 2024

 







Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz lunes, 30 de diciembre de 2024. Cuenten ustedes cuántos millones de europeos habrá con origen extranjero en España, comenta en la primera de las entradas del blog de blog la escritora Najat El Hachmi, nacidos ellos mismos o sus padres o sus abuelos en otros continentes, millones de personas que viven y trabajan no deseando otra cosa que la paz y un futuro mejor para sus hijos. La segunda es un archivo del blog de diciembre de 2011, en la que el autor del blog afirmaba que preguntarles a nuestros líderes locales y nacionales que si leen a Friedrich Hayek, Milton Friedman, Isaiah Berlin, Hannah Arendt, John Rawls o Francis Fukuyama, por mencionar únicamente a algunos de los pensadores políticos contemporáneos, parecía ingenuidad más que otra cosa. La tercera es un poema del poeta español Xavier Rodríguez Ruera que comienza con estos versos: Nos cuesta rozar con los dedos/anhelos de trascendencia,/formas resplandecientes,/puras bajo la luz matinal. Y la cuarta, como siempre, son las viñetas de humor del día. Espero que todas ellas les resulten de  interés. Y ahora, como decía Sócrates, nos vamos. Nos vemos de nuevo mañana si la diosa Fortuna lo permite. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Tamaragua, amigos míos. HArendt









De los otros europeos

 






Cuenten ustedes cuántos millones de europeos habrá con origen extranjero, comenta en El País [Los otros europeos, 27/12/2024] la escritora Najat El Hachmi. Nacidos ellos mismos o sus padres o sus abuelos en otros continentes. Millones de personas que viven y trabajan no deseando otra cosa que la paz y un futuro mejor para sus hijos. Nosotros, los otros europeos, no vinimos aquí con ningún oscuro objetivo. Y aun así, cada vez que hay un atentado nos vemos en la obligación de dar explicaciones. Cuando los terroristas eran islamistas, porque compartíamos con ellos un origen religioso, a pesar de que lo suyo ha sido siempre pura y simple ideología que nada tiene que ver con la fe que practican nuestras familias. Es una obviedad esta que hay que repetir una y otra vez, aunque tal insistencia tenga poco efecto.

Ahora se da la ironía de que en Alemania un hombre ha arrollado un mercado navideño y, dado que es de origen saudí, la extrema derecha germana sale a las calles a expresar su animadversión hacia sus vecinos con raíces en otras latitudes. Con todo el cinismo del mundo, obvian el hecho de que el radicalismo del terrorista en este caso no es islamista, sino que parece beber, según su perfil en redes sociales, de la retórica de la derecha excluyente y xenófoba.

Así, nos damos cuenta de que para estos ciudadanos que necesitan una y otra vez encontrar un chivo expiatorio contra el que dirigir su ira no importan las ideas, las creencias o el comportamiento de los inmigrantes. Es decir, los hechos no cuentan. Hay que buscar un culpable de todos los males, hay que tener a alguien contra quien dirigir las peores pasiones.

Yo no soy alemana, pero muchos hombres de la zona del norte de Marruecos de la que vengo pasaron buena parte de su vida trabajando en el país de Angela Merkel. Incluido mi abuelo materno, que fue durante 32 años un “trabajador invitado”. Por eso la ropa que yo llevé de pequeña era alemana, y para sus nietos yeddi Mohamed era “el abuelo alemán”.

Pero no sé para qué cuento esto, dado que quienes no se dejan influir por ideologías del odio saben perfectamente que la contribución de los inmigrantes a la construcción de esta Europa es fundamental y que nosotros, sus descendientes, somos tan europeos como el resto.

Y para los que nos odian no hay nada que decir, no hay argumentos, no hay datos, porque su profunda animadversión nada tiene que ver con nosotros, su odio tiene raíces profundas en su propio ser y ni siquiera necesita que la realidad lo justifique.












ÂRCHIVO DEL BLOG] De las diferentes perspectivas de la política. Publicado el 10/12/2013












Preguntarle a nuestros líderes políticos locales y nacionales que si leen a Friedrich Hayek, Milton Friedman, Isaiah Berlin, Hannah Arendt, John Rawls o Francis Fukuyama, por mencionar únicamente a algunos de los pensadores políticos contemporáneos que se citan profusamente en el artículo que comento, parece más ingenuidad que otra cosa. A ellos, desde luego, no creo que les parezca necesario, aunque si lo hicieran quizá, solo quizá, nos evitaríamos espectáculos tan lamentables como los que nos ofrecen a diario. Por citar un caso local, el del parlamentario canario que pidió la prohibición de la entrada de inmigrantes en Canarias y el control del índice de natalidad de las mujeres canarias, aunque no explicó si eso se haría por la fuerza -como en China-, la persuasión, o mediante alicientes económicos, por ejemplo, con ayudas a las que "menos" hijos, o ninguno traigan al mundo y penalizando a las familias numerosas. Toda una lumbrera política el caballero...
Más posible, aunque difícil de evaluar, es que les suenen los nombres de otros pensadores políticos contemporáneos, ya archivados en el baúl de los recuerdos, como Karl Marx (al que todos citan pero ninguno ha leído), o John Maynard Keynes (ahora redescubierto y añorado por los mismos que llevan detestándole desde hace medio siglo). Y por supuesto, seguro que les suenan muy muy lejanos, si es que han oído hablar de ellos y no piensan que eran seres mitológicos, los nombres de Rousseau, Voltaire, Smith, Burke, Condorcet, Godwin, Paine, Robespierre, D'Holbach, Hamilton, Jefferson, Tocqueville o Monstesquieu, todos ellos protagonistas de la Ilustración, que a lo largo del siglo XVIII dieron forma a la idea de lo que hoy son las democracias modernas, siguiendo la estela que veinte siglos antes iniciaron Platón,  Aristóteles, Cicerón y otros. Sería mucho pedir, ya lo se... Y ya sabemos todos que los Reyes Magos no existen.
El artículo que traigo a colación y que acabo de releer se publicó en Revista de Libros en su número de diciembre de 2008 y estaba escrito por el profesor y economista, y ahora gobernador del Banco de España, Luis María Linde, comentando el libro del profesor Thomas Sowell "A Conflict of Visions. Ideological Origins of Political Struggles" (reeditado por Basic Book, Nueva York, 2007), del que hay una edición previa en español titulada "Conflicto de visiones" (Gedisa, Buenos Aires, 1990). El artículo de Linde llevaba el título de "Los occidentales y sus visiones políticas", y pueden leerlo la mencionada Revista de Libros. 
Para el profesor Linde, la tesis central del libro de Sowell, profesor de Economía de la  Universidad de Stanford (California), es la de que las luchas políticas de los últimos dos siglos -especialmente entre capitalismo y socialismo, o entre democracias liberales y dictaduras autocráticas o de partido- componen un bosque, en el que sus árboles, aparentemente tan variados, pertenecen, en realidad, sólo a dos especies –aunque hay ejemplares híbridos–, y que para entender lo que hay en ese bosque, cómo se desarrollan y crecen los árboles, cómo compiten unos con otros, hay que entender la naturaleza de esas dos únicas especies y de las raíces que sustentan el bosque entero.
Para Sowell, dice Linde, en el origen de las luchas políticas desarrolladas, primero, en Europa y, después, en todo el mundo desde finales del siglo XVIII, están las que el profesor norteamericano denomina visión "constrained" ("restringida", "condicionadas", también con significado de "trágica", "pesimista"), y la visión «unconstrained» ("no restringida", "utópica", "optimista" o "tradicional"). Las visiones son, según Sowell, como «mapas» que nos ayudan a transitar por la realidad, a superar nuestras perplejidades. Las visiones políticas «no son sueños, ni esperanzas, ni profecías, ni imperativos morales, aunque cualquiera de tales cosas pueda surgir de una visión determinada. Una visión es un sentido de causación» y, por ello, las visiones son el fundamento sobre el que se construyen las teorías. Las visiones acerca de la sociedad y su funcionamiento, además de inspirar pensamiento y acción política, son importantes en sentido individual porque nos ayudan a formar opiniones y adoptar posiciones en materias en las que somos ignorantes.
La discusión política en la que, para Sowell, se sustanciaron las dos visiones opuestas que han llegado hasta hoy se desarrolló en las últimas cuatro décadas del siglo XVIII y sus principales protagonistas fueron cinco, ahora diríamos, «intelectuales»: Rousseau, el más viejo de todos ellos (1712-1778), Adam Smith (1723-1790), Edmund Burke (1729-1797), Antoine-Nicolas Condorcet (1743-1794) y William Godwin (1756-1836), el más joven, que publicó su aportación principal, su "Enquiry Concerning Political Justice", en 1793, aunque Thomas Paine había publicado, en lo que ya eran los Estados Unidos de América, en 1791, "The Rights of Man", anticipándose a varias de sus ideas. Sowell considera a Rousseau, Condorcet y Godwin los principales exponentes de la visión utópica, y a Smith y Burke los principales exponentes de la visión tradicional. Otros políticos, escritores y «filósofos» participaron en este gran debate: puede citarse, en el campo de la visión utópica, a Robespierre, el primer ideólogo del terror como método de acción política, y a D'Holbach (1723-1789), por su defensa del ateísmo y del materialismo; en la visión tradicional estaría Alexander Hamilton (1755-1804), por su aportación a la defensa del gobierno limitado y del equilibrio entre poderes. Aunque el enfrentamiento entre ambas visiones ha seguido vivo hasta nuestros días, la única aportación moderna que destaca Sowell es la de Friedrich Hayek.
Lo que resulta decisivo para caracterizar ambas visiones es –afirma Sowell– lo que él llama el "locus of discretion", el «lugar» en el que se toman o se producen las decisiones, y el "mode of discretion", la forma en que se toman las decisiones. En la visión utópica, las decisiones sociales se adoptan deliberadamente por representantes o encarnaciones [en inglés, "surrogates"; éste es el "locus of discretion"] de la sociedad, sobre bases explícitamente racionalistas [éste es el "mode of discretion"]; en la visión tradicional, las decisiones sociales se desenvuelven y se hacen efectivas a partir de decisiones individuales que persiguen fines privados, sirviendo al bien común sólo como consecuencia de las características de los procesos sistémicos, independientemente de las intenciones de los individuos, tal y como ocurre, por ejemplo, en los mercados competitivos.
Aunque Sowell reconoce que la visión utópica está «en su casa en la izquierda política», afirma, a la vez, que la existencia de visiones inconsistentes o híbridas, como el marxismo, el utilitarismo o la ideología libertaria hacen que no pueda, sin más, equipararse visión tradicional a «derecha» y visión utópica a «izquierda». El marxismo es el epítome de la izquierda política, pero no de la visión utópica que domina la izquierda «no marxista»; para muchos, el fascismo –cuya visión es, en varios sentidos, utópica (Hayek defendió siempre la caracterización del nacionalsocialismo hitleriano como «socialismo»)– es el más claro ejemplo de «extrema derecha»; y la ideología libertaria, que muchos consideran derecha extrema, al menos en sus propuestas económicas, es incompatible, dice Sowell, con la función de los procesos sociales sistémicos en la visión tradicional.
Para mostrarlo, Sowell concluye su libro tratando de las diferencias que ambas visiones mantienen en torno a tres grandes ejes del debate político actual: la igualdad, el poder y la justicia.
Sobre la la igualdad, en palabras de Burke, que cita Sowell, «todos los hombres tienen iguales derechos, pero no a cosas iguales», una idea que parece idéntica a esta otra de Hayek: «Ser tratado igual no tiene nada que ver con la cuestión de si la aplicación de la ley en una situación particular puede llevar a resultados que son más favorables a un grupo que a otros». Para la visión tradicional de Burke y Hayek, la igualdad que debe buscar y lograr la acción política no es la igualdad de resultados, sino la de las oportunidades, entendida como «igualación de las probabilidades de alcanzar ciertos resultados [...] ya sea en educación, en empleo o ante los tribunales». Para la visión utópica, por el contrario, la igualdad que debe perseguir y lograr la acción política es la igualdad de resultados. Además, para algunos partidarios de la visión utópica, la reivindicación de igualdad puede llegar muy lejos, porque puede aspirar a compensar incluso aquellas diferencias que no se deben a las instituciones sociales o al medio familiar, sino al azar genético. Así, Condorcet defendía hace ya dos siglos que «tienen que mitigarse incluso las diferencias naturales entre los hombres», una idea que ha obtenido apoyo en nuestros días y que es uno de los motores de la «corrección política», tanto en Estados Unidos como en Europa.
Las dos visiones entienden de modo diferente el origen y significado del poder económico y político, añade Sowell, pero también el uso de la fuerza, la guerra, la ley y su aplicación, el crimen y su castigo. La visión utópica entiende la guerra y el crimen y, en general, el uso de la fuerza como desviaciones, fallos o perversiones del uso articulado de la razón. Para Godwin, por ejemplo, la guerra era una consecuencia de las instituciones políticas en general y, más específicamente, de las instituciones no democráticas, mientras que el crimen era imposible en ausencia de influencias sociales o razones individuales (problemas psiquiátricos, por ejemplo) impuestas, por así decir, a los individuos, porque «es imposible que un hombre cometa un crimen en el momento en que pueda verlo en toda su enormidad»: basta con localizar las causas de los males para combatirlas y eliminarlas, dando así una «solución» al problema. En el polo opuesto, los partidarios de la visión tradicional no creen que haya que buscar causas para el crimen o para la guerra fuera, simplemente, de la naturaleza humana: «Las personas cometen crímenes porque son personas, porque ponen sus intereses y sus egos por encima de los intereses, sentimientos y vidas de los demás». La guerra y el crimen son consecuencia inevitable de la naturaleza humana; los fallos pueden estar en los incentivos que generan ley y orden, porque el uso de la fuerza –legítima o criminal, individual o a través de la guerra– puede ser racional desde el punto de vista de los que esperan obtener beneficios, individuales o colectivos, con ella.
Finalmente, en cuanto a la «justicia social», la oposición entre ambas visiones es absoluta. Sowell señala que Godwin, en su "Enquiry Concerning Political Justice", de 1793, ya definió lo que la visión utópica entiende, hoy, por «justicia social»: el deber de cada ser humano de atender a las necesidades de los demás y lograr, en lo posible, su bienestar, un deber moral individual que se traduce en la esfera pública y política en el deber de los gobernantes de actuar sobre los derechos de propiedad, que Godwin consideraba fundamentales, pero subordinados al logro de lo que él llamaba «justicia política». Pero, igual que ocurría al comparar la posición de ambas visiones respecto a la igualdad, tampoco se trata aquí de que unos tengan sentimientos morales o humanitarios más desarrollados que otros, que unos sientan más compasión por las desgracias ajenas que otros: «Lo que distingue a la visión utópica no es que prescriba que nos preocupemos humanamente por los pobres, sino que considera que la transferencia de beneficios materiales a los menos afortunados no es simplemente una cuestión de humanidad, sino una cuestión de justicia».
Para Hayek, el concepto de justicia social «no pertenece a la categoría del error, sino que carece de sentido» porque –afirma– los procesos sociales sistémicos no son ni justos ni injustos. Hayek cree que el objetivo de la justicia social –lograr mediante la acción política una distribución del ingreso preconcebida y tendente a la igualdad– exige la puesta en marcha de procesos «que pueden destruir la civilización», porque «[el concepto de justicia social] socava y, en última instancia, destruye el imperio de la ley».
"A Conflict of Visions" de Sowell -concluye Linde- no pretende ser una historia de las ideas políticas aunque, indirectamente y de manera diferente a la tradicional, también lo sea, ni un relato sobre la vida y las ideas de los escritores y filósofos que han ido poniendo los jalones de esa historia desde el siglo XVIII, ni una descripción de los sistemas políticos y sus engranajes parlamentarios, electorales o partidistas. Tampoco es un intento de síntesis, ni trata de conciliar o «superar» ideologías diferentes u opuestas; evita, incluso, criticar o dar argumentos a favor o en contra de ninguna de las dos visiones. Aunque sabemos que sus simpatías están más cerca de la visión tradicional que de la utópica, Sowell hace un esfuerzo bastante deportivo para tratar de explicar cómo puede entenderse y justificarse la adhesión a cada una de ellas y los límites que las dos visiones reconocen a su propia eficacia o validez.
Lo que se discute es, en definitiva, cuáles son los límites y las posibilidades de la acción política en el marco de los límites y posibilidades de la acción humana individual y colectiva, porque, si las visiones diferentes son la raíz de posiciones políticas opuestas, las diferencias sobre cuáles son esas posibilidades son, a su vez, la raíz de las diferentes visiones políticas.
He intentado con la mejor voluntad, y muy probablemente sin acierto, reseñar los fragmentos más interesantes del artículo del profesor Linde, reproduciéndolos casi literalmente, pero nada puede sustituir a la lectura del texto completo del mismo. 
No tengo una concepción elitista de la política, pero sí creo en la democracia representativa. La política la tienen que hacer los políticos, al igual que la medicina la practican los médicos y las carreteras las construyen los ingenieros (y los obreros), sin perjuicio del control de sus actividades (las de los políticos) por el pueblo. Para los que sentimos pasión por la "teoría política", como digo en la presentación de mi blog, -casi en el mismo plano que por la familia, la conversación amigable, el paseo, el café y el güisqui "Jack Daniels"-, la lectura de artículos tan interesantes como el publicado por el profesor Linde en Revista de Libros nos compensa sobradamente de las insustanciales y aberrantes barbaridades que a diario sueltan la mayoría de nuestros políticos por sus bocas, afianzándonos en la esperanza de una sociedad mejor, con una clase política más formada y con una ciudadanía más consciente de su poder. Sean felices, por favor. Y como decía Sócrates: "Ιωμεν", vámonos. Tamaragua, amigos. HArendt