El blog de HArendt - Pensar para comprender, comprender para actuar - Primera etapa: 2006-2008 # Segunda etapa: 2008-2020 # Tercera etapa: 2022-2025
martes, 23 de septiembre de 2025
DE LAS ENTRADAS DEL BLOG DE HOY MARTES, 23 DE SEPTIEMBRE DE 2025
DE LA TIERRA SIN NOSOTROS
La exaltación de la fuerza está de regreso, nos impulsan a admirar el poder sin restricciones y la crueldad, que es su despliegue, comenta en El País [Tierra sin nosotros, 21/09/2025] la escritora Irene Vallejo. Nunca más, nunca más. Lo repetía el cuervo implacable en el poema de Poe: “Nunca más”. Lo mismo dijeron millones de voces tras la pleamar del horror, tras la Shoah y —menos recordado— el Holocausto gitano. Sin embargo, la advertencia de aquel pájaro fatal se desvanece una y otra vez: los nuncas y los siempres humanos son efímeros cual pluma al viento. Desde entonces, el monstruo del genocidio ha vuelto a despertar. Exterminios en Camboya, en Guatemala, en Ruanda, en Srebrenica, hoy en Gaza… Con el mismo arsenal de pretendidas justificaciones, los ejércitos siguen masacrando a civiles, comienza diciendo Vallejo.
La exaltación de la fuerza está de regreso. Nos impulsan a admirar el poder sin restricciones y la crueldad, que es su despliegue. Nada tiene de novedoso: la sed de destrucción total y las matanzas masivas contra pueblos enteros tienen precedentes antiguos. Hace casi 20 siglos, encontramos una temprana mención a los crímenes contra la humanidad. En el libro VII de su Historia natural, Plinio el Viejo alude a Julio César y le atribuye humani generis iniuriam, es decir, un ultraje, un daño, una afrenta contra el género humano.
Durante sus campañas militares, mientras negociaba una tregua con los usipetes y tencteros, César lanzó un ataque indiscriminado. Lo sabemos por la crónica de sus hazañas, La guerra de las Galias, que escribía para afianzar su propia imagen de general glorioso. Su obra inauguró el recurso de hablar sobre sí mismo en tercera persona, para ocultar —insignificante detalle— que el cronista imparcial y el jefe máximo eran la misma persona. Según contó, “nuestros soldados irrumpieron en el campamento. Una multitud de personas —ancianos, mujeres y niños— huyó en todas direcciones. César envió a la caballería para darles caza. Muchos de ellos fueron asesinados; el resto se arrojó al río y pereció allí, vencido por el pánico, el agotamiento y la fuerza de la corriente". Orgulloso de su gesta, César se jactaba de haber asesinado a más de un millón de combatientes en las Galias, y a 430.000 almas en esa sola acción, a orillas del río ensangrentado. Más allá de la veracidad de las cifras, lo que importa e impacta es la ostentosa satisfacción del general por su ataque a sangre fría contra pueblos desprevenidos con el propósito de aniquilarlos por completo.
A lo largo de la guerra, César entendió el potencial de la hambruna para causar la muerte de familias, incluso de naciones. Gran parte de sus víctimas sucumbió por hambre cuando ordenó confiscar y destruir cosechas, además de quemar asentamientos y granjas. Otras murieron congeladas porque las legiones incendiaron edificios, aldeas y pueblos, expulsando a sus habitantes a la intemperie invernal. Enormes bosques fueron talados para impedirles buscar refugio en la compasión de los árboles. La marcha del ejército romano a través de los territorios enemigos los convirtió en paisajes de devastación y terror.
La masacre de los usipetes y tencteros sacudió Roma. Se nombró una comisión para investigar las acciones militares en las Galias. Catón el Joven exigió que el sanguinario caudillo fuera entregado a los galos por sus delitos. Aquel exterminio parecía violar incluso las laxas ideas romanas sobre las leyes de la guerra. Sin embargo, Julio César, precoz maestro de propagandistas, estaba convencido de que el relato de esas atrocidades afianzaría su reputación como líder invencible. Se aseguró de que sus compatriotas supieran que había sometido a varios millones de personas, muchas asesinadas o vendidas como esclavas, cuantificando minuciosamente sus matanzas. La magnitud de sus victorias acalló las voces críticas y lavó sus crímenes: desde antiguo, el éxito acostumbra a tramitar indultos instantáneos. Partiendo de las cifras de Plutarco y Apiano, se calcula que los ejércitos romanos asesinaron a un cuarto de la población total gala: numerosos historiadores acusan sin ambages a César de genocidio. Como tantas veces ha ocurrido, acto seguido el flamante y admirado general volvió las armas no contra nuevos enemigos extranjeros, sino contra los propios romanos, en una guerra civil.
Hoy vivimos un retorno triunfante de líderes despiadados que asientan su autoridad en actitudes brutales e inflexibles. Para ellos, castigar sin contemplaciones es un espectáculo conveniente, un ritual público que enardece a sus seguidores y atemoriza a sus adversarios. Pone en escena las emociones dominantes: el apetito de orden, el miedo, la venganza, la violencia contra el adversario. La empatía y la compasión hacia las víctimas ajenas son descartadas como flaquezas, fracasos o falsedades. En el teatro del poder se escenifica la capacidad del gobernante para decidir sobre la vida o la muerte sin que le tiemble la mano, erigido en juez que dictamina culpables, escarmientos y condenas.
Las palabras “castigo”, “castidad” y “castración” comparten la misma raíz lingüística. Todas provienen del latín castus, que significa “puro”. El significado literal de castigar es, por tanto, “hacer puro”. Aunque en nuestros días el término pureza pueda sonar trasnochado, a damiselas de novela o telenovela, tiene dimensiones más trágicas que melodramáticas. Su origen está, tal vez, relacionado con el fuego —en griego pur— que purifica al precio de destruir la vida. Un concepto, como ya descubrieron los antiguos, que se demostró extremadamente eficaz para asegurar el control: sobre los cuerpos, por medio de la vigilancia del deseo y la virginidad custodiada; en la esfera social, a través de la idea de la pureza de sangre. De castus proceden las castas, grupos cerrados, con privilegios o desventajas. Llevado al extremo, lo sabemos, el castigo colectivo conduce a expulsiones y exterminios. En nombre de la pureza de sangre, España desterró a judíos, musulmanes y conversos moriscos.
En un episodio del Quijote, Sancho reconoce por los caminos a un vecino de su aldea que viaja disfrazado entre peregrinos. Ricote es un musulmán convertido que perdió su hogar por orden real, como todos los suyos. Los decretos del rey lo exiliaron al norte de África, a una patria que no conoce, una lengua que no habla y una religión que ya no practica. “En ninguna parte hallamos el acogimiento que nuestra desventura desea”, dice Ricote. La expulsión de los moriscos obligó a marchar a más de 100.000 conversos, repudiados en su tierra natal, sospechosos también en tierras islámicas. Las consecuencias fueron ruinosas: empobrecimiento del comercio y la agricultura, despoblamiento, inseguridad y dolor. Conmovido por las penas de su viejo amigo, Sancho promete que no lo denunciará y ambos se funden en un abrazo. Con cervantina compasión, el fiel escudero toma partido por los exiliados.
Desde tiempos inmemoriales, los seres humanos dividimos el mundo entre inmaculados e inmundos, es decir, entre nosotros —limpios— y los otros —mezclados y manchados—. Siglo tras siglo, la pureza y el castigo regresan con su danza macabra. Montesquieu señaló en El espíritu de las leyes: “Sería fácil probar que, en todos los gobiernos de Europa, los castigos han disminuido o incrementado en la medida en que dichos gobiernos favorecen o desalientan la libertad”. Hoy, la condena y la ejecución vuelven a la plaza pública, retransmitidas para intimidar cualquier gesto de oposición, cualquier abrazo quijotesco. Los nuevos profetas de la sociedad impoluta —sin suciedad— exhiben la expulsión y el exterminio como aviso a disidentes e impuros. Desde la más remota Antigüedad, matar por afán de poder y pureza es una gran mancha en la memoria de lo humano. Irene Vallejo es filóloga y escritora, Premio Nacional de Ensayo de 2020 por El infinito en un junco (Siruela).
DEL ARCHIVO DEL BLOG. CINE, TELEVISIÓN Y DIVULGACIÓN HISTÓRICA. PUBLICADO EL 10/09/2013
De las producciones televisivas españolas más recientes, como "Isabel", o la infumable "Águila roja", prefiero no opinar: no me gusta ofender innecesariamente.
DEL POEMA DE CADA DÍA. HOY, CUMPL,EAÑOS DE AMOR, DE ÁNGEL GONZÁLEZ
CUMPLEAÑOS DE AMOR
¿Cómo seré yo
cuando no sea yo?
Cuando el tiempo
haya modificado mi estructura,
y mi cuerpo sea otro,
otra mi sangre,
otros mis ojos y otros mis cabellos.
Pensaré en ti, tal vez.
Seguramente,
mis sucesivos cuerpos
-prolongándome, vivo, hacia la muerte-
se pasarán de mano en mano,
de corazón en corazón,
de carne a carne,
el elemento misterioso
que determina mi tristeza
cuando te vas,
que me impulsa a buscarte ciegamente,
que me lleva a tu lado
sin remedio:
lo que la gente llama amor, en suma.
Y los ojos
-que importa que no sean estos ojos-
te seguirán a donde vayas, fieles.
ÁNGEL GONZÁLEZ (1925-2008)
poeta español
lunes, 22 de septiembre de 2025
DE LAS ENTRADAS DEL BLOG DE HOY LUNES, 22 DE SEPTIEMBRE DE 2025. EQUINOCCIO DE OTOÑO/PRIMAVERA
Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz lunes, 22 de septiembre de 2025, día del equinoccio de otoño/primavera, según en que hemisferio se viva. Los conflictos armados nunca son ajenos; ni los de ahora ni los de hace 80 años, comenta en la primera de las entradas del blog de hoy la escritora Leila Guerriero. En la segunda, un archivo del blog de septiembre de 2017, el comentarista de política internacional Jorge Marirrodriga, escribía que más allá de los fuegos artificiales, en su discurso ante la ONU Trump había proclamado un nuevo/viejo orden internacional. El poema del día, en la tercera, se titula El sueño de un poeta, es del poeta rumano Eugen Jebeleanu, y comienza con estos versos: Estas montañas son de sílex,/sus frentes desafían/por millones de años, terremotos,/áspera tiara indiferente/que despedaza las nubes. Y la cuarta y última, como siempre, son las viñetas de humor, pero ahora, como decía Sócrates, "ἡμεῖς ἀπιοῦμεν" (nos vamos); volveremos a vernos mañana si las Euménides y la diosa Fortuna lo permiten. Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos míos. HArendt
DE LAS GUERRAS DE TODOS
Los conflictos armados nunca son ajenos; ni los de ahora ni los de hace 80 años, comenta en El País [La guerra de todos, 20/09/2025] la escritora Leila Guerriero. La tranquila amenaza de los días perfectos, comienza diciendo Guerriero. La frase surgió de la nada o, mejor, de lo que estaba sucediendo. Porque era un día perfecto. Sábado 2 de agosto. Había sol, estaba en Buenos Aires con la perspectiva de quedarme allí un buen tiempo después de haber saltado de un país a otro durante más de seis meses. Las sábanas se secaban bajo una proporción más que adecuada de temperatura y humedad. Las gatas dormían. Nada se estaba rompiendo en la casa ni en el corazón. La cabeza funcionaba como una turbina a la que habían inyectado combustible nuevo. Los ruidos de la ciudad llegaban atenuados, pero sin el silencio paralizante de los domingos. Y de pronto, tras un aleteo de inquietud, vino la frase: la tranquila amenaza de los días perfectos. Esa mañana había leído el espléndido artículo de Guillermo Altares, publicado en Babelia, acerca de obras literarias y cinematográficas nacidas a partir de un hecho atroz: la bomba atómica arrojada por los norteamericanos en Hiroshima. “Nada podía haber salvado a Hiroshima”, escribió Altares, “pero hubo un factor que hizo que muchas personas muriesen en los segundos posteriores a la explosión: casi nadie estaba en los refugios porque se había desactivado la alerta aérea (…) De repente, como surgido de la nada, un único B-29 surcó el cielo (…) un solo avión en una clara mañana no desató el pánico”. Después, la bomba. Cayó el 6 de agosto de 1945, al parecer en una mañana tan clara como la de ese sábado perfecto que yo, 80 años después, vivía en Buenos Aires. Conecté directamente la lectura del artículo con esa sensación difusa que podía resumirse en una frase torpe: “En cualquier momento va a pasar algo”. A lo mejor, me dije, es el grito de la especie. A lo mejor, me dije, algo muy antiguo avisa que nunca estamos a salvo. O a lo mejor, me dije, lo que pasa es que las guerras nunca son ajenas. Ni las de ahora ni las de antes. Por acción o por omisión, las hacemos entre todos. Leila Guerriero es escritora.
DEL ARCHIVO DEL BLOG. TRUMP CONTRA EL DESORDEN INTERNACIONAL. PUBLICADO EL 21/09/2017
Más allá de los fuegos artificiales, en su discurso ante la ONU Trump proclamó un nuevo/viejo orden internacional, escribe en El País [Trump el filósofo contra Rocket Man, 21/09/2017] el comentarista de política internacional Jorge Marirrodriga. A los políticos, comienza Marirrodriga, les pasa un poco como a los actores, que una vez que son encasillados en un tipo de papel —villano, cómica, chico borde, abuelita adorable— es muy difícil para el público verles en otro tipo de personaje. Sencillamente no les parece creíble. Hay casos notables como el del británico Sean Bean, quien haga de terrorista irlandés o de Mano del Rey siempre acaba igual: muerto. El interpréte ya solo pide a los guionistas que le dejen acabar una historia. No es el único. El británico John Hurt tiene el récord con 43 personajes finiquitados antes del The End.Cuando los políticos acostumbran a su electorado a unas formas es muy complicado hacerle ver que pueden tener otro perfil.
Por eso cuando un funcionario del Gobierno de Estados Unidos filtró que el discurso que Donald Trump iba a pronunciar el pasado martes ante la Asamblea General de Naciones Unidas sería “profundamente filosófico” numerosos periodistas no pudieron evitar la sonrisa, ni sus medios el choteo abierto. Claro que es cierto que cuando deja el Despacho Oval, el presidente no se duerme precisamente pasando las páginas de De la serenidad del alma de Séneca ni La paz perpetua de Kant. Lo suyo es darle al Twitter mientras ve televisión. Exactamente igual que muchos periodistas y demás ciudadanos.
Así el presidente no defraudó. Desde el estrado de mármol verde de la calle 46 con la 1ª avenida de Nueva York cumplió a la perfección con el papel de enfant terrible que él mismo se ha asignado. Ignoró por completo la extraterritorialidad de Naciones Unidas y actuó de anfitrión dando una teatral bienvenida a todos a Nueva York. También dedicó una parte notable de su intervención a amenazar y poner motes al líder norcoreano —Rocket Man, el hombre cohete— mientras el embajador de Pyongyang ante la ONU se devanaba los sesos por adivinar qué cara debía poner en cámara ante el discurso para agradar a su líder y no acabar picando piedra en la frontera con China. Irán también recibió su ración de críticas, aunque su embajador aparecía más relajado que el colega norcoreano.
Pero, ofrecida la ración de carnaza a las redes sociales, el discurso de Trump sí que tuvo un sustrato filosófico-político notable. El presidente de EE UU repitió insistentemente que las relaciones internacionales deben regirse por el principio de soberanía nacional. “Estados fuertes soberanos” sonó una y otra vez en la sala en lo que sin duda constituyó la mayor amenaza que Trump pronunció en su discurso. Lo que en realidad hizo el mandatario fue reclamar una vuelta a la diplomacia anterior a 1914. Cada país mirando por su interés tejiendo una maraña de acuerdos bilaterales basados en el beneficio inmediato, pero dispuesto a llegar a las manos para solucionar las inevitables diferencias. Trump rechazó el sistema de convivencia/coexistencia internacional —mala o buena— emergido tras 1945. Para él, el egoísmo patriótico generalizado es garantía de paz. Y cada país que se organice como quiera sin que los demás se metan. Y mientras el hombre cohete le daba vueltas a cómo responder a Trump —algo lanzará— otros nos preguntábamos a dónde fue a parar el sueño americano de extender la democracia a todo el mundo. Jorge Marirrodriga es analista de política internacional.
DEL POEMA DE CADA DÍA. HOY, ELSUEÑO DE UN POETA, DE EUGEN JEBELEANU
EL SUEÑO DE UN POETA
A la memoria del poeta Sankitshi Togue
víctima del bombardeo de Hiroshima.
(Abarcando con la mirada las montañas de Japón,
el poeta habla consigo mismo)
Estas montañas son de sílex,
sus frentes desafían
por millones de años, terremotos,
áspera tiara indiferente
que despedaza las nubes.
Nadie puede
dar otro rostro
al sílex, a las rocas, al granito,
transformarlos.
La montaña permanece montaña
(el terremoto puede cambiar sólo la base)
encerrada en sus fronteras,
con una fuerza igual, por siempre,
inacabada.
Mira y llama, si no crees en todo esto,
si no crees en la constancia
de la Montaña,
llama de una vez,
con la voz más grande,
del más extenso de los valles,
con la trompeta más profunda de los valles…
si no crees lo que te digo,
grita de una vez, (a ver, intenta),
grita de una vez, con todos los pulmones de los ecos,
llama de una vez cuán fuerte puedas
desde todos los clarines de las sombras
de los precipicios,
grita de una vez, ¡ay!, llama,
a ver si puedes despertar
al menos por un segundo
al Cíclope,
al cíclope de piedra
de la montaña…
procura
¡ruge…!
-Silencio, que grito:
¡Eh, Fujiyama…!
(Ecos… ecos…
las rocas me devuelven,
indiferentes,
los anillos de la voz…)
Sin novio,
en la luz.
la montaña continúa impasible,
idéntica a sí misma,
eternamente igual, anciana
y sin embargo eternamente joven
con crines de cascadas,
con crines de nieves desbordantes
sobre las espaldas…
¡Salud, impavidez de piedra!
Así te quedarás por siempre
con la misma confianza en la vida del hombre.
Puedes tú derrumbarte, Fujiyama.,
pero no cambiar…
La piedra permanece piedra.
EUGEN JEBELEANU (1911-1991)
poeta rumano