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lunes, 22 de junio de 2020

[CLÁSICOS DE SIEMPRE] Los diálogos platónicos. Hoy, con El banquete




Busto de Platón. Museos Vaticanos


Comienzo un nuevo capítulo de entradas de la sección Clásicos de siempre del blog subiendo al mismo los Diálogos de Platón. Lo inicio con el titulado El banquete, que pueden leer en el enlace anterior, y los sucesivos los iré subiendo con la periodicidad habitual de uno al mes, esperando que merezcan su interés. 

El banquete o El simposio es uno de los diálogos más trabajados, apreciado tanto por su contenido filosófico como por su contenido literario. Versa sobre el amor, y junto al Fedro, conformó la idea de amor platónico. Ambas son obras clásicas tanto en filosofía como en literatura, tratan el asunto desde un punto de vista que hace que sean complementarias totalizando el pensamiento platónico.

El banquete rememora una cena en la que se han dado cita un grupo de comensales para mantener un discurso franco sobre el amor y Eros, acompañados de música, bebidas, bailes y recitales. La narración la inicia Apolodoro, que en conversación con un amigo rememora una historia que el amigo supone reciente. Apolodoro le comenta que dichos diálogos en los que participó Sócrates ocurrieron en otro momento histórico, cuando ellos eran niños, en un banquete organizado por el poeta trágico Agatón para celebrar su victoria en las fiestas Leneas del 416 a. C. Tras la comida, Erixímaco ​propone pasar el tiempo en mutuos discursos en alabanza del Amor, de Eros, y debatir un tema que Fedro ha tenido en mente. Erixímaco pide que cada uno de los invitados improvise un elogio a Eros pues, según comentarios de Fedro, siendo este dios uno de los más importantes, rara vez es encomiado como merecería.

El diálogo se cierra con la bulliciosa entrada en la celebración de un ebrio Alcibíades que habla sobre Sócrates, del que dice que es un sátiro burlón y descarado que se burla de todos haciéndose el ignorante, y que dice que nada sabe aunque hay muchos tesoros en él. ​A continuación, Alcibíades elogia la figura de Sócrates alabando su templanza y su apego a la verdad, a cuya búsqueda vive consagrado. De esta forma se muestra al lector cómo el propio Sócrates es la encarnación perfecta de los preceptos que él mismo expuso en su discurso. Para ejemplo, Alcibíades narra cómo, a pesar de que entonces toda Atenas reconocía su belleza física, Sócrates rehusó el trato sexual con él.

Cinco comensales discuten antes de que le toque hablar al filósofo Sócrates, que comienza con un irónico exordio en el que advierte de que no elogiará a Eros faltando a la verdad sobre él, sino que contará lo que sabe del amor sin ocultar lo que no sea hermoso. Sócrates explica que fue instruido en asuntos amorosos por Diotima, la verdadera protagonista del relato, aunque no esté presente en el banquete. ​Fedro y Pausanias intervienen como expertos en la práctica del oficio amoroso, y Erixímaco, como físico, contribuye con un punto de vista científico; del cómico se encarga Aristófanes; y del trágico, Agatón; aportan así estos dos últimos un punto de vista artístico y de fantasía literaria.

Platón (427-347 a.C.) fue un filósofo griego seguidor de Sócrates y maestro de Aristóteles. Su nombre original parece haber sido Aristocles, y nace en el seno de una familia aristocrática ateniense que por línea paterna se decía descendiente del mítico rey Codro, y por línea materna estaba emparentada con Solón, el gran reformador político de la ciudad y poeta. En 387 fundó la Academia de Atenas, institución que continuaría a lo largo de más de novecientos años, a la que Aristóteles acudiría desde Estagira a estudiar filosofía alrededor del 367, compartiendo unos veinte años de amistad y trabajo con su maestro.

Participó activamente en las enseñanzas de la Academia y escribió sus obras, siempre en forma de diálogos sobre los más diversos temas, tales como filosofía política, ética, psicología, antropología filosófica, epistemología, gnoseología, metafísica, cosmogonía, cosmología, filosofía del lenguaje y filosofía de la educación. A diferencia de sus contemporáneos, casi todo el trabajo de Platón ha sobrevivido intacto.

Mediante mitos y alegorías Platón desarrolló sus doctrinas filosóficas. En su teoría de las formas o ideas, sostuvo que la realidad sensible es solo una "sombra" de otra más real, perfecta e inmutable. De ese mundo proviene el alma humana y todos los conceptos universales (formas), los cuales son innatos en ella. El alma es inmortal, pero ésta se encuentra "encarcelada" en el cuerpo. Platón es considerado como uno de los fundadores de la filosofía política al considerar que la ciudad justa estaría gobernada por filósofos reyes. Intentó también plasmar en un Estado real su original teoría política, razón por la cual viajó dos veces a Siracusa, Sicilia, con intenciones de poner en práctica allí su proyecto, pero fracasó en ambas ocasiones y logró escapar penosamente y corriendo peligro su vida debido a las persecuciones que sufrió por parte de sus opositores.

Su influencia como autor y sistematizador ha sido incalculable en toda la historia de la filosofía, de la que se ha dicho con frecuencia que alcanzó identidad como disciplina gracias a sus trabajos. Sus ideas fueron la base del llamado neoplatonismo de filósofos como Plotino y Porfirio, que influyeron en San Agustín y, por lo tanto, en el cristianismo. 




La Escuela de Atenas, Rafael (1512). Museos Vaticanos



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sábado, 20 de junio de 2020

[ARCHIVO DEL BLOG] Polvo de estrellas. Publicada el 21 de febrero de 2010



La Vía Lactea



Sigo hablando sobre amigas... Quien tiene una amiga, tiene un tesoro, dice un aforismo. Yo las tengo. Y buenas, muy buenas. Inés Armero, amiga y vecina de Maspalomas, lleva un blog titulado "Una astronauta en la isla de Lobos", que es una auténtica delicia. Es física de profesión. Y se le nota. A pesar de ello, o quizá por ello, destila humor y ciencia, por los cuatro costados. El pasado día 26 de enero publicó una entrada en él titulada "Cuarenta y dos" en la que reproduce un fragmento del libro "Guía del autoestopista galáctico"(Anagrama, Barcelona, 2009), del novelista británico Douglas Adams (1952-2001), una metáfora sobre el sentido de la vida y la soledad de los humanos en el universo. Pueden leerla más abajo.

Ese mismo día le escribo comentándola que he seguido todo el diálogo de su relato (el de Douglas Adams) con expectación creciente, y que no me ha defraudado. Que supongo, también, que habrá gentes que se lo tomen a broma; incluso que piensen que es una tomadura de pelo. Y que lo siento por ellos, pero que "no hay pregunta". Que estamos aquí por puro azar. Por un accidente de la Naturaleza. Que desapareceremos por otro, o por consunción, sin dejar rastro alguno de nuestro paso. Y que ya está. Que se acabó. Que no hay nada más. Y que ni tiene porqué haberlo. Que nuestra grandeza es que somos los únicos seres en el universo conscientes de ello. Y que muchísima gracias. Y que me ha encantado. Y que si me deja publicarlo en mi blog.

Me contesta al siguiente día, que sí, que puedo publicarlo si lo deseo. Que se alegra de que me haya gustado. pero que hay una cosa en la que no acaba de estar acuerdo conmigo: en eso que digo de que somos los únicos seres del universo conscientes de la casualidad de nuestra existencia; que su mente, científica, se niega a creer en el azar, por lo cual se teme que hay muchos mundos como este nuestro en que otros seres se hacen preguntas similares a las nuestras; es decir que todavía somos mucho más insignificantes de lo que a nuestro ego le gustaría... Ojalá tuviera mi amiga Inés razón. Pero me temo que ni ella, ni ustedes, ni yo, vamos a poder comprobarlo.

Una vez leí una entrevista que le hicieron poco antes de morir a nuestro eximio Premio Nobel, el doctor Severo Ochoa. No puedo reproducir sus palabras literalmente porque cito de memoria. De lo que no tengo duda alguna es del sentido de su respuesta a la pregunta sobre si estábamos solos en el universo y sobre si había otra vida después de ésta: "Estamos absolutamente solos. No somos nada más que un conjunto de átomos. Nos disolvemos al morir. No hay nada después de la vida". ¿Materialismo radical?... No soy creyente. Pero me parece muy respetable que ustedes crean lo que estimen conveniente. La esperanza es lo último que se pierde.

El título de mi entrada está tomado del libro "El mundo de Sofía" (Siruela, Madrid, 1995), de Jostein Gaarder. Es la metáfora que utiliza el padre de la protagonista del libro para explicar a su hija de "dónde" venimos y "qué" somos: ¡Polvo de estrellas!... A mi siempre me ha parecido una bellísima y maravillosa metáfora.

Y en YouTube he encontrado un precioso vídeo en el que Serrat y Noa le cantan al azar. Sí, a ese azar que rige nuestras vidas, y que otros llaman dios o providencia o destino o fortuna, siempre caprichoso e inesperado... Espero que lo disfruten. Pueden verlo en el enlace de más arriba. Les dejo con el texto de mi amiga Inés. Espero que lo disfruten. HArendt




"CUARENTA Y DOS", por Inés Armero
26 de enero de 2010
Del libro "Guía del autoestopista galáctico", de Douglas Adams

"Desde luego, existen muchos problemas relacionados con la vida, entre los cuales algunos de los más famosos son: ¿por qué nacemos? ¿por qué morimos? (...)

hace muchísimos millones de años, una raza de seres pandimensionales hiperinteligentes (cuya manifestación física en su propio universo pandimensional no es diferente a la nuestra) quedó tan harta de la continua discusión sobre el sentido de la vida, que interrumpieron su pasatiempo favorito de criquet ultrabrockiano y decidieron sentarse a resolver sus problemas de una vez para siempre.

con ese fin construyeron un ordenador estupendo que era tan sumamente inteligente, que incluso antes de que se conectaran sus bancos de datos empezó por pienso, luego existo, y llegó hasta inferir la existencia del pudín de arroz y del impuesto de la renta antes de que alguien lograra desconectarlo. (...)

un hombre, de pie sobre un estrado vivamente engalanado delante de un edificio que dominaba la plaza, se dirigía a la multitud:

-¡oh, gentes que esperáis a la sombra de pensamiento profundo! -gritó- ¡honorables descendientes de vroomfondel y de majikthise, los sabios más grandes y realmente interesantes que el universo ha conocido jamás..., el tiempo de espera ha terminado!

la multitud estalló en vítores desenfrenados. tremolaron banderas y gallardetes; se oyeron silbidos agudos. las calles más estrechas parecían ciempiés vueltos de espaldas y agitando frenéticamente las patas en el aire.

-¡nuestra raza ha esperado siete millones y medio de años este gran día optimista e iluminador! -gritó el dirigente de los vítores- ¡el día de la respuesta!

la extática multitud rompió en hurras.

-nunca más -gritó el hombre- nunca más volveremos a levantarnos por la mañana preguntándonos: ¿quién soy? ¿qué sentido tiene mi vida? ¿tiene alguna importancia, cósmicamente hablando, si no me levanto para ir a trabajar? ¡porque hoy, finalmente, conoceremos, de una vez por todas, las lisa y llana respuesta a todos esos problemillas inoportunos de la vida, del universo, y de todo! (...)

dos hombres severamente vestidos se sentaban con gravedad ante la terminal, esperando.

-casi ha llegado la hora -dijo uno de ellos. (...)
-hace setenta y cinco mil generaciones, nuestros antepasados pusieron en marcha este programa -dijo el segundo hombre-, y en todo este tiempo nosotro seremos los primeros en oír las palabras del ordenador.
-¡somos nosotros los que oiremos la respuesta a la gran pregunta de la vida...!
-¡del universo..!
-¡y de todo...!
-¡chssss! ¡creo que pensamiento profundo se dispone a hablar!

hubo un expectante momento de pausa mientras los paneles de la parte delantera de la consola empezaban a despertarse lentamente. comenzaron a encenderse y apagarse luces de prueba que pronto funcionaron de modo continuo. un canturreo leve y suave se oyó por el canal de comunicación.

-buenos días- dijo al fin pensamiento profundo.
-hmmm... buenos días, pensamiento profundo, ¿tienes... hmmm, es decir...?
-¿una respuesta que daros? -le interrumpió pensamiento profundo en tono majestuoso-. sí, la tengo.
los dos hombres temblaron de expectación. su espera no había sido en vano.
-¿de veras existe?.
-existe de veras -confirmó pensamiento profundo.
-¿a todo? ¿a la gran pregunta de la vida, del universo, y de todo?
-sí.

los dos hombres estaban listos para aquel momento, se habían preparado durante toda la vida; se les escogió al nacer para que presenciaran la respuesta, pero aun así jadeaban y se retorcían como criaturas nerviosas.

-¿y estás dispuesto a dárnosla?
-lo estoy.
-¿ahora mismo?
-ahora mismo.

ambos se pasaron la lengua por los labios secos.

-aunque no creo -añadió pensamiento profundo- que vaya a gustaros.
-¡no importa! ¡tenemos que saberla! ¡ahora mismo!
-¿ahora mismo? -inquirió pensamiento profundo.
-¡sí! ahora mismo...
-muy bien -dijo el ordenador, volviendo a guardar silencio.

los dos hombres se agitaron inquietos, la tensión era insoportable.

-en serio, no os va a gustar -observó pensamiento profundo.
-¡dínosla!
-de acuerdo -dijo pensamiento profundo-. la respuesta a la gran pregunta...
-¡sí...!
-... de la vida, del universo, y de todo... -dijo pensamiento profundo.
-¡sí...!
-es...
-¡sí...!
-es...
-¡¡¡...¿sí...?!!!
-cuarenta y dos -dijo pensamiento profundo, con calma y majestad infinitas.

pasó largo tiempo antes de que hablara alguien.
con el rabillo del ojo, los hombres veían los expectantes rostros de la gente que aguardaba en la plaza.

-nos van a linchar, ¿verdad? -susurró uno.
-era una misión difícil -dijo pensamiento profundo con voz suave.
-¡cuarenta y dos! ¿eso es todo lo que tienes que decirnos después de siete millones y medio de años de trabajo?
-lo he comprobado con mucho cuidado -manifestó el ordenador-, y ésa es exactamente la respuesta. para ser franca con vosotros, creo que el problema consiste en que nunca habéis sabido realmente cuál es la pregunta.
-¡pero se trata de la gran pregunta! ¡la cuestión última de la vida, del universo y de todo!
-sí -convino pensamiento profundo, con el aire del que soporta bien a los estúpidos-, pero ¿cuál es realmente?

un lento silencio lleno de estupor fue apoderándose de los dos hombres, que se miraron mutuamente tras apartar la vista del ordenador.

-pues ya lo sabes, de todo..., todo...
-¡exactamente! -sentenció pensamiento profundo-. de manera que, en cuanto sepáis cuál es realmente la pregunta, sabréis cuál es la respuesta.
-de acuerdo, de acuerdo. mira, ¿no puedes decirnos la pregunta?
-¿la cuestión última?
-sí.
-¿de la vida, del universo, y de todo?
-¡sí!
-difícil -comentó.
-pero ¿puedes decírnosla?

pensamiento profundo meditó sobre ello otro largo momento.

-no -dijo al fin, con la voz firme".




El escritor Douglas Adams



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viernes, 19 de junio de 2020

[CUENTOS PARA ADULTOS] Hoy, con El principiante, de Charles Bukowski





El cuento, como género literario, se define por ser una narración breve, oral o escrita, en la que se narra una historia de ficción con un reducido número de personajes, una intriga poco desarrollada y un clímax y desenlace final rápidos. Desde hace unos meses vengo trayendo al blog algunos de los relatos cortos más famosos de la historia de la literatura universal. Obras de autores como Philip K. Dick, Franz Kafka, Herman Melville, Guy de Maupassant, Julio Cortázar, Alberto Moravia, Juan Rulfo, Jorge Luis Borges, Edgar Allan Poe, Oscar Wilde, Lovecraft, Jack London, Anton Chejov, y otros. 

Continúo hoy la serie Cuentos para adultos con el titulado El principiante, de Henry Charles Bukowski (1920-1994), escritor y poeta alemán, nacionalizado estadounidense. La obra literaria de Bukowski está fuertemente influida por la atmósfera de la ciudad de Los Ángeles, donde pasó la mayor parte de su vida. Hoy en día, es considerado uno de los escritores más influyentes y símbolo del «realismo sucio»1 y la literatura independiente. Su obra de Charles Bukowski recibió tantas críticas negativas como positivas. Se le acusó de practicar un estilo soez como mero exhibicionismo literario y de reiterar sus obsesiones de modo efectista. Otros críticos, en cambio, realzaron su autenticidad y su condición de escritor maldito. Les dejo con su relato.



El principiante
por
Charles Bukowski


Bien, dejé el lecho de muerte y salí del hospital del condado y conseguí un trabajo como encargado de almacén. Tenía los sábados y los domingos libres y un sábado hablé con Madge:

-Mira, nena, no tengo prisa por volver a ese hospital. Tendría que buscar algo que me apartara de la bebida. Hoy, por ejemplo, ¿qué se puede hacer sino emborracharse? El cine no me gusta. Los zoos son estúpidos. No podemos pasarnos todo el día jodiendo. Es un problema.

-¿Has ido alguna vez a un hipódromo?

-¿Qué es eso?

-Donde corren los caballos. Y tú apuestas.

-¿Hay algún hipódromo abierto hoy?

-Hollywood Park.

-Vamos.

Madge me enseñó el camino. Faltaba una hora para la primera carrera y el aparcamiento estaba casi lleno. Tuvimos que aparcar a casi un kilómetro de la entrada.

-Parece que hay mucha gente -dije.

-Sí, la hay.

-¿Y qué haremos ahí dentro?

-Apostar a un caballo.

-¿A cuál?

-Al que quieras.

-¿Y se puede ganar dinero?

-A veces.

Pagamos la entrada y allí estaban los vendedores de periódicos diciéndonos:

-¡Lea aquí cuales son sus ganadores! ¿Le gusta el dinero? ¡Nosotros le ayudaremos a que lo gane!

Había una cabina con cuatro personas. Tres de ellas te vendían sus selecciones por cincuenta centavos, la otra por un dólar. Madge me dijo que comprase dos programas y un folleto informativo. El folleto, me dijo, trae el historial de los caballos. Luego me explicó cómo tenía que hacer para apostar.

-¿Sirven aquí cerveza? -pregunté.

-Sí claro. Hay un bar.

Cuando entramos, resultó que los asientos estaban ocupados. Encontramos un banco atrás, donde había como una zona tipo parque, cogimos dos cervezas y abrimos el folleto. Era sólo un montón de números.

-Yo sólo apuesto a los nombres de los caballos -dijo ella.

-Bájate la falda. Están todos viéndote el culo.

-¡Oh! Perdona.

-Toma seis dólares. Será lo que apuestes hoy.

-Oh, Harry, eres todo corazón -dijo ella.

En fin, estudiamos todo detenidamente, quiero decir estudié, y tomamos otra cerveza y luego fuimos por debajo de la tribuna a primera fila de pista. Los caballos salían para la primera carrera. Con aquellos hombrecitos encima vestidos con aquellas camisas de seda tan brillantes. Algunos espectadores chillaban cosas a los jinetes, pero los jinetes les ignoraban. Ignoraban a los aficionados y parecían incluso un poco aburridos.

-Ese es Willie Shoemaker -dijo Madge, señalándome a uno. Willie Shoemaker parecía a punto de bostezar. Yo también estaba aburrido. Había demasiada gente y había algo en la gente que resultaba depresivo.

-Ahora vamos a apostar -dijo ella.

Le dije dónde nos veríamos después y me puse en una de las colas de dos dólares ganador. Todas las colas eran muy largas. Yo tenía la sensación de que la gente no quería apostar. Parecían inertes. Cogí mi boleto justo cuando el anunciador decía: «¡Están en la puerta!».

Encontré a Madge. Era una carrera de kilómetro y medio y nosotros estábamos en la línea de meta.

-Elegí a Colmillo Verde -le dije.

-Yo también -dijo ella.

Tenía la sensación de que ganaríamos. Con un nombre como aquél y la última carrera que había hecho, parecía seguro. Y con siete a uno.

Salieron por la puerta y el anunciador empezó a llamarlos. Cuando llamó a Colmillo Verde, muy tarde, Madge gritó:

-¡COLMILLO VERDE!

Yo no podía ver nada. Había gente por todas partes. Dijeron más nombres y luego Madge empezó a saltar y a gritar:

¡COLMILLO VERDE! ¡COLMILLO VERDE!

Todos gritaban y saltaban. Yo no decía nada. Luego, llegaron los caballos.

-¿Quién ganó? -pregunté.

-No sé -dijo Madge-. Es emocionante, ¿eh?

-Sí.

Luego, pusieron los números. El favorito 7/5 había ganado, un 9/2 quedaba segundo y un 3 tercero.

Rompimos los boletos y volvimos a nuestro banco.

Miramos el folleto para la siguiente carrera.

-Apartémonos de la línea de meta para poder ver algo la próxima vez.

-De acuerdo -dijo Madge.

Tomamos un par de cervezas.

-Todo esto es estúpido -dije-. Esos locos saltando y gritando, cada uno a un caballo distinto. ¿Qué pasó con Colmillo Verde?

-No sé. Tenía un nombre tan bonito.

-Pero los caballos no saben cómo se llaman… El nombre no les hace correr.

-Estás enfadado porque perdiste la carrera. Hay muchas más carreras.

Tenía razón. Las había.

Seguimos perdiendo. A medida que pasaban las carreras, la gente empezaba a parecer muy desgraciada, desesperada incluso. Parecían abrumados, hoscos. Tropezaban contigo, te empujaban, te pisaban y ni siquiera decían «perdón». O «lo siento».

Yo apostaba automáticamente, sólo porque ella estaba allí. Los seis dólares de Madge se acabaron al cabo de tres carreras y no le di más. Me di cuenta de que era muy difícil ganar. Escogieras el caballo que escogieras, ganaba otro. Yo ya no pensaba en las probabilidades.

En la carrera principal aposté por un caballo que se llamaba Claremount III. Había ganado su última carrera fácilmente y tenía un buen tanteo. Esta vez llevé a Madge cerca de la curva final. No tenía grandes esperanzas de ganar. Miré el tablero y Claremount III estaba 25 a uno. Terminé la cerveza y tiré el vaso de papel. Doblaron la curva y el anunciador dijo:

-¡Ahí viene Claremount III!

Y yo dije:

-¡Oh, no!

-¿Apostaste por él? -dijo Madge.

-Sí -dije yo.

Claremount pasó a los tres caballos que iban delante de él, y se distanció en lo que parecían unos seis largos. Completamente solo.

-Dios mío -dije-, lo conseguí.

-¡Oh, Harry! ¡Harry!

-Vamos a tomar un trago -dije.

Encontramos un bar y pedí. Pero esta vez no pedí cerveza. Pedí whisky.

-Apostamos por Claremount III -dijo Madge al del bar.

-¿Sí? -dijo él.

-Sí -dije yo, intentando parecer veterano. Aunque no sabía cómo eran los veteranos del hipódromo.

Me volví y miré el marcador. CLAREMOUNT se pagaba a 52,40.

-Creo que se puede ganar a este juego -le dije a Madge -. Sabes, si ganas una vez no es necesario que ganes todas las carreras. Una buena apuesta, o dos, pueden dejarte cubierto.

-Así es, así es -dijo Madge.

Le di dos dólares y luego abrimos el folleto. Me sentía confiado. Recorrí los caballos. Miré el tablero.

-Aquí está -dije-. LUCKY MAX. Está nueve a uno ahora. El que no apueste por Lucky Max es que está loco. Es sin duda el mejor y está nueve a uno. Esta gente es tonta.

Fuimos a recoger mis 52,40.

Luego fui a apostar por Lucky Max. Sólo por divertirme, hice dos boletos de dos dólares con el ganador.

Fue una carrera de kilómetro y medio, con un final de carga de caballería. Debía haber cinco caballos en el alambre. Esperamos la foto. Lucky Max era el número seis. Indicaron cuál era el primero:

6.

Oh Dios mío todopoderoso. LUCKY MAX.

Madge se puso loca y empezó a abrazarme y besarme y dar saltos.

También ella había apostado por él. Había alcanzado un diez a uno. Se pagaba 22,80 dólares. Le enseñé a Madge el boleto ganador extra. Lanzó un grito. Volvimos al bar. Aún servían. Conseguimos beber dos tragos antes de que cerraran.

-Dejemos que se despejen las colas -dije-. Ya cobraremos luego.

-¿Te gustan los caballos, Harry?

-Se puede -dije-, se puede ganar, no hay duda.

Y allí estábamos, bebidas frescas en la mano, viendo bajar a la multitud por el túnel camino del aparcamiento.

-Por amor de Dios -le dije a Madge-, súbete las medias. Pareces una lavandera.

-¡Uy! ¡Perdona papaíto!

Mientras se inclinaba, la miré y pensé, pronto podré permitirme algo un poquillo mejor que esto.

Jajá.

FIN



El escritor Charles Bukowski


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miércoles, 17 de junio de 2020

[PÍLDORAS LITERARIAS] Hoy, con Equivocación, de Karel Capek





La noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la ficción de los minirrelatos. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial. Continúo hoy la serie de Píldoras literarias con el relato de Karel Capek titulado Equivocación.

Karel Capek (1890-1938) fue un escritor en lengua checa conocido por acuñar el moderno concepto de robot. Realizó sus estudios de filosofía y estética en la Universidad Carolina, pero también cursó estudios en la Universidad Humboldt de Berlín y en La Sorbona. Uno de los primeros relatos fantásticos de Karel Čapek se titula La fábrica del absoluto (1922): en un Universo concebido según las teorías panteístas de Baruch Spinoza y las de la relatividad, el invento de un ingeniero trastorna la conducta humana y la social cuando, desintegrando la materia para producir energía, libera también el místico "Divino Absoluto". Una obra que se suele encuadrar en el género de la ciencia ficción por su carácter distópico es La guerra de las salamandras (1936), novela de finísima ironía que se considera una sátira sobre el nazismo. A saber: una nueva especie de criatura es descubierta, y se trata de una salamandra gigante, adscrita al género Andrias y que se empeñan en que sea la especie extinta Andrias scheuchzeri, capaz de aprender de los humanos pese a no tener en principio una inteligencia similar. El sistema capitalista mundial se aprovecha de las criaturas para realizar todo tipo de labores ingratas al ser humano, y todos los países empiezan a adquirirlas en gran número... Pero casi nadie es consciente de que la extensión de las salamandras por el globo es una amenaza (el paralelismo con el nacionalsocialismo alemán es claro). Se critica sucintamente en el libro a un nazismo efervescente y a un sistema económico y un "orden" mundial incapaces (y no interesados) en pararle los pies. Además del trasfondo político y filosófico, la novela de Čapek también contiene guiños al mundo periodístico (recordemos que K. Čapek colaboró con diversas publicaciones como por ejemplo Lidové noviny). En la obra se emplea con mucha gracia un procedimiento de collage que no reproducen bien la mayoría de las ediciones en español. Les dejo con su relato.


Equivocación
por
Karel Capek

Nos embarcamos en el Mediterráneo. Es tan bellamente azul que uno no sabe cuál es el cielo y cuál el mar, por lo que en todas partes de la costa y de los barcos hay letreros que indican en dónde es arriba y en dónde abajo; de otro modo uno puede confundirse. Para no ir más lejos, el otro día, nos contó el capitán que un barco se equivocó, y en lugar de seguir por el mar puso rumbo al cielo; y como el cielo es infinito no ha regresado aún, y nadie sabe en dónde está.

FIN



El escritor Karel Capek



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lunes, 15 de junio de 2020

[ARCHIVO DEL BLOG] Le blé en herbe. Publicada el 25 de enero de 2010




El poeta Félix Francisco Casanova



Entre las escasas dotes literarias que la diosa Fortuna y la genética me han otorgado no están la composición y la comprensión poética. Quizá por eso me atrae, aunque me estrelle contra ella cual luciérnaga deslumbrada por el fulgor de una luz. Sólo soy capaz de recordar de memoria una decena de textos poéticos, todos de pequeñísima extensión, la mayoría en francés, gracias a las buenas artes de un profesor del colegio Infanta Maria Teresa, en Madrid. En cuanto a su composición, hice mis pinitos en épocas pretéritas, con rima asonante, eso sí, que no sonaban mal a juicio de las destinatarias; supongo que más por cariño que por mérito de los versos: "blé en herbe"...

"Le blé en herbe" (El trigo en ciernes) es una novela de la escritora francesa Sidonie Gabrielle Colette (1873-1954) que leí en francés en el verano de 1964. Fue el regalo de una amiga y estudiante francesa, Marie-Claude B., de Mouvaux (Nord-Pas-de-Calais), a la que conocí en esa época en Madrid y con cuya amistad me honré durante muchos años. La novela, publicada por vez primera en 1923, relata la historia de iniciación sentimental y sexual de dos adolescentes parisinos, Philippe y Vinca, de 16 y 15 años respectivamente, durante unas vacaciones familiares en la Bretaña. ¿A cuento de qué viene esta historia?... Se lo aclaro en un momento.

Las asociaciones de ideas, de las que ya he escrito en este blog en ocasiones anteriores, suelen escapar a nuestra comprensión. Se producen por extraños mecanismos que uno no domina. Es lo que me ha ocurrido con la lectura del reportaje que en El País de ayer publicaba Elsa Fernández-Santos ("Revive el Rimbaud canario"), junto con una breve reseña del escritor tinerfeño Juan Cruz ("Un viento helado"), sobre la conmemoración del 34 aniversario de la muerte del joven poeta palmero Félix Francisco Casanova, fallecido en un accidente casero no del todo aclarado, a los 19 años de edad, y ya consagrado en el Parnaso literario de la época. Los pueden leer en los enlaces de más arriba.

Ignoro porqué su lectura me ha llevado a recordar aquella otra tan lejana en el tiempo de una novela que recibí como regalo en el verano de 1964, pero eso es lo que me ha ocurrido, y tampoco es cuestión de psicoanalizar todos los extraños mecanismos de la mente, y menos aún cuando son tan inofensivos y agradables como éste.

Les confieso que la historia me ha cautivado. Y no sólo por el atrevimiento de la autora del reportaje de compararlo con Rimbaud (1854-1891), poeta maldito francés también muerto en plena juventud, sino por la desbordante trayectoria vital y literaria del joven poeta canario fatalmente truncada, aunque quizá su final fuera buscado, a tan temprana edad.

Busqué en Internet algún poema suyo para leerlo, y reconozco que he quedado impresionado por la inmensa lista de elogios que su obra mereció y sigue mereciendo a sus lectores. He elegido uno, sin título, de su libro "La memoria olvidada", publicado por Hiperión (Madrid, 1990):

A veces, cuando la noche me aprisiona,
suelo sentarme frente a una cabina
telefónica
y contemplo las bocas que hablan
para lejanos oídos.
Y cuando el hielo de la soledad
me ha desvenado, los barrenderos moros
canturrean tristemente
y las estrellas ocupan su lugar,
yo acaricio el teléfono
y le susurro sin usar monedas.

Y desde este enlace pueden ver y escuchar a Dalida cantando "Il venait d'avoir 18 ans", en 1975, una preciosa canción inspirada en "Le blé en herbe", la novela de Colette. Espero que la disfruten, así como el resto de la entrada. HArendt



La escritora Sidonie Gabrielle Colette


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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

sábado, 13 de junio de 2020

[A VUELAPLUMA] El pueblo




Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la C.A. de Madrid (Getty Images)


A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. 

Los numerosos memes que circulan por la Red, -comenta en este último A vuelapluma de la semana [Como el populismo se apodera del pueblo. El País, 16/5/2020] el escritor y académico Juan Luis Cebrián- con la fotografía retocada de Isabel Díaz Ayuso en plan Madona de la Puerta del Sol o Nuestra Señora de Ifema valdrían para ilustrar, desde el sarcasmo, la tesis fundamental que Manuel Arias Maldonado defiende en su última obra: Nostalgia del soberano (Madrid, Los libros de la Catarata, 2020). A saber, que una corriente subterránea de contenido teológico o mítico circula por las alcantarillas de la democracia liberal. Consecuentemente, esta se ve de continuo amenazada por las muchas veleidades de quienes la predican, y aunque reconoce que el pluralismo está demasiado enraizado en nuestra sociedad, según él “asistimos a una pugna entre distintas tribus morales, algunas de las cuales son más propensas a demandar la acción expeditiva de un líder autoritario”.

El ensayo fue escrito antes de la implosión del coronavirus y comenta más bien las consecuencias de la crisis financiera de 2008. A partir de entonces se hizo evidente la erosión del prestigio de los regímenes liberales, acusados ahora de ser menos eficientes que los autoritarios en circunstancias adversas como las que vivimos. Desde mi punto de vista, y deduzco que también en opinión del autor, esta tendencia se ha incrementado con ocasión de la pandemia. La escalada del proteccionismo comercial, del populismo y el nacionalismo había comenzado antes de que los Gobiernos de todo el mundo impusieran en su lucha contra el virus la limitación y aun suspensión de las libertades individuales, también en los países llamados precisamente libres. A partir de la covid-19, y aunque se dulcifiquen las prescripciones sanitarias sobre confinamiento y circu­lación, es evidente que van a continuar creciendo las pulsiones autoritarias en detrimento del ejercicio democrático.

Arias Maldonado nos embarca en un recorrido intelectual, en ocasiones demasiado prolijo, que circula por un itinerario anunciado desde las primeras páginas del libro: la idea de soberanía, encarnada según el imaginario de las gentes en la existencia autónoma de un poder prácticamente sin límites, se encarna no solo en la figura periclitada de los reyes absolutos, sino también en las aspiraciones más o menos revolucionarias que tratan de ejercer el mando de forma unitaria en nombre de una supuesta voluntad popular. Semejante reivindicación, exhibida con fuerza en los años recientes, conserva en su opinión “un resabio de omnipotencia”. En realidad, el concepto mismo de soberanía nunca habría dejado de tener connotaciones teológicas, y todo el constructo liberal, empeñado en la separación de iglesias o sectas respecto al gobierno de los pueblos, no ha hecho más que repetir comportamientos y creencias encarnadas en una especie de religión laica. Desde ese punto de vista, la République francesa padecería de las mismas aspiraciones por la trascendencia que el misterio de la Santísima Trinidad. En cualquier caso no me cabe duda de que cuanto mayor es el éxito de una formación política, más aspira su dirigencia a entronizar a un líder carismático, una especie de sumo sacerdote venerado por su seguidores. Esto es muy visible incluso en el comportamiento de los ministros de Pedro Sánchez, en cuyas frecuentes comparecencias públicas para dar cuenta de su gestión menudean las alusiones y reconocimientos al presidente, pues todo se hace, se obtiene, se logra y se predica en nombre de él, que ha asumido toda la responsabilidad de las decisiones en la lucha contra la pandemia. Toda la responsabilidad implica también todo el poder, algo que no existe ni puede existir en democracia, y que nos retrotrae a la imagen del absoluto soberano.

Singularmente interesantes a este respecto son las páginas que Manuel Arias dedica al escrutinio de los comportamientos populistas en pleno siglo XXI. Por un lado pone de relieve que uno de sus rasgos es resaltar “la contraposición entre un pueblo virtuoso y una élite corrupta que ha puesto la democracia al servicio de sus intereses”, pervirtiendo así la idea de un gobierno por y para el pueblo. La táctica de Podemos para encaramarse al poder denunciando la existencia de una “casta” no es pues nada original. Responde a la necesidad perenne de todo movimiento populista de encontrar un enemigo que concite la animadversión de quienes se sienten desprotegidos ante el sistema. Llevado al extremo, da lo mismo que se trate de los judíos, de los fascistas, de los comunistas o de los bancos. Alguien tiene que encarnar la amenaza a la voluntad popular, aunque la existencia de un pueblo unido como tal es un imposible en cualquier sociedad abierta, que protege las libertades individuales y promueve las diferentes identidades y aspiraciones de distintos grupos. Frente al cosmopolitismo democrático, los populistas necesitan predicar la unidad popular, solo presente en la encarnación abusiva de quien ejerce el poder. Citando a Jan-Werner Müller, politólogo alemán y catedrático en Princeton, “el populista sostiene que solo una parte del pueblo constituye el pueblo”. Es la misma frontera que traspasó nada sutilmente el presidente del Gobierno español cuando insistió después de las elecciones de noviembre en que el pueblo se había expresado con contundencia: “Los ciudadanos fueron claros y quieren que gobierne el Partido Socialista. No hay alternativa”. Pronunció estas palabras después de haber perdido 800.000 votos respecto a las elecciones anteriores y obtener el apoyo del 28% sobre el voto emitido y apenas un 20% del censo electoral. Ese 20% era por lo visto la voz del pueblo.

La épica del poder soberano empuja ahora a nuestras sociedades, movidas por el miedo, al nacionalismo y el estatismo. En ese ambiente, Arias Maldonado se pronuncia sin ambages en favor de defender los procedimientos del sistema liberal frente al decisionismo populista. Esperemos que su voz no clame en el desierto".







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