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sábado, 15 de octubre de 2016

[Píldoras literarias] Hoy, con "Calidad y cantidad", de Alejandro Jodorowsky





La noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la minificción de los minirrelatos. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial. 

Fue, en efecto, la primera característica que llamó la atención de lectores y críticos de esta forma literaria: la que primero produjo desconcierto y, a partir de allí, admiración. Ocurre, sin embargo, que tal noción es eminentemente subjetiva. Se puede considerar breve un relato de ocho o diez páginas, pero también lo será uno de un par de páginas, e igualmente, y con mayor razón, algún texto de extensión aún menor, que podremos describir en función de un determinado número máximo de líneas o de palabras, y no de páginas ni de párrafos. 

Pesan en este sentido la tradición de una literatura, y también la implícita comparación -casi instintiva, casi subconsciente- que formulamos con otros textos que conocemos, o bien con lo que se considera cuento o relato en nuestra propia literatura o en una distinta de ella. ¿Habremos de aceptar una categoría nueva, la del microrrelato brevísimo o hiperbreve, aunque el nombre resulte redundante? ¿O bien entenderemos que hay casos en que el escritor extrema alguna de las características que también tienen otros textos de este tipo, y ese hecho es percibido por el lector como un factor de diferenciación? Ustedes deciden. 

Continúo hoy la serie Píldoras literarias con el relato titulado Calidad y cantidad, dAlejandro Jodorowsky (1929), artista chileno de ascendencia judeo-ucraniana, nacionalizado francés. Escribe sus libros en español y en francés sus cómics y algunos ensayos, por lo que, siguiendo el concepto de George Steiner, se puede considerar un escritor extraterritorial. Junto con Roland Topor y Fernando Arrabal, fundó el movimiento Pánico. Su aporte más divulgado y controversial es la psicomagia, una técnica que conjuga los ritos chamánicos, el teatro y el psicoanálisis, cuyos pretendidos efectos son provocar en el paciente una catarsis de curación.

Su relato, incluido en la obra Sombras al mediodía (1995), tiene veintiuna palabras y dice así: 


CALIDAD Y CANTIDAD

No se enamoró de ella, 
sino de su sombra. 
La iba a visitar al alba, 
cuando su amada era más larga.



***






Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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miércoles, 5 de octubre de 2016

[Píldoras literarias] Hoy, con "Sin título", por Marco Denevi





La noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la minificción de los minirrelatos. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial. 

Fue, en efecto, la primera característica que llamó la atención de lectores y críticos de esta forma literaria: la que primero produjo desconcierto y, a partir de allí, admiración. Ocurre, sin embargo, que tal noción es eminentemente subjetiva. Se puede considerar breve un relato de ocho o diez páginas, pero también lo será uno de un par de páginas, e igualmente, y con mayor razón, algún texto de extensión aún menor, que podremos describir en función de un determinado número máximo de líneas o de palabras, y no de páginas ni de párrafos. 

Pesan en este sentido la tradición de una literatura, y también la implícita comparación -casi instintiva, casi subconsciente- que formulamos con otros textos que conocemos, o bien con lo que se considera cuento o relato en nuestra propia literatura o en una distinta de ella. ¿Habremos de aceptar una categoría nueva, la del microrrelato brevísimo o hiperbreve, aunque el nombre resulte redundante? ¿O bien entenderemos que hay casos en que el escritor extrema alguna de las características que también tienen otros textos de este tipo, y ese hecho es percibido por el lector como un factor de diferenciación? Ustedes deciden. 

Continúo hoy la serie Píldoras literarias con el relato titulado Sin título, de Marco Denevi (1922-1998), escritor y dramaturgo argentino. Denevi irrumpió en la literatura cuando tenía ya más de treinta años. En 1955 el Premio Kraft y dos años más tarde el Premio Nacional de Teatro. Como cuentista obtuvo en 1960 el premio de la revista Life en español por su relato Ceremonia secreta, traducido a varios idiomas y adaptado cinematográficamente en 1968, en Reino Unido. Sus personajes que bordean lo estrafalario y en sus obras predomina la ambigüedad de la percepción y el conocimiento, el predominio de la intriga y un humor que tiende al negro. Practicó el periodismo político y en 1990 fue presidente honorario del Consejo de Ciudadanos, entidad que promovió para incentivar la inquietud cívica. Desde 1997 fue miembro de la Academia Argentina de Letras.

Su relato, incluido en la obra Parque de diversiones (1970), tiene veintidós palabras y dice así: 


SIN TÍTULO

Lo sé -decía el escritor honrado-. 
He escrito la mitad de lo que quería escribir
 y publicado el doble de lo que debí publicar.



***




Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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martes, 27 de septiembre de 2016

[Píldoras literarias] Hoy, con "Una mecenas", de José de la Colina





La noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la minificción de los minirrelatos. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial. 

Fue, en efecto, la primera característica que llamó la atención de lectores y críticos de esta forma literaria: la que primero produjo desconcierto y, a partir de allí, admiración. Ocurre, sin embargo, que tal noción es eminentemente subjetiva. Se puede considerar breve un relato de ocho o diez páginas, pero también lo será uno de un par de páginas, e igualmente, y con mayor razón, algún texto de extensión aún menor, que podremos describir en función de un determinado número máximo de líneas o de palabras, y no de páginas ni de párrafos. 

Pesan en este sentido la tradición de una literatura, y también la implícita comparación -casi instintiva, casi subconsciente- que formulamos con otros textos que conocemos, o bien con lo que se considera cuento o relato en nuestra propia literatura o en una distinta de ella. ¿Habremos de aceptar una categoría nueva, la del microrrelato brevísimo o hiperbreve, aunque el nombre resulte redundante? ¿O bien entenderemos que hay casos en que el escritor extrema alguna de las características que también tienen otros textos de este tipo, y ese hecho es percibido por el lector como un factor de diferenciación? Ustedes deciden. 

Continúo hoy la serie Píldoras literarias con el relato titulado Una mecenas, de José de la Colina (1934), escritor, periodista, ensayista y crítico literario español residente en México desde el final de la guerra civil española. Con 13 años ya trabajaba como guionista de la emisora de radio XEQ y a los 18 comenzó a trabajar como periodista y crítico de cine. Temas presentes en su obra son el exilio, la evocación personal, el poder de la palabra, los viajes, el cine y el periodismo cultural. 

Su relato, incluido en la obra La minificción en México, de Lauro Zavala, tiene veintidós palabras y dice así: 


UNA MECENAS


La hermosa y sensual señora 
se acostaba con los jóvenes 
escritores nacionales 
para mejorar la calidad de la 
nueva literatura erótica mexicana.



***







Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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domingo, 18 de septiembre de 2016

[Píldoras literarias] Hoy, con "Pequeños cuerpos", de Triunfo Arciniegas





La noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la minificción de los minirrelatos. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial. 

Fue, en efecto, la primera característica que llamó la atención de lectores y críticos de esta forma literaria: la que primero produjo desconcierto y, a partir de allí, admiración. Ocurre, sin embargo, que tal noción es eminentemente subjetiva. Se puede considerar breve un relato de ocho o diez páginas, pero también lo será uno de un par de páginas, e igualmente, y con mayor razón, algún texto de extensión aún menor, que podremos describir en función de un determinado número máximo de líneas o de palabras, y no de páginas ni de párrafos. 

Pesan en este sentido la tradición de una literatura, y también la implícita comparación -casi instintiva, casi subconsciente- que formulamos con otros textos que conocemos, o bien con lo que se considera cuento o relato en nuestra propia literatura o en una distinta de ella. ¿Habremos de aceptar una categoría nueva, la del microrrelato brevísimo o hiperbreve, aunque el nombre resulte redundante? ¿O bien entenderemos que hay casos en que el escritor extrema alguna de las características que también tienen otros textos de este tipo, y ese hecho es percibido por el lector como un factor de diferenciación? Ustedes deciden. 

Continúo hoy la serie "Píldoras literarias" con el relato titulado Dos veces buenos 3, de Triunfo Arciniegas (1957), escritor, dramaturgo, maestro, ilustrador y fotógrafo colombiano. Fue miembro de la Unión Nacional de Escritores y del Consejo de Redacción de la Revista Puesto de Combate. Vive en Pamplona (Colombia) donde hace talleres de literatura y teatro en escuelas rurales. Escribe con insistencia sobre gatos, bandidos, ángeles, vampiros y otros monstruos. Dirige el teatro infantil "La manzana azul". 

Su relato, incluido en la obra  Dos veces buenos 3, de Raúl Brasca, tiene veintidós palabras y dice así: 



PEQUEÑOS CUERPOS

Los niños entraron a la casa 
y destrozaron las jaulas. 
La mujer encontró los cuerpos muertos y enloqueció. 
Los pájaros no regresaron.

***



"Pájaros", de Roy Evans Miranda



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viernes, 9 de septiembre de 2016

[Píldoras literarias] Hoy, con "Euclideana", de René Avilés Fabila






La noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la minificción de los minirrelatos. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial. 

Fue, en efecto, la primera característica que llamó la atención de lectores y críticos de esta forma literaria: la que primero produjo desconcierto y, a partir de allí, admiración. Ocurre, sin embargo, que tal noción es eminentemente subjetiva. Se puede considerar breve un relato de ocho o diez páginas, pero también lo será uno de un par de páginas, e igualmente, y con mayor razón, algún texto de extensión aún menor, que podremos describir en función de un determinado número máximo de líneas o de palabras, y no de páginas ni de párrafos. 


Pesan en este sentido la tradición de una literatura, y también la implícita comparación -casi instintiva, casi subconsciente- que formulamos con otros textos que conocemos, o bien con lo que se considera cuento o relato en nuestra propia literatura o en una distinta de ella. ¿Habremos de aceptar una categoría nueva, la del microrrelato brevísimo o hiperbreve, aunque el nombre resulte redundante? ¿O bien entenderemos que hay casos en que el escritor extrema alguna de las características que también tienen otros textos de este tipo, y ese hecho es percibido por el lector como un factor de diferenciación? Ustedes deciden. 

Continúo hoy la serie "Píldoras literarias" con el relato titulado Euclideana, de René Avilés Fabila (1940), escritor, periodista y catedrático de universidad mexicano, autor de cuentos, novelas y obras autobiográficas. Notable exponente iberoamericano de la prosa narrativa contemporánea, su obra ha sido incluida en multitud de antologías, traducida a diversos idiomas y analizada por múltiples estudiosos de distintos países. Inició su carrera literaria en 1960 formándose literariamente con escritores como Juan José Arreola y Juan Rulfo. Ha abordado diversos géneros, como la novela y el cuento, principalmente fantásticos y amorosos.

Su relato, incluido en la obra La minificción en México, de Lauro Zavala, tiene veintitrés palabras y dice así: 


EUCLIDEANA

En una ciudad actual

 la distancia más corta entre 
dos puntos no es la recta: 
es el zigzag que 
nos evita los semáforos.

***




Papiro con el teorema de Euclides




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domingo, 4 de septiembre de 2016

[Píldoras literarias] Hoy, con "Cien", de José María Merino





La noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la minificción de los minirrelatos. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial. 

Fue, en efecto, la primera característica que llamó la atención de lectores y críticos de esta forma literaria: la que primero produjo desconcierto y, a partir de allí, admiración. Ocurre, sin embargo, que tal noción es eminentemente subjetiva. Se puede considerar breve un relato de ocho o diez páginas, pero también lo será uno de un par de páginas, e igualmente, y con mayor razón, algún texto de extensión aún menor, que podremos describir en función de un determinado número máximo de líneas o de palabras, y no de páginas ni de párrafos. 

Pesan en este sentido la tradición de una literatura, y también la implícita comparación -casi instintiva, casi subconsciente- que formulamos con otros textos que conocemos, o bien con lo que se considera cuento o relato en nuestra propia literatura o en una distinta de ella. ¿Habremos de aceptar una categoría nueva, la del microrrelato brevísimo o hiperbreve, aunque el nombre resulte redundante? ¿O bien entenderemos que hay casos en que el escritor extrema alguna de las características que también tienen otros textos de este tipo, y ese hecho es percibido por el lector como un factor de diferenciación? Ustedes deciden. 

Continúo hoy la serie "Píldoras literarias" con el relato titulado Cien, de José María Merino (1941), narrador, poeta, y ensayista español. Miembro de la Real Academia Española desde 2008. Pese a sus inicios poéticos, José Mª Merino ha cultivado principalmente la prosa: libros y artículos de viajes, ensayos literarios, crítica, novelas, novelas juveniles y cuentos, género este último del que se ha convertido en uno de sus más significados valedores. Junto a los también leoneses Luis Mateo Díez y Juan Pedro Aparicio ha recuperado la costumbre del filandón (reuniones nocturnas en las que se contaban cuentos y leyendas mientras se hilaba o se hacían otros trabajos), típica de León, aunque modernizada mediante la lectura de cuentos brevísimos de los propios autores.

Su relato, incluido en la obra Dos veces bueno, de Raúl Brasca, tiene veinticuatro palabras y dice así: 


CIEN 


Al despertar, Augusto Monterroso 
se había convertido en un dinosaurio. 
“Te noto mala cara”, le dijo Gregorio Samsa, 
que también estaba en la cocina.

***







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sábado, 20 de agosto de 2016

[Píldoras literarias] Hoy, con "Sin título", de Carmen Leñero





La noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la minificción de los minirrelatos. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial. 

Fue, en efecto, la primera característica que llamó la atención de lectores y críticos de esta forma literaria: la que primero produjo desconcierto y, a partir de allí, admiración. Ocurre, sin embargo, que tal noción es eminentemente subjetiva. Se puede considerar breve un relato de ocho o diez páginas, pero también lo será uno de un par de páginas, e igualmente, y con mayor razón, algún texto de extensión aún menor, que podremos describir en función de un determinado número máximo de líneas o de palabras, y no de páginas ni de párrafos. 

Pesan en este sentido la tradición de una literatura, y también la implícita comparación -casi instintiva, casi subconsciente- que formulamos con otros textos que conocemos, o bien con lo que se considera cuento o relato en nuestra propia literatura o en una distinta de ella. ¿Habremos de aceptar una categoría nueva, la del microrrelato brevísimo o hiperbreve, aunque el nombre resulte redundante? ¿O bien entenderemos que hay casos en que el escritor extrema alguna de las características que también tienen otros textos de este tipo, y ese hecho es percibido por el lector como un factor de diferenciación? Ustedes deciden. 

Continúo hoy la serie "Píldoras literarias" con el relato titulado Sin título, de Carmen Leñero (1959), escritora y cantante mexicana. Entrelaza la música con la creación poética, y el pensamiento crítico con la ficción literaria. Ha publicado numerosos libros de poesía, ensayo, narrativa, y de ficción para niños, obteniendo varios premios literarios nacionales e internacionales. Combina su labor como artista con la investigación y la enseñanza en el campo de la teoría literaria.

Su relato, incluido en la obra Birlibirloque (1987), tiene veintitrés palabras y dice así: 


SIN TÍTULO

La empatía entre los cuerpos
 lleva a una inercia de imitación: 
cuando salíamos apresurados del hotel, 
a media tarde, traías uno de mis aretes puesto.







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jueves, 11 de agosto de 2016

[Píldoras literarias] Hoy, con "Equívoco", de David Lagmanovich





La noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la minificción de los minirrelatos. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial. 

Fue, en efecto, la primera característica que llamó la atención de lectores y críticos de esta forma literaria: la que primero produjo desconcierto y, a partir de allí, admiración. Ocurre, sin embargo, que tal noción es eminentemente subjetiva. Se puede considerar breve un relato de ocho o diez páginas, pero también lo será uno de un par de páginas, e igualmente, y con mayor razón, algún texto de extensión aún menor, que podremos describir en función de un determinado número máximo de líneas o de palabras, y no de páginas ni de párrafos. 

Pesan en este sentido la tradición de una literatura, y también la implícita comparación -casi instintiva, casi subconsciente- que formulamos con otros textos que conocemos, o bien con lo que se considera cuento o relato en nuestra propia literatura o en una distinta de ella. ¿Habremos de aceptar una categoría nueva, la del microrrelato brevísimo o hiperbreve, aunque el nombre resulte redundante? ¿O bien entenderemos que hay casos en que el escritor extrema alguna de las características que también tienen otros textos de este tipo, y ese hecho es percibido por el lector como un factor de diferenciación? Ustedes deciden. 

Continúo hoy la serie "Píldoras literarias" con el relato titulado Equívoco, de David Lagmanovich (1927-2010) crítico literario y escritor argentino que contribuyó a sentar las bases críticas del género del microrrelato. Doctor en Literatura por la Georgetown University, además de su labor de crítico y escritor, fue docente en distintas universidades en Argentina, Estados Unidos y Alemania.

Su relato, incluido en La hormiga escritora (2004)tiene veinticuatro palabras y dice así: 


EQUÍVOCO

Era ciego y caminaba por la calle Florida 
con un bastón blanco, 
apoyado en el brazo de una robusta criada, 
pero no era Borges.






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jueves, 4 de agosto de 2016

[Píldoras literarias] Hoy, con "Una sola carne", de Armando José Sequera





La noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la minificción de los minirrelatos. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial. 

Fue, en efecto, la primera característica que llamó la atención de lectores y críticos de esta forma literaria: la que primero produjo desconcierto y, a partir de allí, admiración. Ocurre, sin embargo, que tal noción es eminentemente subjetiva. Se puede considerar breve un relato de ocho o diez páginas, pero también lo será uno de un par de páginas, e igualmente, y con mayor razón, algún texto de extensión aún menor, que podremos describir en función de un determinado número máximo de líneas o de palabras, y no de páginas ni de párrafos. 

Pesan en este sentido la tradición de una literatura, y también la implícita comparación -casi instintiva, casi subconsciente- que formulamos con otros textos que conocemos, o bien con lo que se considera cuento o relato en nuestra propia literatura o en una distinta de ella. ¿Habremos de aceptar una categoría nueva, la del microrrelato brevísimo o hiperbreve, aunque el nombre resulte redundante? ¿O bien entenderemos que hay casos en que el escritor extrema alguna de las características que también tienen otros textos de este tipo, y ese hecho es percibido por el lector como un factor de diferenciación? Ustedes deciden. 

Continúo hoy la serie "Píldoras literarias" con el relato titulado Una sola carne, del venezolano Armando José Sequera (1953), escritor, periodista y productor audiovisual. Gran parte de sus obras han sido para niños y jóvenes. Ha obtenido diecisiete premios literarios, cuatro de ellos internacionales: Premio Casa de las Américas (1979), Diploma de Honor IBBY (1995), Bienal Latinoamericana Canta Pirulero (1996) y Premio Internacional de Microficción Narrativa “Garzón Céspedes” (2012). Es autor, entre otros títulos, de Evitarle malos pasos a la gente (1982), Teresa (2001) y Mi mamá es más bonita que la tuya (2005). En 2006 fue nominado al Premio Astrid Lindgren por el Banco del Libro.

Su relato, incluido en La otra mirada, de David Lagmanovich, tiene veintidós palabras y dice así: 


UNA SOLA CARNE 


Tan pronto el sacerdote concluyó la frase
 …y formaréis una sola carne, 
el novio, excitado, 
se lanzó a devorar a la novia.






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domingo, 26 de junio de 2016

[Píldoras literarias] Hoy, con "Tú y yo", de Marco Denevi.





La noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la minificción de los minirrelatos. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial. 

Fue, en efecto, la primera característica que llamó la atención de lectores y críticos de esta forma literaria: la que primero produjo desconcierto y, a partir de allí, admiración. Ocurre, sin embargo, que tal noción es eminentemente subjetiva. Se puede considerar breve un relato de ocho o diez páginas, pero también lo será uno de un par de páginas, e igualmente, y con mayor razón, algún texto de extensión aún menor, que podremos describir en función de un determinado número máximo de líneas o de palabras, y no de páginas ni de párrafos. 

Pesan en este sentido la tradición de una literatura, y también la implícita comparación -casi instintiva, casi subconsciente- que formulamos con otros textos que conocemos, o bien con lo que se considera cuento o relato en nuestra propia literatura o en una distinta de ella. ¿Habremos de aceptar una categoría nueva, la del microrrelato brevísimo o hiperbreve, aunque el nombre resulte redundante? ¿O bien entenderemos que hay casos en que el escritor extrema alguna de las características que también tienen otros textos de este tipo, y ese hecho es percibido por el lector como un factor de diferenciación? Ustedes deciden. 

Continúo hoy la serie Píldoras literarias con el relato titulado Tú y yode Marco Denevi (1922-1998), escritor y dramaturgo argentino. Irrumpió en la literatura con la novela Rosaura a las diez que gana en 1955 el Premio Kraft convirtiéndose de inmediato en un gran éxito y más tarde llevada al cine. Incursiona en el teatro con Los expedientes, obra con la que obtuvo el Premio Nacional de Teatro. Cuentista, Denevi obtuvo en 1960 el premio de la revista Life en español por su relato Ceremonia secreta, que fue traducido a varios idiomas y adaptado cinematográficamente en 1968. Sus personajes bordean lo estrafalario, y en sus obras predominan la ambigüedad de la percepción, el conocimiento, la intriga y un humor que tiende al negro. Practicó el periodismo político a partir de 1980, que le proporcionó, según confesaría, las mayores felicidades en su oficio de escritor. En 1990 fue presidente honorario del Consejo de Ciudadanos, y miembro de la Academia Argentina de Letras a partir de 1997. 

Su relato, incluido en Parque de diversiones (1970), consta de veintidós palabras y dice así: 


TÚ Y YO 

Leímos todo cuanto había
sido escrito sobre el amor. 
Pero cuando nos amamos 
descubrimos que nada había 
sido escrito sobre nuestro amor.






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