SUMISIÓN
Sabe el tigre la muerte y la respeta
porque alimenta su ancestral codicia.
Conoce el mar, la selva, y me ha mirado.
No lo conozco yo, pero lo intuyo
tras la cortina del salón. El brillo
de sus ojos, el roce de su piel,
su leve paso siento si se acerca.
No sabe que le espero prevenido
–conoce su defensa cada vida–,
ni en los días hermosos, ni en la luz
olvidaré el terror de su existencia.
Volverá, sé que un día volverá.
Las cicatrices hablan por mí desde este lado.
FRANCISCO BEJARANO (1945)
poeta español


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