jueves, 31 de octubre de 2024

El poema de cada día. Hoy, Grotesco, de Paul Verlaine (1844-1896)

 







GROTESCO 


Sus piernas por toda montura,

Por todo bien el oro de sus miradas,

Por el camino de las aventuras

Marchan harapientos y huraños.


El prudente, indignado, los arenga;

El tonto compadece a esos locos aventurados;

Los niños les sacan la lengua

Y las chicas se burlan de ellos.


Sin más que odiosos y ridículos,

Y maléficos, en efecto,

Y tienen el aire, en el crepúsculo,

De un mal sueño.


Y con sus agrias guitarras,

Crispando la mano de los liberados,

Canturrean unos aires extraños,

Nostálgicos y rebeldes


Y es, en fin, que sus pupilas

Ríe y llora – fastidioso-

El amor de las cosas eternas,

¡Viejos muertos y antiguos dioses!


Id, pues, vagabundos sin tregua,

Errad, funestos y malditos,

A lo largo de los abismos y de las playas

Bajo el ojo cerrado de los paraísos.


La naturaleza del mundo se aísla

Para castigar como es preciso

La orgullosa melancolía

Que te hace marchar con la frente alta,


Y, vengando en ti la blasfemia

De inmensas esperanzas vehementes,

Hiere tu frente de anatema.



Paul Verlaine (1844-1896)

Poeta francés
















De las viñetas de humor de hoy jueves, 31 de octubre de 2024

 



























miércoles, 30 de octubre de 2024

De la condición humana

 







La política ordinaria, la común, actúa de forma más o menos eficaz sobre nuestro entorno, pero también produce externalidades negativas, afirma en El Pais [Los límites de la hipocresía, 27/10/2024] el politólogo Fernando Vallespín. El mejor ejemplo de estos residuos que genera puede que sea la corrupción, o algunas otras conductas indeseables de sus actores. La democracia, para bien y para mal, no puede evitar tener que contar con el factor humano, que no depende solo de que vivamos bajo el neoliberalismo o de que nuestra sociedad sea patriarcal. Pero hemos llegado a un grado de civilización en el que al menos tenemos claro cuándo se quiebra la moral pública. Lo preocupante es que seguimos sin definir cuáles sean los límites de la hipocresía. Sin ella la vida social sería casi imposible, desde luego, pero produce cierto hartazgo contemplar ese desmedido afán por reivindicar la virtud propia y rebajar la del contrario. O, por decirlo en negativo, por agrandar los vicios del adversario y amortiguar los propios. No hay más que comparar la información que sobre los escándalos nos proporciona cada medio según su sesgo ideológico particular.

El caso Errejón nos ha introducido en terra incognita, porque refleja un tipo de conductas distinto de las que solían alimentar nuestros clásicos escándalos de corrupción, porque afecta a alguien cuyo grupo hizo de la virtud, en particular en lo relativo a la protección de autonomía de la voluntad de la mujer, uno de los ejes centrales de su actividad política. Y cuanto más rígida sea la reivindicación moral proclamada, tanto mayor será también la condena pública por su quiebra. Entiendo bien el desconcierto en el que se halla este sector político, ya que no posee los resortes y la experiencia de los dos grandes partidos en este tipo de cuestiones, siempre prestos a tirar balones fuera y a aplicar la máxima descrita en el párrafo anterior. Lo que más me preocupa del asunto, sin embargo, es lo que tiene de amplificador de la hipocresía como uno de los rasgos distintivos de lo político. Es el peligro de pasar del “y tú más” al “todos son iguales”. Lo digo porque me consta que no es así, que a pesar del visceral sectarismo imperante, hay un buen número de políticos no solo honestos, sino firmes en sus convicciones. No podemos caer en la acusación de cinismo generalizado.

Hay un personaje de Julian Barnes en su libro Hablando del asunto, que en un determinado momento afirma —lo reproduzco de memoria— que “el amor no es más que un sistema para que alguien te llame cariño después del acto sexual”. Trasladado a la democracia vendría a ser algo así: ese sistema por el que te engatusan con proclamas ideológicas e ideales, aunque en realidad solo van tras tu voto, por mucho que después te sigan encandilando con las mismas peroratas. Cinismo puro. Es obvio que esta no es la regla, pero también es cierto, como sostenía Montesquieu, que es “un gobierno para los hombres tal como son, no como podrían ser”, para seres cargados de contradicciones, con imperfecciones y bondades, con disposiciones contradictorias. Sigue siendo el menos malo de los posibles, precisamente porque no ignora la sustancia de la que estamos hechos. Y porque quien la hace la paga. Por eso se aferra a sus instituciones, para compensar nuestros desvaríos.

Esta última ola de escándalos tiene también otra derivada: nos distrae. La atracción fatal que suscitan nos impide dirigir nuestra atención a la dimensión más noble de la política, su capacidad para resolver problemas colectivos. Hace nada estábamos concentrados, por fin, en el de la vivienda, ¿se acuerdan? O en la inmigración. Pues bien, ya no hay quien lo reconduzca. El morbo sepulta todo lo demás. Somos humanos, demasiado humanos. Fernando Vallespín es politólogo.














ARCHIVO DEL BLOG] Descrédito y corrupción de los partidos políticos. Publicado el 26/02/2014









Quizá debería comenzar esta entrada de hoy con una alusión al anual Debate sobre el estado de la Nación que en estos momentos tiene lugar en el Congreso de los Diputados. Pero no voy a hacerlo por dos razones: primera, porque me trae sin cuidado lo que se debata en el debate; la segunda, porque el anual debate sobre el estado de la nación no es nada más que una pantomima a la que me niego a sumarme ni tan siquiera como espectador pasivo. Espero que me perdonen; no es suficiencia moral alguna por mi parte. Es mero desprecio a la hipocresía y el cinismo de que hacen gala el gobierno y la oposición -en mayor medida los primeros que los segundos-, sin que ello suponga equiparación de responsabilidades.
De lo que sí me gustaría escribir al menos unas líneas es sobre la Operación Palace que Jordi Évole nos ofreció en la Sexta hace unos días. Me gustó, sin más. Y durante sus primeros minutos de emisión, hasta me creí lo que estaba viendo. No es la primera vez que los servicios secretos de un Estado conspiran aparentemente contra su propio Estado. Y si la razón de la conspiración es crear un seudo-golpe-de-Estado para evitar el golpe de Estado real, pues hasta resulta plausible. Y me lo creí, lo confieso, en esos primeros minutos. Las confesiones al respecto de personas como Mayor Zaragoza, Luis María Ansón o Iñaki Gabilondo, lo hacía creíble. Cuando aparecieron en el documental dos personajes políticos de la catadura de Jorge Verstringe o Iñaki Anasagasti, se me cayó la credibilidad. Lisa y llanamente: era absolutamente imposible que unos vocazas como esos dos hubieran estado en el ajo y callados durante treinta y tres años. A partir de ese momento me lo tomé como lo que era, una ficción, y comencé a divertirme. En todo caso lo que el falso documental de Évole sobre el 23-F ha demostrado palpablemente es: 1) Que los españoles somos bastantes más susceptibles de lo que nos pensamos, lo que no es bueno para nuestra salud mental; 2) que los medios de difusión nos pueden colar lo que quieran colarnos, lo que demuestra que somos bastante más crédulos de lo que creemos; y 3) que los españoles, mayoritariamente, no tenemos la formación cívica y política que deberíamos tener, y así nos va. Aunque esa falta de formación cívica y política no sea solo culpa y responsabilidad nuestra sino de una clase política que solo busca asegurarse lealtades y adhesiones inquebrantables.
Estoy leyendo en estos momentos un libro del escritor Antonio Muñoz Molina. Un libro tremendo, desgarrador y desasosegante cuya lectura me está sumiendo en una profunda turbación. Lleva el título de "Todo lo que era sólido" (Seix Barral, Barcelona, 2013) y da la impresión de estar escrito desde la rabia, la sinceridad y el dolor visceral que produce la España de hoy y el hartazgo de una situación cuya responsabilidad exclusiva recae en una clase política corrompida y en una ciudadanía que, más que conformista, parece vivir en la inopia. Muñoz Molina sabe justificar lo que escribe en datos incontrovertibles. Sobre los partidos dice que el sectarismo político les asegura lealtades y adhesiones mucho más firmes que el asentimiento racional, que es reversible porque no excluye el desengaño o el simple cambio de opinión, ofreciéndoles una división del mundo tan radical como las fronteras territoriales de las identidades. Se trata de ser de un partido como se es de una raza o una tierra originaria; de ser de izquierdas o ser de derechas con la misma furia con la que se era católico o protestante en las guerras de religión del siglo XVI; tan íntegramente como se era cristiano viejo o hidalgo en la España de la Contrarreforma y la limpieza de sangre. El siempre sarcástico y certero Álvaro Delgado-Gal, director de Revista de Libros, realizaba en ella hace unos meses la inteligente crítica de "Todo lo que era sólido", y a ella les remito para no insistir más en el asunto.
De los partidos políticos y su relación con la democracia podría contarse lo que dice la canción popular: "Ni contigo ni sin ti / tienen mis males remedio / contigo porque me matas / sin ti porque yo me muero." Más o menos, pero en lenguaje académico es lo que venía a decir hace unos días en El País el prestigioso politólogo y profesor de investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas Josep María Colomer en un artículo titulado "La larga agonía de los partidos"Para el profesor Colomer en la calificación habitual de los partidos políticos como un mal necesario, lo más claro es lo primero: los partidos son un mal. Desde que los partidos políticos emergieron en los países institucionalmente estables en el siglo XIX, a menudo bajo el epíteto de facciones, han sido asociados con malas intenciones y con la creación de divisiones sociales a costa de amplios intereses colectivos. Hoy día -añade- en casi todos los países democráticos, incluido España, las encuestas colocan persistentemente a los partidos en los últimos puestos en la escala de reputación social. Lo segundo, que los partidos sean necesarios o inevitables, depende de si hay una alternativa mejor para las tareas que se suponen tienen asignadas: básicamente, proponer políticas públicas socialmente eficientes y seleccionar las personas competentes que ocuparán los correspondientes cargos públicos. Pero en la medida en que la decisión sobre muchas políticas públicas ha ido pasando a manos de organizaciones internacionales -continúa diciendo- y de órganos formados por expertos no-electos, y en tanto que los paquetes ideológicos partidarios han perdido eficacia, los partidos han ido quedando exclusivamente como maquinarias para la selección de cargos públicos. Y cuando esta selección del personal político es endogámica como ocurre en grado extremo en España, debido sobre todo a las listas electorales cerradas, la publicidad de las batallas por los cargos dentro de los partidos no hace más que reforzar la imagen de su impotencia política y alienar aún más a los ciudadanos expuestos a su contemplación en los medios. Blanco y en botella... leche, concluyo. Sean felices, por favor. Y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt











El poema de cada día. Hoy, La soledad es importante, de Luis Bravo





 



LAS COSAS QUE DEJAMOS PASAR


La soledad es importante,

como el amor y la ausencia de ello

naciendo en lo que sostiene la mañana

con paso lento, con paso quebradizo

tu mano apretándome la muñeca

cuando no sabes explicarme

si tu pelo cae suave y curvo

o es una inquietud mayor la que has contemplado

en mi cuello al despertarte; un azul

ininteligible como si de hoja en hoja

se hubiera apoderado de esta casa.

Quisiera moverte con un difícil abrazo

las cosas que dejamos pasar

y hubiéramos pensado después

que tenían solución, a tiempo

de ornamentar lo que nos salva, aun falso

el amago de amarnos más lejos.

Y allá en los árboles que se mueren

otra evasiva, otra vida y reposo

que no serán misericordes,

así debamos acostumbrarnos

pues el daño cometido triunfará.


Luis Bravo (1957)

Poeta español






De las viñetas de humor de hoy miércoles, 30 de octubre de 2024