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martes, 12 de noviembre de 2024
[ARCHIVO DEL BLOG] Lasciate ogni speranza... Publicado el 27/12/2017
El poema de cada día. Hoy, Vivo sin vivir en mí, de Teresa de Jesús (1515-1582)
VIVO SIN VIVIR EN MÍ
Vivo sin vivir en mí,
y de tal manera espero,
que muero porque no muero.
Vivo ya fuera de mí
después que muero de amor;
porque vivo en el Señor,
que me quiso para sí;
cuando el corazón le di
puse en él este letrero:
que muero porque no muero.
Esta divina prisión
del amor con que yo vivo
ha hecho a Dios mi cautivo,
y libre mi corazón;
y causa en mí tal pasión
ver a Dios mi prisionero,
que muero porque no muero.
¡Ay, qué larga es esta vida!
¡Qué duros estos destierros,
esta cárcel, estos hierros
en que el alma está metida!
Sólo esperar la salida
me causa dolor tan fiero,
que muero porque no muero.
¡Ay, qué vida tan amarga
do no se goza el Señor!
Porque si es dulce el amor,
no lo es la esperanza larga.
Quíteme Dios esta carga,
más pesada que el acero,
que muero porque no muero.
Sólo con la confianza
vivo de que he de morir,
porque muriendo, el vivir
me asegura mi esperanza.
Muerte do el vivir se alcanza,
no te tardes, que te espero,
que muero porque no muero.
Mira que el amor es fuerte,
vida, no me seas molesta;
mira que sólo te resta,
para ganarte, perderte.
Venga ya la dulce muerte,
el morir venga ligero,
que muero porque no muero.
Aquella vida de arriba
es la vida verdadera;
hasta que esta vida muera,
no se goza estando viva.
Muerte, no me seas esquiva;
viva muriendo primero,
que muero porque no muero.
Vida, ¿qué puedo yo darle
a mi Dios, que vive en mí,
si no es el perderte a ti
para mejor a Él gozarle?
Quiero muriendo alcanzarle,
pues tanto a mi Amado quiero,
que muero porque no muero.
Teresa de Jesús (1515-1582)
Mística española
lunes, 11 de noviembre de 2024
De las entradas del blog de hoy lunes, 11 de noviembre de 2024
De la Unión Europea: ¿En coma inducido?
Vivimos tiempos que parecen una tempestad shakespeariana, entre tormentas políticas y un cambio climático pavorosos, y con esa sensación de que lo que se ve es símbolo de una cordura que se tambalea en muchas partes,escribe en El País [El partidismo en una tempestad shakespeariana, 09/11/2024] el analista de política internacional Andrea Rizzi. Esta semana, mientras Donald Trump cosechaba un triunfal regreso a la Casa Blanca y Viktor Orbán lo celebraba descorchando vodka —porque se hallaba en Kirguistán y no tenía a mano champán—, hubo que asistir al asombroso espectáculo de los liberales alemanes precipitando una crisis de Gobierno en Berlín en uno de los momentos más delicados de las últimas décadas por intransigencia dogmática y calculillos partidistas. Se negaron hasta las últimas consecuencias a aceptar un endeudamiento para sufragar gastos militares de apoyo a Ucrania y a una industria interna en dificultad.
Así, mientras Europa necesita cerrar filas y actuar lo más rápido posible ante la más que probable embestida trumpista en forma de aranceles y reducción del apoyo a Ucrania, toca en cambio lidiar con una Alemania en barrena. Los liberales alemanes ya hicieron un daño descomunal como predicadores de la austeridad europea tras la crisis de 2008. En el último año han sido el principal lastre que ha impedido al Gobierno de coalición alemán ser eficaz. Es cierto que la situación era ya insostenible, y en cierto sentido un reseteo rápido podría ser beneficioso. En esa perspectiva, es necesario que Olaf Scholz convoque cuanto antes elecciones. Pero este último golpe de los liberales, tras meses de intransigencias que, bajo un manto ideológico, saben a egoísmo partidista, culminan el inmenso daño de haber tenido a Berlín semiparalizado durante un largo periodo en un momento crucial de la historia de Europa. Nada obligaba a que fuera así.
Ese egoísmo partidista en tiempos tan duros no es un episodio aislado. Cómo olvidar la exigencia de Jean-Luc Mélenchon reclamando en Francia la aplicación íntegra del programa de la coalición de izquierdas, que quedó la primera en las elecciones —pero a cien escaños de la mayoría, pequeño detalle—. Aquello dificultó, y mucho, la posibilidad de un Ejecutivo de centroizquierda, que era la opción más lógica y deseable. Y cómo digerir estos días, en España, la asombrosa desfachatez de líderes de las varias derechas que, por interés partidista, han arrojado fango sin escrúpulo sobre otros mientras barrían polvos indecentes de su bando debajo de alfombras inaceptables.
Todo ello no excluye graves, incluso gravísimos, errores de gestión —algunos moral además de políticamente lamentables— de los respectivos líderes al mando en esos países, pero los episodios mencionados destacan con autoridad propia en la categoría de las irresponsabilidades políticas.
Mientras, el partido trumpista europeo afila sus armas. Algunos, descorchando; otros —como Giorgia Meloni—, aguardando estratégicamente el momento oportuno para desarrollar un juego a dos bandas como miembro de la UE que necesita integrarse más y referente privilegiado del nuevo Washington. Pero, atención: el riesgo de la tentación de congraciarse bilateralmente no es exclusivo de gobiernos ultraderechistas. Ceder a esa tentación sería un desastre. Algunos están especialmente expuestos al riesgo de la soledad —España, desde luego, en las antípodas del trumpismo en todo—, pero la división acabaría siendo negativa para todos. Una tibia e improductiva unidad no sería mucho mejor.
La verdad es que no sabemos lo que hará Trump —en muchas cuestiones, incluida Ucrania, lo más probable es que no lo sepa ni él—. Pero sí sabemos lo que hay: la UE es una entidad con peligrosas debilidades y dependencias, que pierde competitividad y vigor demográfico en un mundo brutal. El espejismo del multilateralismo, de las normas compartidas, se ha disuelto por completo. Será cada vez más un mundo transaccional. Si en él no queremos ser vasallos, necesitamos desarrollar nuevas capacidades tecnológicas, manufactureras y, sí, militares. Pacifismo es no agredir a nadie, no es quedarse inertes confiando en la buena suerte —o en la protección de otros— en una jungla con fieras desatadas que devoran presas frágiles. En esto, la España que celebra su vigor económico debe acelerar mucho más sus inversiones para poder contribuir a las capacidades comunes y dejar de ser la gran rezagada sin ningún motivo para ello.
Lograr esos grandes objetivos por separado es inviable. También lo es conseguirlo con unidad de concepto, pero con políticas infestadas de zancadillas partidistas. Tristemente, parece que ni la bestial guerra de Vladímir Putin, ni la brutal acción militar de Benjamín Netanyahu, ni el devastador cambio climático, ni el inquietante regreso de Trump consiguen hacer mella en los pequeños cálculos partidistas de algunos.
Ninguno tenemos el historial libre de fallos y mezquindades, y la política no es una competición de moralidad. Pero en tiempos como estos, ciertas deficiencias entrañan riesgos enormes. Nadie reclama virtud impoluta, pero sí al menos un poco de sentido de la emergencia, de la urgencia, de la inteligencia. Contengamos, durante un rato, ciertos instintos primarios. Los socialistas portugueses, que acaban de permitir la aprobación de presupuestos de los conservadores con su abstención a cambio de modificaciones al proyecto, después de haber permitido un Gobierno de minoría que deje al margen la ultraderecha, muestran otro camino. Muy libres todos de pensar que es una estrategia perdedora, buenista, ingenua. Quienes lo hagan, al menos que se pregunten a dónde conduce esta feria de cálculos partidistas en medio de esta tempestad shakespeariana.
[ARCHIVO DELBLOG] Desde la RAE. Hoy, con el académico Emilio Lledó. Publicado el 04/07/2017
Y me gustaría iniciarla, saltándome por una sola vez el estricto e imparcial orden cronológico, por la del académico Emilio Lledó Íñigo, que fue mi profesor de Historia de la Filosofía Antigua y Medieval en la UNED y me enseñó a amar y disfrutar con Platón, Aristóteles, San Agustín, y por supuesto, del saber por el saber. Y es que, como reza el lema de la UNED, Omnibvs mobilibvs mobilior sapientia (Sabiduría, 7, 24). ¡Gracias por siempre, don Emilio!
El profesor Emilio Lledó, que ocupa la silla l (ele minúscula) de la Real Academia, nació en Sevilla el 5 de noviembre de 1927. Fue elegido el 11 de noviembre de 1993 y tomó posesión como académico el 27 de noviembre de 1994. Catedrático de Historia de la Filosofía, impartió enseñanza en Alemania y España, tanto a alumnos de bachillerato en institutos públicos, en Valladolid, como universitarios en La Laguna, Barcelona y Madrid. En su último destino como profesor, la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), fue vicerrector de la institución. Es doctor honoris causa por las universidades de La Laguna, de las Islas Baleares y de Lleida, y miembro vitalicio del Instituto para Estudios Avanzados de Berlín. Gran parte de su actividad docente se desarrolló en la universidad alemana de Heidelberg. Fue vocal de la Junta de Gobierno de la RAE entre 1996 y 1998, y bibliotecario de la misma entre 1998 y2006.
En internet pueden encontrar si lo desean su discurso de toma de posesión en la Real Academia España, titulado Las palabras en su espejo, que fue respondido en nombre de la corporación por Francisco Rodríguez Adrados. Disfrútenlo. Y aprovechando la ocasión, y como feliz colofón de la entrada también pueden buscar y leer la entrevista que el pasado domingo hacía al profesor Lledó para El País la periodista Tereixa Constenla. No se la pierdan, merece la pena, de verdad. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt
El poema de cada día. Hoy, Himno a la belleza, de Charles Baudelaire
HIMNO A LA BELLEZA
¿Vienes del cielo profundo o surges del abismo,
Oh, Belleza? Tu mirada infernal y divina,
Vuelca confusamente el beneficio y el crimen,
Y se puede, por eso, compararte con el vino.
Tú contienes en tu mirada el ocaso y la aurora;
Tú esparces perfumes como una tarde tempestuosa;
Tus besos son un filtro y tu boca un ánfora
Que tornan al héroe flojo y al niño valiente.
¿Surges tú del abismo negro o desciendes de los astros?
El Destino encantado sigue tus faldas como un perro;
Tú siembras al azar la alegría y los desastres,
Y gobiernas todo y no respondes de nada,
Tú marchas sobre muertos, Belleza, de los que te burlas;
De tus joyas el Horror no es lo menos encantador,
Y la Muerte, entre tus más caros dijes,
Sobre tu vientre orgulloso danza amorosamente.
El efímero deslumbrado marcha hacia ti, candela,
Crepita, arde y dice: ¡Bendigamos esta antorcha!
El enamorado, jadeante, inclinado sobre su bella
Tiene el aspecto de un moribundo acariciando su tumba.
Que procedas del cielo o del infierno, qué importa,
¡Oh, Belleza! ¡monstruo enorme, horroroso, ingenuo!
Si tu mirada, tu sonrisa, tu pie me abren la puerta
De un infinito que amo y jamás he conocido?
De Satán o de Dios ¿qué importa? Ángel o Sirena,
¿Qué importa si, tornas -hada con ojos de terciopelo,
Ritmo, perfume, fulgor ¡oh, mi única reina!-
El universo menos horrible y los instantes menos pesados?
Charles Baudelaire (1821-1867)
Poeta francés