sábado, 18 de enero de 2020

[ARCHIVO DEL BLOG] La mujer del césar. (Publicada el 22 de junio de 2009)



La viuda y los hijos de Eduardo Puelles. 20/6/2009


Llevo varios días de absoluta sequía anímica para enfrentarme a la pantalla en blanco del portátil. Un poco antes del asesinato del inspector de policía Eduardo Puelles por esa pandilla de mafiosos que conforman ETA, tenía medio esbozado un comentario que se iba a titular "¿Por qué detesto el nacionalismo?". Ya no voy a escribirlo. No deseo que nadie piense que presupongo una relación causal entre el nacionalismo vasco, -en este caso-, y ETA. Me niego rotundamente a hacerle el juego a ninguno de los dos. ETA no es más que una organización mafiosa sin más objetivo que sojuzgar al pueblo vasco, al nacionalista y al no-nacionalista, en su propio interés, que confieso ignorar cual pueda ser. Pero saben, aun siendo despreciables los mafiosos etarras, me merecen mucho más desprecio quiénes les jalean y apoyan desde las instituciones, las urnas, las pancartas, las manifestaciones, los insultos y las amenazas. Estos últimos son doblemente cobardes porque se aprovechan de las libertades que les otorga una democracia en la que no creen. Pero no lo conseguirán. Como ha dicho con enorme entereza y valentía la mujer del policía asesinado, lo único que han conseguido es dejar a dos hijos huérfanos y a una mujer viuda. Y no van a conseguir nada más.

Irán es otra de las cuestiones que me tiene ensimismado. De niño, en Madrid, vivía muy cerca de la Embajada Imperial del Irán, en la avenida de Pío XII. Eran los tiempos del Sah y sus encantadoras esposas, y de los fastos de la coronación en Persépolis. Que el Sah era un sátrapa a la antigua usanza lo supe mucho más tarde. Pero también es cierto que llevó a su país a unas cotas de modernización que no había conocido nunca antes, aunque no seré yo quien se atreva a sugerir que todo tiempo pasado fue mejor. Desde mi inocencia, mantenía una curiosa relación de amistad y buena vecindad con el personal de la Embajada, incluyendo al embajador y su familia, que me regalaban libros, cuentos y folletos turísticos de su país en cada visita que les hacía . Es agua pasada, claro está, pero estos días recuerdo aquellos momentos con cariño, y estoy convencido de que la ola de libertad que se ha levantado en Irán es el prólogo irreversible del principio del fin del régimen teocrático impuesto por los imanes y que el pueblo iraní, más pronto que tarde, recuperará la libertad que sin duda merece.

En El País de hoy el escritor Julio Llamazares ha publicado un artículo: "Lectura estética de las últimas elecciones", que pueden leer en el enlace inmediatamente anterior, y que no se como calificar, si como irónico o como sarcástico, sobre la utilización del resultado de las mismas por parte del PP del Sr. Rajoy, -¿hay otro PP que no sea el del Sr. Rajoy?-, como salvoconducto de prácticas corruptas. Sin librar de crítica al partido del gobierno ni a toda la clase política española en su conjunto. A mi, lo digo con toda sinceridad, más miedo que el PP del Sr. Rajoy, muchísimo más, me dan sus votantes de Madrid, Valencia, o Canarias.

Casualmente, el sábado pasado me dio por ojear un viejo y estupendo libro del sociólogo norteamericano V.O. Key: "Política, partidos y grupos de presión" (Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1962) , que había leído hace al menos treinta años. Apenas iniciado, en las primeras líneas de su capítulo preliminar, afirma Key con rotundidad: "La Política no es más que la lucha por el poder". Una verdad que solemos olvidar, presos de la ingenuidad.

Dice un antiguo adagio que "la mujer del César no sólo tiene que ser honesta sino parecerlo". No creo que esa sea la situación actual en nuestro país. Para mí, la clase política española, salvo excepciones personales concretas, cada vez se parece más a un decadente prostíbulo lleno de viejas putas, dicho con todo el respeto debido a las putas, ya sean éstas viejas o jóvenes. HArendt



Ruinas de Persépolis, Irán


La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt





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[SONRÍA, POR FAVOR] Es sábado, 18 de enero





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Tengo un peculiar sentido del humor que aprecia la sonrisa ajena más que la propia, por lo que, identificado con la definición de la Real Academia antes citada iré subiendo cada día al blog las viñetas de mis dibujantes favoritos en la prensa española. Y si repito alguna por despiste, mis disculpas sinceras, pero pueden sonreír igual...





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viernes, 17 de enero de 2020

[A VUELAPLUMA] Elogio de la bondad



La escritora Ana Merino


No creo que estemos condenados a resolver nuestras diferencias de mala manera, por mucho político iluminado, mucho juez ensoberbecido y mucho predicador mediático que se nos crucen por el camino, escribe el periodista Carles Francino en el A vuelapluma de hoy viernes.

"El otro día un amigo periodista -comienza diciendo Francino- envió un mensaje felicitándome por haber alabado en la radio el poder de la bondad. Había hecho mías unas reflexiones de Ana Merino, la flamante ganadora del Premio Nadal con su novela 'El mapa de los afectos', donde aseguraba que el mundo evoluciona precisamente gracias a eso: a la bondad. Dado que además ese día se cumplían 30 años de la muerte de Jaime Gil de Biedma, contrapuse las palabras de Merino con aquellos versos suyos que dicen: "De todas las historias de la Historia/ la más triste es la de España/ porque termina mal".

Si hoy hiciéramos una encuesta para detectar a 'gildebiedmistas' y 'merinianos', los primeros partirían con ventaja porque el ruido y la bronca lo contaminan absolutamente todo. Pero yo pedaleo con esperanza en el segundo pelotón porque no creo que estemos condenados a resolver nuestras diferencias de mala manera: a gritos, enfermos de sectarismo y, si se tercia, a hostia limpia; por mucho político iluminado, mucho juez ensoberbecido y mucho predicador mediático que se nos crucen por el camino. Ninguno de ellos nos hará avanzar; si acaso, encabronarnos.  

No entiendo que ser español (o catalán) lleve aparejado el carnet de energúmeno, a pesar de lo que vemos en el Congreso (y en el Parlament) o de aquella descerebrada que al grito de "¡Viva Vox!" le soltó a un portavoz de Teruel Existe que "si hay que fusilaros, ya lo haremos". Prefiero quedarme con los mensajes de apoyo que, incluso desde las filas de Vox, le llegaron al pobre amenazado. Y también recomiendo, tal vez por mi afición al submarinismo, no quedarse solo en la superficie porque es debajo donde podemos encontrar auténticos tesoros.

Esta semana de puesta de largo del nuevo Gobierno, de la previsible trompetería sobre las plagas que nos amenazan, y de inflamados discursos patrióticos (de la patria que sea) que seguramente se repetirán, propongo tres historias como alternativa. La de la enfermera de A Coruña que ha recaudado casi 20.000 euros a través de 'crowdfounding' para una niña de dos años que extravió sus audífonos. La del periodista leonés con el abuelo enfermo de cáncer, que desnudó con su denuncia la atroz desigualdad que sufre eso que llamamos  la "España vaciada"; yo prefiero olvidada. Y el discurso de un fotógrafo madrileño en la Universidad de Lovaina que ya han visto millones de personas en todo el mundo. Amparado en el cambio de vida que provocó la muerte prematura de su padre, este antiguo ingeniero arengó a los estudiantes a dedicarse a trabajos en los que sean felices y a no dejarse embaucar por los sucedáneos de éxito que nos venden. Lo dicho: bondad sí, mala baba, no. Prefiero pasar por ingenuo que ser un amargado".


A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. 






La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt






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[CUENTOS PARA ADULTOS] Hoy, con "El informe de Brodie", de Jorge Luis Borges



África occidental, 1913



El cuento, como género literario, se define por ser una narración breve, oral o escrita, en la que se narra una historia de ficción con un reducido número de personajes, una intriga poco desarrollada y un clímax y desenlace final rápidos. Desde hace unos meses vengo trayendo al blog algunos de los relatos cortos más famosos de la historia de la literatura universal. Obras de autores como Philip K. Dick, Franz Kafka, Herman Melville, Guy de Maupassant, Julio Cortázar, Alberto Moravia, Juan Rulfo, Jorge Luis Borges, Edgar Allan Poe, Oscar Wilde, Lovecraft, Jack London, Anton Chejov, y otros. 

Continúo hoy la serie Cuentos para adultos con el titulado El informe de Brodie, de Jorge Luis Borges (1899-1986), escritor argentino de cuentos, ensayista, poeta y traductor, y una figura clave tanto para la literatura de habla hispana como para la literatura universal. Sus dos libros más conocidos, Ficciones y El Aleph, publicados en los años cuarenta, son recopilaciones de cuentos conectados por temas comunes, como los sueños, los laberintos, la filosofía, las bibliotecas, los espejos, autores ficticios y mitología europea.​ Las obras de Borges han contribuido ampliamente a la literatura filosófica y al género fantástico, y marcan, según numerosos críticos, el comienzo del movimiento del realismo mágico en la literatura latinoamericana del siglo XX. Les dejo con su relato de hoy.



El informe de Brodie
de 
Jorge Luis Borges


En un ejemplar del primer volumen de las Mil y una noches (Londres, 1840) de Lane, que me consiguió mi querido amigo Paulino Keins, descubrimos el manuscrito que ahora traduciré al castellano. La esmerada caligrafía -arte que las máquinas de escribir nos están enseñando a perder- sugiere que fue redactado por esa misma fecha. Lane prodigó, según se sabe, las extensas notas explicativas; los márgenes abundan en adiciones, en signos de interrogación y alguna vez en correcciones, cuya letra es la misma del manuscrito. Diríase que a su lector le interesaron menos los prodigiosos cuentos de Shahrazad que los hábitos del Islam. De David Brodie, cuya firma exornada de una níbrica figura al pie, nada he podido averiguar, salvo que fue un misionero escocés, oriundo de Aberdeen, que predicó la fe cristiana en el centro de África y luego en ciertas regiones selváticas del Brasil, tierra a la cual lo llevaría su conocimiento del portugués. Ignoro la fecha y el lugar de su muerte. El manuscrito, que yo sepa, no fue dado nunca a la imprenta.

Traduciré fielmente el informe, compuesto en un inglés incoloro, sin permitirme otras omisiones que las de algún versículo de la Biblia y la de un curioso pasaje sobre las prácticas sexuales de los Yahoos que el buen presbiteriano confió pudorosamente al latín. Falta la primera página. 

“…de la región que infestan los hombres monos (Apemen) tienen su morada los Mlch1, que llamaré Yahoos, para que mis lectores no olviden su naturaleza bestial y porque una precisa transliteración es casi imposible, dada la ausencia de vocales en su áspero lenguaje. Los individuos de la tribu no pasan, creo, de setecientos, incluyendo los Nr, que habitan más al sur, entre los matorrales. La cifra que he propuesto es conjetural, ya que, con excepción del rey, de la reina y de los hechiceros, los Yahoos duermen donde los encuentra la noche, sin lugar fijo. La fiebre palúdica y las incursiones continuas de los hombres-monos disminuyen su número. Sólo unos pocos tienen nombre. Para llamarse, lo hacen arrojándose fango. He visto asimismo a Yahoos que, para llamar a un amigo, se tiraban por el suelo y se revolcaban. Físicamente no difieren de los Kroo, salvo por la frente más baja y por cierto tinte cobrizo que amengua su negrura. Se alimentan de frutos, de raíces y de reptiles; beben leche de gato y de murciélago y pescan con la mano. Se ocultan para comer o cierran los ojos; lo demás lo hacen a la vista de todos, como los filósofos cínicos. Devoran los cadáveres crudos de los hechiceros y de los reyes, para asimilar su virtud. Les eché en cara esa costumbre; se tocaron la boca y la barriga, tal vez para indicar que los muertos también son alimento o -pero esto acaso es demasiado sutil- para que yo entendiera que todo lo que comemos es, a la larga, carne humana.

En sus guerras usan las piedras, de las que hacen acopio, y las imprecaciones mágicas. Andan desnudos; las artes del vestido y del tatuaje les son desconocidas.

Es digno de atención el hecho de que, disponiendo de una meseta dilatada y herbosa, en la que hay manantiales de agua clara y árboles que dispensan la sombra, hayan optado por amontonarse en las ciénagas que rodean la base, como deleitándose en los rigores del sol ecuatorial y de la impureza. Las laderas son ásperas y formarían una especie de muro contra los hombres-monos. En las Tierras Altas de Escocia los clanes erigían sus castillos en la cumbre de un cerro, he alegado este uso a los hechiceros, proponiéndolo como ejemplo, pero todo fue inútil. Me permitieron, sin embargo, armar una cabaña en la meseta, donde el aire de la noche es más fresco.

La tribu está regida por un rey, cuyo poder es absoluto, pero sospecho que los que verdaderamente gobiernan son los cuatro hechiceros que lo asisten y que lo han elegido. Cada niño que nace está sujeto a un detenido examen; si presenta ciertos estigmas, que no me han sido revelados, es elevado a rey de los Yahoos. Acto continuo lo mutilan (he is gelded), le queman los ojos y le cortan las manos y los pies, para que el mundo no lo distraiga de la sabiduría. Vive confinado en una caverna, cuyo nombre es Alcázar (Qzr), en la que sólo pueden entrar los cuatro hechiceros y el par de esclavas que lo atienden y lo untan de estiércol. Si hay una guerra, los hechiceros lo sacan de la caverna; lo exhiben a la tribu para estimular su coraje y lo llevan, cargado sobre los hombros, a lo más recio del combate, a guisa de bandera o de talismán. En tales casos lo común es que muera inmediatamente bajo las piedras que le arrojan los hombres-monos.

En otro Alcázar vive la reina, a la que no le está permitido ver a su rey. Ésta se dignó recibirme; era sonriente; joven y agraciada, hasta donde lo permite su raza. Pulseras de metal y de marfil y collares de dientes adornan su desnudez. Me miró, me husmeó y me tocó y concluyó por ofrecérseme, a la vista de todas las azafatas. Mi hábito (my cloth) y mis hábitos me hicieron declinar ese honor, que suele conceder a los hechiceros y a los cazadores de esclavos, por lo general musulmanes, cuyas cáfilas (caravanas) cruzan el reino. Me hundió dos o tres veces un alfiler de oro en la carne; tales pinchazos son las marcas del favor real y no son pocos los Yahoos que se los infieren, para simular que fue la reina la que los hizo. Los ornamentos que he enumerado vienen de otras regiones; los Yahoos los creen naturales, porque son incapaces de fabricar el objeto más simple. Para la tribu mi cabaña era un árbol, aunque muchos me vieron edificarla y me dieron su ayuda. Entre otras cosas, yo tenía un reloj, un casco de corcho, una brújula y una Biblia; los Yahoos las miraban y sopesaban y querían saber dónde las había recogido. Solían agarrar por la hoja mi cuchillo de monte; sin duda lo veían de otra manera. No sé hasta dónde hubieran podido ver una silla. Una casa de varias habitaciones constituiría un laberinto para ellos, pero tal vez no se perdieran, como tampoco un gato se pierde, aunque no puede imaginársela. A todos les maravillaba mi barba, que era bermeja entonces; la acariciaban largamente.

Son insensibles al dolor y al placer, salvo al agrado que les dan la carne cruda y rancia y las cosas fétidas. La falta de imaginación los mueve a ser crueles.

He hablado de la reina y del rey; paso ahora a los hechiceros. He escrito que son cuatro: este número es el mayor que abarca su aritmética. Cuentan con los dedos uno, dos, tres, cuatro, muchos; el infinito empieza en el pulgar. Lo mismo, me aseguran, ocurre con las tribus que merodean en las inmediaciones de Buenos-Ayres. Pese a que el cuatro es la última cifra de que disponen, los árabes que trafican con ellos no los estafan, porque en el canje todo se divide por lotes de uno, de dos, de tres y de cuatro, que cada cual pone a su lado. Las operaciones son lentas, pero no admiten el error o el engaño. De la nación de los Yahoos, los hechiceros son realmente los únicos que han suscitado mi interés. El vulgo les atribuye el poder de cambiar en hormigas o en tortugas a quienes así lo desean; un individuo que advirtió mi incredulidad me mostró un hormiguero, como si éste fuera una prueba. La memoria les falta a los Yahoos o casi no la tienen; hablan de los estragos causados por una invasión de leopardos, pero no saben si ellos la vieron o sus padres o si cuentan un sueño. Los hechiceros la poseen, aunque en grado mínimo; pueden recordar a la tarde hechos que ocurrieron en la mañana o aun la tarde anterior. Gozan también de la facultad de la previsión; declaran con tranquila certidumbre lo que sucederá dentro de diez o quince minutos. Indican, por ejemplo: Una mosca me rozará la nuca o No tardaremos en oír el grito de un pájaro. Centenares de veces he atestiguado este curioso don. Mucho he vacilado sobre él. Sabemos que el pasado, el presente y el porvenir ya están, minucia por minucia, en la profética memoria de Dios, en Su eternidad; lo extraño es que los hombres puedan mirar, indefinidamente, hacia atrás pero no hacia adelante. Si recuerdo con toda nitidez aquel velero de alto bordo que vino de Noruega cuando yo contaba apenas cuatro años ¿a qué sorprenderme del hecho de que alguien sea capaz de prever lo que está a punto de ocurrir? Filosóficamente, la memoria no es menos prodigiosa que la adivinación del futuro; el día de mañana está más cerca de nosotros que la travesía del Mar Rojo por los hebreos, que, sin embargo, recordamos. A la tribu le está vedado fijar los ojos en las estrellas, privilegio reservado a los hechiceros. Cada hechicero tiene un discípulo, a quien instruye desde niño en las disciplinas secretas y que lo sucede a su muerte. Así siempre son cuatro, número de carácter mágico, ya que es el último a que alcanza la mente de los hombres. Profesan, a su modo, la doctrina del infierno y del cielo. Ambos son subterráneos. En el infierno, que es claro y seco, morarán los enfermos, los ancianos, los maltratados, los hombres-monos, los árabes y los leopardos; en el cielo, que se figuran pantanoso y oscuro, el rey, la reina, los hechiceros, los que en la tierra han sido felices, duros y sanguinarios. Veneran asimismo a un dios, cuyo nombre es Estiércol, y que posiblemente han ideado a imagen y semejanza del rey; es un ser mutilado, ciego, raquítico y de ilimitado poder. Suele asumir la forma de una hormiga o de una culebra.

A nadie le asombrará, después de lo dicho, que durante el espacio de mi estadía no lograra la conversión de un solo Yahoo. La frase Padre nuestro los perturbaba, ya que carecen del concepto de la paternidad. No comprenden que un acto ejecutado hace nueve meses pueda guardar alguna relación con el nacimiento de un niño; no admiten una causa tan lejana y tan inverosímil. Por lo demás, todas las mujeres conocen el comercio carnal y no todas son madres.

El idioma es complejo. No se asemeja a ningún otro de los que yo tenga noticia. No podemos hablar de partes de la oración, ya que no hay oraciones. Cada palabra monosílaba corresponde a una idea general, que se define por el contexto o por los visajes. La palabra nrz, por ejemplo, sugiere la dispersión o las manchas; puede significar el cielo estrellado, un leopardo, una bandada de aves, la viruela, lo salpicado, el acto de desparramar o la fuga que sigue a la derrota. Hrl, en cambio, indica lo apretado o lo denso; puede significar la tribu, un tronco, una piedra, un montón de piedras, el hecho de apilarlas, el congreso de los cuatro hechiceros, la unión carnal y un bosque. Pronunciada de otra manera o con otros visajes, cada palabra puede tener un sentido contrario. No nos maravillemos con exceso; en nuestra lengua, el verbo to cleave vale por hendir y adherir. Por supuesto, no hay oraciones, ni siquiera frases truncas.

La virtud intelectual de abstraer que semejante idioma postula, me sugiere que los Yahoos, pese a su barbarie, no son una nación primitiva sino degenerada. Confirman esta conjetura las inscripciones que he descubierto en la cumbre de la meseta y cuyos caracteres, que se asemejan a las runas que nuestros mayores grababan, ya no se dejan descifrar por la tribu. Es como si ésta hubiera olvidado el lenguaje escrito y sólo le quedara el oral.

Las diversiones de la gente son las riñas de gatos adiestrados y las ejecuciones. Alguien es acusado de atentar contra el pudor de la reina o de haber comido a la vista de otro; no hay declaración de testigos ni confesión y el rey dicta su fallo condenatorio. El sentenciado sufre tormentos que trato de no recordar y después lo lapidan. La reina tiene el derecho de arrojar la primera piedra y la última, que suele ser inútil. El gentío pondera su destreza y la hermosura de sus partes y la aclama con frenesí, arrojándole rosas y cosas fétidas. La reina, sin una palabra, sonríe. Otra costumbre de la tribu son los poetas. A un hombre se le ocurre ordenar seis o siete palabras, por lo general enigmáticas. No puede contenerse y las dice a gritos, de pie, en el centro de un círculo que forman, tendidos en la tierra, los hechiceros y la plebe. Si el poema no excita, no pasa nada; si las palabras del poeta los sobrecogen, todos se apartan de él, en silencio, bajo el mandato de un horror sagrado (under a holy dread). Sienten que lo ha tocado el espíritu; nadie hablará con él ni lo mirará, ni siquiera su madre. Ya no es un hombre sino un dios y cualquiera puede matarlo. El poeta, si puede, busca refugio en los arenales del Norte.

He referido ya cómo arribé a la tierra de los Yahoos. El lector recordará que me cercaron, que tiré al aire un tiro de fusil y que tomaron la descarga por una suerte de trueno mágico. Para alimentar ese error, procuré andar siempre sin armas. Una mañana de primavera, al rayar el día, nos invadieron bruscamente los hombres-monos; bajé corriendo de la cumbre arma en mano, y maté a dos de esos animales. Los demás huyeron, atónitos. Las balas, ya se sabe, son invisibles. Por primera vez en mi vida, oí que me aclamaban. Fue entonces, creo, que la reina me recibió. La memoria de los Yahoos es precaria; esa misma tarde me fui. Mis aventuras en la selva no importan. Di al fin con una población de hombres negros, que sabían arar, sembrar y rezar y con los que me entendí en portugués. Un misionero romanista, el Padre Fernandes, me hospedó en su cabaña y me cuidó hasta que pude reanudar mi penoso viaje. Al principio me causaba algún asco verlo abrir la boca sin disimulo y echar adentro piezas de comida. Yo me tapaba con la mano o desviaba los ojos; a los pocos días me acostumbré. Recuerdo con agrado nuestros debates en materia teológica. No logré que volviera a la genuina fe de Jesús.

Escribo ahora en Glasgow. He referido mi estadía entre los Yahoos, pero no su horror esencial, que nunca me deja del todo y que me visita en los sueños. En la calle creo que me cercan aún. Los Yahoos, bien lo sé, son un pueblo bárbaro, quizás el más bárbaro del orbe, pero sería una injusticia olvidar ciertos rasgos que los redimen. Tienen instituciones, gozan de un rey, manejan un lenguaje basado en conceptos genéricos, creen, como los hebreos y los griegos, en la raíz divina de la poesía y adivinan que el alma sobrevive a la muerte del cuerpo. Afirman la verdad de los castigos y de las recompensas. Representan, en suma, la cultura, como la representamos nosotros, pese a nuestros muchos pecados. No me arrepiento de haber combatido en sus filas, contra los hombres-monos. Tenemos el deber de salvarlos: Espero que el Gobierno de Su Majestad no desoiga lo que se atreve a sugerir este informe.”

FIN





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[SONRÍA, POR FAVOR] Es viernes, 17 de enero





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Tengo un peculiar sentido del humor que aprecia la sonrisa ajena más que la propia, por lo que, identificado con la definición de la Real Academia antes citada iré subiendo cada día al blog las viñetas de mis dibujantes favoritos en la prensa española. Y si repito alguna por despiste, mis disculpas sinceras, pero pueden sonreír igual...





















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jueves, 16 de enero de 2020

[A VUELAPLUMA] Do de pecho



Salma Hayek en la entrega de los Globos de Oro de 2020


"Qué vergüenza nos producía, casi escozor, aquella letrica entonada por Carlos Mejía Godoy y los de Palacagüina que sonaba ale­gremente desde los televisores españoles de los setenta -comenta la escritora Joana Bonet en el A vuelapluma de hoy jueves-. En especial, cuando en el estribillo los cantantes se endul­zaban con “tus pechos, cántaros de miel”. Me ­recordaban el cuento de la lechera, con su final infeliz. Y vislumbraba cántaros ­cosidos al cuerpo para siempre. Alguno de los mayores, achispado, se sonreía mali­cioso, y entonces huíamos a la cocina, al cuarto, donde fuera, y examinábamos secretamente aquel pequeño bulto que pa­recía una yema de huevo derramada sobre el ­esternón.

Cada mujer mantiene una historia par­ticular con sus pechos. Una relación cambiante, endemoniada, secreta. Acostumbrarse a ellos no fue fácil. Los aplastábamos para disimular aquellos botones mamarios que se iban hinchando. Algunas incluso abandonamos las carreras de cross. Utilizábamos vendas y nos poníamos dos camisetas para negar la evidencia, hasta que empezamos a conocerlos y llegamos a idolatrarlos. Sí, hay una época en que todas las mujeres sueñan con tener otro pecho: más grande, o más pequeño; más enhiesto, o lo que sea. En la edad fértil, el orgullo del escote celebra la sinuosidad de las curvas, la chispa de Eros. Una mujer que se siente a gusto con sus tetas vive más contenta que el resto. O eso cree. Hasta que se transmutan no en cántaros de miel sino en manantiales de leche, en símbolo universal de ternura. El pecho de la amante se convierte entonces en pecho que amamanta, y sólo tres letras separan la profunda transformación del cuerpo que supone la maternidad.

El devenir de nuestro cuerpo en cuerpo político y el ser examinadas, en conjunto y por partes, en juicios sumarísimos ha sido un asunto fastidioso para las mujeres. La imagen puede ejercer de talón de Aquiles. Muchas se autocensuran, y, a determinada edad, lejos de reafirmar su pecho, lo difuminan, esconden o reducen. Por ello es tan poderosa la estampa de Salma Hayek – la dueña , la llaman sus compatriotas– llegando a la ceremonia de los Globos de Oro con un escote reventón a sus 53 años y metro cincuenta y siete, en la misma semana en la que enjuician a Harvey Weinstein –de quien ella detalló la infinidad de noes que tuvo que darle en un artículo publicado por el Times titulado “Mi monstruo”–. Una ­reafirmación pública de la identidad y la libertad de cada mujer de sexualizarse o desexualizarse según crea más conveniente, dada su mayoría de edad. Hayek dio un autén­tico do de pecho".

A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. 






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[ARCHIVO DEL BLOG] La izquierda, sin discurso. (Publicada el 16 de junio de 2009)




El presidente Barack Obama



Permítanme una disquisición bastante retórica: ¿Obama es de izquierdas?; visto desde la perspectiva europea, yo diría que no. Sigamos con la digresión: ¿la socialdemocracia europea es de izquierdas?; visto desde la perspectiva americana yo me atrevería a pensar que sí. Y sin embargo, tendrán que reconocer conmigo que Obama está realizando una política progresista que no realiza, porque no puede o no sabe, la socialdemocracia europea... Traducido al román paladino de nuestros clásicos: la izquierda europea se ha quedado sin discurso. Y ese discurso progresista tiene que recuperarlo de nuevo la izquierda porque es el que respaldan los ciudadanos europeos mayoritariamente.

Carlos Mulas, director de la Fundación Ideas, y Luis Arroyo, presidente de Asesores de Comunicación Pública, lo exponen de manera muy didáctica en su artículo de hoy en El País, titulado "Progresistas: una mayoría en minoría". Hay que quitarle su discurso de "fuerza, seguridad y libertad" a la derecha neoconservadora, dicen, con un nuevo discurso neoprogresista que "no acepta la contraposición clásica entre libertad e igualdad, porque la verdadera libertad se logra promoviendo la igualdad".

Soy de los que piensan que en una democracia consolidada no hay grandes diferencias entre lo que defienden derechas e izquierdas, que las diferencias son de matiz, pero, perdónenme la redundancia, que son, precisamente, esos matices los que marcan la diferencia: la derecha, siempre ha dado prevalencia a la libertad; la izquierda, a la igualdad. Y hay está la cuestión clave: que no es posible libertad sin igualdad ni igualdad sin libertad.

Recuperar el discurso neoprogresista es recuperar el binomio, inseparable, de igualdad y libertad; y si quieren, añadirle la tercera pata, que sería la solidaridad (la fraternidad de la trilogía revolucionaria). Ese fue el discurso, entre otros, de Lincoln, Roosevelt, King, González, Brandt, Allende, y ahora de Obama, Zapatero, Sócrates, Brown, Rudd, Bachelet, Lula..., al menos en opinión de los articulistas citados.

Ojalá fuera todo tan sencillo como cambiar la etiqueta "izquierda" por "neoprogresismo". No creo que lo sea, pero por algún sitio hay que comenzar. La prueba de que es posible la hemos tenido esta misma tarde en el Congreso, cuando una holgada mayoría de diputados de partidos de izquierda, derecha y centro, le ha dicho "no" al intento de la derecha mas casposa y reaccionaria de frenar la tramitación del proyecto de modificación de ley del aborto. Ahora, lo que hay que hacer es bajar a la tierra y ponernos todos a trabajar en resolver los problemas reales de los ciudadanos con un "discurso cohesionado, emotivo y movilizador, heredero de una larga y épica historia de libertad, derechos y protección". Recuperar ese discurso creo que es motivo suficiente para una alianza de todas las fuerzas progresistas de Europa. HArendt




El excanciller alemán Willy Brandt



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HArendt




Entrada núm. 5642
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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)