sábado, 12 de julio de 2025

DE LAS ENTRADAS DEL BLOG DE HOY SÁBADO, 12 DE JULIO DE 2025

 





Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz sábado, 12 de julio de 2025. A medida que Putin necesite a Stalin como héroe de la Segunda Guerra Mundial, irán apareciendo más estatuas suyas, comenta en la primera de las entradas del blog de hoy el escritor Sergio Ramírez. En la segunda, un archivo del blog de julio de 2017, el filólogo Álex Grijelmo comentaba que si usted quiere ser político y no sabe cómo empezar, siente la vocación de servir al pueblo y ha superado la barrera de entrada que constituye el desprestigio general del oficio, que no se preocupe: lo primero que ha de hacer para convertirse en político es hablar como un político. El poema del día, en la tercera, es del poeta Antonio Machado, se titula Una España joven, y comienza con estos versos: Fue un tiempo de mentira, de infamia. A España toda,/la malherida España, de Carnaval vestida/nos la pusieron, pobre y escuálida y beoda, /para que no acertara la mano con la herida. Y la cuarta y última, como siempre, son las viñetas de humor, pero ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν" (toca marchar); volveremos a vernos mañana si las Euménides y la diosa Fortuna lo permiten. Sean  felices, por favor. Tamaragua, amigos míos. HArendt










DEL ABUELO ENTERRADO EN EL JARDÍN

 








A medida que Putin necesite a Stalin como héroe de la Segunda Guerra Mundial, irán apareciendo más estatuas suyas, comenta en El País [El abuelo enterrado en el jardín, 06/07/2025] el escritor Sergio Ramírez. Hay una película georgiana de tiempos de la perestroika, donde un abuelo con los mismos bigotes y casaca de Stalin es enterrado por sus nietos en el jardín y vuelve siempre a resucitar después de la lluvia, comienza diciendo Ramírez.. La he rastreado en las redes sin fortuna, pero la recuerdo como una comedia punzante e irreverente, toda una parodia de la persistente sombra histórica de una figura siniestra, que ha vuelto a mi memoria cuando he conocido la noticia de que en la estación Taganskaya, una de las más concurridas del metro de Moscú, el padrecito Stalin ha resucitado una vez más.

En 1950 Stalin reinaba como soberano absoluto en la Unión Soviética. Proliferaban entonces las calles, plazas, universidades, escuelas, teatros, y aun ciudades enteras que llevaban su nombre, y lo mismo sus bustos y estatuas en bronce, granito, mármol, y aun en vil cemento. Ese año el vestíbulo de la estación Taganskaya fue adornado con una escultura mural titulada Gratitud del pueblo al líder y comandante, donde el adalid supremo aparecía de pie en la plaza Roja, al centro de una multitud proletaria que lo rodeaba con admiración, sin que faltaran los niños. En el conjunto de mármol, al mejor estilo del realismo socialista, las figuras de un hombre y una mujer que flanqueaban a Stalin elevaban sobre su cabeza ramilletes de flores, como si fueran antorchas.

Stalin murió a consecuencia de un derrame cerebral en su dacha de Kúntsevo en 1953, y tres años después, el 25 de febrero de 1956, Nikita Jruschov pronunció el “discurso secreto” en el pleno del XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) que daría pie a la desestalinización, al denunciar como “ajeno al espíritu del marxismo-leninismo elevar a una persona hasta transformarla en superhombre, dotado de características sobrenaturales semejantes a las de un dios. A un hombre de esta naturaleza se le supone dotado de un conocimiento inagotable, de una visión extraordinaria, de un poder de pensamiento que le permite prever todo, y, también, de un comportamiento infalible”.

El cadáver de Stalin había sido embalsamado, como correspondía a una deidad en envoltura corporal, y expuesto al lado de Lenin en el mausoleo de granito levantado junto a la muralla del Kremlin, que remeda la pirámide de Zoser y la tumba de Ciro el Grande. Pero un nuevo congreso del PCUS celebrado en 1961, siempre bajo la tutela de Jruschov, resolvió que usurpaba un lugar que no le correspondía, nada menos que lado a lado con Lenin en catafalcos gemelos en el santuario supremo, y fue sacado a medianoche, en una operación secreta ejecutada por agentes del KGB, para ser enterrado bajo una losa de concreto al pie de la muralla, pero antes despojado de todas las condecoraciones que adornaba su guerrera de mariscal, y hasta de las charreteras y botones dorados.

El conjunto escultórico de la estación de Taganskaya resistió algunos años la limpieza que se hacía por todas partes de la figura de Stalin, hasta que fue retirada sin mayor alboroto en 1966. Ahora se ha instalado en el mismo lugar una réplica exacta, un gesto oficial de voluntad política en un país donde nada ocurre si no es gracias al ucase del Kremlin donde hoy, en lugar de Stalin, reina Vladímir Putin, con los mismos poderes absolutos.

En la medida en que Putin necesite de Stalin como encarnación de la figura heroica que condujo a la victoria en la Segunda Guerra Mundial, de la que precisamente se cumplen ahora 80 años, irán apareciendo más estatuas suyas. En 2017, en una de las cuatro entrevistas para la televisión grabadas con Oliver Stone, Putin declara que “la excesiva demonización de Stalin ha sido una de las formas de atacar a la Unión Soviética y a Rusia”.

Como nuevo zar de todas las Rusias, Putin echa mano de Stalin para alentar la campaña bélica contra Ucrania, el pequeño país vecino al que decidió someter a una “operación especial” que ya cuesta más de un millón de muertos, y por tanto hay que presentarlo como un demonio sobre el que no se debe exagerar. La maldad de Estado, más que banal, se vuelve una maldad necesaria, y el diablo debe ser apreciado en su justa medida, más allá de las cuentas, siempre tan molestas, de la historia:

Millones perecieron en los Gulags a consecuencia de las purgas masivas, de los desplazamientos forzosos de campesinos, de las hambrunas y de las limpiezas étnicas, y sólo el periodo de represión sanguinaria conocido como El Gran Terror, entre 1936 y 1938, dejó 700.000 asesinados.

Mientras tanto, los pasajeros del metro se habitúan a contemplar la figura bonachona que avanza hacia el provenir con la mano metida en la casaca, se detienen a hacerse selfis, y otros hasta depositan flores al pie. Por eso la certeza de la parodia que queda en mis recuerdos en forma de una película. El viejo de bigote frondoso y casaca bien planchada enterrado en el jardín, que vuelve cada tanto a resucitar. Sergio Ramírez es escritor y Premio Princesa de Asturias de las Letras.








[ARCHIVO DEL BLOG] CURSO PARA POLÍTICOS EN CIERNES. PUBLICADO 30 DE JULIO DE 2017

 






Alargar la expresión hace creer que se agranda la idea; si la gente dice “hoy”, diga usted “a día de hoy”, dice en El País [Curso para polítícos, 30/07/2017] el escritor y filólogo Álex Grijelmo. Usted quiere ser político y no sabe cómo empezar, comienza diciendo Grijelmo. Siente la vocación de servir al pueblo y ha superado la barrera de entrada que constituye el desprestigio general del oficio; pero eso: que no sabe por dónde empezar.

No se preocupe. Lo primero que ha de hacer para convertirse en político es hablar como un político. Cuando se presente en la oficina de admisión de políticos, procure entrar hablando ya de manera distinta a como lo hacen el resto de los españoles.

Los políticos no deben parecer alguien del montón. Y, lamentablemente, ese toque peculiar que los diferencie no lo pueden alcanzar con la ropa, por ejemplo, porque ellos no llevan un uniforme como la Guardia Civil. Tampoco se hacen notar por el peinado, pues no se les ha diseñado una línea de moda específica. Quizás más adelante.

Ahora bien, con el lenguaje es otra cosa. Ahí sí que se pueden establecer diferencias notorias. Por eso cuando usted se presente en la oficina de admisión debe decir cuanto antes “poner en valor”. Con eso le reconocerán sus aptitudes de inmediato.

La gente normal destaca algo, o lo resalta, o le da realce, o lo elogia, o lo revaloriza, o lo muestra con orgullo. Pero eso queda para el pueblo; usted es de otra clase y debe empezar por poner en valor alguna cosa.

El siguiente paso consiste en utilizar palabras largas cambiándoles el acento prosódico. Si oye que por la calle se habla de “la administración”, con acento en la última sílaba, déjese de vulgaridades. Los de su clase deben decir “la ádministracion”, con acento en la primera. Y aún quedará usted más elegante cuando hable de “la cónstitucionalidad”, de modo que el primer impulso de la voz en esa palabra llegue a lo más alto para atraer la atención, y luego decaiga con suavidad a fin de que se saboree cada sílaba de su prosodia.

Pero sólo con eso no aprobará el examen de ingreso. También debe esforzarse por colar cada poco tiempo la expresión “el conjunto”. No importa si el sustantivo que viene a continuación ya implica un conjunto. Esta simpleza expresiva es la de sus administrados, y usted debe distinguirse también en eso. Diga por ejemplo “el conjunto de los españoles”, “el conjunto de los ciudadanos”, “el conjunto de la sociedad”. Si no dice “el conjunto”, nadie le tomará por un político. No caiga en la vulgaridad de referirse a “los españoles”, “los ciudadanos”, “la sociedad”. Qué pobreza, por favor.

Y como conviene alargarlo todo, no diga posición, sino posicionamiento; no diga método, sino metodología; no diga obligación, sino obligatoriedad; no diga motivos, sino motivaciones. Y así hasta el infinito. Ah, y no diga “las fuerzas de seguridad” sino “las fuerzas y cuerpos de la seguridad del Estado”.

Alargar sus expresiones hará creer a los incautos votantes que se agrandan sus ideas. El común de los ciudadanos dice “hoy”, por ejemplo. Pero usted, para ser un buen político, debe decir “a día de hoy”. En vez de “eso hoy no es legal”, diga “eso a día de hoy no es legal”. Y no lo sustituya por “hasta la fecha”, “por el momento” o “hasta ahora”. “A día de hoy” es su única opción. No se descuide, esto es fundamental para su carrera, tanto si aspira a entrar en un partido veterano como si ha elegido uno emergente.

Hasta aquí le hemos ofrecido una simple muestra para el ingreso. El curso completo lo puede seguir por Internet con nuestro programa Cómo aprender politiqués en 30 días. Tiene todo agosto por delante. Álex Grijelmo es escritor.













EL POEMA DE CADA DÍA. HOY, UNA ESPAÑA JOVEN, DE ANTONIO MACHADO

 







UNA ESPAÑA JOVEN




... Fue un tiempo de mentira, de infamia. A España toda, 
la malherida España, de Carnaval vestida
nos la pusieron, pobre y escuálida y beoda, 
para que no acertara la mano con la herida. 

Fue ayer; éramos casi adolescentes; era
con tiempo malo, encinta de lúgubres presagios, 
cuando montar quisimos en pelo una quimera, 
mientras la mar dormía ahíta de naufragios. 

Dejamos en el puerto la sórdida galera, 
y en una nave de oro nos plugo navegar
hacia los altos mares, sin aguardar ribera, 
lanzando velas y anclas y gobernalle al mar. 

Ya entonces, por el fondo de nuestro sueño—herencia
de un siglo que vencido sin gloria se alejaba—
un alba entrar quería; con nuestra turbulencia
la luz de las divinas ideas batallaba. 

Mas cada cual el rumbo siguió de su locura; 
agilitó su brazo, acreditó su brío; 
dejò como un espejo bruñida su armadura
y dijo: «El hoy es malo, pero el mañana... es mío.» 

Y es hoy aquel mañana de ayer... Y España toda, 
con sucios oropeles de Carnaval vestida
aún la tenemos: pobre y escuálida y beoda; 
mas hoy de un vino malo: la sangre de su herida. 

Tú, juventud más joven, si de más alta cumbre
la voluntad te llega, irás a tu aventura
despierta y transparente a la divina lumbre: 
como el diamante clara, como el diamante pura. 




ANTONIO MACHADO (1875-1939)
poeta español















DE LAS VIÑETAS DE HUMOR DE HOY SABADO, 12 DE JULIO DE 2025

 


































viernes, 11 de julio de 2025

DE LAS ENTRADAS DEL BLOG DE HOY VIERNES, 11 DE JULIO DE 2025

 





Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz viernes, 11 de julio de 2025. La insistencia en la necesidad del debate de ideas no es intelectualismo nostálgico, nos va la vida en ello, afirma en la primera de las entradas del blog de hoy el filósofo Manuel Cruz. En la segunda, un archivo del blog de julio de 2020, la escritora y crítica literaria Care Santos. escribía que la tenía en vilo la historia de Jeffrey Epstein y lo que pueda explicar sobre ella Ghislaine Maxwell. El poema del día, en la tercera, se titula España, está escrito por el poeta José García Nieto, y comienza así: Esto que ves, que tienes, que te entrego, hijo mío, es España./Digo y escribo, y puede más su nombre que la mano y la voz./Es como un agua que desborda este vaso de mi verso donde quiero encerrarla./Bebe, hijo mío, bebe; el trago es tuyo, tuya es la herencia, tuya la privanza. Y la cuarta y última, como siempre, son las viñetas de humor, pero ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν" (toca marchar); volveremos a vernos mañana si las Euménides y la diosa Fortuna lo permiten. Sean  felices, por favor. Tamaragua, amigos míos. HArendt










DE LA NECESIDAD DEL DEBATE DE IDEAS

 







La insistencia en la necesidad del debate de ideas no es intelectualismo nostálgico, nos va la vida en ello, afirma en El País [Nuestra mente está en guerra, 07/07/2025] el filósofo Manuel Cruz. Están lejos de resultar evidentes las causas por las que unos determinados sucesos, protagonizados por destacados actores de nuestra vida pública, pasan al olvido y otros, en cambio, permanecen, como grabados a fuego, en la memoria colectiva, comienza diciendo Cruz. Así, en su momento trascendió a los medios de comunicación la información según la cual había sido la mujer de Jordi Pujol, la ya fallecida Marta Ferrusola, la que convenció a su marido acerca de la conveniencia de reconocer en una carta abierta, en julio de 2014, que había tenido oculto en el exterior dinero presuntamente procedente de una herencia. Según se publicó por aquellas fechas, el argumento definitivo manejado por la esposa para que el expresident diera dicho paso fue que “esto después del verano ya se ha olvidado”, pero a la vista está que el recuerdo del episodio no ha dejado de acompañar ni por un instante al viejo político. Probablemente, por poner un ejemplo con protagonistas del otro lado del arco parlamentario, Pablo Iglesias e Irene Montero confiaban en parecido olvido cuando decidieron la compra de una vivienda cuyo importe y características parecían entrar en abierto conflicto no solo con los mensajes políticos que hasta entonces habían estado lanzando, sino incluso con la imagen de sí mismos que parecían empeñados en dar. También en su caso el recuerdo de aquella decisión los ha acompañado como su sombra, hasta el punto de que el solo nombre de Galapagar ya evoca la más profunda de las contradicciones políticas y personales.

Empezábamos diciendo que no resulta fácil determinar las causas que provocan que, finalmente, permanezcan en la memoria colectiva determinados episodios en lugar de otros —en muchos casos, reconozcámoslo, de igual o incluso de mayor gravedad—. La dificultad probablemente proceda de que se tiende a poner el foco de la atención sobre el lugar equivocado, esto es, sobre los hechos mismos, como si ellos llevaran inscritos en su frente la importancia que les debemos atribuir. Pero si así fuera no se explicarían determinadas reacciones, absolutamente al orden del día, como la de que las mismas personas valoran de muy diferente manera comportamientos idénticos en función de quien los haya protagonizado. Lo comprobamos a diario: exactamente idéntico tipo de suceso —en las últimas semanas el ejemplo casi ineludible sería el de la corrupción— puede llevar a muchos tanto a rasgarse las vestiduras como a la más comprensiva de las benevolencias. Pues bien, es en la razón profunda de este tipo de reacciones donde se ubica la clave para entender por qué unos episodios permanecen, casi inalterables, en la memoria colectiva en tanto que otros se pierden, río abajo, hacia el inabarcable océano del olvido.

Digámoslo ya: no somos conscientes de hasta qué punto lo que en mayor medida permanece en nuestras mentes son precisamente las categorías, cuando no las visiones del mundo o de la realidad, con las que interpretamos lo que nos va pasando y, en consecuencia, tanto aquello que luego se volatiliza como aquello que persiste en el recuerdo. Lo que está sucediendo en el debate público últimamente podría servir como ilustración de lo que decimos. Así, el llamamiento de la UE, propiciado por la nueva actitud de Donald Trump en política exterior, a organizar su propia defensa militar, destinando considerables recursos económicos a la compra y producción de armamento, está chocando con convencimientos, de matriz antimilitarista, profundamente arraigados en la sociedad española, como ha señalado con acierto Josep Martí Blanch (enriqueciendo un tipo de consideraciones que, hasta el presente, en los medios de comunicación defendía poco menos que en solitario Miguel Ángel Aguilar), convencimientos que, para enmascarar su auténtica y atávica condición, se suelen envolver con el celofán de afirmaciones retóricas grandilocuentes acerca de las bondades de la paz y la eficacia incuestionable de la diplomacia para resolver cualesquiera situaciones y conflictos.

Cometería, pues, un error de grueso calibre quien, preocupado por la gravedad de los problemas inmediatos de todo orden que nos afligen, desdeñara la importancia de los presupuestos teóricos desde los que se piensa. Constituiría un grueso error opinar así porque, tanto su propia condición de problemas, como la gravedad que les atribuimos, se desprenden de las herramientas categoriales y discursivas con las que los interpretamos. En ese sentido, debatir acerca de estas bien podría ser considerado un debate absolutamente práctico, en la medida en que determina a qué realidad debemos prestar mayor atención. Y por si esto fuera poco, se impone añadir que, como consecuencia de lo anterior, ideas y discursos a menudo provocan relevantes consecuencias de tipo práctico-político.

Recuperemos el ejemplo anterior para ilustrar esta trascendencia práctica. Es precisamente porque los mencionados convencimientos antimilitaristas permanecen enraizados en el imaginario colectivo por lo que pueden estar siendo interpretados por las fuerzas a la izquierda del PSOE como una sólida ventana de oportunidad que les sirva para recuperar apoyo electoral, no solo entre sectores juveniles abiertamente pacifistas, sino también entre quienes recuerdan, con indisimulada añoranza, la enorme capacidad movilizadora que tuvo en su momento el No a la OTAN. De paso, permitiría relegar a un discreto segundo plano algunas de las reivindicaciones de las que esa misma izquierda hizo bandera en los últimos tiempos, como las más polémicas referidas a los derechos de las mujeres, y con las que parece claro que se ha dejado importantes jirones de credibilidad en el camino.

Alguien podrá objetar a semejante planteamiento que se trata de una jugada de alto riesgo, en la medida en que podría contribuir a precipitar la caída del actual Gobierno (que a estas alturas bastante tiene con lo que tiene), con el consiguiente ascenso de las derechas al poder. Pero quizás aquí de nuevo atender no solo al cálculo más inmediato, sino también a las ideas más arraigadas puede proporcionarnos una útil clave para entender la situación. Porque no cabe olvidar que, históricamente, esa presunta izquierda de la izquierda posee una dudosa, por no decir escasa, cultura de gobierno (déficit que, en ocasiones, a qué ocultarlo, llega a ser de cultura democrática en cuanto tal), cosa que se ha hecho a todas luces patente en el perseverante proceder de algunos de sus ministros y ministras, más pendientes en muchos momentos de los debates ideológicos que de la propia gestión. Con semejante querencia como premisa, tendría poco de raro que a dicha izquierda le resultara atractiva la pecaminosa tentación de disfrutar con la adrenalina que proporciona oponerse a un Gobierno de derechas.

Por todo ello, la insistencia en la necesidad del debate de ideas no es intelectualismo nostálgico ni nada parecido por parte de quienes se encuentran en condiciones biográficas de recordar aquellas épocas en las que en la esfera pública se discutían cuestiones como la de los diferentes modelos de sociedad (ahora que ya únicamente queda uno), sino que, exagerando tan solo un poco el trazo, nos va la vida en ello. La consigna “¡hay una guerra para apropiarse de tu mente!”, del influyente teórico de la conspiración norteamericano Alex Jones, fundador del sitio web Infowars, tendría que movernos a reflexión, aunque en un sentido ciertamente diferente al que su autor pretendía darle. Empieza a urgir que caigamos en la cuenta de que las batallas culturales que más deberían importarnos son las relacionadas con las ideas a través de las cuales interpretamos el sentido de cuanto nos ocurre. En tiempos de aceleración incontrolada se hace más necesario que nunca pararnos a pensar. Sobre todo en por qué pensamos lo que pensamos. Manuel Cruz es catedrático de Filosofía y expresidente del Senado.











[ARCHIVO DEL BLOG] EL CASO EPSTEIN. PUBLICADO EL 25/07/2020











Me tiene en vilo la historia de Jeffrey Epstein y lo que pueda explicar sobre ella Ghislaine Maxwell, escribe en este último A vuelapluma de la semana [La vida como una peli de mafiosos. La Vanguardia, 11/7/2020] la escritora y crítica literaria Care Santos.
Hay una historia que en los últimos días me tiene en vilo -comienza diciendo Santos-. Tiene todos los ingredientes necesarios: una mala odiosa, asquerosamente rica y corrupta; giros inesperados de la trama que permiten imaginar un final sorprendente; una ambientación donde abunda el lujo inmoral y los paisajes de ensueño, secundarios que ya conocíamos de otras historias pero que aquí redescubrimos (a peor) y una trama con víctimas inocentes y vergonzosas intrigas para engañarlas. Es una historia que cumple los dos requisitos que le pido a las buenas ficciones: me permite la identificación con algunos personajes y a la vez me abre las puertas de un mundo oscuro que ni es ni será jamás el mío. Solo hay un detalle que no les he dicho: la historia es real. Su protagonista principal es Ghislaine Maxwell, inglesa, 58 años, exnovia (o lo que fuera) del difunto Jeffrey Epstein, hasta ahora en paradero desconocido y desde hace una semana en la misma cárcel de Brooklyn donde su novio se suicidó el 10 de agosto de 2019. Emocionante.
En la última temporada de la serie 'The Good Fight', la abogada Diane Lockart -interpretada por Christine Baranksi- recibía el encargo de investigar el suicidio en prisión del empresario multimillonario Jeffrey Epstein. Acudían a la cárcel de Brooklyn, husmeaban en la celda -un decorado- y emitían diversas hipótesis acerca de su misteriosa muerte. Sus seguidores ya estamos acostumbrados a que las tramas de la serie estén construidas sobre casos reales y a la valentía con que lo hacen. La ficción es el único lugar donde pueden decirse ciertas verdades y los guionistas de 'The Good Fight' sin duda lo saben. Lo que cuentan parece verdad. Lástima que no pudieran terminar la temporada, cuyos últimos tres capítulos quedaron en suspenso por la pandemia. Es razonable imaginar que tal vez nos habrían proporcionado un desenlace, más allá de las mil conjeturas que aún lo acompañan. Ahora, curiosamente, la vida se les ha adelantado. Si Maxwell cumple sus amenazas de contar todo lo que sabe sobre los amigos de su compi, tal vez el final de todo esto será mejor que el de 'Testigo de cargo' y 'El Sexto sentido' juntos.
Mi serie de abogados favorita me llevó a tragarme de una sentada la serie documental en cuatro episodios 'Filthy Rich' (Asquerosamente rico), sobre el caso Epstein. Antes de ver esas cuatro horas de buena y demoledora televisión solo sabía de Epstein lo que todo el mundo: que era un empresario ricachón que había abusado de menores, que había acabado por ello en la cárcel y que se había suicidado antes de llegar a juicio. Después de ver la serie había aprendido algunas cosas que no olvidaré: que alguien con mucho dinero y mucho encanto personal es imbatible, que ni los más fieles lo callan todo y mucho menos para siempre, que tiene razón el tango al hablar de el amigo que es amigo siempre y cuando le convenga (tienen que ver a Trump y a Clinton negando a dúo su amistad con Epstein después de que le detuvieran) y que el mundo se construye sobre un entramado de poderosos corruptos que hablan y actúan como si se supieran por encima de la ley, porque en realidad lo están. Son intocables. Porque tienen, porque son y, sobre todo, porque saben. Y que todo eso, cuando las cosas se tuercen, se vuelve en su contra sin piedad.
No es que no supiera que todo esto ocurre, pero los detalles del caso Epstein me perturbaron hasta no dejarme dormir. Decenas de menores engañadas, abusadas, traficadas. Epstein no era un baboso aficionado a los culos jóvenes, era un mafioso del tráfico sexual a gran escala. Tan encantador y rico que costaba creerlo. Tan encantador y rico que nadie se le resistía. La serie está construida a partir de testimonios reales y abundante material de archivo -incluida la declaración judicial del propio Epstein- y, a pesar de todo, no pude evitar mientras la miraba la sensación de que todo aquello era ficción. En especial la isla que Epstein compró en las Vírgenes y donde llevaba a las menores -qué paradoja- y a sus amigotes a que confraternizaran. La vida de los demás vista como una peli de mafiosos en el que no quieres perderte ni medio episodio. Es lógico soñar con un desenlace a la altura. Por ejemplo: ¿Imaginan que miss Maxwell raja todo lo que tiene por rajar con tal de asegurarse un futuro más halagüeño? ¿Imaginan que se hace justicia y se indemniza a las víctimas? ¿Que por fin se destapan intolerables episodios de miembros de casas reales europeas, de conocidos empresarios, del presidente de los Estados Unidos? Eso sí que sería un buen final. Crucemos los dedos".
A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt


















EL POEMA DE CADA DÍA. HOY, ESPAÑA, DE JOSÉ GARCÍA NIETO

 








ESPAÑA



Esto que ves, que tienes, que te entrego, hijo mío, es España. Digo y escribo, y puede más su nombre que la mano y la voz. Es como un agua que desborda este vaso de mi verso donde quiero encerrarla. Bebe, hijo mío, bebe; el trago es tuyo, tuya es la herencia, tuya la privanza.

Sobradamente te dará en los días su variedad multiplicada. Oye las fuentes de la Alhambra; mira Toledo enamorando el Tajo, el fresco prado hacia la mar cantábrica, el cielo por los arcos de Segovia, Ávila en su quietud amurallada, Sevilla entre jazmines una noche, Burgos de piedra donde el Cid cabalga, Cádiz como una nieve mar adentro, balcón de Tarragona, luz de Málaga, orillas de la Huelva aventurada, minera Asturias con el verde cuello, Córdoba entre arcangélica y romántica, Alicante con palmas hacia oriente, Galicia que la mano de Dios hizo, rosa sillar nacida en Salamanca, campos para la flor de Extremadura.

Y esto es España, amor. Esto y lo otro que no puede nombrarse: la costumbre de estar callado y solo, y la alegría de compartir la mesa con el hombre, de ver la luz que pasa y se detiene en un rincón; el vino, la guitarra de una copla que pasa en el silencio de la siesta, o la danza que despierta la noche con sus lumbres y su estruendo.

Y es España el recuerdo de la ausencia y la esperanza inútil; la paciencia del que espera sin término y la prisa del que vive sin tiempo; la querencia de lo que fue y se fue, la maravilla de lo que siempre está: la tierra misma.

Esto es España, hijo, no lo olvides, la cruz, el pan, la espada, la encina, el olivo, la rosa, el cardo, el vino, el mar, la montaña, el aire fino. Y todo cuanto en ella se ha vivido y todo lo que falta por vivir.



JOSÉ GARCÍA NIETO (1914-2001)

poeta español













DE LAS VIÑETAS DE HUMOR DE HOY VIERNES, 11 DE JULIO DE 2025