jueves, 8 de junio de 2023

De Ucrania y la integración europea

 






Hola, buenas tardes de nuevo a todos y feliz jueves. Mi propuesta de lectura de prensa para hoy, del periodista Andrea Rizzi, va de Ucrannia y la integración europea. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. 












Europa: viejos abismos, y nuevos puentes que disgustan a Putin
ANDREA RIZZI
03 JUN 2023 - El País
harendt.blogspot.com

En Europa se van construyendo nuevos puentes. Esta semana, en Moldavia, se ha celebrado una nueva cumbre de la Comunidad Política Europea (CPE), un foro que reúne a 47 países para fomentar espacios de cooperación entre Estados del continente, miembros de la UE, de la OTAN, de ambas organizaciones o ninguna. Se trata de una galaxia heterogénea, y está por ver qué resultados concretos podrá dar, pero la segunda cumbre da nuevo impulso a un formato con valor político ante el desafío ruso.
También esta semana, en Bratislava, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, ha pronunciado un discurso que deja entrever importantes desarrollos en tres áreas con una exhortación a “acelerar las decisiones estratégicas” de Europa.
En primer lugar, Macron abogó por ofrecer a Ucrania “garantías de seguridad tangibles y creíbles”. Dijo además que, si bien plantear ahora la adhesión de Kiev a la OTAN es problemático, “necesitamos un camino hacia la membresía”.
En segundo lugar, afirmó que hay que avanzar “lo más rápido posible” en la ampliación de la UE, subrayando que sería un error jugar al viejo juego de dar esperanzas y ganar tiempo.
En tercer lugar, tendió la mano a los países del Este de la UE, admitiendo que Francia “a veces ha sido percibida como arrogante o lejana o desinteresada hacia esta parte de Europa”. “Podéis contar con nosotros”, añadió.
Estas tres declaraciones parecen apuntar a una evolución de la posición de París y suenan como la evidencia de que hay cosas que se mueven, puentes que se construyen, nuevos pasos posibles en el corto y medio plazo.
La relación con Ucrania es un apartado esencial y será el epicentro de la cumbre de la OTAN de Vilnius en julio. Macron dice que hay que ofrecer algo que esté a medio camino entre la asistencia de seguridad a Israel y la plena membresía.
En la ampliación de la UE, insiste en la necesidad de una reforma interna previa a nuevas adhesiones, pero hay ahora un gran acento en la urgencia. Tradicionalmente, Berlín y Bruselas impulsaban, París frenaba. No cabe ver un giro copernicano en esto, pero sí un posible viraje, y la UE se construye por lo general así. La ampliación, pues, no está cerca, pero hay motivos para pensar que desde una sustancial parálisis se transite a una modalidad más proactiva.
Y la mano tendida al Este, con giros del discurso que han sonado a disculpas implícitas, es todo un cambio. La tensión en materia de Estado de derecho sigue (esta misma semana Varsovia ha dado una marcha atrás tras recibir presión). Pero lo que antes era solo tensión y bronca, se ve ahora acompañado por un genuino esfuerzo de cooperación. Hay un reconocimiento moral de que el Este tuvo una razón de calado histórico en la cuestión rusa, mientras el flanco Oeste se equivocó. Esto no cambia los equilibrios de fuerza; pero sí la relación.
Por otra parte, el renovado puente transatlántico también se le ve consolidado. El G-7 ha cristalizado un acercamiento entre Europa y EE UU de cara a la nueva relación con China —en términos cercanos a las ideas de la UE—.
Todo es de una enorme complejidad; lo es la perspectiva de encaje de Ucrania en la UE y la OTAN o incluso solo cómo seguir en el apoyo militar; lo es la ampliación de la UE a los Balcanes; la relación entre los flancos oeste y este de la UE; incluso dentro del propio flanco occidental hay discrepancias. Los problemas abundan, como demuestran las tensiones en Kosovo, los persistentes tics iliberales en Hungría y Polonia, divisiones sobre cómo reformar la zona euro, frialdad en muchos apartados entre Berlín y París, o la tercera economía de la UE —Italia— en manos de la ultraderecha. El riesgo de parálisis o fracaso existe. Los abismos de siempre no han desaparecido.
Pero la brutal invasión rusa de Ucrania ha propiciado una nueva conciencia geopolítica, y esta ha abierto nuevos canales de comunicación, nuevos marcos mentales, nuevos proyectos. La conciencia de que la amigable y razonable Administración Biden no durará eternamente —y que lo que venga después puede ser tan malo como lo que vino antes— es compartida y es otro elemento que espolea a moverse. No descarten que Europa, en el marco UE, en el marco OTAN, en el marco CPE, logre en el corto y medio plazos significativos avances gracias a los nuevos puentes cuyos cimientos se van poniendo ahora. Andrea Rizzi es corresponsal de asuntos globales de EL PAÍS y autor de una columna dedicada a cuestiones europeas que se publica los sábados. Anteriormente fue redactor jefe de Internacional y subdirector de Opinión del diario. Es licenciado en Derecho (La Sapienza, Roma) máster en Periodismo (UAM/EL PAÍS, Madrid) y en Derecho de la UE (IEE/ULB, Bruselas).







































[ARCHIVO DEL BLOG] Tareas para un socialismo democrático de hoy. [Publicada el 20/06/2017]









Gabriel Tortella Casares (Barcelona, 1936) es un economista e historiador español, especialista en historia económica de la Edad Contemporánea. Estudió en el Colegio Estudio, heredero de la Institución Libre de Enseñanza. Doctor en Economía por la Universidad de Wisconsin y en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid, es catedrático emérito de Historia de la economía en la Universidad de Alcalá de Henares, presidente de la Asociación de Historia Económica y expresidente de la International Economic History Association y de la Asociación de Historia Económica. 
La reciente oleada de elecciones en Europa, señala el profesor Tortellá al comienzo de un reciente artículo en el diario El Mundo sobre las tareas que debería acometer el socialismo democrático europeo y español de hoy, parece corroborar la opinión de que el socialismo está en franca decadencia, quizá con la única excepción del Reino Unido, caso que más tarde comentaré. Sin embargo, esto no tiene que ser así necesariamente, por una razón muy clara: se requiere un partido de centro-izquierda para hacer el papel de oposición y alternativa de Gobierno al centroderecha. 
En el sistema político europeo, y en todas las democracias parlamentarias del mundo, añade, existe un hueco a la izquierda del centro; si el socialismo no lo ocupa, otros lo harán. Muchos pueden pensar que el socialismo está llamado a desaparecer porque hace ya tiempo que alcanzó sus fines y debe ser sustituido en la izquierda por otras formaciones con distintos orígenes. Al fin y al cabo, el Reino Unido nos da un ejemplo de partido que desaparece como por ensalmo tras lograr su objetivo: el UKIP. El propio éxito puede acabar con los partidos, y pocos han sido más exitosos en el siglo XX que el Socialista; el otro gran partido que alcanzó virtualmente todos sus objetivos, éste en el siglo XIX, fue el Liberal; y casi desapareció al ser desplazado por el primero en el siglo XX. 
En efecto, otros partidos compiten con el PSOE hoy para ocupar ese hueco a la izquierda, y, si el socialismo no aclara sus ideas, puede verse orillado y desmembrado como antes lo fue el Partido Liberal sigue diciendo. Veamos cuáles son esas ideas claras que pueden salvar al socialismo. En primer lugar, debe estudiar las perspectivas políticas del siglo XXI. El periodo revolucionario se acabó. En una sociedad desarrollada y democrática, la inmensa mayoría puede estar representada por los partidos políticos, y si éstos no cumplen su función, a la corta o a la larga, desaparecerán. En una sociedad con estas características la revolución está descartada a menos que ocurran verdaderos cataclismos. La retórica revolucionaria y apocalíptica de un partido de izquierdas puede tener éxito en ciertos momentos (recesión económica, por ejemplo), pero a la larga le desprestigia. Pretender competir con el populismo al estilo de Podemos, la Francia Insumisa, o el Movimiento Cinco Estrellas terminará por ser contraproducente, como ha ocurrido con el socialismo francés y con el británico.
Dediquemos un momento al fenómeno Corbyn en el laborismo británico, dice. Su reciente éxito parcial en las elecciones del pasado 8 de junio, que con tal alborozo fue acogido por la izquierda europea, es un espejismo. Los resultados relativamente buenos se debieron más al fracaso de Theresa May que a las virtudes de un laborismo anticuado y demagógico. Las elecciones británicas están viciadas (y seguramente lo estarán largo tiempo) por el salto al vacío que fue el referéndum del Brexit. Muchos jóvenes han votado a Jeremy Corbyn simplemente como protesta contra el resultado del referéndum de hace un año; es muy dudoso que el Laborista sea hoy tomado en serio como partido de Gobierno en el Reino Unido, aunque la vacua prepotencia de May quizá lo consiga. 
En segundo lugar, continúa diciendo, el socialismo español debe abandonar su frecuente actitud de maniqueísmo cainita, es decir, el arrogarse el monopolio de la virtud y atribuir a los demás partidos políticos, en especial al Popular, todas las execraciones y corrupciones, tratándole como si fuera un paria de la política. Aparte de lo ridículo que resulta que el partido de los falsos EREs, de Mercasevilla y de tantos otros desfalcos, se nos proponga como modelo de virtud intachable, esta actitud perjudica gravemente el normal desarrollo de la política española, entre otras razones, porque, añadida a nuestro ya escorado sistema electoral, otorga un poder desproporcionado a los partidos nacionalistas, que han mercadeado su apoyo alternativo a socialistas y populares con grave detrimento de la firmeza que en el Gobierno de España se requiere para tratar con el separatismo. 
En repudiar al contrario el PSOE ha sido más intransigente que el PP que, por muchos defectos que tenga (que los tiene y grandes), es votado, a menudo mayoritariamente, por millones de españoles que merecen el mismo respeto que los votantes del PSOE. España es de los pocos países europeos donde los dos grandes partidos han sido incapaces de convenir pactos de gobierno a causa de este absurdo cainismo, comenta. Una muy buena señal, sin embargo, ha sido la llamada espontánea de Pedro Sánchez a Mariano Rajoy prometiendo apoyo ante el grave desafío del separatismo en Cataluña. 
En esta línea de confrontación incondicional, comenta más adelante, están las promesas de derogar leyes del PP, tales como la de Reforma Laboral y la de Educación. Sin duda estas leyes son mejorables, pero merecen más respeto que la derogación de un plumazo, práctica por desgracia inveterada en anteriores gobiernos del PSOE, en especial el de Rodríguez Zapatero. Tanta o más cautela debiera emplear en materia de empleo el Partido Socialista cuanto que su ejecutoria es manifiestamente mejorable. Los periodos de Gobierno de Felipe González y de Zapatero terminaron con tasas de desempleo notoriamente más altas que aquéllas con que comenzaron, mientras que el mandato de José María Aznar terminó, por el contrario, con tasas muy inferiores. Lo mismo puede decirse hasta ahora del Ejecutivo de Mariano Rajoy, ya que la actual tasa de desempleo, indudablemente muy mala, está por debajo de la que dejó Zapatero en 2011. Estos son los hechos. Un Partido Socialista serio debe reconocerlos y no prometer entrar en la política de empleo como caballo en cacharrería, derogando a diestro y siniestro, y prometiendo acabar con el paro a base de gasto público, lo cual casa mal con la promesa, también en el programa aún vigente del PSOE, de eliminar el déficit fiscal.
Algo parecido puede decirse de la educación, señala. Es notable y alarmante el tono entusiasta con que el programa del Partido Socialista describe la situación de la educación en España, cuando los hechos objetivos de nuestra educación, tanto media como universitaria, son más bien alarmantes y lamentables: todos los informes internacionales y nacionales, ponen de manifiesto la mediocridad de los resultados (los más citados, los PISA, en enseñanza secundaria, así lo muestran, hasta el extremo que una ministra de Educación de un Gobierno de Zapatero atribuyó los malos resultados al legado del franquismo, cuyo fin se remontaba, ya entonces, a más de 35 años). De las malas calificaciones que obtienen las universidades españolas en todas las evaluaciones internacionales, de las serias críticas que se hicieron en el Informe Miras de 2013, del gravísimo y ya crónico problema de la endogamia del profesorado, nada dice el programa del PSOE, lo cual indica que a todos estas lacras, y muchas más que hay, no piensa ponerles remedio. Mal está que el PP (que encargó el Informe Miras y lo guardó en un cajón) sea inmovilista en materia de educación. Pero que lo sea igualmente el Partido Socialista, que hasta ahora ha sido aún más conservador que el PP, es desesperante para los que creemos que la educación es la clave del futuro del país. Y aquí, de nuevo, el programa del PSOE sólo promete gastar más dinero y dar becas a todos, independientemente de su rendimiento escolar. Pura demagogia.
El socialismo democrático ha sido históricamente el principal vehículo que nos ha conducido a la sociedad que hoy disfrutamos en Europa y gran parte del mundo desarrollado, concluye diciendo. Los partidos socialistas pueden enorgullecerse de ello, pero no deben dormirse en los laureles, porque los votantes son olvidadizos y poco agradecidos. Para subsistir, los socialistas deben reinventarse, refundarse como un partido de centro izquierda, defensor de las minorías, sí, pero también, y más aún, de la modernidad, de la igualdad de oportunidades, y por tanto de la educación y de la investigación de nivel internacional, un partido que relegue tradiciones y mitos, que critique a los demás pero también, y principalmente, a sí mismo. Y que administre el Estado de Bienestar, en gran parte su creación, con eficacia y honestidad. Un partido de progreso de verdad. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt.  













miércoles, 7 de junio de 2023

Del fútbol y la política

 






Hola, buenas tardes de nuevo a todos y feliz miércoles. Mi propuesta de lectura de prensa para hoy, de la escritora Ana Iris Simón, va del fútbol y la política. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. 









Jugamos como nunca, perdimos como siempre
ANA IRIS SIMÓN
03 JUN 2023 - El País

Tengo un amigo al que no le gusta el fútbol. Cuando ve a alguien padecer de futbolitis, cuando un Madrid-Barça arrastra a alguno de nuestros colegas a la cólera o la tristeza, siempre les dice lo mismo: “si total, mañana te vas a levantar a la misma hora, ganen o pierdan”.
Esta semana me he acordado de él y del comentario. No por Vinicius y su caso ―que, por otra parte, ha dejado momentos estelares, como el de Inda comparándolo con Rosa Parks, porque uno es facha pero ante todo madridista―, sino por las elecciones. Leía los WhatsApp de mis grupos, oía las conversaciones en el mercado y me daba la sensación de que las resacas electorales cada vez se parecen más a las futbolísticas, con sus sentimientos y argumentos irracionales, su sensación de euforia o derrotismo y sus comentarios exaltados y grandilocuentes.
Por la banda derecha estaban los que celebraban la victoria de su derecha pro-familia, pro-vida y pro-España, esa que aboga por un modelo económico que imposibilita la familia, asfixia cualquier forma de existencia (salvo la de los ricos) y cree en la gobernanza de las multinacionales más que en la soberanía popular. Por la izquierda y cabizbajos, quienes lloraban las penas del PSOE y, sobre todo, de sus muletas. No daban crédito: ¿Cómo podía ser, si este era el Gobierno más progresista de la galaxia?¿Qué había podido ocurrir, si todos sabían que bueno, bien bien a la gente no le iba, pero le habría ido peor con los otros en La Moncloa? ¿Acaso ese insigne tertuliano que hoy pontifica sobre lo que se debería hacer no decía ayer que “el sujeto político revolucionario de nuestros días es Greta Thunberg entrelazando los brazos con una adolescente feminista y una trans de 10 años”? ¿No era un plan sin fisuras convertir en parias de la tierra a las banqueras por mujeres, a los futbolistas millonarios por negros y al padrastro de las Kardashian por trans mientras se desprecia a los hombres heterosexuales porque “son un peñazo”? ¿Cómo es que no ha cuajado convertirse en la filial española del Partido Demócrata yanqui, con su envío de tanques en nombre de la paz incluido?
Algunos enumeraban los logros de Sánchez ―la subida del SMI, la ley de la vivienda, la reformilla laboral―, que en realidad son los de Podemos. Otros se lamentaban de que el marco de la campaña hubiera sido ETA y el pucherazo, porque parece que ven peor que se hable de ello que llevar asesinos en las listas o dejar que Marruecos se compre Melilla. También había quien culpaba a los fachapobres, que es que son gilipollas y votan mal; hay una izquierda que preferiría votar para cambiar al pueblo antes que plantearse que lo que falla son sus élites.
Por eso el lunes sonaban a Di Stefano cuando dijo lo de “jugamos como nunca, perdimos como siempre”. Por eso prefieren echarle la culpa a la gente por imbécil o al cambio de humor social, que se habría producido por ósmosis, sin mediar la izquierda en nada, antes que pensar que la política se parece cada vez más al fútbol. Y en lo que más se asemeja no es en las pasiones que levanta, sino en que muchos han dejado de interesarse por ella porque, como dice mi amigo, total, al día siguiente van a levantarse a la misma hora. Solo que, a diferencia de en el campo, en el Congreso se deciden las vidas de la mayoría de ellos. Ana Iris Simón es de Campo de Criptana (Ciudad Real), comenzó su andadura como periodista primero en 'Telva' y luego en 'Vice España'. Ha colaborado en 'La Ventana' de la Cadena SER y ha trabajado para Playz de RTVE. Su primer libro es 'Feria' (Círculo de Tiza). En EL PAÍS firma artículos de opinión.





























[ARCHIVO DEL BLOG] Sobre el origen del universo y la vida después de la vida. [Publicada el 27/06/2014]









Hace unos días publiqué en el blog una entrada: "El sinsentido de la existencia", que contrariamente a lo que yo pensaba no ha despertado excesivo interés por parte de los lectores del blog. Apenas un centenar de personas se han tomado la molestia de leerla. Lo que me confirma en la idea de que lo de "interesante" es un concepto absolutamente relativo ajeno a toda intencionalidad objetiva. De todas maneras, cabezota que es uno, insisto en el tema. Decía en ella que yo no le encontraba excesivo sentido a la misma, a la existencia. Que era de los que piensa que estamos aquí por puro azar. Que somos polvo de estrellas. Que al final vamos a desaparecer sin dejar rastro. Que todo lo que ha existido se extinguirá sin dejar recuerdo ninguno de su existencia ni de su paso por el mundo. Que nada quedará, ni siquiera memoria... Y que hay pocas cosas que puedan consolarnos de ese sinsentido de la existencia, Entre ellas, el amor, la amistad y los libros.
A pesar de ser de formación académica en Letras y Humanidades, reconozco que siento la pasión del neófito por la Ciencia. Y que a pesar de esa pasión, no entiendo absolutamente nada sobre ella. La madre naturaleza no me ha dotado de las cualidades necesarias para acceder, ni por aproximación, a los arcanos de la Física, la Química o la Cosmología. Por eso, cuando leo un artículo tan denso como el publicado en el último número de Revista de Libros por el profesor Viatcheslav Mukhanov, catedrático de Cosmología de la Ludwig-Maximilians Universität, de Munich, y premio Gruber de Cosmología 2013, titulado "El Universo Cuántico: de la Nada al Todo", se me disparan automáticamente todas las neuronas y entro en una especie de trance del que me resulta difícil salir. Y aquí estoy a la 1:38 de la madrugada (hora insular canaria), intentando relajarme a base de darle algún sentido racional a la pantalla en blanco de mi portátil.
El citado artículo se abre con una frase del físico estadounidense Steven Weinberg, profesor de la Universidad de Texas, en Austin
, y premio Nobel de Física 1979, tomada de su libro "Los tres primeros minutos del universo" (1977), que dice así: "Los esfuerzos para comprender el universo son una de las poquísima cosas que elevan la vida humana un poco por encima de la farsa y que le otorgan algo de la elegancia de la tragedia". Polemista como pocos, el profesor Weinberg, es también autor de una frase que ha hecho fortuna entre los científicos norteamericanos: Como el también polemista y biólogo Richard Dawkins, Weinberg mantiene una cruzada sin tregua, casi a vida o muerte, contra las tendencias "creacionistas" de buena parte de los científicos estadounidenses. Para no alargarme, dice Weinberg: "La religión es un insulto a la dignidad humana. Con o sin religión siempre habrá buena gente haciendo cosas buenas y mala gente haciendo cosas malas. Pero para que la buena gente haga cosas malas hace falta la religión". Comparto plenamente las dos primeras oraciones de la frase. La segunda, no tanto. Mi beligerancia no llega a tal extremo.
No puedo, por falta de capacidad, resumirles el artículo del profesor Mukhanov, pero les invito a leerlo si están interesados en ese asunto de la Cosmología y la Física Cuántica y el origen del Universo. Es lo más reciente que se ha escrito al respecto. Y dada la valía científica de su autor, merece la pena intentarlo.
Pero yo, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid (y el Guiniguada por Las Palmas), vuelvo a lo que me es y resulta más asequible: el sentido de la vida o de la existencia, la pervivencia de vida después de la vida. Personalmente no creo en ella. Me gustaría hacerlo, pero no me es posible. Ni tan siquiera a pesar de la admiración que siento por Teilhard de Chardin y las puertas que al respecto abre la lectura de su libro "El fenómeno humano", una de las obras científicas que más profunda e indeleble huella ha dejado en mí. Somos unos recien llegados en la historia de la evolución, y desde luego resulta difícil aceptar que seremos los últimos. Pero esas son cosas que explica mejor la neurobiología que la religión. Y no soy experto en ninguna de las dos. Así pues, aprovechando mi ignorancia, vuelvo a retomar lo dicho por otros, ahora sobre eso de la vida después de la vida, en la que yo no creo pero me gustaría creer. Aunque en ningún caso me preocupe.
En la autobiografía del escritos israelí Amos Oz de la que vengo hablando en estos últimos días: "Una historia de amor y oscuridad" (Siruela, Madrid, 2004, 3ª edición), hay unas páginas (505-508) que el autor dedica a su relación, como alumno, con el profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén Samuel Hugo Bergman. No me resisto a trascribirlas literalmente, y espero que tengan la paciencia de leerlas hasta el final y comprenderán la razón (o sin razón) de esta entrada, si es que han sido capaces de leer igualmente el enlace de más arriba.
"Después de hacer el servicio militar-dice Oz-, en el año 1961, la secretaría del kibbutz Hulda me envió a estudiar dos años a la Universidad Hebrea. Estudié literatura, porque el kibbutz necesitaba con urgencia un profesor de literatura de enseñanza media, lo que nosotros llamábamos "clases de continuación", y estudié filosofía porque me empeñé en estudiar filosofía. Cada lunes, de cuatro a seis de la tarde, había unas cien personas reunidas en el aula magna del edificio Meiser para oír el ciclo de conferencias del profesor Samuel Hugo Bergman sobre el tema "La filosofía dialéctica de Kierkegaard a Martin Buber". También Fania, mi madre, estudió filosofía con el profesor Bergman en Har Hatzofim en los años treinta, antes de casarse con mi padre, y él la recordaba con afecto y cariño. En el año 61 el anciano Bergman ya era un profesor jubilado, emérito, pero nosotros estábamos fascinados por su lúcida y penetrante sabiduría. Me emocionaba pensar que el hombre que estaba ante nosotros había sido compañero de clase de Kafka, y durante dos años -eso nos contó una vez-se sentó en el mismo pupitre que Kafka en el "gymnasium" de Praga, hasta que llegó Max Brod y le quitó el sitio.
Durante aquel invierno, Bergman invitaba a cinco o seis alumnos, los que le resultaban más simpáticos o por los que se interesaba más, a ir a su casa una o dos horas después de clase. Todos los lunes, a las ocho de la tarde, yo llegaba en el autobús número 5 desde el nuevo campus de Guivat Ram al modesto piso del profesor Bergman en Rehavia. Un ligero olor, continuo y agradable, una mezcla de polvo de libros, pan recié
n hecho y geranios, flotaba en la habitación. Nos sentábamos en el sofá y en la alfombra  a los pies de nuestro gran maestro, amigo de juventud de Kafka y de Martin Buber y autor de los libros en los que estudiábamos la historia de la epistemología y los principios de la lógica, y permanecíamos en absoluto silencio esperando sus palabras. Samuel Hugo Bergman era un hombre corpulento incluso de viejo. Con su melena canosa, con sus sonrientes arrugas de ironía en las comisuras de los párpados, con su mirada perspicaz pero inocente y pura como la de un niño curioso, Bergman se parecía mucho al viejo Albert Einstein de las fotografías. Con su acento alemán-checo caminaba por la lengua hebrea no con naturalidad y propiedad sino con cierta solemnidad festiva, como un pretendienter feliz cuya amada por fin le correspondía y ya podía enorgullecerse y demostrarle que no se había equivocado con él.
Casi el único tema que trataba nuestro maestro en esos encuentros privados era la pervivencia del alma, o la posibilidad, si es que existía alguna posibilidad, de una existencia después de la muerte. De eso nos hablaba las tardes de los lunes de aquel invierno, mientras la lluvia golpeaba las ventanas y el viento silbaba en el jardín. A veces nos pedía nuestra opinión y escuchaba atentamente, no como um maestro paciente vigilando los pasos de sus alumnos, sino como alguien que estuviera oyendo una obra musical muy compleja y entre todos los sonidos tuviese que localizar uno especial, menor, y determinar su autenticidad.
-Nada -nos dijo una de aquellas tardes inolvidables para mí, hasta tal punto no lo he olvidado que creo que podría repetir sus palabras casi al pie de la letra-, nada desaparece. Jamás. De hecho la palabra "desaparición" supone que el universo es aparentemente finito y que es posible alejarse de él. Pero naaada (alargó a propósito esa palabra), naaada sale jamás del universo. Ni tampoco entra en él. Ni una sola mota de polvo desaparece ni se añade. La materia se transforma en energía y la energía, en materia, los átomos se unen y se vuelven a separar, todo cambia y se transforma, pero naaada puede pasar de ser a no ser. Ni el más minúsculo pelo que pueda brotar en la punta de la cola de un virus. El concepto de infinito es completamente abierto, abierto hasta el infinito, pero al mismo tiempo es un concepto cerrado herméticamente: nada sale y nada entra.
Pausa. Una sonrisa desnuda e ingenua se expandía como la luz del ocaso por el paisaje de arrugas de su rostro rico, fascinante: 
-Y entonces por qué, tal vez alguien pueda explicármelo, por qué se empeñan en decirme que lo único que se aparta de esta regla, lo único que está destinado a ir al infierno, a convertirse en no ser, lo único a lo que le espera la aniquilación total en todo el universo, donde ningún átomo puede reducirse a la nada, es precisamente a mi pobre alma. ¿Es que cualquier mota de polvo y cualquier gota de agua va a continuar existiendo eternamente, aunque con otra forma, todo excepto mi alma? 
-El alma  -murmuró algún joven y perspicaz genio desde un rincón de la habitación- aun no la ha visto nadie.
-No -aceptó Bergman de inmediato-, pero tampoco las leyes de la física y las matemáticas se las encuentra uno por los cafés. Tampoco la sabiduría, la necedad, el placer o el miedo. Nadie ha metido aun una pequeña muestra de alegría o de nostalgia en una probeta. Pero, mi querido joven, ¿quién te está hablando ahora? ¿Los humores de Bergman te están hablando? ¿Su bazo? ¿Será por casualidad el intestino grueso de Bergman el que está filosofando contigo¿ ¿Y quién, perdóname, provoca en este momento esa sonrisa tan poco agradable en tus labios? ¿No es tu alma? ¿Los cartílagos tal vez? ¿Los jugos gástricos?
Y en otra ocasión dijo:
-¿Qué nos espera después de la muerte? Naaadie lo sabe. De cualquier modo es un desconocimiento que comporta cierta demostración o cierto potencial de persuasión. Si yo cuento esta tarde que a veces oigo la voz de los muertos y que su voz es más clara y comprensible para mí que la mayoría de las voces de los vivos, tenéis todo el derecho a decir de inmediato que este viejo se ha vuelto loco. Que ha perdido un poco la cabeza por el espanto que le causa la cercanía de la muerte. Por tanto no os hablaré de voces, esta tarde os hablaré de matemáticas: como naaadie sabe si hay algo o no hay nada más allá de nuestra muerte, de este desconocimiento absoluto se puede concluir que la posibilidad de que exista algo es exactamente igual a la posibilidad de que no exista nada. Un cincuenta por ciento para la aniquilación y un cincuenta por ciento para la pervivencia. Para un judío como yo, un judío de Centroeuropa de la generación del holocausto nazi, esa posibilidad de pervivencia completamente estadística no es en absoluto despreciable.
Por aquellos años también a Gershom Scholem, amigo y admirador de Bergman, le fascinaba al tiempo que le mortificaba la cuestión de la vida después de la muerte. La mañana en que informaron por la radio de la muerte de Scholem escribí: Gershom Scholem ha muerto esta noche. Ahora lo sabe.
También Bergman lo sabe ya. También Kafka. Y mi madre y mi padre. Y sus conocidos y amigos, y la mayoría de los hombres y mujeres de aquellos cafés, aquellos que utilicé para contarme historias y aquellos que ya han caído en el olvido, todos lo saben ahora. Algún día también nosotros lo sabremos. Y mientras tanto seguiremos aquí recopilando diferentes datos. Por si acaso".
Espero que les haya resultado interesante. Yo he disfrutado mucho escribiéndola. Y ahora, sean felices también ustedes, por favor, y como decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt