viernes, 21 de febrero de 2020

[A VUELAPLUMA] Después de la felicidad



Fotograma de la película La gran belleza


"Un día, -comenta en el A vuelapluma de hoy viernes el escritor Manuel Jabois- Richard Wagner, entre sedas y terciopelos, le escribió a un amigo: “Desde hace tiempo, vuelvo a tener la manía del lujo: por la mañana, rodeado de esos fastos, me pongo a trabajar. Una mañana sin trabajar es un día en el infierno”. Concluye Thomas Mann: “No se sabe qué es más burgués, si el amor al lujo o que una mañana sin trabajar te resulte tan insoportable”. La correspondencia se incluye en el ensayo sobre Wagner que escribió Thomas Mann, Sufrimientos y grandeza de Richard Wagner (Endebate, 2013), un libro que le dio a Mann terribles dolores de cabeza por sus apasionados juicios sobre alguien a quien admiraba, Wagner.

Al contrario que Jep Gambardella (La grande bellezza, 2013) y su famosa frase, esa de que “el descubrimiento más consistente que he hecho tras cumplir 65 años es que no puedo perder tiempo en hacer cosas que no quiero hacer”, siempre he pensado que es la juventud la que más se aproxima a ese privilegio. Y es la edad, y los compromisos que uno va adquiriendo con ella, la que no sólo te obliga a perder el tiempo en hacer cosas que no quieres hacer, sino en no considerarlo de ningún modo una pérdida de tiempo; siempre habrá alguien que lo esté ganando por ti. Ese lujo tan sofisticado de Wagner que implica viajar al infierno si no trabaja es un lujo antigambardelliano, una felicidad profundamente burguesa; el lujo de la juventud, sin embargo, es el lujo de poder hacer sólo lo que uno quiere sin pensar en lo que habrá después de la felicidad.

En Rewind (Anagrama, 2020), Juan Tallón se hace esa pregunta: qué hay después de la felicidad. La respuesta es incómoda porque a pesar de que el libro aparenta tener al principio un puntilloso sentido periodístico se convierte, a las pocas páginas, en un ejercicio literario impactante, la literatura que uno olvida que lo es. Y sin embargo no es un libro triste, sino un libro vivo. Curioso porque la premisa es el instante de felicidad supremo, un viernes de mayo de estudiantes en un piso compartido de Lyon; ni siquiera la fiesta, sino la víspera de la fiesta. El momento exacto en el que uno cree ser inmortal; esa noche y esa edad, los 20 años, en los que uno no piensa en el mañana porque no cree que exista. Hasta que un bombazo destruye el edificio y los familiares y amigos de los muertos, como los soldados del Ejército de la Noche, empiezan a hacerse pedacitos a miles de kilómetros de distancia. Qué hay después de eso, cuando aún hay vida pero ya no hay felicidad.

Dice Gambardella en un momento de su heroico presente que la nostalgia es la única distracción posible para quien no cree en el futuro. De lo que supone la nostalgia para quien cree en el futuro, pero no lo tiene, no dice nada. Lo plantea la hermana de Luca, una de las víctimas del atentado que ocurre en Rewind: “Yo tenía desde 2008 la sensación de estar viviendo el mejor momento de mi carrera. Todos los días eran el día perfecto. Me ocurrían siempre cosas buenas, hasta el punto de que a veces me asustaba. ¿En qué momento la vida compensaría el exceso de felicidad?, me preguntaba”. No hay preguntas impertinentes, hay respuestas impertinentes".

A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. 





La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt





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[DESDE LA RAE] Hoy, con el académico Antonio Muñoz Molina



El académico Antonio Muñoz Molina en su toma de posesión



La Real Academia Española se creó en Madrid en 1713 por iniciativa de Juan Manuel Fernández Pacheco y Zúñiga (1650-1725), octavo marqués de Villena, quien fue también su primer director. En sus primeras semanas de andadura, la RAE estaba formada por once miembros de número, algunos de ellos vinculados al movimiento de los novatores. El 3 de octubre de 1714, quedó aprobada oficialmente su constitución mediante una real cédula del rey Felipe V. La RAE ha tenido un total de 483 académicos de número desde su fundación. 

A esta sección del blog iré subiendo periódicamente una breve semblanza de esos cuatrocientos ochenta y tres académicos, comenzando por los más recientes. Pero sobre todo, en la medida de lo posible, pues creo que será lo más interesante, sus discursos de toma de posesión como miembros de la Real Academia Española. 

Continúo hoy la semblanza de los actuales y pasados miembros de la RAE con la del académico Antonio Muñoz Molina (1956). Elegido el 8 de junio de 1995, tomó posesión de la sila "u" académica el 16 de junio de 1996 con el discurso titulado Destierro y destiempo de Max Aub, al que respondió en nombre de la corporación Francisco Ayala.

Antonio Muñoz Molina, licenciado en Historia del Arte (Universidad de Granada), es doctor honoris causa por la Universidad de Jaén y ha recibido este mismo reconocimiento académico en las universidades estadounidenses de Brandeis (Massachusetts) y Villanova (Pensilvania). Ha sido profesor visitante de Literatura Española en la Universidad de Virginia, en la Universidad de la Ciudad de Nueva York (CUNY) y en el Bard College. 

Galardonado con el Premio de la Crítica y el Premio Nacional de Literatura (Narrativa), ambos en 1988, por El invierno en Lisboa, Antonio Muñoz Molina ha recibido asimismo el Premio Fémina Étranger por Plenilunio (1998), el Premio Planeta (1991) y el Premio Nacional de Literatura (Narrativa, 1992) por El jinete polaco, el Prix Alberto Benveniste de la Universidad de la Sorbona por Sefarad (2003), el Prix Mediterranée por La noche de los tiempos (2012) y el Premio Príncipe de Asturias de las Letras (2013) «por la hondura y la brillantez con que ha narrado fragmentos relevantes de la historia de su país, episodios cruciales del mundo contemporáneo y aspectos significativos de su experiencia personal». Muñoz Molina recibió este galardón, de manos del Príncipe Felipe, el 25 de octubre de 2013 en Oviedo, en donde pronunció un discurso de agradecimiento. Columnista en distintos diarios y revistas, su obra periodística —recopilada en varias antologías— fue distinguida en 2003 con los premios Mariano de Cavia y González-Ruano. Publica también comentarios sobre su vida diaria en el blog Escrito en un instante. Algunas de sus novelas —El invierno en Lisboa, Beltenebros, Plenilunio— han sido llevadas al cine. Dirigió el Instituto Cervantes de Nueva York (2004-2006) y en 2005 fue galardonado con el Premio Quijote al Mejor Libro de Narrativa (Asociación Colegial de Escritores de España) por Ventanas de Manhattan. En 2012 el autor de Sefarad donó su archivo personal a la Biblioteca Nacional de España. En 2013 fue distinguido con el Premio Jerusalén de Literatura y publicó el ensayo Todo lo que era sólido. En 2014 recibió el Premio Liber 2014 y en 2015 fue nombrado académico de honor de la Academia de Buenas Letras de Granada —su recepción se celebró el 23 de octubre de 2017, en la que Muñoz Molina pronunció el discuro Una novela de Granada—. Fue vocal de la Junta de Gobierno (1998-2002).




Real Academia Española, Madrid


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[SONRÍA, POR FAVOR] Es viernes, 21 de febrero





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Tengo un peculiar sentido del humor que aprecia la sonrisa ajena más que la propia, por lo que, identificado con la definición de la Real Academia antes citada iré subiendo cada día al blog las viñetas de mis dibujantes favoritos en la prensa española. Y si repito alguna por despiste, mis disculpas sinceras, pero pueden sonreír igual...




















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jueves, 20 de febrero de 2020

[ARCHIVO DEL BLOG] De corrupciones, obscenidades y volcanes (Publicada el 4 de agosto de 2009)




El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy



No acabo de entender muy bien la alegría del señor Rajoy, presidente nacional del partido popular, tras conocerse la decisión del Tribunal Superior de Justicia de Valencia de sobreseer la acusación contra el presidente del gobierno de la citada comunidad autónoma. Primero porque aunque la decisión del Tribunal considere que no ha habido delito -algo bastante discutible, y de ahí el anunciado recurso de la Fiscalía Anticorrupción ante el Tribunal Supremo- también acredita que el presidente de la comunidad autonóma valenciana recibió unos regalos cuyo pago no ha podido demostrar (regalos que el Sr. Camps dijo desde el primer momento que había pagado, ergo, el Sr. Camps mintió a sabiendas de que mentía). Segundo, porque es muy posible que los miembros del Tribunal Supremo que hayan de ver el recurso, que no están en Valencia sino en Madrid, no tengan tan alto grado de amistad personal y notoria con el señor Camps como algunos de los miembros de la Sala del TSJV que acordó el sobreseimiento de la causa...

¿Cabe de la resolución dictada por el Tribunal Superior de Justicia de Valencia achacar una corrupción generalizada de los jueces? Yo diría que no, por lo menos, no en mayor número que la que cabría achacar a los bomberos, las asistentas, los empresarios de la construcción, los sindicalistas piqueteros, los políticos, los notarios o los pensionistas como yo. Ni siquiera lo pienso de los jueces de la Sala que ha dictado la resolución.

Sí que lo pienso, por el contrario, del partido popular. La desvergüenza de la cúpula del partido en todo este asunto ha sido tan llamativa que roza la obscenidad. Rebobino y repito: de la cúpula del partido, no de todo el partido.

Hay un precioso librito titulado "Los volcanes", tomo I de la "Guía Física de España" (Alianza, Madrid, 1986), dirigida por la geógrafa Carmen Romero, que se abre con una cita sobre los volcanes de mi tierra, Canarias, que dice así: "En Canarias no hay volcanes; toda Canarias es un volcán".

Si me permiten trasponer la cita a la vida pública española, la misma quedaría más o menos así: "En España no hay partidos corruptos; lo que está corrompido es la totalidad del sistema partidista".

Y la pregunta es: ¿tiene solución? Desde luego que sí, si hubiera voluntad por parte de sus protagonistas, los partidos. Voluntad que no parece tener nadie Rajoy, CampsAguirreBarberá y Soria (presidente de la "franquicia" pepera en Canarias, y recien salvadito por el TSJC de un embrollo similar), que tanto se ríen estos días...

En un artículo titulado "De regalos y corrupciones" que publican hoy en El País el abogado Agapito Ramos y el escritor Jorge M. Reverte, proponen un sencillo procedimiento para acabar con este tipo de corrupción a base de establecer un tope de precio a las dádivas, transparencia en las finanzas de los partidos y en los salarios de los políticos, medidas útiles -a su juicio- para atajar conductas impropias sin necesidad de legislar sobre la cuestión. Tengo serias dudas de que funcione, pero por intentarlo, que no quede. HArendt




El presidente de la C.A. de Valencia, Francisco Camps


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[SONRÍA, POR FAVOR] Es jueves, 20 de febrero





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Tengo un peculiar sentido del humor que aprecia la sonrisa ajena más que la propia, por lo que, identificado con la definición de la Real Academia antes citada iré subiendo cada día al blog las viñetas de mis dibujantes favoritos en la prensa española. Y si repito alguna por despiste, mis disculpas sinceras, pero pueden sonreír igual...




















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miércoles, 19 de febrero de 2020

[A VUELAPLUMA] Los responsables intelectuales



Fotografía de Wolfgang Schäuble en un cartel griego en contra de la austeridad


"Las ideas equivocadas -escribe en el A vuelapluma de hoy miércoles el periodista Joaquín Estefanía- también son responsables de que los ciudadanos hayan vivido casi una década de profunda crisis económica, mientras creían estar seguros y que no se repetirían los excesos del pasado. Es imprescindible corregirlas para que las dificultades no vuelvan. Una de esas ideas fue la llamada “austeridad expansiva”, que decía que todo ajuste basado en un recorte del gasto público tendrá finalmente carácter expansivo, olvidando a los que se quedan por el camino. Sus teóricos han sido los responsables intelectuales de la Gran Recesión, a los que se han de unir los protagonistas prácticos de la mayor operación de engaño de la historia moderna (una redistribución de la renta y la riqueza a la inversa) y los supervisores que no supervisaron.

Uno de los personajes que aplicaron con más rigor esa austeridad expansiva fue el alemán Wolfgang Schäuble, hoy presidente del Bundestag y antiguo ministro de Finanzas, que acaba de declarar que no cree que el populismo sea consecuencia de las políticas de austeridad por las que una parte importante de los europeos se sintió abandonada: “Los hechos hablan en contra de esas suposiciones no académicas (…). Yo creo que las causas son otras”.

La austeridad expansiva tiene varios padres. Ahora, uno de ellos, el profesor de la Universidad de Harvard Alberto Alesina, publica un libro (Austeridad; Deusto) en el que reivindica lo que él mismo y su colega Silvia Ardagna llevan diciendo desde finales de los años noventa: que no hay una sino dos austeridades: la basada en la subida de los impuestos (austeridad recesiva) y la que se centra en el recorte de gastos, que es la buena porque la austeridad y el crecimiento se hacen compatibles (austeridad expansiva). Nuestras investigaciones, dice Alesina, certifican que hay una diferencia importante en cuanto al efecto de los planes de la austeridad basado en el aumento de los impuestos y los paquetes de medidas de consolidación centradas principalmente en las reducciones del gasto. A favor de estos últimos.

Los autores (Alesina y dos profesores de Milán) acusan a los que han hecho balance de las políticas seguidas durante la Gran Recesión en Europa y las han calificado de estrepitoso fracaso, porque el crecimiento ha sido menor que antes y la deuda no ha disminuido, de llevar a una discusión tóxica o cuando menos áspera e ideologizada, lo que termina produciendo una conversación inútil e improductiva. Sin embargo, a lo largo de las 335 páginas de su texto no hay ni una sola reflexión central sobre los perdedores de las políticas de recortes de gasto y devaluación salarial que se han aplicado al menos entre los años 2008 y 2014.

Alesina contesta directamente a los que afirman que la austeridad, tal como ha sido concebida (una forma de deflación voluntaria por la cual la economía entra en un proceso de ajuste basado en más paro, reducción de salarios y un menor gasto social con el objeto de disminuir la deuda y el déficit), es una idea peligrosa que ha sido refutada por la realidad, sin que sus teóricos hayan hecho la menor autocrítica académica o profesional. Mark Blyth, un profesor de la Universidad de Brown, escribió en 2014: “No obstante, y a pesar de que [incluso] el Fondo Monetario Internacional ha perdido la fe en la austeridad, esto no significa que sus defensores no estén tratando de encontrar nuevos ejemplos de su (presunto) funcionamiento positivo. Hay demasiadas reputaciones en juego, y demasiado es también el capital político invertido, como para permitir que unos simples e inoportunos hechos vengan a interponerse en el camino de esta ideología”.

Alesina et altri escriben que no es cierto que la austeridad sea un “beso de la muerte” para los Gobiernos que adoptan este tipo de políticas. Desmienten con ello aquellas declaraciones del expresidente de la Comisión Europea Jean-Claude ­Juncker cuando dijo sobre los programas de ajuste: “Todos sabemos qué políticas debemos aplicar, lo que no sabemos es cómo salir reelegidos si las aplicamos”.

A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. 





La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt





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[PENSAMIENTO] Sobre la libertad



Dibujo de Del Hambre para El País


"Mantener a la población en la ignorancia -afirma la poetisa y filósofa Chantal Maillard- y fomentar el odio ha sido siempre la doble estrategia de los partidos totalitarios cuando no pueden utilizar la fuerza para imponerse. El odio es un arma eficaz que necesita muy pocas ideas para germinar. No arraiga en la concordia ni en la razón cordial, sino en la voluntad de confrontación y el ansia de prevalencia.

Es fácil fabricar problemas. Se lanza una idea y se la nombra. Una vez nombrado cualquier fantasma adquiere existencia. El siguiente paso es aún más fácil: se sitúa a los probables adversarios en el reñidero y se les azuza. De inmediato vuelan las plumas. A favor o en contra del fantasma, los partidarios se enzarzan, mientras en los altavoces se retransmite la pelea y el público hace sus apuestas.

Quienes, confundiendo la política con el poder, utilizan tales ruidosas artimañas saben que, de este modo, distraerán a la población de lo que más importa. Lo triste del asunto es que caemos en sus redes: opinamos, debatimos, nos enfrentamos y terminamos escupiendo lodo.

Esto, por supuesto, no es hacer política. La política no se hace con opiniones, sino proponiendo acciones que faciliten la convivencia, no que la deterioren. Y en este sentido es como ha de entenderse la educación.

Quienes, desde la voz pública, la emprenden con la función docente en una sociedad cuyo mayor bien es el de pensar y expresarse libremente no están haciendo otra cosa que tratar de desestabilizar los cimientos de un sistema social que necesitó de varias revoluciones para implantarse y que se resumía en aquellas famosas palabras de Camille Desmoulins que los franceses incluyeron en su Constitución de 1848: “Libertad, igualdad y fraternidad”.

Y no es que nuestra sagrada democracia sea el mejor sistema posible —tampoco este mundo es el mejor de los mundos posibles—, pero qué duda cabe de que puede mejorarse. Una mejor democracia será aquella que esté formada por personas que puedan pensar libremente. Cuando esto no se da, recordando a Stuart Mill, diremos que el gobierno de la mayoría es aún peor que el gobierno de un tirano, pues protegerse contra la tiranía de la opinión y el sentimiento prevaleciente es mucho más complicado que defenderse de un tirano.

Pero ¿qué significa pensar libremente? ¿De qué o frente a qué podemos ser libres? Evidentemente, no se trata aquí de libertad política, sino de aquella otra libertad que precede a toda libertad política y sin la cual ésta no ha lugar. Pensar libremente significa pensar libre de conflictos interiores: aquellos que vienen producidos por la desinformación, la manipulación informática, los prejuicios, el adoctrinamiento y la incapacidad para gestionar las propias emociones y entender cómo y por qué o frente a qué se generan. Un individuo libre es aquel que será capaz de pensar sin que nada de esto enturbie su mente.

Ahora bien, esto no se consigue sin una formación adecuada. Y por adecuada entiendo aquella que, lejos de adoctrinar, enseñe a pensar correctamente: según reglas lógicas y no a partir de creencias, convicciones, opiniones ni sentimientos heredados, los diversos temas que afectan a la convivencia. Esto es lo que siempre fue —o debería haber sido— la enseñanza de la ética, una disciplina que, en este país, se ha considerado siempre, lamentablemente, como una maría:una de esas asignaturas que no tienen importancia y que pueden, por tanto, aprobarse sin necesidad de estudio. ¿Por qué será, si ésta es precisamente una de las materias que más han preocupado a los pensadores de todas las culturas? Y no vale argumentar que a los alumnos no les interesa la filosofía, porque sí que les interesa, y mucho, aprender a pensar y a dialogar con instrumentos lógicos adecuados; sí que les interesa participar en los asuntos públicos, y sí que están capacitados para hacerlo. La filosofía no es —o no sólo— metafísica (de ésta se ocupan ahora mucho mejor los físicos teóricos), es ante todo un instrumento, una lente y, a la vez, el arte de pulirla. Los niños no son ositos de peluche. No hay que defenderles de la razón, sino enseñarles a utilizarla correctamente, allí donde la razón alcanza.

Los hijos no son una pertenencia, son una responsabilidad. Somos responsables de ellos en las dos acepciones del término: estar al cuidado y ser la causa. El deber de cuidarlos viene dado por la responsabilidad que supone darles vida y traerles a un mundo impredecible, difícil, complejo, y mucho más extraño de lo que parece. De ahí la obligación, por nuestra parte, de procurarles una educación que les permita vivir y convivir en la complejidad sin trabas ideológicas. Que les permita, en definitiva, ser dueños de la parte de sí que al pensar corresponde cuando pensar se hace sin prejuicios.

Y en esto, el voto de confianza ha de serles dado a los docentes, pues en las condiciones actuales, más que un trabajo remunerado, la enseñanza es, sin duda, una vocación cuya única recompensa es ver a los alumnos desenvolverse libremente fuera de los viejos moldes que nos han llevado a tan mal puerto.

No es la información ni la libertad de pensamiento lo que pone en riesgo la convivencia, sino el ansia de tener, de poseer y de poder. Esto sí que ha de preocuparnos. Y si el miedo a la libertad sigue siendo un problema, pensemos que solamente con ella serán capaces las nuevas generaciones de enfrentarse a los problemas reales y graves que habrán de resolver sin nuestro concurso y que solamente desde ella estarán en situación de poder concebir y programar un futuro más acorde con las necesidades de un planeta que nosotros no supimos preservar".



La escritora Chantal Maillard



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