lunes, 24 de junio de 2024

El poema de cada día. Hoy, Llevabas..., de Josefina de la Torre (1907-2002)

 








LLEVABAS...

Llevabas
en los pies arena blanca
de una playa desconocida.
Por eso
cuando a mí llegaste
no sentí tus pisadas.
Llevabas
en la voz desnuda
un compás de espera.
Por eso
cuando me hablaste
no pude medir tu voz.
Llevabas
en las manos abiertas
espuma blanca de aquel mar.
Por eso
de tu bienvenida
no pude conservar la huella.
Todo tú
venías en mi busca
y no pude reconocerte.
¡Arena blanca, compás de espera, espuma blanca!
¡Inquieto sueño de la verde orilla,
rizado de preguntas...!

Josefina de la Torre, 1907-2002











Las viñetas de cada día

 
















domingo, 23 de junio de 2024

De libros y lectores

 








Hola, buenos días de nuevo y feliz domingo. Si no quieres que se te desmayen y despanzurren las neuronas, comenta en la primera de las entradas de hoy la escritora Rosa Montero, lee todos los días, maldita sea. En la segunda, un archivo del blog de julio de 2017, el periodista Antonio Caño, nos hablaba de la necesidad del periodismo como algo imprescindible para la convivencia en una sociedad libre y para el equilibrio de poder necesario en una democracia. En la tercera, como todos los días, un poema: hoy, Ensueño, de la poetisa estadounidense Emily Dickinson. Y para terminar, también como siempre, las viñetas del día. Espero que todo ello sea de su interés. Y sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. harendt.blogspot.com











Leer
ROSA MONTERO
16 JUN 2024 - El País Semanal - harendt.blogspot.com 

En una tertulia de la que formé parte hace algunos años nos pidieron un día que, como punto de partida para el encuentro, dijéramos qué invento de la humanidad nos parecía más trascendente. Hubo respuestas de lo más variopintas; yo contesté que el alfabeto. Tiempo después vi una entrevista con Vargas Llosa en la que le preguntaban qué había sido lo más importante que había hecho en su vida, y él dijo bellamente que aprender a leer. Ambas cosas me parecen complementarias y trascendentales: desde lo colectivo a lo individual, leer nos hace personas. Aún más: leer nos hace mejores personas.
Numerosos trabajos científicos han demostrado que leer es algo así como el bálsamo de Fierabrás, una poción mágica capaz de curar tanto los rotos como los descosidos del cuerpo y del ánimo. Entre los hallazgos más apabullantes está un estudio de la Universidad de Sussex (Reino Unido), en 2009, que demostró que la lectura podía reducir el estrés hasta en un 68%; la investigación de la Universidad de Yale (Estados Unidos) de 2016, que, tras monitorizar a casi 4.000 personas mayores de 50 durante 12 años, concluyó que aquellos que leen asiduamente —media hora al día basta— viven hasta dos años más que quienes no leen; o el estudio de 2010 del Carnegie Mellon (EE UU) que indica que leer libros nos cambia literalmente el cerebro, engrosando la materia blanca. Leer, en fin, es como hacer pesas dentro del cráneo. Si no quieres que se te caigan las nalgas, machácate las carnes en un gimnasio; si no quieres que se te desmayen y despanzurren las neuronas, lee todos los días, maldita sea.
Por no hablar de las decenas de trabajos que demuestran que leer cuentos y novelas, es decir, ficción, fomenta la empatía. Como he dicho antes, es una actividad que nos hace mejores. Cosa que todos los que somos lectores ya sabíamos. Una novela es un viaje al otro, a los otros, a realidades previamente desconocidas. Pero también es el descubrimiento de una complicidad inesperada. Cuántos niños y niñas angustiados, cuantos jóvenes aislados y enajenados de su entorno, que se sentían únicos y raros, han encontrado la salvación a través de las páginas de un libro. Esto es, descubrieron espíritus afines, mundos mucho más grandes que les permitieron respirar y sobrevivir. Como la extraordinaria poeta norteamericana Emily Dickinson (1830-1886), que, probablemente sometida a abusos sexuales en la adolescencia por parte de su padre y tal vez de su hermano, encontró un reducto de resistencia en la poesía: “Yo creo que fui Encantada / Cuando por primera vez / Niña sombría / Leí a Aquella Dama Extranjera/ Lo Oscuro – sentí Hermoso”, explica ella misma con sus versos. La Dama Extranjera era la poeta victoriana Elizabeth Barrett Browning, cuya obra rescató a Emily, poniendo un hilo de redentora luz en la oscuridad de esa niñez tenebrosa (qué bellas las palabras de Dickinson).
No sé qué sería de mi vida sin los libros: apenas puedo imaginar una carencia tal, sería como quedarte ciega y sorda, sin olfato y sin tacto, tal vez incluso también sin corazón. Los libros siempre han sido para mí un talismán, un poderoso embrujo, como si, teniendo un buen libro cerca, nada muy malo pudiera pasarte. Es mentira, lo sé, pero es una de esas mentiras poliédricas que encierran un grumo de verdad. Leer es algo más íntimo que hacer el amor, porque te metes en la cabeza y en los sentimientos de quien ha escrito el texto. Y, una vez allí, reescribes lo que lees junto al autor o autora. Porque toda lectura es una reescritura, una colaboración a dos, una complicidad suprema. Hoy acaba la maravillosa Feria del Libro de Madrid, un evento único en el mundo por su popularidad, su raigambre social y su falta de pretensiones. En los fines de semana podemos estar 400 autores reunidos en las casetas, a pie de calle, sin intermediarios, a la misma altura y sin distancia física de los lectores. Es una verdadera fiesta de la lectura, y, cada libro que firmas, una especie de celebración familiar, como un cumpleaños o tal vez un bautizo. Ríes y lloras junto a los lectores, con las generosas intimidades que comparten contigo, de la misma manera que has reído y llorado al leer las obras que forman la columna vertebral de tu vida. Y adviertes con plena certidumbre que los libros forman una comunidad a través del tiempo y del espacio. Y que esa comunidad es salvadora y hermosa. Rosa Montero es escritora.















[ARCHIVO DEL BLOG] Prensa y democracia. [Publicada el 04/07/2017]












La democracia requiere hechos, escribía el director del diario El País, Antonio Caño, en su periódico hace unos días (publicando un extracto del discurso pronunciado en la inauguración de los Cursos de Verano de la Universidad del País Vasco), y el periodismo, añadía, está siendo sustituido por “el relato” que crea una narración de los hechos al gusto del consumidor. Eliminada la función crítica de la prensa se puede deformar la realidad, exagerar los problemas y prometer paraísos inexistentes.
El periodismo es imprescindible para la convivencia en una sociedad libre, seguía diciendo, para el equilibrio de poder necesario en una democracia. Sin el periodismo desaparecería la crítica ordenada, y sin la crítica caeríamos en el imperio de la arbitrariedad y el miedo. Los abusos de poder no son monopolio de los regímenes autoritarios; se dan también en las democracias, y aunque el periodismo independiente no los puede evitar, la denuncia de esos abusos cumple en sí misma una función extraordinariamente valiosa.
La prensa ha cometido muchos errores, añadía; eso es indudable. Aunque la prensa ha sido un componente esencial de las democracias liberales desde su nacimiento, también es cierto que, sobre todo en las últimas décadas, el periodismo ha vivido en ocasiones en un pedestal de éxito, se ha separado en exceso de la sociedad a la que se dirigía y ha utilizado de forma algo arrogante el enorme poder del que ha gozado.
Esa arrogancia, decía, es muy visible hoy en algunos entornos dominados por periodistas que pontifican, toman partido y dan lecciones de moral en cualquier plató, a todas las horas del día y sobre cualquier asunto que se tercie. Pero el problema principal al que hacemos frente hoy es el intento de eliminación del periodismo, es la sustitución del periodismo por lo que ahora se llama “el relato”, es la sustitución del esfuerzo serio, profesional de la enumeración de los hechos, por la imposición de una narración creada al gusto del consumidor.
A este fenómeno se le ha llamado de distintas formas, señalaba. La más difundida últimamente es la de posverdad. La posverdad se corresponde con el nacimiento de una era en la que la verdad, como todo, es relativo y todo depende del cristal ideológico con el que se mire y el propósito que se busque con su difusión.
La posverdad es peor que la mentira, , aseguraba más adelante, en el sentido de que la mentira puede llegar a descubrirse, pero la posverdad es incuestionable en la medida en que no necesita ser corroborada con hechos. Los responsables de comunicación de la Casa Blanca le han llamado también “hechos alternativos”, como si lo ocurrido se pudiera manipular como plastilina para darle la forma que más convenga a los intereses que se defienden. Tradicionalmente, a todo esto se le ha llamado así: manipulación. Y la función de la moderna posverdad es la misma que la de la vieja manipulación: impedir que los ciudadanos estén bien informados, que conozcan la verdad, que sean auténticamente libres.
Estamos, pues, decía a continuación, ante un fenómeno, que lejos de ser anecdótico o pasajero, tiene una gran profundidad. Como advierte Timothy Snyder: “Abandonar los hechos es renunciar a la libertad. La posverdad es el prefascismo”. Estamos, probablemente, ante la mayor amenaza que existe contra las democracias en estos momentos. Porque la negación de los hechos, la manipulación de los hechos o la creación de relatos que satisfacen los prejuicios y el sectarismo no es una actividad inocente, tiene un propósito que siempre está ligado con el control del poder.
Eliminada la función crítica de la prensa, añadía, se puede deformar la realidad al capricho del consumidor. Exagerar los problemas, torcer los datos y prometer soluciones fáciles y paraísos inexistentes. Vivimos tiempos en que lo emocional lo invade todo, lo justifica todo. Yo “siento” que las cosas van mal, luego van mal. Yo “creo” que las cosas ocurrieron así, luego ocurrieron así. Es la demagogia del “todas las opiniones merecen respeto”, ya sea la de un profesional como la de un iletrado. Tanto vale mi impresión como una estadística. Tanto vale una emoción como un dato.
En parte esto se debe al desgaste de las instituciones, señalaba más adelante, de todas las instituciones, por culpas propias y ajenas. En parte esto se debe al desprestigio de la autoridad, de toda autoridad. Es lo que Moisés Naím llama “el fin del poder”. Hay muchos ángulos positivos de este deterioro del poder en su concepción tradicional. El mundo se ha democratizado extraordinariamente. La iniciativa individual, el emprendimiento, la solidaridad encuentran hoy canales muy accesibles por los que desarrollarse. Google, Facebook… la revolución tecnológica nos ha permitido saber más, saberlo antes, comunicarnos mejor, más rápidamente. Viajamos más, conocemos a más gente, tenemos acceso a más puntos de vista.
Junto a la magnífica erupción de oportunidades, seguía diciendo, la revolución tecnológica ha traído también una proliferación de nichos ideológicos, de sectarismo que actúa como caldo de cultivo del odio, la xenofobia y el racismo. Desgraciadamente, es muy frecuente que los usuarios de las redes sociales no las usen para acceder al extraordinario mundo de conocimiento que ofrecen, sino para interactuar entre el reducido círculo de los que son como yo, de forma que los prejuicios se retroalimentan y adquieren categoría de doctrina incuestionable.
Algo similar ocurre con muchas de las páginas web, blogs y confidenciales que circulan en nuestro entorno, comentaba más adelante. Como periodista, entiendo como una oportunidad magnífica la de poder poner en marcha un periódico sin apenas recursos económicos y una tecnología básica y al alcance de cualquiera.
No hay duda de que todos tenemos que felicitarnos de las enormes posibilidades de pluralismo que esto representa, afirmaba después. Pero también tenemos que admitir que muchos de esos confidenciales se han convertido en armas de destrucción de los rivales políticos o económicos, en propagadores de rumores, medias verdades o rotundas mentiras con propósitos espurios.
Bienvenidos sean los nuevos medios, seguía diciendo, bienvenidos sean al periodismo todos aquellos que puedan contribuir a la diversidad y al pluralismo. Pero, bienvenidos al periodismo, con sus normas y sus reglas y su código deontológico, no a la selva de demagogia y calumnias en la que algunos están convirtiendo el panorama de la información.
El periodismo no solo no está muerto sino que se encuentra ante un gran momento y una gran oportunidad, afirmaba. Pero el buen periodismo es caro, muy caro. Contar bien una historia exige desplazarse hasta el lugar de los hechos, hablar con una diversidad de fuentes que frecuentemente no quieren hablar, corroborar los datos obtenidos, someterlos a una edición rigurosa. Cumplir con ese deber es más necesario que nunca, pero también es más difícil que nunca.
La amenaza a la libertad de expresión y al periodismo de calidad, concluía diciendo, no se produce en sí mismo por las nuevas tecnologías. El periodismo de calidad y la libertad de expresión están amenazados porque algunos políticos han descubierto que quizá la nueva política se puede hacer mejor y con mucho más éxito sin periodismo exigente. Y porque algunos políticos prefieren periódicos que les den razón y no los sometan a la investigación y la crítica. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt













El poema de cada día. Hoy, Ensueño, de Emily Dickinson (1830-1886)

 








ENSUEÑO

Para fugarnos de la tierra
un libro es el mejor bajel;
y se viaja mejor en el poema
que en el más brioso y rápido corcel

Aun el más pobre puede hacerlo,
nada por ello ha de pagar:
el alma en el transporte de su sueño
se nutre sólo de silencio y paz.

Emily Dickinson, 1830-1886











Las viñetas de cada día

 























sábado, 22 de junio de 2024

Sobre para que servía el solsticio de verano. Especial 1 de hoy sábado, 22 de junio

 









Para esto servía el solsticio de verano
JAVIER SAMPEDRO
22 JUN 2024 - El País

Vivimos un tiempo muy especial, conocido y celebrado desde la noche de los tiempos, explicado por los astrónomos y cantado por los poetas, fuente de inspiración y delirio, júbilo y confusión, repetido cada año con tozudez astronómica desde 4.500 millones de años antes de que nuestra especie se asomara al mundo. Y eso es más o menos un tercio de la edad del universo, así que pocas bromas. Es el solsticio de verano, amigo. Ayer viernes fue el día más largo del año en el hemisferio norte, esa pequeña parcela del cosmos desde la que te escribo. ¿Y sabes qué tiene que ver el solsticio de verano con la vida en la Tierra? Llámalo clickbait y sigue leyendo.
Lo que ahora llamamos hogueras de San Juan o nit de foc era una fiesta pagana del solsticio miles de años antes de que San Juan bautizara a Cristo. El cristianismo, como otras religiones y tradiciones, no ha hecho más que inmatricularse las fiestas astronómicas de la prehistoria para apuntarse un punto ventajista. Las navidades y el solsticio de invierno son otro ejemplo clásico. El mérito de estas fechas señaladas corresponde al Sol radiante y a la inclinación de la Tierra respecto a él. En estos días los rayos solares nos pegan directos en el hemisferio norte, sobre todo en el trópico de Cáncer. Algunas de las celebraciones más antiguas provienen de Suecia y Finlandia, lo que es muy comprensible en unas latitudes en que la luz solar es oblicua y endeble casi siempre. Para los antiguos agricultores nórdicos, el solsticio de verano debía ser una auténtica bendición.
Pero la tradición es mucho más amplia que eso. Desde los orígenes del neolítico, hace unos 10.000 años, los humanos construyeron monumentos alineados con el Sol naciente del solsticio en Europa, Oriente Próximo, Asia y América. Hay toda una disciplina llamada arqueoastronomía que se ocupa de estas investigaciones. Stonehenge, la estructura megalítica de Wiltshire, Inglaterra, es un caso muy conocido, construido hace unos 5.000 años y cada vez más venerado por los visitantes.
La celebración del solsticio, según acabamos de saber, es mucho más antigua aún en el mundo vegetal. Millones de hayas en latitudes tan norteñas como las suecas y tan sureñas como las mediterráneas generan estos días todas las semillas que van a producir en el año. Solo en unos pocos días alrededor del solsticio. Otros árboles muestran una sincronización de ese estilo, pero las hayas son espectaculares por su asombrosa coordinación de norte a sur y de este a oeste del subcontinente europeo. Ninguna señal química ni hormona vegetal puede viajar toda esa distancia en solo unos pocos días. ¿Cómo lo hacen entonces?
Usan un “pistoletazo de salida celestial”, como dicen con cierta chunga los ecólogos polacos que han investigado el fenómeno durante 60 años. Las hayas no se comunican entre sí para sincronizarse. Simplemente, se guían por el solsticio de verano, según publican los científicos en Nature Plants. Las pruebas son indirectas, basadas en la observación precisa de muchos árboles un solsticio tras otro. La correlación de la generación de semillas con el día más largo es muy elocuente. Ahora hay que meterse en las tripas moleculares de las hayas —los genes que responden a la longitud del día, los sistemas celulares que construyen— para entender el fenómeno a fondo y regularlo en caso necesario. La conservación de los bosques no siempre consiste en sentarse a observarlos. A veces hay que actuar, como acabamos de ver con el lince ibérico.
La vida ha evolucionado en un planeta sometido a los mismos ritmos de noche y día, de invierno y verano y otros de mayor periodo durante 4.000 millones de años. Esos ritmos están íntimamente integrados en nuestra naturaleza más profunda. Recuérdalo mientras saltas la hoguera de San Juan. Javier Sampedro es genetista.









Del zorro y el león

 






Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz sábado. Solo el presidente francés sabe qué busca, comenta en la primera de las entradas de hoy el politólogo Fernando Vallespí, pero no es descartable que haya introducido en la ecuación una posible victoria de RN y esté anticipando una cohabitación con Bardella; "qui le sait"... En la segunda, un archivo del blog de agosto de 2016, el filósofo Javier Gomá nos habla de la dignidad y la felicidad humana. Y el poema de hoy va de los amigos y está escrito, nada menos, que por Julio Cortazar. Y como colofón, las viñetas de cada día. Espero que todo ello sea de su interés. Y sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. harendt.blogspot.com












Macron, el zorro y el león
FERNANDO VALLESPÍN
16 JUN 2024 - El País - harendt.blogspot.com

Los países donde más ha avanzado la extrema derecha después de las últimas elecciones europeas son los seis que firmaron el Tratado de Roma, los que más tiempo llevan entrelazados. Exceptuando a los sospechosos habituales del Este, que sea precisamente allí donde las pulsiones nacionalistas tengan más eco es un signo preocupante. Sobre todo, porque entre ellos se encuentra el poderoso eje franco-alemán, y a nadie se le escapa que lo que a partir de ahora se dibuje en la política interior de estos dos países repercutirá de forma decisiva sobre el devenir de la Unión. La sacudida provocada en Francia ya ha encontrado su expresión en la convocatoria de elecciones para la Asamblea Nacional; en Alemania, su impacto se irá cociendo a fuego más lento, pero también tendrá importantes secuelas.
Por lo pronto, Macron consiguió que su foto prevaleciera en los titulares de todos los medios internacionales a medida que fue avanzando el escrutinio. No es poco: unas elecciones en 27 Estados y se le escoge a él. Es el rostro de un perdedor, aunque lo que le llevó a las portadas fue la convocatoria de las legislativas. Toda Europa se pregunta si fue un gesto de astucia o una temeridad.
Las razones que viene dando es que es necesario clarificar la voluntad de los electores franceses e impulsar la “unión contra los extremos”. Puede conseguir lo contrario, que su partido quede aplastado en un sándwich entre el recién instituido Frente Popular y la extrema derecha liderada por el partido de Le Pen, Reagrupamiento Nacional (RN). El trípode sobre el que se venía sosteniendo la política francesa puede acabar en un bibloquismo polarizado similar al nuestro. Los sondeos no le son nada propicios, y aunque es posible que acabe atrayendo a votantes de Los Republicanos, un partido en pleno proceso de autodestrucción, o a otros de centroizquierda que desconfíen de un heterogéneo Frente Popular, nada le asegura que la operación vaya a salirle bien.
Solo Macron sabe exactamente qué es lo que busca, pero no es descartable que haya introducido en la ecuación una posible victoria de RN y esté anticipando ya una cohabitación con su candidato, Jordan Bardella. Bien pensado, no es ningún disparate si aquello a lo que de verdad aspira es evitar que gane Le Pen las próximas presidenciales. De entrada, porque el partido de ultraderecha perdería aquello que constituye, como en otros del mismo signo, su rasgo más característico y le dota de allure: presentarse como “antisistémico”. Si gana, tendría que sujetarse a la prueba de la gestión y exhibir lo que es capaz de dar de sí. Una cosa son los discursos y otra bien distinta es enfrentarse a una realidad marcada, precisamente, por el system management. Por otro lado, y dadas las competencias presidenciales en Francia, Macron podría hacer exhibición de una defensa numantina de los valores republicanos, erigirse en el contrapeso de la potencial deriva autoritaria y nacionalista. ¿Qué mejor ocasión para recuperar su popularidad perdida y poder pasar a la historia como quien acabó impidiendo el acceso de Le Pen a la presidencia?
Como es obvio, no son más que especulaciones, pero creo que esta aparente temeridad esconde la astucia del político de raza, el que se crece ante las adversidades. Como diría Maquiavelo con referencia al gobernante, “es necesario ser zorra para conocer las trampas y león para amedrentar a los lobos”. Con la convocatoria de elecciones, Macron ha actuado con la taimada habilidad del zorro; el papel de león se lo reserva para el combate de la cohabitación. Nadie puede asegurar que acabe teniendo éxito o cuál sea el resultado final. Fernando Vallespín es politólogo.















[ARCHIVO DEL BLOG] Sobre la dignidad y la felicidad humanas. [Publicada el 01/08/2016]












Retomo la rutina cotidiana del blog después del paréntesis de julio recurriendo de nuevo a los filósofos, esos personajes extraños y extraordinarios que a veces remueven nuestras conciencias con sus ocurrencias. De ellos, suelo decir yo que hay que escucharlos siempre aunque sea para llevarles después la contraria. 
Lo hago hoy lunes, primero de agosto, trayendo hasta ustedes un reciente artículo publicado por Javier Gomá, escritor, filósofo, jurista y filólogo español titulado Que es la dignidad, noción filosófica influyente y transformadora, dice, que sin embargo, carece de un filósofo a la altura de su importancia pues ni siquiera el impresionante Diccionario de Filosofía de Ferrater Mora, añade, le concede una entrada a lo largo de sus cuatro tomos.
La "dignidad" se usa con profusión en toda clase de contextos a guisa de fundamento teórico de tratados, organizaciones internacionales, Constituciones, declaraciones de derechos, leyes y resoluciones judiciales, sigue diciendo, pero invariablemente su esencia se presupone o su entendimiento se confía al buen sentido, quedando, por eso mismo, a la espalda y pendiente de definir. Incluso, ya en nuestro siglo, continúa, ha inspirado el movimiento social de los indignados sin que estos hayan sentido la necesidad de precisar antes, siquiera elementalmente, qué es aquello cuya ausencia enciende su ira y su protesta.
Kant distinguió, precisa, entre lo que tiene precio y lo que tiene dignidad. Tienen precio aquellas cosas que pueden ser sustituidas por algo equivalente, en tanto que aquello que trasciende todo precio y no admite nada equivalente, eso tiene dignidad. Solo el hombre posee con pleno derecho, incondicionalmente, esa cualidad de incanjeable, fin en sí mismo y nunca medio, aquello inexpropiable que hace al individuo resistente a todo, incluso al interés general y al bien común: el principio con el que nos oponemos a la razón de Estado, protegemos a las minorías frente a la tiranía de la mayoría y negamos al utilitarismo su ley de la felicidad del mayor número.
La dignidad, dice más tarde, es idea de larga genealogía intelectual, pero solo en la Ilustración se configura como propiedad inmanente de lo humano, sin más fundamento que la humanidad misma, a la luz del convencimiento, expresado por Tocqueville, de que ahora “nada sostiene ya al hombre por encima de sí mismo”. Somos los hombres quienes nos reconocemos unos a otros la dignidad; es decir, mutuamente nos concedemos por convención un valor incondicional… no sujeto a convenciones, pero ese concepto ilustrado de dignidad experimenta una mutación extraordinaria en el siglo XX a consecuencia de su democratización, porque en Kant la dignidad todavía conserva resabios aristocráticos al presentarla dependiente de nuestra racionalidad moral, que excluye en la práctica muchos casos, mientras que el concepto democrático obra una especie de universalización de esa distinción aristocrática a todo sujeto existente creando una aristocracia de masas.
La dignidad democrática, dice, se recibe por nacimiento y otorga a su titular derechos sin mérito moral alguno por su parte, válidos incluso aunque desmienta esa dignidad de origen con una odiosa indignidad de vida. Es irrenunciable, imprescriptible, inviolable, aquello que siendo inmerecido merece un respeto y coloca en cierto modo al resto de la humanidad en situación de deudora. Es única, universal, anónima y abstracta, por lo que prescinde de las determinaciones (cuna, sexo, patria, religión, cultura o raza) en las que se fundaban el surtido variado de las antiguas dignidades. Es, en fin, una dignidad cosmopolita, la misma por igual para todos los hombres y mujeres del planeta. Pues ahora nos parece una verdad evidente que nadie es más que nadie y que, como dijo Juan de Mairena, “por mucho que un hombre valga, nunca tendrá valor más alto que el de ser hombre”. Pero aunque inviolable, la dignidad sigue siendo hoy violada mil veces cada día, añade. La diferencia con otros tiempos estriba en que ahora, en este estadio democrático de la cultura, ya nadie puede hacerlo sin envilecerse. La repugnancia que nos inspiran los cotidianos atropellos nos despierta un sentimiento aún más vivo de nuestro propio valor. Y cuanto más seguros estamos de esa dignidad originaria, tanto más trágicamente tomamos conciencia de la mayor de las indignidades, la absoluta, esa que no es de naturaleza personal ni social, sino metafísica: la muerte. Qué paradójica condición la nuestra, dotada de dignidad de origen y abocada extrañamente a una indignidad de destino que afecta tanto al pobre como al rico, al ignorante como al sabio, al célebre como al anónimo, al afortunado tanto como al desventurado, todos igualmente agitados por este dramatismo universal de la doliente epopeya humana.
Demasiado conscientes de esta indignidad metafísica última, la felicidad como tal es una posibilidad que ha quedado clausurada para nosotros, los contemporáneos, concluye. Por encima de ser feliz está el ser individual. Siempre quedará a nuestro alcance, en cualquier circunstancia, por difícil que se presente, el obrar conforme a esa dignidad que ya hemos intuido y probado. Lo nuestro ya no es ser felices, sino ser dignos de ser felices, aunque de hecho no podamos serlo. Lo nuestro es dotar a nuestra vida individual de una forma insustituible, para que así nuestra muerte sea verdaderamente un atropello intolerable. Que resulte manifiesto para el mundo que nuestra muerte constituye una objetiva pérdida, una destrucción absurda y sin sentido, una visible injusticia. La máxima que debería guiar nuestras vidas a partir de ahora debería ser: “Compórtate de tal manera que tu muerte sea escandalosamente injusta”. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt













El poema de cada día. Hoy, Los amigos, de Julio Cortázar (1914-1984)

 







LOS AMIGOS

En el tabaco, en el café, en el vino,
al borde de la noche se levantan
como esas voces que a lo lejos cantan
sin que se sepa qué, por el camino.

Livianamente hermanos del destino,
dióscuros, sombras pálidas, me espantan
las moscas de los hábitos, me aguantan
que siga a flote entre tanto remolino.

Los muertos hablan más pero al oído,
y los vivos son mano tibia y techo,
suma de lo ganado y lo perdido.

Así un día en la barca de la sombra,
de tanta ausencia abrigará mi pecho
esta antigua ternura que los nombra.

Julio Cortázar (1914-1984)
















Las viñetas de cada día