jueves, 31 de julio de 2025

DE LAS ENTRADAS DEL BLOG DE HOY JUEVES, 31 DE JULIO DE 2025

 





Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz jueves, 31 de julio de 2025. Los tipos que se corrompen son igualmente impresentables, aunque los tipos de corrupción pueden ser diferentes, escribe en la primera de las entradas del blog de hoy el filósofo Daniel Innerarity, y si hacer distinciones puede estar mal visto, es imprescindible para entender las distintas causas, consecuencias y soluciones. La segunda es un archivo del blog de enero de 2018 en el que el politólogo Andrés Blas Guerrero comentaba que la pluralidad de proyectos periféricos se impuso frente a unas señas de identidad comunes en el proceso que llevó a la Transición. El poema del día, en la tercera, se titula Corazón coraza, es del poeta uruguayo Mario Benedetti, y comienza con estos versos: Porque te tengo y no/porque te pienso/porque la noche está de ojos abiertos/porque la noche pasa y digo amor... Y la cuarta y última, como siempre, son las viñetas de humor, pero ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν" (toca marchar); volveremos a vernos mañana si las Euménides y la diosa Fortuna lo permiten. Sean  felices, por favor. Tamaragua, amigos míos. HArendt












DE LOS DIVERSOS TIPOS DE CORRUPCIÓN

 






Hacer distinciones está mal visto, pero es imprescindible para entender las distintas causas, consecuencias y soluciones, escribe en El País [La corrupción y sus tipos, 25/07/2025] el filósofo Daniel Innerarity. Los tipos que se corrompen son igualmente impresentables, aunque los tipos de corrupción pueden ser diferentes, comienza diciendo Innerarity. Ya sé que hacer distinciones suele ser duramente castigado con la descalificación que merecen quienes intentan justificar una de ellas, pero mi oficio me obliga a entender antes de juzgar y a que, si hay que condenar, la condena no se lleve por delante los matices que son necesarios. No para librar a alguien, sino para juzgar a cada uno con la dureza que se merezca, sin caer en esa condena generalizada (a todos, a la clase política, al bipartidismo o al sistema), un tipo de condena que beneficia, por cierto, a los culpables.

Columnistas airados y dirigentes investidos de superioridad moral pero escasos de cultura democrática calificaron el caso Cerdán como “corrupción sistémica” o como una amenaza estructural a la legitimidad del sistema democrático, quemaron las palabras antes de que pudiéramos usarlas para lo que realmente significan.

Ese tipo de corrupción —muy grave, sin duda— no constituye por sí mismo una captura del Estado ni una quiebra institucional del interés general. La exageración retórica les deja, ahora, sin espacio semántico y político para calificar con precisión algo mucho más grave: un caso como el de Cristóbal Montoro, donde no se trata simplemente de personas que se corrompen ante la ley, sino de personas que, desde el poder, corrompen la ley.

El primer caso necesita de una solución penal: la justicia puede restituir el equilibrio. El segundo necesita también de una intervención política: para restituir el equilibrio no basta con el poder de los jueces, hace falta también el poder del Parlamento para cambiar las leyes que han sido corrompidas. La paradoja es que han querido construir un problema político a partir de un asunto penal (el caso Cerdán), pero ahora se enfrentan a un caso (el de Montoro), que, además de la penal, sí tiene una dimensión política profunda. Porque cuando se legisla al dictado de intereses privados, no hablamos ya de moral privada, sino de colonización institucional.

Tratándose de corrupción, hay quien no distingue por incapacidad y quien no lo hace por interés. Como estamos acostumbrados al nada creíble “y tú, más”, la gente se pone en guardia cuando alguien trata de establecer alguna distinción, como si estuviera tratando así de restarle importancia o distribuirla en cada uno de los casos según su conveniencia. La cuestión es si queremos exagerar la corrupción ajena para salvar a los nuestros, si queremos condenar indistintamente a todos para disfrutar de una atalaya moral personal o si queremos entender lo que pasa y juzgarlo con la severidad que se merece.

Distinguir no es relativizar, sino analizar las diferentes situaciones para impedir las relativizaciones. Que un asesinato no sea lo mismo que un genocidio no le quita gravedad a ninguno de los dos hechos, pero quien los confundiera estaría cometiendo un error —por exceso o por defecto— que debilita su argumentación y puede tener graves consecuencias políticas. La democracia exige no solo condenar la corrupción, sino pensarla con rigor y nombrarla con precisión. Porque si no distinguimos acabamos creyendo que todo está podrido, que no hay salida, que da igual quién gobierne. Y eso es tanto como rendirse al cinismo, que es la antesala del autoritarismo.

Que haya distintos tipos de corrupción no redime a los infames tipos que la practican; tener en cuenta estas distinciones nos libera de la confusión que desean quienes se benefician de la confusión. Condenemos, pues, toda corrupción, sin corromper de paso ninguna de nuestras capacidades analíticas. La pereza intelectual es también una forma de corrupción. Distinguir es más difícil que confundir, pero esto último suele ser moralmente reprobable y muy dañino políticamente. Daniel Innerarity es catedrático de Filosofía Política (Ikerbasque / Instituto Europeo de Florencia). Acaba de publicar Una teoría crítica de la inteligencia artificial (Galaxia Gutenberg), Premio Eugenio Trías de Ensayo.





















[ARCHIVO DEL BLOG] NACIÓN FRENTE A DEMOCRACIA. PUBLICADO EL 17/01/2018










La pluralidad de proyectos periféricos se impuso frente a unas señas de identidad comunes en el proceso que llevó a la Transición española a la democracia , dice en El País el profesor Andrés de Blas Guerrero, catedrático de Teoría del Estado en la UNEDEntre las muchas sugerencias que se desprenden de la lectura del espléndido reciente ensayo de Santos Juliá sobre la Transición española, comienza diciendo Blas Guerrero, hay una, insinuada mejor que explicitada, que pienso merece un comentario. Se trata del dilema que entonces se planteó entre democracia y nación. En pocas palabras, el dilema consistió en priorizar la construcción de la democracia sobre la recuperación de una idea de nación española. No faltaban razones para esta decisión. Resulta evidente que los proyectos de nacionalismo español a lo largo de los siglos XIX y XX habían sido plurales y enfrentados. El proyecto de la tradición liberal-democrática dominante en líneas generales hasta la Guerra Civil se hubo de enfrentar al proyecto nacional-católico y de inspiración fascista triunfante con el franquismo. Como consecuencia de ello, cabía deducir una similar idea de pluralidad con referencia a la nación española. Aunque, en este punto, la acción de un Estado secular, la comunidad cultural mayoritaria y la proyección de un largo pasado restaban fuerza a la existencia de distintas visiones de la nación común, es cierto que la pluralidad enfrentada de proyectos nacionales debilitaba la coherencia de la nación de los españoles. En consecuencia, la reconstrucción de una idea nacional para nuestro país constituía una empresa azarosa, sujeta a enfrentamientos que no se presentaban en la idea de recuperar la democracia.
Los distintos actores del proceso de Transición se apuntarían a esta visión de la cuestión por distintas, pero coincidentes razones en el resultado final. Los reformistas provenientes del franquismo eran conscientes del papel que una particular idea de nación española había desempeñado, especialmente en su primer trecho de vida, en la dictadura. En su deseo de incorporarse a la restablecida democracia tenían una buena disculpa para orillar la recuperación de la nación. La izquierda española tenía su parcial inspiración en un marxismo de combate, en el olvido de la tradición liberal-democrática anterior a la Guerra Civil y en su lucha por hacerse un lugar al sol en Cataluña, y el País Vasco, unas eficaces explicaciones para alejarse de una idea de nación española. Ni que decir tiene que los nacionalismos periféricos, radicalizados por la acción de la dictadura y deseosos de sustituir la nación común por sus propias realidades nacionales, coincidían con aquellas actitudes.
Lo que se planteó entonces como una estrategia política prudente pondría de manifiesto con el paso del tiempo sus debilidades. No se prestó atención al dato de que todo Estado, incluso el más democrático, necesita para garantizar su buen funcionamiento el cimiento de una comunidad de ciudadanos conscientes de sus derechos y deberes. En última instancia, de una nación política fundamentada en una cosmovisión liberal-democrática. Incluso, dentro de un proyecto de construcción europea, el Estado y la nación siguen siendo artefactos funcionales para la vida de los europeos. Cuando se habla de la historicidad de las naciones se está haciendo referencia a un hecho cierto. Tan cierto como la historicidad de los Estados. Pero mientras estos últimos sigan desempeñando un papel importante en la vida de los pueblos resultará de todo punto precipitado predicar su superación. Lo mismo cabe afirmar de unas naciones políticas abiertas al reconocimiento de los valores del pluralismo, las lealtades compartidas y la tolerancia.
Se olvidó entonces también que el papel hurtado a la nación española habría de ser ocupado por otras realidades nacionales que aspiraban a sustituirla. Es verdad que el proceso constituyente de 1978 vino a rectificar parcialmente esta situación. Los debates constitucionales, la fórmula del artículo 2, la compatibilidad ampliamente aceptada de la idea de nación común y la de nacionalidades y regiones habría de suponer una parcial modificación de la actitud ante la cuestión hasta entonces dominante. Se produjo en este momento un consenso respecto a la cuestión nacional española que daba satisfacción a la mayor parte de las posiciones en conflicto. Sería necesario estudiar las causas e identificar a los responsables de que ese consenso aparezca hoy debilitado, hasta el punto de que sean en la actualidad muchas las voces, merecedoras de atención, a favor de una revisión del pacto de 1978. Lo que sí parece claro es que los pasos dados a lo largo del proceso de Transición anterior a la Constitución de 1978 dejarían una profunda huella en la política española. Una huella cuyo peso seguimos sintiendo en la actualidad. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: vámonos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



















DEL POEMA DE CADA DÍA. HOY, CORAZÓN CORAZA, DE MARIO BENEDETTI

 







CORAZÓN CORAZA



Porque te tengo y no

porque te pienso

porque la noche está de ojos abiertos

porque la noche pasa y digo amor

porque has venido a recoger tu imagen

y eres mejor que todas tus imágenes

porque eres linda desde el pie hasta el alma

porque eres buena desde el alma a mí

porque te escondes dulce en el orgullo

pequeña y dulce

corazón coraza


porque eres mía

porque no eres mía

porque te miro y muero

y peor que muero

si no te miro amor

si no te miro


porque tú siempre existes dondequiera

pero existes mejor donde te quiero

porque tu boca es sangre

y tienes frío

tengo que amarte amor

tengo que amarte

aunque esta herida duela como dos

aunque te busque y no te encuentre

y aunque

la noche pase y yo te tenga

y no.




MARIO BENEDETTI (1920-2009)

poeta uruguayo



























DE LAS VIÑETAS DE HUMOR DE HOY JUEVES, 31 DE JULIO DE 2025

 


































miércoles, 30 de julio de 2025

DE LAS ENTRADAS DEL BLOG DE HOY MIÉRCOLES, 30 DE JULIO DE 2025

 






Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz miércoles, 30 de julio de 2025. El jacobinismo de los morados les impide entender que atacando a Junts o al PNV ofenden a mucha más gente por el camino, escribe en la primera de las entradas del blog de hoy, la politóloga Estefanía Molina. En la segunda, un archivo del blog de tal día como hoy de hace ocho años, la periodista cubana Yoani Sánchez escribía lo siguiente: Los trovadores latinoamericanos viven hoy una etapa de permisiva tranquilidad. Su enemigo no es la censura, sino el reggaeton y se han extraviado en Cuba entre reverencias y silencios. El poema del día, en la tercera, se titula Hija del viento, es de la poetisa argentina Alejandra Pizarkik, y comienza con estos versos: Han venido./Invaden la sangre./Huelen a plumas,/a carencias,/a llanto. Y la cuarta y última, como siempre, son las viñetas de humor, pero ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν" (toca marchar); volveremos a vernos mañana si las Euménides y la diosa Fortuna lo permiten. Sean  felices, por favor. Tamaragua, amigos míos. HArendt
















DEL JACOBINISMO DE PODEMOS

 






El jacobinismo de los morados les impide entender que atacando a Junts o al PNV ofenden a mucha más gente por el camino, señala en El País [Podemos y el estigma de los catalanes ‘racistas, 24/’7/2025] la politóloga Estefanía Molina. No hará falta que Vox llegue a la Moncloa para que se cuestione el autogobierno de Cataluña, comienza diciendo Molina. Podemos se basta y se sobra para ir abonando ese camino. Ione Belarra irritó esta semana a muchos catalanes afirmando que cederles competencias de inmigración implicaba que “los Mossos puedan ejercer las funciones que hasta ahora hace la Policía Nacional, por ejemplo, redadas racistas”. Luego se indignarán porque se les llame jacobinos.

A poco que uno rasque verá que, en instancia última, la crítica de Podemos es a la cesión de competencias. De un lado, saben perfectamente que quien las gestionaría hoy sería Salvador Illa, investido por ERC y Comunes. Resultará que el PSC también es sospechoso en términos de integración y convivencia, como si ser catalán trajera aparejado la incapacidad de liberarse de ciertos instintos.

Segundo, porque Podemos se excusa en el preámbulo del pacto entre Carles Puigdemont y Pedro Sánchez, donde Junts asocia la pérdida de la lengua o la nación al fenómeno migratorio, para asegurar que la ley sería racista en sí misma. Es una falacia jurídica. Como recordó Jaume Asens, que la exposición de motivos de una ley sea muy desafortunada no quiere decir que obligue a hacer nada concreto. Las competencias no tienen una carga en sí mismas; ese valor moral se lo da Podemos. Asens, por cierto, reconoció que no le había gustado que sus colegas se opusieran a la cesión competencial a Cataluña simplemente porque Junts lo pedía.

Por último, la siguiente frase no la dijo Puigdemont. “[La migratoria] es una de las grandes competencias que deberíamos recuperar, entre otras cosas, porque formamos parte de una nación que tiene su identidad nacional en riesgo”. Curiosamente, es de Arnaldo Otegi, coordinador de Bildu, con quien Ione Belarra e Irene Montero posaban sonrientes hace unos días. Nunca es el qué, siempre es el quién: no le han afeado aquellas palabras, que se sepa. Se rumorea incluso que hasta exploran juntos algún tipo de alianza política.

Y cómo será la cosa, que Podemos ha logrado poner de acuerdo al PSC, ERC y Junts. Illa ha dicho que no va a tolerar que se dude de la profesionalidad de los Mossos, y Oriol Junqueras se marcó un tuit reprochando que estas cosas, antes, las decían Albert Rivera e Inés Arrimadas.

Hete ahí el problema: que desde Podemos no entienden —porque son jacobinos— que en su descuidada afrenta contra Junts o el PNV acaban ofendiendo a mucha más gente por el camino. Lo mismo ocurrió en la última campaña electoral en Euskadi. Los morados presentaban en un vídeo a dos votantes del PNV como catetos aprovechados con txapela. El estallido en redes fue notorio, y no solo de quienes apoyan a Imanol Pradales. Hay estigmas que inevitablemente se perciben como colectivos.

Y lo anterior no impide asumir que a Junts le preocupa la pujanza de Aliança Catalana, que tiran de retórica identitaria para justificar el haber enterrado el procés, o que cierto votante tiene nostalgia de catalanismo pujolista. Pero si mucha gente se ha indignado en Cataluña es porque Podemos tampoco está para presentarse como salvador de nadie. Ione Belarra formaba parte del Gobierno de España cuando el episodio del salto a la valla de Melilla, que se saldó con al menos una veintena de muertos. La ministra morada no dimitió entonces ante el estupor de la tragedia, y ni siquiera lograron que Fernando Grande-Marlaska fuera cesado como titular de dicha cartera.

Quizás la mayor prueba de que Belarra metió la pata sea que, en muy poco tiempo, las competencias estatales en materia de migración podrían estar en manos de un Ejecutivo de PP y Vox. Quién no preferiría en ese caso que fuera Illa quien le tramitara su expediente de extranjería. Podemos dejó de ser plurinacional a la velocidad que se hundió en Galicia, Euskadi y Cataluña. Su mayor problema ahora es creer que ciertos estigmas solo afectan a Junts o el PNV, cuando no, a las instituciones de un pueblo entero. Le están haciendo el trabajo a la ultraderecha, aunque les duela reconocerlo. Estefanía Molina es politóloga.




















[ARCHIVO DEL BLOG] LA TRAICIÓN DEL JUGLAR. PUBLICADO EL 30/07/2017

 







Los trovadores latinoamericanos viven hoy una etapa de permisiva tranquilidad. Su enemigo no es la censura, sino el reggaeton. Silvio Rodríguez, firmante del manifiesto Dejen votar a los catalanes, se ha extraviado en Cuba entre reverencias y silencios, escribe en El País [La traición del juglar, 30/07/2017] la periodista cubana Yoani Sánchez. Los cantautores son a menudo confundidos con profetas o líderes, comienza diciendo Yoani. Los temas de numerosos trovadores han terminado por moldear conciencias, erigirse en lemas políticos y volverse mantras incuestionables. Todo movimiento social necesita su fondo musical y en América Latina estos solitarios de la guitarra han acompañado sonoramente a más de uno.

Cronistas pertrechados de melodía, la mayoría de las veces se toma a estos intérpretes al pie de la letra, confundiéndose al personaje de sus estrofas con el ser de carne y hueso que sube al escenario. Bajo las luces, en la íntima atmósfera de un teatro, entona esas frases que después se trastocan para miles de espectadores en eslóganes y posturas. Tras los duros años en que una copla podía costarles la vida o la prisión, los trovadores latinoamericanos que dieron forma a la canción protesta viven ahora una etapa de permisiva tranquilidad. La batalla más encarnizada la libran ante el reggaeton, no contra la censura. Su mayor temor no radica en engrosar las listas negras, sino en que el público mueva el dial para buscar cualquier otra música “más movidita”.

Dejaron de ser el centro de las reseñas y de los críticos, para ser colocados en la aburrida esquina de los consagrados que ya no llenan estadios ni arrancan suspiros. Viven de las glorias pasadas y rara vez una canción suya vuelve a escalar las listas de éxito, aunque en los platós televisivos se les siga presentando como “insuperables” o “indiscutibles”.

Entre aquellos melenudos de verso fácil, los más pícaros han cedido su guitarra a algún poder al que años atrás criticaron, para vegetar a la sombra de festivales, homenajes y entrevistas. Los pocos dardos que aún lanzan en sus textos mezclan los más recurrentes lugares comunes del discurso progresista, mientras que su indumentaria mantiene todas las trazas de un disfraz de calculado desaliño.

Los nombres más conocidos de hace unas décadas acarician hoy los discos con los que convocaron multitudes e hicieron latir conciencias. A falta de aquellas emociones, actualmente se dedican —sin partitura y con voz debilitada— a dictar cátedra de cómo comportarse cívicamente o a azuzar una rebeldía que ellos mismos descartaron por poco rentable.

La música de Rodríguez, compañera una vez de la desobediencia, es hoy la lírica del poder

Algunos de aquellos temas musicales que compusieron cuando soplaban los aires de hacer el amor y no la guerra han sido secuestrados por militantes y extremistas que los cantan —con las venas del cuello a punto de reventar— frente a sus contrincantes políticos. De expresiones musicales libertarias pasaron a ser mordazas para acallar la diferencia, meros himnos de ciega batalla.

Los tiempos de rimar y creerse cada verso han dado paso al cinismo. Muchos de los juglares que pusieron ritmo a la inconformidad se alejaron de la escena pública; otros aparcaron la canción incómoda en busca de mayores ingresos, mientras que la mayoría, extraviada la musa, se ha convertido en defensora de cuanta causa pueda tapar su sequía creativa.

Nostálgicos de un tiempo en que congregaban multitudes, más de uno ha optado por cantarle al poder y dedicar sus estribillos a ciertos populistas bastante impresentables. Escriben por encargo, ensalzan en sus estribillos a desteñidas revoluciones transmutadas en dictaduras y se ganan un espacio en las tarimas oficiales donde las promesas abundan y la sinceridad falta.

No son los tiempos en que Víctor Jara llevó su arte hasta las últimas consecuencias. “Yo no canto por cantar / ni por tener buena voz, / canto porque la guitarra / tiene sentido y razón”, aseguró el chileno que murió a los 40 años con decenas de balas hundidas en su cuerpo. Ahora abundan los creadores que cuidan cada palabra para evitar salirse del esquema de lo políticamente correcto. Compositores de rimas pulidas y cabello bien peinado que se pasean por palacios de Gobierno y reciben con beneplácito sus honoris causa. Forman parte de esa pléyade de intelectuales y creadores que salen en la foto de familia con todo aquel que le plante cara a quienes ellos señalan como la causa de todos los problemas. Antiimperialistas acérrimos, falsos ecologistas y recelosos de la riqueza —siempre que esa fobia no incluya a su bolsillo—, se les ve protagonizando cantatas contra lejanos poderes y Gobiernos bajo los que no viven.

Hace unos cuatro años, el cantautor español Luis Eduardo Aute aseguró que se identificaba con la Revolución Ciudadana del presidente Rafael Correa. La afirmación fue hecha justo en un momento en que el gobernante ecuatoriano se enfrascaba en una dura pelea contra los medios informativos de su país y ponía límites férreos a la libertad de prensa. Las poses irreverentes tienen siempre mucho de miopía, de no ver más allá de su fabricada irreverencia. Bajo el influjo de sus propios estribillos, Aute se creyó el personaje de sus canciones y aquello de que: “Dicen que todo está atado / Y bien atado a los mercados”, cuando en realidad olvidó que a otros poderes también les gusta controlar cada detalle, especialmente la palabra.

Los trovadores de antaño cantan ahora contra poderes y gobiernos lejanos

En Cuba habita un caso extremo. Silvio Rodríguez perdió el unicornio azul de su creatividad hace muchos años. En la misma medida en que sus temas se llenaban de costuras y aburrimiento, su proyección pública se volvió más cercana al discurso oficial. Dejó de escribir canciones inolvidables para enzarzarse en diatribas contra “los enemigos de la Revolución”.

Recientemente, el cantautor sumó su firma al manifiesto Dejen votar a los catalanes que pide al Gobierno español que permita un referéndum sobre la independencia en Cataluña. El nombre de Rodríguez está acompañado por otras figuras como la artista Yoko Ono, la filósofa afroamericana Angela Davis y la premio Nobel Rigoberta Menchú.

El autor de Ojalá rubricó la afirmación de que “una gran mayoría de catalanes ha expresado repetidamente y de diversas maneras el deseo de ejercer el derecho democrático a votar sobre su futuro político”. Considera que “evitar que los catalanes voten” contradice los principios democráticos, precisamente aquellos que los cubanos llevan décadas sin poder disfrutar en su propia tierra.

A este Rodríguez nada le queda de la rebeldía que caracterizó sus primeras tonadas. En 2003, su firma se sumó al Mensaje desde La Habana a los amigos que están lejos, en el que un grupo de intelectuales exponían justificaciones para el encarcelamiento de 75 disidentes en la Isla. El documento respaldó también la decisión del Gobierno de Fidel Castro de fusilar a tres hombres que secuestraron una embarcación de pasajeros para intentar escapar hacia Estados Unidos.

Con una vida cómoda, un estudio de grabación autorizado por el Gobierno y con una mesa repleta, el juglar se extravió en reverencias y silencios. Su música, que una vez acompañó la desobediencia de tantos ciudadanos en esta parte del mundo, ahora forma parte de la lírica oficial, de la sinfonía del poder. Yoani Sánchez es periodista cubana y directora del diario digital 14ymedio.













EL POEMA DE CADA DÍA. HOY, HIJA DEL VIENTO, DE ALEJANDRA PIZARNIK

 






HIJA DEL VIENTO


Han venido.
Invaden la sangre.
Huelen a plumas,
a carencias,
a llanto.
Pero tú alimentas al miedo
y a la soledad
como a dos animales pequeños
perdidos en el desierto.

Han venido
a incendiar la edad del sueño.
Un adiós es tu vida.
Pero tú te abrazas
como la serpiente loca de movimiento
que sólo se halla a sí misma
porque no hay nadie.

Tú lloras debajo del llanto,
tú abres el cofre de tus deseos
y eres más rica que la noche.

Pero hace tanta soledad
que las palabras se suicidan.


ALEJANDRA PIZARNIK (1936-1972), poetisa argentina