En el mundo del presidente estadounidense el dinero nos protege y las desgracias son solo para los pobres, comenta en El País [100 años después, Gatsby se convierte en Donald Trump, 12/04/2025] la escritora Nuria Labari. Se cumplen 100 años de la publicación de El gran Gatsby, comienza diciendo Labari, y la novela sigue siendo perfecta y su temática contemporánea. Así que les propongo un juego. ¿Quién sería Gatsby en 2025? Yo digo que Donald Trump. “Vestido de franela blanca, camisa color plata y corbata dorada”, así presentaba Fitzgerald a Gatsby, como un príncipe de opereta, igual que Trump presumiendo de derrochar agua para lavar su precioso y rubio pelo. Hay algo fallido en la identidad de Gatsby, igual que sucede con la de Trump, y Fitzgerald nos explicó a qué se debe su irremediable fracaso: a su repugnante visión del dinero.
Gatsby descifra, mejor que cualquier estudio politológico, la inmoralidad del sistema capitalista norteamericano, donde todo puede hacerse porque todo tiene un precio. ¿Pero no era El Gran Gatsby una novela de amor? Sí y no. Fitzgerald escribió sobre el desastre que supone una mala interpretación del dinero, en su caso, a través del amor. Gatsby pensaba que como era pobre no podía aspirar a nada y cuando se convierte en rico cree que puede aspirar a todo. Y lo único que pasa entre el pobre y el rico es que ha ganado dinero, ni moral ni mentalmente ha habido una evolución en el sujeto. Gatsby quiere a Daisy: primero la ama y después cree que puede tenerla porque tiene dinero suficiente.
El dinero para Gatsby, como para Trump, es pura virtualidad, es eso que permite poder hacer cosas. ¿Qué cosas? Las que tú quieras, porque las posibilidades al tener dinero son infinitas. Gatsby quiso a Daisy y Trump anhela todos los mitos de su época: el dominio del mundo, la inmortalidad y la exigencia de seguridad para cada uno de sus actos. Se siente a resguardo de sus acciones e incluso de las acciones de otros —recuerden su gesto impasible cuando intentaron asesinarle— porque cree que no estamos expuestos cuando nos protege el dinero. Las desgracias, en el mundo de Trump, son solo para los pobres.
Los ricos en cambio pueden hacer lo que les dé la gana, sin padecer las consecuencias, igual que Trump es incapaz de prever las consecuencias de sus decisiones. Porque las consecuencias, en el fondo, son morales o éticas. Y cuando lo más importante es el dinero, no hay moral que soporte las decisiones de la sociedad que así se rige. Podría parecer que un Presidente así es una anomalía en el sistema de valores norteamericano, pero a juzgar por el número de votos, cabe plantearse si no será Trump la normalidad de la ideología de un país donde el dinero lo ha atravesado todo, como ya nos contó el viejo Fitzgerald.
Nadie que haya leído El gran Gatsby olvidará la luz del embarcadero de Daisy que Gatsby veía en las noches de aquel verano en Long Island y que, desde entonces, representa uno de los paradigmas de lo inalcanzable. ¿Pero dónde está mirando Trump? La luz de algunos misiles cayendo sobre Gaza es verde también. Su deseo inalcanzable no es el amor. Y es precisamente esa otra luz la que nos permite ver la gran diferencia que existe entre Gatsby y Trump. El dinero es el mismo, pero Gatsby es un personaje literario trágico mientras que Trump es un sujeto político lamentable. Lo que distingue a uno de otro es que el trágico lamenta su destino mientras que el lamentable hace que lamentemos nuestro destino todos los demás. Nuria Labari es escritora.
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