lunes, 9 de octubre de 2023

De la trampa de la melancolía

 







Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz lunes. Mi propuesta de lectura para hoy, de la escritora Leila Guerriero, va de la trampa de la melancolía. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. harendt.blogspot.com








La trampa de la melancolía
LEILA GUERRIERO - El País
04 OCT 2023 - harendt.blogspot.com

En una entrevista reciente, la intelectual argentina Beatriz Sarlo decía: “Ignoro lo que es la nostalgia”. Me pregunté si existía, en mí, algún sentimiento que me hubiera sido negado. Di con uno: los celos. Quizás los sentí, tontos, cuando nació mi hermano menor. Todo lo demás fue querer. Sufrir a veces, cuando alguien me dijo basta, pero entonces no sentí celos, sino pena por lo que ya no iba a poder vivir. El sortilegio del amor me alcanza con su ceguera, su vigilia insomne, su rumia, sus malentendidos. El combo entero, menos los celos: dónde estás, de quién es ese mensaje. En cambio sí conozco la nostalgia. Quisiera no conocerla, porque de allí a la melancolía hay un paso y darlo es como abandonar un rifle de aire comprimido para empuñar una .44 Magnum. En su diario, Cesare Pavese dice: “Tener un libidinoso gusto por el abatimiento, por el abandono, por la enervante dulzura, y una despiadada voluntad de disparo, exclusiva y tiránica, es una promesa de perenne y fecunda vida interior”. Ese libro siempre me salva la vida, pero creo que la frase es desatinada. Adolfo Bioy Casares, el lado b de la superstición de la desdicha, construyó una obra inmensa con una vida en la contracara del martirio. “La felicidad es escribir historias —decía— (…) Implica un considerable esfuerzo. Sin embargo, he sido afortunado: ese trabajo siempre me resultó en algún punto gozoso”. En las tareas creativas, la melancolía conserva un aura de prestigio (la felicidad no tiene relato), pero si uno se aferra a sus arenas movedizas puede quedar hundido en ellas; creer que, si se pierde ese tembladeral, se pierde todo: el talento, el deseo de escritura. Es combustible de riesgo y debería venir con instrucciones: “No usar en exceso, cerrar el frasco con fuerza después de la ingesta”. Confundir melancolía con genialidad, depresión con vida interior, es como enamorarse de lo que hay detrás de la niebla. Y detrás de la niebla no hay nada.







































[ARCHIVO DEL BLOG] El futuro solo depende de nosotros. [Publicada el 25/10/2017











El futuro se conquista cada día, dicen al alimón en El País los profesores Josep Mª Fradera (Universidad Pompeu Fabra), José M. Núñez Seixas (Universidad de Santiago de Compostela) y José Mª Portillo Valdés (Universidad del País Vasco), los tres, catedráticos de Historia Contemporánea.
Debemos recuperar la imaginación política que nuestros mayores demostraron en 1978 para dar respuesta a un evidente malestar en Cataluña, sustentado por casi la mitad de su población. Ahora hay más posibilidades que entonces, comienzan diciendo en su artículo de El País.
En 1821, los diputados mexicanos en las Cortes de Madrid presentaron un proyecto de reforma de la monarquía con el fin de transformarla en un imperio con una especie de Commonwealth, compuesta de tres reinos americanos y uno europeo. Era un intento último de mantener unido aquello que se había definido en Cádiz como nación española: “La reunión de todos los españoles de ambos hemisferios”. Las Cortes nunca llegaron a considerarlo seriamente y México declaró su independencia en septiembre de 1821. Poco antes lo había hecho Perú.
Dieciocho años después, en las provincias vascas, la ley de 25 de octubre de 1839 confirmó sus fueros y estableció un sistema de negociación entre el Gobierno de Madrid y los gobiernos provinciales, que funcionó hasta 1876, para reciclarse entonces en una autonomía fiscal y administrativa desde 1878. Ello permitió generar un muy característico doble patriotismo y una identidad española estrechamente vinculada a la provincial.
Cuando en 1893 llegó el proyecto de Maura de estatutos de autonomía para Cuba y Puerto Rico, la precedente negativa a reconocer tal cosa requerida desde hacía décadas, no pudo evitar la independencia de las islas en 1898. A la altura de 1931, en el momento en que se produjo el cambio constitucional que terminó con el sistema de la Restauración y trajo la Segunda República, buena parte del catalanismo no veía otro recorrido constitucional más que la independencia, como Antoni Rovira i Virgili había manifestado en un texto de 1917 (El nacionalismo catalán). Las posibilidades abiertas por el debate constituyente, y la aparición de la autonomía territorial en un texto constitucional español, permitieron, sin embargo, pensar en otras formas de encaje de Cataluña en España. El mismo Rovira lo hizo explícito en un texto escrito en 1931 (Catalunya i la República). El desafío de la proclamación del Estado catalán dentro de la aún non nata República federal española había forzado al nuevo régimen a adoptar una estructura descentralizada.
Tras el intento más contundente de imponer en España una forma de gobierno centralizada sobre la base de una identidad nacional única y obligatoria, los constituyentes de 1978 entendieron que la democracia en España debía ir de la mano del autogobierno de, al menos, algunos de sus territorios. No solamente establecieron por vez primera el principio de que la autonomía constituye un derecho de las nacionalidades y regiones en el segundo artículo de la actual Constitución, sino que idearon un sistema de equilibrios de poder entre las autonomías y los poderes centrales en el título octavo. Ese sistema abrió el periodo de mayor estabilidad constitucional de nuestra historia y coadyuvó al desarrollo económico, político y cultural de España, pese a todos sus defectos de fábrica y de funcionamiento, que no eran pocos.
Podemos concluir que a la comunidad política española —sea con forma monárquica o republicana— le ha ido mucho mejor cuando ha fundamentado su Constitución atendiendo a las demandas de autogobierno y respeto a la identidad de sus diversos territorios que cuando las ha ignorado. Una democracia política que fue precedida por la “democracia del emigrante” en un complejo proceso de movimientos poblacionales en la Península y hacia Europa y América. Como comunidad, somos el producto de esa historia posimperial y de aquellas migraciones.
Ha sido también fundándose sobre la democracia y el autogobierno como España ha conseguido socializar de manera más efectiva la idea de un Estado útil, y el único Estado redistributivo y asistencial que hemos conocido. Si algo demostró la Transición y el periodo constitucional inaugurado en 1978 es que el Estado resulta mucho más efectivo en España cuando se fundamenta en la democracia, el autogobierno y la pluralidad más o menos imaginativa de identidades territoriales, nacionales o regionales y sirve para articularlas. Aunque la Transición fue diseñada como un viaje de la ley (franquista) a la ley (democrática), no había nada escrito en el guion. Hubo que improvisar e inventar. Por ejemplo, como recordaba Jordi Solé Tura, ese artículo segundo, que absorbió buena parte de las energías de los constituyentes y no dejó a nadie muy contento, pero sí a casi todo el mundo medianamente satisfecho.
Ahora, en la tesitura de la crisis sistémica más grave del Estado constitucional español desde el 23 de febrero de 1981, podría parecer que todo está perdido. No obstante, quizá hay tiempo para respuestas, que exigirán política con mayúsculas. Por un lado, el restablecimiento de un diálogo político y un cauce institucional que fije reglas del juego aceptadas por todos: no se trata de restablecer el “orden constitucional” sin más, sino de interpretarlo con flexibilidad y audacia política. El momento presente no se reduce a la necesidad ineludible de restablecer el Estado democrático y de derecho, sino también de usarlo: ahí están el Congreso y el Senado esperando a abrir en ellos el necesario debate constitucional. El jefe del Ejecutivo es además el jefe de la mayoría parlamentaria en ambas Cámaras. Es a ellas que debe dirigirse para proponer una salida a la situación presente.
En segundo lugar, debemos recuperar la imaginación política que nuestros mayores demostraron en 1978 para dar respuesta a un evidente malestar en Cataluña, sustentado por casi la mitad de su población. Las posibilidades son muchas más ahora que en 1978. Entre otras cosas, porque las sociedades peninsulares con distintas, diversas y entremezcladas culturas, y de alma poliédricamente federal, pueden contemplarse en el espejo de una Europa imperfecta, pero también plural y tendencialmente federal.
La política moderna trata fundamentalmente de eso, de buscar las formas en que todos podamos estar, independientemente de lo que seamos, hablemos y pensemos, de la selección deportiva que apoyemos o de nuestras memorias familiares. La política es sobre el estar, no sobre el ser; por ello es necesario desacralizar símbolos, naciones y banderas, con políticas de reconocimiento audaces y pragmáticas. Saberse libre en un espacio común español y europeo depende de que exista un suelo constitucional que nos sostenga a todos, con nuestras diversas identidades, intereses y anhelos. Por ello, la mejor ley fundamental es la que a nadie le gusta en su integridad, mas por eso mismo capaz de contener una pluralidad de sensibilidades.
Muchos sostienen que ya es tarde para ello. Pero más tarde era en 1975, o en 1930. Decir eso es una manera de eludir la responsabilidad histórica de pensar, debatir y consensuar: es decir, de hacer constitución y ciudadanía. Necesitamos políticos, y políticas, capaces de ello, concluyen diciendo. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt












domingo, 8 de octubre de 2023

De por donde España se rompe de verdad

 








Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz domingo. Mi propuesta de lectura para hoy, del escritor Sergio del Molino, va de por donde España se rompe de verdad. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. harendt.blogspot.com










Así se rompe España de verdad
SERGIO DEL MOLINO - El País
04 OCT 2023 - harendt.blogspot.com

Cuando Antonio Navarro, concejal de Urbanismo de Murcia, dijo que era “imposible tener constancia de si un local está abierto o no, pese a tener la orden de cierre”, pretendía exculparse. Era una forma ceremonial de quitarse literalmente los muertos de encima. Sin embargo, la frase le cargó de culpa. Pocas veces se ha escuchado a un político atribuirse sin querer tantísima responsabilidad. Pudo haber dicho que era difícil tener constancia, y se habría entendido que la Administración está saturada, pero dijo imposible, adjetivo absoluto, y al decirlo, constató que su cargo y su institución eran del todo inútiles. Al Ayuntamiento le resultaba imposible saber si funcionaba un local que media población de Murcia conocía y que, al incendiarse, estaba lleno de personas que parecían bien informadas de que la discoteca estaba abierta.
¿Para qué sirve un Estado (un Ayuntamiento, como una comunidad autónoma o una Diputación, es parte del Estado) si este no sabe si se cumplen sus sanciones? Un Estado moderno y fuerte como el español puede capear crisis institucionales, intentos golpistas, boicots parlamentarios, corrupciones varias y declaraciones unilaterales de independencia, pero no puede sobrevivir a la falta de confianza.
Un Estado sirve para comernos tranquilamente cualquier alimento, porque sabemos que alguien se ha preocupado de que sus ingredientes coincidan con los declarados en la etiqueta. Un Estado sirve para que yo avance al ver el semáforo en verde, porque sé que está en rojo para los que vienen en la otra dirección. Un Estado sirve para que escriba esta columna sin miedo a que el techo se me caiga encima, porque el inmueble ha sido inspeccionado por técnicos acreditados. Un Estado sirve para dejarme tratar por los médicos del hospital, con la tranquilidad de que están capacitados. Un Estado sirve para que pueda dejar a mi hijo en la puerta del colegio sabiendo que lo cuidarán bien y le enseñarán cosas. Un Estado sirve, en fin, para acudir con mis amigos a una discoteca dando por supuesto que esta es legal y cumple la normativa contra incendios, porque los inspectores así lo han certificado.
España ha demostrado ser un país resistente por arriba, pero si se descose por abajo, por las costuras de una Administración que, de pronto, se ve incapaz de cumplir sus funciones más elementales, no habrá goles de la selección, ni raquetazos de Nadal, ni dieta mediterránea, ni marca España que lo salven. El país que tantas crisis ha resistido se romperá por esa esquina a la que, como las discotecas de los polígonos murcianos, nadie prestaba atención.





































[ARCHIVO DEL BLOG] Irán, hoy (y ayer). [Publicada el 23/11/2014]










En una mano el Libro, en la otra la copa,
voy de lo permitido a lo prohibido:
bajo la sólida bóveda de lapislázuli
no estamos seguros ni con Dios, ni sin Dios

Omar Jayyam (poeta iraní, siglo XI)


No parece que las expectativas que en Occidente levantó la elección de Hasán Rouhani como presidente de la República Islámica de Irán se hayan cumplido. Ni en el asunto del programa nuclear iraní (el plazo pactado para llegar a un acuerdo termina precisamente mañana), ni en la cuestión de los derechos humanos (585 ejecuciones según Naciones Unidas en lo que va de año). La última conocida, el pasado 25 de octubre, levantó una gran conmoción: una joven iraní de 26 años llamada Rayhaneh Jabbari, acusada de matar en 2007 a su violador, fue ejecutada en una prisión de Teherán. De acuerdo con la "sharia" (ley islámica, vigente en Irán), la familia de su víctima se había negado a concederle clemencia, por lo que fue el hijo mayor del violador asesinado por Rayhaneh quien abrió la trampilla de la horca que ejecutó a la joven.
Mi sintonía con el régimen actual iraní de los ayatolás iraníes es nula. También era escasa con el de su antecesor el sah, al que la gran escritora y periodista italiana Oriana Fallaci retrató cruel y magistralmente en su libro "Entrevistas con la historia" (1986). Más simpatía por el actual régimen iraní -ciertamente, no acrítica- parece tener la catedrática de historia contemporánea de la universidad de Extremadura María Jesus Merinero, que en una extensa reseña titulada "Añicos de Irán", publicada en Revista de Libros en 2011, criticaba con inusitada dureza el libro de los periodistas Serge Michel, suizo, y Paolo Woods, italiano, titulado "Puedes pisar mis ojos. Un retrato del Irán actual", que a mí me pareció más que interesante y nada frívolo cuando lo leí también por esas fechas. 
Pero mi relación amistosa con el Irán histórico y con sus gentes viene de antiguo. Para ser exactos, de hace cincuenta y ocho años. En 1956, mis padres, que vivían en Madrid en el barrio de Delicias, se mudaron al de Prosperidad, en el distrito de Chamartín. Y lógicamente, a mis diez años de edad, me fui con ellos y con mis hermanos. Muy cerca de la casa de mis padres, en un chalecito semioculto entre grandes árboles entre el paseo de La Habana y la avenida de Pío XII, creo recordar que en la calle Jerez, estaba la Embajada Imperial del Irán. En horas libres de tareas escolares mis amigos y yo solíamos acercarnos a las embajadas acreditadas en Madrid para pedir libros, mapas, cuentos y documentación varia alegando un próximo viaje familiar a dicho país o la necesidad de hacer un trabajo escolar que nos habían encomendado. Las razones eran falsas pero nosotros, en nuestra inocencia, deberíamos resultar convincentes porque nos colmaban de atenciones... ¡y de libros!..., especialmente en la representación diplomática del Imperio iraní. 
Repetimos visita varias veces, y de aquellas visitas nació en mí un sentimiento de cariño por el pueblo, la cultura y la historia de Irán que llego a cautivarme. Tanto, que unos años más tarde, llegado el momento de tener que dar una disertación en francés, como un ejercicio más de los que teníamos que hacer en la Escuela Central de Idiomas de Madrid en la que estudiaba por las tardes la dulce lengua de Francia, recité de memoria un cuento que me habían regalado en una de aquellas visitas a la embajada iraní. Se titulaba, ¡nunca podré olvidarme! "Mernahz, la Cendrillon iranienne" (Mernahz, la Cenicienta iraní). Y que como todos los cuentos que se precien comenzaba así: "Il était une fois une petite fille appelée Merhnaz..." (Érase una vez una niñita llamada Merhnaz...). Me lo aprendí en los ratos libres que me permitían los partidos de beísbol que jugábamos, a la espera de mi turno de bateo, sobre la ahora intransitable M-30...
La injusta y desgraciada suerte de Rayhaneh Jabbari y mi desapego nunca disimulado por el régimen teocrático irani, no es óbice para recordar con nostalgia una relación con el Irán eterno que vista desde los ojos del niño que fui una vez se me antoja entrañable. Un Irán eterno que mejor que nadie supo reflejar el gran trágico griego Esquilo, allá por el años 472 a.C. en su inmortal obra "Los persas", una de las más memorables muestras literarias de la grandeza del pueblo ateniense para con sus adversarios, que me permito dejarles como obsequio en la seguridad de que disfrutarán de su lectura. Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt