martes, 4 de noviembre de 2025

DE LAS ENTRADAS DEL BLOG DE HOY MARTES, 4 DE NOVIEMBRE DE 2025

 






Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz martes, 4 de noviembre de 2025. El año 2028, se lee en la primera de las entradas del blog de hoy, la fecha escogida por el Consejo Europeo la semana pasada para completar definitivamente el Mercado Único, podría convertirse en el nuevo 1992; se trata de un reto difícil y exigente, pero también de la única vía posible para devolver impulso y fuerza al proyecto europeo. En la segunda, un archivo del blog de noviembre de 2019, se reproducía un hermoso y nostálgico relato sobre la Galicia rural, la fuerza de la naturaleza y  la finitud de la existencia. El poema del día, en la tercera, es de un conocido escritor español fallecido repentinamente a comienzos de este siglo, que comienza con estos versos: Proletarios/del mundo/buscadores de estrellas/os espero algún día. Y la cuarta y última son las viñetas de humor. Volveremos a vernos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Sean  felices, por favor. Tamaragua, amigos míos. Y como decía Sócrates: ἡμεῖς ἀπιοῦμεν. HArendt















PARA EUROPA, 2028 DEBE SER EL NUEVO 1992

 










Es el momento de acelerar la integración de los mercados financieros para evitar convertirnos en una colonia de Wall Street, escribe en El País (28/10/2025) el expresidente del gobierno italiano Enrico Letta.

El año 2028, comienza diciendo Letta, la fecha escogida por el Consejo Europeo la semana pasada para completar definitivamente el Mercado Único, podría convertirse en el nuevo 1992. Se trata de un reto difícil y exigente, pero también de la única vía posible para devolver impulso y fuerza al proyecto europeo.

La Europa del 92 fue la obra maestra política de Jacques Delors. La decisión de fijar una fecha —el 31 de diciembre de 1992— como límite para eliminar las fronteras interiores y hacer efectiva la libre circulación de bienes, servicios, capitales y personas dentro de la UE tuvo el poder de movilizar las energías de todo el continente y de la sociedad europea en su conjunto en favor del Espacio Común de las cuatro libertades.

Sin esa fecha, ese compromiso colectivo y esa prolongada movilización, no se habría establecido el Mercado Único Europeo y, en consecuencia, no habríamos llegado a estar en condiciones de prescindir de las débiles monedas nacionales para construir el euro. Nuestra moneda única, respaldada hoy por la valoración favorable de cuatro de cada cinco europeos según el Eurobarómetro, representa en efecto un escudo fundamental en defensa de la economía europea.

Fue una obra maestra de Delors, pero los líderes nacionales —principalmente Kohl, Mitterrand, Andreotti y González— también resultaron decisivos al apostar con todas sus fuerzas por la integración y la eliminación de las barreras nacionales.

Desde entonces, la integración del Mercado Único, excluyendo el componente monetario, ha avanzado con excesiva lentitud. En parte debido a la reaparición de numerosas barreras nacionales, pero, sobre todo, por falta de voluntad para completar, por razones políticas, el Mercado Único en los sectores clave de la energía, la conectividad y los servicios financieros, que en consecuencia han permanecido esencialmente nacionales. Nuestra fragmentación en veintisiete, en estos campos, nos ha debilitado a todos ante la supremacía estadounidense y el avance de China, India y otras potencias emergentes.

Ha llegado el momento, si no es ya demasiado tarde, de completar por fin el Mercado Único en esos tres sectores clave y de añadir dos importantes objetivos transversales: la introducción de un vigésimo octavo régimen legal que simplifique un marco jurídico muy fragmentado, y el añadido, a las cuatro libertades históricas (bienes, servicios, capital y personas), de una quinta libertad, basada en la innovación, el conocimiento, la investigación y las competencias.

En particular, es el momento de acelerar la integración de los mercados financieros para evitar convertirnos, con nuestra fragmentación, en una colonia de Wall Street. La Comisión ha dado los primeros pasos importantes por la senda que lleva a una Unión del Ahorro y la Inversión y, al mismo tiempo, se ha formado una coalición de países favorables, a partir de una primera iniciativa del ministro español Carlos Cuerpo. Mantener la fragmentación de los mercados financieros europeos significa seguir asistiendo al éxodo de cientos de miles de millones de euros de ahorradores europeos invertidos fuera de Europa, principalmente en Estados Unidos. Unificar y expandir las dimensiones del mercado financiero europeo significa conservar nuestros ahorros en Europa y transformarlos en inversiones para los bienes públicos comunes que necesitamos, desde la innovación hasta el apoyo a las transiciones ecológica y digital.

Para completar definitivamente el Mercado Único Europeo, es necesario recuperar el método Delors y fijar, en torno a una fecha límite, un importante objetivo común, vinculante y movilizador.

En su discurso sobre el estado de la Unión del pasado 10 de septiembre, la presidenta Von der Leyen aceptó el método Delors y propuso la fecha de 2028. El Consejo Europeo de la semana pasada respaldó esa elección de 2028 y la incluyó formalmente en sus conclusiones finales.

Ahora ya no hay excusas. Ahora debemos actuar. La responsabilidad está en manos de la Comisión, de los gobiernos nacionales, del Parlamento Europeo y de la sociedad europea en su conjunto, empezando por los representantes de los interlocutores sociales, los sindicatos y las empresas.

La primera barrera que hay que superar es la de la concienciación. En este torbellino de constante agitación política internacional, son pocos quienes han reparado durante estos días en esta decisión europea. Debemos recordar que la clave del éxito de la Europa del 92 de Delors fue precisamente la concienciación y la movilización. Si 2028 sigue siendo un tema de debate solo para expertos, la operación está condenada al fracaso. Crear un compromiso amplio y compartido en torno a 2028, difundir información e involucrar a todos los sectores de la política, la economía y la sociedad parece ser la condición decisiva para lograrlo.

La segunda barrera, sin embargo, la constituye el espíritu falaz de la época, que parece ver en la soberanía nacional el principal instrumento para proteger a los ciudadanos y la economía. Lo cierto es que, frente a los gigantes estadounidenses y chinos, lo que nos salvará no será la soberanía nacional, demasiado pequeña, sino la soberanía europea. Encerrarnos en la defensa de la soberanía nacional, principalmente en conflicto con nuestros propios vecinos europeos, es la mejor manera de fortalecer el poder excesivo de estadounidenses y chinos, quienes, en última instancia, prefieren una Europa fragmentada y harán todo lo posible —basta con seguir el desarrollo de las guerras comerciales— para impedir una Europa más integrada.

Completar el Mercado Único para 2028, incluyendo la introducción del 28º ordenamiento jurídico y la quinta libertad, es la única manera de relanzarnos como europeos en el vasto mundo actual. Por el contrario, optar por la inercia será optar por el declive.

Los tres años que tenemos por delante hasta 2028 pueden y deben ser testigos de una extraordinaria movilización colectiva. Las instituciones europeas deberán identificar rápidamente una hoja de ruta clara y razonable para cada uno de los puntos clave del Mercado Único que han de completarse y compartirla con los Estados miembros.

Se trata de una oportunidad única, y todos juntos podemos lograrlo, como lo hicieron la Europa de Delors en 1992 y la Europa del euro. Si perdemos esta oportunidad y seguimos avanzando lentamente y por separado, la única opción que nos quedará será discutir sobre si, dentro de unos años, queremos ser una colonia estadounidense o una colonia china. Enrico Letta es exprimer primer ministro de Italia, decano de IE University, presidente del Instituto Jacques Delors y autor del informe Much More than a Market [Mucho más que un mercado].















DEL ARCHIVO DEL BLOG. LAS MALAS HIERBAS. PUBLICADO EL13/11/2019

 







A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. Ellos tienen, sin duda, mucho que decirnos. Les dejo con el hermoso y nostálgico relato del escritor Miguel-Anxo Murado, en la Voz de Galicia de hoy (13/11/19)  sobre la Galicia rural, la fuerza de la naturaleza y  la finitud de la existencia. 

"Como bisnieto de campesinos -¿y quién en Galicia no lo es?- no debería tener ninguna simpatía por la mala hierba -comienza diciendo Murado-. Y, sin embargo, la admiro, que es uno de los grandes ejemplos de coraje y perseverancia, de tenacidad y adaptación al medio que nos ofrece la naturaleza. La mala hierba es mala para nosotros, pero buena para sí misma. Frente a las herbáceas domesticadas, el dócil trigo o la cebada simplona, que se han rendido a nosotros sin apenas oponer resistencia, la mala hierba continúa siendo el espíritu rebelde de su especie, el desafío a la corrección política del campo sembrado en hileras regulares e incuestionables, un ser que preserva su libertad a base de hacerse indigerible para las demás especies, incluida la nuestra. No soy un botánico ni siquiera aficionado, pero cada vez me fijo más en la naturaleza, quizás por el motivo opuesto al de tanta gente: en mi caso, al menos, es porque me recuerda a la sociedad humana, porque, como esta, es a la vez un mundo de belleza y dolor, un espejo de nuestros dilemas más que una víctima de ellos. Pienso, por ejemplo, en el trébol, esa mala hierba con buena fama; tan buena que hasta es uno de los símbolos oficiales de un país, Irlanda. El trébol es como la sombra de nuestros pasos, crece allí donde los animales y las personas hoyamos el suelo con frecuencia. En un prado, señala el camino invisible que elige el paisano para ir a recoger las vacas; en el parque de una ciudad, el lugar donde los niños suelen jugar al más al fútbol, y más concretamente el punto donde se colocan los porteros. Pienso en la hierba de las cucarachas, que sigue el camino de los caminos areneros que van de las playas a las fábricas, o el de los vehículos de obras públicas que echan sal en la carretera cuando nieva en invierno -siempre hay más hierba en las curvas donde se echa más sal, he observado-. O pienso en la hierba de Santiago, que se encuentra a menudo en las vías del tren, entre el granito gris machacado de Ávila que la Renfe usó como balasto el siglo pasado -tiene a veces las manchas rojizas de la catedral abulense, que está hecha en parte del mismo material-. Me fijo siempre en esta hierba de amarillo intenso cuando voy en tren y mi ventanilla mira al sur, donde es más abundante porque es donde da más el sol. De hecho, la hierba de Santiago se vale de los trenes para propagarse. Desde la construcción del ferrocarril en España en la segunda mitad del siglo XIX ha ido colonizando pacientemente buena parte de la Península, siguiendo el trazado de la red ferroviaria. A veces, mientras espero, las veo incluso en las vías de alguna estación, erguidas y desafiantes, supervivientes del Alvia.

Las malas hierbas, en fin, parecen tener interés por nosotros. Nos señalan con el dedo tumbas, casas en ruinas, fosas comunes, campos de batalla -por estas fechas, en Gran Bretaña conmemoran a una de ellas, la amapola, que crece en los escenarios de la Primera Guerra Mundial-. Algo nos quiere decir la mala hierba. Eso fue lo que se me ocurrió el Día de Difuntos de esta semana, viendo la que crecía en los márgenes de un cementerio parroquial. Primero pensé que quizás se entretiene recordándonos nuestra finitud, como aquel esclavo que llevaban los generales romanos a su lado en la carroza triunfal, para que les repitiese al oído «recuerda que eres mortal». Pero luego pensé que no, que a lo mejor tiene para nosotros un mensaje de esperanza, incluso para los que no creemos. Porque no es cierto que la mal llamada mala hierba nunca muere. Más bien lo que ocurre es que, contra todo pronóstico y a pesar de todo, resucita". Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt





















EL POEMA DE CADA DÍA. HOY, EL MIEDO A LA TIERRA, DE MANUEL VÁZQUEZ MONTALBÁN

 










EL MIEDO A LA TIERRA




Proletarios

del mundo

buscadores de estrellas

os espero algún día

bajo el cielo que nubla

el lugar donde mora

vuestra hermana caída

en tierra extranjera

llevaréis la bandera

de la media zurcida

y en el borde del puño

el miedo de la tierra.




MANUEL VÁZQUEZ MONTALBÁN (1939-2003)

escritor español



















DE LAS VIÑETAS DE HUMOR DE HOY MARTES, 4 DE NOVIEMBRE DE 2025

 



























lunes, 3 de noviembre de 2025

DE LAS ENTRADAS DEL BLOG DE HOY LUNES, 3 DE NOVIEMBRE DE 2025

 







Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz lunes, 3 de noviembre de 2025. El ciudadano se ve sometido a una continua coacción: si no nos votas vendrá el fascismo; o bien, si no nos votas proseguirán la corrupción y la disolución de España, escribe en la primera de las entradas del blog de hoy. En la segunda, un archivo del blog de noviembre de 2017, se comentaba que una de las muchas consecuencias trágicas de la revolución rusa fue la aniquilación del mundo cultural, pues quienes no abrazaron el movimiento fueron perseguidos, encarcelados o deportados, aunque su obra permanece y sigue conmoviendo al mundo. El poema del día, en la tercera, va del placer de viajar, es de un poeta mexicano, comienza con estos versos: Viajar es marcharse de casa,/es dejar los amigos/es intentar volar. Y la cuarta y última son las viñetas de humor. Volveremos a vernos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Sean  felices, por favor. Tamaragua, amigos míos. Y como decía Sócrates: ἡμεῖς ἀπιοῦμεν. HArendt





















DEL PERMANENTE CHANTAJE A LA DEMOCRACIA

 






El ciudadano se ve sometido a una continua coacción: si no nos votas vendrá el fascismo; o bien, si no nos votas proseguirán la corrupción y la disolución de España, escribe en El País, 26/10/2025, el politólogo Fernando Vallespín. Las democracias se mueven hoy entre el miedo y la intransigencia, cuando no el odio, hacia sus adversarios políticos, comienza diciendo. Y bajo condiciones de gobernabilidad precaria. La situación de la política española encaja bien en este esquema: un Gobierno de gobernabilidad limitada por la cantidad de piezas que ha de encajar cada vez que pretende llevar una ley al Congreso, por no hablar de su imposibilidad de armar un presupuesto, y el vértigo o el miedo ante el acceso de la alternativa posible. Esto último es su mayor elemento cohesionador; solo puede mantenerse vivo en la medida en que funciona la satanización del adversario. Lo hemos dicho muchas veces, se trata de hacerlo inelegible, no de presentarse como mejor y más capaz que aquel.

Lo curioso es que desde la otra orilla funciona el mismo esquema: “Gobierno corrupto”, Frankenstein, la anti-España. El ciudadano se ve sometido, así, a un claro chantaje: si no nos votas vendrá el fascismo (o algo similar), o, si no nos votas, proseguirán la corrupción y la disolución de España. La lucha entre el bien y el mal como potencial campo de batalla electoral, en vez de ese más apacible presupuesto democrático de limitarse a elegir entre alternativas ideológicas ponderando nuestros intereses respectivos. El ideal es que no exista más opción viable que la propia.

El daño que este tipo de actitudes tiene para el sistema democrático salta a la vista. Para quienes gobiernan, el rendimiento de cuentas pasa a un segundo plano. ¿Qué importan algunos casos de corrupción ante la presencia del abismo? Para la oposición del PP, ocurre algo similar. ¿Qué importa tener que gobernar con apoyo de Vox si están destrozando España? No precisa siquiera hacer oposición; cree que le basta con esperar a la labor de los jueces, y mientras tanto abundar en la crispación y los excesos retóricos. Al Gobierno le sirve también para hacer digeribles otros chantajes menores por parte de sus socios, convertir la política en una especie de zoco donde se trapichea con favores y cesiones más o menos incompatibles con sus anteriores convicciones. Ante el mal mayor de salir de La Moncloa, facilitar la continuidad de la coalición c’est tout pardonner.

Ahora, a la vista del nuevo órdago de Junts al Gobierno, estamos ante uno más, solo que aquí está limitado por la UE en lo referente al reconocimiento del catalán como lengua europea, o por el propio Poder Judicial, o, y esto lo ignoramos, porque haya demandas inconstitucionales o que puedan provocar potenciales reveses electorales o disensiones internas. El problema es que a Junts solo le importa Cataluña y se enfrenta ahora a un problema existencial en su propio campo provocado por el auge de Aliança Catalana. Lo más probable es que se llegue a un acuerdo, pero cabe suscitar algunas dudas derivadas de la propia naturaleza del partido de Silvia Orriols. Y no me refiero a su radicalismo antiinmigración, sino al giro que introduce en la práctica política del campo independentista. Por primera vez, un partido de este signo afirma que no participará en las elecciones generales españolas. Cataluña es su único país. ¿Qué importa que Junts consiga, por ejemplo, el reconocimiento de lengua europea si eso se obtendría ipso facto si fuera un país independiente dentro de la UE? Junts sufre así una fuerte presión por desvincularse del imaginario de su asociación a “instituciones españolas” y necesita apaciguar al menos la imagen de “colaboracionista” que le imputan los independentistas más irredentos. Pero que no se haga ilusiones el PP acariciando la expectativa de su apoyo a una moción de censura; se trata de llevar a cabo un divorcio de país, no entre partidos. Mañana tendremos la sentencia.

Fernando Vallespín es politólogo.




















DEL ARCHIVO DEL BLOG. LA VICTORIA DEL ARTE SOBRE LA REVOLUCIÓN. PUBLICADO EL 06/11/2017

 






Una de las muchas consecuencias trágicas de la revolución fue la aniquilación del mundo cultural ruso. Quienes no abrazaron el movimiento fueron perseguidos, encarcelados o deportados, pero su obra permanece y sigue conmoviendo al mundo, comenta en El País de hoy la escritora y traductora checo-española Monika Zgustova. 

En los años sesenta y setenta, en mi Praga natal, capital entonces de la Checoslovaquia comunista, comienza diciendo, los alumnos de primaria estábamos obligados a asistir a la conmemoración de la revolución rusa. Entre canciones revolucionarias cantadas por los coros de la juventud comunista, los maestros peroraban sobre la importancia mundial de esta revolución que según ellos aportó por primera vez en la historia la paz y la igualdad. Los niños escuchábamos estas palabras seductoras y las saboreábamos como si fueran caramelos de frambuesa. Cuando al llegar a casa contaba el discurso, mis padres replicaban que la revolución rusa, si bien se hizo en nombre de la paz y la igualdad, cuando Lenin y los bolcheviques y luego Stalin se hicieron con el poder convirtieron el sueño de construir un mundo nuevo en un mecanismo totalitario que generó sufrimiento y muerte. Crecí entre dos puntos de vista y me tocó buscar mi (complejo) camino entre dos afirmaciones opuestas. Al final aprendí a funcionar encontrando mi (compleja) verdad.

Tuve que practicar el deporte de buscar mi propio camino también en España. El país, recién salido de una dictadura de derechas en el que me instalé a mediados de los ochenta, disfrutaba de su libertad y tenía ganas de admirar las izquierdas; la revolución bolchevique era un objeto del deseo. Desde entonces han transcurrido tres décadas y hoy en día quedan pocos españoles que pondrían en duda la violencia de la revolución y la crueldad del régimen que la siguió.

Sabemos que, al implantar su nuevo régimen, Lenin estableció la Checa para que vigilara estrictamente a los ciudadanos, sabemos que Stalin envió a millones de personas al Gulag. También es un hecho, sin embargo, que Stalin convirtió su país en una potencia mundial y que ayudó a ganar la II Guerra Mundial. De ahí que amplios sectores de la sociedad y del poder rusos de nuestros días defiendan su legado.

Una de las muchas consecuencias trágicas de la revolución fue la aniquilación del mundo cultural ruso. La intelligentsia anhelaba una revolución desde hacía décadas. Dicho sea como ejemplo que al publicarse en 1872 Los demonios, novela sobre unos revolucionarios que no tenían miramientos con las vidas humanas, Rusia no supo valorar la clarividencia de Dostoievski. La intelligentsia, en su mayoría liberal, consideraba al grupo del terrorista Necháyev, en el que se había inspirado el escritor, como una trágica excepción entre los nobles sublevados y creía firmemente en el futuro revolucionario ruso. Mijáilovski, influyente crítico de la época, dijo que el libro, “esa horrible caricatura de la juventud revolucionaria”, no era digno del talento de Dostoievski. La Rusia que tanto ansiaba un cambio revolucionario rechazó Los demonios.

Durante los años que precedieron a 1917, los artistas vivieron en una efervescencia febril porque, según decían, percibían un cataclismo en el aire y lo plasmaron en sus obras. Eran años de gran creatividad. Aunque Petersburgo, la novela de Andréi Biely que en 1912 anticipó a Ulises de Joyce, se basó en la revolución de 1905, predijo al mismo tiempo lo que sucedería un lustro más tarde. También la revolución de 1917 sirvió de inspiración a muchos creadores. El poeta Aleksandr Blok, que la apoyó plenamente despreocupado ante sus excesos, escribió su largo poema Los doce sobre un grupo de guardias rojos que, como apóstoles guiados por Jesucristo, cruzan un Petersburgo vacío por el furor de la revolución. Sin embargo, a Trotski no le gustó que los guardias del poema mataran a su antojo y hubiera preferido a Lenin como guía. El resultado fue que el poeta murió en la miseria a los 41 años.

Y no fue el único. El teórico literario Roman Jakobson habló de “una generación que malogró a sus poetas”: durante la primera década tras la revolución murió a los 36 años el gran futurista Jlébnikov; el crítico literario Shklovski dijo a la muerte del poeta: “Perdónanos por todos los que aún mataremos; los gobernantes no responden por la muerte de las personas; en la época de Jesucristo no entendían el arameo y en general no entienden el idioma humano”. Al poeta acmeista Gumiliov lo ejecutaron; Marina Tsvetáieva y el entonces poeta Vladímir Nabokov se vieron obligados a marchar al exilio; a Anna Akhmátova se le prohibió publicar; Ósip Mandelstam murió en el Gulag, y Mayakovski y Esenin se suicidaron.

También los novelistas se sumaron a la revolución. Yevgueni Zamiátin escribió en 1922 Nosotros, novela que precedía las grandes obras utópicas como Un mundo feliz o 1984. Se trata de una metáfora del mundo opresivo e implacable que se estableció después de la revolución; por eso mientras duró la URSS, la censura no dejó que el libro se publicara íntegramente. A finales de los años veinte Zamiátin fue denunciado por haber publicado su novela en el extranjero; como consecuencia se le prohibió publicar. Entonces el novelista escribió una carta a Stalin en la que dijo: “Se ha hecho todo lo posible para cerrarme los caminos para poder seguir trabajando. Se ha llegado a prohibir que se vendieran mis libros en las librerías. Para mí, como escritor, el estar privado de la oportunidad de escribir no es menos que una condena a muerte”. Gracias a la intervención de Gorki, bien visto por el régimen, a Zamiátin se le concedió el permiso para trasladarse temporalmente a París, donde murió incapaz de vivir fuera de su país.

En los años veinte y aun más en los treinta y en las décadas posteriores, el poder estatal persiguió a todos los escritores, pintores, cineastas y músicos que se negaron a seguir el modelo prescrito por el realismo socialista que consistía en relatar (o filmar, retratar, componer) una historia optimista sobre la construcción del comunismo. Aquellos que se negaron a poner su arte al servicio del régimen sufrieron las consecuencias: murieron en la cárcel o en el Gulag —los escritores Babel y Mandelstam—; atravesaron tempestuosas persecuciones —el escritor Bulgakov, los compositores Prokófiev y Shostakovich, el cineasta Eisenstein—; o acabaron suicidándose; Marina Tsvetáieva.

Hace décadas que a Occidente no le deslumbra la revolución rusa porque considera la violencia y la represión como inaceptables. Sin embargo, de aquellos días han quedado admirables obras de arte. Casi todas ellas nos hablan del individuo enfrentado a la maquinaria estatal que le pisotea y le aplasta; este tema se convirtió en uno de los centrales del siglo XX: por eso las obras que se crearon después de la revolución resultan ser proféticas. Aunque muchos de los artistas murieron en condiciones trágicas, su obra permanece y sigue conmoviendo a millones de personas en todo el mundo. La Rusia de hoy, en cambio, y, menos aún, el mundo, poco tiene que ver con la revolución. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt


EL POEMA DE CADA DÍA. HOY, VIAJAR, DE GABRIEL GAMAR

 







VIAJAR




Viajar es marcharse de casa,

es dejar los amigos

es intentar volar

volar conociendo otras ramas

recorriendo caminos

es intentar cambiar.


Viajar es vestirse de loco

es decir “no me importa”

es querer regresar.

Regresar valorando lo poco

saboreando una copa,

es desear empezar.


Viajar es sentirse poeta,

es escribir una carta,

es querer abrazar.

Abrazar al llegar a una puerta

añorando la calma

es dejarse besar.


Viajar es volverse mundano

es conocer otra gente

es volver a empezar.

Empezar extendiendo la mano,

aprendiendo del fuerte,

es sentir soledad.


Viajar es marcharse de casa,

es vestirse de loco

diciendo todo y nada con una postal,

Es dormir en otra cama,

sentir que el tiempo es corto,

viajar es regresar.




GABRIEL GAMAR (1952)

poeta mexicano














DE LAS VIÑETAS DE HUMOR DE HOY LUNES, 3 DE NOVIEMBRE DE 2025