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jueves, 12 de enero de 2017

[Píldoras literarias] Hoy, con "Mercado", de Gonzalo Celorio






La noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la minificción de los minirrelatos. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial. 

Fue, en efecto, la primera característica que llamó la atención de lectores y críticos de esta forma literaria: la que primero produjo desconcierto y, a partir de allí, admiración. Ocurre, sin embargo, que tal noción es eminentemente subjetiva. Se puede considerar breve un relato de ocho o diez páginas, pero también lo será uno de un par de páginas, e igualmente, y con mayor razón, algún texto de extensión aún menor, que podremos describir en función de un determinado número máximo de líneas o de palabras, y no de páginas ni de párrafos. 


Pesan en este sentido la tradición de una literatura, y también la implícita comparación -casi instintiva, casi subconsciente- que formulamos con otros textos que conocemos, o bien con lo que se considera cuento o relato en nuestra propia literatura o en una distinta de ella. ¿Habremos de aceptar una categoría nueva, la del microrrelato brevísimo o hiperbreve, aunque el nombre resulte redundante? ¿O bien entenderemos que hay casos en que el escritor extrema alguna de las características que también tienen otros textos de este tipo, y ese hecho es percibido por el lector como un factor de diferenciación? Ustedes deciden. 

Continúo hoy la serie Píldoras literarias con el relato titulado Mercado, de Gonzalo Edmundo Celorio y Blasco (Ciudad de México, 1948), doctor en Literatura Iberoamericana por la UNAM, editor, ensayista, narrador y crítico literario mexicano. Fue director de la prestigiosa editorial Fondo de Cultura Económica. Es miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua y correspondiente de la Real Academia Española y de la Academia Cubana de la Lengua. En 2010 fue galardonado con el Premio Nacional de México en Ciencias y Artes en Lingüística y Literatura. Su narración, incluida en la obra Minificción mexicana, de Lauro Zavala, tiene veintiuna palabras y dice así: 




MERCADO

Señora, si usted tuviera idea de mi soledad, 
no me exigiría que comprara cinco pesos de perejil: 
me vendería diez centavos.






Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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jueves, 5 de enero de 2017

[Píldoras literarias] Hoy, con "Las últimas noticias", de Orlando E. Van Bredam





La noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la minificción de los minirrelatos. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial. 

Fue, en efecto, la primera característica que llamó la atención de lectores y críticos de esta forma literaria: la que primero produjo desconcierto y, a partir de allí, admiración. Ocurre, sin embargo, que tal noción es eminentemente subjetiva. Se puede considerar breve un relato de ocho o diez páginas, pero también lo será uno de un par de páginas, e igualmente, y con mayor razón, algún texto de extensión aún menor, que podremos describir en función de un determinado número máximo de líneas o de palabras, y no de páginas ni de párrafos. 

Pesan en este sentido la tradición de una literatura, y también la implícita comparación -casi instintiva, casi subconsciente- que formulamos con otros textos que conocemos, o bien con lo que se considera cuento o relato en nuestra propia literatura o en una distinta de ella. ¿Habremos de aceptar una categoría nueva, la del microrrelato brevísimo o hiperbreve, aunque el nombre resulte redundante? ¿O bien entenderemos que hay casos en que el escritor extrema alguna de las características que también tienen otros textos de este tipo, y ese hecho es percibido por el lector como un factor de diferenciación? Ustedes deciden. 

Continúo hoy la serie Píldoras literarias con el relato titulado Las últimas noticias, de Orlando Enrique Van Bredam (San Marcial, 1952). Escritor, ensayista y profesor argentino. Catedrático de Teoría Literaria y Literatura Iberoamericana en la Universidad Nacional de Formosa, Argentina. Desde niño se interesó por la literatura. Dos antologías nacionales de microrrelatos han incluido textos suyos. Ha sido finalista del Premio Clarín Alfaguara y obtenido varios premios nacionales argentinos. 

Su narración, incluida en la obra La vida te cambia los planes (1994), tiene veinte palabras y dice así: 


LAS ÚLTIMAS NOTICIAS


Serán aquellas que escucharemos o leeremos
 poco antes de morir, poco antes de convertirnos, 
también nosotros, en una mala noticia.








Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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viernes, 23 de diciembre de 2016

[Píldoras literarias] Hoy, con "Fracaso", de Felipe Garrido





La noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la minificción de los minirrelatos. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial. 

Fue, en efecto, la primera característica que llamó la atención de lectores y críticos de esta forma literaria: la que primero produjo desconcierto y, a partir de allí, admiración. Ocurre, sin embargo, que tal noción es eminentemente subjetiva. Se puede considerar breve un relato de ocho o diez páginas, pero también lo será uno de un par de páginas, e igualmente, y con mayor razón, algún texto de extensión aún menor, que podremos describir en función de un determinado número máximo de líneas o de palabras, y no de páginas ni de párrafos. 

Pesan en este sentido la tradición de una literatura, y también la implícita comparación -casi instintiva, casi subconsciente- que formulamos con otros textos que conocemos, o bien con lo que se considera cuento o relato en nuestra propia literatura o en una distinta de ella. ¿Habremos de aceptar una categoría nueva, la del microrrelato brevísimo o hiperbreve, aunque el nombre resulte redundante? ¿O bien entenderemos que hay casos en que el escritor extrema alguna de las características que también tienen otros textos de este tipo, y ese hecho es percibido por el lector como un factor de diferenciación? Ustedes deciden. 

Continúo hoy la serie Píldoras literarias con el relato titulado Fracaso, de Felipe Garrido (1942), escritor, editor, traductor y académico mexicano. Realizó la licenciatura en Lengua y Literaturas Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Ha impartido clases en el Centro Universitario México y en el Centro de Enseñanza para Extranjeros de la UNAM. Fue nombrado miembro de la Academia Mexicana de la Lengua en 2003.


Su narración, incluida en la obra La minificción en México (1969), de Lauro Zavala, tiene veintidós palabras y dice así: 


FRACASO

Subir al tercer piso le toma cincuenta y ocho segundos. 
Decide terminar. Abre la puerta. 
Naufraga en sus ojos, color de miel.





Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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viernes, 16 de diciembre de 2016

[Píldoras literarias] Hoy, con "Monólogo de Calígula", de Marco Denevi





La noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la minificción de los minirrelatos. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial. 

Fue, en efecto, la primera característica que llamó la atención de lectores y críticos de esta forma literaria: la que primero produjo desconcierto y, a partir de allí, admiración. Ocurre, sin embargo, que tal noción es eminentemente subjetiva. Se puede considerar breve un relato de ocho o diez páginas, pero también lo será uno de un par de páginas, e igualmente, y con mayor razón, algún texto de extensión aún menor, que podremos describir en función de un determinado número máximo de líneas o de palabras, y no de páginas ni de párrafos. 

Pesan en este sentido la tradición de una literatura, y también la implícita comparación -casi instintiva, casi subconsciente- que formulamos con otros textos que conocemos, o bien con lo que se considera cuento o relato en nuestra propia literatura o en una distinta de ella. ¿Habremos de aceptar una categoría nueva, la del microrrelato brevísimo o hiperbreve, aunque el nombre resulte redundante? ¿O bien entenderemos que hay casos en que el escritor extrema alguna de las características que también tienen otros textos de este tipo, y ese hecho es percibido por el lector como un factor de diferenciación? Ustedes deciden. 

Continúo hoy la serie Píldoras literarias con el relato titulado Monólogo de Calígula, de Marco Denevi (1922-1998), escritor y dramaturgo argentino. Irrumpió en la literatura cuando tenía ya más de 30 años con Rosaura a las diez que gana en 1955 el Premio Kraft, una novela que se convierte de inmediato en un gran éxito y más tarde llevada al cine. Con Los expedientes, gana dos años después el Premio Nacional de Teatro. Como cuentista, obtuvo en 1960 el premio de la revista Life en español por su relato Ceremonia secreta, adaptado cinematográficamente en 1968, en Reino Unido. Elementos característicos de sus obras, siempre admirablemente bien construidas, son los personajes que bordean lo estrafalario, la ambigüedad de la percepción y el conocimiento, el predominio de la intriga y un humor que tiende al negro. Fue miembro de la Academia Argentina de Letras desde 1997 hasta su muerte.

Su narración, incluida en la obra Falsificaciones (1969) tiene veinte palabras y dice así: 


MONÓLOGO DE CALÍGULA

Si yo, el primero de todos, 
soy lo que soy (una bazofia), 
¿qué puedo esperar del resto de los romanos?








Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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jueves, 1 de diciembre de 2016

[Píldoras literarias] Hoy, con "El Cid y Jimena", por Marco Denevi





La noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la minificción de los minirrelatos. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial. 

Fue, en efecto, la primera característica que llamó la atención de lectores y críticos de esta forma literaria: la que primero produjo desconcierto y, a partir de allí, admiración. Ocurre, sin embargo, que tal noción es eminentemente subjetiva. Se puede considerar breve un relato de ocho o diez páginas, pero también lo será uno de un par de páginas, e igualmente, y con mayor razón, algún texto de extensión aún menor, que podremos describir en función de un determinado número máximo de líneas o de palabras, y no de páginas ni de párrafos. 

Pesan en este sentido la tradición de una literatura, y también la implícita comparación -casi instintiva, casi subconsciente- que formulamos con otros textos que conocemos, o bien con lo que se considera cuento o relato en nuestra propia literatura o en una distinta de ella. ¿Habremos de aceptar una categoría nueva, la del microrrelato brevísimo o hiperbreve, aunque el nombre resulte redundante? ¿O bien entenderemos que hay casos en que el escritor extrema alguna de las características que también tienen otros textos de este tipo, y ese hecho es percibido por el lector como un factor de diferenciación? Ustedes deciden. 

Continúo hoy la serie Píldoras literarias con el relato titulado El Cid y Jimena de Marco Denevi Marco Denevi (1922-1998), escritor y dramaturgo argentino. Irrumpió en la literatura cuando tenía ya más de 30 años con Rosaura a las diez que gana en 1955 el Premio Kraft, una novela que se convierte de inmediato en un gran éxito y más tarde llevada al cine. Con Los expedientes, gana dos años después el Premio Nacional de Teatro. Como cuentista, obtuvo en 1960 el premio de la revista Life en español por su relato Ceremonia secreta, adaptado cinematográficamente en 1968, en Reino Unido. Elementos característicos de sus obras, siempre admirablemente bien construidas, son los personajes que bordean lo estrafalario, la ambigüedad de la percepción y el conocimiento, el predominio de la intriga y un humor que tiende al negro. Fue miembro de la Academia Argentina de Letras desde 1997 hasta su muerte.

Su narración, incluida en la obra Parque de diversiones (1970) tiene diecinueve palabras y dice así: 


EL CID Y JIMENA


Se amaron después de tantas dificultades
 que en el lecho nupcial
 les pareció que amarse no valía gran cosa.







Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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viernes, 25 de noviembre de 2016

[Píldoras literarias] Hoy, con "Gran final", de Adolfo Bioy Casares





La noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la minificción de los minirrelatos. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial. 

Fue, en efecto, la primera característica que llamó la atención de lectores y críticos de esta forma literaria: la que primero produjo desconcierto y, a partir de allí, admiración. Ocurre, sin embargo, que tal noción es eminentemente subjetiva. Se puede considerar breve un relato de ocho o diez páginas, pero también lo será uno de un par de páginas, e igualmente, y con mayor razón, algún texto de extensión aún menor, que podremos describir en función de un determinado número máximo de líneas o de palabras, y no de páginas ni de párrafos. 

Pesan en este sentido la tradición de una literatura, y también la implícita comparación -casi instintiva, casi subconsciente- que formulamos con otros textos que conocemos, o bien con lo que se considera cuento o relato en nuestra propia literatura o en una distinta de ella. ¿Habremos de aceptar una categoría nueva, la del microrrelato brevísimo o hiperbreve, aunque el nombre resulte redundante? ¿O bien entenderemos que hay casos en que el escritor extrema alguna de las características que también tienen otros textos de este tipo, y ese hecho es percibido por el lector como un factor de diferenciación? Ustedes deciden. 

Continúo hoy la serie Píldoras literarias con el relato titulado Gran final, de Adolfo Bioy Casares (1914-1999), escritor argentino que frecuentó las literaturas fantástica, policial y de ciencia ficción. Es considerado uno de los escritores más importantes de su país y de la literatura en español, habiendo recibido el Premio Internacional Alfonso Reyes y el Premio Miguel de Cervantes, ambos en 1990. Colaboró literariamente en varias ocasiones con Jorge Luis Borges, y este consideró a Bioy como uno de los más notables escritores argentinos. Fue esposo de la escritora Silvina Ocampo.

Su narración, incluida en la obra Guirnalda con amores (1959) tiene veintiuna palabras y dice así: 


GRAN FINAL

El viejo literato dijo a la muchacha
 que en el momento de morir
 él quería tener un último recuerdo de lujuria.






Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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jueves, 17 de noviembre de 2016

[Píldoras literarias] Hoy, con "El mundo", de Juan José Arreola






La noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la minificción de los minirrelatos. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial. 

Fue, en efecto, la primera característica que llamó la atención de lectores y críticos de esta forma literaria: la que primero produjo desconcierto y, a partir de allí, admiración. Ocurre, sin embargo, que tal noción es eminentemente subjetiva. Se puede considerar breve un relato de ocho o diez páginas, pero también lo será uno de un par de páginas, e igualmente, y con mayor razón, algún texto de extensión aún menor, que podremos describir en función de un determinado número máximo de líneas o de palabras, y no de páginas ni de párrafos. 

Pesan en este sentido la tradición de una literatura, y también la implícita comparación -casi instintiva, casi subconsciente- que formulamos con otros textos que conocemos, o bien con lo que se considera cuento o relato en nuestra propia literatura o en una distinta de ella. ¿Habremos de aceptar una categoría nueva, la del microrrelato brevísimo o hiperbreve, aunque el nombre resulte redundante? ¿O bien entenderemos que hay casos en que el escritor extrema alguna de las características que también tienen otros textos de este tipo, y ese hecho es percibido por el lector como un factor de diferenciación? Ustedes deciden. 

Continúo hoy la serie Píldoras literarias con el relato titulado El mundo, de Juan José Arreola )1918-2001), escritor, académico, traductor y editor mexicano. De formación autodidacta desempeñó los más diversos oficios a lo largo de su vida. Se le considera uno de los impulsores más importantes del cuento fantástico contemporáneo en México, así como uno de los máximos exponentes de la minificción latinoamericana, junto con Julio Torri y Augusto Monterroso. Sus textos, influenciados por autores como Kafka, Giovanni Papini, Jorge Luis Borges o Charles Baudelaire, tienen como características principales la brevedad, la ironía y la constante combinación de los recursos de distintos géneros literarios, como el cuento, la poesía y el ensayo.

Su narración, incluida en la obra Minificción mexicana de Lauro Zavala, tiene veintiuna palabras y dice así: 


EL MUNDO

Dios todavía no ha creado el mundo; 
sólo está imaginándolo, como entre sueños. 
Por eso el mundo es perfecto, pero confuso.






Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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jueves, 10 de noviembre de 2016

[Píldoras literarias] Hoy, con "El sueño", de Luis Mateo Díez





La noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la minificción de los minirrelatos. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial. 

Fue, en efecto, la primera característica que llamó la atención de lectores y críticos de esta forma literaria: la que primero produjo desconcierto y, a partir de allí, admiración. Ocurre, sin embargo, que tal noción es eminentemente subjetiva. Se puede considerar breve un relato de ocho o diez páginas, pero también lo será uno de un par de páginas, e igualmente, y con mayor razón, algún texto de extensión aún menor, que podremos describir en función de un determinado número máximo de líneas o de palabras, y no de páginas ni de párrafos. 

Pesan en este sentido la tradición de una literatura, y también la implícita comparación -casi instintiva, casi subconsciente- que formulamos con otros textos que conocemos, o bien con lo que se considera cuento o relato en nuestra propia literatura o en una distinta de ella. ¿Habremos de aceptar una categoría nueva, la del microrrelato brevísimo o hiperbreve, aunque el nombre resulte redundante? ¿O bien entenderemos que hay casos en que el escritor extrema alguna de las características que también tienen otros textos de este tipo, y ese hecho es percibido por el lector como un factor de diferenciación? Ustedes deciden. 

Continúo hoy la serie Píldoras literarias con el relato titulado El sueño, de Luis Mateo Díez (1942), escritor y académico español. En 1961 inició sus estudios de Derecho en la Universidad Complutense de Madrid, que finalizó en la Oviedo. Por ese entonces aparecieron sus primeros poemas, que fueron reunidos en 1972 en la obra Señales de humo, pero su creación lírica fue efímera y dejó paso definitivamente a la ficción narrativa. Su primer libro de cuentos, Memorial de hierbas, apareció en 1973 y su primera novela, Las estaciones provinciales, en 1982. Fue elegido miembro de la Real Academia Española el año 2000. 


Su narración, incluida en la obra La otra mirada, de David Lagmanovich, tiene veintiuna palabras y dice así: 


EL SUEÑO


Soñé que un niño me comía. 
Desperté sobresaltado. 
Mi madre me estaba lamiendo. 
El rabo todavía me tembló durante un rato.


***







Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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jueves, 3 de noviembre de 2016

[Píldoras literarias] Hoy, con "Escribir", de Luisa Valenzuela






La noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la minificción de los minirrelatos. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial. 

Fue, en efecto, la primera característica que llamó la atención de lectores y críticos de esta forma literaria: la que primero produjo desconcierto y, a partir de allí, admiración. Ocurre, sin embargo, que tal noción es eminentemente subjetiva. Se puede considerar breve un relato de ocho o diez páginas, pero también lo será uno de un par de páginas, e igualmente, y con mayor razón, algún texto de extensión aún menor, que podremos describir en función de un determinado número máximo de líneas o de palabras, y no de páginas ni de párrafos. 

Pesan en este sentido la tradición de una literatura, y también la implícita comparación -casi instintiva, casi subconsciente- que formulamos con otros textos que conocemos, o bien con lo que se considera cuento o relato en nuestra propia literatura o en una distinta de ella. ¿Habremos de aceptar una categoría nueva, la del microrrelato brevísimo o hiperbreve, aunque el nombre resulte redundante? ¿O bien entenderemos que hay casos en que el escritor extrema alguna de las características que también tienen otros textos de este tipo, y ese hecho es percibido por el lector como un factor de diferenciación? Ustedes deciden. 

Continúo hoy la serie Píldoras literarias con el relato titulado Escribir, de Luisa Valenzuela (1938), escritora y periodista argentina. Desde niña, en la casa de su madre, Luisa Mercedes Levinson, se daban cita escritores como Adolfo Bioy Casares, Jorge Luis Borges o Ernesto Sábato. A los 17 años comenzó a publicar en diversos periódicos y trabajar en Radio Belgrano. Ha sido "Escritora en Residencia" en el Center for Interamerican Relations y en las Universidades de Nueva York y Columbia, donde durante años dictó seminarios y talleres de escritura. Fue "Fellow" del New York Institute for the Humanities, del Fund for Free Expression y miembro del Freedom to Write Comittee de PEN American Center. En 1989 volvió definitivamente a Argentina.

Su narración, incluida en la obra Libro que no muerde (1980)tiene veintitrés palabras y dice así: 



ESCRIBIR


Escribir escribir y escribir sin ton ni son
 es ejercicio de ablande. 
En cambio el psicoanálisis no, 
el psicoanálisis es ejercicio de hablande.

***



Luisa Valenzuela



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jueves, 27 de octubre de 2016

[Píldoras literarias] Hoy, con "Las alas", de Ana María Mopty de Kiorcheff





La noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la minificción de los minirrelatos. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial. 

Fue, en efecto, la primera característica que llamó la atención de lectores y críticos de esta forma literaria: la que primero produjo desconcierto y, a partir de allí, admiración. Ocurre, sin embargo, que tal noción es eminentemente subjetiva. Se puede considerar breve un relato de ocho o diez páginas, pero también lo será uno de un par de páginas, e igualmente, y con mayor razón, algún texto de extensión aún menor, que podremos describir en función de un determinado número máximo de líneas o de palabras, y no de páginas ni de párrafos. 

Pesan en este sentido la tradición de una literatura, y también la implícita comparación -casi instintiva, casi subconsciente- que formulamos con otros textos que conocemos, o bien con lo que se considera cuento o relato en nuestra propia literatura o en una distinta de ella. ¿Habremos de aceptar una categoría nueva, la del microrrelato brevísimo o hiperbreve, aunque el nombre resulte redundante? ¿O bien entenderemos que hay casos en que el escritor extrema alguna de las características que también tienen otros textos de este tipo, y ese hecho es percibido por el lector como un factor de diferenciación? Ustedes deciden. 

Continúo hoy la serie Píldoras literarias con el relato titulado Las alas, de Ana María Mopty de Kiorcheff  (1948), escritora argentina y profesora en Letras en las universidades de Jujuy y Tucumán. Ha participado en libros colectivos y publicado libros de cuentos y microrrelatos. Es una de las coordinadoras y fundadoras de la flamante "Asociación Literaria Dr. David Lagmanovich", dedicada a la difusión de los textos de ese autor y de la microficción en general.

Su narración, incluida en la obra Microrrelatos (1998), tiene veintidós palabras y dice así: 


LAS ALAS

Tres veces soñó que le ponían alas; 
se propuso no soñar como niño o como beata, 
y se fue, dormido, sin alas.

***







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