viernes, 29 de diciembre de 2023

De la juventud de hoy

 








Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz viernes. Los jóvenes de hoy son un desastre, comenta en mi propuesta de lectura para hoy en El País el politólogo Víctor Lapuente. Siempre han sido un desastre, añade: contradicen a sus padres y tiranizan también a los pedagogos y profesores, decían en Grecia hace 2.500 años. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. HArendt. harendt.blogspot.com











La juventud de hoy
VÍCTOR LAPUENTE
25 DIC 2023 - El País - harendt.blogspot.com

Los jóvenes de hoy son un desastre. Siempre han sido un desastre. Contradicen a sus padres y tiranizan también a los pedagogos y profesores, decían en Grecia hace 2.500 años. Piensan que lo saben todo, advertía Aristóteles. No prevén lo que es útil, se lamentaba Horacio. Y así, por los siglos de los siglos, hasta el último informe PISA.
Es una constante histórica que los mayores de edad se quejen de los menores. Cada generación acentúa unos defectos. Los japoneses medievales se fijaban en cómo los jóvenes degradaban el lenguaje hablado; nosotros, el escrito: con internet y las redes sociales, cometen faltas de ortografía, usan un léxico pobre y no saben redactar. En la Inglaterra del XVII criticaban su dura agresividad; nosotros, su blanda hipersensibilidad.
La cuestión es que no están a nuestra altura. Y es verdad, pero no porque ellos estén más abajo, sino porque nosotros (creemos que) estamos más arriba. Lo mostraron los psicólogos John Protzko y Jonathan Schooler en un artículo en Science. En una serie de experimentos vieron que los adultos consideraban que, en comparación con generaciones anteriores, la juventud de hoy estaba en declive. Pero, curiosamente, ese desprecio hacia los jóvenes dependía de cuáles eran las virtudes que los adultos tenían, o pensaban que tenían. Así, las personas mayores más autoritarias enfatizaba que los jóvenes de hoy no respetan a los mayores; y las más lectoras que los jóvenes de hoy leen menos. Es decir, comparamos a los jóvenes con nuestra mayor fortaleza (yo pongo más atención a su expresión escrita que a sus habilidades matemáticas). Y, sobre todo, cotejamos a la juventud real de hoy con un ser ficticio: la persona que creemos que fuimos. Ese holograma de madurez y sensatez, responsabilidad y amabilidad… que nunca existió.
Pero si, subjetivamente, la juventud de hoy sigue igual, objetivamente, no es así. Están peor. Como muestra Ignacio Conde-Ruiz en La juventud atracada, los jóvenes de hoy lo tienen más difícil que nosotros. Sufren más problemas: precariedad, dificultad para acceder a una vivienda (se van de casa, de media, a los 30,3 años). Y disfrutan de menos poder: en las primeras décadas de la democracia los jóvenes eran más de un tercio del electorado y ahora son un quinto. Sus demandas no se atienden. Nos hemos bebido su elixir y les hemos dejado la eterna juventud.




























 





[ARCHIVO DEL BLOG] Las falacias de los sistemas electorales. [Publicada el 30/09/2015]











No hay sistemas electorales buenos o malos. Todos tienen ventajas e inconvenientes. Si acaso, los hay mejores y peores a la hora de establecer la más exacta correlación entre los votos emitidos y obtenidos por cada candidatura y los escaños atribuidos a cada una de ellas. Pero eso sí, todos están hechos a la medida de los intereses de quienes los promueven.
Entre las manipulaciones más conocidas de un sistema electoral en beneficio propio alcanzó renombre universal el "Gerrymandering". Un término de ciencia política referido a una manipulación de las circunscripciones electorales de un territorio, uniéndolas, dividiéndolas o asociándolas, con el objeto de producir un efecto determinado sobre los resultados electorales y mejorar o empeorar los resultados de un determinado partido político o grupo étnico, lingüístico, religioso o de clase. Era, por tanto, una técnica destinada a quebrar la imparcialidad de un sistema electoral determinado haciendo que el porcentaje de escaños de un distrito no coincidiera con el porcentaje de población del mismo, pues algunos distritos estaban sobrerrepresentados y otros infrarrepresentados.
El término "Gerrymandering" fue una invención periodística con origen en el apellido del gobernador del estado norteamericano de Massachusetts, Elbridge Gerry, que hacia 1812, preocupado porque su partido, el Demócrata-Republicano, no lograba la victoria en los distritos del norte y el oeste del estado, decidió unificar todos esos distritos en uno solo, que de ese modo obtendrían menos escaños en la legislatura.
Unos periodistas de la época, al observabar el nuevo mapa electoral, se percataron de que el distrito así creado tenía la forma de una salamandra a la que pusieron por nombre "Gerry-mander". La caricatura de la salamandra se publicó en el Boston Gazette en marzo de 1812, y representaba a un extraño animal con garras, alas y una cabeza que recuerda a la de un dragón. El término tuvo éxito, pasando a designar cualquier forma de manipulación de los distritos electorales con fines partidistas. Su institucionalización se completó con su inclusión en el Oxford English Dictionary en 1848.
En España el sistema electoral diseñado por la Constitución de 1978 es el proporcional, es decir, aquel en el que la atribución de escaños se produce de manera directamente proporcional a los votos obtenidos por cada candidatura en la circunscripción electoral de que se trate. Eso sí, con correcciones y añadidos como el tamaño poblacional de cada circunscripción, el número de estas y los escaños atribuidos a cada una de ellas, la fijación de un número mínimo de escaños por circunscripción y de votos obtenidos en cada una de ellas o en conjunto de la comunidad autónoma por debajo de las cuales no se atribuyen escaños a las candidaturas. Hay más, pero esas son las principales falacias que distorsionan, a gusto de sus promotores, los resultados electorales en España. Lo explicaba muy bien El País en un reciente artículo titulado De votos a escaños, firmado por Marcos Sanz y Francisco Camas, que pueden leer en el enlace anterior.
Por mi parte, desearía exponer dos ejemplos de distorsión de los resultados electorales, en función del sistema electoral proporcional aplicable, muy recientes en el tiempo: las elecciones al parlamento de Cataluña  del domingo pasado, y las elecciones al parlamento de Canarias, en marzo de este mismo año.
En Cataluña hay cuatro circunscripciones electorales y en Canarias siete, a efectos de elegir a los 130 diputados del parlamento catalán y los 60 del parlamento canario.
Estos son los resultados oficiales de las elecciones al parlamento de Cataluña del domingo pasado, con el número de votos obtenidos por cada lista electoral y el número de escaños atribuidos a la misma, unificados al ámbito regional:
Número total de votos emitidos (Válidos+nulos+en blanco): 4.115.807
Votos y escaños obtenidos por cada candidatura:
Juntos por el Sí: 1.620.973
Escaños: 62
Ciudadanos:  734.910
Escaños: 25
Partido Socialista de Cataluña:  
522.209 
Escaños: 16
Cataluña es Posible:  366.494 
Escaños: 11
Partido Popular:  348.444 
Escaños: 11
CUP:  336.375 
Escaños: 10
Unión Democrática de Cataluña:  102.870 
Escaños: 0
Ahora bien, si se aplicase un sistema electoral proporcional puro, es decir, uno en que la circunscripción electoral fuera la totalidad de la comunidad autónoma de Cataluña y no existiesen barreras de acceso al escaño en función de un número mínimo de votos obtenidos por cada candidatura, sistema este empleado en la elección de los diputados por España en el parlamento europeo, los resultados varían ostensiblemente. La fórmula de cálculo es sencilla: se divide el número total de votos emitidos (4.115.807) por el de escaños (130) y se van atribuyendo escaños a cada lista en función del cociente obtenido de la división anterior (1 escaño por cada 30.487 votos obtenidos) y aplicando los escaños sobrantes según los restos sobrantes (no enteros) de votos de cada lista. El resultado obtenido sería el siguiente:
Juntos por el Sí: 54 escaños
Ciudadanos: 24 escaños
Partido Socialista: 18 escaños
Cataluña es Posible: 12 escaños
Partido Popular: 12 escaños
CUP: 11 escaños
Unión Democrática de Cataluña: 4 escaños
La distorsión de los resultados electorales en las elecciones al parlamento de Canarias de marzo pasado son aún mucho más llamativas. Unificados en el ámbito regional los resultados obtenidos en las elecciones de marzo pasado son estos:
Número total de votos emitidos: 931.876 (Válidos+nulos+en blanco)
Votos y escaños obtenidos por cada candidatura:
Partido Socialista Canario: 182.006 
Escaños: 15
Partido Popular: 170.129 
Escaños: 12
Coalición Canaria-PNC: 164.458 
Escaños: 16
Podemos: 133.044 
Escaños: 7
Nueva Canarias: 93.634 
Escaños: 5
Ciudadanos: 54.375 
Escaños: 0
Unidas: 23.428 
Escaños: 0
Canarias Decide (IU+LV): 20.027 
Escaños: 0
Agrupación Socialista Gomera: 5.090 
Escaños: 3
Agrupación Herreña Independiente: 2.521 
Escaños: 2
Si aplicamos el sistema electoral proporcional puro expuesto más arriba, es decir, uno en que la circunscripción electoral fuera la totalidad de la comunidad autónoma de Canarias y no existiesen barreras de acceso al escaño en función de un número mínimo de votos obtenidos por cada candidatura, los resultados varían ostensiblemente. La fórmula de cálculo es sencilla: se divide el número total de votos emitidos (931.876) por el de escaños (60) y se van atribuyendo escaños a cada lista en función del cociente obtenido de la división anterior (1 escaño por cada 15.531 votos obtenidos) y aplicando los escaños sobrantes según los restos sobrantes (no enteros) de votos de cada lista. El resultado obtenido sería el siguiente: 
Partido Socialista Canario: 13 escaños
Partido Popular: 12 escaños
Coalición Canaria-PNC: 11 escaños
Podemos: 9 escaños
Nueva Canarias: 7 escaños  
Ciudadanos: 4 escaños
Unidas: 2 escaños
Canarias Decide (IU+LV): 2 escaños
Agrupación Socialista Gomera: 0 escaños
Agrupación Herreña Independiente: 0 escaños
Termino. Les recomiendo la lectura de este interesante artículo del profesor de Filosofía del Derecho de la Universidad Pública de Navarra, Jorge Urdánoz Ganuza, titulado Diseño electoral en beneficio propio. Creo que lo encontrarán muy interesante e instructivo. Les propongo un sencillo ejercicio de ingeniería electoral: Busquen los datos de las últimas elecciones al parlamento de su comunidad autónoma (los pueden encontrar en la página electrónica de cada uno de ellos) y trasládenlos a un hipotético sistema electoral proporcional puro, de forma similar a como yo he hecho con los de Cataluña y Canarias. Seguro que se sorprenderán. Y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν", nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt 










jueves, 28 de diciembre de 2023

Del día de los inocentes

 








Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz miércoles. Mi propuesta de lectura para hoy, del cineasta David Trueba, comenta en El País que bromear sobre asuntos muy serios es la gimnasia adecuada, incluso para aquellos que sostienen que ya no se puede hablar de nada con libertad, y que los añorados chistes de gangosos y mariquitas no han muerto por la censura integrista sino por la evolución de la inteligencia, y porque humillar y burlarte del más débil de la clase ya no es la lección que te enseñan en el primer día de cole. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. HArendt. harendt.blogspot.com






El Día de los Inocentes
DAVID TRUEBA
25 DIC 2023 - El País - harendt.blogspot.com

El Día de los Inocentes ya no se celebra con la espontaneidad de antes. Los padres despertaban a los hijos con una falsedad creíble y los hijos se vengaban a lo largo del día. En los medios de comunicación se hacían correr incruentas mentiras. Pero cómo celebrarlo hoy en día si las mentiras son la salsa de la realidad, si lo falso toma el sitio de lo auténtico desde que los propios fabricantes comenzaron a encargar en China réplicas baratas de sus productos para hacer caja en todos los segmentos. Me gusta mucho una celebración catalana del Día de la Radio que consiste en que los locutores de una cadena se intercambian con los de la competencia. Los oyentes experimentan una sorpresa bienhumorada y cordial. Imaginen que al arrancar la mañana, los locutores de una barricada se han pasado a la contraria. Y que avanzado el día, Pedro Sánchez es presidente del partido opositor y Núñez Feijóo ocupa el Gobierno con la misma tenacidad que el anterior no lo suelta, incluido por supuesto el pacto con quien le garantice el poder. Sería menos sorprendente que su equipo de portavoces intercambiaran el sitio, pues estos ya a diario acostumbran a decir una cosa y la contraria en función de las veleidades del rumbo de sus partidos.
Lo que estaría bien es que ese intercambio se extendiera en todos los sectores y por un día y el presidente de la patronal se fuera a hacer camas a un hotel parejero. Y el gremio de grandes empresarios lo dirigiera por unas horas una sirvienta sin contrato. También la valla fronteriza la vigilaría un recién llegado en patera y tendría que saltarla en tres intentos un cuerpo integrado por Marlaska, sus antecesores y los ingenieros que diseñan el foso y las concertinas de nuestros muros disuasorios. Un transexual dirigiría la Conferencia Episcopal y un abusado de niño en un colegio ofrecería una conferencia de apertura de curso para los padres fundadores. El rey Felipe VI podría pasar la jornada en un piso de 12 metros sin calefacción y moverse por su ciudad en el metro en hora punta, mientras que el palacio de la Zarzuela festejaría una jornada de puertas abiertas para los habitantes de la Cañada Real, pues incluso el nombre de su asentamiento es homenaje a la corona. A los directores de periódicos se les concedería el día libre con un paseo por la montaña para que experimentaran en carne propia la fragilidad de los osos, la nobleza del lobo y la poca peligrosidad de las serpientes venenosas.
En ese Día de los Inocentes, a las directivas del Ministerio de Igualdad las mandaríamos a un tribunal de familia para escuchar en qué consiste un divorcio entrampado y a la presidenta de la Comunidad de Madrid a comer en un centro de ancianos la misma papilla infecta en la que se ahorra tres euros por menú. Bromear sobre asuntos muy serios es la gimnasia adecuada, incluso para aquellos que sostienen que ya no se puede hablar de nada con libertad mientras son portada del suplemento dominical y salen en programas de máxima audiencia. Los añorados chistes de gangosos y mariquitas no han muerto por la censura integrista sino por la evolución de la inteligencia, como humillar y burlarte del más débil de la clase ya no es la lección que te enseñan en el primer día de cole.



























[ARCHIVO DEL BLOG] Más información no es más conocimiento. [Publicada el 11/10/2016]












Dicen que quien controla la información controla el poder... Es posible que sea verdad, pero dada la enorme difusión de información que se produce en internet y a través de las redes sociales, al menos mientras vivamos en el seno de democracias liberales, a mí me parece que ese control es difícil que se produzca. Pienso que la frase con la que inicio la entrada sería más exacta si dijera que quien manipula la información tiene más posibilidades de controlar el poder... Es una opinión. En todo caso me parece claro que una gran masa de información disponible no se corresponde con un mayor conocimiento por parte de los usuarios de esa información. De ahí la necesidad imperiosa de que existan órganos mediadores que conviertan la información en conocimiento: órganos de prensa libres, universidades, profesores, informadores, etc., etc. A lo largo de la entrada quedará más explícita esta opinión.
El filósofo Xavier Rubert de Ventós, en un artículo titulados La red del pescador nos contaba como los dioses castigaron tanto a Prometeo como Adán por curiosear más de la cuenta; por su pretensión de romper el monopolio divino del conocimiento y repartirlo entre los mortales. Para nuestros teóricos de Internet, la Red sería hoy su reencarnación: el nuevo héroe que rompe el monopolio institucional de la información para distribuirlo entre los usuarios de Google. Una hermosa metáfora para explicar que el castigo le fue impuesto por robar el fuego a los dioses y ofrecérselo a los humanos. Les pasó "información privilegiada", que diríamos hoy, y por eso se quedó sin empleo en el Olimpo.
El término red -o en red-, señalaba, ha venido asociándose desde entonces a una libre y masiva difusión de los saberes. Frente a su tradicional distribución jerárquica y parsimoniosa, estos saberes se estarían haciendo hoy inmediatamente, democráticamente accesibles a todos.
Pero no nos precipitemos, nos dice. Mejor quizá demorarnos por un momento en las palabras mismas y su aura. Nietzsche decía que "las palabras son metáforas que hemos olvidado que lo eran". Ahora bien, si dejamos que las palabras repercutan en nosotros, que nos golpeen con toda la carga de su origen, pronto descubrimos que la palabra red evoca un universo de asociaciones muy distinto, opuesto incluso al anterior. La palabra red no nos sugiere algo que difunde sino algo que más bien retiene; no nos suena tanto a acumulador o difusor como a filtro o malla que captura ciertos elementos (peces o datos) y permite a otros pasar. Y lo decisivo es entonces la trama más o menos tupida de nuestra red; de una red que nos permita atrapar todos -y sólo- los datos o informaciones relevantes para el caso que nos ocupa.
¿Y no será -se pregunta- que en el saber, como en el pescar, lo importante es la correspondencia entre el tupido de la red y el tamaño de la presa a capturar? Una cuestión de ajuste, de encaje, adecuación, acomodo o como quiera llamársele. En todo caso, no una cuestión de pura cantidad o intensidad. Y así son al cabo -pienso aún- todas las operaciones delicadas, sean de la naturaleza que sean: sea el Faeton de Ovidio siempre en peligro de ser víctima del "calentamiento global", sea la observación microscópica de Heisenberg, que, como la mirada del Basilisco, puede distorsionar o incluso matar lo observado, sea la candela que, según dicen los mexicanos, no hay que colocar "ni tan cerca que queme al santo ni tan lejos que no le alumbre".
Esta cuestión de acomodo o proporción, nos dice, ha sido abordada por Manuel Castells, pero parece olvidada en gran número de estudios sobre la Sociedad de la Información. Y ello contra toda evidencia de que la pura acumulación degenera a menudo en atasco; de que pocas veces, si alguna, lo máximo resulta ser lo óptimo. La máxima información, en efecto, tiende a generar confusión: Aranguren, señala, fue mi mejor maestro precisamente porque me señaló los textos y libros que no era necesario leer (Wikipedia, por el contrario, me ofrece demasiados). El continuo flujo de moribundos en pateras nos escandaliza, ciertamente, pero a menudo nos coarta y paraliza toda respuesta personal frente a algo que parece rebasarnos. La competencia rápida y fácilmente adquirida -el pollito que sale del huevo y ya anda- es propio de especies inferiores que no alcanzan "adolescer" de una larga adolescencia. El crecimiento desmesurado y sin control de una célula es lo que los médicos llaman metástasis o cáncer.
Y así en todo, sigue diciéndonos. Incluso en la memoria con más gigas de la cuenta, como la del pobre Funes borgiano incapaz de olvidar nada, ahíto de bites, atontado. Como les ocurre a menudo a nuestros ordenadores, Funes había perdido aquella "capacidad de olvido" ensalzada por Rousseau: "Aquel defecto de memoria que nos deja en el feliz estado de tener la suficiente para que todo nos sea comprensible pero carecer lo bastante de ella para que todo nos aparezca como nuevo".
Kant, nos dice, nos advirtió ya de que la pura información sin criterio alguno de selección es ciega. Bacon y Popper añadieron que la naturaleza es muda mientras no aprendamos a hacerla hablar con preguntas a la vez pertinentes e intencionadas (crueles incluso, según Bacon, que comparaba el laboratorio moderno al torno con el que el Gran Inquisidor hacía "cantar" al hereje -un hereje que hoy sería el ADN o los agujeros negros-). Norbert Wiener fue más preciso todavía: "Existe un techo al número de variables o de informaciones con las que podemos operar y que sabemos manejar operativamente". Un techo del que era bien consciente un veterano político, sobrado y lenguaraz, que me aconsejaba en el Parlamento la siguiente estrategia informativa para con los miembros de la oposición: "Si no puedes darles menos información de la que necesitan, dales más de la que pueden asimilar: colápsalos". Ciegos, mudos, colapsados: así es, en efecto, como puede dejarnos una eufórica utilización de la Red que olvide su parentesco lógico y etimológico con la red del pescador.
Todo el artículo de Rubert de Ventós está plagado de citas filosóficas dirigidas a hacernos ver que el exceso de información existente hoy en día en la Red (la Red Global Mundial, traducción de su famoso y universal acrónimo WWW) puede generar confusión y acabar por dejarnos ciegos, mudos y colapsados. Pero él, y con él las bellas metáforas que cita de Castells, Aranguren, Nietzsche, Kant o Wiener, lo explican y justifican mucho mejor. Y si tienen oportunidad de hacerlo no dejen de leer el Prometeo encadenado, de Esquilo, o el Frankenstein o el moderno Prometeo, de Mary Shelley. Entenderán, entonces, lo que los dioses no querían que supiéramos.
Hace nada menos que ciento veinticinco años, en 1890, dos profesores estadounidenses, Samuel Warren y Louis Brandeis, publicaron en la Harvard Law Review un artículo titulado El derecho a la intimidad, en el que se decía lo siguiente: "Cada gramo de chismorreo indecente se convierte en simiente de otros, y, en proporción directa a su divulgación es causa del debilitamiento de los valores sociales y de la moralidad. Incluso un chisme aparentemente inicuo, divulgado amplia y persistentemente, es un mal en potencia: empequeñece y pervierte. Empequeñece al invertir la trascendencia relativa de las cosas, minimizando, así, los pensamientos y aspiraciones de la gente. Cuando el chisme referido a un persona alcanza el rango de letra impresa, ocupando el espacio disponible para los temas de verdadero interés para la comunidad, ¿cómo puede extrañarnos que los ignorantes y los inconscientes confundan su importancia relativa? La trivialidad destruye, al mismo tiempo, el vigor del pensamiento y la delicadeza del sentimiento. Bajo su influencia destructiva, no puede florecer el entusiasmo, ni sobrevivir el impulso generoso". La cita es de Plácido Fernández-Viagas, en su libro Inquisidores 2.0, ya comentado por mí con anterioridad en el blog.
Cualquier usuario responsable de internet y las redes sociales seguro que se ve reflejado en el párrafo anterior. Aunque las usemos con entusiasmo y promiscuidad quiero suponer que somos conscientes de la enorme cantidad de morralla que circula y que difundimos, algunas veces a propósito y la mayoría por ignorancia supina, a través de ellas. 
Pero hay peligros mucho mayores en la red que los de la difusión de chismes, teorías esotéricas y gilipolleces al por mayor. En un artículo escrito en El País por el profesor Fernando Vallespín titulado La dialéctica de la digitalización, se atrevía a decir que hoy comenzamos a tener la sospecha de que mientras retozamos dichosos en el ciberespacio hemos entrado sin saberlo en una nueva jaula de hierro, bien vigilada y sujeta a un escrutinio anónimo, sin conocer todavía con exactitud la dimensión exacta de esta amenaza o quién se va a ver beneficiado por ella, y mucho menos sus consecuencias a largo plazo. 
Alimentamos con regocijo la Red, continuaba diciendo, y otros toman buena nota de las preferencias que cándidamente les damos. La gran pregunta es si la liberación que promete internet, añadía, puede acabar convertida en su contrario. Hoy hemos accedido, decía, a una “democracia de enjambre”, una “sumatoria privada de muchedumbres” reactivas, que se mueven a base de flujos de halago o descalificación, y que, como un seísmo, sacuden el espacio público llenándolo de ruido e impiden, la mayoría de las veces, una reflexión serena. Nos podrá gustar o no, seguía diciendo, pero está ahí para quedarse y comienza a reivindicar una nueva política todavía apenas visible. ¿Cuáles serán sus consecuencias; cómo puede afectar la nueva realidad virtual al despliegue de la democracia; facilitará el ejercicio de las virtudes cívicas o las subvertirá? Todo son preguntas, decía. Internet nos ofrece la posibilidad de invertir el panóptico foucaultiano, de ser nosotros quienes observamos y controlamos al poder, y no a la inversa. Esta es la premisa que hasta hace bien poco dábamos por supuesta.
Por eso conviene, concluía diciendo, que abandonemos la situación de encantamiento y embeleso en que nos ha sumido la digitalización y tomemos conciencia de sus ambivalencias. Que, como bien dijeran Adorno y Horkheimer en su día respecto de la Ilustración, todo avance en el proceso de racionalización del mundo tiene también sus costes, genera su propia antítesis. Si reaccionamos rápido, añadía, puede que aún estemos a tiempo de evitar que este espacio de libertad se convierta en una nueva forma de dominación. En la peor de todas, además, porque es silenciosa, encubierta y, por tanto, imbatible. Un nuevo Mundo feliz con soma digitalizado.
También en Revista de Libros se hizo eco de esta inquietud el profesor Manuel Arias Maldonado en su artículo La cara oscura de internetMucho antes de que tuviéramos en nuestras manos el primer smartphone, decía al inicio del mismo, su existencia había sido ya conjurada por la literatura. En una novela futurista publicada en 1946, titulada Heliópolis, el escritor alemán Ernst Jünger habla del Phonophor, un pequeño dispositivo que cada persona lleva en el bolsillo de su camisa –igual que en Her, la película de Spike Jonze sobre el single transmoderno– mediante el cual es posible telefonear, hacer cálculos, votar en referendos, conocer la propia ubicación, trazar itinerarios, obtener el pronóstico meteorológico, consultar libros o manuscritos. Para un espíritu aristocrático como el de Jünger, una invención así sólo podía dar pábulo a una distopía social. Y no solamente por recelo hacia una extensa participación política ciudadana, sino también porque la posibilidad de la localización permanente se le aparecía, recién derrotado el totalitarismo nazi y victorioso el soviético, como una amenaza mortal para la privacidad individual.
Setenta años después, continuaba diciendo, en nuestras agitadas sociedades democráticas, llevamos alegremente nuestros phonophoros a todas partes, sin limitarnos a ofrecer datos sobre el lugar en que nos encontramos: dejamos una huella indeleble de nuestras actividades y preferencias. Hasta hace poco veníamos haciéndolo sin plena conciencia, como si la vida digital estuviese separada de la vida analógica por alguna misteriosa membrana de aislamiento. Pero el descubrimiento de que la Agencia de Seguridad Nacional estadounidense venía realizando un espionaje masivo del tráfico digital, con la colaboración de unas grandes empresas tecnológicas que con ello dejaban de ser cómplices del ciudadano para convertirse en cómplices del sistema, supuso el fin de la inocencia: la red ha dejado de ser un juguete y exhibe abiertamente por vez primera su irremediable ambivalencia. Se ha producido así un cambio en el estado de ánimo colectivo que Michael Saler ha sintetizado con acierto: "Como debutante ante el público general en los años noventa, Internet fue saludado como un genuino paraíso de conocimiento colectivo, comunicación global y libre empresa. Hoy, sin embargo, es en la misma medida denunciado como un chispeante infierno de vigilancia estatal, manipulación corporativa y actividad criminal".
El artículo del profesor Arias Maldonado era una reseña crítica de las más recientes publicaciones académicas en todo el mundo sobre este aspecto negativo para la intimidad y la libertad de las personas y los ciudadanos en que se han convertido internet y las redes sociales. En ese sentido, dice al final del mismo, la sola existencia de obras como las reseñadas sirve para tratar de conjurar los peligros que está trayendo consigo el rápido crecimiento de la Red. A medida que conocemos en toda su magnitud los desafíos de la digitalización, el debate público sobre la misma se hace más rico y sofisticado. De alguna manera, esta toma de conciencia corresponde a una maduración social progresiva, a una ganancia en reflexividad que ilustra la medida en que, hasta ahora, habíamos permanecido en la fase lúdica de la digitalización: una familiarización mediante el juego, la experimentación, el error. ¿Podría entenderse de otra manera que la prensa, por poner un ejemplo, ofreciera inicialmente todos sus contenidos gratis en la Red, poniendo así gravemente en peligro su futura viabilidad comercial? No obstante, como razonan Tobias Hürter y Thomas Vašek, no parece razonable renunciar a una de las más poderosas invenciones humanas sólo porque hayamos descubierto que su potencia no carece de riesgos. Puede que Internet haya nacido ayer, pero la humanidad no: conservemos la calma e iluminemos en lo posible el lado oscuro de nuestro progreso técnico sin renunciar a sus frutos.
Y volvemos a la pregunta del inicio de la entrada: ¿más información es más conocimiento? Yo diría que no siempre, o peor aún, que casi nunca es así, y que para que sea así tenemos necesidad imperiosa de "intermediarios" que filtren el flujo de información para que se convierta en conocimiento. Esta es la tesis que mantiene el profesor Luis Guerra en su artículo La tarea del mediador de hace unos días en El País.
Los cambios en las tecnologías de la información y la comunicación están propiciando a su vez cambios profundos en el mercado laboral, nos dice el profesor Guerra. Si muchas profesiones parecen ahora innecesarias, otras deben redefinirse para adaptarse a los nuevos tiempos. Algunas profesiones del ámbito de las ciencias sociales, en concreto las de la mediación intelectual, son un buen ejemplo de esto último.
La confusión generalizada y la falta de discriminación entre lo que solo es el acceso a los datos y el conocimiento como tal, añade, ha llevado a muchos a pensar, erróneamente a mi juicio, que actividades como la docencia, el periodismo o la edición, ya no son necesarias: ¿Qué sentido tiene la labor del docente cuando los discentes tienen acceso directo a los datos?, ¿y cómo justificar la labor del periodista cuando el ciudadano puede “conocer” directamente los hechos?, ¿son, en fin, necesarios los editores, cuando cada uno puede publicar sus textos y difundirlos en la web? En un contexto en el que las tecnologías de la comunicación propician la relación directa entre la fuente (de conocimiento, de información, de creación) y los individuos de la sociedad (en calidad de estudiantes, ciudadanos o lectores)… ¿Qué sentido tiene la mediación?
Si puedo escuchar directamente a Chomsky, nos dice que argumentan sus alumnos de lingüística, ¿para qué necesito que el profesor de lengua me explique la gramática generativa? Si el usuario de una red social es capaz de generar y difundir una noticia, ¿para qué tengo que informarme a través de determinado medio? ¿Para qué, en fin, es necesario un sello editorial si cualquiera puede auto editar y publicar sus textos?
Estos razonamientos, añade, a mi entender, pasan por alto la diferencia existente entre datos, información y conocimiento. Si bien las tecnologías de la información y la comunicación hacen posible el acceso a los datos (la conferencia de Chomsky, los cables de Wikileaks, el poemario o la novela auto editados), para transformarlos en información hace falta dotarlos de contexto; igual que para llegar al conocimiento hace falta interpretar la información. Son precisamente la contextualización y la interpretación las tareas de la mediación intelectual, las actividades que redefinen las profesiones a las que aludíamos arriba y las que las hacen hoy más necesarias que nunca (o tan necesarias como siempre lo han sido), en un contexto tecnológico que facilita extraordinariamente el acceso a los datos.
Contextualizar, sigue diciendo, implica situar los datos en el “paisaje” en el que van a ser recibidos, darles el peso y la dimensión apropiados en relación con otros. El dato contextualizado es ya información, es decir, se convierte en un hecho “encajado” en las circunstancias y el entorno en el que se difunde. En este sentido, cuando un editor literario incluye una obra en una colección de un catálogo determinado, está dando a esa obra de creación un contexto, la está insertando en un paisaje en el podrá leerse junto a otras que la enriquezcan y a las que a su vez pueda enriquecer. Otro ejemplo de la importancia que puede tener la contextualización (o su ausencia), nos lo ofrecía Terry Eagleton en una entrevista que recientemente publicaba Babelia. Señalaba en ella el pensador y ensayista británico que el fundamentalismo, cualquier fundamentalismo, es sobre todo un error de lectura, pues trata de leer los textos como si su significado fuera inmutable, ajeno al entorno que los recibe, cuando precisamente es propio de los signos su adaptabilidad al contexto, su posibilidad de integrarse en situaciones nuevas.
La información interpretada, continúa el profesor Guerra, se convierte en conocimiento. Interpretar es pues dar sentido a las informaciones, formarse un juicio razonado sobre unos hechos determinados. Lo propio de una ciudadanía formada es esta capacidad de interpretar razonadamente la realidad. El docente (como el periodista) tiene que proporcionar el contexto de los datos y ofrecer los medios para que los estudiantes (como los receptores de los medios de comunicación) se formen su propia interpretación de ellos, con independencia de que les brinde además la suya propia.
Daniel Innerarity, añade más adelante, escribió hace unos años acerca de una “sociedad de intérpretes”, aludiendo a que el desafío de nuestro tiempo es “interpretar para obtener experiencias a partir de los datos”. Las ciencias humanas y sociales, para muchos prescindibles en estos tiempos, son precisamente las que se especializan en la interpretación y en la generación de sentido. Así concebidas, las profesiones de la mediación intelectual encuentran su sitio en nuestra sociedad y adquieren en ella la importancia que merecen. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt











miércoles, 27 de diciembre de 2023

El Atleti y el espíritu de la Navidad

 





A mi sobrino, Alberto Carlos Campos, in memoriam

Hola de nuevo. Y de nuevo a todos feliz miércoles. Como parte de la campaña de Navidad, el Atlético de Madrid repartió un gorro de Papá Nöel en cada localidad antes del partido con el Sevilla, pero también con un vídeo en el que un taxista se encuentra, en un páramo, a un anciano desorientado. Es una historia hermosa e impactante y llena de sensibilidad. Lo cuenta en El País de hoy el escritor Manuel Jabois, al mismo tiempo que comenta, en relación con el citado vídeo, que la neurocientífica Mara Dierssen ha explicado que muchas de las células cerebrales asociadas con la memoria promueven activamente el olvido como recurso vital. Disfrútenlo. Y sean felices, por favor. O al menos no dejen de intentarlo. HArendt. harendt.blogspot.com












Un banderín del Atleti
MANUEL JABOIS
27 DIC 2023 - El País - harendt.blogspot.com

El Atlético de Madrid ha felicitado la Navidad con un vídeo en el que un taxista se encuentra, en un páramo, a un anciano desorientado. Es una historia hermosa e impactante. En ella, el taxista aparca en medio de la noche y se baja para preguntarle al anciano qué hace allí. “No encuentro mi casa, estaba aquí”, dice señalando la nada. El conductor se ofrece a ayudarlo pero choca con la desconfianza del viejo: déjeme su cartera para averiguar su dirección, le dice; ¿no me querrá robar?, pregunta el otro antes de entregársela. Finalmente los dos se suben al taxi, aunque los intentos del conductor por establecer diálogo chocan con el silencio y la desconfianza de su pasajero. Y entonces el conductor habla de fútbol. El partido de ayer, ¿lo vio? El anciano se espabila: ¡qué tres goles! Sonríe el taxista, y el anciano sigue hablando: “Y qué partidazo de Di Stéfano, es el mejor”. El desconcierto del conductor; la animosidad por fin del anciano, que empieza a hablar de Di Stéfano y sus impresionantes cualidades. Y el taxista, entonces, retira el banderín de su club que lleva colgando del espejo retrovisor y dice: “Sí, es el mejor, Di Stéfano”. Y los dos siguen hablando todo el trayecto hasta que llegan a casa del anciano, donde ya le esperaba su familia; al volver el conductor al taxi solo, coloca de nuevo el banderín del Atleti donde estaba mientras aparece el mensaje “Por encima del Atleti están los valores del Atleti”.
Es una historia perfecta de Navidad, es decir, de cualquier época del año. Quizá por eso no ha despertado tanto odio como el esperado en redes sociales (si bien hice un scroll prudente: en Twitter se me ha cansado antes el dedo que la cabeza). Del bello mensaje, de ese gesto humano del taxista escondiendo su banderín por seguir generando amistad en un anciano tan frágil y de confianza precaria (claro que podría dejar el banderín en su sitio, pero por qué no charlar unos minutos desde el mismo bando si ya os habéis ido los dos a los años sesenta), me paré a pensar en aquello que nos queda, la última resistencia, cuando la enfermedad nos vacía la cabeza. Las canciones de hace décadas que aún guardan los enfermos en algún lugar del cerebro y pueden recordar o cantar, la memoria afectiva que hace que no recuerden quién es su hijo, pero sí la paz y el amor que les transmite su presencia. Los rayos de luz, fulminantes, que de vez en cuando iluminan una zona ya nunca transitada y que de repente se aparecen como en un milagro, el último, tal que a García Márquez en el restaurante Viridiana de Madrid, sin reconocer ya a nadie, dijo al escuchar el nombre de Aureliano Buendía: “A ése lo conozco”.
En una entrevista en EL PAÍS, la neurocientífica Mara Dierssen explicaba que muchas de las células cerebrales asociadas con la memoria promueven activamente el olvido, como las nuevas neuronas que nacen en el cerebro después de nuestro nacimiento. “Gracias a esas neuronas, el cerebro sobreescribe y borra memorias (…) Al margen del olvido generado por la lejanía temporal, los recuerdos están influidos por las emociones de la persona. Y aunque a todos nos gustaría borrar de la mente las experiencias negativas, los malos recuerdos pueden tener un valor de supervivencia, para evitar repetir los errores cometidos o para protegerse mejor en el futuro”. Mira que si al final el anciano era del Atleti, y recordaba a Di Stéfano por puro temor. Manuel Jabois es escritor.










De la Navidad, la hipocresía y los buenos deseos...

 







Hola de nuevo. Y de nuevo a todos feliz miércoles. Qué sería de la hipocresía si no la empezásemos por nosotros mismos, comenta en El País de hoy el periodista José Luis Sastre. En los últimos días, hemos mentido más de la cuenta, dice, y de la peor de las maneras: hemos respondido a decenas de buenos deseos con un “tenemos que vernos”. Y el problema es que "sí" queremos vernos, pero a veces cuesta mucho salir de nuestra zona de confort y seguridad. Me sumo a sus palabras, aunque algunos lo intentamos y lo conseguimos... Sean felices, por favor. O al menos no dejen de intentarlo. HArendt. harendt.blogspot.com







Que no hay mucho más
JOSÉ LUIS SASTRE
27 DIC 2023 - El País - harendt.blogspot.com

Por lo general, en los últimos días hemos mentido más de la cuenta y de la peor de las maneras: sin disfrutarlo ni darnos apenas cuenta. Hemos respondido a decenas de buenos deseos que nos llegaron al teléfono con otros buenos deseos y, llevados quizá por el empuje de la Navidad, hemos rematado esos mensajes con un “tenemos que vernos” o un “de este año no pasa”.
Uno ya sabe, al escribirlo, que esas suelen ser las cosas que se escriben para que el otro vea que hay buena fe y que no es por él por lo que rompieron el trato, sino por esa larga cadena de compromisos muchas veces eludibles a la que llamamos vida. El otro sabe, cuando nos lee, que le hemos soltado una mentira con buena intención —de las más nefastas, entonces— y por eso responde con las mismas artes: claro que sí, nos dirá: tenemos que quedar un día. Qué sería de la hipocresía si no la empezásemos por nosotros mismos. Normalmente, la vida seguirá su curso y todos esos mensajes, que nos hicieron sonreír antes o después de la carrillera de Nochebuena, volverán sin más a su sitio, que son los chats olvidados del móvil. Aunque nos habremos dado al menos eso: la ocasión de imaginar que hay una dimensión en la que quedamos con quien decimos y hacemos lo que nos proponemos; una dimensión en la que los chats se cumplen.
Quizá les pase: que son sinceros cuando lo escriben, que de verdad quieren ver a otras personas de las que guardan recuerdos felices o viejas fiestas, o charlas que no se acababan. Quizá les ocurra que sí les apetece volverse a encontrar con otras gentes a las que, solo con verlas y sin cruzar una palabra, harán que se rememoren a sí mismos en épocas pasadas: cuando eran jóvenes, cuando eran ingenuos, cuando tenían pelo y les gustaba el pop. Mil cosas, qué sé yo. Quizá, incluso, hayan puesto fecha a esas citas. Eso serán buenas noticias, porque no está claro que la rutina en que vivimos la hayamos elegido nosotros del todo y, a menudo, conviene que forcemos los momentos para exponernos a que salgan bien o a que salgan mal, pero a que salgan, al cabo.
Si es imposible vivir sin las mentiras más básicas, terminenos al menos con la farsa del más adelante. ¿Más adelante de qué? Si hubiera un mandamiento laico o aconfesional debería ser no dejar que pase más el tiempo y abrir hueco a los que antes importaron, para preguntarles cómo están y qué tal les va e interesarse sin imposturas por qué tal están y cómo les va. Sacar horas, en fin, para compartir y brindar, y saber encontrarse a uno mismo en lo que recupera el contacto con los demás. Estar y brindar: eso era, que no hay mucho más. José Luis Sastre es periodista.