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jueves, 28 de abril de 2016

[Reedición] Yourcenar, Cortázar y su "Memorias de Adriano"




Villa Adriana, Tívoli, Italia


"Reedición" es una nueva sección del blog dedicada a reproducir antiguas entradas que tuvieron cierto predicamento en su momento entre los lectores de Desde el trópico de Cáncer. Estas entradas se publican diariamente, conservan su título, fecha y numeración original, y no cuentan en el cómputo general de entradas del blog. Disfrútenla de nuevo si lo desean. 

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Salvo excepciones, que haberlas, haylas, no me gusta prestar mis libros. Soy de los que piensan que es tristemente real ese pareado que reza: "libro prestado, libro amortizado" así que prefiero regalarlos, en su caso, sin desprenderme del mío. Hace un tiempo me llegó por correo un libro que había prestado a un antiguo compañero de trabajo jubilado hacía ya muchos años. Me lo devolvía con una nota pidiéndome disculpas por su tardanza en hacerlo. Confieso que sabía que lo había prestado, pero ni recordaba a quién. Lo había vuelto a comprar, y no una, sino varias veces. 

Ese libro, uno de los más hermosos que he leído nunca es Memorias de Adriano (Edhasa, Barcelona, 1983), de la novelista franco-belga Marguerite Yourcenar. Un texto bellísimo, al menos en el castellano de la traducción de Julio Cortázar, que es la que yo conozco, y por eso, porque me parece justo, cito juntos a su autora y su traductor. Es también uno de los libros que más veces he regalado a aquellos que considero mis amigos en la confianza de que sabrían apreciarlo. No siempre ha sido así, pues no es un libro que atraiga de entrada. ¿A quién puede interesar la reflexión que al final de su vida, un emperador envejecido, Adriano (76-138 d.C.), hace por carta a quién años después le sucederá al frente de Roma, Marco Aurelio (sí, ese, el de la película "Gladiator"), aunque yo prefiero recordarlo por sus espléndidas Meditaciones, sobre lo que ha sido su vida y su reinado?... A mucha gente, se lo aseguro, que conserve intacta la ilusión por la buena literatura.

De Yourcenar he leído también Opus Nigrum, Alexis o el tratado del inútil combate y Como el agua que fluye; y la biografía, excelente, que sobre ella escribió Josyane Savigneau: Marguerite Yourcenar: La invención de una vida. Pero ni punto de comparación con Memorias de Adriano. De Cortázar, como no, su Rayuela, que me desconcertó, y muchos de sus cuentos.

José Manuel Fajardo firmó en su día un bello artículo sobre la tierra flamenca, a caballo entre Francia y Bélgica, que vio nacer y crecer a la autora de Memorias de Adriano. Se titulaba "A la sombra de Yourcenar". Releyéndolo ahora me dio por recordar la anécdota de la recuperación de ese libro suyo que ya creía perdido, pero también me vinieron al recuerdo los largos paseos que en mi último viaje a Roma, hace ya ocho años, diera por la que fuera la última residencia del emperador Adriano, "su casa": Villa Adriana, en la actual Tívoli, a una veintena de kilómetros al nordeste de la capital italiana, tan retratada en la novela que comento. Anímense a leerla; seguro que les encantará. O vayan a Roma; Roma siempre merece la pena.

Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt


Marguerite Yourcenar



Entrada núm. 2155
elblogdeharendt@gmail.com
Pues tanto como saber me agrada dudar (Dante Alighieri)
Publicada originariamente con fecha 3 de septiembre de 2014

miércoles, 27 de abril de 2016

[Reedición] Test de autoubicación política: El Diagrama de Nolan






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Dicen los versos de Antonio Machado en una de las estrofas de su poema "Retrato":

Hay en mis venas gotas de sangre jacobina, 
pero mi verso brota de manantial sereno;
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno...

Si se me permite la presunción, diría que a mí me pasa lo mismo: en algunos momentos me hierve la sangre por las injusticias del mundo y por las que veo a mi alrededor, pero en todo caso mis palabras intentan siempre resultar serenas y ecuánimes como las suyas. Al menos lo intento... Será por la edad, y por aquello que se cuenta, pienso que con razón, de que el joven que a los veinte años no quiere cambiar el mundo es que no tiene sangre en las venas, y el que quiere cambiarlo a los setenta es que es imbécil. Próximo a cumplirlos, me conforme con que el mundo no me cambie a mí. 

¿Tienen ustedes interés en conocer con bastante grado de aproximación cuál es realmente su autoubicación ideológica y política en relación con los problemas del mundo actual? Reedito actualizada una entrada del blog de marzo del pasado año sobre este mismo tema. Si se animan a ello, les propongo contesten las sencillas veinte preguntas que se recogen en el denominado test-diagrama de Nolan, que recibe ese nombre por su creador, el politólogo norteamericano David Fraser Nolan (1943-2010), del Massachussetts Intitute of Technology (MIT).

Partidario tanto de las libertades económicas como personales, Nolan consideraba hasta cierto punto reduccionista la división política entre posiciones de derecha e izquierda, y entre aquellos que solo abogan por la libertad personal y los que solo defienden la libertad económica.

Para resolver esa dicotomía, David F. Nolan creó un gráfico en el que situaba en el eje "X" la posición política respecto de las libertades económicas, y en el eje "Y" la posición política respecto a las libertades personales, dando lugar con ello a un cuadrante en el que se sitúa a los que se califican como izquierdistas o progresistas en el cuadrante izquierdo, a los derechistas o conservadores en el derecho, a los liberales  o libertarios en el superior, y a los autoritarios o populistas en el inferior. 

De las respuestas que se den a las veinte preguntas del test, el diagrama ubica ideológica y políticamente a la persona que lo realiza en un punto del diagrama que muestra su proximidad o alejamiento de cada una de las posiciones citadas.

Les invito a realizarlo. No lleva apenas tiempo. Son preguntas sencillas y claras que deben responderse con honestidad, claro está, para que la prueba resulte eficaz. Les aconsejo que previamente lean las notas que figuran al comienzo del test en las que se explica con claridad el procedimiento a seguir.

Yo he vuelto a realizarlo y confieso que me he sentido satisfactoriamente ubicado ideológica y políticamente con el resultado y posicionamiento que el diagrama me otorga, que está adaptado al panorama político español actual. Y si no es así en su caso, pues seguramente es que el test no está bien planteado. En todo caso, estoy seguro que les resultará entretenido e interesante. Pueden acceder al "test" desde este enlace. Disfrútenlo. 


Les dejo más abajo con el emocionado "Retrato" de Antonio Machado en la voz y la canción de Joan Manuel Serrat. Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt



"Retrato", de A. Machado, en la voz de J.M. Serrat


Entrada núm. 2156
elblogdeharendt@gmail.com
Pues tanto como saber me agrada dudar (Dante Alighieri)
Publicada originariamente con fecha 4 de septiembre de 2014

martes, 26 de abril de 2016

[Reedición] Los intelectuales y la política



Platón (427-347 a.C.)


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Los intelectuales nunca han tenido mucha suerte en sus incursiones en la vida política activa. Comenzando por Platón, y terminando por Michael Ignatieff. Sobre los intelectuales y la política he escrito en numerosas ocasiones en el blog. De ellos, de los intelectuales, siempre se ha dicho que constituyen la voz y la conciencia crítica de la sociedad de su tiempo. Claro está que para compartir esa opinión primero deberíamos ponernos de acuerdo sobre que entendemos hoy por intelectual, sobre cual sería su función y a quien podríamos calificar como tal. La nueva edición del Diccionario de la Lengua Española (que aparece en octubre próximo) los define como aquellos dedicados preferentemente al cultivo de las ciencias y de las letras. Se me queda corta la definición. 

En recientes artículos sobre el papel de los intelectuales en la política y la sociedad de su tiempo, el profesor Françecs Carreras considera que su función es la de influir, legitimar y criticar; el filósofo Fernado Savater los define como peces piloto entre tiburones; el historiador Santos Juliá analiza las pasiones políticas de que hacen gala; el escritor Mario Vargas Llosa escribe sobre el fracaso del filósofo Ortega y Gasset en su paso por la vida política; el profesor y político canadiense Michael Ignatieff lo hace sobre las falsas soluciones del populismo a los problemas reales; y en el último número de Revista de Libros, la profesora de la universidad de Salamanca, Rosa Benéitez, escribre sobre el poder real de los intelectuales. Creo que merece la pena que se detengan por unos instantes en esos enlaces y disfruten de los mismos.

El filósofo iraní y profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Toronto (Canadá), Ramin Jahanbegloo, escribió hace unos años un interesantísimo artículo en El País sobre este mismo asunto. Se titulaba "El temor de los intelectuales a la política", y sostenía en él la tesis de que los intelectuales de hoy, de este momento, han desertado de su labor obligada y casi sagrada de criticar al poder, acomodados a lo políticamente correcto, a la creencia de que todas las verdades morales son relativas y encadenados a mezquinos intereses personales, la cultura de masas y una carrera y profesión respetables, contraponiendo Jahanbegloo esta situación a la del pasado siglo XX con figuras señeras, dice, como las de Max Weber o Hannah Arendt, tantas veces citada por mí con admiración profunda en este blog, de las que resalta la incansable crítica de la política de su tiempo que ellos realizaron.

Me ha hecho recordar la lectura de un libro, también hace unos años, que me impresionó sobremanera. Se titulaba "Las voces de la libertad. Intelectuales y compromiso en la Francia del siglo XIX" (Edhasa, Barcelona, 2004), escrito por Michael Winock, profesor de Historia Contemporánea en el Instituto de Estudios Políticos de París (Francia). Un hermosísimo texto, de esos que sólo ellos, los historiadores franceses, saben ofrecer, en los que no sabe uno que destacar más: si lo que dicen, o la forma en que lo dicen.

Y también me ha venido a la memoria una vieja máxima que aprendí en las infinitas, prolongadas y muchas veces estériles discusiones en el seno de las asambleas de la Unión General de Trabajadores de España (UGT): "cuando uno se levanta para hablar en una asamblea tiene que ser para criticar a la comisión ejecutiva; para autoalabarse, se sobran y bastan ellos mismos". Lástima que se haya relegado al olvido tan hermoso axioma. 

Termino aludiendo a esa famosa frase del fundador de Falange Española, José Antonio Primo de Rivera (1903-1936), que no es suya, dicho sea de paso, que dice: "a los pueblos solo los mueven los poetas". ¿Cabría calificar a los poetas como intelectuales? Si nos atenemos a su función, sí. El poeta norteamericano Walt Whitman dejó dicho que el poeta era el instrumento por medio del cual las voces largamente mudas de los excluidos dejan caer el velo y son alcanzadas por la luz. Cuando todo aquello en lo que creíamos cede ante nuestros pies, nos queda la palabra. ¿No es eso a fin de cuentas lo que nos dijo también Blas de Otero en su poema "En el principio"? Pues no dejemos de usarla, cada uno a su manera y según sus posibilidades.

Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt




Michael Ignatieff



Entrada núm. 2157
elblogdeharendt@gmail.com
La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)
Publicada originariamente con fecha 10 de septiembre de 2014

lunes, 25 de abril de 2016

[Reedición] Degradación política, crisis económica y desarme social




Viñeta de Forges


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"Siempre he pensado que una democracia asentada puede afrontar con éxito una crisis económica, incluso tan compleja, larga y severa como la actual, con posibilidades de éxito. El problema surge cuando lo que creemos que es una sociedad avanzada nos revela su verdadero rostro y vemos, estupefactos, que no es más que una partitocracia corrupta en la que la democracia es una mera coartada, y el liberalismo económico y la sociedad globalizada de la que presume, la fachada mal encalada de una plutocracia financiera banal e irresponsable. Cunde el desánimo y la falta de confianza en las instituciones, la degradación política es perceptible, la corrupción campa a sus anchas. Y la prensa y los medios de comunicación dan cuenta de esa degradación con mayor o menor fortuna, con seriedad o con sensacionalismo, con rigor o de forma pueril. Pero el desencanto comienza a hacer mella en la ciudadanía y el caldo del populismo comienza a a dar sus primeros hervores". 

Que una persona de por sí ecuánime y ponderada como el académico Emilio Lledó, filósofo y filólogo admirable, que fue profesor mío en la Facultad de Geografía e Historia de la UNED, hiciera público hace unos años el alegato "Pandemia y otras plagas", era como para pensarse dos veces hacia donde nos encaminábamos y de la mano de quién. De plagas sociales que deterioran los cerebros y los comportamientos, calificaba el profesor Lledó a la corrupción y la mentira política, la partitocracia, el amiguismo, el deterioro de la educación y la sanidad pública, la irresponsabilidad y desvergüenza de buena parte del capitalismo financiero e inmobiliario, el independentismo identitario, y la estupidización colectiva que llevaban a cabo los medios de comunicación.

Casi por las mismas fechas la prestigiosa y polémica economista italiana Loretta Napoleoni, escribía otro artículo titulado "Democracias feudatarias", en el que a partir de la conmemoración de los aniversarios respectivos del atentado sobre las Torres Gemelas de Nueva York y la caída del gigante financiero norteamericano Lehman Brothers, se preguntaba quien había salido ganando con esas tragedias. Y la desconcertante respuesta que encontraba es que la beneficiaria había sido una oligarquía de privilegiados, señores feudales de la globalización que poseían el poder económico y financiero y controlaban la información, y una pequeña casta de servidores suyos dentro de los Estados, que estaban provocando un deterioro acelerado de las democracias y un desplazamiento progresivo de las mismas hacia formas de gobierno premodernas.

Como colofón, también por esas fechas, el Premio Nobel de Economía y profesor de la Universidad norteamericana de Princeton, Paul Krugman, escribía un detallado y extenso artículo titulado "¿Cómo pudieron equivocarse tanto los economistas?", en el que partiendo de la publicación de "La riqueza de las naciones" de Adam Smith en 1776, y pasando por Keynes y Friedman, analizaba la historia de la Economía como ciencia, y de los economistas como sus gurús, para concluir que éstos tienen que enfrentarse a la incómoda realidad de que los mercados financieros distan mucho de la perfección, de que están sometidos a falsas ilusiones extraordinarias y a las locuras de mucha gente; admitir que la economía keynesiana sigue siendo el mejor armazón que tenemos para dar sentido a las recesiones y las depresiones; y hacer todo lo posible para incorporar las realidades de las finanzas a la macroeconomía, replanteándose sus propios fundamentos para que la imagen que emerja ante la profesión, aunque no sea tan clara ni nítida, al menos tenga la virtud de ser parcialmente acertada.

Cinco años después de los hechos expuestos más arriba tengo la impresión, es posible que equivocada, de que la degradación política, el desánimo social y el populismo "made in Spain" avanzan a marchas forzadas. Quizá, solo quizá, la situación económica (o más bien la financiera) parece encauzada, pero los resultados para los millones de parados sin expectativas a corto y medio plazo, las economías familiares y las pequeñas y medianas empresas no acaban de verse por muchos juegos malabares que el gobierno haga con las cifras. ¿Hasta cuándo? Resulta difícil de predecir...

Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt




Emilio Lledó



Entrada núm. 2158
elblogdeharendt@gmail.com
La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)
Publicada originariamente con fecha 11 de septiembre de 2014

domingo, 24 de abril de 2016

[Reedición] Sobre la democracia



Congreso de los Diputados (Madrid)


"Reedición" es una nueva sección del blog dedicada a reproducir antiguas entradas que tuvieron cierto predicamento en su momento entre los lectores de Desde el trópico de Cáncer. Estas entradas se publican diariamente, conservan su título, fecha y numeración original, y no cuentan en el cómputo general de entradas del blog. Disfrútenla de nuevo si lo desean. 

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Que la democracia, o por resultar menos beligerante en la expresión, que las instituciones democráticas no están funcionando correctamente es un hecho incontrovertible. Que deberían hacerlo, el funcionar, también. Ahora bien, ¿cuál y cómo debería ser el funcionamiento correcto de esas instituciones en una democracia moderna? Ahí estoy convencido que caben opiniones varias, todas respetables, aunque unas resulten más respetables que otras. No seré yo quien resuelva la ecuación, entre unas razones porque no tengo la respuesta, y entre otras porque lo que yo piense al respecto no es relevante. En cambio, sí tengo algunas ideas claras sobre la democracia. Así, en plan informal, sin afán de verdad absoluta, que no tengo reparos en compartir con ustedes: 1) La democracia moderna es representativa o no es democracia. 2) La democracia directa no existe; es un mito. 3) No hay democracia posible sin partidos. 4) La soberanía pertenece al pueblo en su conjunto, pero no se ejerce directamente por éste, sino a través de los órganos constitucionalmente previstos, normalmente, el Parlamento.


Corolario de la anteriormente expuesto es: 1) Que los miembros de los parlamentos, sea cual sea su forma de elección y el partido o formación política por la que se presentan, representan a la nación en su conjunto y no sólo a los electores de su circunscripción, sus votantes o su partido. 2) Que no están sujetos a mandato imperativo alguno, ni del pueblo, ni de sus electores ni votantes, y mucho menos de su partido. Y 3) que en el ejercicio de sus funciones parlamentarias no están ligados por ningún tipo de disciplina de voto, sino que cuando las ejercen, lo hacen en conciencia y bajo su exclusiva responsabilidad personal.

Ni siquiera la Confederación Helvética (Suiza), que con tanta asiduidad recurre al referéndum como vía de participación política directa del pueblo en los asuntos de Estado, pone en cuestión la premisa de la democracia representativa. 

Si esto no se acepta, sobran los parlamentos y cualesquiera instituciones representativas de las que se dotan las sociedades democráticas, pues bastaría con elegir al hipotético líder de la nación por el pueblo, sin intermediación de partidos, y delegar en él todo el poder del Estado para funcionar. Ni siquiera los regímenes fascistas y de dictadura proletaria se han atrevido a tanto y han guardado alguna apariencia formal de representación política.

Lo ideal sería establecer procedimientos democráticos por los cuales, en casos tasados, los representantes elegidos pudieran ser apartados de sus cargos antes de la finalización de sus mandatos, bien por aquellos mismos que los han elegido o por los órganos jurisdiccionales correspondientes. Pero en el ínterin, no deberíamos rasgarnos tanto las vestiduras ante casos de transfuguismo de un partido a otro, o de rompimiento de la disciplina de voto, porque no siempre están motivados por razones espurias. O por citar otro ejemplo: ¿no exigimos a jueces y magistrados que voten en conciencia sin sujección a mandato imperativo alguno de aquellos por los que han sido designados? Si es así, ¿por qué nos resulta tan difícil admitir lo mismo de nuestros representantes políticos?

Por supuesto, habría que obligar constitucional y legalmente a los partidos a dotarse de estructuras y procedimientos internos democráticos abiertos a los afiliados, simpatizantes y votantes, y a celebrar congresos donde rendir cuenta periódica y tasada de sus actividades y financiación.

En los estados medievales peninsulares, los procuradores que eran enviados por las ciudades con representación en ellas a las Cortes convocadas por el rey, lo hacían bajo mandato imperativo, y sujetos estrictamente a las órdenes dadas por escrito por sus conciudadanos, y cuando volvían de ellas, si no se habían atenido al mandato recibido, se arriesgaban a ser colgados de las almenas de la ciudad. No creo que ese sea el procedimiento idóneo hoy día de exigir responsabilidades políticas, aunque nunca se sabe...

Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt



Cortes medievales 



Entrada núm. 2161
elblogdeharendt@gmail.com
La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)
Publicada originariamente con fecha 15 de septiembre de 2014

viernes, 22 de abril de 2016

[Reedición] Las lágrimas de Eros



Imagen de la Exposición de "Las lágrimas de Eros"
(James White, 2004)


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Fue poco más o menos al inicio del otoño de 2009 que la Fundación Caja-Madrid y el museo Thyssen-Bornemisza organizaron conjuntamente en Madrid una exposición con el título de "Las lágrimas de Eros" que sirvió de excusa a mi admirado profesor don Emilio Lledó para escribir un memorable artículo en El País Semanal de aquellas fechas. El título de la exposición tenía su origen en el provocador ensayo homónimo del escritor francés George Bataille, publicado en 1961, que su propio autor definió como "un primer paso para abrir la conciencia a la identidad del orgasmo (o pequeña muerte) y de la muerte definitiva". Y fruto de mi escasa imaginación, es también el título de esta entrada de hoy.

El texto de Emilio Lledó al que me refería anteriormente llevaba por título "El Eros de Diotima", y en él se hacía referencia al diálogo platónico de "El banquete", escrito hace veinticinco siglos. En él, una sacerdotisa llamada Diotima, que en el diálogo aparece como mentora y maestra del propio Sócrates, discurre con varios personajes masculinos sobre la naturaleza profunda del sentimiento amoroso.

Como dice el profesor Lledó, la verdad es que no importa mucho si el personaje de Diotima tuvo existencia real o fue un invento de Platón. Lo importante es que por primera y única vez un personaje femenino roba todo el protagonismo del diálogo a quien siempre había sido el centro de atención de todos los platónicos, el propio Sócrates.

Llevado de mi deseo de enmarcar una digresión más o menos elaborada sobre los textos citados, releí "El Banquete" y ojeé también una obra capital, "Teoría de los sentimientos", del admirado psiquiatra, profesor y también académico, Carlos Castilla del Pino, así como su discurso "Arquitectura de la vida humana", pronunciado con motivo del Día de la Fundación Pro-Real Academia Española del año 2006.

Solo en el sentido clásico del término me atrevería a autocalificarme de filósofo, o lo que es lo mismo, de amante del saber. En mi caso, como mucho, mero e incompetente admirador y aprendiz de filósofo. Supongo que algo habrá influido en ello mi paso por mi "alma máter", la UNED, cuyo lema, sacado del Libro de la Sabiduría (Sb 7, 24), dice de ella (de la sabiduría) que es lo que más mueve entre todas las cosas que se mueven: "Omnibus mobilibus mobilior sapientia". Pero finalmente desistí abrumado por mi propio sentimiento de incapacidad para enfrentarme a tal desafío. ¿Quién era yo para atreverme a glosar la función salvífica del amor que con tanta belleza expone Platón y analizan Lledó y Castilla del Pino, uno desde la filosofía y otro desde la psiquiatría?... Y ahí sigo aún, así que mejor lean los enlaces de más arriba y disfruten de ellos porque la "filosofía" de un servidor no da para más.

Por cierto, me gané el magnífico catálogo de la exposición en un concurso literario que al efecto convocó Revista de Libros. Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt




Imagen de la Exposición "Las lágrimas de Eros"
(Antonio Canova, 1757-1822)





Entrada núm. 2163
elblogdeharendt@gmail.com
La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)
Publicada originariamente con fecha 17 de septiembre de 2014

jueves, 21 de abril de 2016

[Reedición] La "Giovanna" del Thyssen



"Giovanna Tornabuoni" (Museo Thyssen, Madrid)



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De mis sesento y ocho años largos de vida los cuarenta y siete últimos los he pasado en las islas Canarias, la tierra que me acogió y en la que vivo desde entonces. Nací en Andalucía, pasé por Asturias y Castilla-La Mancha, y desde los cuatro a los veintiún años viví en Madrid. Toda mi infancia la pasé allí, entre los barrios de Delicias e Hispanidad. En Madrid descansan mis padres para siempre, vive uno de mis hermanos y su familia, y también la numerosísima parentela de tíos y primos y de sus hijos, descendientes de mis abuelos maternos. Durante muchos años después de venirme a Canarias pasé allí con mi mujer y mis hijas vacaciones y días de trabajo y estudio. Hace ocho años que no he vuelto. Pero saben, a pesar de todas sus innegables bellezas y el cálido acogimiento de sus gentes, lo que más echo de menos (no necesariamente por ese orden) son los bocadillos de calamares fritos de su plaza Mayor, los mejillones de la trasera de la Puerta del Sol, y sus museos... Dejemos sus tesoros culinarios para otra ocasión y hablemos de sus museos.

Esa "Milla de Oro" que conforman El Prado, el Reina Sofía y el Thyssen no tiene parangón en el mundo mundial, como diría ese otro madrileño universal que es el "Manolito Gafotas" de mi admirada Elvira Lindo. Muchos madrileños no saben las joyas que encierran, pero tengo la sospecha que sus autoridades tampoco. Mi preferido, sin duda, por temperamento y formación académica es El Prado, que visitaba de joven todos los sábados por la tarde por ser ese día de entrada gratuita. Llegué a aprenderme la ubicación de cada cuadro en cada una de sus salas, o casi... Y quedé prendado de cuatro de sus joyas para toda la vida: la "Eva" de Durero, en las salas de pintura alemana; "El descendimiento" de Van der Weyden, en las de pintura flamenca (mis salas preferidas); "La Anunciación" de fray Angelico, en las dedicadas a la pintura italiana; y por último, "Las hilanderas" de Velázquez, en las, lógicamente, mayoritarias salas de pintura española. ¿Mi preferida-preferida?, difícil me lo ponen, pero si no queda otro remedio..., yo diría que "La Anunciación" de fray Angelico.

Con el Reina Sofía lo tengo más claro. Es un museo con el que guardo una especie de relación amor-odio que no logro solventar. Heredero del museo de Arte Contemporáneo, en el campus de la Universidad Complutense de Madrid que tantas veces visité, me defrauda y me encandila a partes iguales. Dejémoslo así. Su joya, y la mía también, sin duda alguna la pintura más representativa del siglo XX, el "Guernica", de Picasso.

El Thyssen es un museo distinto a todos por su heterogeneidad temática pues sus pinturas abarcan todas las épocas, y por la calidad de las mismas. También aquí lo tengo claro, también sin dudarlo, el "Retrato de Giovanna Tornabuoni" de Domenico Ghinlardaio.

Mi hija Ruth, fervorosa amante de la historia del arte, me manda esta madrugada (ambos somos insomnes confesos, ella por razones materno-filiales y yo no sé muy bien porqué) por correo electrónico un precioso artículo del director de cine Jaime Chavarri, publicado en el Huffington Post de ayer, que relata la historia de las vicisitudes que rodearon la realización del retrato de Giovanna Tornabuoni y a sus protagonistas: la retratada y su pintor, y ficciona y fabula sobre el posible encuentro en el más allá entre la joven toscana de finales del siglo XV que retrató Ghinlardaio y la gran periodista española Juby Butamente, fallecida en julio pasado a los 76 años de edad, en cuyo homenaje y recuerdo está escrito, que fue durante muchos años directora de comunicación del museo Thyssen. Un emotivo relato que lleva el enigmático título de "El gato de Montaigne", y cuya lectura les recomiendo encarecidamente.

Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt







Entrada núm. 2164
elblogdeharendt@gmail.com
La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)
Publicada originariamente con fecha 18 de septiembre de 2014

miércoles, 20 de abril de 2016

[Reedición] Sobre hombres y dioses



La creación del hombre (Miguel Ángel, Ciudad del Vaticano)



"Reedición" es una nueva sección del blog dedicada a reproducir antiguas entradas que tuvieron cierto predicamento en su momento entre los lectores de Desde el trópico de Cáncer. Estas entradas se publican diariamente, conservan su título, fecha y numeración original, y no cuentan en el cómputo general de entradas del blog. Disfrútenla de nuevo si lo desean. 

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Una de las entradas más leídas del blog en los últimos cuatro años es la titulada "¿Dios somos nosotros? Reflexiones en Domingo de Ramos". Exactamente ha sido leída 2350 veces. Al final de la misma confieso que mi mayor aproximación a aceptar una posible idea de la divinidad estaría en la que formulara a mediados del siglo XVII en Ámsterdam el filósofo portugués de origen sefardí Baruch Spinoza, que es la de que "Dios somos nosotros". ¿Podría definirse eso como panteísmo? Si nos atenemos a lo que dice el diccionario de la RAE como panteísmo, diría que sí: "Sistema de quienes creen que la totalidad del universo es el único dios". Si sustituimos la palabra dios, como ente abstracto, por la palabra azar, no me arredra declararme panteísta. 

Unos meses después de mi llegada a Canarias, en 1967, mis padres me enviaron un enorme cajón desde Madrid con la totalidad de los libros que componían mi juvenil e incipiente biblioteca. No creo que pasaran de trescientos. Entre ellos, uno que era para mí la "joya" de la misma: El fenómeno humano (Taurus, Madrid, 1965), de Pierre Teilhard de Chardin. No solo por su contenido, sino porque con él venía escrito a máquina un extenso comentario de mi padre sobre el libro; aún guardo ambos como un tesoro. Nunca había oído a mi padre mostrar preocupación alguna por el fenómeno religioso; por el contrario, era un ateo bonachón y simpático que acompañaba a su mujer todos los domingos y fiestas de guardar a misa, y que salía discretamente durante las homilías a echarse un cigarrillo escapando así al control estricto de mi madre sobre ellos. Murió sin sufrimiento, con 89 años, en paz consigo mismo, que supongo es la mejor manera de morir. 

Pierre Teilhard de Chardin (1881-1955) fue un famoso paleontólogo y filósofo francés que, además, era jesuita, y que aportó una muy personal y original visión de la evolución. Sobre todo en el libro citado más arriba: El fenómeno humano. Su concepción de la evolución pretendió formular una síntesis de equidistancia entre la ortodoxia religiosa y la científica a través del desarrollo y explicación de conceptos como el de "Noosfera" y el "Punto Omega". Libro y conceptos fueron descalificados, atacados e ignorados tanto por la jerarquía católica como por la ciencia, aunque durante los pontificados de Pablo VI y Benedicto XVI la posición oficial de la iglesia católica sobre su obra se suavizó bastante.  


La tesis central de su pensamiento, que expone en El fenómeno humano es la de que la tendencia evolutiva del universo concurre hacia un "Punto Omega" al que define como una colectividad armonizada de conciencias para formar un solo y amplio grado de pensamiento a escala universal. O en román paladino, que diría el poeta, que la humanidad llegará a tal grado de comunicación íntima en cuanto a pensamiento a lo largo del proceso evolutivo que acabará por convertirse en un único ente pensante y consciente con todo lo creado y existente en el universo, momento en el cual llegará el Punto Omega de la evolución en el que esa entidad se hará una con su Creador.   

Si eso no es panteísmo, se le parece bastante. En todo caso confieso sin pudor que a mí me encantó El fenómeno humano, libro que leí a los 19 años, que he releído numerosas veces desde entonces y que sigue siendo una obra capital en el intento de conciliar ciencia y religión que no deja indiferente al posible lector sea este creyente o no. Pueden descargárselo, El fenómeno humano, en el enlace anterior.  

Toda esta larga digresión previa para reconocer al final que la causante directa e inspiradora de esta nueva entrada ha sido una vez más mi hija Ruth. La culpa, el artículo de El Mundo que me envía titulado "Sapiens, el mono que se convirtió en dios", escrito por Pablo Jáuregui, que reseña el libro del historiador israelí Yuval Noah Harari titulado De animales a dioses. Breve historia de la humanidad (Debate/Edicion 62, Barcelona, 2014). Pueden descargar comentario y libro en sus enlaces respectivos. De nuevo les animo a enfrascarse en su lectura. ¿Qué mejor manera de pasar el último domingo del verano?   

De animales a dioses. Breve historia de la humanidad termina, en palabras de su comentarista, con una inquietante reflexión: "A pesar de las cosas asombrosas que los humanos son capaces de hacer, seguimos sin estar seguros de nuestros objetivos y parecemos estar tan descontentos como siempre. Somos más poderosos de lo que nunca fuimos, pero tenemos muy poca idea de lo que hacer con ese poder". Tengo la impresión de que sí, que estamos bastante perdidos: no hay nada más que asomarse a la televisión, la prensa, o asistir a las peleas de patio de vecinos de nuestros dirigentes políticos para darse cuenta de ello. 

Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt 


Spinoza, Hariri y Teilhard de Chardin



Entrada núm. 2165
elblogdeharendt@gmail.com
La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)
Publicada originariamente con fecha 20 de septiembre de 2014

martes, 19 de abril de 2016

[Reedición] A Gallardón le han hecho la petaca



Gallardón tras anunciar su dimisión


"Reedición" es una nueva sección del blog dedicada a reproducir antiguas entradas que tuvieron cierto predicamento en su momento entre los lectores de Desde el trópico de Cáncer. Estas entradas se publican diariamente, conservan su título, fecha y numeración original, y no cuentan en el cómputo general de entradas del blog. Disfrútenla de nuevo si lo desean. 


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No me las doy de adivino ni profeta ni tengo vocación de Casandra, pero lo dije en mi entrada del 14 de febrero pasado, día de los enamorados: "Tengo la convicción de que el proyecto de ley de reforma del derecho al aborto no va a prosperar. Y no porque lo tumben los parlamentarios de la oposición o las justificadas críticas de la sociedad española, sino porque el propio gobierno y el partido que lo sustenta, una vez salvada la cara del impresentable proyecto y de su ministro proponente en las Cortes ante lo más integrista de sus votantes lo va a dejar languidecer hasta el término de la legislatura para que decaiga por sí solo. ¿Apostamos?". Así, literalmente. 

En una sociedad democrática no debería haber lugar para los enemigos políticos, a lo sumo, para los adversarios. Para enemigos políticos nada más cercano que los propios compañeros de partido, como ya dijeran en su momento Disraeli, Gladstone o Churchill (no estoy muy seguro de cuál y por eso cito a los tres), políticos los tres y británicos los tres, que en cuestión de política y democracia se las saben todas. No como el pobre Gallardón, la gran esperanza blanca de la derecha española moderna, joven y democrática, al que le ha perdido su ambición nunca disimulada y esa "vocación de servicio" heredada del antiguo régimen que le llevó a suplicar al presidente del gobierno el puesto de vanguardia en la lucha por recuperar para la derecha española las señas de identidad seculares perdidas tiempo ha.

Al ministro de Justicia,  Alberto Ruiz-Gallardón, le han hecho la petaca su presidente, su gobierno y sus compañeros de partido. Da, ahora, impresión de ingenuidad su valentía al asumir como propios planteamientos integristas que nadie, ni sus más acendrados adversarios políticos se hubieran atrevido a achacarle nunca. 

En fin, descanse en paz. Al menos le honra el gesto de coherencia de su dimisión y de su apartamiento, ¿definitivo?, de la vida política. Los auténticos reaccionarios del PP se han quitado un enemigo político de encima.

Les dejo con dos artículos de muy distinta factura escritos días después de publicada esta entrada del blog sobre la dimisión del ministro Gallardón por la periodista Luz Sánchez-Mellado: "Gallardón, Q.E.P.D.", y la escritora Elvira Lindo: "Rajoy en China".


Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt




La cúpula del PP


Entrada núm. 2168
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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)
Publicada originariamente con fecha 24 de septiembre de 2014

lunes, 18 de abril de 2016

[Reedición] ¿Cómo se mide la calidad de una democracia?



El Partenón (Atenas, Grecia)


"Reedición" es una nueva sección del blog dedicada a reproducir antiguas entradas que tuvieron cierto predicamento en su momento entre los lectores de Desde el trópico de Cáncer. Estas entradas se publican diariamente, conservan su título, fecha y numeración original, y no cuentan en el cómputo general de entradas del blog. Disfrútenla de nuevo si lo desean. 

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"Y nuestra Constitución se llama Democracia 
porque el poder no está en manos 
de unos pocos sino de la mayoría" 
Tucídides: Historia de la Guerra del Peloponeso


A pesar de la horrísona algarabía política de los tiempo que vivimos reconozco que mi desapego por la mayor parte de los políticos de este país, sin distinción de colores partidistas, no supone desafección hacía la democracia que les da a ellos y a sus críticos amparo y cobijo. Es cierto que el sistema político español necesita retoques urgentes en cuanto a su funcionamiento, transparencia y accesibilidad ciudadana, pero son los políticos con su comportamiento los que hacen que el sistema chirríe, y ellos también los que denigran a la democracia y avergüenzan a los ciudadanos que aún creen en eso que se ha venido en llamar virtudes cívicas o republicanas de la política. 

En un famoso libro titulado La democracia y sus críticos (Paidós, Barcelona, 1993), escrito en 1989 por el politólogo estadounidense Robert A. Dahl, profesor de Ciencias Polìticas en la Universidad de Yale (EE.UU.) y presidente de la American Political Science Association, que leí por vez primera hace ya quince años, se exponía una visión claramente pesimista acerca de la "calidad" de las democracias que se autoproclamaban como tales, afirmando que ningún país podría alcanzar nunca el nivel ideal de democracia, y que esta seguiría siendo una utopía inalcanzable. No obstante, añadía, la concepción de que los pueblos pueden autogobernarse en un pie de igualdad política, dueños de todos los recursos e instituciones necesarios para ese fin, seguiría siendo a su modo de ver una pauta imperativa, aunque exigente, en el afán de establecer una sociedad donde las personas convivan en paz, respetando cada una la igualdad intrínseca de las demás y procurando entre todas alcanzar la mejor vida posible.

Alcanzar ese ideal, añadía, requiriría cinco criterios: Primero, participación efectiva: Los ciudadanos deben tener oportunidades iguales y efectivas de formar su preferencia y lanzar cuestiones a la agenda pública y expresar razones a favor de un resultado u otro. Segundo, igualdad de voto en la fase decisoria: Cada ciudadano debe tener la seguridad de que sus puntos de vista serán tan tenidos en cuenta como los de los otros. Tercero, comprensión informada: Los ciudadanos deben disfrutar de oportunidades amplias y equitativas de conocer y afirmar qué elección sería la más adecuada para sus intereses. Cuarto, control de la agenda: El "demos" (el pueblo) debe tener la oportunidad de decidir qué temas políticos se someten y cuáles deberían someterse a deliberación. Y quinto, inclusividad: La equidad debe ser extensiva a todos los ciudadanos del Estado. Todos tienen intereses legítimos en el proceso político. ¿Reúne la democracia española la totalidad o la mayoría de esas condiciones que definen, según Dhal, a una democracia auténtica? Dejo la respuesta al criterio de los lectores.

Al concluir la licenciatura en Geografía e Historia en la UNED me planteé seguir con los estudios de doctorado y la elaboración de varios proyectos de investigación con vistas a una posible tesis doctoral: El primero, un estudio demográfico sobre el origen y situación social de la población de Las Palmas de Gran Canaria; el segundo, sobre las repercusiones en Canarias de la independencia de las repúblicas hispanoamericanas en el primer tercio del siglo XIX; y el tercero y cuarto, que eran las opciones que más me atraían, sobre el papel del Senado en las democracias modernas, y el de las ciudades como sujeto y objeto de renovación democrática; en cierto sentido, una vuelta al ámbito originario de la democracia participativa, siguiendo la estela de mi admirada Hannah Arendt, una pensadora que, por cierto, nunca escribió ningún tratado sobre la democracia. 

Contacté para ello con varios profesores como Joaquín Leguina, demógrafo; Antonio Bethencourt y Santos Juliá, historiadores; y Faustino Fernández-Miranda, politólogo, con los que mantuve varias entrevistas al respecto, pero diversos avatares profesionales y personales hicieron que la cuestión no pasara nunca a fase de ejecución. Cuando me jubilé profesionalmente decidí hacerlo también de mis proyectos académicos y dedicarme en exclusiva a mi familia y mis aficiones más sencillas: la lectura y este blog. No me arrepiento de nada, aunque me quedó un pequeñísimo rescoldo de resquemor por no haberlo intentado.

Curiosamente, sobre una vuelta al protagonismo político de las ciudades escribió años más tarde el profesor Josep Ramoneda en su artículo "Hacia una Europa de las ciudades", en el que venía a decir que frente al carácter cerrado de la nación, el ámbito urbano es el lugar idóneo para forjar una identidad abierta, la que necesita la nueva conciencia europea, que sea políticamente solidaria y capaz de compartir la soberanía. La cultura nacional es una cultura cerrada y unitaria, dice en él, que se basa en la presunta homogeneidad de los ciudadanos que pueblan el Estado, pero que esta idea de comunidad está hoy completamente obsoleta, en sociedades que por su composición ya no pueden esconder su heterogeneidad. ¿No sería la hora de volver a este "lugar de una humanidad particular" que es la ciudad europea? Las ciudades son identidades abiertas frente a las naciones que son identidades cerradas. ¿No podrían ser éstas los nodos adecuados sobre los que tejer una red de identificación básica europea? Pero la ciudad -concluye- es sobre todo el lugar de una identidad abierta, es el lugar en que es posible encontrar un denominador común entre los extraños que la componen; una identidad mínima muy parecida a la que requiere la reconstrucción de la conciencia europea, una identidad basada en el reconocimiento al otro y en la defensa de un modelo europeo que tiene todos los elementos de la cultura urbana: la soberanía compartida entre extraños; la solidaridad política; la diversidad y el conflicto como portadores de oportunidades y de cambio, y la negociación y el diálogo, como manera de relacionarse. Sin necesidad de inclinarse ante ningún dios menor, sea la patria o la religión de turno.

Termino citando de nuevo al Robert A. Dahl y su La democracia y sus críticos. Dice en él que sea cual sea la forma que adopte en el futuro la democracia de nuestros sucesores no será ni puede ser igual a la de nuestros antecesores, y que tampoco debería serlo, ya que los límites y posibilidades de la democracia serán radicalmente distintos de los que existieron en otras épocas y lugares del pasado. La brecha existente entre el conocimiento de las élites de la política pública y el de los ciudadanos corrientes, añade, puede reducirse, pues ya es técnicamente posible que todos los ciudadanos puedan disponer de información sobre todas las cuestiones públicas accesible de inmediato. ¿Estaba pensando Dahl quizá en las posibilidades que abre hoy Internet?... Lo que parece claro es que el ámbito de la ciudad es quizá, o sin quizá, el idóneo para un ensayo de democracia participativa universal. Y las ciudades europeas, por su historia de libertad, el marco adecuado. ¿Por qué no intentarlo?

Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt



El Panteón (Roma, Italia)



Entrada núm. 2169
elblogdeharendt@gmail.com
La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)
Publicada originariamente con fecha 25 de septiembre de 2014