viernes, 17 de noviembre de 2023

De tu opinión sobre la amnistía

 






Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz viernes. Mi propuesta de lectura para hoy, del politólogo Víctor Lapuente, va de tu opinión sobre la amnistía. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. harendt.blogspot.com








Opina de la amnistía
VÍCTOR LAPUENTE
14 NOV 2023 - El País - harendt.blogspot.com

¿Cómo sabes si tienes una opinión sobre la amnistía o, por el contrario, simplemente repites lo que tu partido defiende? No te quedes con la duda de saber si realmente tienes un criterio propio y haz este rápido test:
Imagina que, tras las elecciones del año 2035, el PP y Vox suman mayoría absoluta, pero un exdirigente de Vox, prófugo de la justicia exiliado en Bruselas, exige que, a cambio de la investidura, el Congreso apruebe una ley de amnistía. El PP se ha negado durante años a conceder esa medida de gracia, porque ya indultó a los responsables ultras de los altercados de 2023 e intentó cambiar varios delitos del Código Penal para aliviar sus penas ―posiblemente excesivas para una democracia occidental―. Dirigentes populares históricos, como Rajoy y Aznar, han dicho que la amnistía “no vale la pena”. Pero la líder actual del PP, Cayetana Borja, no quiere perder su ocasión de gobernar y poner en marcha una verdadera agenda de reforma liberal en España. Insiste en que la amnistía es la única manera de calmar un territorio, Castilla, donde cientos de personas esperan juicio por el referéndum ilegal contra la España de las autonomías celebrado hace seis años. Hagamos de la necesidad virtud, dice.
Y a ti, ¿qué te parece? Si piensas lo mismo que con la amnistía a los independentistas, entonces tienes opinión propia. Sin tener en cuenta los apellidos o la ideología de los beneficiados, calibras los bienes en choque (por un lado, la escrupulosa igualdad de todas las personas ante la ley; por el otro, la potencial atenuación de un conflicto social latente) y decides (estar a favor o en contra).
Si no concuerdan tus dos evaluaciones, si apoyas la clemencia a Puigdemont, pero nunca defenderías una para Abascal (o al revés), entonces seguramente eres una buena persona (y gran amiga de sus amigos, sobre todo políticos), pero no tienes un criterio propio, universal y unívoco, sobre la amnistía, sino que está distorsionado por tus gafas partidistas. Con lo que te pediría que, si estás a favor de la amnistía pactada con el PSOE, no intentes dar lecciones sobre sus balsámicos efectos sobre la convivencia (cuando ni tú creías en ellos hace dos meses); y, si estás en contra, no hables del fin del Estado de derecho cuando lo que ocurre es que no te gusta la ideología de los amnistiados. Y, ante la duda, calla, que ya hay demasiado ruido.
































[ARCHIVO DEL BLOG] Matar el diecinueve. [Publicada el 02/01/2020]









El siglo XXI palpita en nuestras manos, ociosas enterradas arañadas y frías. No sé qué construimos cuando destruimos, afirma en este A vuelapluma de hoy jueves, la escritora Lara Moreno. 
"El año empezó en una playa del sur, -comienza diciendo Moreno- donde nadie parecía haber deshojado la noche cuando por la mañana salí a correr como si aquello fuera a redimirme. Estuve sola tumbada en la arena al terminar, y me hice un par de fotos sofocada bajo mi forro polar que envié a algunos amigos que no se habían acostado todavía. Feliz 2019, debí de decirles. El 2018 había sido un huracán y ahora solo quedaba comenzar de nuevo.
El 1 de enero de 1919, Rosa Luxemburgo, Liebknecht y Pieck fundaron el Partido Comunista alemán. Pocos días después se fundaría el Partido Alemán de los Trabajadores, al que más tarde perteneció Hitler. Antes de que acabara el mes, Luxemburgo y Liebknecht serían aniquilados por el Gobierno. En febrero, en Barcelona se declara una huelga general a raíz de La Canadiense. En marzo, en Milán, Mussolini funda un partido fascista que luego sería el partido fascista, y los rusos, el Komitern. En abril, 160.000 mujeres firman una petición en Bélgica por el sufragio universal. También en abril, en Amritsar, India, fuerzas británicas perpetran una masacre que se cobra 1.800 muertos y miles de heridos. Zapata muere en México. En mayo se confirma la Teoría de la Relatividad y en junio finaliza el primer vuelo trasatlántico. En julio, en Chicago, comienzan los disturbios raciales, en los que ciudadanos de piel blanca asesinarán a 38 afroestadounidenses. En septiembre, en la matanza de Elaine, cayeron casi 200. En octubre, el rey Alfonso XIII inaugura la primera línea de Metro de Madrid. En noviembre, el Tratado de Versalles no obtiene el voto de ratificación de Estados Unidos. No hemos cambiado tanto y sin embargo somos enteramente otras personas.
Recuerdo que el primer día de enero que pisé Madrid mi casero me invitó a un vino en la plaza más bonita de la ciudad para decirme que debía irme de su casa, la enésima casa en la que había construido mi hogar. Recuerdo que se acabó para siempre lo que había tenido durante 20 años: la seguridad de una vivienda de alquiler, de un techo digno que pudiera pagar. Ya hacía unos días que Bolsonaro y Trump se habían aliado para acabar con el planeta, y al poco tiempo el Gobierno español decidía que los menores inmigrantes debían ser repatriados porque estarían mucho mejor con sus familias. En Andalucía, nada más estrenado el final de la década, el imperio socialista perdió la Junta por primera vez en 36 años. En Madrid, frente a Sánchez, se levantaron en la plaza de Colón las manos de Rivera, Casado y Abascal. Se conquistó la cara oculta de la Luna e Iglesias y Errejón dejaron de ser amigos para ser quién sabe qué. Trump decidió que Venezuela sería salvada por Guaidó mientras Pedro Sánchez nos arrojó a unas elecciones interminables. No hemos cambiado tanto y sin embargo ahora sabemos lo que es el rostro de un agujero negro y también cómo arde Notre Dame. En las aguas siguen flotando nuestros muertos, esos que nadie quiere enterrar. Hong Kong entero se aprieta en la calle. El tratado para la eliminación de misiles nucleares, firmado en medio de la Guerra Fría, se queda sin Estados Unidos y en el verano se incendia el pulmón de la Tierra. No hemos cambiado tanto y quizá por eso violaciones en grupo, más de 100 asesinadas al año en nuestro país, y quizá por eso. No hemos cambiado tanto y sin embargo la revolución feminista se tiñe de negro por ellas. Carmena cayó en picado como otras tantas ilusiones desmedidas. El planeta se está secando y también se inunda. No hemos cambiado tanto y sin embargo somos enteramente otras personas. A punto de extinguirnos, seguimos en combate: campos de refugiados, exterminios y niños perdidos. Somos niños perdidos y somos campos de refugiados aun desde el privilegio, construimos con empeño la propia tortura y por supuesto la ajena: cambia la mancha de las ciudades en inhóspito destierro y cambia nuestra forma de relacionarnos como especie. A punto de los años veinte, tememos la vanguardia; ya no hay inocencia en la destrucción de los dioses.
La década se acaba sin aplauso. En mi casa nueva, un radiador pierde agua, pero la luz que rompe las ventanas es brillante como si nada estuviera pasando. Se nos ha muerto el año, lo matamos por fin. Los que seguimos vivos, por ahora, queremos estar vivos todavía. El siglo veintiuno palpita en nuestras manos, ociosas enterradas arañadas y frías. No sé qué construimos cuando destruimos, no sé qué arrebatamos cuando tanto se nos arrebata. De todas las carencias y los lujos, yo he pedido un deseo desde el cansancio infinito, desde el profundo cansancio de esta nueva mirada: deseo la ausencia de rabia por el presente, que todo lo que venga no sea carne quemada y no sea solo nada. Deseo el año veinte de la promesa turbia. Yo ya no aguanto más. Le deseo a mi hija un futuro sin machismo, un siglo reluciente de igualdad. Eso, para empezar".
A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt










jueves, 16 de noviembre de 2023

Del ya tenemos presidente al ¿y ahora, qué?

 





A Pedro Sánchez le perseguirá la amnistía
ESTEFANÍA MOLINA
16 NOV 2023 - El País - harendt

Pedro Sánchez quiere pasar página de la amnistía. El ya presidente del Gobierno lo fía todo a que la agenda social de la futura coalición sepulte el malestar en España por la cuestión catalana. Demasiado optimismo. Ni los independentistas catalanes ni el PNV ni Bildu renunciarán a vender su relato: que el perdón al procés no es el final del camino, sino una oportunidad para culminar sus aspiraciones nacionales. Y la derecha se frota las manos porque podrá avivar la agitación social al grito de “corrupción política” unos cuantos años.
Así que Sánchez le plantea a la izquierda la tesis del mal menor —“o la ultraderecha o mis pactos con el independentismo”—, pero la realidad es que está sitiado por quienes quieren poner el foco solo en la amnistía, o no solo en la transición ecológica y la jornada de 37,5 horas. Por mucho que Sumar o el PSOE creyeran que la citada ley era el pago para centrarse en las políticas progresistas, esta legislatura está atravesada por su carácter plurinacional. Si quieren los votos del Frankenstein, no se podrán quedarse en el plano folclórico de las lenguas cooficiales en el Congreso. Vienen las elecciones vascas y catalanas. El PNV aspira a suculentas cesiones competenciales —infraestructuras, Seguridad Social, etcétera– en virtud del Estatuto de Gernika. Bildu sueña con la construcción de la “república vasca”. ERC fantasea que, tras la salvación judicial o la cesión de Rodalies y la financiación, toque el referéndum pactado.
Y quizás Sánchez juega con la hipótesis de que la amnistía acabará siendo más beneficiosa que perjudicial, como los indultos. Causaron un enorme revuelo, pero fue una decisión en seco, que incluso dejó al poco tiempo la estampa de una Cataluña pacificada. Sin embargo, el calendario ahora no le acompaña. La amnistía se aboca a un largo periplo judicial de goteo de casos y recursos en los tribunales. Es más, Carles Puigdemont podría aterrizar pronto en España. Previo a ello, lucirá con grandilocuencia sus mesas de diálogo en el extranjero —lo único que tiene para diferenciarlas de las de Oriol Junqueras—, haciendo las delicias de la derecha.
Los propios altavoces del PP y Vox trabajan incansables. De los creadores del “Gobierno ilegítimo” o de los “socios ilegítimos”, ni el Congreso parece ya legítimo para un Santiago Abascal que se marchó a saludar a los manifestantes en las calles. Ciertas voces de ultraderecha incluso han decidido que el Tribunal Constitucional tampoco es legítimo. No esperan al veredicto sobre la amnistía y ya están deslegitimando al presidente del Tribunal Constitucional, Cándido Conde-Pumpido, para que la ciudadanía dude hasta de lo que se llegue a decidir.
A Sánchez le perseguirá la amnistía, sí, pero no quiere decir que logre derribarle. Todavía el Frankenstein se sustenta sobre el interés mutuo: que no gobiernen el PP y Vox y sacar tajada. Aunque si el 23-J dejó una lección es que las apariencias engañan. Por mucho que unos digan que las cesiones competenciales y los indultos o la amnistía rompen España, el hecho es que el independentismo catalán se hundió el 23-J en un clima de frustración por el fracaso de 2017. Por más agitación social o en las calles que haya, debe recordar la derecha que también creían que arrasaría en los pasados comicios y al final no lo logró. Estefanía Molina es politóloga.










Del otro debate

 






He escuchado otro debate
JAVIER SAMPEDRO 
16 NOV 2023 - El País - harendt.blogspot.com

Este miércoles escuché un debate distinto al que, por todo lo que sé, presenciaron los demás ciudadanos. Debo de ser un tipo raro. Vi que el candidato a la investidura empezaba su discurso analizando las graves consecuencias para España de un mapa internacional con dos guerras abiertas y otras varias enquistadas. Vi que hacía repetidas menciones a la crisis climática, a la transición energética y a la pandemia. Vi que apoyaba unas políticas cimentadas en el conocimiento científico, que reconocía que la desigualdad alcanza límites insoportables y que las actuales políticas de vivienda son erróneas. A esas alturas de la intervención, tuve que soportar a un analista quejándose de que el candidato estaba escurriendo el bulto para no hablar de la amnistía, que al parecer era la única cuestión crucial para la salvación de nuestras almas. Mientras redacto esto no puedo saber qué van a escribir mis colegas columnistas, pero no hace falta ser Sherlock Holmes para adivinar que el clima, la guerra, la ciencia y el precio de los pisos van a quedar fuera de foco.
No me entiendan mal. No soy tan ingenuo como indica el párrafo anterior. Sé que la amnistía es una cuestión central de la coyuntura política española. Sé que la primera mitad del discurso de Pedro Sánchez ―esa mitad en la que habló de otras cosas― es un inteligente y meditado ejercicio de oratoria, a mi juicio muy brillante. Sé que ni las energías renovables ni la inteligencia artificial van a abrir hoy los informativos. Pero también sé que las vicisitudes microterritoriales de esta provincia europea importan muy poco frente a esa primera mitad del discurso de investidura que solo va a ser analizada como un estorbo. Sé que es ahí donde se encuentran los problemas más importantes, los que van a marcar tu vida y la de tus hijos. Ahí está el tema, no donde tú crees. No la tomes conmigo, ya te dije que soy un tipo raro.
¿O no lo soy tanto? Al menos desde que experimenté con el buscador inteligente del reproductor de Apple, iTunes ―se llamaba Genius en la época―, soy consciente de que, por más enrevesados o sofisticados que sean mis gustos musicales, o los gustos musicales que le hice creer a Genius que yo tenía, siempre hay otras personas que los comparten. Esta es justo la razón de que Genius funcione. Busca gente a la que le gusten las mismas canciones que a ti y aplica un principio algo deprimente, pero casi infalible: quienes han coincidido antes, coincidirán después. El buscador me descubrió una música maravillosa de la que yo era por completo inconsciente, y eso quiere decir que soy miembro de un clan, disperso y distribuido por medio mundo, pero clan al cabo.
Por lo tanto, debo asumir por coherencia que hay otras personas que también se fijaron en la primera mitad del discurso de Sánchez, gente menos obsesionada por la amnistía que ocupada por las guerras devastadoras, la torrefacción del planeta, las fuentes energéticas, las pandemias, la vivienda digna, las artes y las ciencias. Si estáis ahí, recordad que no soy un tipo maligno: ni siquiera he hecho sangre con el tema de Antonio Machado e Ismael Serrano, en un admirable ejercicio de contención. Javier Sampedro es genetista.












De las ganas de mandarlo todo al diablo

 






​Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz jueves. Mi propuesta de lectura para hoy, del escritor Javier Cercas, va de las ganas de mandarlo todo al diablo. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. harendt.blogspot.com










Mandarlo todo al diablo
JAVIER CERCAS
11 NOV 2023 - El País Semanal - harendt.blogspot.com

Un viejo amigo y profesor de literatura catalana me dice que está de acuerdo conmigo en que, según escribí en esta columna, si España no acepta sin reservas el catalán, el gran beneficiado es el secesionismo. “Yo mismo”, añade, “llegué a decir en una comida que, si se aprobaba la propuesta de Vox de declarar Alicante zona castellanoparlante, cambiaba de bando”. Su caso me recuerda el de otro amigo, también contrario a la secesión, que acabó votando en el referéndum del 1 de octubre de 2017 por solidaridad con los votantes aporreados por la policía, aunque no tenía la menor intención de hacerlo porque estaba en contra de aquella consulta.
Estas reacciones no son insólitas, ni se dan sólo con el llamado problema catalán (simpáticamente conocido por algunos como “matraca catalana”); por lo demás, son lógicas: a menudo olvidamos que quienes tienen razón no siempre tienen toda la razón, que no todos los que tienen la razón política tienen la razón moral y que quienes tienen la razón política son, a veces, unos canallas: los canallas de las buenas causas. Y uno puede ceder a la tentación visceral de responder a los canallas y sus canalladas dando la razón a quienes no la tienen. Ejemplos. El 28 de abril de 1945, Benito Mussolini y su amante, Clara Petacci, fueron ejecutados sin fórmula de juicio por partisanos, y sus cadáveres colgados de una viga en la plaza de Loreto, Milán; fue un acto de barbarie, pero hubiera sido una mala idea unirse al fascismo para solidarizarse con el atropello padecido por el Duce. Poco después, el 6 de agosto de 1945, Estados Unidos lanzó una bomba atómica sobre Hiroshima, y a los tres días lo hizo sobre Nagasaki: en total, 214.000 muertos; aunque se trató de un crimen atroz, convendremos en que, durante aquella guerra, los japoneses no tenían la razón política (y también en que, al menos en aquellos dos días apocalípticos, quienes los masacraron perdieron la razón moral). Al final de esa misma guerra, los aliados sometieron las ciudades del Tercer Reich a furiosos bombardeos indiscriminados; sólo en Dresde, del 13 al 15 de diciembre de 1945, 25.000 personas perecieron bajo las bombas: ¿hubiera sido sensato abrazar el nazismo en protesta por semejante carnicería? Entre 1936 y 1939, casi 7.000 curas y monjas fueron asesinados a sangre fría en España; quienes cometieron esos crímenes fueron unos bellacos, pero yo sigo sin tener ninguna duda de que, en la Guerra Civil, la República llevaba la razón (y también de que la famosa Tercera España es un timo aún más siniestro que el de los famosos equidistantes vascos en los años de ETA). Dicho esto, entiendo el arrebato de mis amigos catalanes. Disculpen el desahogo autobiográfico: llevo 57 de mis 61 años viviendo en Cataluña, soy catalán, he estudiado lengua, literatura e historia catalanas, crecí entre escritores catalanes, traduje del catalán, vivo en catalán en un pueblo de la Cataluña profunda, abogo por el federalismo y he defendido una solución a la canadiense para Cataluña; sentado lo anterior, comprenderán ustedes que, cada vez que un señorito madrileño autodenominado de izquierdas tiene a bien darme clases de diversidad y me llama con desprecio españolista, me entren unas ganas irresistibles de pedirle a Gabriel Rufián el ingreso en ERC con carácter de urgencia; si no lo hago es sólo por dos motivos: primero, porque una Cataluña separada de España no me libraría de la burricie de los señoritos (en Cataluña los tenemos a patadas), y segundo, porque, por mucho que me recuerde al Pijoaparte de Marsé y por bien que me caiga, Rufián no tiene razón.
Nuestra pereza mental anhela la simplicidad, pero la realidad no es simple; no todos los que tienen la razón política tienen la razón moral: a veces, los buenos hacen cosas malas (y los malos, buenas). La verdad es la verdad, dígala Machado o su porquero: si Vox dice que la Tierra es redonda, me niego a decir que es plana, aunque los señoritos me acusen de alinearme con Vox. Es un error obrar con las tripas y no con la cabeza, pero —última confesión— cada vez que oigo lo de la “matraca catalana” me dan ganas de mandarlo todo al diablo. Créanme.


































[ARCHIVO DEL BLOG] El acto de mirar. [Publicada el 15/06/2019]










¿Qué hacen las figuras de Giacometti metidas en El Prado?, se pregunta el escritor José Andrés Rojo en El País. Están ahí, comienza diciendo, entre las obras de los maestros antiguos, con su extrema delgadez, casi todas impertérritas. Hay una de ellas que está atrapada en el gesto de dar un paso, ese Hombre que camina II, como si quisiera irse o acometer alguna tarea con una inaudita decisión y arrojo, pero por lo general da la impresión de que las hubieran llevado allí para estarse quietas, observándolo todo. ¿Y qué miran entonces y por qué lo miran ahora y cómo les afecta? ¿Y qué terminan contando por el hecho de estar ahí? Mujer grande I, Mujer grande III, Mujer grande IV, Mujer de pie, todas ellas tan hieráticas, con los brazos pegados al cuerpo y extrañamente distantes: como si vinieran de un mundo terrible en el que lo hubieran visto todo y que, quizá por eso, siguieran mirando y mirando y mirando. Gran cabeza, Eli Lotar III, Lotar II: a veces Giacometti solo ha esculpido una parte del cuerpo, pero toda la intensidad sigue estando colocada en el acto de contemplar. También ocurre con El carro, donde a la figura colocada sobre un sencillo taburete depositado sobre el eje que une dos ruedas solo pareciera interesarle lo que otea ahí lejos, en el horizonte.
En un breve ensayo escrito en 1966 y recogido en Mirar, John Berger se ocupa de Alberto Giacometti, que había muerto el 11 de enero de ese año —nació en 1901—, y empieza refiriéndose a la fotografía de Cartier-Bresson que Paris Match publicó una semana después de su fallecimiento y en la que aparece cruzando una calle mientras llueve, tapándose de cualquier manera con una gabardina. Una imagen que mostraba a “un hombre extrañamente despreocupado por su bienestar”, escribe Berger. “Un hombre que llevaba unos pantalones arrugados y unos zapatos viejos. Un hombre cuyas preocupaciones no tenían en cuenta el cambio de estaciones”.
Ese hombre fue el que concibió esas figuras alargadas. Y el que las hizo tan tremendamente frágiles y, al mismo tiempo, tan fuertes en su imponente dignidad. Han pasado por todo, o fue quizá la historia la que les pasó por encima con su reguero de destrucción y dolor, pero ahí siguen, observándolo cuanto ocurre. Berger explica que, para Giacometti, “el acto de mirar” era “una forma de oración” y que “se fue convirtiendo en un modo de aproximarse a un absoluto que nunca conseguía alcanzar”. Escribe Berger: “Era el acto de mirar lo que le hacía darse cuenta de que se encontraba constantemente suspendido entre la existencia y la verdad”.
“Pensemos en una de sus esculturas”, propone Berger. “Sólo hay una manera de llegar a ella: quedarse quieto y mirarla”. Pero luego apunta que es la propia escultura la que también “nos mira”, y “que nos seguirá atravesando, por mucho que nos alejemos”.
Ahí están en el Prado, pues, las figuras de Giacometti. Una de sus grandes mujeres se concentra en el fondo del pasillo y su mirada se da de bruces con el grupo escultórico de Carlos V y la furia, de Leone Leoni: una potente alegoría que habla del poder de aquel emperador para dominar el caos, el desorden, la cólera. La mujer grande que está a sus espaldas contempla el otro fondo del pasillo de la primera planta y lo que se encuentra es La familia de Carlos IV, en la que Goya retrata los personajes desvaídos de una monarquía cansada. De un lado a otro, las figuras de Giacometti contemplan lo que tienen delante y le dan un nuevo sentido a cada obra. El acto suyo de mirar lo atraviesa todo con su presencia y entonces el poder de cada monarca, grande o pequeño, queda reducido a la nada. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt