sábado, 18 de noviembre de 2023

De la diplomacia vaticana

 






Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz sábado. Mi propuesta de lectura para hoy, del cienasta David Trueba, va de la diplomacia vaticana. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. harendt.blogspot.com











La lección vaticana
DAVID TRUEBA
14 NOV 2023 - El País - harendt.blogspot.com

Es complicado encontrar algo bueno sobre lo que escribir cuando asistimos a la reacción brutal del ejército israelí sobre los ciudadanos de Gaza. A la matanza de civiles, entre ellos miles de niños, no se le puede agregar ningún adjetivo que nos alivie, me temo. Incluso si es consecuencia del atentado y secuestro más salvaje que ha sufrido el pueblo israelí, casi todos estamos de acuerdo en que la venganza directa no es una solución cabal. Detener este disparate es una cuestión de diplomacia en grado de urgencia, la que exigimos de quienes dicen representarnos. El estado de cosas en el que nos hemos sumido nos inutiliza para la vida sensible. Y, sin embargo, cuando asistimos a tantos esfuerzos por enfrentarnos y robarnos cualquier optimismo sobre el futuro inmediato, hay detalles que conviene subrayar. Voy a darles uno. La Congregación para la Doctrina de la Fe, que es un órgano intelectual del Vaticano ha aprobado que los transexuales puedan ser bautizados como el resto de fieles si así lo desean. El mismo día en que ese anuncio nos pilló desprevenidos, el Gobierno madrileño, que aprovechaba un puente festivo y las jaranas antiamnistía para ocultar su acción, dictó un recorte de los derechos de los transexuales que rectifica lo aprobado en tiempos de la presidenta Cifuentes.
Los pasos adelante se aprecian con mucho menos alborozo que los pasos atrás. Pero en la ecuación del progreso no nos queda otra que atenernos a los hechos y, en perspectiva, avanzamos poco a poco. A los transexuales también se les va a permitir ser padrinos de boda y bautizo. Eso sí, con una nota al pie algo inquietante: siempre y cuando los párrocos no aprecien posibilidad de escándalo o que el acto contribuya a desorientar a los fieles. Tendríamos que aprender de la fina diplomacia vaticana. Si miramos con generosidad sus pasitos adelante nos hablan de una evolución permanente, siempre ejecutada con la suficiente sutileza para no generar un debate de calle desmadrado y violento. En ocasiones tardan siglos en escuchar la normalización social, pero cuando lo hacen comprendemos por qué es una de las organizaciones más potentes del planeta. Ahora que nos interesa tanto la arqueología que es casi noticia diaria en el periódico, convendría hacer un repaso cronológico de cómo el infierno, la masturbación, el tenedor, el preservativo y el divorcio se acomodaron a la doctrina de la fe para no perder el tren del mundo.
La lección vaticana nos enseña cómo una organización fuerte sabe gobernar el negocio de las almas, con puntuales amnistías de aquello que se persiguió, se condenó y se negó con ahínco. Hay que domar a la masa que amparaba los ajusticiamientos públicos para reconducirlos a casa tras haber sido agitados hasta la convulsión. La transexualidad existe desde muy antiguo y fue precisamente en conventos y monasterios donde en muchas ocasiones encontraron refugio quienes no cuadraban con los dogmas impuestos. El silencio, la vergüenza, la ocultación y la permanente humillación están a punto de coronar un hito en nuestra civilización. Por más pasos atrás de los jefes de manada asustados, se confirma la impresión general de avance, de que la orquesta, pese a algún solista desafinado, alcanza la armonía en pasajes gloriosos. Y se confirma algo más: causar daño a alguien es el pecado que nunca podremos perdonarnos.































[ARCHIVO DEL BLOG] Le blé en herbe. [Publicada el 25/01/2010]










Entre las escasas dotes literarias que la diosa Fortuna y la genética me han otorgado no está la composición poética. Quizá por eso me atrae, aunque me estrelle contra ella cual luciérnaga deslumbrada por el fulgor de una luz. Sólo soy capaz de recordar de memoria una decena de textos poéticos, todos de pequeñísima extensión; un tercio, en francés. En cuanto a su composición, hice mis pinitos en épocas pretéritas, con rima asonante, eso sí, que no sonaban mal a juicio de las destinatarias; supongo que más por cariño que por mérito de los versos: "blé en herbe"...
"Le blé en herbe" (El trigo en ciernes) es una novela de la escritora francesa Sidonie Gabrielle Colette (1873-1954) que leí en el verano de 1964. Fue el regalo de una amiga y estudiante francesa, Marie-Claude B., de Nord-Pas-de-Calais, a la que conocí en esa época en Madrid y con cuya amistad me honré durante muchos años. La novela, publicada por vez primera en 1923, relata la historia de iniciación sentimental y sexual de dos adolescentes parisinos, Philippe y Vinca, de 16 y 15 años respectivamente, durante unas vacaciones familiares en la Bretaña. ¿A cuento de qué viene esta historia?... Se lo aclaro en un momento.
Las asociaciones de ideas, de las que ya he escrito en este blog en ocasiones anteriores, suelen escapar a nuestra comprensión. Se producen por extraños mecanismos que uno no domina. Es lo que me ha ocurrido con la lectura del reportaje que en El País de ayer publicaba Elsa Fernández-Santos ("Revive el Rimbaud canario"), junto con una breve reseña del escritor tinerfeño Juan Cruz ("Un viento helado"), sobre la conmemoración del 34 aniversario de la muerte del joven poeta palmero Félix Francisco Casanova, fallecido en un accidente casero no del todo aclarado, a los 19 años de edad, y ya consagrado en el Parnaso literario de la época. 
Ignoro porqué su lectura me ha llevado a recordar aquella otra tan lejana en el tiempo de una novela que recibí como regalo en el verano de 1964, pero eso es lo que me ha ocurrido, y tampoco es cuestión de psicoanalizar todos los extraños mecanismos de la mente, y menos aún cuando son tan inofensivos y agradables como éste.
Les confieso que la historia me ha cautivado. Y no sólo por el atrevimiento de la autora del reportaje de compararlo con Rimbaud (1854-1891), poeta maldito francés también muerto en plena juventud, sino por la desbordante trayectoria vital y literaria del joven poeta canario fatalmente truncada, aunque quizá su final fuera buscado, a tan temprana edad.
Busqué en Internet algún poema suyo para leerlo, y reconozco que he quedado impresionado por la inmensa lista de elogios que su obra mereció y sigue mereciendo a sus lectores. He elegido uno, sin título, de su libro "La memoria olvidada", publicado por Hiperión (Madrid, 1990).

A veces, cuando la noche me aprisiona
suelo sentarme frente a una cabina telefónica
y contemplo las bocas que hablan
para lejanos oídos.
Y cuando el hielo de la soledad
me ha desvenado, los barrenderos moros
canturrean tristemente
y las estrellas ocupan su lugar, yo acaricio el teléfono
y le susurro sin usar monedas.

En YouTube pueden ver y escuchar a Dalida cantando "Il venait d'avoir 18 ans", una preciosa canción inspirada en "Le blé en herbe", la novela de Colette. Espero que la disfruten, así como el resto de la entrada. Y sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt












viernes, 17 de noviembre de 2023

De lo que no nos devolverá la amnistía

 






Lo que no nos devolverá la amnistía
NAJAT EL HACHMI
17 NOV 2023 - El País - harendt.blogspot.com

Yo era una catalana ejemplar, una mora bien integrada hasta que llegó el procés y expresé mi escepticismo. Pensé que era mejor atender primero a las acuciantes necesidades sociales en los años de crisis y que una solución federalista podía ser más viable y eso me supuso ser expulsada a la tierra ahora tan poblada de los botiflers. No es un consuelo que incluso Puigdemont esté hoy en este lado de los catalanes traidores porque lo que hemos perdido por el camino ha sido mucho y algunos ya no volveremos a tener la misma visión que teníamos antes de que todo empezara. Supongo que en esto consiste hacerte mayor y madurar pero a mí me sigue costando poner palabras a la herida todavía abierta en la sociedad a la que me incorporé desde pequeña y que es la mía a todos los efectos.
La herida profunda no está en la relación Cataluña-España sino en el cuerpo de la sociedad catalana misma, entre nosotros, los que aquí hemos estado siempre y aquí seguimos aunque la clase política haya sacudido la convivencia hasta límites peligrosos para la cohesión de una población compleja y diversa. Yo no volveré a ser la misma que antes del procés porque de repente descubrí una parte del catalanismo cuyas ideas podía compartir más o menos (protección y defensa de la lengua y la cultura) erigida en guardiana de esencialismos que creía desterrados. Me di de bruces con un nacionalismo supremacista que a los nuevos catalanes ya no solo nos pedía que habláramos la lengua y valoráramos los elementos culturales particulares sino que además para considerarnos integrados teníamos que ser independentistas. Esto es, que la ideología se convertía en identidad y si no defendíamos los valores del secesionismo caíamos automáticamente del lado de los extranjeros. Esto se difundió desde la derecha pero también la supuesta izquierda desempolvó el viejo cliché del charnego ejemplar, ahora partidario de la Cataluña libre (y ahí sigue Rufián) y quiso ensanchar la base con una deriva comunitarista en la que no le hacía ascos a imanes salafistas y fichaba a mujeres con velo que predicaban en las mezquitas, con hombres y mujeres separados por sexos, las bondades de un país que, a diferencia de la malvada España, trataría mucho mejor a los inmigrantes.
Amnistiarán y pactarán y todo quedará olvidado pero a los ciudadanos nadie nos devolverá los amigos que perdimos por el camino del fanatismo identitario en el que nos metieron los políticos. Najat El Hachmi es escritora.













De las mil caras de un jugador de fortuna

 





Las mil caras de un jugador de fortuna
PABLO ORDAZ
17 NOV 2023 - El País - harendt.blogspot.com

Hace ocho años justos, en noviembre de 2015, la revista Harper’s Bazaar quiso dedicar un número a la nueva generación de políticos españoles y diseñó una portada que emulara la que, en 1965, protagonizó el actor Steve McQueen, cuyo rostro aparecía sonriente, vestido de gala, con pajarita negra, acariciado por una mano de mujer. La revista planteó su idea a varios representantes de aquella generación de líderes jóvenes, prometedores y bien parecidos. Solo se atrevió uno. El mismo que, cuatro años después y ya en tono más formal —discreta sonrisa de medio lado, algunas canas, camisa sin abotonar— aparecía en la portada del libro que contaba sus primeros triunfos y que se vendía así: “El hombre que derribó los lugares comunes de la política española: nunca una moción de censura ha triunfado en España o es imposible ganarle unas primarias al aparato de un partido”. El único, en fin, que no solo ha visto derrumbarse una tras otra las carreras de aquellos jóvenes competidores, sino que acaba de convertirse de nuevo en presidente del Gobierno de España. A fuerza, eso sí, de una operación de alto riesgo en la que no solo se jugaba su futuro, sino el de un partido con más de 100 años de historia. Durante las dos jornadas de la investidura, Pedro Sánchez ha mostrado en la tribuna y de forma alternativa todos los rostros que envuelven una figura que sigue siendo enigmática, las mil caras de un jugador de fortuna.
Es miércoles, ya ha anochecido en la carrera de San Jerónimo y la primera jornada de la sesión de investidura enfila su recta final. El día ha sido intenso, más intenso que útil, porque el guion no ha distado de lo previsible. Un choque frontal entre los líderes del PP y el PSOE, que no esconden su animadversión, el bajo concepto que tienen el uno del otro. Ahora es el turno de Gabriel Rufián, cuyo partido, ERC, ya ha pactado el apoyo a un Gobierno de izquierdas a cambio de la ley de amnistía. El político catalán, según su costumbre, se recuesta en la tribuna como si fuera a pedir una caña en el bar de abajo. Mira al líder socialista, y le advierte:
—Señor Sánchez, una última cosa, mire este hemiciclo, mírelo. ¿Ve aquí alguna alternativa a nosotros, a nosotras? ¿Ve aquí a Albert Rivera? ¿Ve aquí a Inés Arrimadas? No, ¿verdad? No se la juegue. Créame.
Sánchez asiste a la escena con gesto neutro. Unos minutos después, sube al estrado Míriam Nogueras, la portavoz de Junts. No se recuesta en la tribuna ni mira de soslayo a Sánchez. A ella no le hace falta. Lo suyo no es una advertencia disfrazada de consejo, sino una amenaza dicha en tono de amenaza, ese tipo de advertencia que lleva implícita una tonelada de desconfianza.
—Le doy un consejo: con nosotros, no intente tentar a la suerte, porque no le funcionará. Su discurso no ha sido un discurso valiente. Usted tenía que respetar y defender aquel acuerdo que han firmado.
Hasta ese momento, Pedro Sánchez ha exhibido un muestrario de gestos y de tonos ya conocidos. Pero ahora, al subir a la tribuna para responder sucesivamente a Rufián y a Nogueras, no es ni el de estadista en Bruselas, ni el de comandante al frente de la pandemia, ni el mitinero de los actos del partido, ni siquiera el de tipo enrollado que se sacó de la manga cuando, a la desesperada, adelantó por sorpresa la campaña de las generales y concedió entrevistas a diestro y siniestro —incluso a algunos muy siniestros— para frenar la marea conservadora que anunciaron las municipales. Y todo, otra vez, volvió a salirle bien. Pero ahora, el tono de Sánchez parece distinto. Toma nota de la advertencia, deja claro que firmará el pacto con los independentistas y la jornada concluye con la sensación de que los socios de investidura se las van a hacer pasar canutas. A la mañana siguiente, sin embargo, Sánchez vuelve a hacerse con la situación. Supera con tono sosegado el debate con los independentistas vascos —más preocupados por vigilarse entre sí que por aguarle la fiesta al PSOE— y se entrega, junto a Patxi López, a la celebración por anticipado de la victoria. López y Sánchez no se parecen ni en el blanco de los ojos, pero el presidente sabe que, a partir de mañana, tendrá por delante otra batalla que ganar. La de tranquilizar a las bases socialistas, muchas de ellas inquietas por la arriesgada apuesta de la amnistía. Y, para eso, los viejos López del PSOE pueden ser la toma de tierra, la pedagogía que tal vez ha faltado y que habrá que hacer cara a cara, agrupación por agrupación, casa del pueblo por casa del pueblo.
El sábado 15 de julio, a las nueve de la mañana, Sánchez tenía cara de sueño. El AVE de Madrid a Valencia acababa de partir desde la estación de Atocha. El PP ya había puesto en marcha la agitación del “sanchismo” y del “que te vote Txapote”, y se notaba que en el entorno del presidente en funciones —tanto político como de seguridad— tenían miedo de que cualquier tropiezo empeorara la situación. Le pregunté si esperaba que la campaña fuera tan bronca, si no le desgastaban personalmente tantos insultos. La respuesta sonó a declaración de guerra: “Fíjate. Echo la vista atrás y me doy cuenta de que yo gané dos primarias contra todo pronóstico, gané una moción de censura contra todo pronóstico, tuve que ganar cinco elecciones en 2019 también contra todo pronóstico… Lo que quiero decirte con esto es que nunca he tenido unas elecciones fáciles. A mí los pronósticos no me hacen mella; es más, me refuerzan en la determinación de que esta es la guía que el país tiene que seguir. Y, además, a mí me gustan las campañas electorales”.
—¿Incluso esta?
—Sí, porque soy una persona muy competitiva. Me exijo mucho a mí mismo y al final incluso me lo paso bien.
Ese día, efectivamente, se lo pasó bien. Los militantes y los simpatizantes respondieron en Valencia, como luego sucedió en Barcelona o más tarde en San Sebastián. Al despedirnos, parecía otro.
—¿Te ha gustado el mitin?
—A punto ha estado de convencerme.
—Ja ja ja. Bueno, pues lo seguiremos intentando.
Tras las elecciones —otra jugada arriesgada que le salió bien a Sánchez—, Pepe Caballos, un antiguo dirigente socialista sevillano, explicaba que los votantes del PSOE se parecen a los vietcong, que no se ven, que pueden parecer dormidos, pero que cuando hacen falta emergen, despiertan, se sacuden la apatía o la desconfianza, o el miedo a un gobierno del PP con Vox. Esa puede ser una explicación, pero hay otra. Nada une más a un partido político —sea el que sea— que la victoria, y Sánchez ha vuelto a ganar. Pablo Ordaz es periodista.











De Feijóo

 





De Feijóo
JAVIER CASQUEIRO
17 NOV 2023 - El País - harendt.blogspot.com

Algunos analistas se precipitaron este jueves a valorar el buen encaje y las maneras institucionales, moderadas y democráticas de Alberto Núñez Feijóo porque observaron que nada más terminar el debate y la votación de investidura, cuando Pedro Sánchez aún disfrutaba exultante de uno de los pocos minutos de gloria tranquilos que probablemente tendrá en toda la legislatura, el líder del PP se acercaba hasta su escaño y le estrechaba la mano. Es una tradición de buenas normas de educación y parlamentarias. No lo hizo el presidente de Vox, Santiago Abascal. Pero sí lo hizo, es verdad que con ningunas ganas, hasta el expresidente Mariano Rajoy, en junio de 2018, cuando fue desalojado del poder con una moción de censura. Pero Feijóo tardó unos minutos en salir al pasillo, encarar a los periodistas, y contar sin tapujos lo que le había soltado a Sánchez en ese en teoría breve intercambio protocolario. Le advirtió de que estaba cometiendo una grave equivocación que sería de su exclusiva responsabilidad. En ese juego, Feijóo enseñó su doble cara. Como hizo el jueves en su duelo con el presidente, con un discurso atronador y casi ultra, para terminar admitiendo la legitimidad de las aspiraciones y aliados de Sánchez.
No fue lo único que reveló Feijóo a los periodistas. También rotuló otra fecha, la siguiente de su estrategia de acoso a Sánchez en todos los frentes a su alcance. Y fue cuando miró para Bruselas y confirmó que tiene grandes esperanzas en el debate sobre la ley de amnistía que se celebrará el miércoles de la semana que viene en el Parlamento Europeo. El líder de la oposición sabe que tendrá muy complicado colocar esa discusión en el Congreso, donde el PP está en minoría en la Mesa de la Cámara que regula y agenda los asuntos, pero piensa que le podrían hacer más caso en Europa. A los pocos minutos empezaron a gotear como una catarata de varapalos inagotables en las redes sociales las felicitaciones a Sánchez por renovar su presidencia de todo tipo de mandatarios europeos.
Durante 13 años, los que disfrutó como presidente sin que nadie le chistase en la Xunta, Feijóo se acostumbró a que todo lo que pensaba, planteaba, ideaba o pretendía, le salía casi por generación espontánea, sin grandes contratiempos ni oposición. No ha sido así desde que aterrizó en Madrid para examinar su liderazgo nacional. En julio ganó las elecciones, pero no lo suficiente para gobernar incluso con el apoyo de los ultras de Vox, a los que había intentado evitar en el pasado gracias a su inexistencia en Galicia y hasta que se le presentaron como imprescindibles para no perder media docena de autonomías y numerosos ayuntamientos en los últimos comicios locales. En septiembre intentó señalar sus preferencias para el debate de su investidura fracasada y resultó que ya no solo dependía tampoco de sus intenciones.
Durante lustros, Feijóo usó su condición de poderoso barón autonómico para cortejar su perfil de dirigente del PP moderado, transversal, con voz propia frente a Génova 13, que podía entenderse con los estertores de la antigua CiU y, sobre todo, con el lehendakari vasco, Iñigo Urkullu, con el que pactaba cuando se presentaban juntos a sus respectivas elecciones. En verano, cuando comprendió los escaños que le faltaban para llegar a La Moncloa, telefoneó al PNV y también a Junts y no encontró receptividad. Al contrario. Le propinaron otro portazo por llegar con el lastre de Vox. Se llevó tal chasco que comenzó a radicalizar su discurso, especialmente frente a los nacionalistas vascos.
El portavoz del PNV en el Congreso, Aitor Esteban, ya se lo aclaró en su debate de investidura, el 29 de septiembre, cuando evidenció que llevados al paredón entre Vox y la amnistía elegirían rápido esta segunda opción. Este jueves, Esteban informó de que la cúpula del PP, cuando llamó este verano para negociar, les habían ofrecido en su desesperación algunas cosas que vistas ahora les sonrojarían. Fuentes del PNV precisaron más tarde que Feijóo había puesto a su disposición el Ministerio de Industria y algo más. Feijóo lo negó, pero Aitor Esteban no es un portavoz que se recree en los faroles. También tentaron al Junts de Carles Puigdemont para presumir de que había renunciado a sus votos y Sánchez casi se trocea de las carcajadas ante esa presunción.
No fue el único contratiempo de Feijóo en el debate. Tampoco tuvo éxito a corto plazo con las citas. Quiso completar para corregir una de Machado del presidente y le rectificó en minutos el cantautor Ismael Serrano. Uno de esos analistas de tuit rápido se empeñó en concluir, al final de estas sesiones, que Feijóo es un buen orador y que había quedado ya definitivamente asentado en su liderazgo en el PP. Tras 20 meses, Feijóo es ya al fin el jefe de la oposición. Javier Casqueiro es analista político.











De tu opinión sobre la amnistía

 






Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz viernes. Mi propuesta de lectura para hoy, del politólogo Víctor Lapuente, va de tu opinión sobre la amnistía. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. harendt.blogspot.com








Opina de la amnistía
VÍCTOR LAPUENTE
14 NOV 2023 - El País - harendt.blogspot.com

¿Cómo sabes si tienes una opinión sobre la amnistía o, por el contrario, simplemente repites lo que tu partido defiende? No te quedes con la duda de saber si realmente tienes un criterio propio y haz este rápido test:
Imagina que, tras las elecciones del año 2035, el PP y Vox suman mayoría absoluta, pero un exdirigente de Vox, prófugo de la justicia exiliado en Bruselas, exige que, a cambio de la investidura, el Congreso apruebe una ley de amnistía. El PP se ha negado durante años a conceder esa medida de gracia, porque ya indultó a los responsables ultras de los altercados de 2023 e intentó cambiar varios delitos del Código Penal para aliviar sus penas ―posiblemente excesivas para una democracia occidental―. Dirigentes populares históricos, como Rajoy y Aznar, han dicho que la amnistía “no vale la pena”. Pero la líder actual del PP, Cayetana Borja, no quiere perder su ocasión de gobernar y poner en marcha una verdadera agenda de reforma liberal en España. Insiste en que la amnistía es la única manera de calmar un territorio, Castilla, donde cientos de personas esperan juicio por el referéndum ilegal contra la España de las autonomías celebrado hace seis años. Hagamos de la necesidad virtud, dice.
Y a ti, ¿qué te parece? Si piensas lo mismo que con la amnistía a los independentistas, entonces tienes opinión propia. Sin tener en cuenta los apellidos o la ideología de los beneficiados, calibras los bienes en choque (por un lado, la escrupulosa igualdad de todas las personas ante la ley; por el otro, la potencial atenuación de un conflicto social latente) y decides (estar a favor o en contra).
Si no concuerdan tus dos evaluaciones, si apoyas la clemencia a Puigdemont, pero nunca defenderías una para Abascal (o al revés), entonces seguramente eres una buena persona (y gran amiga de sus amigos, sobre todo políticos), pero no tienes un criterio propio, universal y unívoco, sobre la amnistía, sino que está distorsionado por tus gafas partidistas. Con lo que te pediría que, si estás a favor de la amnistía pactada con el PSOE, no intentes dar lecciones sobre sus balsámicos efectos sobre la convivencia (cuando ni tú creías en ellos hace dos meses); y, si estás en contra, no hables del fin del Estado de derecho cuando lo que ocurre es que no te gusta la ideología de los amnistiados. Y, ante la duda, calla, que ya hay demasiado ruido.